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—¡¿Cómo que no?! —señalé los dibujos—. ¿Pero tú has visto garabatos más bonitos en tu vida?

Cuando Rebecca negó con la cabeza, suspiré; era de esperar que no iba a acertar a la primera. ¡Pero no iba a rendirme tan facilmente! Era hora de analizar de nuevo lo que había hecho y buscar el error.

Eché un vistazo a todos aquellos que venían, y también a los que habían pasado, y deseé que esta vez sí diera en el clavo.

—Eh, Jeanne —dije, señalando la pizarra después de haber retocado un par de cosas—. ¿A que ahora están mejor dibujados?

«Mucho mejor», pensé satisfecha cuando Rebecca asintió. Habíamos pasado los cuatro de antes, y ya sólo nos quedaba una prueba.

De azar, por supuesto.

Las instrucciones eran sencillas: encontrar al portador que tenía el último sello. Pero esta vez no había pista alguna, y tendría que ir probando hasta encontrarle.

Me encogí de hombros. Si no había otra opción, mejor empezar cuanto antes. De hecho, esa persona podía ser tan válida como cualquier otra, ¿no..?

Todos excepto los que habían tenido ya una oportunidad fallamos.

Era bastante lógico, dado que la parte de azar era azar, y no podías solventarla con ingenio
Me rasqué la perilla, pensando. Quizá era una prueba trampa y...

Volví s dibujar los símbolos iguales, poniendo más cuidado en los trazos. Quizá fuera porque no dibujara bien. Definitivamente preferiría la prueba de la canción

Adiós al frío.

Con el nuevo sello en mi tarjeta pude despedirme de aquel gélido mundo y volver al calor de las playas de las Islas del Destino. Según las instrucciones que habíamos encontrado en la caja, debíamos reunirnos con la Maestra Rebecca en el restaurante playero que llevaba Higashizawa.

Solo quedaba una prueba más antes que esta y por la gente que se había quedado del anterior grupo me esperaba que fuera a ser más complicada que las dos últimas. Y tanto que iba a ser difícil, la Maestra nos dio a cada uno una pizarra en donde había un total de doce números con un cuadrado al lado y una tiza para dibujar sobre la pizarra.

—¿Dibujar? ¿Sin ninguna pista ni nada? Bueno, va a tocar darle a esta cabeza que tengo —resoplé cogiendo la tiza y empezando a dibujar en los cuadrados diferentes cosas hasta quedar satisfecho con una respuesta.

La caja se abrió, y Niko no se lo pensó ni un segundo para agarrar el sello, plantarlo en su tarjeta, y correr como un condenado hacia el portal de salida. ¡Al demonio con ese condenado frío!

De vuelta en el añorado paraíso veraniego, Niko se dirigió de nuevo al chiringuito, según explicaba la notita que contenía la caja. Allí les estaba esperando una mujer que no le sonaba de nada… ¿O tal vez sí? Los de su bando le mencionaron que en Tierra de Partida había seis Maestros: Ronin, Kazuki, Lyn, Akio, Yami… y una mujer a la que se mencionaba por encima y poco más. Si no fuese porque dudaba de que sus compañeros fuesen tan desconsiderados, juraría que no se acordaban de que existía.

El caso es que la mujer (fuese la susodicha Maestra o no) les indicó que la siguiesen hasta una hilera de doce pizarras en donde les explicó la prueba. Dibujar no es que fuese lo suyo, pero al menos se le daba muchísimo mejor que cantar.

Cogió un pedacito de tiza y se plantó en frente de la primera pizarra. Total, mientras sus garabatos se pudiesen interpretar, no habría problema alguno, ¿no?

A la segunda iba la vencida.

Aunque el dicho no fuese así, la cosa había dado un sorprende giro de acontecimientos en cuanto Light, Fátima, Celeste y yo, terminamos de hacer todos nuestros dibujos. La Maestra Rebecca se acercó a nuestras pizarras y asintió con parsimonia a la vez que nos cedía el penúltimo sello, quedando ya solo uno para acabar aquel juego.

Aunque en un principio había pensado que como mucho tan solo Light y yo llegaríamos a la final, no me molestaba para nada que hubiese dos rivales más a los que hacer frente, inexplicablemente hacía que el juego fuese todavía más divertido de lo que estaba siendo hasta el momento.

Y es que según había dicho Rebecca, la prueba final consistía en encontrar a la persona adecuada en la playa y pedir que nos diese el sello, tal cual. Pero el problema o mejor dicho la dificultad, era que no teníamos ninguna pista sobre aquel o aquella a la que buscábamos. Todo recaería de nuevo sobre el bendito y a la vez maldito azar que me había estado acompañando a lo largo de las otras pruebas.

Miré a mi alrededor, examinando las caras de todos los aprendices y Maestros tanto de un bando como de otro, en busca de una señal que me indicase quién podría ser el portador del decimotercer sello.

Cuando encontré a mi objetivo, me acerqué y le pregunté si poseía o no el último sello. Mientras se lo preguntaba, cruzaba los dedos para que así fuese.

Suerte que la contraseña era la correcta. La caja de abrió y en su interior estaba el sello e instrucciones para volver a la playa.

Allí estaba la Maestra Rebecca junto a una pizarra. En ella había escritos números del 1 al 12 con un recuadro vacío para cada uno.

- Debéis dibujar el símbolo correcto en los cuadrados. Cada cuadrado tiene un número y un dibujo diferente, depende de vosotros deducir cuál es... Suerte.

- Awawawawawawa - Awa-chan cogió una tiza y dibujó algo - Awauna patata.

Kairi rió y se puso manos a la obra.

Tras acertar con los tarros de arena y estampar el sello, un portal surgió a mis pies tragándome. Me asusté durante unos segundos, pero esa sensación pronto se me pasó, ya que en seguida sentí un penetrante frío en mi cuerpo.

—¿D-D-Dónde lech-ches...? —pensé en voz alta, tiritando.

Miré a mi alrededor, todo estaba nevado. Me encontraba en Ciudad de la Navidad. ¡Y yo en bañador!

Tenía que superar la prueba cuanto antes para salir de allí. A unos metros, en el suelo, había una pequeña caja fuerte con un papelito pegado. Aquella era, sin duda, la prueba a superar.

EL SELLO ESTÁ DENTRO DE LA CAJA FUERTE.
INTRODUCE LA CONTRASEÑA PARA ABRIRLA.

TONTO EL QUE SE LE CONGELE EL CULO. FIRMADO: AKIO.

—Maldito imbécil...

Era difícil concentrarse en aquellas condiciones, pero intenté abstraerme y no pensar en el frío y pensar detenidamente. Al cabo de un rato, se me ocurrió algo.

¡Sí! Sonrió a sus compañeros y los cuatro se adelantaron para hacer frente a la última prueba que…

Resultó depender completamente del azar. El alma se le cayó a los pies. Bueno, a menos que tuviera muchísima suerte, daba por sentado que iba a perder bastante tiempo buscando a quien tuviera el último sello. Miró a su alrededor, con el ceño fruncido. Podía ser cualquiera y había bastante gente, leches.

Aun así, no ganaba nada quedándose quieta, así que se dirigió hacia la primera persona que vio cerca, preguntándose cuánto tardaría en obtener el sello o, mejor dicho, quién lo conseguiría primero.

La décimosegunda prueba comenzaba. Mi cometido era dibujar doce símbolos y después, entregárselos a la Maestra Rebecca (a quien conocí cuando me encargó una misión). Parecía sencillo, pero no lo era: eran unos dibujos muy concretos, y no tenía ni la más remota idea de cuáles podían ser. Aunque, y si...

Me costó bastante dibujarlos, pero al final los tuve todos. Uno de ellos era bastante especial, sin lugar a dudas. Miré a Freya cuando me enseñó sus dibujos y asentí con la cabeza. Después, me dirigí hacia Rebecca.

Sin previo aviso, el suelo sobre el que estaba Colibritany se abrió y... cayó.

Al parecer había superado la prueba y podía continuar. Ahora se encontraba en un mundo frío... muy frío y que conocía de antes: Ciudad de Navidad. En cualquier caso, tenía mayores cosas de la que preocuparse: la nueva prueba. Esta vez consistía en decir una contraseña y no parecía haber ninguna vista visible... pero aun así, tenía que contestar algo.

Tras una larga pausa, tuvo una idea. Era algo estúpida pero por alguna razón, sentía que era lo correcto... tenía que serlo, vamos.

Entendí acertar y todo pero... ¡y esto! Había nadado, por la gracia de mi ego. ¿Quién demonios ha dejado que fuéramos a un lugar tan frío? Tirité y seguramente tras esto, un resfriado mínimo sería el premio. ¡Qué amor da ese maldito Akio! Froté mis manos y eché mi aliento para que no se entumecieran y pudiera tener un la sangre sin que se me congelase algún dedo. ¿Qué? Yo no quiero morirme ahí.

Por suerte me quité la camiseta, si no con una prenda más mojada podría tener que estar en cama un par de días. A modo de que no me cogiese una pulmonía mínimo. Pero la prueba, oh si esa cosa que teníamos que hacer, no tenía casi pistas y era una combinación de 3 dígitos y un par de 2 dígitos. ¿Números o letras? ¿Quizá un mix? Miraba a mis compañeros y empecé a pensar hasta en echarle un calientamanos a alguien para evitar tener los dedos con una capacidad de reflejos casi congelada.

¡Maldito quien seas Akio! ¡Voy a diseccionarte y echar tus órganos a la nieve por creer que es gracioso!

Tercera prueba - Keiko

Keiko no se movió del sitio, así que no avanzó.


Novena prueba - Lyon

Lyon no se movió del sitio, así que no avanzó.


Décima prueba - Saeko

Saeko no se movió del sitio, así que no avanzó.


Undécima prueba - Victoria & Hana

Maya, Colibritany, Watson y Ragun hicieron cola para probar su contraseña en la caja. Y en las cinco ocasiones, se abrió. La puerta de la caja se abrió para cada participante, mostrando el premio que contenía: el undécimo sello, con forma de copo de nieve, conseguido. Pudieron avanzar.

Victoria y Hana, sin embargo, no se movieron del sitio, así que no avanzaron.


Duodécima prueba - Maya, Colibritany, Watson, Alec, Ragun, Aru, Nikolai, Goei & Kairi

Freya, Saxor, Simbad, Nicoxa y Jeanne tuvieron la fortuna de su lado. Los cinco tuvieron la misma idea, y los cinco acertaron. Rebecca asintió cuando pasó por sus pizarras, dándoles el sello que merecían, e indicando que podían continuar. El duodécimo sello, conseguido.

Alec, Aru, Nikolai, Goei y Kairi no tuvieron tanta suerte. Rebecca negó con la cabeza cuando pasó por sus pizarras, indicando que se habían equivocado en al menos una de las respuestas. Tendrían que volver a intentarlo.

Maya, Colibritany, Watson y Ragun llegaron al poco. Habían encontraron instrucciones en la caja de que volvieran a la playa y allí, al lado del chiringuito, les esperaba la penúltima prueba: Rebecca, la tímida maestra, se dejó ver por los aprendices. Con un gesto para que la siguieran, les mostró una hilera de pizarras que había colocado detrás del chiringuito, cada una con lo mismo dibujado. Números, del 1 al 12, con un cuadrado vacío al lado de cada número.

—Debéis dibujar el símbolo correcto en los cuadrados. Cada cuadrado tiene un número y un dibujo diferente, depende de vosotros deducir cuál es. —Les mostró que cada pizarra tenía un trozo de tiza que podían usar para los dibujos—. ... Suerte.

Se hizo a un lado, dejando libertad a los participantes para que su ingenio aflorase. O tal vez su suerte. O un poco de ambos.

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Decimotercera prueba - Light, Fátima, Celeste, Freya, Saxor, Simbad, Nicoxa, Saito & Jeanne

La diosa fortuna no sonrió a ninguno de los cuatro primeros. Ni Light, ni Fátima, ni Celeste, ni Saito acudieron a la persona adecuada, y eso que cada uno fue a por una distinta, por lo que tuvieron que seguir buscando.

Freya, Saxor, Simbad, Nicoxa y Jeanne les alcanzaron. Rebecca les había dicho que, para conseguir el último sello, tenían que pedírselo a la persona adecuada en la playa.

Había truco, claro, y era que a diferencia de la octava prueba aquí no tendrían pista alguna. Sería puro azar, pura suerte, lo que les llevaría a ganar. ¿Quién ocultaría el sello final? ¿Alguien de Tierra de Partida? ¿O de Bastión Hueco...?

¡Habían fallado! Ninguno de ellos dio con la persona idónea, así que tendrían que seguir buscando. Ojalá tuvieran una pista, cualquier cosa…

Y nuevos jugadores estaban llegando al lugar. ¡La competición se ponía realmente interesante!

«¡Tú!», salió disparado hacia otro Portador (o Portadora) en particular.

¿Le sonreiría la suerte esta vez?

Alcé un puño al aire en cuanto acerté la figura. No había sido para tanto.

Sin embargo, la siguiente prueba iba a ser completamente de azar, y aquello no me gustaba en absoluto. Me encogí de hombros, dando por hecho que fuera quien fuese al final acabaría por encontrarle.

Carraspeé y miré a mi alrededor. La playa estaba bastante llena.

Sin pensármelo mucho, me dirigí a la primera persona que vi.