Re: [Evento Global Final] Un Reino de Luz y Oscuridad
Publicado: Vie May 25, 2018 11:28 pm
—Más nos vale ganar, ¿eh?
Mire al Caballero con cierta desconfianza, pero ante el abrazo no pude evitar hacer otra cosa que sorprenderme. Lo de tocarme el pelo era otra cosa muy distinta, pero pareció captarlo al retroceder casi de inmediato.
—Escucha, sé que no empezamos precisamente con el pie derecho... pero te has ganado todo mi respeto y mi admiración. Así que, no mueras, ¿de acuerdo?
Bufé y compuse una sonrisa cansada.
—No tengo pensado hacerlo. Y espero que tu tampoco, Xefil. Ten cuidado.
No supe decir por qué, pero me fijé entonces en nuestro acompañante. En un primer momento no había reparado en él, quizá por los nervios. Pero ahí estaba, al lado de la Maestra Nanashi. Juraría que era la primera vez que tenía a uno de los niños tan cerca, y no pude evitar fijarme en sus rasgos y en la sensación que me transmitía tanto él como el resto de sus hermanos.
Paz.
¿Era por qué se trataba de nuestra esperanza, o se debía a su naturaleza? El cabello, tan claro que parecía nieve, jugaba al contraste con el resto de sus oscuras facciones. Eché un vistazo hacia el resto de grupos, ya completos, para contemplar a sus hermanos.
Tan iguales, pero a la vez tan distintos.
—No os alejéis de mí a menos que os ordene lo contrario. Eve nos protegerá de los Sincorazón y nos ocultará a sus ojos. Si nos encontramos con un enemigo, me escucharéis.—Aguantarle la mirada a la Maestra Nanashi era más que complicado. Lo intenté y asentí con la cabeza, volviendo a tocar de pies a la realidad—. Ambos tenéis cierta historia con Xihn, Karel y Andrei pero, tanto si damos con ellos como si no, esto no va de vosotros. Los mundos dependen de nuestros actos. Habéis decidido venir conmigo, de modo que si os digo que sigáis lo haréis. Espero que haya quedado claro.
—Entendido.
—Sí, Maestra.
Cuatro Portales, uno por cada grupo. Cogí aire sin saber lo que esperarme en ese momento. Conocía la experiencia de aquellos que ya habían estado en el Reino de la Oscuridad pero… ¿Sería igual?
Fuera como fuere tenía que salir bien. Sin atreverme a quedarme atrás lo crucé, con los ojos cerrados, siguiendo al resto en el acto. Volveríamos.
Teníamos que hacerlo.
* * *
Una ciudad deformada. Aquella era la primera impresión que me había dado al poner un pie sobre ese lugar. La segunda fue una brutal acometida que, durante un segundo, quiso obligarme a dar media vuelta y volver a Tierra de Partida.
Al lugar en el que podíamos estar a salvo.
Cada paso que dábamos, la retahíla de sensaciones era más difusa y complicada de entender. ¿Se debía a la influencia del Caos? La Oscuridad parecía pegarse a mi piel, como si de una capa extra se tratara. Pero parecía una Oscuridad contaminada, una en la que no me sentía especialmente cómodo.
Puede que fuera porque sabía que estábamos expuestos a un peligro constante. Estábamos adentrándonos en la boca del lobo, y el recibimiento inicial no fue para menos. Las Princesas tuvieron que intervenir en el acto, repeliendo la primera oleada que venía a por nosotros.
—¡Nosotras nos ocuparemos! ¡Adelante, no hay tiempo que perder!
Y fue el momento en que cada uno tomó caminos distintos, sin mirar atrás. Había llegado el momento de actuar.
* * *
Si bien la ciudad era una amalgama de formas deconstruidas, en general tenían un punto en común: todas parecían doblarse en dirección al único sitio que no parecía afectado por el caos, un enorme castillo. El que debía ser el hogar de Xihn.
Descendiendo por el tejado de lo que antes podía haber sido una preciosa catedral, costaba imaginarse el aspecto que antaño habría tenido la ciudad. Lo único que oía era mi respiración, acelerándose con cada sonido externo que escuchaba.
—Nunca había estado tan cerca. Este sitio era… donde vivía mi gente, ¿no? ¿Cómo entramos si no es por la puerta principal?
Me mantuve en silencio. Para él y sus hermanos tenía que ser más duro que todo eso. Ver su hogar, convertido ahora en la fortaleza de ese monstruo. Y también saber que eran los únicos no corruptos que quedaban de lo que debía haber sido un Reino hermoso.
El vestigio que había quedado del Reino de la Oscuridad se habría redefinido por la presencia del Caos. La vegetación no parecía tener cabida para lo que se había convertido, y la única que crecía parecía tan contaminada como el resto del lugar. A excepción de…
«¿Flores?»
Eran brotes que pasaban inadvertidos, pero ahí estaban.
—Mirad esa torre que se inclina hacia el castillo. Podremos entrar por uno de los tejados.
La presencia de Eve hacia algo más que repeler a los Sincorazón y ocultarnos a plena vista de ellos. Me resultaba difícil de explicar, incluso podía tratarse de imaginaciones mías, pero lo dudaba bastante. Era demasiado real. Toda esa sensación que se hundía en mi piel parecía aliviarse poco a poco. Como si la Oscuridad, o lo que fuera que surgía de él, fuera purificador.
Eso ayudaba a que el camino fuera considerablemente más llevadero. No había pérdida alguna hasta el castillo, pero eso no impedía que la travesía resultara de lo más estrafalaria en cuanto a recorrido. Antes de que hubiera podido darme cuenta, teníamos la torre frente a nosotros.
Si trepábamos por la enredadera, lograríamos llegar hasta nuestro objetivo. Me mojé los labios y me preparé para ello. Supiera Xihn o no que íbamos a venir, era difícil que se esperase la sorpresa que le íbamos a brindar con aquel ataque a tres bandas.
Y entonces pasó. Algo fugaz y breve, pero lo había visto. Un movimiento en una de las cristaleras cercanas. ¿Había distinguido el color blanco? No estaba demasiado seguro, pero me detuve en el acto. Extrañado, miré a mi alrededor.
—Vamos. No podemos perder tiempo.
—Vamos a buen ritmo. —añadió Saeko con convicción. Estaba perplejo. ¿Nadie lo había visto?—. Y parece que todo está saliendo bien.
Había dos posibilidades en aquel momento: que no hubiera sido nada, o que de verdad hubiera algo acechándonos ahí arriba. Si avisaba y me había equivocado, nos podríamos retrasar más de la cuenta en nuestra misión.
¿Pero y si se nos habían adelantado? Traté de mantener los nervios a raya y hablé antes de que la Maestra, Eve o Saeko empezaran a subir:
—Esperad. He visto algo raro en la cristalera de ahí arriba... —En lugar de señalar de forma descarada, hice un ligero gesto con la barbilla en la dirección que lo había visto. Mientras, me acerqué a la enredadera para simular que iba a subir como todos—. Podría no ser nada, o podrían estar esperándonos ya.
»¿No notas nada extraño ahí arriba? —Me dirigí a Eve lo mejor que pude.
Si ni él ni Nanashi notaban que hubiera algún tipo de trampa o algo fuera de lo normal, no rechistaría y subiría con ellos tal y como se había planeado. Eso sí, no le quitaría el ojo de encima a la cristalera y estaría atento a cualquier otro movimiento sospechoso que se diera.
Mire al Caballero con cierta desconfianza, pero ante el abrazo no pude evitar hacer otra cosa que sorprenderme. Lo de tocarme el pelo era otra cosa muy distinta, pero pareció captarlo al retroceder casi de inmediato.
—Escucha, sé que no empezamos precisamente con el pie derecho... pero te has ganado todo mi respeto y mi admiración. Así que, no mueras, ¿de acuerdo?
Bufé y compuse una sonrisa cansada.
—No tengo pensado hacerlo. Y espero que tu tampoco, Xefil. Ten cuidado.
No supe decir por qué, pero me fijé entonces en nuestro acompañante. En un primer momento no había reparado en él, quizá por los nervios. Pero ahí estaba, al lado de la Maestra Nanashi. Juraría que era la primera vez que tenía a uno de los niños tan cerca, y no pude evitar fijarme en sus rasgos y en la sensación que me transmitía tanto él como el resto de sus hermanos.
Paz.
¿Era por qué se trataba de nuestra esperanza, o se debía a su naturaleza? El cabello, tan claro que parecía nieve, jugaba al contraste con el resto de sus oscuras facciones. Eché un vistazo hacia el resto de grupos, ya completos, para contemplar a sus hermanos.
Tan iguales, pero a la vez tan distintos.
—No os alejéis de mí a menos que os ordene lo contrario. Eve nos protegerá de los Sincorazón y nos ocultará a sus ojos. Si nos encontramos con un enemigo, me escucharéis.—Aguantarle la mirada a la Maestra Nanashi era más que complicado. Lo intenté y asentí con la cabeza, volviendo a tocar de pies a la realidad—. Ambos tenéis cierta historia con Xihn, Karel y Andrei pero, tanto si damos con ellos como si no, esto no va de vosotros. Los mundos dependen de nuestros actos. Habéis decidido venir conmigo, de modo que si os digo que sigáis lo haréis. Espero que haya quedado claro.
—Entendido.
—Sí, Maestra.
Cuatro Portales, uno por cada grupo. Cogí aire sin saber lo que esperarme en ese momento. Conocía la experiencia de aquellos que ya habían estado en el Reino de la Oscuridad pero… ¿Sería igual?
Fuera como fuere tenía que salir bien. Sin atreverme a quedarme atrás lo crucé, con los ojos cerrados, siguiendo al resto en el acto. Volveríamos.
Teníamos que hacerlo.
Una ciudad deformada. Aquella era la primera impresión que me había dado al poner un pie sobre ese lugar. La segunda fue una brutal acometida que, durante un segundo, quiso obligarme a dar media vuelta y volver a Tierra de Partida.
Al lugar en el que podíamos estar a salvo.
Cada paso que dábamos, la retahíla de sensaciones era más difusa y complicada de entender. ¿Se debía a la influencia del Caos? La Oscuridad parecía pegarse a mi piel, como si de una capa extra se tratara. Pero parecía una Oscuridad contaminada, una en la que no me sentía especialmente cómodo.
Puede que fuera porque sabía que estábamos expuestos a un peligro constante. Estábamos adentrándonos en la boca del lobo, y el recibimiento inicial no fue para menos. Las Princesas tuvieron que intervenir en el acto, repeliendo la primera oleada que venía a por nosotros.
—¡Nosotras nos ocuparemos! ¡Adelante, no hay tiempo que perder!
Y fue el momento en que cada uno tomó caminos distintos, sin mirar atrás. Había llegado el momento de actuar.
Si bien la ciudad era una amalgama de formas deconstruidas, en general tenían un punto en común: todas parecían doblarse en dirección al único sitio que no parecía afectado por el caos, un enorme castillo. El que debía ser el hogar de Xihn.
Descendiendo por el tejado de lo que antes podía haber sido una preciosa catedral, costaba imaginarse el aspecto que antaño habría tenido la ciudad. Lo único que oía era mi respiración, acelerándose con cada sonido externo que escuchaba.
—Nunca había estado tan cerca. Este sitio era… donde vivía mi gente, ¿no? ¿Cómo entramos si no es por la puerta principal?
Me mantuve en silencio. Para él y sus hermanos tenía que ser más duro que todo eso. Ver su hogar, convertido ahora en la fortaleza de ese monstruo. Y también saber que eran los únicos no corruptos que quedaban de lo que debía haber sido un Reino hermoso.
El vestigio que había quedado del Reino de la Oscuridad se habría redefinido por la presencia del Caos. La vegetación no parecía tener cabida para lo que se había convertido, y la única que crecía parecía tan contaminada como el resto del lugar. A excepción de…
«¿Flores?»
Eran brotes que pasaban inadvertidos, pero ahí estaban.
—Mirad esa torre que se inclina hacia el castillo. Podremos entrar por uno de los tejados.
La presencia de Eve hacia algo más que repeler a los Sincorazón y ocultarnos a plena vista de ellos. Me resultaba difícil de explicar, incluso podía tratarse de imaginaciones mías, pero lo dudaba bastante. Era demasiado real. Toda esa sensación que se hundía en mi piel parecía aliviarse poco a poco. Como si la Oscuridad, o lo que fuera que surgía de él, fuera purificador.
Eso ayudaba a que el camino fuera considerablemente más llevadero. No había pérdida alguna hasta el castillo, pero eso no impedía que la travesía resultara de lo más estrafalaria en cuanto a recorrido. Antes de que hubiera podido darme cuenta, teníamos la torre frente a nosotros.
Si trepábamos por la enredadera, lograríamos llegar hasta nuestro objetivo. Me mojé los labios y me preparé para ello. Supiera Xihn o no que íbamos a venir, era difícil que se esperase la sorpresa que le íbamos a brindar con aquel ataque a tres bandas.
Y entonces pasó. Algo fugaz y breve, pero lo había visto. Un movimiento en una de las cristaleras cercanas. ¿Había distinguido el color blanco? No estaba demasiado seguro, pero me detuve en el acto. Extrañado, miré a mi alrededor.
—Vamos. No podemos perder tiempo.
—Vamos a buen ritmo. —añadió Saeko con convicción. Estaba perplejo. ¿Nadie lo había visto?—. Y parece que todo está saliendo bien.
Había dos posibilidades en aquel momento: que no hubiera sido nada, o que de verdad hubiera algo acechándonos ahí arriba. Si avisaba y me había equivocado, nos podríamos retrasar más de la cuenta en nuestra misión.
¿Pero y si se nos habían adelantado? Traté de mantener los nervios a raya y hablé antes de que la Maestra, Eve o Saeko empezaran a subir:
—Esperad. He visto algo raro en la cristalera de ahí arriba... —En lugar de señalar de forma descarada, hice un ligero gesto con la barbilla en la dirección que lo había visto. Mientras, me acerqué a la enredadera para simular que iba a subir como todos—. Podría no ser nada, o podrían estar esperándonos ya.
»¿No notas nada extraño ahí arriba? —Me dirigí a Eve lo mejor que pude.
Si ni él ni Nanashi notaban que hubiera algún tipo de trampa o algo fuera de lo normal, no rechistaría y subiría con ellos tal y como se había planeado. Eso sí, no le quitaría el ojo de encima a la cristalera y estaría atento a cualquier otro movimiento sospechoso que se diera.