Y... Era cierto, nunca olvidaría aquel día.
El día en el que una vez más vi la verdadera cara de aquel sucio bastardo. Tan solo unos momentos atrás todo el mundo había vitoreado la paz, una paz que esperábamos que nos uniese a todos como portadores que éramos, pero aquello había sido un error. Habíamos bajado la guardia.
¿Cómo podía haber olvidado que él era el culpable de todos los males? Él era el causante principal de haber resucitado a Gárland, por haber querido crear una invocación para eliminarnos sin miramientos. Era obvio que alguien que era capaz de maquinar algo así no podía cambiar de parecer de aquella manera.
Nunca deberíamos haber confiado en ellos. ¿Traidores nosotros? No, simplemente teníamos ideas diferentes, nada más. Nosotros no éramos traidores, ellos lo eran. De Ronin me lo esperaba, pero que Kazuki pareciese apoyar aquello... Me enfermaba. Sentí respulsión, horror y sorpresa, la misma con la que Rebecca y Lyn parecieron reaccionar ante aquel acto barbárico y cruel.
<<Hijos de puta>>
La sangre empapó el suelo y manchó las prendas de Ronin mientras Ryota caía al suelo mal herido. Me sentí rojo de furia y aquello hizo que mi llave espada reaccionase a aquello materializándose por sí sola, casi como reclamando venganza.
―¡¡No!! ―Nanashi fue la primera en reaccionar gritando y alertando a todos los aprendices que aún no se habían dado cuenta de lo ocurrido, perdidos en la felicidad de aquel momento que parecía no haber ocurrido nunca.
Ronin se agachó y agarró por el hombro al líder de Bastión Hueco acercando el disco con el que le había apuñalado.
―Ryota...
―¡¡Aléjate de él!!
La Dama Implacable no dudó ni un instante en lanzar una poderosa ráfaga de viento que lanzó al tuerto con fuerza hacia atrás haciendo que cayese contra el suelo, pero allí se quedó. Mirando al suelo sin poder levantarse, incapaz de hacer cualquier cosa. Si era alguna clase de efecto por la habilidad, se arrepentía o simplemente se sentía avergonzado no era mi problema.
Erased Data no era tan diferente de él. Con razón había escogido aquella forma para enfrentarse a nosotros.
Pude ver a Malik correr hacia su Maestro, no pude evitar mirarle con asco mientras se alejaba, ¿de verdad iba a socorrer a aquella vil serpiente? Pues eso parecía cuando se situó a su lado. Apreté los dientes con fuerza y empecé a avanzar apartando con brusquedad a cuantos estaban en mi camino sin importarme si eran conocidos o no para mí, lo cierto era que en aquel momento estaba lo suficientemente enfadado como para que me importase lo más mínimo la opinión de aquella panda de imbéciles.
Tanto Ariasu como Nanashi atendían a Ryota lanzando todo tipo de magias curativas. Avancé hasta ellas y coloqué mi llave espada en alto tratando de evitar cualquier ataque a traición más, parecía que eran expertos en eso.
―¡Monstruos! ―gritó Ariasu desesperada y con los ojos inundados en lágrimas, avanzó dispuesta a acabar con aquel asesino, pero se detuvo cuando Akio y Yami se metieron en medio, incluso para ella resultaría difícil ganar una batalla contra ellos dos―: ¡Él iba a firmar la paz! ¡No queremos esta guerra!
―Ariasu, no. Tus aprendices te necesitan.
Nanashi cargó al Maestro Ryota entre sus brazos. No hacía falta ser un genio para ver el dolor que le provocaba ver de aquella forma a nuestro líder, un dolor que se contagiaba a todos nosotros. Habíamos sido humillados. Noté a Alexander tratar de dominar mi mente. ¡Claro! Él podría enfrentarse a ellos, al fin y al cabo poseía aquellos poderes capaces de volver las cosas partes de su propia oscuridad, ¿qué mejor forma para matarlos a todos allí y ahora?
<<No, no puedo ceder>>
Traté de quitarme aquella idea de la cabeza cuando Ariasu empezó a retroceder sin darle la espalda a nuestros enemigos con la llave espada en alto. La imité acercándome lentamente hacia el portal de Luz que Nanashi había abierto para nosotros.
―Te creía un hombre de principios, Ronin —sentenció Nanashi decepcionada y dolida, como todos— ¡Aprendices y Maestros de Tierra de Partida! El ataque de vuestro líder no hace más que mostrar la naturaleza de vuestra causa. Nosotros hemos deseado la paz, la búsqueda del equilibrio; pero es imposible cuando la luz ha tiranizado la realidad. ¡Hemos sido atacados en nuestro momento de mayor debilidad! ¡En el momento en que depositamos nuestra fe en vosotros!
»¿Es esto por lo que os unisteis a la Orden? ¿Esto es lo que deseabais, ver cómo somos masacrados por la espalda con el objetivo de imponer un único ideal? Si es así, quedaos. Si hoy también os habéis sentido traicionados, como nosotros, es el momento de que decidáis de parte de quién estáis.
Un silencio incómodo se apoderó de muchos de los presentes y otros, algunos desconocidos (y algún que otro que conocía, como el caso de Alec) se acercaron a nosotros en busca de escapar de las malvadas garras de Ronin, convirtiéndose en renegados, como nosotros.
En cuanto Nanashi vio que nadie más vendría con nosotros alzó la voz una última vez:
―Hoy, la Orden de Bastión Hueco declara la guerra a los Caballeros de Tierra de Partida.
No me puse en contra de aquella decisión, no aquella vez. Lo que habían hecho en aquella ocasión no era algo que pudiese perdonar fácilmente, aquello ya no era una simple disputa, una tonta rivalidad. Empezaba una guerra donde habría que matar si queríamos sobrevivir y por mucho que me pesase... No dudaría en quitar la vida a alguien si de verdad lo creía estrictamente necesario.
No me gustaba mucho la idea, sin embargo quería defender los ideales de nuestra Orden. Quería mantener el equilibrio de la Luz y la Oscuridad y defendería aquello a capa y espada. La tiranía de la luz que destruyese la oscuridad no debía hacerse realidad jamás.
―Te pondrás bien, Ryota. Te lo prometo.
Miré una última vez a los aprendices que habían decidido permanecer con aquella rata. No habría ningún entrenamiento con Light, ni tampoco visitas casuales a la base del otro bando para encontrarme con Xefil, Nadhia y cualquier otro, aquella amistad con Malik se volvería algo imposible ya que había decidido permanecer allí y apoyar al lado equivocado.
¿Y me engañaban los ojos? Saxor se estaba quedando allí. Chaqueé la lengua, pero no hice ningún comentario. Alguien débil no era necesario entre nosotros.
No dudaría la próxima vez que les viese en darles una oportunidad para venir con nosotros o volver, como en el caso de Saxor. Todo el mundo cometía errores alguna vez y quizás en aquel momento no se diesen cuenta de lo equivocados que estaban aceptando el quedarse allí, pero en el campo de batalla no me iba a contener con nadie.
Yo era alguien neutral ya que no deseaba la guerra, pero ahora era diferente lo veía incluso necesario. Quería descargar toda mi furia.
Degollaría a Ronin yo mismo. Había intentado olvidar que él era el artífice del despertar de Gárland, perdonarle. Pero ya no sería así.