Cuanto más veía a la Gran Consejera, más me recordaba a una versión extraterrestre de Nanashi. Su actitud, su forma de hablar, de dirigirse a nosotros... Quizás fuese algo más amable, pero no quitaba que fuesen idénticas. ¿Igual eran hermanas gemelas, y una era una mutante del espacio exterior? Estaba comenzando a desvariar.
—Bienvenidos a esta humilde nave. O eso me gustaría decir, pero claramente no puedo hacerlo estando bajo este ataque de los sincorazón.
El tono de tristeza en su voz provocó en mí un pinchazo en el corazón. Estaba guardando la compostura, imponiéndose a la situación, pero todo aquello era demasiado grande como para poder hacerlo. No pude evitar desviar la mirada hacia otro lado al escucharla y pensar cómo lo estarían pasando todos allí.
Por lo menos... Esta vez había esperanzas.
—Vuestra misión principal no será limpiar la nave, de eso se encarga el Cuerpo de Defensa, no —nos anunció, sorprendiéndome y dirigiéndole la mirada de nuevo. ¿Es que había algo más importante que asegurarse de que el mundo no caía?—. Vuestra misión será atrapar a una mujer, una prisionera que el Maestro Kazuki capturó y trajo aquí hace algún tiempo.
—Oh... —susurró Fyk, probablemente sorprendido como yo. Me crucé de brazos y dirigí mi mirada hacia Kazuki, silencioso.
—Fyk, creo recordar que tú la habías visto cuando te convertiste en aprendiz —la Gran Consejera se dirigió hacia Fyk mientras mi mente divagaba sobre lo que nos había encomendado—. La reconoceréis fácilmente por ser la única humana de la nave, a parte de vosotros. Es muy peligrosa y causó gran desorden en algún que otro mundo por lo que es de extrema prioridad capturarla. ¿Alguna pregunta?
Preguntas. Preguntas, preguntas, preguntas. Cerré con fuerza mis puños en mis brazos, a la vez que apretaba los dientes. ¿Aquel lugar estaba siendo atacado por los Sincorazón y nos teníamos que preocupar por una prisionera? ¿De verdad era más importante una idiota que la caída de un mundo entero? Su destrucción, la pérdida de miles de vidas, los malos recuerdos...
—Mis padres —la voz del pequeño azulado temblaba, preocupado—. ¿Están Yuleola y Karr H'Gaajk luchando ahí fuera?
Claro que Fyk temblaba. ¿Estaría tan molesto y sorprendido como yo? Siendo él, deberían permitirle proteger aquel lugar, a su familia. Si él no lo hacía, ¿quién lo haría? ¿El "Cuerpo de Seguridad" tan eficiente? Seguro que lo había sido, sí. Los destrozos que habíamos encontrado en la nave seguro que eran de una situación "bajo control", con desgarres en paredes de metal y otros ataques de severos daños.
—T-tengo una pregunta —se lanzó Nadhia— , pero va dirigida al Maestro Kazuki, p-pues él fue quien la atrapó ¿Cómo es ella en combate? ¿Tiene algún arma, usa magia...?
Cerré los ojos. ¿De verdad iban a hacernos aquello? ¿Ir a capturar a alguien, un simple preso...? ¿En vez de proteger la nave?
—Sí, tengo una pregunta, al igual que mis compañeros —abrí los ojos, llenos de rabia, y me dirigí hacia la Gran Consejera—. Con todos los respetos: su Cuerpo de Seguridad no ha sabido controlar bien la situación de los Sincorazón, y ahí fuera se está librando una batalla de proporciones galácticas. Quizá el ataque haya sido frenado en la zona residencial, pero seguramente sea una situación temporal —tomé aire y dirigí una mirada por encima a Fyk, esperando que me perdonase por la gran verdad que estaba a punto de decir:—. Su mundo está cayendo en lo más profundo de la oscuridad. Y pretende que vayamos a por prisioneros.
»¿Sabe usted que una vez haya caído la nave, no hay vuelta atrás?
"No hay vuelta atrás". Acababa de reproducir las palabras de mi padre, punto por punto. Estaba lleno de ira por dentro, furioso con todo lo que estaba pasando. Esperé una respuesta, pero rápidamente la rechacé, colocándome en posición arrogante. Estaba obrando mal, no controlaba mis sentimientos; ¿pero importaba en una situación como aquella?
—¡No merece la pena arriesgarse! ¡Toda Tierra de Partida debería estar aquí, luchando por salvar este lugar! —exigí, observando a Kazuki—. ¿Dónde están los demás Maestros? ¿¡Por qué no han venido!? ¡Bastión Hueco cayó por esto mismo, por no acudir al ataque de los Sincorazón! ¡No es un asunto de un mundo ordinario, maldita sea! ¡Una vez haya caído, no hay vuelta atrás!
Estaba comenzando a sudar. Notaba algo de humedad en mi cara, en mis mejillas. Al llevarme la mano para limpiármelas me di cuenta de que no era sudor precisamente.
—Capturad prisioneros si es lo que vosotros queréis —mi voz estaba ligeramente ahogada, pero intenté imponerme para que no se notara en absoluto—. Pero si este mundo ha de caer, que sea sobre mi cadáver.
Tras decir aquello, invoqué mi Plasma de Abadón y salí corriendo en dirección contraria, hacia el pasillo circular para dirigirme a cualquier zona que hubiese que proteger. Si me encontraba algún obstáculo, lo esquivaría o apartaría de inmediato; no pensaba quedarme allí en esa situación.