Re: [Evento Global Final] Un Reino de Luz y Oscuridad
Publicado: Vie Jun 15, 2018 10:50 pm
Si estaba muerto, ¿por qué todo seguía doliendo? Quería que dejara de prolongarse esta agonía, me había olvidado de todo y de todos. De las promesas, de lo que había en juego. Que cesara de una vez era lo único que pedía.
¿O así sería hasta el final? Quizá era eso. Quizá era la condena que nos esperaba a todos una vez hubiéramos cumplido, o en mi caso para los que habíamos perecido en el intento. Me hundía con suavidad, en las aguas de un mar que me alejaba de cuánto hubiera que me importara.
Algo tiro de pronto de mi, con violencia, hacia la superficie. ¿Me rescataba, o me devolvía a la condena?
***
Sin saber todavía como, me llegó todo el aire que me faltaba. Y antes de que pudiera darme cuenta había abierto los ojos. Lo primero que me encontré, sin embargo, fue digno candidato a protagonista de la peor de mis pesadillas, y lo que pensaba no hacía más que acelerar un sentimiento de ansiedad que me hizo querer gritar con todas mis fuerzas. De haberlas tenido.
Primero las espinas negras. Y ahora la reina Friederike. No sabía que sería lo siguiente con lo que Karel querría atacarnos, pero no quería comprobarlo. Tenía que hacer algo. Tenía que…
Me quedé perplejo, mientras ella se limitaba a hacer un gesto de silencio. Un gesto humano. Y fijándome mejor, no parecía una criatura de tinta, no igual a la que nos habíamos tenido que enfrentar en Reino Encantado al menos.
«¿Entonces?»
Aturdido como estaba, la situación se me hacía aún más confusa. Seguía en el Reino de la Oscuridad, de eso estaba seguro. Parte de su cielo seguía al descubierto, asomándose en lo que parecía ser parte de un trozo de piedra que se encargaba de ocultarme.
—Karel ha dejado a sus ángeles libres. Si nos encuentran, moriremos los tres, así que no hagáis magia y estad callados. —Por primera vez desde que me había despertado, me dio por mirar al lado. Estuve a punto de pegar un bote cuando me encontré con Saeko—. No puedo curaros más sin arriesgarme a desaparecer y todavía he de guiaros hasta Xihn.
Pero el reencuentro con mi amiga pasó por alto ante las palabras de la mujer que teníamos delante. Traté de poner todos mis sentidos en sus palabras, pero era incapaz de entender de lo que estaba hablando. ¿Guiarnos hasta Xihn? Pude apreciar como el camino que teníamos que haber usado se había venido abajo.
Me llevé una mano a la cabeza y continué mirándola. Si todo aquello era confuso a más no poder, la ausencia de Nanashi y Eve no hacía más que añadirme dudas al respecto. Aún con todo, la mujer no me transmitía ninguna señal de desconfianza.
Un aura era lo único que me llamaba la atención, una en la que las extremidades que rodeaba parecían volverse transparentes. Por lo demás… ¿había motivos para pensar que se trataba de una trampa?
«Es ella. Tiene que ser la reina Friedericke...»
Quise decir algo, lo que fuera, pero entonces el sonido de unas alas me puso en tensión. La reina nos empujó hacia el interior de la estructura en la que estábamos escondidos. Eso me confirmó que no podía tratarse de una ilusión, su tacto era real.
—Soy la reina Friederike y Xihn tomó posesión de mi cuerpo hace mucho tiempo. Ahora que él mismo carece de cuerpo, ha perdido el control sobre unos pocos de nosotros. Escapamos, pensando en llegar a Tierra de Partida y advertiros de la debilidad de Xihn, pero se ve que hemos tenido suerte. Al menos si el resto de Caballeros no son tan suicidas como vosotros, claro está. Vuestra compañera y el niño pequeño han entrado al castillo. La última vez que los vi estaban bien, pero me temo que Karel ha ido tras ellos. —Un nuevo silencio, que sirvió para comprobar como de cerca se encontraban los ángeles de Karel—: Los Sincorazón pronto nos encontrarán y entonces también lo harán los ángeles, de modo que si tenéis preguntas, más vale que sean breves. Carezco de fuerzas para protegeros, pero puedo ayudar a uno a trepar por la muralla creando una enredadera. Podríais invocar vuestros glider, pero los ángeles os destruirían. Por eso alguien debe atraer su atención. La de ellos y los Sincorazón.
—No entiendo muy bien lo sucedido con Xihn, pero… ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarla a restablecer su fuerza de nuevo? —pregunté entonces, dejándome llevar—. Sé de lo que es capaz reina Friederike, y su ayuda sería mucho más útil que la nuestra.
Aunque lo había propuesto, algo me decía que era muy improbable que así fuera. Porque si no habría sido lo primero que nos hubiera pedido, ¿no? De todos modos si había algo, lo que fuera, que pudiéramos hacer, no dudaría. Una copia por muy buena que fuera era tan solo eso, una copia. Y tener a la verdadera reina de nuestro lado era un vuelco que desde luego no habría podido ni pensar.
Empecé a darle vueltas a sus palabras, pero no teníamos tiempo para reflexionar. Me mordí la mejilla por dentro, en parte para volver a concentrarme, mientras las contemplaba a ambas. Sabía lo que tenía que hacer, así que empecé a rebuscar en mi bolsa.
—Xihn también tomó posesión de mí hace mucho tiempo, sin embargo yo sigo aquí. Recuerdo bien lo que me obligó a hacer, lo que hace preguntarme... ¿cuenta usted, reina Friederike, con sus recuerdos? Podrían sernos de ayuda para hacerle frente. Todo lo que nos pueda decir es importante.
Paré cuando noté el sabor a sangre, encontrando de paso lo que necesitaba.
—Yo me encargaré de distraerlos. —Comencé a restablecer mi magia y vitalidad, a base de Exilir, Éters y Ultrapociones—. Intentaré conseguiros el tiempo que necesitéis.
—¿Y después? ¿Podrás regresar a salvo? No sabemos lo que nos espera en el castillo, deberíamos trazar una ruta. Tampoco conocemos dónde se puede encontrar Karel, ¿cierto? Si nos movemos bien podríamos matarlo sin darle la oportunidad de defenderse.
Traté de forzar una sonrisa, en vano. Aunque quería aferrarme a esa esperanza que Saeko conservaba, no estaba seguro de poder volver así como así. Ni de conseguirlo. A fin de cuentas, era plantearme en el mismísimo Reino de la Oscuridad y hacerme notar como nunca antes para atraer la atención de los Sincorazón y las creaciones de Karel.
Miré hacia fuera. Una vez saliera, sería imposible predecir el resultado. Pero tenía claro que ese era mi deber. Realicé una inclinación de cabeza llena de seriedad y respeto.
—Mi nombre es Saito, reina Friedericke, y ha sido todo un honor. —Veía extraño no haberme presentado hasta entonces, pero lo achacaba a lo caótico de la situación. Mejor tarde que nunca. Me dirigí después a las dos—. Gracias, y mucha suerte.
»E intenta no morir, Karel debe pensar que nos tiene acorralados aquí, no será fácil.
«No puedes dudar ahora.»
Asentí, y sin perder más tiempo salí a darlo todo.
***
Corrí, tratando de alejarme un poco de la estructura antes de empezar. Lo suficiente como para que lo que fuera a hacer no les salpicara. Sin la protección de Eve, de la Maestra o de cualquier otro compañero. En esto estaba solo.
«O quizás no.»
Me coloqué mi armadura de Espinas negras, para después invocar a Alice. Aquellas dos habilidades mágicas tendrían que haber sido suficiente como para llamar la atención de cualquier Sincorazón o ángel cercano, si es que no lo había hecho ya al salir.
Le resumí la situación: teníamos que atraer a toda criatura que pudiera poner en riesgo lo que la reina iba a hacer por nosotros.
Por ello mi estrategia se basaría en, una vez los ángeles y Sincorazón se hubieran llegado a fijar en nosotros, y tras asegurarnos de que nos seguían, buscar algún tipo de cobertura como la que Friedericke nos había proporcionado con tal de poder evitar los ataques más devastadores. Y así, aguantar en trinchera peleando hasta tener que movernos a la siguiente, tratando como máxima prioridad el atraerlos siempre que pudiéramos y mantenerlos alejados de los demás.
En cuanto pudiera tomaría dos Éter más para poder emplear mi Rex Nominis Umbra y ayudarme así de las extensiones para la lucha, y de paso favorecer a mi movilidad.
Si bien le había pedido a Alice que me ayudara en combate, en el momento en que alguien quisiera fijarse o atacar al grupo que tenía que infiltrarse, ella iría a llamar su atención de nuevo. Intentando atacar a los enemigos y aprovechándose de su velocidad para tratar de distraerlos de los demás y redirigirlos hacia donde estuviéramos.
¿O así sería hasta el final? Quizá era eso. Quizá era la condena que nos esperaba a todos una vez hubiéramos cumplido, o en mi caso para los que habíamos perecido en el intento. Me hundía con suavidad, en las aguas de un mar que me alejaba de cuánto hubiera que me importara.
Algo tiro de pronto de mi, con violencia, hacia la superficie. ¿Me rescataba, o me devolvía a la condena?
Sin saber todavía como, me llegó todo el aire que me faltaba. Y antes de que pudiera darme cuenta había abierto los ojos. Lo primero que me encontré, sin embargo, fue digno candidato a protagonista de la peor de mis pesadillas, y lo que pensaba no hacía más que acelerar un sentimiento de ansiedad que me hizo querer gritar con todas mis fuerzas. De haberlas tenido.
Primero las espinas negras. Y ahora la reina Friederike. No sabía que sería lo siguiente con lo que Karel querría atacarnos, pero no quería comprobarlo. Tenía que hacer algo. Tenía que…
Me quedé perplejo, mientras ella se limitaba a hacer un gesto de silencio. Un gesto humano. Y fijándome mejor, no parecía una criatura de tinta, no igual a la que nos habíamos tenido que enfrentar en Reino Encantado al menos.
«¿Entonces?»
Aturdido como estaba, la situación se me hacía aún más confusa. Seguía en el Reino de la Oscuridad, de eso estaba seguro. Parte de su cielo seguía al descubierto, asomándose en lo que parecía ser parte de un trozo de piedra que se encargaba de ocultarme.
—Karel ha dejado a sus ángeles libres. Si nos encuentran, moriremos los tres, así que no hagáis magia y estad callados. —Por primera vez desde que me había despertado, me dio por mirar al lado. Estuve a punto de pegar un bote cuando me encontré con Saeko—. No puedo curaros más sin arriesgarme a desaparecer y todavía he de guiaros hasta Xihn.
Pero el reencuentro con mi amiga pasó por alto ante las palabras de la mujer que teníamos delante. Traté de poner todos mis sentidos en sus palabras, pero era incapaz de entender de lo que estaba hablando. ¿Guiarnos hasta Xihn? Pude apreciar como el camino que teníamos que haber usado se había venido abajo.
Me llevé una mano a la cabeza y continué mirándola. Si todo aquello era confuso a más no poder, la ausencia de Nanashi y Eve no hacía más que añadirme dudas al respecto. Aún con todo, la mujer no me transmitía ninguna señal de desconfianza.
Un aura era lo único que me llamaba la atención, una en la que las extremidades que rodeaba parecían volverse transparentes. Por lo demás… ¿había motivos para pensar que se trataba de una trampa?
«Es ella. Tiene que ser la reina Friedericke...»
Quise decir algo, lo que fuera, pero entonces el sonido de unas alas me puso en tensión. La reina nos empujó hacia el interior de la estructura en la que estábamos escondidos. Eso me confirmó que no podía tratarse de una ilusión, su tacto era real.
—Soy la reina Friederike y Xihn tomó posesión de mi cuerpo hace mucho tiempo. Ahora que él mismo carece de cuerpo, ha perdido el control sobre unos pocos de nosotros. Escapamos, pensando en llegar a Tierra de Partida y advertiros de la debilidad de Xihn, pero se ve que hemos tenido suerte. Al menos si el resto de Caballeros no son tan suicidas como vosotros, claro está. Vuestra compañera y el niño pequeño han entrado al castillo. La última vez que los vi estaban bien, pero me temo que Karel ha ido tras ellos. —Un nuevo silencio, que sirvió para comprobar como de cerca se encontraban los ángeles de Karel—: Los Sincorazón pronto nos encontrarán y entonces también lo harán los ángeles, de modo que si tenéis preguntas, más vale que sean breves. Carezco de fuerzas para protegeros, pero puedo ayudar a uno a trepar por la muralla creando una enredadera. Podríais invocar vuestros glider, pero los ángeles os destruirían. Por eso alguien debe atraer su atención. La de ellos y los Sincorazón.
—No entiendo muy bien lo sucedido con Xihn, pero… ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarla a restablecer su fuerza de nuevo? —pregunté entonces, dejándome llevar—. Sé de lo que es capaz reina Friederike, y su ayuda sería mucho más útil que la nuestra.
Aunque lo había propuesto, algo me decía que era muy improbable que así fuera. Porque si no habría sido lo primero que nos hubiera pedido, ¿no? De todos modos si había algo, lo que fuera, que pudiéramos hacer, no dudaría. Una copia por muy buena que fuera era tan solo eso, una copia. Y tener a la verdadera reina de nuestro lado era un vuelco que desde luego no habría podido ni pensar.
Empecé a darle vueltas a sus palabras, pero no teníamos tiempo para reflexionar. Me mordí la mejilla por dentro, en parte para volver a concentrarme, mientras las contemplaba a ambas. Sabía lo que tenía que hacer, así que empecé a rebuscar en mi bolsa.
—Xihn también tomó posesión de mí hace mucho tiempo, sin embargo yo sigo aquí. Recuerdo bien lo que me obligó a hacer, lo que hace preguntarme... ¿cuenta usted, reina Friederike, con sus recuerdos? Podrían sernos de ayuda para hacerle frente. Todo lo que nos pueda decir es importante.
Paré cuando noté el sabor a sangre, encontrando de paso lo que necesitaba.
—Yo me encargaré de distraerlos. —Comencé a restablecer mi magia y vitalidad, a base de Exilir, Éters y Ultrapociones—. Intentaré conseguiros el tiempo que necesitéis.
—¿Y después? ¿Podrás regresar a salvo? No sabemos lo que nos espera en el castillo, deberíamos trazar una ruta. Tampoco conocemos dónde se puede encontrar Karel, ¿cierto? Si nos movemos bien podríamos matarlo sin darle la oportunidad de defenderse.
Traté de forzar una sonrisa, en vano. Aunque quería aferrarme a esa esperanza que Saeko conservaba, no estaba seguro de poder volver así como así. Ni de conseguirlo. A fin de cuentas, era plantearme en el mismísimo Reino de la Oscuridad y hacerme notar como nunca antes para atraer la atención de los Sincorazón y las creaciones de Karel.
Miré hacia fuera. Una vez saliera, sería imposible predecir el resultado. Pero tenía claro que ese era mi deber. Realicé una inclinación de cabeza llena de seriedad y respeto.
—Mi nombre es Saito, reina Friedericke, y ha sido todo un honor. —Veía extraño no haberme presentado hasta entonces, pero lo achacaba a lo caótico de la situación. Mejor tarde que nunca. Me dirigí después a las dos—. Gracias, y mucha suerte.
»E intenta no morir, Karel debe pensar que nos tiene acorralados aquí, no será fácil.
«No puedes dudar ahora.»
Asentí, y sin perder más tiempo salí a darlo todo.
Corrí, tratando de alejarme un poco de la estructura antes de empezar. Lo suficiente como para que lo que fuera a hacer no les salpicara. Sin la protección de Eve, de la Maestra o de cualquier otro compañero. En esto estaba solo.
«O quizás no.»
Me coloqué mi armadura de Espinas negras, para después invocar a Alice. Aquellas dos habilidades mágicas tendrían que haber sido suficiente como para llamar la atención de cualquier Sincorazón o ángel cercano, si es que no lo había hecho ya al salir.
Le resumí la situación: teníamos que atraer a toda criatura que pudiera poner en riesgo lo que la reina iba a hacer por nosotros.
Por ello mi estrategia se basaría en, una vez los ángeles y Sincorazón se hubieran llegado a fijar en nosotros, y tras asegurarnos de que nos seguían, buscar algún tipo de cobertura como la que Friedericke nos había proporcionado con tal de poder evitar los ataques más devastadores. Y así, aguantar en trinchera peleando hasta tener que movernos a la siguiente, tratando como máxima prioridad el atraerlos siempre que pudiéramos y mantenerlos alejados de los demás.
En cuanto pudiera tomaría dos Éter más para poder emplear mi Rex Nominis Umbra y ayudarme así de las extensiones para la lucha, y de paso favorecer a mi movilidad.
Si bien le había pedido a Alice que me ayudara en combate, en el momento en que alguien quisiera fijarse o atacar al grupo que tenía que infiltrarse, ella iría a llamar su atención de nuevo. Intentando atacar a los enemigos y aprovechándose de su velocidad para tratar de distraerlos de los demás y redirigirlos hacia donde estuviéramos.
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