Ragun se unió a la lucha, eliminando a una de las nuevas campanillas que habían aparecido tras la caída de su compañera, tras una veloz estocada. De reojo pude ver que, a pesar de haber avisado, él no logró esquivar aquel Piro.
—¡Ragun! ¿Estás bie...? —salté del sitio de nuevo, esquivando otro hechizo. Realmente, mis reflejos habían mejorado desde la última vez. Aunque también era cierto que, una vez acostumbrada al sonido que realizaban aquellas criaturas, era fácil saber cuando iban a lanzar su ataque— ¡Perla!
La bola de luz que invoqué dio de lleno en uno de los soldados, pero no fue suficiente. De hecho, había llamado la atención de los dos. Aquel par de hermanos me observaron enfurecidos, alzando sus garras.
En ese instante oí la voz de Fyk, quien se había unido al combate a base de puños contra las sombras que se deslizaban por el suelo con su extraña habilidad, aquella que me recordaba a la de Ragun.
Salí corriendo y ejerciendo un Doble Salto me encaramé en uno de los sillones que decoraba la sala. No tuve el tiempo suficiente para subir del todo, pues un soldado me agarró la pierna con fuerza.
—¡S-suéltame! —grité, aunque "asustada" no era la palabra para definir cómo me sentía en aquel momento. Me estaba acostumbrando al campo de batalla, aun sabiendo que los Sincorazón podían arrancarme el corazón en cualquier momento. Si bajaba la guardia, podría llegar a convertirme en uno de ellos—. ¡He dicho que me sueltes!
Zarandeé mi llave-espada y conseguí darle, pero el soldado no se fue con las manos vacías.
—¡Ey! ¡Mi bota, devuélvemela! —grité, apuntando al soldado que se alejaba asustado junto con su botín. Ahora sí que me había cabreado de verdad—. ¡PIRO!
La ardiente llama atravesó al sincorazón y lo hizo desaparecer. Salté del sillón para ir a por mi preciado calzado, pero me olvidé por completo del soldado que quedaba, el cual me sorprendió por la espalda con una de sus brutales patadas, por lo que acabé en el suelo, dolorida y maldiciendo mi pequeño descuido.
Me levanté poco a poco, observando la posición del enemigo. El soldado se dirigía hacia Ragun y Fyk dando vueltas sobre sí mismo, como si se tratara de una especie de ciclón. Me quedé quieta en el sitio. Las cuatro campanillas me habían rodeado, y sus gorros brillaban para lanzar su ataque... todas a la vez.