Los dos aprendices se acercaron lentamente y con cuidado hacia el banco. A una prudente distancia, pudieron ver de primera mano al escurridizo ratoncillo, que tomaba tan pancho la sombra, y parecía disfrutar de la soledad. No obstante, y siendo imposible ocultarse de ningún modo, el animal les vio incluso antes de que llegaran al banco. Pero, en contra de sus predicciones, no huyó. Se les quedó mirando, embobado, como si esperase su reacción.
Y, siguiendo el plan de Kairi, ambos se acercaron por los extremo e intentaron acorralarle al mismo tiempo. Y el ratón, nuevamente, no se movió. Hasta que sus manos, coordinadas en la medida de lo posible, trataron de agarrarle. Mordisquitos, cuyo nombre no engañaba, se volvió hacia el dedo más cercano, que resultó ser el pulgar de Kairi, y lo mordió con sus colmillitos.
El mordisco fue doloroso, pero no lo suficiente profundo como para llegar a hacer sangre. En cualquier caso, Mordisquitos soltó el dedo dolorido de la aprendiza y se volvió hacia el de su compañero. Iba a hacer lo mismo con Mickael, pero se detuvo, olfateando con la naricilla algo en el aire. Y, dócilmente, se dejó coger por el humano-ratón, incluso agradecido de tener contacto con el muchacho.
Finalmente, la captura había concluido. Mordisquitos se había cobrado tres víctimas (que ellos supiesen), pero había reaccionado bien a la presencia de Mickael, por algún raro motivo. Sólo eso había salvado el plan, que siguiendo su curso normal, habría aumentado el número de víctimas por una más.
Así pues, con Mordisquitos agarrado (y, por lo que parecía, el propio animalito no tenía intención de huir de Mickael), sólo faltaba esperar pacientemente al regreso de Ronin, para dar por finalizada aquella tarea tan absurda.
Chicos, terminamos. Este será vuestro último post.