La muchacha logró atravesar el "muro" que los monstruos habían formado a su alrededor sin problemas, aunque tuvo suerte. Uno aquellos seres intentó agarrarla justo cuando pasó a su lado, sin embargo la joven fue lo suficientemente rápida como para conseguir pasar sin ningún rasguño.
La chica cogió sin tapujos el estoque que estaba en el suelo, tenía zonas deterioradas pero seguía siendo un arma.
Las bestias se reorganizaron en frente de ella sin dejar de hacer aquella extraña danza ni un solo momento. Y de pronto, corrieron.
Los cinco se lanzaron a la carrera sedientos de sangre, casi parecía que habían sido ofendidos por la facilidad con la que la joven había logrado darles esquinazo.
Y justo, cuando ya estaban muy cerca una luz la cegó.
La luz era tan fuerte que no se podía ver nada, aunque podía escuchar los alaridos de dolor de aquellas criaturas. Aquellos gritos eran los mismos que había escuchado cuando llegara al salón. Gradualmente, la intensidad de aquella extraña, pero tranquilizante e incluso cálida luz fue disminuyendo hasta desaparecer por completo, tan solo quedaban cinco corazones de un brillante color rojo que ascendían en el aire hasta perderse de visto.
Al otro lado de la sala, justo en la parte superior de la amplia escalera había una mujer realmente hermosa. Sobre su cabello rubio llevaba una especie de corona dorada que juntaba su pelo llevándolo hacia atrás, donde se juntaba en una coleta. Vestía con un vestido blanco que recordaba un poco el de una princesa y en su mano llevaba un arma de peculiar aspecto con la que apuntaba al lugar donde habían estado aquellos monstruos. Aquella arma parecía una especie de espada mezclada con una llave de color azul y tenía colgando lo que sería un "llavero" con forma de libro.
Si la joven recordaba un poco, vería que aquella persona era la misma que había visto antes, en las escaleras que ahora estarían bajo el agua.
—
No me esperaba que quedasen supervivientes todavía—Comentó desde su posición con voz serena que dejaba entrever un deje de sorpresa.