—Luz... No luz... Luz... No luz...
Mi constante repetición de aquellas palabras se veía acompañada por un suave movimiento de mi dedo índice sobre el interruptor de mi luz de noche. ¿Cuánto llevaba ya encendiendo y apagando la iluminación de mi habitación? ¿Diez, quince, tal vez treinta minutos? El desconocido funcionamiento de la electricidad en aquel nuevo mundo me resultaba algo fantástico, algo mágico, algo casi inexplicable... Algo que quería comprender en su totalidad. ¿Cómo era posible que un obre de cristal pudiese emular la luz de una vela e incluso superarla en brillo y potencia? ¿Realmente aquello conocido como electricidad podía compararse a los poderosos rayos que caían del cielo durante las furiosas tormentas?
No, en realidad, también tenía algo que ver que el entrenamiento de Nanashi me hubiese dejado destrozado y que la linterna fuese lo único con lo que podía interactuar desde mi cama. Si no hubiera tomado una ducha caliente (¡esta vez recordé cuál llave era la caliente!), seguramente ni siquiera hubiera podido mover mi dedo. ¿Acaso mi Maestra todavía me odiaba por haberla amenazado con una daga? ¿Tendría que compensarlo por el resto de mis días? ¿Acaso aquella mujer intentaba matarme lentamente, destruyendo mi cuerpo desde el interior con antiguas torturas que ella llamaba "entrenamientos"?
Entonces caí en cuenta que llegaría el momento en que Nanashi me daría la aprobación para salir a otros mundos. Aunque mi proceso fuese lento y doloroso, algún día podría salir en mi Glider a explorar las estrellas. Y seguramente en muchas de ellas habría cosas que no comprendería, cosas que me resultarían inexplicables o mágicas, cosas tan sencillas como una linterna pero que me parecerían el invento del milenio.
Bufé y me erguí sobre la cama. Me estiré hasta mi mesita de noche y del cajón saqué un diario de color verde, una pluma de ave blanca y un tintero. Lo abrí en la sexta página y escribí:
Día 6 en Tierra de Partida - Atardecer
Soy un idiota. Un retrógrada. Si no me aclimato a la tecnología de estos nuevos mundos, terminaré quedando en ridículo. Necesito entender todo (o la mayoría, por lo menos) y ponerme al nivel de otros Aprendices. Necesito probarle a Nanashi que puedo mejorar no sólo en combate y magia, sino en conocimientos.
Tras terminar de escribir mi crónica y guardar mis cosas de nuevo, me puse mis botas y mi saco. Todavía no era hora de cenar, y no podía quedarme encerrado en mi habitación revolcándome en mi patetismo. No. Iba a salir a leer a la biblioteca o a hablar con Nanashi o a seguir los cables de las linternas. Algo, lo que fuera. Necesitaba ponerme al corriente. En mi mente, repetí las últimas palabras que había escrito en mi diario:
Necesito a alguien que me enseñe. A un experto.