Luz. En mitad de la noche y en una de las Islas marcadas fuera de los límites. ¿Casualidad? Mi cerebro parece reírse de sí mismo por ese pensamiento. O alguien ha escapado a hurtadillas o bien es el causante de todo esto.
Entonces es cuando lo oigo en el fondo de mi cabeza:
- ¿A qué esperas? -Mis ojos se clavan en ese pequeño y sospechoso foco de luz ¿Acaso no es lo que esperaba? Algo que rompe con la repetitiva calma de estas islas, una oportunidad de cambio y quien sabe, quizá no fuese efímero. No puedo dejar pasar esta oportunidad y volver la espalda esperando a que desaparezca, necesito saber que pasa ahí fuera.
Pero no seamos descabellados, pensemos con claridad antes de meternos hasta las rodillas en el asunto. Alerta permanente, vigilantes e isleños asustados, no es posible que hayan dejado semejante cosa pasar por alto. Probablemente ya estén apiñados en algún lugar preguntándose cómo actuar, así que debo salir rápido antes que ellos a la playa, pero actuando siempre con cautela.
Me lanzo inmediatamente al armario en busca de un viejo abrigo de color oscuro. Cubre mi cuerpo por completo y tiene una capucha, perfecto para ocultar mis facciones y mi ropa a la vez que pasar desapercibido en la oscuridad; me cubro con él cerrándolo a la vez que me pongo la capucha y subo un trozo de tela hasta mi nariz, acto seguido agarro la espada japonesa que tengo en mi cuarto, como decoración y posiblemente algo más. Antes de nada miro por la ventana y me cercioro de que nadie está en la calle en ese momento, por último tomo mi bolsa y escondo tanto esta como la espada bajo el manto.
Bajo los escalones de tres en tres, con el pulso en los oídos y salgo a la calle mirando por la rendija de la puerta. Una vez que miro y vuelvo a asegurarme de que estoy solo, me apresuro y me interno en el atajo más oscuro hacia la playa, corriendo sin descanso a la vez que me oculto de miradas indiscretas hasta que finalmente llego a la costa, escondiéndome en un arbusto junto al embarcadero.
Edito para el color de la línea de diálogo