Re: Ronda #15 - El dios caído
Publicado: Lun Ene 20, 2014 1:51 am
Cloud... Después de todo, aquel cuerpo pertenecía realmente a Cloud... Me sentí aliviada, pero el hombre estaba en peligro. Tuve la oportunidad de salvarle, pero... Simplemente, no pude. La abrumadora fuerza de los Villanos Finales paralizó mi cuerpo, yo no era rival para ellos. Paralizada, observé cómo Cloud era vencido por todos ellos. Intenté avanzar para ayudarle, pero mis piernas no se movían. Era como si mi cerebro me estuviera diciendo "¿Qué puedes hacer tú?" e hiciera que mi cuerpo no se moviera por el terror.
—Ha terminado, chico —dijo Gabranth acercándose al joven rubio para agarrarle del pelo—. Tu corazón es fuerte y has podido resistir el alma de Gárland, pero eso no impedirá su regreso.
El caballero de la armadura colocó la palma de su mano sobre Cloud, y fue entonces cuando reaccioné al percatarme de lo que iba a hacer.
—¡¡¡CLOUD!!! —exclamé corriendo hacia él.
No obstante, fue imposible para mí, y el caballero hizo desaparecer a Cloud con su misterioso poder. Impotente, frené en seco y caí de rodillas al suelo.
—Mierda... ¡Mierda!
Unas lágrimas resbalaron por mis mejillas mientras golpeaba el suelo con los puños repetidamente en señar de impotencia. Cumplir mi promesa con Aeris iba a ser imposible... ¿Quién sabe dónde estaría Cloud en aquel momento?
—Lo siento... —murmuré justo antes de levantarme y secarme las lágrimas.
En ese preciso instante, llegaron caras conocidas. Xefil y Lyn, que llevaba a un Hiro bastante malherido a cuestas, entraron en la sala.
—Chicos... Gracias a Dios que habéis venido... Aunque... —miré al lugar en el que estaba Cloud justo antes de desaparecer—. Ya es tarde...
"Inútil."
"Inútil."
"Inútil."
Eso era todo lo que me pasaba por la cabeza en ese momento.
"Maya, eres inútil."
—No... No es tarde todavía —pensé en voz alta—. No soy ninguna inútil.
Y lo pensaba demostrar. Tenía que detener a los Villanos Finales y llevar a Cloud con Aeris costase lo que costase.
—Llegáis tarde, Portadores. Retiraos ahora que podéis.
—¡Como si les dejáramos! ¡Jo, jo, jo, cómo me voy a divertir repartiendo justicia!
La batalla comenzó, y me mantuve en todo momento en la retaguardia, observando los movimientos de mis enemigos y esperando a un momento adecuado para entrar en acción. Seymour estaba haciendo una especie de ritual con la armadura, seguramente para resucitar a Gárland, esta vez de verdad. Estaba pensando en alguna forma de detenerle, pero, aunque los demás lo intentaron, no fue posible frenar a Seymour. Y no sólo eso, cuando Xefil fue herido, su sangre entró en contacto con la armadura, y ésta reaccionó, haciéndonos caer a todos al suelo.
—No... —musité mientras una figura oscura comenzaba a surgir en el interior de la armadura—. ¿El verdadero... Gárland...?
—Ha pasado mucho tiempo...
—Lord Gárland —intervino Gabranth—. El Emperador Mateus ha facilitado su resurrección. Y os otorga un regalo: vuestra asesina, aquí presente.
Gárland dirigió su mirada hacia Lyn, que intentaba reincorporarse. Lyn invocó su Llave Espada, pero Gárland no luchó, sino que simplemente rió.
—Ella no es mi asesina. ¿Verdad...?
Fue entonces cuando Gárland dirigió la mirada hacia otra persona de la sala...
—¿... Diana Thorn?
Todo era muy confuso. Xefil comenzó a tratar con respeto a Gárland, y, aunque no sabía qué, suponía que tenía algún tipo de plan. Pero entonces Ragun, que había llegado también momentos antes, le atacó directamente. Su temeridad podía costarnos la vida a todos, pero no era momento de echarse atrás después de todo. Aún en el suelo, fijé mi vista en el Dios de la armadura oscura y le lancé un hechizo Libra. Acto seguido, miré a la malherida Diana.
—Supongo que eres nuestra aliada por ahora —murmuré para mí misma—. No tengo más remedio.
Concentrando poder en la palma de mi mano, le lancé un hechizo Cura a la chica para tratar de sanar su herida. Estábamos todos en el mismo bando en ese instante, así que dejarla malherida cuando podía ayudarla no estaba nada bien, aunque a mis ojos continuara siendo una enemiga más.
—Maestra —dije dirigiéndome a Lyn, que también había recibido algunos golpes—. ¿Necesita ayuda?
—Ha terminado, chico —dijo Gabranth acercándose al joven rubio para agarrarle del pelo—. Tu corazón es fuerte y has podido resistir el alma de Gárland, pero eso no impedirá su regreso.
El caballero de la armadura colocó la palma de su mano sobre Cloud, y fue entonces cuando reaccioné al percatarme de lo que iba a hacer.
—¡¡¡CLOUD!!! —exclamé corriendo hacia él.
No obstante, fue imposible para mí, y el caballero hizo desaparecer a Cloud con su misterioso poder. Impotente, frené en seco y caí de rodillas al suelo.
—Mierda... ¡Mierda!
Unas lágrimas resbalaron por mis mejillas mientras golpeaba el suelo con los puños repetidamente en señar de impotencia. Cumplir mi promesa con Aeris iba a ser imposible... ¿Quién sabe dónde estaría Cloud en aquel momento?
—Lo siento... —murmuré justo antes de levantarme y secarme las lágrimas.
En ese preciso instante, llegaron caras conocidas. Xefil y Lyn, que llevaba a un Hiro bastante malherido a cuestas, entraron en la sala.
—Chicos... Gracias a Dios que habéis venido... Aunque... —miré al lugar en el que estaba Cloud justo antes de desaparecer—. Ya es tarde...
"Inútil."
"Inútil."
"Inútil."
Eso era todo lo que me pasaba por la cabeza en ese momento.
"Maya, eres inútil."
—No... No es tarde todavía —pensé en voz alta—. No soy ninguna inútil.
Y lo pensaba demostrar. Tenía que detener a los Villanos Finales y llevar a Cloud con Aeris costase lo que costase.
—Llegáis tarde, Portadores. Retiraos ahora que podéis.
—¡Como si les dejáramos! ¡Jo, jo, jo, cómo me voy a divertir repartiendo justicia!
La batalla comenzó, y me mantuve en todo momento en la retaguardia, observando los movimientos de mis enemigos y esperando a un momento adecuado para entrar en acción. Seymour estaba haciendo una especie de ritual con la armadura, seguramente para resucitar a Gárland, esta vez de verdad. Estaba pensando en alguna forma de detenerle, pero, aunque los demás lo intentaron, no fue posible frenar a Seymour. Y no sólo eso, cuando Xefil fue herido, su sangre entró en contacto con la armadura, y ésta reaccionó, haciéndonos caer a todos al suelo.
—No... —musité mientras una figura oscura comenzaba a surgir en el interior de la armadura—. ¿El verdadero... Gárland...?
—Ha pasado mucho tiempo...
—Lord Gárland —intervino Gabranth—. El Emperador Mateus ha facilitado su resurrección. Y os otorga un regalo: vuestra asesina, aquí presente.
Gárland dirigió su mirada hacia Lyn, que intentaba reincorporarse. Lyn invocó su Llave Espada, pero Gárland no luchó, sino que simplemente rió.
—Ella no es mi asesina. ¿Verdad...?
Fue entonces cuando Gárland dirigió la mirada hacia otra persona de la sala...
—¿... Diana Thorn?
Todo era muy confuso. Xefil comenzó a tratar con respeto a Gárland, y, aunque no sabía qué, suponía que tenía algún tipo de plan. Pero entonces Ragun, que había llegado también momentos antes, le atacó directamente. Su temeridad podía costarnos la vida a todos, pero no era momento de echarse atrás después de todo. Aún en el suelo, fijé mi vista en el Dios de la armadura oscura y le lancé un hechizo Libra. Acto seguido, miré a la malherida Diana.
—Supongo que eres nuestra aliada por ahora —murmuré para mí misma—. No tengo más remedio.
Concentrando poder en la palma de mi mano, le lancé un hechizo Cura a la chica para tratar de sanar su herida. Estábamos todos en el mismo bando en ese instante, así que dejarla malherida cuando podía ayudarla no estaba nada bien, aunque a mis ojos continuara siendo una enemiga más.
—Maestra —dije dirigiéndome a Lyn, que también había recibido algunos golpes—. ¿Necesita ayuda?