Empatar justo cuando a estaban a menos de un cuarto del límite de tiempo solo consiguió una respuesta por parte de las ardillas: juego agresivo.
Si ya de por sí eran puñeteras cuando hacían sus triquiñuelas acrobáticas para distraerles, que decidiesen coordinarse para jugar en serio las convertía en un hueso duro de roer: Una alzaba un balón, y enseguida corría a preparar otro antes de que la segunda disparase al campo contrario. Una estrategia implacable que estaba destrozando las fibras musculares de Nikolai y exprimiéndole en forma de sudor lo poco que quedaría de la bebida energética en su cuerpo.
No, bloquear sus frutas no estaba siendo fácil. Su agilidad daba para bloquear sus tiros más peligrosos, pero poco más. Por culpa del estupor, algunas bolas se le colaban, y quedaba al cargo de Saeko detenerlas.
El problema es que era verla y darse cuenta al momento de que ella también estaba para el arrastre. ¡Y encima era la que más aguante tenía de los dos cuando entrenaban juntos!
—No se me ocurrió nada más... aparte de eso...
Nikolai le contestó en silencio con una mueca. A él tampoco es que le estuviese viniendo la inspiración en esos momentos. Ser agresivos era su única baza, pero si sus rivales la usaban contra ellos…
Entonces, a Saeko no se le ocurrió mejor plan que intentar un lanzamiento desesperado en el que puso todas sus fuerzas (más bien las que le quedasen). Puesto que uno de esos dos demonios con forma de roedor estaba en el aire tras uno de sus ataques, el otro de la nariz roja tuvo que tirarse en plancha para bloquearlo. Y lo consiguió, pero llevándose tal trastazo que lo mandó volando.
Ver que un disparo con la fuerza suficiente había sido suficiente para derribar a una de las ardillas hizo que el joven alzase una ceja con expectación. Por lo pronto, notó que la inspiración le estaba volviendo y tejiendo un plan en su cabecita.
«Puestos a intentarlo…», flexionó ligeramente las rodillas y la magia comenzó a latir con fuerza alrededor de sus piernas a la par que forzaba a coordinar su respiración; era la primera que ponía en práctica aquel truco fuera de los entrenamientos, y aun no se acostumbraba al usar una fuerza elemental distinta a Nada.
Pero algún día tenía que probarlo, ¿no? La magia espacial no era tan distinta y, siendo francos, le encantaba esa sensación de soltura que le producía.
Y saltó, logrando una altura superior a la que le permitiría un simple Doble salto, hasta posicionarse en frente de una manzana que volaba por el aire y descargó su Llave Espada sobre esta con una fuerza bestial. Ni siquiera la gravedad pudo ejercer su función sobre él cuando arqueó el cuerpo hacia una piña que tenía a un metro de distancia y salió catapultado en pleno aire, permitiéndole un segundo disparo seguido con la misma potencia.
Pero ninguna de ellas iba con intención de marcar gol: la manzana arrolló el pequeño cuerpo de Chip y se lo llevó por delante sin darle oportunidad de escapar, mientras que la piña remató a un desorientado Chop que apenas se recuperó del golpe de antes.
Si jugar a lo bestia no funcionaba, la solución era simple: jugar más a lo bestia.
—¡Saeko, ahora!