[Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

TdP: Maya - BH: Nicoxa, Sheldon y Freya

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Zodiark » Lun Oct 12, 2015 6:48 pm

Por más que forzara la vista, no era capaz de ver nada raro, fuera de lo común. Era un parque de atracciones sin nada en especia. Lo único que me llamó la atención fue ver a las dos chicas de Bastión Hueco juntas, haciendo cola para subir a la montaña rusa. Menos mal, parecía que estaban entretenidas y no me buscarían al menos durante un rato.

¿A quién estás buscando? —preguntó de pronto Ettore a mi espalda.

Me giré para contestarle, con una mentira piadosa, obviamente, pero antes de poder siquiera abrir la boca, el chico continuó hablando:

Yo también estoy buscando a alguien. A mi hermana, Bianca. Se enfadó conmigo porque no quería venir aquí y se fue corriendo. Es una estúpida. En la Isla ya no tendremos que preocuparnos por adultos gruñones o profesores exigentes. A partir de ahora, solo estaremos ella y yo, haciendo lo que nos dé la gana. Y ese burro tonto, si de verdad quiere adoptarlo.

¿Se enfadó? ¿Por qué? Quiero decir, es un parque de atracciones... Quitando a los niños gamberros correteando, ensuciando y molestando... me parece un sitio divertido.

»Aunque comprendo que no quisiera separarse de vuestros padres... —me quedé pensativa unos segundos, mirando al suelo—. No es fácil separarse de tu familia tan repentinamente...

Es una niña rubia con dos trenzas ―dijo tras mirar por la ventana, con poco entusiasmo―. Si la ves, ¿podrías tirarle de una? Se lo merece.

Arqueé una ceja y le miré extrañada. ¿Acaso no se daba cuenta...?

Pero yo no lo haría contigo, ¿sabes? Es solo que ella… pues es más pequeña y... ―sí, efectivamente, sus rojas mejillas indicaban que se había dado cuenta―. Da igual.

Bueno, no le haré nada si la veo, pero le diré que quieres tirarle de sus trenzas tú mismo, ¿vale? —respondí dedicándola una sonrisa cómplice, intentando hacer que el chico se abriera mucho ya que se había quedado callado por completo, y de por sí no parecía muy extrovertido.

Me pasé el resto del viaje disfrutando de las vistas del parque desde la noria, ya que Ettore no parecía tener muchas ganas de hablar y ya había analizado todo lo que pude cada uno de los puntos importantes del lugar con la vista, poco podría encontrar ya.

Al final no he encontrado lo que buscaba en la noria—dije una vez ambos hubimos bajado de la atracción—. Tendré que explorar el parque personalmente...

Quería que el chico se interesase por aquello que estaba buscando, que, en realidad, no era nada concreto. No quería entrar en detalles, pero Ettore me podía ser de ayuda ya que seguramente conocía el parque de antemano. Ya que tenía algo de confianza con él, debía aprovechar su colaboración indirecta con mi misión.

Voy a ir a la Casa de la Vidente. Le pediré que me diga dónde está Bianca.

¿La Casa de la Vidente? Por el nombre, resultaba un lugar interesante y, sobre todo, útil. Quizá valía la pena ir a echar un vistazo y, quién sabe, preguntar algunos detalles sobre mi misión.

Si sigue enfurruñada, me iré a la Casa de las Riñas para jugar. He escuchado que hay un premio fabuloso para el ganador. ¿Quieres venir? Si te gusta, podría conseguírtelo. Soy bueno peleando.

¡Claro! —respondí, me había entrado curiosidad por aquel premio y, en cualquier caso, lo mejor iba a ser explorar todo el parque en profundidad. Aquella "Casa de las Riñas" parecía un lugar bastante concurrido por lo que había visto durante mi estancia en la noria, por lo que también valdría la pena echar un vistazo allí.

… un rufián y un ladronzuelo, eso es lo que…

Al oír aquella voz adulta, algo sorprendente y poco común en aquel lugar, a mi espalda, me giré para ver que se trataba del hombre grandullón que nos había abierto la entrada al parque. Por sus palabras, parecía algo enfadado, aunque con su cara de mala uva constante no era raro. Quizá había habido un conflicto o algo así, pero no quería perder de vista a Ettore, así que decidí acercarme al bar al que se dirigían él y la niña que le acompañaba cuando saliéramos de la Casa de las Riñas para ver si me enteraba de algo, si es que de veras había sucedido alguna cosa.

Así pues, me giré de nuevo y decidí seguir a Ettore hacia la Casa de la Vidente. En cualquier caso, y por el momento, lo más prudente iba a ser mantenerme alejada de la montaña rusa, donde se encontraban Nicoxa y Freya. Seguramente tendrían la mosca detrás de la oreja por mi repentina huida así que lo mejor era evitar interrogatorios innecesarios.
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Crystal » Dom Oct 18, 2015 3:09 pm

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Freya se aseguró en todo momento de que Bianca las seguía. Cada vez que la pobre gimoteaba, ella se sentía mal por no poder hacer nada para ayudarla. ¿Qué le pasaba?

No tardaron en llegar a la atracción, la cual estaba repleta de niños, y había una cola kilométrica. Ambas se pusieron al final, y mientras Nicoxa se encargaba de que nadie se les adelantase, Freya se escabulló un segundo para ver si localizaba a Maya. Pero no encontró a nadie.

Niña del demonio ―maldijo, situándose al lado de su compañera―. No se puede confiar en cierta gente del otro bando.

¡Eh, mirad, un burro!

Qué haces, ¿hablar a un espejo?

Los recién llegados empezaron a tirarle de las orejas a Bianca, a reírse de ella... El animal intentó deshacerse de ellos, buscando refugio entre las piernas de Freya. La aprendiza frunció el ceño, molesta. ¿Qué coño se habían creído? Aquella no era manera de tratar a un animal indefenso, por muy niños e inconscientes que fuesen.

Vamos a ver qué estáis haciendo QUÉ ESTÁIS HACIENDO —Se acercó a uno de los niños—. ¿A ti te gustaría que me pusiera a tirarte de las orejas y a reírme de lo enanísimo que eres? ¡¿EH?! ¿No verdad? Pues dejadla en paz que ella no os ha hecho nada. Ale fus fus.

Pero por mucho discurso que hiciese Nicoxa, los niños no tenían mucha intención de parar con aquella tontería.

¿Dónde lo habéis conseguido?

¿Y a ti qué te importa?

¿Vais a montar con él? ¡Qué tontas! ¡Eso está prohibido! —Era cierto. ¿Cómo iban a subir al burro a la atracción? Es más, Freya se giró para mirar en la misma dirección que Nicoxa, y se encontró con aquel cartel de prohibición de burros. Qué absurdo, ¿y un gato sí se podía subir? Su compañera la miró con preocupación, y ella se limitó a encogerse de hombros.

Tendremos que encontrar una solución.

¡Nosotros os lo cuidamos! ―Freya se quedó unos instantes en silencio para más tarde empezar a reír a la vez que Nicoxa.

¡Sí hombre! Antes la tiro por un barranco que dejarla con vosotros —Les sacó la lengua— No te preocupes linda que estaba exagerando

No estoy muy segura de eso último...

Freya, tía... —empezó a decir— Creo que no vamos a poder subir las tres, y dejar a Bianca aquí sola o con estos diablillos no es una opción. Pero por otro lado ya que hemos venido hasta aquí sería una pena que ninguna de las dos se suba...

¿Qué insinúas? —enarcó una ceja; sabía perfectamente qué quería decir, pero necesitaba escucharlo de su boca.

»¿Y si echamos a suertes quien sube y quien se queda aquí esperando con ella? —Qué remedio. La pelirrosa asintió con la cabeza— Venga, ¿pares o nones? ¡Yo pares!

¿Para qué preguntas si escoges primero? —Se llevó la mano a la frente, desesperada—. Pues nones.

Hicieron la cuenta atrás y ambas sacaron sus dedos a la vez. Freya había optado por el número cuatro, y Nicoxa seis. Diez, por lo tanto pares. La pelirrosa no pudo evitar poner los ojos en blanco cuando la otra aprendiz la abrazó, intentando que no se sintiese mal. Entre el asunto de los niños y esto, estaba empezando a cansarse.

Bueno los juegos de azar son así, ¡lo siento!

No importa —suspiró—. Otra vez será. Yo me quedaré aquí con Bianca.

En realidad, estaba convencida que nadie mejor que ella para haberse quedado con el animal. Probablemente si lo hubiese hecho Nicoxa, los niños hubiesen acabado encima de ella cabalgándola, y no era cuestión de perder ni a Bianca ni a Nicoxa. Así que se quedó esperando cerca de la cola a que la peliazul bajase.

Mira que no me mareo con los barcos pero esto... —Freya se mordió el labio, muriéndose de ganas por haber probado aquel mareo—. Bueno... creo que deberíamos centrarnos en la misión, que con todo este ambiente casi se me olvida

Sí, mejor.

¿Qué te parece si vamos a ver a la vidente esa y le hacemos algunas preguntas? Una podría preguntar algo sobre el ladrón que buscamos y la otra sobre el paradero de Maya

Juro que si la encuentro pienso arrastarla cogida por las trenzas por el parque —Rápidamente rectificó—. Siento si ha sonado algo brusco... Es que me da rabia que no podamos colaborar entre todas. O que pueda conseguir información antes que nosotras.

Y luego si quieres podemos ir al circo, por si acaso la bruja esa nos quiere timar, y le pedimos ayuda al Sr. Giorgo —se agachó para ponerse junto a Bianca— ¡Y así te llevamos con tus amiguitos! ¿Te apetece?

¿Crees que habrá más animales por el parque, Nicoxa? —Le preguntó seriamente—. Quiero decir... Encontrarse a un burro ya es raro. Pero un burro vestido ya está muy fuera de lo normal. Y no creo que haya nadie en el parque que se dedique a vestir animales... ¿No?

»En fin, la idea me parece bien. Espero que encontremos más información y podamos ayudar a Bianca.

Antes de empezar a caminar, Freya se agachó para acariciar a Bianca con cuidado. Temía que el plan de la vidente no sirviese de nada, y que tampoco pudiesen confiar en el tal Sr. Giorgio. ¿Qué sería de ellas entonces?
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Nell » Dom Oct 18, 2015 9:46 pm

Freya y Nicoxa


Las aprendizas lograron disipar cualquier pensamiento malintencionado hacia el burro de los niños, al plantarles cara y negarse a dejarles el burro (uno incluso se puso a llorar cuando Nicoxa lo llamó enano). Y además, al rifarse el privilegio de subirse a la montaña rusa, no tuvieron que abandonar al burro. Nicoxa se lo pasó pipa y, por si eso no fuera suficiente, se encontró con un papel bajo su asiento (que alguien había pegado con chicle) en el que se leía «pase de la Vidente». Por otro lado, Freya cuidó al animal y este pareció mucho más amigable con ella.

Cuando Nicoxa bajó de la atracción, las aprendizas se pusieron de acuerdo para ir a ver a la Vidente y, de no lograr nada, acudirían al Sr. Giorgio. El burro rebuznó y negó varias veces la cabeza ante esta última propuesta, pero como era un burro, a lo mejor no había que hacerle mucho caso.


Todos


La Casa de la Vidente era una pequeña carpa, muy cerca de la entrada del parque, ahora cerrada. El interior estaba oscuro, aunque no había mucho que ver: alguien había colocado una máquina al fondo, en cuyo interior se veía la escultura de una bruja frente a una bola de cristal, vestida con ropas de Agrabah y fea, muy fea.

La máquina no tenía botones, sino ranuras: una para insertar los pases y otra para expulsar las predicciones de la Vidente, como informaba un cartel pegado al lado de la bruja. A este se le había añadido otro posteriormente, en el que se detallaba que para pedir una visión, se requería un de un pase especial (tras meterlo, había que plantearle la pregunta en voz alta), que se podía conseguir como premio por concursos, exhibiciones, ocultos por el parque o por medio de los «encargados».

Ettore se había mostrado entusiasmado de que Maya quisiera acompañarlo. Le contó que Bianca no había querido acompañarle al parque de atracciones porque no le gustaba el hombre que les había invitado a él. Además, quería volver con sus padres, aunque estos hacía tiempo que se habían despreocupado de sus hijos. Repitió que era una estúpida y que la Isla era lo mejor que les había ocurrido a los hermanos en mucho tiempo.

Al ver que el viaje había sido en balde, no se desanimó. Se limitó a encogerse de hombros y desestimar la «atracción».

Vaya pérdida de tiempo. ¿Por qué piden un pase para la Vidente y para las demás atracciones no? ―Miró la máquina por encima del hombro, como si le hubiera ofendido―. Vamos a la Casa de las Riñas, allí al menos habrá un poco de diversión.

En ese momento llegaron Nicoxa y Freya, acompañadas por el burro. Ettore apenas atendería a la conversación que mantuvieran las aprendizas, puesto que sus ojos se fijaron en el animal, escudriñándolo. Cuando hubieran acabado de hablar entre ellas, se acercaría a Freya para preguntarla:

¿De dónde has sacado a este burro? Estoy casi seguro de que es el de mi hermana. ―Tras iniciar la conversación, se inclinó sobre él para mirarle el collar―. Sí, es el suyo, le escribió aquí el nombre para no perderlo, la muy tonta. Nos lo encontramos en el barco que nos trajo hasta aquí. Estaba escondido en una bodega llena de jaulas y se empeñó en cuidarlo, aunque el burro no parecía querer ni pisar la Isla. ―Le dio un pequeño tirón de la oreja y el burro rebuznó, aunque no se alejó de Ettore―. Y supongo que se ha olvidado de él en algún lado. Déjamelo a mí. Estoy buscándola y cuando la encuentre, se lo devolveré ―le ofreció.

Freya podía aceptar o rechazar la propuesta. Ettore no parecía tenerle mucho cariño al animal, pero afirmaba que la «supuesta» dueña era su hermana, por lo que era de prever que se lo llevara tal y como decía. Sin embargo, esta misma ya lo había perdido una vez y puede que volviera a hacerlo. Si Freya rehusaba entregárselo, Ettore no replicaría, sino que estaría de acuerdo con decirle a Bianca que olvidara al burro y le pediría a Freya que fingiera que era otro, si las dos se encontraban.

El rencuentro entre las aprendizas podía desajustar sus planes. Freya y Nicoxa habían acordado ir a ver al Sr. Giorgio; Maya, en cambio, iba a acompañar a Ettore a la Casa de las Riñas. Durante su intercambio de información, se habrían dado cuenta de que ninguna había logrado avanzar en la investigación sobre el ladrón. Cuanto más tiempo pasaba, más posible era que abandonara el mundo. Sin embargo, sin pistas, no tenían nada que hacer.

Entonces, les cayó una del cielo (casi literalmente). Por encima del ruido y griterío imperante en el parque, y aún desde el interior de la carpa de la Vidente, escucharían la melodía de un arpa. Sonaba por todo el recinto, como si hubiese altavoces reproduciéndola, y era difícil precisar su punto de origen. No obstante, al asomarse al exterior, verían a una serie de niños caminando en fila y automatizados hacia el circo. Los demás parecían ignorar la nueva música, aunque se notaba que a alguno le incomodaba.

Ettore miraba hacia la fila, curioso.

Qué voz más bonita ―comentó. Ninguna de las aprendices escuchaba dicha voz. Solo el arpa―. Pero prefiero ir a la Casa de las Riñas. ¿Qué quieres hacer, Maya? ―le preguntó. A pesar de sus intenciones, daba la impresión de que estaba abierto a propuestas de la niña, con tal de no separarse de ella.

Por otro lado, el burro también pareció interesado por la música. Empezó a avanzar hacia la fila, para colocarse en último lugar, si nadie se lo impedía.

Dada la situación, las aprendizas podían ir en piña o separarse de nuevo, y dependiendo de eso…


La Casa de las Riñas


En la entrada de la Casa de las Riñas (otra carpa, pero muchísimo más gigantesca y cuya luz interior permitía ver sombras de niños emocionados por el combate), había un cartel que dividía a los participantes entre luchadores y apostadores. Según lo que fueran, entraban por la izquierda o por la derecha, respectivamente. Al parecer no se podía ser un simple espectador.

En el caso de los luchadores, el comentarista les contaría lo que quisieran saber sobre el premio (se comentaba que era un collar brillante) y las reglas de la competición. En el de los apostadores, un niño registraba cuáles eran las apuestas e informaba todo lo que supiera sobre los luchadores, aunque la mayoría apostaba al tuntún. Todo era, sorprendentemente, en platines.

Si Ettore iba, querría entrar por el lado de los luchadores, como ya había dicho.


El Circo


Si avanzaban hasta el Circo ignorando la cola se encontrarían con que la entrada estaba bloqueada por una chica, que cada cierto tiempo dejaba pasar a uno de los niños que hacían cola. Iba vestida como si fuera a hacer un espectáculo y se estaba tomando muy en serio que se respetara la cola, vociferando a cualquiera que intentara colarse.

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Al ver que las aprendizas se acercaban, las instaría a ir al último sitio de la fila y esperar como los demás. No les iba a dejar pasar, aunque quizá podían intentar preguntarle algo, sobonarle o suplicarle. Además, comprobarían en las cercanías del Circo que, efectivamente, la melodía del arpa procedía de su interior.

Por otro lado, podían probar a hacer cola para pasar, pero parecía que iba a llevarles algo de rato. Que, por supuesto, podía sufrirlo solo una (reservando sitio a las demás, como se ha hecho de toda la vida) o aprovechar el rato en preguntar al resto de niños de la cola.


Fecha límite: 23 de octubre.
(Podéis ir a cualquier otro lugar que no sean las Riñas o el Circo, pero doy por hecho que son ahora los que tienen vuestro interés).
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Zodiark » Mar Nov 03, 2015 4:13 pm

¿Este cacharro es la famosa vidente? —dije, mirando la máquina con una mueca de asco y decepción.

Vaya pérdida de tiempo —comentó Ettore, a lo que respondí asintiendo—. ¿Por qué piden un pase para la Vidente y para las demás atracciones no? Vamos a la Casa de las Riñas, allí al menos habrá un poco de diversión.

En ese momento, aparecieron las dos chicas de Bastión Hueco, acompañadas del burro que había aparecido antes de separarme de ellas, en la carpa. Sonreí, nerviosa, ya que me había largado sin decirles nada y seguramente estarían enfadadas por ello, y les dije:

Hola, chicas. He ido a curiosear en la noria y parece que nos hemos perdido de vista... —añadí, intentando disimular un poco, aunque tampoco era del todo mentira.

Me resigné y decidí que si teníamos que ir juntas, que así fuese. Después de todo, lo que me pidió Kazuki fue que llevase al ladrón a Tierra de Partida después de pillarle, así que tampoco hacía falta estar buscando a escondidas si podíamos trabajar juntas para encontrarle y llevármelo después.

El burro pareció llamar la atención de Ettore, que aseguraba que era de su hermana Bianca, y le pidió a Freya que le dejase ir con ella ya que estaba buscando a su dueña. Después de que ésta aceptase o no, quise preguntarles si habían encontrado algo, además del burro. Algo relativo al ladrón, a poder ser.

¿Habéis descubierto algo acerca de... ya sabéis quién? —pregunté sin hacer mención explícita al ladrón, para que Ettore no se enterase, después de todo nosotros no podíamos interferir en los asuntos internos de los mundos, así que supuse que al revés se aplicaría la misma norma, y personas de esos mundos que nada tenían que ver con los asuntos de la Orden no debían verse envueltos en ellos—. Yo no he encontrado nada, pero si habéis conseguido algún pase para la vidente, podríamos probar suerte —comenté, señalando la máquina que había detrás de nosotros con el pulgar.

Fue entonces cuando el melódico sonido de un arpa comenzó a sonar, alertándome. Venía de afuera, aunque a pesar de estar en el interior de la carpa podía oírse a la perfección. Me apresuré a salir, sólo para toparme con una larguísima fila de niños cuyo origen era la carpa del circo.

Qué voz más bonita.

¿Voz? —pensé en voz alta, extrañada. Yo no oía ninguna voz, sólo el arpa.

Pero prefiero ir a la Casa de las Riñas. ¿Qué quieres hacer, Maya?

Voy contigo.

Comencé a caminar junto al chico y me acompañasen Freya y Nicoxa o no, iría a la Casa de las Riñas. Aunque ahora que había visto la enorme cola del circo, tenía muchísima curiosidad, así que decidí cuál sería mi siguiente destino.

¿Sabes si van a hacer algo en el circo? Hay mucha cola —pregunté a Ettore—. ¿Podríamos ir después, cuando esté más vacío? Tengo que atender un asunto allí... —añadí, recordando las palabras del Señor Giorgio.

Pronto llegamos a la famosa Casa de las Riñas. Al parecer no se podía ser simplemente un mero espectador, sino un luchador o un apostador, así que opté por ver el jaleo desde lejos aunque fuese a costa de unos pocos platines. Deseé suerte a Ettore antes de separarnos, y me acerqué al niño que registraba las apuestas y daba información sobre los luchadores. Le pedí que me dijese todo lo que pudiera sobre Ettore, si es que tenía alguna información sobre él, y después apostaría mil platines a favor del susodicho.
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Crystal » Sab Nov 07, 2015 2:00 am

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Ya hemos llegado.

Freya lideró el paso, acompañada de Bianca y asegurándose de que Nicoxa la seguía. La Casa de la Vidente era pequeña y su interior estaba bastante oscuro. No había mucho en lo que fijarse, pero la aprendiza reparó en la máquina del fondo, la cual guardaba una bruja frente a una bola de cristal. Aquel artefacto era el que expulsaba las predicciones de la Vidente. Menuda tontería... no parecía muy fiable.

¿Esa cosa funciona? ―Miró a Nicoxa, no muy convencida.

Fue en ese momento en el que la pelirrosa reparó en la presencia de la pequeña granuja de Tierra de Partida. Finalmente, después de tanto buscarla, la habían encontrado. No pudo reprimir el pequeño tic que empezaba a tener en el ojo; se alegraba de tenerla allí delante, pero no podía ni verla después de que hubiese huido de aquella manera.

Hola, chicas. He ido a curiosear en la noria y parece que nos hemos perdido de vista...

Descuida, que la próxima vez que vayas a curiosear a la noria, te colgaré de las tren...

No completó su frase, puesto que se fijó en aquel chico que no le quitaba el ojo a Bianca. Se acercó al pequeño animal de nuevo, acariciándolo.

¿De dónde has sacado a este burro? Estoy casi seguro de que es el de mi hermana. ―Se inclinó sobre él para mirarle el collar―. Sí, es el suyo, le escribió aquí el nombre para no perderlo, la muy tonta. Nos lo encontramos en el barco que nos trajo hasta aquí. Estaba escondido en una bodega llena de jaulas y se empeñó en cuidarlo, aunque el burro no parecía querer ni pisar la Isla. ―Le dio un pequeño tirón de la oreja―. Y supongo que se ha olvidado de él en algún lado. Déjamelo a mí. Estoy buscándola y cuando la encuentre, se lo devolveré.

Freya negó con la cabeza rápidamente. No iba a dejarle a Bianca a aquel desconocido, por mucho que afirmase que se trataba del animal de su hermana. ¡Podría tratarse de una mentira! Ella podría hacerse cargo del burrito con la ayuda de Nicoxa. Se veía tan inocente que se hubiese sentido culpable si se lo hubiera entregado. A cambio entonces, fingirían que era otro burro si la hermana aparecía.

¿Habéis descubierto algo acerca de... ya sabéis quién? —preguntó—. Yo no he encontrado nada, pero si habéis conseguido algún pase para la vidente, podríamos probar suerte.

No, no tenemos nada aún. Pero deberíamos darnos prisa en encontrar al menos alguna pista...

Entonces, una preciosa melodía de un arpa empezó a sonar por el lugar. ¿De dónde venía aquella música? No tuvo mucho tiempo para hacerse preguntas, pues al ver que Maya seguía, no dudó en ir tras ella por si intentaba huir de nuevo. Allí fuera se encontraron con otra larga cola de niños.

Pero prefiero ir a la Casa de las Riñas. ¿Qué quieres hacer, Maya?

Voy contigo.

La pelirrosa detuvo al burro, que parecía interesado por la música, y miró a su compañera de bando.

No vamos a dejarla ir a su rollo de nuevo, ¿verdad? —preguntó con seriedad—. Sigámosla.

Ambas aprendizas siguieron a la renacuaja de trenzas y su nuevo amigo hasta un nuevo recinto: La Casa de las Riñas. Le supo algo mal el hecho de haber detenido a Bianca cuando ella tenía ganas de ir al Circo, pero se prometió que ya pasarían por allí más adelante.

Al llegar a aquel sitio, se encontraron con un cartel que dividía a los participantes entre luchadores y apostadores. No se podía ser un mero espectador, y eso frustró un poco a Freya.

Al ver que el chico y Maya separaban sus caminos, volvió a girarse hacia Nicoxa, señalando a Bianca.

Esta vez cuidas tú a Bianca, ¿está bien? —propondría, amablemente—. Yo voy hacia dónde ha ido el chico ese. ¡Quizás el premio sea interesante! —Frotó su nuca—. O bueno, quizás solo obtenga información. Pero la idea es encontrar algo ya.

»Tú no pierdas de vista a la niña de las trenzas. Esta vez tenemos que ser más astutas que ella. ¡Nos vemos a la salida!

Freya se despidió de su compañera y de Bianca y se adentró en el camino de la izquierda. Allí buscaría con la mirada al chico aquel, y se acercaría a él para no perderle de vista.

Perdone —No pudo contener las ganas de preguntarle al comentarista—. ¿Qué utilidad tiene el premio?

Después de aquello, esperaría a las reglas de la competición y rezaría por no haberse equivocado de camino.

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Acciones acordadas previamente con Sito ^^
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Sito » Lun Nov 09, 2015 1:36 am

No podía evitar sentirse un poco decepcionada al ver cómo era la casa de la vidente. Se esperaba a una vieja fea y siniestra, y aunque había una ella creía que sería de carne y hueso y no de plástico o lo que fuera eso. Se acercó un poco y la examinó con una ceja levantada.

¿Esa cosa funciona? ―preguntó su compañera con desconfianza. Ella negó con la cabeza, ya que tenía las mismas dudas que Freya.

Las dos chicas de Bastión Hueco, acompañadas por Bianca, se dieron cuenta en ese preciso instante de que alguien más estaba en el puesto de la vidente con ellas. Maya, la chiquilla que se estaba haciendo la misión junto a ellas se encontraba ahí.

Hola, chicas. He ido a curiosear en la noria y parece que nos hemos perdido de vista...

Nicoxa puso sus manos en las caderas y se acercó a la niña.

No te vuelvas a separar de nosotras, que mira ya casi te habíamos encontrado una sustituta —señaló a Bianca, que no sabía si Maya se había separado antes del encuentro con el burro o después. Esbozó una sonrisa traviesa—. ¡Ella al menos nos hace caso!

Descuida, que la próxima vez que vayas a curiosear a la noria, te colgaré de las tren...

Algo interrumpió la agresiva charla de Freya. Ambas repararon a la vez en la presencia de un chico más en el lugar, uno que además parecía estar acompañando a Maya y tendría una edad similar.

«Ois, el amor. ¿Están ya en la edad...?» La idea que se le estaba pasando a Nico por la cabeza le parecía monísima, aunque quizás esos niños eran aún muy jóvenes para enamorarse...

¿De dónde has sacado a este burro? Estoy casi seguro de que es el de mi hermana. ―Comenzó a decir el chico mientras examinaba el collar de Bianca―. Sí, es el suyo, le escribió aquí el nombre para no perderlo, la muy tonta. Nos lo encontramos en el barco que nos trajo hasta aquí. Estaba escondido en una bodega llena de jaulas y se empeñó en cuidarlo, aunque el burro no parecía querer ni pisar la Isla. ―Aunque le tiró de la oreja al burro, este no se alejó. Quizás estaba diciendo la verdad―. Y supongo que se ha olvidado de él en algún lado. Déjamelo a mí. Estoy buscándola y cuando la encuentre, se lo devolveré.

Freya decidió no entregárselo, y como Bianca parecía tenerle más cariño a su compañera le pareció bien que ella escogiera qué hacer. No obstante Nicoxa le susurró a la pelirrosa lo de la reacción del burro por si no se había dado cuenta; le pareció un poco sospechoso y digno de mencionar.

¿Habéis descubierto algo acerca de... ya sabéis quién? —se interesó Maya—. Yo no he encontrado nada, pero si habéis conseguido algún pase para la vidente, podríamos probar suerte.

No, no tenemos nada aún. Pero deberíamos darnos prisa en encontrar al menos alguna pista...

Nicoxa sacó del bolsillo el pase que había encontrado en la montaña rusa. Si Maya no llega a mencionarlo quizás se le habría olvidado por completo.

¡Uy, es verdad! Yo encontré uno en la montaña rusa —le sacó la lengua a Maya para darle envidia, seguro que había sido más entretenida que la noria—. Vamos a probar suerte a ver, no hay nada que perder.

Metió el pase en la ranura y formuló su pregunta tras aclararse la garganta.

Oh, bella vidente —le entró la risa y tosió para recuperar la compostura—, ¿podrías decirme a quién pertenece la capa que oculta Maya bajo el sombrero?

No esperaba para nada que aquella máquina fuera capaz de responder a una pregunta tan compleja, pero al menos así daría uso al pase.

Tras el místico momento de adivinación una música peculiar empezó a sonar por el parque, parecía un arpa. Nico se asomó un momento fuera para intentar averiguar la procedencia del sonido. Parecía que venía del circo.

Lo más raro de todo es que un grupo de niños se dirigía hacia allí, pero con unos andares y posturas muy raras, como si estuvieran poseídos.

Qué voz más bonita.

¿Voz? —comentó Maya, extrañada. Parecía que las aprendizas no eran capaces de escuchar nada más que el arpa.

El hecho de que Maya tampoco pudiera desmontó la teoría que Nicoxa había creado en su cabeza sobre que sólo los niños podían escuchar esa voz. Aunque tampoco entendía muy bien qué era lo que estaba ocurriendo puesto que el acompañante de la niña aunque si parecía poder escucharla no estaba reaccionando igual que los otros chicos.

Con muchas dudas en mente, Nico se acercó al chico para preguntarle una cosa:

¿Y qué es lo que dice esa voz exactamente?

Menos mal que Freya detuvo a Bianca a tiempo, porque también parecía muy interesada por unirse a los niños poseídos. A Nico le preocupaba mucho todo eso, pero inexplicablemente Maya tenía como prioridad ir a la Casa de las Riñas y como tenía la capa y no parecía que fuera a cedérsela a ellas tan fácilmente se resignaron y la acompañaron hasta allí.

Una vez llegaron comprobaron que para entrar tenías que luchar o apostar: no podías meterte dentro gratuitamente o sin jugarte el tipo, vamos.

El chico que acompañaba a Maya se metió por la parte de los luchadores. ¡Y la niña con lo inocente que parecía apostó por él! Nico miró sorprendida a Freya, a la espera de su decisión.

Esta vez cuidas tú a Bianca, ¿está bien? —propuso con amabilidad y Nico aceptó, agarrando con cariño el collar de Bianca para que no se alejara—. Yo voy hacia dónde ha ido el chico ese. ¡Quizás el premio sea interesante! —Nico se llevó las manos a la boca, sorprendida. No temía por la seguridad de Freya puesto que los rivales eran niños, pero le pareció extraño que tomara esa decisión. Quizás no lo habría pensado por la impresión que tenía de ella—. O bueno, quizás solo obtenga información. Pero la idea es encontrar algo ya.

»Tú no pierdas de vista a la niña de las trenzas. Esta vez tenemos que ser más astutas que ella. ¡Nos vemos a la salida!

Descuida, no me separaré de ella —con la mano libre chocó con su compañera y le sonrió—. ¡Ánimo tía! Tienes que ganar porque voy a apostar por ti, ¿vale?

La despidió y se puso al lado de Maya para observar los combates tras apostar 3000 platines por la victoria de Freya.
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Nell » Vie Dic 11, 2015 1:33 am

Después de que Nicoxa introdujera el vale en la máquina, la vidente no se hizo de rogar: expulsó una tarjetita donde la aprendiza podía leer la siguiente predicción:

«Veo el futuro, no el pasado ni el presente, so boba».

Sin embargo, unos segundos después, dejó caer otra, que llevaba un mensaje ligeramente más amable:

«Está bien, ahí va: vuestro objetivo le pegará un puñetazo a tu compañera si no consigue un colirio antes. Deséala suerte».

Más tarde, de camino todos juntos a la Casa de las Riñas, cuando Ettore escuchó la voz, Maya y Nicoxa le preguntaron acerca de esta. El chico pareció confuso, aunque intentó concentrarse para entender las palabras.

Está cantando. Una mujer. Habla de la alegría de volver al hogar ―explicó vagamente―. Dice cosas muy raras que no comprendo ―reconoció.

Y ya no habló más del tema, pues llegaron a la Casa de las Riñas y tuvieron que dividirse. Aunque antes de hacerlo, Ettore, muy directo, le dijo a Maya:

Me han dicho antes que el premio es un collar. Si es de chica, te lo regalaré y luego iremos al circo ―prometió, en referencia a la anterior petición de la niña.

Luego, Nicoxa se quedó con el burro y entró detrás de Maya a la zona de apostadores, donde nadie le puso ninguna pega sobre el animal. Por otro lado, Ettore y Freya fueron a los vestuarios.

~~~


Freya comprobó que en los vestuarios había poca gente. La mayoría eran niños de menor estatura que ella, pegando puñetazos o patadas al aire para calentar. De hecho, Ettore la ignoró y, una vez inscrito con el comentarista, se puso a hacer ejercicios similares.

Después de despachar al chico, el comentarista, que era un niño mucho más pequeño que todos los allí reunidos, con un bombín gracioso que le tapaba los ojos, se giró hacia Freya para preguntarle por su nombre y poder registrarla. Al parecer, habían cambiado las reglas hacía pocos minutos e iban a ir entrando de uno en uno para pelear contra un solo chico.

¡Todo vale! ―le explicó, con voz chillona―. Pega, muerde, araña y patea. ¡Pero nada de armas! ¡El público quiere acción! Tú haz lo que puedas. Tu contrincante ya lleva veinte bajas. Si nadie lo abate en una hora, se queda con el premio: ¡el collar! ―señaló a una vitrina que había al fondo―. Quien acabe con él, ocupa su lugar y así hasta que nadie quiera enfrentarse al vencedor. Creo que eres la última que va a registrarse. Nadie quiere luchar contra él después de ver los demás combates. ¡Los últimos que quedáis sois los ilusos! ―rio.

Si Freya tenía alguna duda, se quedaría para solucionársela rápidamente. Sin embargo, el niño tenía prisa por salir otra vez al ring y anunciar la lista de los últimos participantes de la Riña. Puesto que era la última, tendría que hacer tiempo mientras tanto.

Podía aprovechar el tiempo para varias tareas: calentar (tan hábilmente como el resto de sus compañeros), observar el collar o cotillear los combates.

Al acercarse al premio, comprobaría varias cosas. En primer lugar, los rumores tenían razón: brillaba. Debía de ser algo mágico, claro, porque por lo demás parecía normal. El letrero decía explícitamente: «Collar Prisa». Por otro lado, se daría cuenta de que nadie lo estaba vigilando. Lo único que la separaba del collar era el cristal de la vitrina. Ni siquiera el resto de la sala se había acercado a echarle un vistazo, porque nadie estaba allí por el trofeo, sino por la pelea. Y seguramente ni se molestaran en investigar el robo.

Y por supuesto, la opción más tentadora sería la de espiar los combates previos al suyo. De hecho, Ettore ya había descorrido por un lado la cortina que les separaba del ring para mirar. Si Freya se mostraba interesada, se apartaría para dejarle un hueco y mirar juntos. Nadie les regañaría, porque, ¡todo vale!

En la otra parte de la carpa, Maya y Nicoxa se toparon con el niño que estaba registrando las apuestas. Este hizo amago de explicarles uno por uno la información de la que disponía sobre los luchadores, pero al ver que tenían muy claro sus apuestas, se calló y apuntó las cifras. Solo atendió la petición personal de Maya:

―No sé mucho de él, acaba de entrar. Pero el comentarista me pasará pronto la información. Te la apuntaré y te la llevaré cuando la tenga.

Después, les indicó que pusieran donde quisieran. El espacio era amplio, pero ya estaba abarrotado por un montón de niños que se aglomeraban alrededor de un cuadrilátero algo elevado, lo suficiente como para que hubiera alguno que necesitara ponerse sobre los hombros de otro para ver bien (Maya necesitaría estar como mínimo de puntillas). Y tras ellas, entraban más, por lo que más les valía que se anclaran en algún sitio lo más próximo posible al ring. Y de paso dar unos cuantos codazos para acercarse y ver algo. Porque ya había alguien subido.

Se trataba de un chico joven, mayor a la media del parque, de cabello largo y castaño. Tenía un par de magulladuras y cortes en la cara, por haber estado luchando antes, pero nada más. Estaba acuclillado a un lado del cuadrilátero, de espaldas al público, y parecía aburrido. Si Maya o Nicoxa se acercaban, podrían hablar con él. Al fin y al cabo, ambas le conocían, ya fuera de vista o de oídas.

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Freya probablemente le reconociera más fácilmente, ya que ambos habían convivido durante más tiempo en el mismo castillo, aunque la aprendiza no hubiese hablado nunca con él.

Unos minutos después, el chico se hizo paso entre la multitud (era tan pequeño que podía escurrirse entre ellos) para llegar hasta Maya y entregarle una hoja doblada, donde figuraba la información que le había pedido sobre Ettore:

Ettore. 1’53 cms. Peso 39 kg. Más o menos. Tiene una hermana, Bianca, que ha intentado robar el premio antes (la han llevado a un tal Sr. Giorgio para recibir un castigo). Él no lo sabe. Se ha criado en la calle: sabe puñetazos y patadas, pero no parece saber técnicas avanzadas, ni ejecutar prácticas como meter los dedos en la nariz o presionar los ojos.


No servía de mucho en términos de lucha.

El niño se quedó un momento más para saber si Maya o Nicoxa querían más información de alguno de los participantes. Sin embargo, ahora tenía un precio: tendrían que pagar mil platines por la información de cada luchador. Y no había regateo posible, porque los combates estaban a punto de empezar, las apuestas se habían cerrado y el niño no iba a ganar más beneficios por dárselo o no. En cuanto finalizara el «negocio», volvería a su sitio para gestionar las apuestas.

De hecho, en ese momento, salió el comentarista de los vestuarios, entró al cuadrilátero y anunció:

¡Bienvenidos de nuevo, visitantes! No os voy a aburrir con uno de esos discursos tontos de los mayores. Empecemos con la última ronda de peleas de la Riña y ¡que gane el que dé más mamporros!

Enarbolando una lista donde había ido apuntando a los participantes, llamó al primero, que salió con actitud rabiosa de los vestuarios. Debía de conocer el protocolo, porque se posicionó rápido en la esquina contraria a la del aprendiz y esperó. El árbitro se apresuró a ponerse en una tabla fuera del ring, se sacó un mini-gong del bolsillo y le dio un puñetazo, con el que dio inicio a la lucha y, de paso, se le puso la mano roja.

Fue breve. Muy, muy breve. El primer chico se lanzó para intentar pegarle un puñetazo, pero ni siquiera llegó. En algún momento se hizo un lío de pies y se estampó de morros contra el suelo. Al intentar incorporarse, el aprendiz le golpeó con una patada en la cara que lo dejó K.O. Y, cómo no, el público lo ovacionó.

La siguiente lucha fue similar. En este caso, al sonar otra vez el gong, el rival del aprendiz intentó moverse, pero no pudo, como si sus piernas se hubieran quedado clavadas en el suelo. Este se acercó para golpearle directamente y, cuando cayó al ring inconsciente, sus piernas volvían a estar libres. El próximo que le sustituyó se quedó prácticamente dormido al comienzo y tuvieron que sacarle a rastras.

El comentarista estaba extasiado con los resultados.

¡Sorprendente, sorprendente! ¡Estamos asistiendo a un espectáculo genial!

Nadie pareció darse cuenta de la suerte del aprendiz, ni de cómo sus rivales eran patéticos. Los niños alrededor de Maya y Nicoxa solo querían ver que había pelea y acción, no les importaba el resultado ni sabían que podía haber batallas más intensas que dos niños intentando morderse los dedos mutuamente.

De vez en cuando, alguno de sus contrincantes lograba asestarle algún puñetazo o alguna patada, pero el aprendiz salió airoso de todos los encuentros. Hubo más niños desmayados, paralizados y confusos. Entonces, llegó el turno de Ettore, que se despidió de Freya con un movimiento seco de cabeza y salió al ring.

¡Aquí está nuestro penúltimo participante! Gane quien gane, ¡solo le quedará un rival!

Ettore temblaba ligeramente, fuera de nervios o de miedo. Cuando sonó el gong, no se abalanzó sobre el aprendiz como los demás, sino que se desplazó hacia un lado y esperó a que él hiciera el primer movimiento. Como había estado viendo el resto de combates, sabía que una confrontación directa sería peligrosa. Sin embargo, no le sirvió de nada. Antes de que ninguno de acercase al otro, Ettore se llevó una mano a la cabeza, como si estuviera mareado, y luego a la boca, antes de girarse y vomitar fuera del ring. Todos los niños cercanos se alejaron, aunque pocos parecían asqueados.

Aun así, Ettore se limpió con la manga y, cambiando su estrategia, saltó sobre el aprendiz con el codo por delante, por lo que ambos cayeron al suelo. La situación no cambió demasiado y se resolvió rápido: el chico le quitó de encima suyo, se puso en pie y lo pateó, aunque evitó el estómago. Ettore ni siquiera trató de levantarse: era obvio que se encontraba muy mal.

El combate no se alargó más y le dieron la victoria al aprendiz. Ettore se retiró de nuevo hacia los vestuarios, sin decir ni una palabra. Si Maya o Nicoxa querían, podían escabullirse para ir a verlo. A aquellas alturas a nadie le importaría. Además, Maya acababa de perder mil platines por su culpa.

Finalmente, llegaba el turno de Freya. Era una de las pocas chicas que había participado en la Riña y levantó una ola de decepción entre el público masculino cuando la vieron aparecer como la contendiente de la última lucha. El comentarista le indicaría por gestos, si ella no lo hacía, que se situara en extremo contrario del cuadrilátero al del aprendiz.

Y al verla, este habló por primera vez:

Tu cara me suena. ¿Te he pegado ya o algo? ―preguntó, entrecerrando los ojos, como si intentara ubicarla en sus recuerdos―. Naaaa, me acordaría. Espera, ¿no eres la que me ha echado un vaso de agua antes?

Tendría un breve momento para hablar con él. Si le decía quién era, reaccionaría con sorpresa y nerviosismo. Pero, en cualquier caso, dejó claro que no iba a contenerse.

Lo siento, pero voy a ganar. Necesito ese collar para conseguir algo.

Se puso en posición ofensiva. Por primera vez en toda la noche, iría en serio.

¡El último combate! ¡Y promete ser guay! ¡Vamos, dadlo todo!

Pegó con la mano el gong, dejándosela un poco más roja, y dando inicio a la pelea.


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Os voy a ser franca: esta trama se me ha ido completamente de las manos. Por culpa de mis retrasos, no vamos a acabar a tiempo para la próxima ronda de tramas y yo soy la única responsable, por no haber sido más activa y constante. Lo siento de veras.

Sin embargo, no os preocupéis por eso: os podréis apuntar en la siguiente tanda. Me preocupa más el hecho de que, como esta trama sigue abierta, tengáis que compaginarla cuando abran las nuevas y no podáis recibir la experiencia de esta (que será completa). Por eso os prometo que la terminaré pronto, a más tardar en dos o tres turnos, para que os podáis liberar de ella; y antes de que acabe el año, desde luego.

De nuevo, lo siento, intentaré compensaros como pueda.

Fecha límite: 15 de diciembre
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Awards 2010-2011, 2012, 2013, 2014 y 2015
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Sito » Mar Dic 15, 2015 3:03 am

La respuesta de la vidente no se hizo esperar:

«Veo el futuro, no el pasado ni el presente, so boba».

Pero bueno de qué va la loca esta —comentó indignada mientras preparaba su pierna para asestar una patada a la máquina. Por suerte antes de que llegara a hacer nada violento una segunda respuesta salió de la atracción.

«Está bien, ahí va: vuestro objetivo le pegará un puñetazo a tu compañera si no consigue un colirio antes. Deséala suerte».

Enarcó una ceja tras leerla, más relajada. No tenía demasiado claro si se refería a Freya o a Maya, y lo del colirio tampoco le servía de demasiada utilidad, ¡y encima no tenían más pases para la vidente, por lo que se tendrían que conformar con eso!. Aun así le tendió el papel a las dos chicas para que sacaran sus propias conclusiones.

En el camino hacia la casa de riñas Ettore les confesó lo que había oído: no sirvió de prácticamente nada. ¿Una mujer que está alegre de volver al hogar?

«Pues para qué se va» pensó la joven.



Tras despedirse de Freya Nico acompañó a Maya hasta las gradas, sin descuidar tampoco a Bianca, a la que acarició la oreja y le susurró palabras tranquilizadoras para que no se pusiera nerviosa por el jaleo.

No transcurrió demasiado tiempo cuando un niño (como era de esperar) se encargó de pedir a los asistentes el dinero de las apuestas. La peliazul se pensaba que quizás ya se habían olvidado de eso así que se resignó a pagar. No obstante lo hizo con monedas de 1 platín para fastidiar un poco al chaval.

No tengo platines más grandes, lo siento —mintió con un poco de crueldad.

Después de propinar algún que otro codazo, se acomodó como podía en su sitio mientras Maya conversaba con el niño de algo que no llamó la atención de Nicoxa. Había algo que destacaba más para su gusto.

Se trataba de un chico guapete que le sonaba de algo, aunque por más que intentaba pensar de qué no llegaba a ninguna conclusión. El jaleo general que había en el lugar no ayudaba. Unos minutos después el registrador de las apuestas volvió para enseñarle algo a Maya, algo que en esta ocasión Nicoxa si cotilleó.

Ettore. 1’53 cms. Peso 39 kg. Más o menos. Tiene una hermana, Bianca, que ha intentado robar el premio antes (la han llevado a un tal Sr. Giorgio para recibir un castigo). Él no lo sabe. Se ha criado en la calle: sabe puñetazos y patadas, pero no parece saber técnicas avanzadas, ni ejecutar prácticas como meter los dedos en la nariz o presionar los ojos.


Lo más interesante era el asunto de la hermana y el Sr. Giorgio. Miró a Maya cuando también terminó de leer.

Creo que después de toda esta salvajada deberíamos decirle que su hermana se ha metido en problemas, ¿no? —se preguntó cómo reaccionaría, parecía bastante temperamental—. Te dejo a ti el marrón si quieres, que parece que tienes más "confianza" con él —le sacó la lengua alegremente a la brujita.

El niño seguía revoloteando por ahí. De hecho les comentó que si querían información de alguien más se la daría a cambio de otros 1000 platines. Nico le miró incrédula, como si quisiera que le diera otra vez el dinero en cantidades absurdas. Lo meditó un momento y finalmente se negó; ya había apostado por su compañera y no iba a despilfarrar su dinero por algo de información que podía ser tan irrelevante como la de Ettore. ¿Sería Maya más generosa con el niño? Ella había apostado menos dinero...

Cuando la joven aprendiza dio su respuesta escucharon por fin al comentarista, que salió de los vestuarios y se situó en mitad del ring.

¡Bienvenidos de nuevo, visitantes! No os voy a aburrir con uno de esos discursos tontos de los mayores. Empecemos con la última ronda de peleas de la Riña y ¡que gane el que dé más mamporros!

Y dieron comienzo los combates.

Uno a uno, todos los niños que lucharon contra el enigmático chico que llamó la atención de Nicoxa perdían con una facilidad asombrosa. Apenas tenía que esforzarse para derrotar a sus contrincantes, lo cual resultaba un poco triste y aburrido. Al resto de chavales que rodeaban a las aprendizas parecía gustarle lo que presenciaban, no parecían ser muy exigentes.

Llegó el turno de Ettore, que se le veía asustado. Sonó el gong, empezó el combate y Nicoxa se dio cuenta de que sus temblores parecían ser más por encontrarse enfermo que por tener miedo. Miró preocupada a Maya y, al volver a centrar su atención en el cuadrilátero observó con una mueca de asco como vomitaba.

¿Qué le pasa? —preguntó a su compañera, que supuso tendría más idea que ella.

La situación no cambió mucho y finalmente Ettore perdió, como era de esperar. El chico se alejó hacia los vestuarios, bastante desanimado.

Como Nico quería quedarse para ver el combate de Freya le dio una palmadita en la espalda a Maya y la alentó a que fuera a ver qué le había pasado al hermano de Bianca.

Será mejor que vayas a ver qué le ocurre, quizás tu presencia le reconforta —le agarró los hombros y la miró fijamente a los ojos, más seria—. Pero por favor, nada de volver a escabullirte, ¿vale?

Fuera cual fuera la decisión de la brujita, Nicoxa se aseguró de que Bianca se encontraba segura a su lado y se centró en el combate que disputaría Freya, lanzando gritos de ánimo hacia su compañera con los que probablemente haría daño en los oídos de los niños cercanos. Estaba tan entusiasmada que ni siquiera pudo escuchar qué era lo que su oponente le había dicho.

¡El último combate! ¡Y promete ser guay! ¡Vamos, dadlo todo!

Parecía que iba a ser un combate interesante.

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No te preocupes Nell! Hemos tenido retrasos todos, no solo tú. Así que ya digo, por mi no pasa nada y como si quieres hacer que dure lo que tenías pensado en un principio xD porque me está gustando bastante
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Zodiark » Dom Dic 27, 2015 8:18 pm

Ettore. 1’53 cms. Peso 39 kg. Más o menos. Tiene una hermana, Bianca, que ha intentado robar el premio antes (la han llevado a un tal Sr. Giorgio para recibir un castigo). Él no lo sabe. Se ha criado en la calle: sabe puñetazos y patadas, pero no parece saber técnicas avanzadas, ni ejecutar prácticas como meter los dedos en la nariz o presionar los ojos.


¿Cómo...? ¿Castigo?

Creo que después de toda esta salvajada deberíamos decirle que su hermana se ha metido en problemas, ¿no?

Sí, lo haré, después de todo el circo era mi siguiente destino, deberíamos ir juntos a buscarla...

Preferí no pensar en lo de Bianca, ya que en cuanto Ettore acabara de pelear le diría que fuésemos al circo a buscarla, y me acomodé como pude en la medida de lo posible entre el multitudinario público para ver los combates.



¡Bienvenidos de nuevo, visitantes! No os voy a aburrir con uno de esos discursos tontos de los mayores. Empecemos con la última ronda de peleas de la Riña y ¡que gane el que dé más mamporros!

Y los diferentes combates comenzaron, aunque cada uno de ellos acababa a una velocidad pasmosa. Ante mis atónitos ojos aquel chico de la coleta apalizaba sin piedad a sus contrincantes sin apenas despeinarse. ¿Correrían Ettore y Freya el mismo destino?

¡Sorprendente, sorprendente! ¡Estamos asistiendo a un espectáculo genial!

Los niños seguían y seguían intentándolo, en vano. Eran bastante patosos, y el chico parecía más decidido y habilidoso que todos ellos, por lo que efectivamente no le costaba nada acabar con ellos. Espera que Ettore no fuese tan torpe, pues él fue quien había propuesto participar en aquel torneo.

¡Aquí está nuestro penúltimo participante! Gane quien gane, ¡solo le quedará un rival!

¡Vamos, Ettore, ánimo! —exclamé, uniéndome al guirigay formado por el resto de niños.

Pero mis ánimos no sirvieron de nada. Ettore, sin siquiera ser tocado por su contrincante, pareció comenzar a sentirse mal, llevándose una mano a la cabeza y tambaleándose. Preocupada, me abrí paso entre la multitud para acercarme más al ring y animarle de cerca.

¡Aguanta!

Pero entonces el chico se giró y vomitó. Se encontraba realmente mal.

¡Ettore!
—exclamé agitada acercándome a él al mismo tiempo que todos los niños se alejaban del lugar, asqueados—. ¡¿Estás bien?! ¡No te sobreesfuerces! ¡Tira la toalla si no puedes resistir más!

Deseaba con todas mis fuerzas ayudarle, lanzarle un hechizo sanador o darle una poción, pero si hacía algo así romperíamos las reglas y le descalificarían, y eso haría sentirle mucho peor, por lo que no me lo podría perdonar a mí misma.

Ettore se reincorporó como pudo y se abalanzó sobre su rival, pero no salió bien parado. Estaba cada vez peor, y el resultado no se hizo esperar: derrota para Ettore.

Oh... —musité mirando al chico con tristeza mientras se levantaba, me daba pena que hubiese perdido de forma tan humillante, sobre todo al ver que se iba sin decir ni una palabra, parecía muy decepcionado.

Será mejor que vayas a ver qué le ocurre, quizás tu presencia le reconforta —dijo Nicoxa, a lo cual asentí con la cabeza, y acto seguido me miró a los ojos seriamente, agarrándome los hombros—. Pero por favor, nada de volver a escabullirte, ¿vale?

V-Vale, tranquila —respondí, algo asustada, pues nunca antes había visto a la peliazul con una expresión tan seria, y mucho menos tan de cerca.

»¡Suerte para Freya! —exclamé levantando un pulgar mientras echaba a correr hacia el lugar por el que Ettore se había marchado.

Con la nota en la que se indicaba el paradero de Bianca en mano, comencé a buscar al chico con la mirada, no podía estar muy lejos.

¡Ettore! ¡He descubierto dónde está tu hermana!

Cuando lo encontrase, le diría que no se preocupase por perder el combate, que lo hizo lo mejor que pudo y no tenía que estar decepcionado por ello, y le ayudaría con un hechizo Cura si así lo necesitaba. Después le indicaría el paradero de Bianca según la nota y le confesaría que mi siguiente destino era ir al circo a hablar con el Sr. Giorgio, así que podía venir conmigo a buscar a su hermana si quería.
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Crystal » Lun Dic 28, 2015 6:50 pm

En los vestuarios no había mucha gente. La mayoría eran niños más pequeños que ella que se dedicaban a calentar haciendo ejercicios absurdos. Es más, Ettore, el niño por el cual se había metido en aquel lío, pasó completamente de ella y tras inscribirse, se dedicó a hacer ejercicios como los demás.

Freya ―contestó la aprendiza cuando necesitaron sus datos para registrarla.

Un niño empezó a explicar las reglas para los combates. La pelirrosa se sintió algo incómoda rodeada por tantos niños; era como si sobrase bastante allí. De hecho, sobraba, no pintaba nada en aquella competición. Pero era necesario perseguir al niño y ver de qué trataba todo aquello.

¡Todo vale! ―explicó, con aquella voz chillona―. Pega, muerde, araña y patea. ¡Pero nada de armas! ¡El público quiere acción! Tú haz lo que puedas. Tu contrincante ya lleva veinte bajas. Si nadie lo abate en una hora, se queda con el premio: ¡el collar! ―señaló la vitrina del fondo―. Quien acabe con él, ocupa su lugar y así hasta que nadie quiera enfrentarse al vencedor. Creo que eres la última que va a registrarse. Nadie quiere luchar contra él después de ver los demás combates. ¡Los últimos que quedáis sois los ilusos!

Puesto que su anterior pregunta no fue respondida, Freya se abstuvo de preguntar nada más. Al ser la última, debería matar el tiempo haciendo alguna cosa, así que decidió chafardear el premio para aclarar sus propias dudas.

«Collar Prisa».

El objeto brillaba muchísimo, no parecía algo normal: debía tratarse de algo mágico, sin duda. Sin embargo, para tratarse de algo tan valioso, nadie lo estaba vigilando. A Freya se le pasó una idea absurda por la cabeza. Aunque bueno, no era tan absurda si salía bien, así que no perdía nada por intentarlo. Se aseguraría de que realmente todos estaban ocupados en otra cosa y buscaría alguna manera de abrir la vitrina para sacar el objeto. Si no la encontraba, haría uso de su Llave Espada para romperla y quedarse con el collar.

¡Bienvenidos de nuevo, visitantes! No os voy a aburrir con uno de esos discursos tontos de los mayores. Empecemos con la última ronda de peleas de la Riña y ¡que gane el que dé más mamporros!

Le saliese bien o no el plan, al escuchar aquello, Freya se dirigió a echar un vistazo a las peleas, situándose al lado de Ettore, y ver contra quién debería enfrentarse. Lo conocía, pero no sabía bien por qué le sonaba tanto.

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Y desde la primera hasta la última batalla, aquel chico batió a todos sus oponentes sin mucho esfuerzo. Patadas, puñetazos, rivales dormidos... ¡El público se lo estaba pasando en grande! Y se notaba por todas las ovaciones que le hacían al chaval.

¡Sorprendente, sorprendente! ¡Estamos asistiendo a un espectáculo genial!

«No te parecería tan genial si estuvieses tú ahí».

Ettore se despidió de la chica cuando fue su turno, y salió al ring. Freya suspiró; le esperaba una tunda buena.

¡Aquí está nuestro penúltimo participante! Gane quien gane, ¡solo le quedará un rival!

Ettore no pareció llevar muy bien la batalla: al principio vomitó, bastante mareado, y después se dejó machacar por su rival sin apenas poner resistencia. Era una pena, puesto que parecía haber sido de los únicos que intentaron cambiar su estrategia para cambiar el combate.

Cuando se lo llevaron de allí, Freya salió al ring: era su turno. Al público masculino no pareció hacerle mucha gracia que la última de las rivales fuera una chica, a lo que ella se limitó a contestar con una mueca: menudos críos. Se situó en el extremo contrario al del otro chico, sin necesidad de que el comentarista le dijese nada. Total, todas las batallas habían respetado aquellas posiciones, así que seguro que no se estaba equivocando.

Tu cara me suena. ¿Te he pegado ya o algo? ―Freya enarcó una ceja. ¿Tenía pinta de dejarse pegar?―. Naaaa, me acordaría. Espera, ¿no eres la que me ha echado un vaso de agua antes?

Pero antes de poder contestar, un recuerdo golpeó su mente. ¡Claaaaaro! ¡Ahora entendía de qué le conocía!

¡Ah, ya sé de que me suenas! ―le señaló, acusándole―. Te he visto por Bastión Hueco, ¿verdad? ¿Eres aprendiz?

Freya se puso en guardia. Comprobó que Nicoxa, Maya y Bianca seguían allí, y estaba segura de que le desearían suerte. O algo. Bueno, en realidad de la niña de Tierra de Partida no estaba tan segura.

Lo siento, pero voy a ganar. Necesito ese collar para conseguir algo.

Lo que sea. Buena suerte.

¡El último combate! ¡Y promete ser guay! ¡Vamos, dadlo todo!

El plan de la aprendiza sería esquivarlo en todo momento, hasta que el chaval se aburriese de aquel combate. Obviamente, Freya era bastante inútil sin sus pistolas, así que no tenía mucho que hacer contra él. Si en algún momento conseguía alcanzarla, le intentaría patear en el estómago, e incluso morderle para que la soltase. Y si el chico obtenía demasiada ventaja, la pelirrosa se tiraría al suelo de manera dramática, fingiendo estar derrotada, para que aquel absurdo combate llegase a su fin.

Total, con un poco de suerte, ya tendría lo que buscaba de allí.
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Crystal
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Re: [Paraíso de los Bromistas] El dolor de la traición

Notapor Nell » Lun Feb 15, 2016 3:57 am

A Freya no le costó mucho hallar una manera de abrir la vitrina: tenía un candado con cerradura. Birló el collar y nadie se dio cuenta. El premio era suyo, ahora solo tenía que salir a montar un espectáculo.

¡Y menudo combate! ¡El oponente era un aprendiz de Bastión Hueco! Cuando Freya se lo dijo, el chico puso cara de horror.

¿¡Qué!? ¿¡Cómo me habéis encontrado!?

El árbitro anunció el inicio del combate y el muchacho se puso algo más serio. La aprendiza ya estaba pensando en cómo contratacar cuando ocurrió: se quedó totalmente ciega (¡y eso que Nicoxa lo sabía!). La sorpresa le impidió esquivar el primer puñetazo, aunque pudo devolvérselo con un golpe (a ciegas) en el estómago. Fue en vano, ya que sin vista y en desventaja, el chico llevaba las de ganar. Y por eso, cuando no vio otra alternativa, Freya se cansó del combate y se cayó al suelo, fingiendo la derrota para acortar tiempo.

¡Y ya tenemos a nuestro campeón!

El público ovacionó al tan afortunado chico que, lejos de ponerse chulito, se escabulló en cuanto pudo para alejarse de Freya.

Mientras tanto, Maya había estado buscando a Ettore, hasta dar con él en los vestuarios, a los cuales no tuvo problema para acceder (la seguridad no era su fuerte). Allí habían ido regresando paulatinamente los derrotados para lamerse las heridas Ettore parecía avergonzado al rencontrarse con Maya. No solo había perdido, sino que había dado un espectáculo lamentable, como todos los rivales de ese chico.

Sin embargo, la noticia sobre el paradero de su hermana despertó por completo su interés. Se disculpó por no haber podido conseguirle el collar a Maya (para regalárselo) y aceptó su invitación de acompañarla. Ambos se encaminaron al circo.

De nuevo en el ring, pidieron a Freya educadamente que se esfumara (necesitaban darle el premio al ganador) para, minutos después, anunciar que ahí acababa la fiesta y que el premio se repartiría en privado. Nicoxa y Freya se reunieron (acompañadas por el burro) y se rencontraron con Daichi en los vestuarios. Como bien sabía Freya, no habían repartido ningún premio, porque astutamente la chica se lo había agenciado antes.

Daichi parecía triste, decaído y cansado. Fue él quien primero se acercó para hablar con ellas, en cuanto las vio.

Os envía Yen Sid, ¿verdad? Sería demasiada casualidad que nos encontráramos justo aquí esta noche ―adivinó―. Fui yo. Yo le robé esa partitura. Pensé que no se daría cuenta, porque es poco importante. Es decir, es importante para mí, y supongo que para él, pero la partitura perteneció a una persona muerta. A la Maestra de mi Maestra. Quería… Quería ir a ese mundo y verlo por mí mismo, porque había escuchado muchas cosas de él. Ahora ya no importa. Me robaron la partitura. No sé dónde está ―se mordió el labio.

Estaba dispuesto a entregarse. Sabía que había obrado mal y que le habían pillado. Su plan había sido robarla sin que nadie se percatara y devolverla en un tiempo razonable. No creía que Yen Sid fuera a prestársela amablemente y temió ponerle sobre aviso. Visto en perspectiva, reconoció que había sido muy tonto. Sobre todo en el detalle de creer que ese viejo no se daría cuenta.

En el circo aún seguía la inmensa e interminable cola de los niños atraídos por la melodía. No hizo falta que esperasen: en cuanto Maya enseñó la tarjeta que les había dado el Sr. Giorgio, les dejaron pasar a ambos y les condujeron hasta el adulto.

El Sr. Giorgio tenía retenida a Bianca a causa de haber intentado robar el collar. La niña se justificaba diciendo que lo necesitaba para poder volver a casa. Que, como valía mucho dinero, su hermano y él podrían regresar y vivir como quisieran, pero no en ese parque.

No sabe lo que dice. Aún no ha probado ninguna atracción y por eso no está convencida ―aseguró Ettore.

No pasa nada, no pasa nada. Simplemente que no vuelva a ocurrir. Id a seguir divirtiéndoos.

Salieron indemnes. Una vez fuera, Ettore le dijo a Maya que necesitaba hablar seriamente con su hermana y que ya se verían luego. Además, la niña se encontró pronto con Nicoxa, Freya y Daichi. Las dos primeras le pusieron al día. Habían encontrado al ladrón, aunque no al objeto, pero podían dar por concluida la misión. Y Maya podía devolverle la capa a su dueño.

Poco más podían hacer allí. No podían llevarse el burro, así que lo dejaron con Ettore y su hermana (que estuvo encantada de tenerlo de vuelta, y aclaró a las aprendizas que ella era Bianca y que el burro le «pertenecía»), de los que pudieron despedirse. Luego, se marcharon con el arrepentido ladrón.

Al regreso a la Torre de los Misterios, ni Ariasu ni Kazuki acabaron muy convencidos con el resultado (al fin y al cabo, Daichi era aprendiz de Bastión Hueco y había robado al gran Yen Sid), pero les alegró que no hubiesen saltado disputas entre los bandos para no quedar mal frente al anciano. Daichi y Yen Sid tuvieron una larga conversación en su despacho, en la que nadie más participó y donde, al parecer, se resolvió de forma privada el problema entre ambos.

La cooperación era posible.


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¡Fin de la Trama!

Pues aquí está el fin, como hablamos por Skype. Siento de nuevo que haya quedado una Trama tan coja y espero que hayáis tenido más suerte en las nuevas.

¡Puntuaciones!

Sito, 65 PX. Ya te lo dije la última vez, creo que uno de tus mejores rasgos como roleador es que te involucras con los NPCs y con la situación. Eso no ha cambiado y me alegro que continúes así. Diría que lo que le falta a Nicoxa en sí misma es contexto, que pueda mezclar experiencias anteriores con las que vive para actuar de un modo u otro, es decir, que se vea influenciada por su pasado.
¡Nicoxa sube a nivel 12!

Zodiark, 70 PX. Qué te voy a contar que no sepas ya.
¡Maya sube a nivel 21!

Crystal, 65 PX. En el caso de Freya, creo que lo que le falta son justificaciones dentro de su carácter. Por ejemplo, cuando se queja de que Maya se pierde “por ser del otro bando”, ¿qué significa eso? ¿Por qué le tiene tirria a TdP? (es un ejemplo). Necesita algo más de caracterización en ese aspecto, no solo de ver cuáles son sus reacciones, sino el porqué de ellas, ya sea por sus prejuicios, por contexto o pasado. Obtienes Collar Prisa.
¡Freya sube a nivel 15!

PD. En las anotaciones no os he puesto nada de escritura a propósito, porque en general he visto pocos errores y pocas cosas que sean dignas de mencionar. En los tres casos (Soda también), creo que lo que falta es cosa de pj.
PD2. En todos los casos os he sumado los PX a los pjs, en caso de que quisierais alguna cantidad a las mascotas, mandadme un PM y lo retoco.
PD3. Me acabo de dar cuenta de que darkmagenta y purple los interpreta el foro como el mismo color o.o
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161. Kairixula
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