Re: [País de Nunca Jamás] Nuestro tesoro
Publicado: Dom Feb 22, 2015 10:53 pm
¡Qué desconsiderada era Wendy! No parecía en absoluto preocupada por los niños. ¿Y se consideraba una madre? ¡Solo era una cría!
A pesar de que le habría gustado pensar en positivo, Hana sospechaba que los niños ya debían de ser pasto de los sincorazón. Es decir, que nunca encontrarían sus cuerpos, puesto que estos desaparecían cuando perdían el corazón. Suspiró. Siempre estaría rodeada de historias tristes, al parecer.
—La verdad es que no se me ocurre ningún sitio. Ya hemos buscado por la selva pero nada. Teníamos pensado ir a la Laguna de las Sirenas, aunque… No me trae buenos recuerdos ese lugar.
¿La Laguna de las Sirenas? ¿¡Sirenas!? Definitivamente, no era un sitio donde alguien pudiera esperar que se encontraran unos niños, pero había despertado la curiosidad de Hana. ¿Cómo serían esas sirenas? ¿Como ella? Desde luego, si se asemejaban a la colonia de Port Royal, entendía que a Wendy le desagradaran. A ella tampoco le habían gustado al principio. Y, de hecho, solía sintiendo a veces lo mismo.
Hana siguió presionando a Wendy, y cada vez dudaba más de la capacidad de liderazgo de la muchacha. Se la veía dudar de dejar allí a los niños, o de incluso tomar iniciativas por sí misma. A la aprendiza le desagradaban aquel tipo de personas, porque consideraba que siempre había que estar dándoles empujones para que avanzaran algo.
Antes de que pudiera enfurruñarse más, dos gemelos emergieron de la casa del árbol para curiosear qué ocurría en el exterior. Cómo no, llevaban el mismo ridículo disfraz de animal.
—¡Mirad chicos, es nuestra nueva madre! —saltó el osito.
—¡Nuestra nueva madre!
—¿Nos leerás cuentos antes de dormir también?
―¡No, no y no, NUNCA! ―se rebeló Hana, apartándose del agarre de Osezno. Bueno, eso de nunca…
Los niños eran muy divertidos, a pesar de que se sintió totalmente invadida cuando comenzaron a rodearla. Pero, al contrario que Wendy, tenía cosas mejores que hacer en la vida.
—No chicos, no es una nueva madre. Se llama Hana, y ha venido a ayudarnos —aclaró, fastidiando la ilusión de los pequeños—. Puede ser muy peligroso, ¿sabéis? Por eso me gustaría que os quedaseis aquí a vigilar la casa del árbol. Nosotras iremos a buscar a John, Zorrillo y Campanilla, ¿vale?
—¡Jo, no te vayas! ¡Estábamos ideando un nuevo juego entre los dos!
—¿Qué gracia tiene un juego si mami no puede jugar con nosotros?
En cierto modo, Hana tenía envidia. Nunca había tenido una madre a la que obedecer o quien jugar. Se había criado con un tío muy estricto y una tripulación completamente masculina. Su único compañero de juegos habitual había sido su primo, quitando a los niños que había conocido ocasionalmente en algunos puertos. Como no le había faltado de nada, jamás pensó en una posible vida donde hubiese tenido padres y cuidado materno. Y puesto que no lo había conocido, no lo echaba de menos.
Según lo que le había contado Wendy, ella y sus hermanos habían llegado desde Londres a Nunca Jamás y solo desde entonces había pasado a ser la susodicha madre. Quizá no hacía falta que les persiguiera o se preocupara de ellos como Hana creía que eran las madres. Quizá bastaba con otra cosa.
Finalmente, puso orden entre las quejas de los niños para calmarlos y convencerlos de que se quedaran. Después de aquella reflexión sobre qué era una madre realmente, Hana lamentó no llevárselos. Al menos a uno.
—A ver, a ver, volveré en un rato. Y seguro que Hana estará encantada de acompañarnos —Después del lío que había montado, asintió, con vergüenza. A saber en qué estaban pensando―.. Así que portaos bien, ¿eh?
Se pusieron en camino, bajo las indicaciones de Wendy, hacia la Laguna de las Sirenas. Durante el paseo no ocurrió nada en especial, hasta que llegaron a una puerta de oro (todas las alarmas de Hana se dispararon, y se habría puesto a picar para sacar algo de haber podido) empotrada al pie de una montaña.
Casi había olvidado de nuevo que se hallaba allí para buscar un tesoro. ¿Y qué mejor localización de un tesoro que una puerta dorada como aquella? Vio las pisadas y temió que alguien se le hubiera adelantado. Ni siquiera pensó en que podría ser Ronin o alguno de sus compañeros.
—Nunca hemos averiguado a dónde lleva esta puerta, la verdad. Sólo Peter sabe de su existencia, y una noche me trajo aquí para que yo misma la viera.
―¿Le has preguntado qué es o adónde lleva? ―quiso saber. Imaginaba que no, pero no perdía nada por probar.
La dejó un momento de lado para aproximarse a ella. No vio cerradura e intentó empujarla con uno de sus hombros, por si había suerte. Y, solo por si acaso, convocó la Llave y apuntó con ella a la puerta en sí, esperando que hallara algún modo de apertura. De ser en vano, suspiraría y lo dejaría pasar. Qué frustrante.
―Hana, antes me has preguntado sobre lo que me preocupa. —Ya lo había olvidado, pero como parecía importante, Hana se giró de nuevo hacia ella para escucharla—. Supongo que no puedo esconderlo más tiempo. Verás, hace ya mucho que no visito Londres, y no sé absolutamente nada de mis padres ni de mi familia. He vivido aquí aislada con mis hermanos, Peter, y los Niños Perdidos. Pero me gustaría volver. Y posiblemente Peter no lo quiera aceptar.
―¿Y qué más da que no lo acepte? Es tu vida y haces lo que quieres con ella ―replicó Hana. ¡Menudo idiota era ese Peter! Mira que retenerla contra su voluntad…―. Seguramente tus padres estén preocupados por ti. Tú, que ahora eres… madre ―Aunque no la consideraba como tal― deberías comprenderlo mejor que nadie. Podrías al menos haberles visitado de vez en cuando, ¿no? ―Enarcó una ceja―. ¿Estás pensando en marcharte permanentemente o temporalmente?
Qué situación más difícil. Además, Wendy tenía allí a sus dos hermanos, que podían rechazar la idea de regresar. ¡Y pobres padres! Habrían perdido por un capricho de estos (el de viajar a Nunca Jamás) a sus tres hijos.
Una vez, cuando era una niña, Raymon y ella se perdieron en una ciudad durante un par de días, porque esta era extensa y no sabían cómo regresar. Su tío había removido cielo y tierra hasta encontrarlos. Para ella fue una aventura increíble, ensombrecida por un castigo milenario que consideró injusto. Sin embargo, mirándolo desde su posición ahora, entendía mejor la responsabilidad de cuidar de otros.
En caso de que Wendy no supiera ningún modo de abrirla, ni ninguno de los intentos anteriores hubiera funcionado, propondría seguir su camino hacia la Laguna.
A pesar de que le habría gustado pensar en positivo, Hana sospechaba que los niños ya debían de ser pasto de los sincorazón. Es decir, que nunca encontrarían sus cuerpos, puesto que estos desaparecían cuando perdían el corazón. Suspiró. Siempre estaría rodeada de historias tristes, al parecer.
—La verdad es que no se me ocurre ningún sitio. Ya hemos buscado por la selva pero nada. Teníamos pensado ir a la Laguna de las Sirenas, aunque… No me trae buenos recuerdos ese lugar.
¿La Laguna de las Sirenas? ¿¡Sirenas!? Definitivamente, no era un sitio donde alguien pudiera esperar que se encontraran unos niños, pero había despertado la curiosidad de Hana. ¿Cómo serían esas sirenas? ¿Como ella? Desde luego, si se asemejaban a la colonia de Port Royal, entendía que a Wendy le desagradaran. A ella tampoco le habían gustado al principio. Y, de hecho, solía sintiendo a veces lo mismo.
Hana siguió presionando a Wendy, y cada vez dudaba más de la capacidad de liderazgo de la muchacha. Se la veía dudar de dejar allí a los niños, o de incluso tomar iniciativas por sí misma. A la aprendiza le desagradaban aquel tipo de personas, porque consideraba que siempre había que estar dándoles empujones para que avanzaran algo.
Antes de que pudiera enfurruñarse más, dos gemelos emergieron de la casa del árbol para curiosear qué ocurría en el exterior. Cómo no, llevaban el mismo ridículo disfraz de animal.
—¡Mirad chicos, es nuestra nueva madre! —saltó el osito.
—¡Nuestra nueva madre!
—¿Nos leerás cuentos antes de dormir también?
―¡No, no y no, NUNCA! ―se rebeló Hana, apartándose del agarre de Osezno. Bueno, eso de nunca…
Los niños eran muy divertidos, a pesar de que se sintió totalmente invadida cuando comenzaron a rodearla. Pero, al contrario que Wendy, tenía cosas mejores que hacer en la vida.
—No chicos, no es una nueva madre. Se llama Hana, y ha venido a ayudarnos —aclaró, fastidiando la ilusión de los pequeños—. Puede ser muy peligroso, ¿sabéis? Por eso me gustaría que os quedaseis aquí a vigilar la casa del árbol. Nosotras iremos a buscar a John, Zorrillo y Campanilla, ¿vale?
—¡Jo, no te vayas! ¡Estábamos ideando un nuevo juego entre los dos!
—¿Qué gracia tiene un juego si mami no puede jugar con nosotros?
En cierto modo, Hana tenía envidia. Nunca había tenido una madre a la que obedecer o quien jugar. Se había criado con un tío muy estricto y una tripulación completamente masculina. Su único compañero de juegos habitual había sido su primo, quitando a los niños que había conocido ocasionalmente en algunos puertos. Como no le había faltado de nada, jamás pensó en una posible vida donde hubiese tenido padres y cuidado materno. Y puesto que no lo había conocido, no lo echaba de menos.
Según lo que le había contado Wendy, ella y sus hermanos habían llegado desde Londres a Nunca Jamás y solo desde entonces había pasado a ser la susodicha madre. Quizá no hacía falta que les persiguiera o se preocupara de ellos como Hana creía que eran las madres. Quizá bastaba con otra cosa.
Finalmente, puso orden entre las quejas de los niños para calmarlos y convencerlos de que se quedaran. Después de aquella reflexión sobre qué era una madre realmente, Hana lamentó no llevárselos. Al menos a uno.
—A ver, a ver, volveré en un rato. Y seguro que Hana estará encantada de acompañarnos —Después del lío que había montado, asintió, con vergüenza. A saber en qué estaban pensando―.. Así que portaos bien, ¿eh?
Se pusieron en camino, bajo las indicaciones de Wendy, hacia la Laguna de las Sirenas. Durante el paseo no ocurrió nada en especial, hasta que llegaron a una puerta de oro (todas las alarmas de Hana se dispararon, y se habría puesto a picar para sacar algo de haber podido) empotrada al pie de una montaña.
Casi había olvidado de nuevo que se hallaba allí para buscar un tesoro. ¿Y qué mejor localización de un tesoro que una puerta dorada como aquella? Vio las pisadas y temió que alguien se le hubiera adelantado. Ni siquiera pensó en que podría ser Ronin o alguno de sus compañeros.
—Nunca hemos averiguado a dónde lleva esta puerta, la verdad. Sólo Peter sabe de su existencia, y una noche me trajo aquí para que yo misma la viera.
―¿Le has preguntado qué es o adónde lleva? ―quiso saber. Imaginaba que no, pero no perdía nada por probar.
La dejó un momento de lado para aproximarse a ella. No vio cerradura e intentó empujarla con uno de sus hombros, por si había suerte. Y, solo por si acaso, convocó la Llave y apuntó con ella a la puerta en sí, esperando que hallara algún modo de apertura. De ser en vano, suspiraría y lo dejaría pasar. Qué frustrante.
―Hana, antes me has preguntado sobre lo que me preocupa. —Ya lo había olvidado, pero como parecía importante, Hana se giró de nuevo hacia ella para escucharla—. Supongo que no puedo esconderlo más tiempo. Verás, hace ya mucho que no visito Londres, y no sé absolutamente nada de mis padres ni de mi familia. He vivido aquí aislada con mis hermanos, Peter, y los Niños Perdidos. Pero me gustaría volver. Y posiblemente Peter no lo quiera aceptar.
―¿Y qué más da que no lo acepte? Es tu vida y haces lo que quieres con ella ―replicó Hana. ¡Menudo idiota era ese Peter! Mira que retenerla contra su voluntad…―. Seguramente tus padres estén preocupados por ti. Tú, que ahora eres… madre ―Aunque no la consideraba como tal― deberías comprenderlo mejor que nadie. Podrías al menos haberles visitado de vez en cuando, ¿no? ―Enarcó una ceja―. ¿Estás pensando en marcharte permanentemente o temporalmente?
Qué situación más difícil. Además, Wendy tenía allí a sus dos hermanos, que podían rechazar la idea de regresar. ¡Y pobres padres! Habrían perdido por un capricho de estos (el de viajar a Nunca Jamás) a sus tres hijos.
Una vez, cuando era una niña, Raymon y ella se perdieron en una ciudad durante un par de días, porque esta era extensa y no sabían cómo regresar. Su tío había removido cielo y tierra hasta encontrarlos. Para ella fue una aventura increíble, ensombrecida por un castigo milenario que consideró injusto. Sin embargo, mirándolo desde su posición ahora, entendía mejor la responsabilidad de cuidar de otros.
En caso de que Wendy no supiera ningún modo de abrirla, ni ninguno de los intentos anteriores hubiera funcionado, propondría seguir su camino hacia la Laguna.