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Corrimos lo que nuestras cortas piernas nos permitieron. No sabíamos lo que nos ocurriría si nos cogían, por lo que estando tan indefensos debíamos tirar de ingenio, algo que no había mermado por nuestra ahora temprana edad.

Alcanzamos el circo, un lugar algo más alejado del parque... Aunque aún así algunos de nuestros persecutores no dudaban en seguirnos.

El circo no tenía nada excesivamente llamativo. Había colchonetas, unas redes... E incluso un lugar con algo de ropa de nuestra talla que cogí apresuradamente sin llegar a vestirme con ella.

—Coged lo que necesitéis y escondámonos en las gradas No llegaremos muy lejos si nos cansamos ahora. Quizás podamos encerrarlos si les atraemos a esta habitación... Yo creo que puedo atraerlos.

—Perfecto, yo utilizaré mi daga para abrir un agujero en la carpa, así tendremos una salida por un lugar que no se esperarán —expliqué mientras sacaba de mi bota la pequeña daga oxidada que me había servido duramente mi estancia en el Mundo Inexistente.

Dicho y hecho, nos escondimos en las gradas mientras que la mascota de Light hacía ruido para atraer a aquellos abusones, en cuanto los perdiésemos de vista me dirigiría a una zona de la carpa en la que pudiese hacer un agujero e indicaría a todos donde estaba para que pudiesen salir también. De lo contrario, saldría por la otra salida.

Corriendo, Kairi y Awa-chan llegaron al circo junto con un grupo numeroso de Aprendices. Tras curzar un largo pasillo se encontro con una gigantesca sala rodeada por gradas y en medio una colchoneta con redes. Pero aparte de eso no había nadie.

Sólo había una puerta por la que podina ir, pero era un callejón sin salida. Era una sala de acceso al personal del circo que guardaba varios materiales y disfraces.

—Awapelota—Awa-chan se puso a jugar con una pelota que había por ahí.

—No es momento para juegos, nos van a coger—dijo Kairi muy bajito.

—Coged lo que necesitéis y escondámonos en las gradas—sugirió Light—. ¿Alguien puede invocar la llave?

Kairi trató de materializar la suya, pero en el caso de que lo consiguiera no estaba muy segura de poder manejarla bien debido a su tamaño.

—No llegaremos muy lejos si nos cansamos ahora. Quizás podamos encerrarlos si les atraemos a esta habitación... Yo creo que puedo atraerlos.

Kairi aprovechó para cambiarse de ropa por una que le fuera mejor. Eligió un traje de acróbata que sería idóneo para desenvolverse por ahí. Siguiendo el plan de Light, se escondió debajo de las gradas y cuando su mascota atrayera a los adultos, saldría corriendo de allí por el agujero que Ragun abriría. Y después... seguiría huyendo.

Cuando alcanzamos un lugar en donde refugiarnos, Nicoxa me dejó bajar de su espalda y andar por mi cuenta. Me sentía fatal por aquello, ya que entre correr y cargar conmigo la muj… la chiquilla había acabado totalmente agotada.

Sentí un nuevo empujón por parte de Ilana para que fuera a ayudar a la portadora, pero esta ya se encontraba removiendo entre los objetos que había tirados por la habitación como si nada. Quizás no se encontrase tan mal.

—Qué fuerte todo eh. Y pensar que ahora soy más alta que tú —bromeó Nicoxa armándose con un bate.

—Tampoco hay tanta… —. Sentí sonrojarme nuevamente, por lo que rápidamente tiré hacia los cambiadores que había en aquella casa para hacerme con algunas prendas, aunque mi sombrero lo conservaría me pusiera una cosa u otra —. Siempre fui bastante alto...

No tuvimos mucho tiempo para charlar cuando descubrimos que no estábamos solos. El hada, aquella maldita mujer con alas de mosquito tuvo que aparecer en la habitación. Y además decía que no quería haberse cruzado con nosotros tan pronto… ¡yo sí que no quería cruzarme con ella!

—No me extraña que mi familia siempre me dijera que no me fiara de vosotras las hadas… —gruñí pasándole mi rabia a Ilana, la cual la soltó en forma de bufido —. Te debes de sentir muy generosa dándonos una pregunta tras lo que nos has hecho.

Cerré los ojos e intenté calmarme. Había dejado a Joker atrás, pero de verdad que su mala leche no me la quitaba ni queriendo.

—Una pregunta, bien: ¿Cómo podemos volver a recuperar nuestra edad? Respóndela o te digo yo que si te vienes con nosotros, pero no para dar una vuelta en la noria, si no a la base de los Caballeros.

—Coged lo que necesitéis y escondámonos en las gradas ¿Alguien puede invocar la llave? No llegaremos muy lejos si nos cansamos ahora. Quizás podamos encerrarlos si les atraemos a esta habitación... Yo creo que puedo atraerlos.

—No c-creo que pued-da aguantar el p-peso de la Llav-v-ve Espada con este cuerp-po...

Jadeando -mi cuerpecito difícilmente podía aguantar otra carrera así- entré en la sala llena de utensilios que parecían ser para los espectáculos del circo y comencé a rebuscar para encontrar un atuendo de mi talla. ¿Quizá algún traje para animales pequeños? También buscaría algo para Ukki, solo para ir a conjunto, pero conociéndole no querría ponerse nada así que acabé desistiendo.

Como no teníamos tiempo para cambiarnos allí, pues nuestros perseguidores estaban más cerca de lo que me habría gustado, hice una señal con la mano rápidamente a Ukki una vez hubiese conseguido algo de ropa y correría junto a él hacia las gradas, siguiendo a Light. Una vez allí, me quedaría junto a los demás y esperaría a que Light llevase a cabo su plan para atraer y encerrar a los adultos.

Una vez completado, saldría de detrás de las gradas a la señal de Light y, rechazando su ofrecimiento de llevarme a su espalda, comenzaría a esprintar junto a él para alejarnos de allí. Ya lo suficientemente lejos, daría las gracias a Gaomon por aceptar llevarnos a Ukki y a mí sobre él.

—G-Gracias, Light —diría mientras el chico me levantaba en brazos para subirme a Gaomon, y acto seguido me quitaría el sombrero y se lo pondría en la cabeza—. ¿M-Me lo puedes c-cuidar?

Ukki escalaría por una de las patas de Gaomon y subiría de un salto al lomo de Gaomon, justo delante de mí. Le agarraría con fuerza y esperaría a que Light montase también y su mascota arrancase. Era el momento de alejarse de allí de una buena vez.

—Qué rabia, no p-puedo hacer nada para ayud-dar en este estado... Lo siento, Light... P-Parece que vas a tener que c-cuidar de mí hoy...

»Por cierto, ¿ad-dónde vamos?

Bar 8: Fátima, Nikolai, Saeko, Gengar, Saxor, Guilmon, Celeste, Malik, Saito

Los niños se pusieron en marcha con rapidez. Akio intentó llegar al teléfono hasta que se dio por vencido con aquella altura ridícula. Saito y Xayim partieron una botella y se rajaron la mano con los cristales que salieron despedidos (¡a los niños no hay que darles objetos peligrosos!). Celeste encontró cuatro palos de billar con los que bloquear algunas de las ventanas. Dos, sin embargo, se quedaron libres. Malik llamó por teléfono a Ronin y este no le hizo caso. Pensaba que era una broma de Ariasu y el niño no tuvo tiempo para razonar con él.

Entre varios apilaron todas las mesas y las sillas frente a la puerta con rapidez. Todo empapado de alcohol, por si acaso (Nikolai y Saic no encontraron ni una mísera botella que contuviera agua). Y funcionó. Cuando los adultos llegaron, embistieron contra ella sin éxito. Sin embargo, a su disposición solo encontraron botellas para defenderse.

—¡Hablemos! ¡Qué es lo que queréis hacer, ¿secuestrar a unos niños?! ¡Tenemos familias en nuestras casas! ¿Es que vais a devolvernos o pensáis hacer otra cosa?

―¡Ja! ¡Dad gracias de que la alcaldesa os vaya a conceder el perdón y a daros una nueva vida! ―le respondieron al otro lado―. Hasta hace poco no erais unos niños y no finjáis lo contrario. ¡Y aun así hacíais un montón de gamberradas en otros mundos!

―Cállate, Lucas, no tiene sentido razonar con ellos. Y de todas formas lo olvidarán todo al amanecer ―le regañó una mujer.

Continuaron golpeando la puerta e intentando que cediera la barricada. Supieron que habían desistido cuando pasaron a las ventanas. Con alguna de las cañas que se habían traído rompieron los cristales (a distancia), pero las barras a modo de palanca impidieron que abrieran. De hecho, podían golpear a alguna de las manos que se colaron si así les apetecía.

Hasta que uno de los adultos encontró una de las ventanas no protegidas. Rompió el cristal, coló la mano y tanteó el cierre. Acto seguido, un hombre paliducho y bajo se escurrió por la ventana al interior. Para entonces los niños estarían de sobra preparados, puesto que sabrían de sus puntos débiles y querían un rehén. Las cosas aun así no salieron como tenían previstas.

Nada más entrar, el hombre se resbaló con el charco de alcohol que se había esparcido por un buen trozo de suelo hasta esa ventana. Cayó y, dos niños bajo una de las últimas mesas le picaron los pies, destrozándole un tendón en cada uno con botellas rotas. El adulto aulló de dolor, aunque su sufrimiento estaba a punto de acabar. Al escucharle, otro con mejor equilibrio entró por la ventana; y otro más halló la última ventana desprotegida, siguiendo el mismo proceso.

Dos rayos se dirigieron hacia el alcohol para neutralizar a los que llegaban. Los tres adultos se convulsionaron de pronto, electrocutados por la corriente, hasta caer redondos. No volverían a moverse en toda la noche. Ni nunca, de hecho.

La cabeza de un hombre se asomó por la ventana desprotegida, vio el panorama y exclamó:

―¡Han matado a Paquita, Amador y Ronaldo! ¡Asesinos!

Entonces una de las ventanas protegidas reventó por el golpe de un hacha, que golpeó directamente el cierre. Se habían acabado los juegos. Y se montó el caos. Otra ventana más estalló por el hacha, mientras por la primera entraban dos adultos de uno en uno. A juzgar por las voces, algunos iban quedarse fuera porque no cabían en los agujeros. En cualquier caso, eran nueve contra dos, pero poco a poco entrarían más.

Se defendieron bastante bien con las botellas. Los adultos eran notablemente más fuertes que ellos; sin embargo, les superaban en número y cada vez que agarraban a uno para colarlo por la ventana podían detenerlo a base de golpes en la entrepierna, mordiscos y arañazos. Aun así consiguieron coger a uno de los aprendices y lanzarlo por la ventana para que lo recibieran los del exterior: Malik.

En cuanto la sala comenzó a albergar más y más adultos, se darían cuenta de que no podrían contenerlos durante más tiempo. Defendiéndose unos a otros podrían escaparse por las mismas ventanas que usaban los adultos para entrar lograrían salir. Por si eso fuera poco, como regalo de despedida Guilmon quemó el alcohol, que sorprendió a varios e incendió a un par.

―¡A la mierda el plan! ¡Vamos a llevárselos al alcalde y que él imparta justicia! ―Escucharían vociferar.

Estaban a las afueras del edificio, cuya entrada ardía. Habían sacado a Akio y a Asah, ahora sin dueño, y se habían quedado tres adultos fuera. Uno había estado golpeando la puerta en solitario y, claro, cubierto ahora de llamas y rodando por el suelo podían dejarlo fuera del recuento de peligros. Sin embargo, resultó que fuera estaba la mujer del hacha, la misma que había regañado a Lucas, enarbolándola contra ellos. Los demás estaban de nuevo saliendo por las ventanas, más despacio que los niños por su volumen, así que ¡tendrían que actuar rápido de nuevo!


Circo: Light, Gaomon, Kairi, Awa-chan, Maya, Ukki, Ragun, Simbad, Freya

El plan salió con un porcentaje medio de éxito. Simbad no encontró ninguna silla, ni tuvo tiempo para buscar nada que lo sustituyera para encerrar a los adultos. Y ni hablar de materializar la Llave, pues no acudía a su mano. En cuanto a Gaomon, se materializó y corrió hacia el vestuario, justo cuando los adultos llegaban. Supusieron enseguida que se habían encerrado en el armario al ver el movimiento.

Sin embargo, se acercaron primero a él con cautela. Una joven se adelantó para golpear con el puño la puerta, con educación.

―¿Disculpad? ¿Podéis salir, por favor? No vamos a haceros daño. ―El ruido de la puerta ahogó la voz de la muchacha―. ¿No? Por favor. Tenéis que escucharnos.

Ante el evidente control en el interior, abrieron la puerta y entraron. Gaomon encontró un hueco entre los armarios. Al mirar a su alrededor despistados, la mascota aprovechó para ejecutar su técnica, que empujó a los adultos hacia dentro. Mientras tanto, todos huyeron. Simbad se quedó con las ganas de la encerrona. Freya se entretuvo para lanzarles canicas y hacerles resbalar, lo cual les ganó aún más tiempo.

Habían pensado en romper la carpa para hacerse su propia salida. Ragun se adelantó y… simplemente no había por dónde cortar. Estaban dentro de un edificio, al que les recubría efectivamente una carpa, pero no había forma de que una daga oxidada pudiera contra una pared (salvo que tuvieran por delante muchos años). Ragun y Kairi se quedaron con la esperanza de hallar una solución a tan grave problema. ¿Resultado? No vieron venir a los cinco adultos que les aprisionaron son suma facilidad. Los demás, en cambio, habían previsto la otra y obvia vía de escape.

El escape de Light y Maya a lomos de Gaomon fue un éxito. Se dirigieron raudos y veloces hacia La Casa de las Riñas. Por otro lado, Simbad y Freya tuvieron que correr a la vieja usanza, con las piernas. Los adultos les perseguían (eran tres contra ellos), y aunque no estaban cerca, el camino de regreso al Circo se les haría largo y cansado. Por suerte aguantaron hasta la Casa de la Vidente.

Awa-chan se quedó sola.





La Casa de las Riñas: Alaric

―¿Tú qué crees? Soy un niño medio desnudo porque me apetece.

A Ariasu solo le dio tiempo a fruncir el ceño como respuesta. Obviamente no lo había pensado. Se escondió en las taquillas y ninguno de los dos pudo hablar más del tema. Alaric la imitó.

La luz del vestuario se encendió pronto, revelando que los adultos habían llegado. Y naturalmente lo primero que hicieron fue revisar las taquillas. Una por una las fueron abriendo hasta que encontraron a un pobre niño, aunque bien vestido, agazapado entre un montón de ropa. Alaric golpeó al que le había descubierto con la bota, pero al intentar escapar el otro le agarró. ¡Pillado!

Lo último que oyó cuando se lo llevaban fue el sonido de un pisotón en una cara ya pisoteada. Buenas noticias: la captura de Alaric había salvado a Ariasu.


La Casa de las Riñas: Light, Maya

No es ninguna casa; de hecho, está cubierto por una carpa, que crea las sombras de quien está dentro debido a la intensa luz que lo alumbra. La entrada se divide en dos direcciones: la de espectadores y la de luchadores, aunque puede saltarse la valla para ir directamente al ring. Los luchadores pasan primero por un vestuario. Los espectadores tienen un amplio espacio alrededor, sin gradas.

Light, Maya y mascotas llegaron a la Casa justo cuando alguien salía de ella: Ariasu. Se dirigió enseguida a ellos.

―Hoy ha caído un héroe en combate ―dijo solemnemente. Luego los miró arriba abajo―. ¿Qué hacéis vestidos tan ridículamente? ―Ella se había agenciado un conjunto normal y de su talla.

La Maestra les explicaría por encima que había dejado inconsciente a uno de sus perseguidores y lo había escondido en una de las taquillas del interior. Del otro se había librado también, aunque no quiso decir cómo. En cualquier caso, aquel lugar no tenía nada interesante más que ofrecerle.

―Este juego es más divertido que lo que yo había planeado. Aunque no me gusta jugar con los factores en mi contra. Iré con vosotros para que podamos defendernos mejor de esos apestosos ―decidió por sí misma.

No volvería a entrar a la Casa, ya que no había nada más que le interesase de ella. En cambio, acompañaría a Light y Maya si estos decidían moverse a otra parte. Eran el grupo más tranquilo. Gracias a la velocidad de Gaomon, no tendrían que preocuparse por adultos en un buen rato.


La Zona de los Destrozos: Nicoxa, Alec, Ilana

El hada escuchó las preguntas, sin variar un ápice el gesto ante la desconfianza y la amenaza.

—¿Hay alguna forma de abandonar el parque sin contar con la opción de ir contigo?

La mujer cerró los ojos, como si se estuviera concentrando en algo, antes de responder:

―Existe una salida por la que os sacarán aquellos que quieren atraparos. Sin embargo de nada os serviría. El hechizo no se rompería de todas formas. Seguiríais siendo niños. Y una vez pasado el amanecer, lo seréis para siempre.

—Una pregunta, bien: ¿Cómo podemos volver a recuperar nuestra edad? Respóndela o te digo yo que si te vienes con nosotros, pero no para dar una vuelta en la noria, si no a la base de los Caballeros.

―Debéis encontrar y matar a Myrall, pues de ella ha manado el deseo de que os convirtiera en niños. Pero no será fácil. El alcalde le ha concedido poderes especiales para defenderse de vosotros.

Finalmente suspiró, dramáticamente como si hubiese realizado una tarea muy dura, y se puso en pie.

―Otro deseo más. Espero no hallar a nadie en el próximo lugar ―musitó, antes de desaparecer de nuevo entre brillos, dejándoles solos.

Entonces, el pelo de Nicoxa comenzó a moverse… ¡cómo una hélice! ¡Y volaba! ¡Justo como ella había soñado… ¿alguna vez?! Por algún extraño motivo, ¡se había cumplido uno de sus deseos!

Sin embargo, el descubrimiento no les daría tiempo a demasiadas alegrías. Un trío de adultos entraron en la mansión, dividiéndose para buscarlas. Uno de ellos no tardó en entrar a la habitación donde se hallaban y dar la voz de alarma para que los demás acudieran en su ayuda. ¡A moverse!


La Casa de la Vidente: Simbad, Freya

Es una pequeña carpa en cuyo interior hay una máquina que contiene tras el cristal la escultura de una bruja frente a una bola de cristal, vestida con ropas de Agrabah y fea, muy fea. No tiene huecos para monedas, sino una ranura para introducir un pase especial. Hay que formularle una pregunta en voz alta una vez cobra vida.

Tuvieron que atravesar medio parque para llegar, pues la Casa de la Vidente se hallaba en la entrada del mismo. Allí no encontraron mucho. Ni ropa, ni armas, ni nada que les sirviera. Solo estaba la máquina de la bruja, que parecía apagada y sin vida. Quizá hubiese alguna forma de hacerla reaccionar, aunque no tenían demasiado tiempo de margen para experimentar. ¡Los adultos aún les perseguían!


Embarcadero: Malik, Alaric. Ragun, Kairi

Es un muelle fuera del parque, sostenido entre rocas y tablones de madera. Hay un barco anclado a él, donde se apilan las jaulas en las que meten a los aprendices capturados. El único acceso al parque es un túnel muy disimulado, tapado por una densa y frondosa maleza en los límites. Nadie que no sepa dónde está podría encontrarla; los capturados, por ejemplo, si logran escapar...

Con todos habían seguido el mismo procedimiento. Nada más haber sido agarrados por el adulto, les ataron las manos a la espalda, les vendaron los ojos y les cargaron como un saco hacia quién sabe dónde. En algún lugar les volvieron a dejar en el suelo, presionándoles para meterse en algún sitio a ciegas. Solo entonces les destaparon para que pudieran ver, aunque mantuvieron las esposas.

Vieron a su alrededor que estaban en un embarcadero. Y más concretamente, cada uno de los niños se encontraba dentro de una jaula. Algo estrecha, sí, pero con su nuevo tamaño al menos cabían.

―¡Así me gusta, chicos! Así me gusta ―felicitaba una mujer robusta a los adultos que les habían llevado, quienes se fueron marchando según les dejaban.

La mujer halagaba a quienes llegaban por su captura. En un rato de descanso, se volvió hacia ellos para hacerles una mueca desagradable y hacer girar las llaves de sus jaulas entre los dedos, como si quisiera tentarles. Luego volvió a colgárselas del cinturón y a sentarse en una silla, situada fuera del barco, a esperar a que llegaran más.

Había un montón de jaulas vacías a su alrededor. Y quizá pronto se rellenarían.

Fecha límite: 22 de octubre.
PD. Aquellos que se os ha quedado vuestra mascota atrás no tendréis control de ella a distancia, pero prometo no olvidarme de que están por el parque.
PD2. Sois muchos, así que si he olvidado algo no dudéis en decírmelo, por favor xD

El plan se puso en marcha y en parte funcionó. No pudieron encerrarles de ninguna manera, pues la llave no acudía a ellos, pero su mascota al menos consiguió retrasarles lo suficiente. Tras golpearles con su habilidad, salió de los camerinos como una exhalación y se unió a su amo.

Light no tardó en montar a la brujita en el lomo de su compañero, y después se aupó él. Era hora de abandonar el circo.

—G-Gracias, Light —agradeció Maya, quien le puso su sombrero, demasiado grande para ella—. ¿M-Me lo puedes c-cuidar?

—Vale. —Aquel sombrero quizás ridiculizaría más su apariencia, pero no le dio demasiada importancia.

En cuanto a las ropas, intentaría cambiarse en el circo de tener el suficiente tiempo (antes de que acudiera aquella gentuza). En caso contrario, se las cambiaría una vez les perdiera de vista, en algún lugar donde pudiera ocultarse un momento. Su indumentaria consistiría en unos pantalones negros y botas de mismo color, una camisa blanca y sobre ésta una chaqueta roja chillona, todo de su talla a ser posible. También llevaría el látigo característico de los domadores si era posible.



—Qué rabia, no p-puedo hacer nada para ayud-dar en este estado... Lo siento, Light... P-Parece que vas a tener que c-cuidar de mí hoy...

—No te preocupes por eso.

»Por cierto, ¿ad-dónde vamos?

—Pues… ni idea. El caso es alejarse de esos locos. Los demás… espero que lo consigan. —Giró la cabeza hacia atrás, preocupado.

***

Gaomon, quien no tenía intención de ir a un lugar en concreto, se alejó lo suficiente de sus perseguidores. Llegaron a otro punto de interés del parque: la Casa de las Riñas. No llegó a internarse en ésta, por lo que solo comprobó que se trataba de una carpa.

Abandonó el lomo de su mascota y ayudó a bajar a Maya mientras la Maestra Ariasu, de corta edad como ellos, se aproximaba. Light le ordenó a su eidolon que desapareciera para descansar tras esa carrera, sin duda se lo merecía.

―Hoy ha caído un héroe en combate. ―Light puso rostro de extrañeza, pero no le dio muchas vueltas a su comentario―. ¿Qué hacéis vestidos tan ridículamente?

―Eh... Puede que sea ridículo, pero es mejor que ir medio desnudo o ir arrastrando las prendas por el suelo ―opinó, colocándose bien el sombrero. La verdad es que, en efecto, su indumentaria era bastante ridícula.

Ariasu entonces les explicó que se había librado de sus perseguidores, y que de hecho uno de ellos se encontraba en aquella carpa, inconsciente. Allí no había nada interesante, por lo que podían moverse a otro lugar.

Light también le contó los sucesos que había vivido él. Básicamente, le dijo que habían ido al circo y que acababan de dejar atrás a sus perseguidores (gracias a la velocidad de su mascota, qué haría sin ella). Y que no sabían nada de los que les acompañaron al principio.

―Este juego es más divertido que lo que yo había planeado.

―Divertidísimo, oye. ―¿Era ironía? Se notaba que no conocía demasiado a Ariasu.

―Aunque no me gusta jugar con los factores en mi contra. Iré con vosotros para que podamos defendernos mejor de esos apestosos.

―Me parece bien. ¿A dónde vamos? Ojalá encontremos pronto alguna solución para salir de este lío. ―Sacó de un bolsillo el folleto que se había guardado, con las diferentes localizaciones―. Maya, tú conoces mejor este lugar, así que elige tú. ―Iría a pata al lugar que la aprendiza señalara.

—¡Malik! —aulló Fátima al ver cómo se lo llevaban por la ventana.

¡Todo había salido mal! ¡Dios, ¿esos hombres de verdad estaban muertos?! ¡Y los gritos! Su primer impulso fue el de arrojarse gritando tras él. Pero estaba ayudando a pasar a Asah y a Akio por la ventana y se controló. No le serviría a Malik que se dejara capturar.

Además…

«Y de todas formas lo olvidarán todo al amanecer.»

«No podemos dejarnos capturar. Dios, no sé qué están tramando pero tenemos que escapar.»

Pero iba a ser difícil con esos cuerpos. Habría gritado de pura frustración si no hubiera tenido que conservar todas sus fuerzas para moverse.

Y fuera los esperaban adultos. En concreto, una mujer con un hacha. Ahogando un grito, se volvió y vio que Nikolai tenía su látigo y gritó:

—¡El extremo!

Cogiendo una parte, correría con todas sus fuerzas al frente. No tenían fuerza, pero sí podían conseguir que, si ambos tiraban bien del látigo, la mujer se enredara con él y cayera de bruces. No se detendría después de eso —aunque soltaría el látigo para que Nikolai se lo pudiera llevar— y cogería a Akio para cargarlo si no podía correr.

—¡Separaos!

Intentaría que Asah fuera con ella mientras corría hacia el único lugar que se le ocurría en ese momento, la Casa de la Vidente. Si un adulto les perseguía, sacaría su tessen y atacaría a las piernas o a las manos que se le acercaran pero, en principio, simplemente correría todo lo que le permitiera el cuerpo.

Su plan era muy sencillo, puñeteramente sencillo. Tenía más que comprobado que con un par de Electros se podía tumbar a criaturas como goblins y orcos. Sería rápido y eficaz. No tenía por qué salir nada mal.

Eso es lo que Nikolai pensaba. Cuando los tres adultos que recibieron la descarga cayeron como plomos, el sentimiento de victoria le recorrió el cuerpo como un subidón de energía. Pero nada más ver que sus cuerpos no se movieron ni un ápice, la duda se apoderó de él.

Y fue creciendo con el paso de los segundos y que seguían tiesos.

―¡Han matado a Paquita, Amador y Ronaldo! ¡Asesinos!

Nikolai sintió que algo gélido le trepaba por el estómago y oprimía su corazón. Antes de que siquiera llegase a pensar en lo que había acabado su “inofensiva” jugarreta ya era demasiado tarde: el caos se desató en cuanto los adultos empezaron a entrar por las ventanas. El barulló que se formó se tragó en gran parte los pitidos de horror que emitía Saic —a fin de cuentas, el formó parte de la artimaña del alcohol y los rayos—, que se escondió en las holguras de la chaqueta de su dueño.

No le quedó otro remedio que dejar que el propio instinto le moviese entre un sinfín de botellazos, arañazos y cualquier otra cosa que le pusiesen la mano encima. Solo al vislumbrar una de las ventanas libres, la agresividad se le pasó un poco y su cerebro asimiló ipso facto la necesidad de huir del bar.

Ya afuera, a unos metros de distancia del edificio, oyó un estruendo que le puso los pelos de punta y giró sobre sí mismo, célere.

—Oh, joder…

La cara se le descompuso de pura mortificación al presenciar las llamas tragándose el bar desde su interior, lo único por lo que realmente se preocupó de que no llegase a ocurrir. Fantástico, era lo último que les faltaba después del supuesto homicidio que habían cometido y que se llevaran a Malik. No fallaba; siempre que había hadas de por medio, todo a su alrededor se volvía un auténtico desmadre.

―¡A la mierda el plan! ¡Vamos a llevárselos al alcalde y que él imparta justicia!

Se llevó un susto de muerte con la mujer armada con un hacha que les salió al paso. Dios, y no parecía que tuviese la intención de contenerse después de la que se había montado. Se planteaba en serio si debía preocuparse más de ella o de que pudiese acabar viéndole la cara de nuevo al cretino de Palamecia.

«A la mierda, pues».

Rugió de exasperación y se llevó la mano al látigo, que ahora le colgaba como podía de la cintura y por poco no lo llevaba a rastras. No sabía muy bien si aquello iba a salir bien con su tamaño, pero antes de plantearse que hacer…

—¡El extremo!

Se viró hacia Fátima, quien le extendía la mano a modo de exigencia. Nikolai pronto entendió lo que se pretendía y no dudó en lanzarle la punta del látigo. Cargó junto a Fátima, con el látigo extendido, para conectar con las piernas de la mujer y derribarla con un buen tirón. Saic también actuaría al notar que su dueño tramaba algo, y pasaría volando a toda velocidad por uno de los flancos de la adulta para distraerla, siempre guardando distancias con el hacha.

Acto seguido, de salirles bien o no la jugada, Fátima voceó que se separasen y él ya se disponía a poner pies en polvorosa.

—¡Saeko! —le gritaría a su amiga.

Sin mucho tiempo para pensar a dónde huir, elegiría el primer camino que se le presentó: justo el que llevaba a la noria. Si algún adulto más venía buscando pelea, recurriría una vez más a la botella para golpear lo que tuviese a tiro.

«¡Asesinos!»

La voz resonaba en mi cabeza, volviendo como un fuelle a cada segundo. Los habíamos matado, todo se había salido de nuestro control.

No había querido hacerlo. Picar sus tendones, cogerlos de rehén e incluso dejarlos inconscientes y encerrarlos en el almacén. Pero no esto.

Los Electro habían pasado casi rozándome y tuve que apartarme del hombre al que estaba intentando capturar, embadurnado sin querer por el alcohol. Y no volvió a moverse, al igual que dos de sus compañeros.

―Esto está mal, está mal...

No me había percatado de como las ventana reventaban ante la fuerza de un hacha y fue entonces uno de ellos me agarró en mi ensimismamiento. Aunque gracias a Dios, los pataleos y golpes varios, junto a la ayuda de mis compañeros, sirvieron para que me volviera a dejar en el suelo.

A pesar de que nos defendíamos entre todos, sucedió lo inevitable.

—¡Malik!

La voz desolada de Fátima me hizo girar, para ver justo a tiempo la sombra del niño en el que se había convertido Malik volar por por la ventana. Era cada vez más difícil defendernos de ellos, porque cada vez iban entrando más por las ventanas reventadas.

Teníamos que conservar la calma, y salir de allí cagando leches o nos harían lo mismo a todos. Y era algo que no podíamos permitir.

Y salimos fuera, justo a tiempo de ver como el fuego se expandía por el local.

¿Quién ha hecho esto?

Vi arder a algunos de nuestros captores, y no pude evitar pensar que eso no lo habían preparado ellos. Y que una de dos: o una mascota se había propasado lanzando magia, o de algún modo natural había saltado el fuego.

Pero en ambos casos, seguía siendo nuestra culpa.

No era momento para lamentarse. No si quería evitar acabar como Malik, si quería serle útil al resto de mis compañeros.

Fátima y Nikolai trazaron un breve plan que no me costó mucho entender: utilizando el látigo del muchacho querían derribar a la que parecía ser la amenaza principal de nuestro grupo de perseguidores. Una mujer con hacha.

Mientras ellos intentaban hacerlo, yo me dedicaría a tirar la pelota con la mano sin cortes al adulto restante, al que no había empezado a arder, y que podía llegar a entorpecer sus planes. Y en el peor de los casos utilizaría la botella para defenderme.

Tanto si su plan salía bien como si no, huiría para La Casa de la Vidente, esperando que alguien me acompañara y que no me capturan. Ni a mí, ni a ninguno de los que habíamos quedado a salvo de la escabechina del local.

―Cuando vuelva a la normalidad pienso romperos los dientes a todos.

Nunca hubiera imaginado que echaría de menos ser grande y fuerte. Con aquel ridículo tamaño, no pudo hacer nada contra dos adultos cuando le descubrieron escondido en el armario. Y lo que más rabia le daba era que seguramente gracias a esa distracción, la otra niña rubia había podido escapar. Maldita.

―¡Así me gusta, chicos! Así me gusta

Capturado y esposado, Alaric había acabado metido en una jaula a bordo de un barco, en una especie de puerto ruinoso. A su lado, en otras jaulas, había otros tres niños también encerrados. Al menos no había sido el único pringado. Como única vigilancia estaba una mujer robusta que mostró a la primera de cambio que no le daba ninguna pena tener a niños encerrados, así que no podrían contar con el factor de dar pena. Mierda.

El primer impulso de Alaric, por costumbre, fue intentar romper las esposas y los barrotes de la jaula con pura fuerza bruta. Pero como era muy improbable que funcionase, tocaba improvisar alguna otra idea. Porque no pensaba quedarse ahí quieto sin hacer nada esperando que vinieran a rescatarle o que los adultos terminasen de capturar a todos y se los llevasen a quién sabe dónde.

¡Pero con un cuerpo de cinco años era difícil hacer cualquier cosa! Aprovechando que la jaula era estrecha, empezó a dar empujones en un sentido y luego en otro, forzando que la jaula acabase volcando hasta acabar en horizontal. ¿Su objetivo? Si lo conseguía, hacer ruido para que la gorda de la vigilanta se viese obligada a subir al barco y poner a Alaric en su sitio. Entonces, esperaba, que alguno de sus compañeros (procuraría quedarse cerca de las otras jaulas ocupadas) fuera lo suficiente espabilado como para robarle las llaves del cinturón sin que la mujer se diese cuenta. Si ninguno lo hacía, no le quedaría otra que cagarse en sus muertos e intentarlo él mismo, aunque tuviera que hacerlo a lo bruto y una vez tuviera las llaves lanzárselas a otro para que se liberase rápido.

Si no conseguía volcar la jaula, en su lugar gritaría y aporrearía los barrotes como un verdulero hasta que la mujer se hartase y subiese abordo. ¡Al menos había que intentarlo!

El plan se puso en marcha. Gaomon, la mascota de Light, cumplió debiamente su cometido y en pocos minutos todos los adultos estaban en la habitación. La adrenalina bombeaba en mis venas, las palpitaciones tronando en mis oídos.

Era mi turno.

Con el corazón en la gaganta fui a coger la silla para atrancar la puerta, pero... ¿¡DÓNDE ESTABA?! ¡Había desaparecido bajo la sábana! Aquello solo podía ser obra del diablo. O de alguna otra fuerza misteriosa que guiara nuestro destino.

Sea como fuere, tuve que cerrar la puerta igualmente. Freya me ayudó a ganar más tiempo tirando sus canicas al suelo, y eso me permitió unos segundos de ventaja para invocar la Llave. Una pena que no acudiera a mi mano.

Desconcertado y realmente con el sentido de desprotección en mi pecho fui a salir por el agujerode la carpa de Ragun, pero este no había podido rasgar la tela.

Así que simplemente corrí.

*****

Llegué con el corzón en la boca y el pulso disparado. La tienda solo tenía la eatatua de una mujer tras un cristal. Una mujer bastante fea, por cierto. Sin embargo, no parecía que fuera a reaccionar de ninguna forma, ni siquiera con dinero. La ranura parecía ocultar varios secretos.

—Madame, por favor. Nos persiguen sin descanso. Estamos agotados y solo somos unos simples niños a los que quieren condenar —comenzaría con la esperanza de que reaccionara—Ayúdenos a escondernos y nosotros... nosotros... Le liberaremos de esa cárcel de cristal.

Miré a Freya inquisitivo y luego le señalé con la cabeza a sus pistolas, dejando claro cual era mi idea.

Si la estatua no reaccionaba de ninguna forma, dejaría que Freya disparara contra el cristal y cogería cuatro trozos de vidrio roto que me cupiesen en las manos para usarlo de arma.

Y, a no ser que por un milagro la estatua nos dejara pasar o ocultarnos, saldría escopeteado hacia el Tiovivo.

―Existe una salida por la que os sacarán aquellos que quieren atraparos. Sin embargo de nada os serviría. El hechizo no se rompería de todas formas. Seguiríais siendo niños. Y una vez pasado el amanecer, lo seréis para siempre.

Nicoxa asentía mientras la escuchaba. Aunque no se fiaba de ella no parecía que estuviera mintiendo, pero de todas formas no le servía de mucho lo que había escuchado. Le pareció mas importante el detalle de que como no lo revirtieran antes del amanecer no podrían recuperarse.

Miró preocupada a Alec, que hizo su pregunta también. Tuvo el acierto de hacerla sobre cómo volver a la normalidad.

―Debéis encontrar y matar a Myrall, pues de ella ha manado el deseo de que os convirtiera en niños. Pero no será fácil. El alcalde le ha concedido poderes especiales para defenderse de vosotros.

Qué clase de respuesta era esa. Abrió los ojos sorprendida.

—¿M-matarla?

Era un asunto serio, aunque se lo había buscado ella por intentar apresarlos primero.

―Otro deseo más. Espero no hallar a nadie en el próximo lugar ―susurró mientras desaparecía por arte de magia. No le dio tiempo para hacer más preguntas, tal y como avisó.

—¿Qué hacemos ahora, Alec? ¿Te crees lo que ha dicho?

Apenas terminó la pregunta su pelo empezó a moverse como una hélice, y sintió como sus pies se despegaban del suelo. Estaba desconcertada pero se acomodó a la situación con rapidez. Su melena parecía una especie de helicóptero: estaba volando.

Otra persona en su situación posiblemente se encontraría asustada, pero Nicoxa no. Se trataba de uno de sus más profundos y oscuros sueños: se había hecho realidad de alguna forma misteriosa.

—Madre mía —gimió.

Empezó a revolotear alrededor de Alec cuando escucharon como sus perseguidores habían llegado finalmente. ¡Tenían que huir!

—Joder qué pesados son. No me dejan disfrutar de mi momento... —suspiró y le tendió una mano a Alec— ¡Vamos!

Era decisión del chico cogerla y salir juntos por alguna ventana aprovechando la capacidad que tenía Nicoxa de volar. Como habían averiguado la posible forma de volver a la normalidad tenían que salir de ahí y encontrar a la mujer absurda o, al menos, encontrarse con sus compañeros para revelarles lo que habían descubierto. ¿Hacia donde podía ir?

No se lo pensó mucho y optó por dirigirse al tiovivo.

«Y de todas formas lo olvidarán todo al amanecer».

La situación pintaba mal, muy mal. Los intentos de negociar habían fracasado por completo, había una loca con un hacha pegando gritos y golpes, y habían capturado a Malik, llevándoselo vete a saber dónde. Y luego estaba eso del amanecer...

Y luego estaban esas tres personas. ¿De verdad estaban..? No, no, era imposible. Me negaba a creerlo. Lo decían para asustarnos, para amedrentarnos y podernos capturar con más facilidad. Sólo estaban inconscientes. Sí. Tenía que ser eso.

Eché a correr justo después de Nikolai, armada con una botella. Intentaría tirársela a la mujer del hacha. Con la poca fuerza de mis brazos, dudaba que fuera a acertar, pero mi intención era más bien distraerla, evitar que se centrara en el látigo que iba a derribarla. Esperaba que el humo del incendio se pusiera de nuestra parte y lograran tumbarla.

—¡Separaos!

La tentación de intentar arrebatarle el arma a la mujer era grande, pero preferí centrarme en escapar. Elegí una dirección al azar y eché a correr tan rápido como mis pequeñas piernas me permitían. No había perdido la daga, así que quizás podía defenderme si algún adulto me seguía.

¿Qué había pasado? Kairi no había podido escapar y los adultos la cogieron. Awa-chan maullaba enfadado viendo como se llevaban a su dueña.

Cuando le quitaron la venda de los ojos, Kairi se encontró dentro de una jaula, con las manos y los pies atados. A su alrededor había otras jaulas también con otros niños dentro. Y todas estaban en una especie de embarcadero. ¿Qué pretendían hacer con ellos?

―¡Así me gusta, chicos! Así me gusta ―decía una mujer a los que los habían encerrado allí.

―¡Oiga! ¿Por qué nos habeis encerrado? ¡Dejadnos salir!―gritó Kairi aporreando los barrotes.

Las jaulas estaban cerradas con llave y la tía se regodeaba con ellas antes de marcharse. ¿Habría alguna forma de salir de allí?

Quizá sí. Kairi intentó invocar de nuevo su Llave Espada, aunque no pudiera manejarla muy bien, solo tendría que apuntar con ella a la cerradura de la jaula y eso no podría ser muy dificil. Si conseguia abrirla, haría lo mismo con las jaulas de los demás niños. Si no... pues seguiría gritando y aporreando los barrotes.

―¡Han matado a Paquita, Amador y Ronaldo! ¡Asesinos!

Y habrá más como no nos dejéis en paz de una jodida vez

Casi todos los aprendices se sentían fatal por la muerte accidental de los tres adultos. ¿Pero Xayim, afectarse por eso? Qué tontería. Ellos les convirtieron en niños, y ellos les estaban persiguiendo, era defensa propia y ni siquiera se vería afectado por muertes en otras circunstancias. Además, estaba cabreado por haberse herido con los cristales, ningún factor era favorable para que sintiera ni una pizca de remordimiento, que digamos. Como diría él: "que se jodan".

Como la situación les sobrepasaba, decidieron huir por las ventanas. Sin embargo, mientras lo hacía, dio una orden a su mascota.

—¡Usa Piro contra el alcohol!—entre lo irascible que estaba el dinosaurio por sentirse amenazado, y que estaba usando la voz de Saxor para que le hiciera caso, no dudó ni un segundo en hacerlo. No tardó en provocar un incendio que asustó a sus perseguidores, dándoles una mayor brecha de escape.

Tras salir, la que parecía líder del grupo de adultos se acercó a ellos colérica con un hacha. Un par de los que lograron huir intentaron ponerle la zancadilla con un látigo, mientras que la de Espacio Paranoico le intentó lanzar una de las botellas que guardaba. Xayim aprovechó ese caos para subirse otra vez a Guilmon, aún con una de las botellas llena de alcohol, y salir corriendo. Decidió seguir a Celeste una vez más.