Jain abrió sus ojos por primera vez en mucho tiempo. Lucían un color naranja profundo y algo apagado, aparentemente sin pupilas. Vestía con una larga túnica blanca que le tapaba el cuerpo, y se encontraba tumbado sobre una cómoda cama del mismo color que su ropa.
Levantó medio cuerpo, algo inquieto y alborotado, a la vez que se llevó las manos a la cabeza, emitiendo leves sonidos de queja y cerrando los ojos con fuerza. Sin embargo, en teoría, Jain se encontraba inconsciente.
El forcejeo consigo mismo no duró mucho, pues repentinamente paró, dejando su cuerpo caer sobre el colchón con las manos extendidas. Sus ojos se fueron cerrando poco a poco, para volver a entrar en un profundo sueño.
***
El aire aburrido de aquella oficina se encendió de repente cuando unas puertas automáticas de un cristal completamente transparente se abrieron. La figura del hombre de rojo se plantó en aquella misma sala, portando su tan típica vestimenta: unos guantes más negros que la propia oscuridad, perfectos y ajustados a la medida de sus manos; unas botas oscuras e imponentes; un pantalón amplio y resistente, rajado en algunos lugares; una camisa básica, del mismo color que las otras prendas y una gabardina. Una larga chaqueta de color rojo oscuro que resaltaba entre su blanca piel y sus negros ropajes. Su tacto era fino y su tela de un color vivaz y energético. Tenía hombreras negras, y un cuello alto de igual color. En la parte izquierda del pecho, tenía grabados logo y nombre de la compañía; “CRONOX”. A lo largo de la cintura, se apreciaban pequeños detalles en color dorado oscuro. Sin duda alguna, era una mezcla extraña, que sobresalía de los límites del adjetivo exótica.
El hombre era un varón muy alto, de piel algo pálida, con rasgos finos, así como su nariz y su mandíbula. Tenía el pelo blanco y apagado, que se asemejaba mucho más a un tono gris claro. Sin embargo, entre todo lo extravagante de tal personaje, sobresalía por encima de todo su mirada. Tenía una mirada férrea y viva, avasallante, en sus ojos brillaba el poder y la ambición. Aún así, lo más atrayente de su peculiar vista era su extraña heterocromía de colores. El iris de uno de sus ojos era rojo, y el otro azul, ambos llenos de color.
Entonces, el hombre empezó a andar por aquella oficina, con pasos agigantados y un ritmo enérgico. Ante la mirada de los trabajadores, era como una onda roja y fugaz. Muchos le miraban, muchos le admiraban.
Conforme caminaba por el amplio lugar, un señor con gafas y bata de color blanco se unió a su marcha.
—Señor Zath, el sujeto está empezando a despertarse.
Las botas del hombre de rojo frenaron de repente, reflejándose en la limpia y blanca cerámica que cubría el suelo del lugar.
—Bien. Genial —en la cara del joven de rojo, una amplia sonrisa se dibujó—. Ahora mismo me dirigía hacia allí. Preparen el lugar.
—Entendido Señor Zath —asintió el hombre a la vez que sacó un pequeño móvil, caracterizado por una avanzada tecnología. En su parte trasera se divisaba el logo de Cronox. El hombre de bata blanca observó su pantalla y tecleó unas palabras en su fina pantalla táctil.
—Ah, y otra cosa, no me llames “Señor Zath”, me hace sentir mayor.
—Claro Señor Z… Daniel… Director.
Nuevamente, Daniel prosiguió con su rumbo, y el hombre de gafas le siguió, algo nervioso de tratar con su superior. Ciertamente, Daniel Zath le infundía miedo.
Ambos cesaron tras plantarse frente al ascensor, el cual abrió sus puertas inmediatamente. Una vez dentro, Daniel miró a su acompañante, el cual prácticamente ni se inmutó, y sin esperar ningún acto, habló.
—Planta 20. Después llévame a mi despacho.
—Buenos días Daniel Zath, sea usted bienvenido —una voz robótica resonó en la amplia cabina y enseguida el ascensor se elevó.
Los dígitos cambiaban en una pequeña pantalla cerca de la puerta según ascendían los pisos. Daniel suspiró.
—¿Se ha despertado completamente?
—Todavía no Señ… Director. El sujeto, aunque está inconsciente, presenta signos de actividad.
—Pues es hora de despertarle. Inicien el Awakening, yo me dirigiré directamente a la White Room.
El elevador llegó a su término y el hombre con gafas y bata blanca salió de él. Daniel observó cómo se alejaba mientras las puertas se cerraban y la cabina volvía a ponerse en marcha. Llegó hasta la azotea del enorme edificio; dónde, al abrirse las puertas, en lugar de un amplio pasillo o cualquier zona de oficinas y otros departamentos, un enorme despacho le recibió. Ninguna otra persona, excepto con el permiso de Zath, podía llegar hasta aquel lugar. El control por voz del ascensor, al igual que otros sensores, lo impedían.
Un conjunto de brillantes baldosas de negra cerámica decoraba el suelo de la estancia. En el suelo y encima de ellas, una larga y ancha alfombra negra con un motivo grabado en rojo yacía tumbada en el suelo. El motivo representaba una enorme X centrada en el medio, con dos líneas curvadas, aunque verticales, que salían de dos de sus extremos, simulando una enorme Z perpendicular*. El techo también era negro, y las paredes de color rojo oscuro, que mantenían una moderna combinación extraña. Los muebles combinaban colores similares. Había un mueble bar, televisores y algún que otro utensilio destinado al ocio esparcido por el lugar. Había tantas estanterías repletas de libros en las paredes que simulaban la sección de una biblioteca. Al fondo de la estancia, un ventanal hacía las veces de Pared. Tras el cristal, una espléndida y magnífica vista de la ciudad sería la maravilla para muchos ojos. La enorme ventana parecía ser la gran fuente de luz de la estancia, además de un enorme tragaluz en el techo y las luces artificiales del despacho. Delante del ventanal, se erguía una gran butaca, que lucía cómoda y reconfortante, acompañando a una mesa de negra madera en cuya superficie reposaban distintos documentos, archivos y diferentes utensilios. Entre ellos destacaba una especie de tableta electrónica con un el logo y nombre de la compañía grabados en su revés. La luz pasaba a través del cristal del techo iluminaba directamente el escritorio, que sobresalía sobre todo lo demás en la estancia.
Daniel se acercó al escritorio y cogió la tableta electrónica. Debajo de su enorme pantalla táctil se leía lo siguiente; “N0XBook”. Revisó por última vez unos papeles que se hallaban sobre la mesa y los volvió a dejar en su sitio. Leyó y releyó varias veces el contenido de una carpeta. A parte de distintos archivos y análisis, entre todos aquellos papeles, había dos fotos, una de un joven y otra de una chica. El título del archivador era: “Expediente del Sujeto. Nombre: Jain LaFleur”.
Volvió al ascensor y nombró su próxima parada, la White Room.
Para acceder a la White Room hacía falta recorrer un largo pasillo rodeado de sensores de actividad. Al final del mismo, una puerta blanca sobresalía entre todo lo demás, Daniel la cruzó.
Frente suyo, metido en una cama, reposaba un joven. La estancia, tal y como su nombre indicaba, era completamente blanca. La ropa de Zath resaltaba entre toda esa luminosidad. A su lado, el hombre de gafas y bata blanca sostenía un N0XBook similar al de Daniel.
—Dilan. Infórmame.
—El sujeto Jain LaFleur, como usted mismo solicitó, tiene una laguna en su memoria de un año, tres meses y veintiséis días. Hemos confirmado el resto de datos. Despertará de un momento a otro y, actualmente, ha alcanzado un grado de Metam…
—No me interesa eso ahora mismo –indicó Daniel, fugaz y punzante.
De repente, el joven tumbado en la cama abrió ampliamente sus ojos. Eran de color marrón muy claro, parecido al avellana. Tenía la piel algo bronceada, un pelo ondulado y brillante, también de color castaño muy claro. Sus ojos eran joviales, grandes, brillantes y alegres. Y poseía rasgos mediterráneos, aunque afinados y perfilados.
Jain enseguida se puso tenso, palpaba todo con sus manos y en su cara se figuraba el miedo.
—Tranquilo, relájate –dijo Zath muy plácido y sosegado, con voz suave.
—¿¡Quién es usted!? ¿¡Qué me ha hecho!? —contestó Jain, muy exaltado, nervioso y alzando su voz.
—No hace falta ponerse nervioso. Primero tengo que hablar contigo. Eres Jain LaFleur, ¿cierto?
Jain reaccionó al instante. ¿Cómo era posible que aquél hombre conociese su nombre? ¿Qué era lo que había hecho?
—Sí—dijo asustado.
—Bien, está consciente —dijo Daniel dirigiéndose a Dilan— . Muy bien Jain, ¿qué tal estás? ¿Te sientes bien?
—Primero dígame quién es usted.
—¿No te acuerdas de mí? ¡Soy tu conciencia! —contestó Zath entre risas—. Es broma. Soy Daniel Zath. Hay una persona a mi lado, se llama Dilan. Saluda Dilan.
—Ho-Hola Jain…
—Muy bien —dijo Zath asintiendo con aprobación—. Sigamos… ¿Te encuentras bien, notas algo extraño?
—¡Claro que no estoy bien! ¿¡Qué es lo que me ha hecho!?
—Dios mío, ¿qué te ocurre?
—¡No se ría de mí! ¡Estoy ciego!
—Ah… Era eso —contestó Zath, riéndose—. No te preocupes. Pronto se te pasará. Son efectos secundarios, pero no perdurarán ni habrá secuelas. En unos minutos tu vista volverá a ser la de siempre. Mejor dicho, estará mejor que nunca. Por mi parte ya he confirmado algunas cosas. ¿Tienes alguna pregunta?
Jain permaneció callado y cabizbajo durante un gran período de tiempo, sin saber siquiera qué decir. Zath hablaba entre susurros con Dilan, apuntando cosas y borrando otras.
—¿Qué me habéis hecho? … ¿Y por qué?
—Eso es algo que sabrás cuando recuperes tu memoria.
—¿Recuperar… mi memoria? ¿¡Acaso he perdido la memoria?
—No la has perdido. La hemos… Almacenado. De todas formas, ¡no es como si la hubiésemos sacado de su sitio por las malas! Tú lo aceptaste. Tú nos lo pediste. Para poder llevar a cabo una misión.
—¿Una misión?
—¡Claro! ¿O es que no te acuerdas? —rió—. No desesperes, las respuestas llegarán pronto. ¿Alguna pregunta más?
—Sí… ¿Por qué yo?
—Eres especial, Jain. Una persona muy especial. Una lástima que no haya muchos como tú, aunque puede depender del punto de vista. Eres una persona que desprende un tipo de energía, y que además posee de una comprensión social y del medio muy amplia. ¡Podría decirse que eres un ejemplar único! Sin embargo, es algo difícil de explicar. Pronto lo comprenderás, una vez hayamos acabado con los análisis.
Daniel se enderezó en su sitio, Jain se llevó las manos a la cara para frotarse los ojos, y después de pestañear varias veces, comprobó que empezaba a ver cosas. Su vista se llenó de blanco, y entre todo aquello blanco, distinguió a un joven vestido de negro y rojo. Aunque todavía veía de manera muy difusa, las cosas empezaban a esclarecerse. Zath, por su parte, siguió con sus palabras.
—Bueno, voy a dejar de jugar contigo y voy a explicarte unas cuantas cosas. Tú estás aquí porque tienes una labor que hacer para nosotros. Una labor sencilla. Una misión hecha únicamente para ti. O al menos, para personas como tú. No puedes rechistar, en un principio porque ya has aceptado, luego… Porque no te dejaríamos. Pero, ¡antes de que te hagas malas ideas! Yo estoy aquí para ayudarte, Jain. Para guiarte en tu destino. Ya te lo dije, Soy… Tu conciencia. Como conciencia, te diré que estás en una de las grandes bases generales de una subdivisión de la gran corporación Cronox. Concretamente… La Base General de Metamorphosis, situada en el centro de la ciudad de Johannesburgo. Y por si no sabes de geografía… Está en Sudáfrica. Un lugar bonito, ¿no?.
Jain esbozó una gran mueca, una mezcla entre sorpresa y enfado. ¿Cómo era posible que hubiese viajado tan lejos? Según su memoria, ayer mismo se encontraba tomando el desayuno en su cafetería favorita de un barrio antiguo de Florencia. Sin embargo… Era completamente incapaz de recordar nada sobre la tarde de aquel mismo día. Jain cada vez se sentía más frustrado, más débil, más incomprendido.
—¿Qué vais a hacer conmigo?
—¡Pero bueno Jain! Lo dices como si todo esto fuese algún tipo de secuestro o tortura, ¡cómo si hubieses hecho algo malo! No te preocupes, te traeremos la ropa que trajiste contigo. Si quieres nueva, la tendrás. Tendrás hambre, supongo. Dentro de poco tendrás el desayuno, después de otro análisis médico. Posteriormente, tienes una citación en mi despacho —Zath dio media vuelta y comenzó a andar hacia la salida, seguido por Dilan—. Te estaré esperando.