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Común.
Aquel era el primer adjetivo que pasara por la cabeza de cualquiera que quisiese describir aquel día en Villa Crepúsculo. Como siempre, la tenue luz del eterno atardecer iluminaba los tejados de la tranquila y apretujada localidad. Como siempre, el sonido de los trenes resonaba en la confusa red de callejones. Como siempre, algún grupillo de niños corría de un lado a otro, entre risas, alrededor de la calle del mercado.
Y como siempre, un joven humano-perro recién terminaba una sesión de entrenamiento de esgrima. Viendo sin mirar la torre del reloj, con una suave espada de espuma azul entre sus manos, el joven mestizo deseaba por enésima vez que iniciara el periódico y tradicional torneo de esgrima "Struggle", bastante popular entre los muchachos de todas las edades de la pacífica villa. Pero ahora, que faltaba poco para que su oportunidad de alzarse como ganador se presentara por segunda vez, ya no sabía qué pensar. Y es que, a fin de cuentas, a Hiro le molestaba aquel adjetivo, que tan bien describía su vida.
"Común".