[Castillo de Bestia] Re: Start

Donde Xefil conoce a Keiko Akarui

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[Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 7:52 pm

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Transversal…

Como si el bosque hubiera escuchado aquel murmullo y estuviese obedeciendo una orden oculta, el ambiente del pequeño claro se enrareció: el aire se llenó de electricidad estática, aquella que cosquillea en la nuca y hace a uno estremecerse; y la luz de la luna llena pareció parpadear, como si en lugar de venir del astro resplandeciente proviniera de una bombilla a punto de fundirse. Si alguien con las capacidades necesarias hubiera estado allí aquella noche, habría percibido que algún tipo de hechizo había sido conjurado. Pero no, no había nadie allí. Aparte de un trío de venados que pastaba con tranquilidad en un borde del claro, no hubo nadie que pudiese notar ni la magia en la atmósfera ni la sombra que salió disparada al follaje de un árbol con la velocidad de una flecha.

Las hojas se sacudieron lo suficiente para que los animales movieran sus orejas en dirección al ruido. Sus cuerpos se congelaron al instante, con la intención de que el posible depredador los pasara por alto. Esperaron así unos cuantos segundos, en búsqueda de alguna otra señal que indicara peligro; pero cuando no llegó ninguna, volvieron a moverse y continuaron alimentándose como si nada hubiera ocurrido.

El cazador también se había quedado quieto, colgado de cabeza en una de las ramas más gruesas de un viejo roble. Sus ojos estaban clavados en su presa y su mano derecha estaba posada en la brillante daga que llevaba en el cinturón. Por un momento había temido que los animales hubiesen reparado en su presencia, por lo que se había preparado para saltar y clavarle el arma a cualquiera de los tres. Pero ahora que estaba seguro que seguía oculto, pegado a la madera como una araña pegada al techo, podía volver a su estrategia original.

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Las pieles se volvían menos valiosas conforme se maltrataban más. Usar su daga o uno de sus hechizos eran sus últimas opciones; si quería sacar el mayor provecho a su presa de aquella noche, tendría que hacer lo que cualquier otro cazador sensato haría: matarla con una flecha. Soltó la empuñadura de su daga y, con lentitud y delicadeza para no hacer ningún ruido, deslizó sus dedos hasta el carcaj en miniatura que llevaba atado al pecho.

No llevaba arco ni ballesta. Tenía suficiente puntería para acertar con un hechizo, pero para disparar un proyectil tan pequeño como una bala o una flecha, sencillamente no tenía talento. Era por eso que siempre cargaba con una, y solo una.

Él no la disparaba. La clavaba. Así de veloz era.

Un doble salto fue suficiente para que el joven surcara varios metros por el aire. El sonido de las hojas revoloteando, las ramitas rompiéndose y el largo abrigo ondeando contra el viento fueron más que suficientes señales de alerta para que los ciervos echaran a correr. En sólo unos instantes, en lo más alto de su trayectoria, el joven evaluó a sus tres posibles blancos. Cuál era eĺ más grande, cuál el más cercano, cuál el más joven, cuál el más sano, cuál el más lento; todo lo consideró en un parpadeo, hizo su elección…

Elusión.

Ni siquiera aterrizó. La figura que se recortaba contra la luz de la luna desapareció en una décima de segundo, consumida por una extraña magia invisible. El depredador se desvaneció en la noche como si jamás hubiera estado allí.

Uno de los pobres ciervos jamás supo qué ocurrió. Sólo alcanzó a sentir un brazo rodeando con fuerza su cuello y el metal frío atravesando la piel de su hocico hasta el interior de su cráneo. No pudo ni bufar de dolor: su cuerpo se apagó tan rápido que ni siquiera terminó de precipitarse al suelo antes de que la muerte lo alcanzara.

Xefil alcanzó a desmontarse del ciervo apenas un segundo antes de que éste cayera muerto. Suspiró aliviado, satisfecho de que su plan hubiese funcionado: no hubiera sido la primera vez que un animal lo suficientemente fuerte se lo sacudía de encima; y no quería recordar aquella terrible ocasión en la que decidió teletransportarse debajo del lobo en lugar de montarlo. Al menos a aquel había logrado matarlo casi al instante, sin que el animal sufriera mucho. Supuso que eso, añadido a que el cuerpo estaba prácticamente intacto, era digno de celebración.

Se desató el listón que sujetaba su largo cabello en una coleta, se quitó su abrigo y su chaleco, junto con sus guantes, y luego se puso en cuclillas a un lado del cadáver fresco. Juntó sus manos en un gesto de oración y agradeció la presa que la naturaleza le había regalado. Del cinturón en su pecho sacó su tercera daga, la ḿenos valiosa de las tres, y se arremangó hasta la mitad de los brazos.

Destripar al animal le tomó un largo rato. Sabía cómo hacerlo bien, le había costado aprender y lo había hecho a las malas; pero seguía siendo un poco lento cuando se trataba de un animal grande. Aun así, no se ensució más allá de las muñecas, lo cual pudo limpiar con el agua que le quedaba en la cantimplora. Volvió a ponerse su ropa, se ató al muslo el saco de cuero donde había puesto las vísceras y luego cargó el resto del animal —ya bien amarrado y cubierto— sobre su hombro. Lo único que dejó atrás para los carroñeros fueron los intestinos.

***

—Setecientos platines.

Mil.

—¿Estás jugando conmigo?

Xefil no disfrazó su mueca de desagrado. Deslizó la bolsita del cuero sobre el mostrador y se la acercó un poquito más, amenazando con llevarse todo. Sabía que en el fondo el carnicero quería comprarle la bolsa entera, pero no iba a hacerlo hasta poder robarse un buen pedazo del precio original. Lo había estado haciendo por meses; a veces ganaba uno, a veces ganaba el otro.

No. ¿Estás jugando conmigo? —contestó el muchacho, desafiando a su oponente—. Míralos bien, están en perfecto estado. Ni una mancha en esos pulmones.

Oui, enteros —coincidió el hombre, apuntando al saco con su mano abierta para ilustrarse—. Pero he visto más grandes.

Ugh, por favor... ¿Y el corazón? ¿Cuántos vienen y te ofrecen un corazón completo?

—Tienes razón... Gastón generalmente me ofrece varios —replicó el otro, levantando una ceja.

Xefil bufó, haciendo que uno de sus mechones diera un saltito. Se hizo un poco más hacia adelante y, sin darse cuenta, alzó todavía más la voz:

¿Qué esperabas? Son sobras, ¡yo no me dedico a esto!

—Ni a esto ni a nada, en todo caso... —respondió el otro en un murmullo, pero con toda la intención de que el muchacho alcanzara a escucharlo. Xefil sintió que las mejillas se le ponían rojas, pero no retrocedió ni un poco.

Pulmones, corazón y páncreas —Volvió a enumerar, sin dejar que el insulto lo afectara más—. Quiero mil. Al menos

—Setecientos cincuenta —Xefil resopló por enésima vez y el carnicero se apresuró a excusarse—: ¡Estoy a punto de cerrar! Las cosas serían diferentes si me los hubieras traído por la mañana.

¡Está fresco afuera, no se te van a echar a perder en doce horas!

—¿Y qué, crees que la calidad de la carne no será peor por la mañana? Agradece que quiera comprarte algo siquiera —El chico se rascó un costado de la cabeza, desesperado. El carnicero pareció ceder un poco, porque pronto añadió—: Pon el hígado y lo discutiremos.

¡Te estoy dando el corazón! —replicó con enfado. Sabía con certeza que el corazón era la carne más tierna y por ello una de las vísceras más valiosas. El hecho de que le estuvieran exigiendo todavía más le ofendió—. Además, ya me lo he comido. Mil.

—Ochocientos.

Que sean novecientos. Quiero comprar arroz —Se cruzó de brazos y apartó la mirada, dejando claras sus intenciones. No iba a discutir más.

—¡Bah!

Xefil sonrió con orgullo al escuchar el sonido de metal tintineando contra metal. La pequeña bolsita con su dinero fue una victoria bien merecida. Con aquello y con lo que ganaría al vender la piel y algo de carne al día siguiente, ya tenía suficiente para pagar la renta de su habitación por la semana.

Salió de la carnicería y lo recibió una aldea vacía, cobijada por una noche especialmente fresca. Caminó por el sendero que lo llevaría hasta la posada, agradeciendo la serenidad que lo acompañaba, mientras jugaba con su bolsa de platines en una mano. Repitió en su mente el día que acababa de vivir, pensando en cómo se le parecía mucho a los anteriores... y con seguridad, también a los que estaban por venir.

Escuchó a los lobos aullar en la lejanía. Lobos que también eran Sincorazón, lo sabía. Algo se retorció en el interior de su pecho, algo que lo hizo mirar en dirección al bosque y lo hizo desear adentrarse de nuevo en él. Aquella noche sonaban... bastante cerca. ¿Y si llegaban a acercarse al pueblo?

Hizo caso omiso. Ya no era su problema. Tenían a Gastón y a su pandilla para defenderlos.

No debo hacer excepciones —se repitió en voz baja, como un adicto convenciéndose para no recaer en sus malas costumbres—. La excepción refuta la regla.

Xefil, ex-Portador de la Llave-Espada, siguió caminando en dirección a la posada, pensando en si debía preparar el hígado con miel o con cebollas.
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 7:54 pm

La noche llegó a Tierra de Partida una vez más. La calma reinaba. Nadie hubiese dicho que hace poco fueron atacados y casi destruidos por un ejército de sincorazón.

Tras haber realizado un corto entrenamiento nocturno, Keiko regresó a su habitación para recoger varias cosas. Desde el enfrentamiento contra la copia digital de su hermano en el Coso Virtual, puso más empeño en obtener cualquier pista sobre él. Fuese quien fuese el que usó aquella vil treta, iba a pagarlo muy caro.

Mientras la joven cogía todas sus armas, las cuales mantenía ocultas (la espada bajo la cama, la pistola bajo la almohada y las garras en un cajón del armario), miró de nuevo su teléfono móvil.

Aquella mañana, había recibido un mensaje sin remitente según el cual había visto a una persona que se parecía mucho a su hermano en un mundo llamado Castillo de Bestia. A la joven le pareció extraño aquello, que de repente un mensaje anónimo le llegase y le diese una pista sobre a quién estaba buscando.

Quizás podría ser una trampa. Pero… ¿y si era verdad? No podía descartar esa opción de buenas a primeras. Tendría que investigar si de verdad su hermano estaba, o había estado allí.

Y si por la muchacha fuese ya habría ido por la mañana, pero Lyn la cogió, junto a otros aprendices y les sometió a un entrenamiento físico sorpresa, usando la excusa de que debían estar en buena forma para actuar en cualquier momento.

Una vez cogió todo, la muchacha salió de nuevo al patio. No se encontró con nadie. A esas horas, estarían ya cenando, e incluso algunos durmiendo.

Las estrellas eran lo único que iluminaba el cielo despejado de aquella noche, perfecta para viajar. Así que la joven no dudó un instante e invocó su Glider, y mientras caía tras lanzar la Llave Espada al aire, se puso su armadura dorada, introdució en el MoogleMaps de su teléfono su ubicación y buscó como llegar al Castillo de Bestia. De ese modo, emprendió el viaje.

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El viaje fue sorprendentemente tranquilo, algo extraño pues con Aaron por ahí causando estragos le resultó raro no encontrarse con ejércitos de sincorazón viajando a los otros mundos para destruirlos.

Si algún lugareño del mundo estuviese despierto y observase el cielo, podría comprobar como un destello brillaba en el nocturno cielo y descendía hacia el bosque, provocando que las aves nocturnas emprendiesen el vuelo.
Tras bajarse del Glider, Keiko empezó a caminar por el sendero. Gracias a la claridad que había debido a las estrellas, el camino estaba visible, de otra manera, hubiese tenido que emplear medios artificiales para guiarse.

Sin embargo, no pudo avanzar mucho, ya que del suelo, empezaron a surgir unos seres de oscuridad que conocía muy bien.

Sois unos plastas… —protestó la chica. Exceptuando Tierra de Partida, Islas del Destino y su antiguo y extinto hogar, no había mundo en el que no le saliesen aquellas bestias que le impedían dar más de tres pasos seguidos.

Así pues dio comienzo el combate. Los sincorazón la superaban en número, como era habitual, pero ella contaba con varios recursos. Usando su espada y su Llave Espada empezó a cargar contra aquellos seres de oscuridad, los cuales apenas duraron unas estocadas.

Pero el problema era, que por cada uno que mataba, era reemplazado por tres más. Entonces la joven decidió cambiar de estragia. Cargando una bola de luz en sus manos, empezó a lanzarlas contra los Purasangre, quienes se desintegraban al recibir el impacto directo.

Geeeez… ¿podéis iros a molestar a otro? Tengo cosas más importantes que hacer que luchar contra vosotros —dijo Keiko, aunque sabía que no serviría de nada, pues el enemigo natural de los Caballeros de la Llave Espada no atendía a diálogos o razonamientos.
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Curioso visitante

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:00 pm

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Los lobos seguían aullando en el interior del bosque. Incluso cuando Xefil cruzó enfrente de la taberna, con el ruido de las animadas conversaciones y las carcajadas escapando por las ventanas; incluso entonces seguía escuchándolos, lejos, enmudecidos, pero demasiado claros como para ignorar su existencia. Su mirada se vio atraída inevitablemente hacia la luna que colgaba del cielo, mientras él pensaba en cuánta influencia tendría sobre el comportamiento de las bestias. No estaba llena al cien por cien, era posible que sólo le faltara un día más para completar el ciclo; sin embargo, ¿era muy descabellado pensar que pese a no estar completa, ocasionaba algún efecto sobre los Sincorazón?

Se había aventurado a cazar poco antes de que se pusiera el sol pensando que no tenía de qué preocuparse. Era muy raro —si bien ocurría de vez en cuando— que la manada atacara cuando no era luna llena, pero en esta ocasión los animales parecían hallarse especialmente inquietos. ¿Tendría que dormir con un ojo abierto esa noche también?

Seguía mirando el cielo cuando sus ojos captaron una estrella fugaz.

No es cierto —musitó, posando sin pensarlo su mano derecha sobre el guantelete de placas que llevaba puesto en la otra—. ¿A esta hora?

Echó una ojeada en dirección a la taberna, observando a través de la ventana cómo la gente seguía bebiendo con entusiasmo, sin siquiera saber que una saeta había caído en el bosque. Xefil sabía lo que aquel destello era, igual que sabía que había aterrizado de forma perfecta. No había sido un accidente.

Demonios, Ronin...

Era la única opción que se le ocurría. Se había enterado de las usuales escapadas del Maestro de Maestros desde su primera aventura en aquel mundo, el cual ahora lo recibía como a un habitante más. Ronin disfrutaba pasar el rato en una buena taberna de vez en cuando, y la del Castillo de Bestia no era una excepción. El hecho de que un único Glider acabara de aterrizar después de que se hubiera puesto el sol sumado a que él estuviera parado justo enfrente del local no le parecían buenas señales. Se había ido por una razón, la cual todavía no había solucionado. Si bien no estaba escondiéndose... no quería precisamente ser encontrado por un Maestro.

Pero no dio ni un paso al frente cuando escuchó cómo los lobos callaban. Giró la cabeza en dirección al bosque justo a tiempo para ver una explosión de luz brillar entre los árboles. Y luego otra, seguida de otra más y otra más. Quien quiera que se encontrara allá se había metido en problemas; y si de algo estaba seguro, era que jamás había visto a Ronin metido en problemas con un par de purasangres.

Un Aprendiz...

Aquella era una situación con la que nunca se había topado. Los aldeanos no se adentraban al bosque, por lo que dejar su protección en manos de los cazadores nativos no producía ningún problema moral. Pero aquella persona estaba justo en la boca del lobo. La primera vez que él se había adentrado entre los árboles, los Sincorazón le habían dado problemas; incluso ahora, pretendía ser cauto y evitar confrontaciones con los oscuros seres. Eran fuertes. Si alguien no era lo suficientemente capaz de defenderse...

Ya había comenzado a correr sin darse cuenta, mientras su mente seguía debatiendo cuál decisión era la correcta. Sus piernas lo llevaron por un callejón entre las casas, alejándolo de los caminos principales de la villa, lejos de la seguridad de su nuevo hogar. Con su velocidad, no tardó más que unos minutos en introducirse a los lindes del bosque, el mismo que acababa de abandonar tras concluir su cacería. Y sin embargo, parecía diferente... más sombrío, más abrumador y amenazante, como si algo muy oscuro hubiera despertado en su interior.

¿Qué estaba haciendo, exactamente? Todavía no había decidido si realmente era su responsabilidad actuar y sus manos ya habían sacado sus dos dagas del cinturón. Su arma de plasma iluminó la oscuridad y cortó los obstáculos que se le ponían enfrente como si estuvieran hechos de mantequilla. Continuó corriendo, sorteando los troncos de los árboles y esforzándose por no perder los hechizos de vista...

¡Monstruos! —Ni siquiera había llegado a las partes más profundas del bosque; los árboles allí eran todavía muy jóvenes, separados los unos de los otros; el cielo todavía alcanzaba a verse entre el follaje y en la tierra se había marcado un discreto sendero donde otros habían pasado antes por allí. Agradeció aquello, pues significaba que los Sincorazón serían de muy bajo nivel y poco agresivos. Antes de que el Aprendiz se girara a verlo, apagó con rapidez su daga de plasma y guardó la empuñadura vacía en su cinturón; empuñando sólo a Nadhia, se colocó en posición de guardia.

Lo único que alcanzó a adivinar era que el recién llegado era una mujer, por la silueta de su Armadura. Con su identidad oculta tras el casco, no sabía con certeza si la conocía o no; su mente comenzó a descartar rápidamente las opciones más probables, pero fue incapaz de llegar a una conclusión. ¿Se habían encontrado antes o no? ¿Podría reconocerlo?

Se apresuró a quitarse su pañuelo del cuello y a atárselo sobre la mitad inferior de su rostro, intentando ocultar tanto sus rasgos como fuera posible.

¡E-Esos demonios han... han atacado...! ¡Van a atacar la aldea! —exclamó, pretendiendo que se encontraba asustado. Si se hacía pasar por un nativo que luchaba a duras penas, no debía haber ningún problema, ¿no? — ¡Debe ayudarme, mademoiselle! ¡Es usted una hechicera entrenada, ¿non?
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 8:02 pm

¡E-Esos demonios han... han atacado...! ¡Van a atacar la aldea! —exclamó, pretendiendo que se encontraba asustado. Si se hacía pasar por un nativo que luchaba a duras penas, no debía haber ningún problema, ¿no? — ¡Debe ayudarme, mademoiselle! ¡Es usted una hechicera entrenada, ¿non?

Quien había dicho eso era un hombre, que parecía muy asustado. Seguramente era un nativo del mundo. Debido a que estaba más concentrada en los sincorazón que en el hombre de asustadiza voz que había suplicado su ayuda, Keiko no se fijó en su rostro o en su físico.

¡Cierre los ojos cuando le diga ya! —ordenó la muchacha al hombre. Su cuerpo comenzó a acumular luz, y mientras lo hacía, se puso junto al chico—. ¡YA!

Si el hombre lograse cerrar los ojos a tiempo, cuando los abriese al cabo de unos segundos, vería que los sincorazón habrían desaparecido.

Pero si no le dio tiempo, se quedaría cegado por unos segundos. En cualquier caso, los sincorazón habían sido destruidos, y la armadura que cubría a la recién descubierta chica había desaparecido.

Me alegra ver que está de una pieza —dijo la chica, sonriente.— Dijo que esas criaturas iban a atacar a la aldea, ¿no? ¿Podría guiarme hasta allí?
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Sólo un cazador

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:08 pm

¡Cierre los ojos cuando le diga ya! —Xefil sujetó con fuerza su daga y, haciendo todo lo contrario a lo que la Aprendiza seguramente esperaba, avanzó un paso, preparándose para lo que estaba por venir. Si el as bajo la manga de la chica no funcionaba, entonces él tendría que intervenir para hacer algo al respecto...— ¡YA!

No cerró los párpados, pero sí cubrió sus ojos a medias con su antebrazo. La parte del bosque donde se encontraban se llenó de luz y entonces Xefil comprendió qué había estado ocurriendo antes de su llegada. La chica disparó un hechizo similar a Lúmino, lo cual fue particularmente eficaz contra los purasangre; gran parte de ellos se dispersó al instante, regresando a las penumbras donde habían nacido.

Con un segundo flash, la Armadura que cubría a la joven desapareció, mostrando finalmente su joven aspecto. Si no se dedicara a viajar por los mundos, aquella muchacha de cabello castaño y grandes ojos redondos todavía estudiaría en un instituto. Hubo algo en su rostro que por unos momentos le pareció familiar, si bien su razón pronto descartó el sentimiento como un simple deja vu: en su tiempo en Tierra de Partida, a ella no la había conocido. Debía ser una Aprendiza reclutada de forma reciente.

Me alegra ver que está de una pieza —le dijo la chica, dedicándole una sonrisa. Xefil se la correspondió, bajándose el pañuelo de la cara, pero fue incapaz de mantenerla por más de medio segundo antes de que la preocupación se la borrara del rostro—. Dijo que esas criaturas iban a atacar a la aldea, ¿no? ¿Podría guiarme hasta allí?

¿No sabe dónde se encuentra la aldea, milady? —preguntó el chico, alzando una ceja para que su falso escepticismo fuera más evidente—. ¿Extranjera?

Hubo entonces un repentino movimiento a espaldas de la Aprendiza, una sombra proyectada en el suelo que pareció moverse de sitio. Para suerte de ambos, Xefil posó la mirada en el lugar indicado en el momento preciso, por lo que el fenómeno no le pasó desapercibido. Por un instante, pensó que se lo había imaginado: sólo las hojas de los árboles meciéndose con el viento; pero luego comenzó a pensar en lo traicionero que podía ser el bosque y en cuán peligrosas eran las criaturas que lo habitaban. Cualquier señal de posible amenaza no podía ser ignorada así como así.

Sujetó con fuerza la empuñadura de su daga.

No revisó los árboles —dijo él, alzando la mirada hacia el follaje. Las hojas se sacudieron—. Si un inocente requiere protección, asegúrese de revisar los alrededores. Minuciosamente.

Salió disparado al frente en un instante, justo cuando la silueta se lanzaba sobre la joven. Si no fuera porque había convocado una Prisa Gravitacional para aumentar su velocidad, no habría alcanzado a interceptar al Sincorazón antes de que aterrizara sobre la Aprendiza. El Sargento no tuvo tiempo ni de extender sus garras cuando en su pecho terminó clavándose la daga que Xefil portaba, atravesando su esternón hasta que la propia empuñadura le impidió adentrarse más en su carne.

La sombra se disipó en una nube de oscuridad, pero no liberó ningún corazón.

Los demonios que habitan el bosque son sigilosos y esperan a su presa desde la oscuridad —dijo Xefil, fingiendo una sonrisa amigable y empezando a caminar en dirección a la villa, por donde había llegado—. Son pacientes. Por lo que uno debe ser tan paciente como ellos.

>>Sólo soy un cazador. Puedo quitarme a uno de encima; a veces. ¿Pero a tantos como vos?
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 8:09 pm

¿No sabe dónde se encuentra la aldea, milady? —preguntó el chico—. ¿Extranjera?
Sí, acabo de llegar tras hacer un largo viaje desde muy lejos, estoy buscando a alguien.
No revisó los árboles —dijo mientras una sacudida de hojas sonó detrás de la muchacha—. Si un inocente requiere protección, asegúrese de revisar los alrededores. Minuciosamente.
Lo tendré en cuenta, gracias —¿Quién demonios era aquel chico? Se preguntó Keiko.

De repente un sincorazón conocido como Sargento surgió de la oscuridad y trató de abalanzarse sobre Kei, quien no tuvo apenas tiempo para reaccionar. Sin embargo, el joven usando una daga se deshizo del sincorazón antes de que pudiese hacer daño a la muchacha.

Gracias de nuevo, me has salvado.
Los demonios que habitan el bosque son sigilosos y esperan a su presa desde la oscuridad —empezó a hablar el muchacho con una sonrisa—. Son pacientes. Por lo que uno debe ser tan paciente como ellos.

>>Sólo soy un cazador. Puedo quitarme a uno de encima; a veces. ¿Pero a tantos como vos?
—resopló por la nariz.
Sois muy fuerte entonces si podéis quitaros a uno de esos demonios, aunque sea de forma casual. En cuanto a mí… —Keiko trató de pensar una excusa que sonara convincente— pertenezco a una organización, de la que no puedo hablar pues juré guardar el secreto, pero nos entrenamos para ser cazadores de estos seres. Lo que sí puedo decirte es mi nombre. Me llamo Keiko, puedes llamarme Kei, si prefieres —dijo la chica sonriente—. ¿Cómo te llamas tú?
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Vaya manera de guardar el secreto

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:12 pm

Pertenezco a una organización, de la que no puedo hablar pues juré guardar el secreto"¡Vaya manera de guardar el secreto!", pensó él—, pero nos entrenamos para ser cazadores de estos seres.

¿En serio? Debéis ser muy fuertes, entonces... —Xefil exhibió la mejor sonrisa de mercader que pudo, esperando que la joven Aprendiza no pudiera ver a través de su interés fingido.

Los árboles comenzaron a estrecharse. La luz de la luna brilló con más fuerza sobre ellos.

Lo que sí puedo decirte es mi nombre —Aquello sí llamó la atención de Xefil: al fin, una oportunidad para saber con certeza si conocía o no a la Aprendiza. Si no había mentido respecto a su identidad, no tenía razón para mentir sobre su nombre; por lo que el joven le creyó en cuanto ella se presentó—: Me llamo Keiko, puedes llamarme Kei, si prefieres.

Nunca había escuchado ese nombre. Algo en su pecho se relajó, como si un peso que lo había estado aprisionando se hubiese liberado.

¿Cómo te llamas tú?

Vaan —respondió automáticamente con el nombre que había estado usando para ocultar su identidad durante los pasados meses. Había estado acostumbrado a usar Félix, su propio anagrama, y Arazec, el nombre de su padre, como seudónimos; pero para evitar cualquier conexión que pudiese hacerse con su verdadero yo, en aquella nueva ocasión había elegido algo sin tanto valor sentimental, algo sacado de alguna de sus viejas aventuras. A menos que Keiko conociera a la persona a la que se le había ocurrido primero, Vaan no tendría ningún significado.

>>Es un placer. Pero aquí nos despedimos —señaló él con una sonrisa amistosa. La villa ya alcanzaba a verse. Y ahora que se había asegurado que el Aprendiz misterioso se encontraba a salvo, no tenía que preocuparse más. Cada uno volvería a sus asuntos, por caminos separados, y fin—. La taberna está por allá —dijo, apuntando con su mano izquierda en dirección a la mencionada—. Es fácil entablar conversación con la bebida de por medio. Si estás buscando algo en particular, es el primer lugar donde yo preguntaría —Los Portadores siempre tenían una misión en mente. Todo lo que estaba haciendo era darle un consejo sin que ella se diera cuenta.

Antes de bajarla, movió su muñeca apenas una pulgada. Pero aquel movimiento fue suficiente para que la luna reflejara su luz sobre su guantelete de placas, aquel que escondía su Armadura mágica.

Un sutil destello cayó sobre los ojos de Keiko.

Bueno. Hasta otra —Xefil se apresuró a esconder ambas manos bajo su abrigo y echó a andar en dirección a la posada.
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 8:14 pm

Vaan —respondió al hombre a la pregunta de Keiko.
Encantada de conocerte —la muchacha pensó que el nombre era raro, pero más sería el suyo para la gente de aquel mundo, a fin de cuentas.
Es un placer. Pero aquí nos despedimos —no muy lejos se veía una villa—. La taberna está por allá —señaló al edificio mencionado—. Es fácil entablar conversación con la bebida de por medio. Si estás buscando algo en particular, es el primer lugar donde yo preguntaría.
Muchas gracias —Keiko le hizo una reverencia, aunque no seguiría el consejo de la bebida, la primera y única vez que bebió acabó huyendo de la justicia, y no quería volver a pasar por nada similar.

La muchacha entró en la mencionada taberna tras separarse de Vaan, y comprobó el ambiente del lugar. La gente reía, comía, bebía e incluso alguno jugaba a las cartas. Las mesas estaban llenas y solo había algunos sitios libres en la barra.

Buenas noches, jovencita, es un placer recibirla —dijo el tabernero cuando vio a Keiko sentarse en uno de los taburetes—. ¿Qué puedo servirle?
Agua —pidió la joven— y algo de carne.
Muy bien.

El hombre se fue a hacer lo que Keiko pidió. No tardó mucho en volver con el pedido y la muchacha comenzó a devorar la comida.

No es que sea asunto mío, señorita, pero es la primera vez que la veo por este lugar. ¿Extranjera, quizá?
—respondió la chica mientras se metía en cuerpo un buen filete— vengo de un país muy lejano, he hecho un largo trayecto para llegar hasta aquí buscando a alguien.

No muy lejos, una figura encapuchada pareció interesarse por la muchacha, de modo que se acercó discretamente y se sentó un par de taburetes más a la derecha de la joven.

Si me describe a quien busca quizá pueda ayudarla, jovencita —sugirió el tabernero
Es un joven de pelo castaño, con cicatrices en el rostro y una quemadura en la cara, además de unos ojos verdes como los míos.

El barman estuvo pensativo unos minutos pero…

Lo siento señorita, pero no he visto nadie así. No obstante, preguntaré a todos los aldeanos. Si ese chico ha pasado por aquí, se lo comunicaremos.
Gracias.
Por cierto, tenga cuidado en el bosque, especialmente de noche, demonios de ojos amarillos surgen de la nada como por arte de magia. Evite el bosque durante ese periodo, si le es posible.
Tendré en cuenta su advertencia —Keiko terminó de comer y dejó una bolsa de platines, mil exactos, esperaba tener suficiente—. Oh, por cierto, también dele esto a Vaan. Me ayudó antes, uno de esos demonios trató de atacarme —la joven le dio al barman otra bolsita con otros mil platines.
De acuerdo, se lo daré cuando se pase por aquí. Por cierto, señorita, ya que ha hecho un viaje largo, estará cansada. Por suerte nos queda una habitación libre. ¿Qué me dice? Serán solo quinientos platines, es una oferta única solo por hoy y por ser usted.
Acepto su oferta, señor —la verdad era que estaba cansada y ya no podría seguir investigando hasta que amaneciese—. Por cierto, ha dicho que le dará el dinero a Vaan cuando pase por aquí. ¿Es que no es un habitual?
No es eso, señorita, es que es raro verle socializar con alguien. Si no está encerrado en su habitación, está cazando para conseguir dinero. Llegó hace algún tiempo aquí, pero sigue siendo un extraño para todos nosotros.

Keiko se quedó pensativa, desde luego que Vaan era un extraño con semejante descripción, pero a ella le había parecido un buen tipo. Además había algo que le parecía extraño en el chico, y era un brillo que vio antes de separarse de él. Había visto antes ese brillo. Pero… ¿en donde?

Agotada por el esfuerzo mental, la joven decidió que recordaría en otro momento lo del brillo. Así que pidió la llave de su habitación y se fue directa a la cama.

La figura encapuchada salió de la taberna a la vez que la muchacha subía las escaleras, y una sonrisa se formó bajo la capucha.
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Rutina

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:20 pm

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MicroGrav.

El mundo a su alrededor pareció ralentizarse. El césped bajo sus botas se erizó como el pelaje de un animal. Su propio cabello pareció encresparse, balanceándose suavemente en el aire como si la electricidad estática estuviese actuando sobre él. A sus espaldas, su abrigo empezó a ondear con lentitud.

Transversal.

Sus botas perdieron el suelo y todo su cuerpo se levantó en el aire. Trató de controlar el ascenso, pero su propio hechizo lo traicionó y la fuerza de gravedad, ahora invertida, amenazó con hacerlo caer hasta las alturas. Subió al menos cinco metros hasta que detuvo la magia de golpe, resignándose. Aterrizó con un golpe sordo y sus rodillas se doblaron por el impacto; aun así, terminó sin un rasguño.

Su copia virtual había podido volar. Felix surcaba los aires como una elegante saeta. Él, mientras tanto, llevaba meses practicando lo mismo, oculto en el interior del bosque. Podía reducir la fuerza de la gravedad, también podía moldearla y cambiar su dirección; pero por alguna razón, eliminarla por completo era imposible. No había progresado ni un poco. Por más que intentaba, no podía quedarse congelado en el vacío.

Suficiente entrenamiento por hoy —se dijo, aunque en realidad sabía que no había logrado nada y que no era suficiente en lo absoluto. Pero estaba cansado de intentar y no lograr nada. Lo mejor sería concentrarse en otras cosas—. Música. Y mañana magnetismo en lugar de gravedad.

Recogió sus cosas (sólo una bolsa con provisiones y algo de munición por si alguna buena presa se cruzaba en su camino) y echó a andar en dirección a la villa. Volvería a la posada y se concentraría en su guitarra; ya había pasado demasiado tiempo enfocado en el piano. Cocinaría algo del venado para comer y después de eso, se pondría a leer algo de la librería. Y así pasaría su día.

Pero antes de eso, tenía que comprar cebollas.


Cuando Xefil entró a la posada, notó de reojo cómo el posadero giraba la cabeza en su dirección. Cada mañana el hombre hacía lo mismo: veía bajar al joven y se volteaba hacia él, esperando que en algún momento rompiese la rutina y le dedicara un simple saludo. Y luego lo volvía a hacer cuando entraba de nuevo y subía de regreso. Cuando casi todos en la villa eran amigables y conversadores, gente como "Vaan" contrastaba. Alguien que sólo dirigía la palabra a otros sólo para lo que era necesario no era una persona fácil de apreciar.

No obstante, Xefil no evitaba el contacto por amargura, depresión o resentimiento. Muchas veces moría de ganas de tener una conversación larga y amena con el posadero; o con el carnicero; o con cualquiera en la villa. Por su personalidad, necesitaba compañía y relaciones para sentirse cómodo consigo mismo; le desagradaba el silencio y la soledad. De vez en cuando se le salía algún comentario sobre el clima, o los lobos, o la cosecha; sobre lo bueno que estaba el estofado, sobre lo difícil que había sido su caza, cualquier cosa para iniciar una plática mundana.

Pero luego recordaba que no estaba allí para eso. Y se repetía lo mismo una y otra vez: "no haré ninguna una excepción. La excepción refuta la regla".

Permanecía en silencio porque era lo que necesitaba. Y porque era justo para los demás. Si comenzaba a hacer amigos de un lado a otro, pronto se encariñaría. Tendría personas por quienes preocuparse. Personas a las que él mismo podía terminar lastimando. Entonces la historia se repetiría.

La razón por la que había dejado la Orden de la Llave-Espada era para no poner en riesgo a las personas que le importaban. Nadhia. Light. Maya. Mei. Fátima. Kazuki. Ragun. Diana. Era una medida preventiva. Con ambos bandos en guerra, con enemigos desconocidos haciendo aparición, con más responsabilidades sobre sus hombros y con más amenazas a su vida y a la de otros... sentía que la línea que dividía su alma de la de Némesis se hacía más delgada día con día.

Él era el autoproclamado "Monarca de la Locura". Se había prometido controlar el poder de la Bruja y usarlo para defender la Luz. Pero hasta entonces, sus palabras no habían sido más sino un bonito discurso para cerrar la noche. Vacías. Se había vuelto más y más dependiente del poder de la hechicera; escuchaba sus opiniones, tomaba prestada su energía e incluso confiaba en ella para proteger su vida. Se había vuelto un adicto.

Se había ido para que ella no lo aprovechara. Y había funcionado. No había escuchado su voz en meses.

Dejó las provisiones en la habitación, tomó su bolsa de platines y emprendió el camino de regreso. Salió del edificio y caminó hasta el mercado, más allá de la panadería y la fuente. Y entonce, justo cuando pasaba por el mismo sitio que había recorrido la noche anterior, la carnicería y la taberna, tuvo la mala suerte de ver a Keiko caminando en su dirección. Pensó en lanzarse de vuelta hacia el interior del edificio, pero pronto se dio cuenta de lo sospechoso que aquello lo haría ver. Se metió la mano izquierda al bolsillo del abrigo, ocultando su Armadura, y sonrió por un lado.

¿Encontraste lo que buscabas? ¿Te ibas ya? —preguntó, sin siquiera saludarla antes.
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 8:21 pm

La muchacha se levantó por primera vez con un gran bostezo de lo bien que había dormido en mucho tiempo. Parecía que las pesadillas habían decidido ser buenas y dejar descansar a la joven, la cual agradeció aquel hecho muchísimo. Si bien era cierto que últimamente no tenía tantas pesadillas, el contenido de estas se había vuelto mucho más duro.

Kei se levantó de un pequeño salto desde su cama, y tras recoger sus cosas empezó su investigación matutina.

Investigación que no duró mucho ya que el estómago de la joven rugió con fuerza y tuvo que abortar la misión, al menos hasta que repusiera fuerzas. De modo que fue hasta la taberna con la intención de llenarse bien el estómago. Cuál fue su sorpresa que se encontró con Vaan, quien metió rápidamente su mano izquierda en el bolsillo. Quizás tuviese frío. El chico le dirigió la palabra.

¿Encontraste lo que buscabas? ¿Te ibas ya? —preguntó.
Buenos días, Vaan. No es que no lo haya encontrado, he tenido que abortar la misión por que… —en ese momento rugió su estómago— no se puede trabajar con el estómago vacío. Por cierto, ¿te dió el tabernero el dinero que le dejé para ti? Es lo menos que puedo hacer por tí al haberme salvado la vida —la muchacha se sonrojó como si eso fuera algo vergonzoso—. En cualquier caso, ¿has desayunado? Yo invito.

Tanto si Vaan aceptaba como si no, la chica pediría comida mínimo para cuatro personas, y se tragó enterito los platos. El tabernero no se podía creer que hubiese alguien que necesitase comer tanto.

El desayuno es la comida más importante del día, ¿sabe? —se excusó Keiko mientras se metía entre pecho y espalda una barra de pan.

Tras el suculento desayuno, limpiarse las migajas de pan de la cara y comerse un dulce de chocolate, la muchacha sí que estaba lista para empezar a trabajar.

Bueeeeno, estoy lista. Por cierto, Vaan, si quieres que te ayude en alguna cosa, dímelo, creo que es lo mínimo que puedo hacer por tí.
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Brunch

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:25 pm

No es que no lo haya encontrado, he tenido que abortar la misión porque… no se puede trabajar con el estómago vacío.

¿No ha comido nada? Por poco y dan las doce...

Por cierto, ¿te dió el tabernero el dinero que le dejé para ti? Es lo menos que puedo hacer por tí al haberme salvado la vida

Bueno, al menos se había quedado en la taberna justo como Xefil había pretendido. Haberla mandado en aquella dirección la noche anterior había dado sus frutos: Keiko no se había acercado a la posada en lo absouto. Y él se encontraba a salvo. ¿Pero qué era eso de dinero?

No he pasado por la taberna —respondió él, mirando al edificio que tenía a un costado. En realidad, casi nunca pasaba por allí. Tres veces, podía contarlas, se había sentado a beber algo en aquel lugar. El agua estancada del bosque tenía mejor sabor que el brebaje que allí consideraban cerveza—. El dinero no es necesario. Y no te salvé la vida; lo peor que pudo haber pasado era que ese Sincor- demonio —carraspeó y se llevó la mano a los labios. ¿Había notado el desliz?—Que ese demonio te hubiera dejado un feo rasguño en el rostro.

En cualquier caso, ¿has desayunado? Yo invito.

Sí, ya he desayunado—dijo sonriendo; alzó la palma de su mano, negándose a la invitación de forma cortés—. De hecho, iba al mercado a comprar algo para la comi...da...

Las cebollas eran caras, ¿no?

¿El tabernero tiene dinero mío, dijiste?



El desayuno es la comida más importante del día, ¿sabe?

Xefil miró al tabernero a los ojos y se encogió de hombros, casi como pidiéndole disculpas. Cuatro porciones ni más ni menos había ordenado la chica. Con eso y con el dinero que había dejado encargado para él, parecía que la paga de un Aprendiz estaba por encima de lo que él recordaba. Empezó a pensar en lo fáciles que eran algunas misiones, las cuales los catalogaban más como personal de limpieza o detectives privados que como Caballeros, y se lamentó de lo difícil que era conseguir dinero en su situación.

Sintió la bolsita con mil platines en su bolsillo. Tal vez si alguna de esos encargos llegaba a caer por Castillo de Bestia...

Keiko empezó a devorar una barra de pan entera. Se distrajo y sus pensamientos terminaron en otro sitio.

¿Postre? —preguntó con ironía.

Keiko sacó un trozo de chocolate de quién sabía dónde.

Bueeeeno, estoy lista. —Xefil alzó una ceja, casi como cuestionándole "¿Segura?"— Por cierto, Vaan, si quieres que te ayude en alguna cosa, dímelo, creo que es lo mínimo que puedo hacer por tí.

Regresarte a Tierra de Partida o Bastión Hueco o de donde vengas y no mencionar este nombre a nadie; especialmente a Fátima —No dijo nada en voz alta; en cambio, sonrió levemente y negó con la cabeza—.Lo que fuera que tú buscabas... —empezó, ahora sí externalizando sus pensamientos, mientras salían de la taberna y volvían a la calle del mercado—. Seguro que quieres encontrarlo lo más pronto posible —"E irte. Por favor no le digas nada a Kazuki"—. ¿Así que por qué mejor no te ayudo yo a ti? Sólo dime qué buscas.
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 8:26 pm

Vaan le comentó que no se había pasado por la taberna, bueno, Keiko supuso que el chico tendría que otras cosas que hacer que pasarse a recoger dinero de una completa desconocida. Pero hubo algo que llamó su atención. ¿Era cosa suya, o el chico había estado a punto de pronunciar “Sincorazón”?

Lo que fuera que tú buscabas. Seguro que quieres encontrarlo lo más pronto posible. ¿Así que por qué mejor no te ayudo yo a ti? Sólo dime qué buscas.

La chica dudó por un instante. Pero no ganaría nada si no preguntaba. Dejando a un lado lo que casi había estado a punto de pronunciar Vaan, decidió confiar en él y tratar de averiguar cualquier cosa sobre su hermano desaparecido.

Busco a una persona, en concreto, mi hermano pequeño. Pelo corto castaño, ojos verdes, cicatrices y una quemadura en la mejilla derecha. Responde al nombre de Hikaru Akarui. ¿Has visto a alguien asi por aquí?

Vaan miró fijamente a Keiko, como si estuviese comprobando algo. Parpadeó un par de veces, como si no estuviese seguro de lo que estaba viendo.

Vaan… si sabes algo… dímelo por favor —suplicó la chica, con una triste mirada en sus ojos.
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Akarui

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:31 pm

Estas búsquedas del tesoro son inútiles —Pensó el joven de forma amarga, llevando una mano al costado de su cabeza y hundiendo los dedos en su cabello. Sus ojos se posaron sobre las baldosas, pero su mente se escapó a otro sitio.

Una vidriera carmesí, rodeada por la más profunda oscuridad. Y cadenas de plata, brillantes, extendiéndose como una caótica telaraña. Una figura solitaria, con cada rincón de su piel atrapado bajo el metal.

Al final, nunca encuentro nada —Borró la imagen de su mente. Prefería evitarla por completo.

Busco a una persona —Xefil no miró a Keiko a los ojos, pero sí prestó atención a lo que decía—, en concreto, mi hermano pequeño. Pelo corto castaño, ojos verdes, cicatrices y una quemadura en la mejilla derecha. —No le sonaba haber visto a nadie así por la villa. Así que no era capaz de ayudarla con su misión. Y si no podía ayudarla, tardaría mucho más de lo esperado en dejar el mundo. Él no quería eso. Quería su tranquilidad.

Aunque... No había podido ignorar los destellos de luz en cuanto había entendido que eran hechizos. Cuando había matado a aquel Sincorazón, había estado más que preparado: casi esperaba que algo así sucediera, como para lucirse. Incluso cuando ya había comido algo, había entrado a la taberna con la joven. No cuadraba; y en el fondo, él lo sabía. Simplemente no quería admitirlo.

Le daba curiosidad. ¿Cómo podía darle la espalda a algo que había sido una parte esencial de su vida por dos años, más o menos? Mentiría si dijera que no pensaba en ello de vez en cuando.

Responde al nombre de Hikaru Akarui. ¿Has visto a alguien asi por aquí?

"Responde al nombre". Si no es un perro.

¿...Hikaru?

Como si algo se hubiese enganchado en ellos, sus ojos se vieron atraídos inmediatamente hacia Keiko. Su cara le parecía familiar, pero su nombre le aseguraba que nunca la había conocido. Su nombre de pila, al menos.

Akarui. Keiko Akarui.

Conocía a su hermano, ¿no era así? Recordaba a alguien así, con cicatrices. Novato, como él, justo cuando había hecho su prueba de afinidad.

Parpadeó, intentando asimilar la nueva información. ¿Eran los ojos? ¿La nariz? ¿El mentón? No sabía, y la verdad no importaba. Lo innegable era que una parte diminuta de su mente veía al hermano de la chica en ella. Y en cuanto las piezas correctas hicieron conexión, empezaron a marchar y marchar como pequeños motores. Engranes ensamblando.

Hikaru Hikaru Hikaru. ¿Dónde más lo había visto? ¿Villa Virtual? ¿Datastream? A parte de su misión inicial, no recordaba haber coincidido mucho con él. Tenían Maestros completamente opuestos: Nanashi. Rebecca. ¿O era Yami?

¿Cómo había podido vivir en aquel castillo tanto tiempo y no saber qué le había pasado a otro Aprendiz?

Porque algo pasó. Ella es Aprendiz. Y no lo ha visto. No está en su Academia, sea cual sea.

Contempló con determinación los ojos de la joven. ¿Luz u Oscuridad?

Vaan… si sabes algo… dímelo por favor —pidió ella, con la melancolía asomándose en su mirada. A él se le hizo un nudo en la garganta.

¿Qué sabía él? Nada. ¿No era obvio pensar que ella ya estaba enterada que su hermano era o había sido un Caballero como ella? ¿Para qué repetirle esa información sin ser capaz de decirle nada nuevo? "¿Dónde está Hikaru?". "Fuck knows". Ella buscaba a su familia, no a un Portador inservible que pretendía esconderse bajo la mesa. Él no le servía de nada.

Lo lamento —"Nunca he escuchado de él". No pudo mentir—. Por aquí no he visto a nadie que luzca así.

¿Por qué estaba buscando en Castillo de Bestia? Hikaru no era de ese mundo. Se notaba. Él era... sencillo; moderno. Un contemporáneo como Nadhia o Light, no alguien como él o como Mei o como Aleyn.

Duh. Es obvio —Razonó. Qué idiota—. Si ella no es de aquí, él tampoco. Son hermanos.

Pero la pregunta permanecía. Sólo que Vaan no tenía motivos para hacerla. ¿Por qué allí, por qué en ese mundo?
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Re: [Castillo de Bestia] Re: Start

Notapor James Bond » Dom Ene 31, 2016 8:32 pm

Lo lamento. Por aquí no he visto a nadie que luzca así.
¡Pues claro que no ha visto a nadie así por este lugar! —exclamó una voz, alegre y divertida.

Una figura encapuchada apareció detrás de Vaan y un hechizo mágico pasó cerca de la mejilla de Keiko a gran velocidad. Cuando la muchacha se dio cuenta, un corte se había producido en su mejilla derecha y la sangre emanaba de la herida. ¿Qué demonios había sido eso?

La figura encapuchada se quitó la túnica negra que le cubría el cuerpo para dejar ver a un hombre, de unos veintipocos años. Tenía el pelo rubio y parecía electrificado, y su rostro tenía rasgos de lobo. Sus ojos rojo sangre desprendían un aura peligrosa y combativa. Además llevaba una armadura bastante ligera y su arma principal parecía ser una lanza roja bastante larga.

¿Quién eres? ¿Por qué me atacas de repente? —acusó Keiko, desenvainando su espada y apuntando con ella al rubio.
Solo soy un mensajero. Un mensajero que se encarga de silenciar a la gente. Ya sabes —respondió el misterioso enemigo sin nombre—. Pero me han pedido que me contenga, están interesados en tí, jovencita. Ignoro el por qué, pero solo soy un simple recadero.
No me has dicho tu nombre.
¿Tan importante es? Bueno, si insistes… —giró la lanza en sus manos, haciendo gala de una gran elasticidad y habilidad— se me conoce como la Lanza Infalible. Oh, desde luego ese no es mi nombre real, ¿de verdad pensabas que iba a decírtelo, niña?
¡No soy una niña! —se defendió Keiko infantilmente.

Cuando Keiko y Vaan quisieran darse cuenta, Lanza Infalible se había colocado entre ambos a una velocidad endiabladamente alta y la punta de su lanza apuntaba al corazón de Keiko, sin embargo, no hizo ademán de atacar a la chica. Parece que iba realmente en serio el que no tenía que matar a la chica, quien pegó un salto hacia atrás en cuanto recuperó el control de su cuerpo tras el ataque sorpresa.

Infalible, siguió jugando con la muchacha de ese modo, hasta que finalmente logró llevarla al bosque. Allí, Keiko siguió siendo llevada hasta donde su enemigo quería, que resultó ser una parte del bosque la cual era un perfecto círculo rodeado de árboles los cuales impedían que la luz del sol hiciese acto de presencia.

¿Qué pretendía su enemigo?
Última edición por James Bond el Dom Ene 31, 2016 8:36 pm, editado 1 vez en total
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Lanza Infalible

Notapor Zee » Dom Ene 31, 2016 8:35 pm

Encapuchados. Si había una cosa que Xefil no extrañaba —a parte de dioses caídos, armaduras poseídas, fantasmas españoles, hechiceros de viento y Ronins gigantes— era a tantos encapuchados. No sólo tenían un sentido de la moda bastante decepcionante, sino que también tenían la mala costumbre de aparecer en los momentos menos indicados.

Tal y como ése. En medio del mercado, ni más ni menos. Disparar un hechizo cortante en un lugar público, en un mundo donde lo más espeluznante era una manada de lobos… ¿qué clase de reacción iba a crear? El joven sabía que Keiko era capaz de contenerse, pues mantener el orden y el secreto era una de las primeras lecciones instruidas a cualquier Aprendiz de la Llave-Espada. ¿Pero el payaso de la capucha? ¿Cuántos minutos antes de que creara un desastre?

Miró a su alrededor. El hechizo parecía haber sido muy ligero y sutil como para que cualquiera en los alrededores lo hubiese notado; era un sitio repleto de personas, cada una de ellas metida en sus propios asuntos. Si hubiera lanzado algo un poco más llamativo…

Keiko desenvainó su espada y no tuvo reparos en cuestionar los motivos del desconocido. Aquello sí, una niña sacando un arma en medio de una plaza y amenazando a un hombre, era suficientemente llamativo. Si bien no hubo gritos o exclamaciones, Xefil percibió la mirada de algunos de los viandantes posarse sobre Keiko y el encapuchado. La curiosidad venció y entonces los tres dejaron de ser tan anónimos como él esperaba que permanecieran. Se le hizo un nudo en la garganta al pensar que, si no hacía algo al respecto, la situación podría salirse de control y ponerlo en una situación bastante incómoda.

No iba a poder explicar Portadores y Hechiceros así como así. Y su identidad quedaría comprometida, además.

Hubo una exclamación de asombro por parte de los transeúntes cuando Keiko se apartó de una posible estocada con un amplio salto. Aquello atrajo la atención de muchos más. Pronto, prácticamente todo el mercado, vendedores y compradores, caminantes y limosneros, tenía la mirada puesta en Keiko y su oponente… y el otro.

Suspiró con fastidio. Tenía que tomar medidas al respecto, lo quisiera o no. Si no intervenía, no sólo Keiko pondría en peligro las identidades de ambos, sino que además era posible que pusiera en riesgo la integridad de inocentes.

Pensado como un verdadero Portador —se dijo en silencio. Para disfrazar su sonrisa, se subió el pañuelo que llevaba al cuello hasta que le cubrió los labios. Se ató el cabello con una coleta y, con cuidado, deslizó su mano derecha hasta su cinturón y tomó la empuñadura de Nadhia. Lentamente, se dispuso a sacarla de su vaina, preparándose para atraer la atención del tal “Lanza Infalible”.

Sin embargo, no fue necesario. El joven fue sorprendido cuando tanto el encapuchado como Keiko empezaron a retroceder por los callejones, enfrascados por completo en un juego del gato y el ratón. Mientras Lanza desafiaba a la Aprendiza con su arma, ella ponía todo su esfuerzo en esquivar los ataques y alejarse del mercenario.

Parecía como si no quisiera acertar en el blanco. Estaba jugando con ella, parecía, llevándola en dirección al…

Bosque. Bien —Tan pronto como Xefil pudo meterse por el mismo callejón que los dos, conjuró un Tenue y ocultó su presencia para poder seguirlos sin miedo a verse envuelto en la pelea.

Corrieron hasta que las casas de madera fueron reemplazadas por césped y arbustos, y luego hasta que éstos fueron reemplazados por abetos y robles, y luego hasta que éstos fueron reemplazados por penumbras. El bosque pareció echarse encima de los tres tan pronto como se adentraron en él; la luz desapareció y los sonidos enmudecieron. Xefil empezó a sudar frío y a temblar, no sólo por el ambiente gélido y húmedo, sino por la atmósfera: algo muy oscuro se ocultaba en el bosque. Jamás se había adentrado tanto.

Corrieron y corrieron, él detrás de los otros dos, hasta que llegaron a un “claro”. No sabía si era la palabra correcta para describirlo: si bien los troncos se habían separado lo suficiente como para que todos pudieran maniobrar por libertad, la enramada era tan gruesa que formaba una canopea. Parecía más una selva que un bosque.

Transversal… —Usando uno de sus hechizos preferidos, Xefil optó por colgarse de las amplias ramas que delimitaban el claro y ocultar todavía más su presencia. Incluso invisible, se sentía mucho más seguro escondido tras la fronda.

Y esperó.
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