Próxima fecha límite: 17 de Junio
Ba-dum. Ba-dum. Ba-dum.La creación que ahora se sacudía en su jaula tenía un canto casi hipnótico. Cautivador y espeluznante al mismo tiempo, el corazón latía con la nueva vida que le habían otorgado. Incluso aunque aquel recipiente no tenía nada que bombear, se agitaba exaltado en su sitio, como si quisiera demostrar ante todos los presentes su recién adquirida existencia.
—
¡Funciona, profesor! —declaró entonces Jack, triunfante. Alzó sus largos brazos con entusiasmo, dibujó una gigantesca sonrisa y luego se giró hacia la primer persona con la que se topó—:
¡Myxa, ha funcionado! —con una tremenda alegría, el esqueleto tomó a la chica de la cintura y la levantó en el aire, para después dar un par de vueltas sobre su sitio mientras cargaba con ella—.
¡Con esto, los Sincorazón no darán problemas nunca más!Hubo, sin embargo, unos segundos de silencio, en los que podía entenderse que no todos estaban de acuerdo con el Rey Calabaza. Aunque habían hecho el intento, al menos, y eso era mejor que nada.
Tenía que ser mejor que nada. Incluso Kazuki, Maestro de la Llave-Espada, se había decidido a colaborar con aquel experimento, después de todo. Cierto fundamento tenía que tener...
—
No tan rápido, Jack... —expresó el profesor, tomando el corazón entre sus manos e iniciando de nuevo su silla de ruedas. Sostuvo su creación en su regazo mientras con una mano dirigía el vehículo y con la otra se rascaba su cerebro expuesto—.
¿Pero cómo medir... la vida?Se giró luego hacia los Aprendices, como esperando alguna clase de respuesta. La primera que logró externalizar sus pensamientos fue Alexis, quien... simplemente se encogió de hombros.
—
¡Afortunadamente! —clamó el científico, intentando llamar la atención de los presentes para decir algo que probablemente consideraba de importancia—.
Tenemos el espécimen genérico perfecto para probar nuestra pequeña... suposición. Se acercó a su gigantesco libro, se estiró sobre su silla para alcanzar el borde de éste y, en lugar de pasar las páginas como había hecho antes, lo cerró de un fuerte golpe. Se quejó entre dientes mientras se esforzaba por tomar algo con sus cortos brazos y al mismo tiempo ponía cuidado en no dejar caer el corazón. Lo logró al final, no obstante; de alguna parte en el caos que era su escritorio, sacó...
Una cabeza. Ese hombre sí que estaba completamente chiflado. ¡Primero un corazón, y después una cabeza! ¿Cuántos órganos más podía tener escondidos allí?
Aunque, para ser justos, parecía ser completamente artificial. La bóveda del cráneo estaba hecha de metal, sujeto con tornillos y tuercas a un rostro, una vez más, hecho de algún tejido unido con costuras. Tenía varias virutas de aluminio a manera de cabello y un sólo ojo de color verde, pues la otra cuenca había quedado vacía.
El profesor primero le pasó un dedo por uno de sus puntiagudos dientes sucios, como revisando su filo, y luego metió la mano por la boca de aquel espécimen. Rebuscó en el interior por unos instantes, mientras se mordía el labio y hacía sonidos de frustración, hasta que finalmente algún mecanismo se activó y el cráneo de metal saltó hacia afuera como una tapa.
Simplemente metió el corazón dentro y lo volvió a cerrar.
—
Y aquí lo tenemos... tan sólo...Pero el científico tuvo que interrumpirse. Todo pasó tan rápido que nadie pudo haber descrito los acontecimientos con completa fidelidad. La cabeza casi al instante comenzó a sacudirse y su ojo verde comenzó a titilar como una lámpara intentando encenderse. El laboratorio también empezó a temblar, como si alguna fuerza externa estuviese haciendo efecto en él. Todos los recipientes, libros e instrumentos se menearon como si estuvieran en medio de un terremoto.
Alec sintió la mano de Jack presionando contra su sombrero y obligándolo a agacharse a la par que una gran garra de metal pasaba volando sobre su cabeza. Enix no tuvo tanta suerte y un ducto de ventilación viejo y empolvado lo golpeó en el costado, derribándolo al suelo. Myxa tuvo que retroceder al ver cómo la mesa de exploración se volcaba, desparramando todo por el piso, mientras un horno antiguo era arrancado de la pared y salía disparado en dirección al Doctor Finkelstein.
—
¡Cuidado!—
¡Sí, sí, sí! ¡Mi vehículo autónomo ha funcionado! ¡Es un éxito! ¿Lo has visto, Jack?Para suerte del científico, Kazuki fue lo suficientemente rápido para cruzar el laboratorio, eludir todo el desastre con un amplio salto, y rescatar al profesor del caos que pronto se le vendría encima. Su silla de ruedas, ahora vacía, quedó sepultada sobre un montón de piezas de metal, mientras el Maestro retrocedía con el pequeño científico en brazos.
—
¡Fuera todos, fuera!Más les valía obedecer a Jack. Fuese lo que fuese que se estuviera armando por sí mismo en medio del laboratorio, tenía pinta de ser peligroso. Sally prácticamente obligó a Myxa a seguirla al tomarla de la mano, a la par que el Rey Calabaza apremiaba a Alec con empujones en la espalda.
Cuando todos estuvieron fuera, contemplaron cómo el interior del laboratorio se iluminaba con un fulgor azulado. De alguna manera, las bobinas de Tesla se habían activado, inundando el sitio con electricidad libre. El sonido de las chispas y el metal golpeando metal resonaron en la torre ahora vacía, mientras sus antiguos residentes se esforzaban por recobrar el orden.
Kazuki posó al Doctor Finkelstein en el suelo, quien todavía se encontraba demasiado entusiasmado como para entender realmente la gravedad del asunto. Sally no habría soltado la mano de Myxa sino fuese porque Jack le pidió que retrocediera tanto como le fuese posible, mientras él salía prácticamente a zancadas por la puerta de reja.
—
¡Necesitamos al alcalde! —exclamó, explicando su partida—.
¡Lo que sea que sea eso, tiene que verlo! ¡Y tiene que saber que los Sincorazón son peligrosos también!Si realmente había terminado por verse convencido o si sólo lo decía debido a las circunstancias, los Aprendices no pudieron saberlo. Jack se alejó rápidamente con sus largas piernas, mientras Kazuki extendía un escudo mágico alrededor de todos.
—
¡Detenedlo!*¨*¨*Ba-dum. Ba-dum. Ba-dum.Aquel sonido que retumbaba en los oídos de Alec era una advertencia. Era atractivo e invitante, parecía rogarle que se sumiera en un largo sueño; pero también era de una naturaleza alarmante y fatal, recordándole que entregarle a la inconsciencia podía suponer no despertar.
Estaba sangrando. Por eso su corazón latía con tanta fuerza, porque se esforzaba por compensar las pérdidas que estaba sufriendo a través de la herida de su vientre. La garra se había clavado por su costado y había atravesado gran parte de su abdomen, haciendo estragos en su interior. No había palabras que pudiesen describir el insoportable ardor que lo obligaba a encogerse sobre sí mismo, tan abrasador y penetrante que sería capaz de delimitarlo con el dedo.
El mundo no se le escapaba, sin embargo. Si es esforzaba lo suficiente por no caer, podía ver y escuchar todo con suficiente claridad. Hablar y ponerse de pie también, aunque le costaría un sacrificio inhumano hacerlo. Luchar, eso sí, a menos que lo sanaran, ya no podría hacerlo de manera adecuada.
Quedarse quieto había sido un error monumental. Myxa había logrado acertarle con su hechizo eléctrico en el torso, produciéndole daños casi mínimos, pero sin duda presentes. El Experimento rugió con un chirrido metálico, expresando claramente que sentía dolor por la magia recibida... y sin embargo, su mano derecha, la gigantesca garra de metal, brilló con un aura azulada y comenzó a despedir chispas, como si toda la electricidad hubiese ido a parar allí.
El ser contraatacó, entonces. Myxa fue capaz de esquivarlo, pero Alec y Enix no tuvieron la misma suerte. Para empezar, se quedaron quietos en su sitio, por lo que el golpe del Experimento les dio de lleno. Especialmente al primero, que sintió cómo la punta de la garra cargada de electricidad se clavaba en su carne y luego, por el efecto de la estática, lo enviaba prácticamente disparado contra el muro.
Sally corrió a socorrerlo casi al instante. Prácticamente se lanzó al suelo junto a él y colocó su cabeza en su regazo, intentando ayudarlo pero sin saber qué hacer. Sus manos se posaron sobre la herida torpemente, manchándose de sangre; pero al ver que no eran de ninguna ayuda, sujetaron la cabeza de Alec con ternura, pero con suficiente firmeza para mantenerlo despierto.
—
Por favor, no vuelvas allí —le pidió, casi en un sollozo.
Myxa: 10/10 VIT — 6/8 PH
Alec: 13/20 VIT — 26/26 PH
Enix: 15/22 VIT— 14/14 PH