Perdona por haber tardado tanto en actualizar, el ordenador estos días me iba fatal y de un momento a otro se me cerraba el Chrome por unas descargas. Espero que no me vuelva a pasar.
Los dos hombres escucharon lo que Raymond tenía que contar en defensa del pequeño Moguri, quien se quedó atónito al oír al joven mentir por él. Ahora veía con otros ojos al blanco de sus travesuras.
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Estos niños de hoy en día... ¿es que acaso tus padres no te han dicho que es peligroso andar por estos distritos, muchacho? —expresó Merlín, el cual consiguió liberarse de Mogkú, quien se posó de nuevo en el hombro de Raymond. Finalmente, suspiró, como símbolo de obvia resignación—
Bueno, al menos no os ha pasado nada malo a los dos. Eh... ¿por dónde íbamos, Kazuki?El Maestro Kazuki seguía golpeando las paredes, haciendo que Merlín mostrase una mueca de desagrado.
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¡Kazuki, por mi barba y mi bigote te juro que este sitio est...!El Maestro siseó, ordenando a que Merlín callara. Éste se quedó extrañado, como si algo no fuera bien. Si Raymond observaba el rostro de Kazuki, sus ojeras eran menos pronunciadas, y parecía haberse tomado una gran dosis de cafeína, pues su cara tornaba más despierta que antes.
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¿Kazuki...? —Merlín insistió, ahora con un tono que decantaba algo de temor.
De repente, Raymond y Mogkú pudieron oírlo. En la lejanía, un sonido extraño. Piezas metálicas, pasos fantasmagóricos en el silencio del Distrito 3. Mogkú se acurrucó en el pecho de Raymond, temblando y completamente asustado.
Kazuki dio dos pasos seguros hacia una de las ventanas, tapada con una sucia cortina. Con cuidado, la apartó ligeramente para observar el exterior. De forma increíble logró apartarse a tiempo cuando una silueta oscura atravesó el cristal, rompiéndose la ventana en mil añicos. El ser que había sorprendido a los presentes en la casa abandonada pudieron comprobar que se trataba de una especie de ser bajito, vestido con piezas metálicas, su cabeza cubierta con un casco. Unas fieras garras y sus tenebrosos ojos amarillos se dirigieron hacia Raymond.
Pero antes de que aquel monstruo llegara a tocarle, un breve destello impactó sobre éste, haciéndolo desaparecer. Si Raymond conseguía abrir los ojos tras ese resplandor, se daría cuenta del origen de éste.
El hombre que se hacía llamar Kazuki empuñaba ahora una especie de arma, una espada. Pero con una forma muy extraña, peculiar, con tonos grisáceos, muy acorde con el aspecto de su dueño. Pero no había tiempo para más explicaciones. El panorama era espeluznante: tras haber hecho desaparecer a aquel sincorazón, del suelo surgieron dos, cuatro, diez, quince... hasta una veintena de sombras que cobraban vida propia para atacar a los inquilinos.
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¡Por mis tazas y teteras! —exclamó Merlín, sin dar crédito a lo que veían sus ojos.
Kazuki defendió los primeros ataques con su arma, evitando que el viejo Merlín y el joven Raymond y Mogkú sufrieran daño alguno. Sin embargo, aquello no pintaba bien. La casa no paraba de inundarse de aquellas espantosas criaturas. Hasta que consiguieron su propósito: inundarla, literalmente, con su oscuridad, tragándose a Kazuki, Merlín, Raymond y Mogkú.
Raymond podría luchar contra ellas, defender a Mogkú o, simplemente, si la oscuridad inundaba su corazón e irrumpía en sus miedos más profundos, dejarse llevar por ella, pues allí, el sueño y la muerte eran muy parecidas.
Sé que parece que te dejo sin muchas opciones, pero en realidad, te doy la oportunidad perfecta para que Raymond exprese su miedo o su valentía frente a los sincorazón, qué le intriga, y, si bien he leído en tu ficha, el deseo de ser Caballero de la Llave-Espada. ¡Esfuérzate en este post~!