—No…puede…ser…
Había venido un gordinflón semidesnudo, por tanto mostrando todas sus lorzas, con unas gafas que no parecían suyas.
—Pfff, vaya peste a pringao que hay por aquí. ¡Qué divertido sería que se quemara! Los sabiondos marginados llorarían como bebés por ver todas estas cosas volatilizadas.
Casi me echo a llorar, eso sí, no por los libros.
Iba a ir a por mis gafas, las que se hundían poco a poco hasta el fondo del mar. Pero antes de lanzarme, volví a oír la horrible voz de Derhe Yeno:
— ¡Así no, tonto! ¡Tienes que transformarte o te ahogarás!
Entonces él se hundió. Creía que él ya no podía con su peso así que buceé para ver que le pasaba. Hubo un destello y una cosa marrón apareció en el lugar de Derhe Yeno. Quizás eso se lo había comido, pero cuando me di la vuelta vi su cara empotrada en un cuerpo que no era el suyo, más bien el de… algún animal marino.
—JAJAJAJAJA, ¡menudas pintas de imbécil! — se rió Derhe Yeno.
—Hmpf. Debe ser agradable para ti no haber visto nunca un espejo— Justo entonces vi a Ivan Kit convertido en un calamar. Estaba en un estado bastante cómico, pero por respeto, y por intento de que no me degollara si me oía, decidí permanecer callado.
Eso sí, yo también tenía que transformarme, ¿pero en qué me convertiría? Tenía miedo de que pasara algo inesperado, o quizás me convirtiera en una criatura muy desagradable.
Esperando lo peor, invoqué el hechizo. Este me rodeó de luz y un poco cegado cerré los ojos. Me sentía muy raro. Seguía siendo yo, o al menos de la cintura para arriba, pero la parte de abajo se había convertido en una cola de pez. Había algo más, parecía tener los dientes más afilados por alguna razón. Además al no tener camiseta inmediatamente crucé los brazos intentando mantener el calor de mi cuerpo.
— ¿N…no hace m…mucho frío por aquí?...
Después de este momento empezamos a bajar hacia el fondo del mar a buscar la perla, yo nadando a trompicones e intentando aprender cómo hacerlo con la mayor soltura.
Ya más abajo, todo se llenó de repente de un montón de criaturas marinas que parecían agitadas por algo. Pero yo no me preocupé inmediatamente por eso, si no por el simple hecho de que podía entenderles perfectamente.
Bajando un poco más por fin se pudo ver hacia donde se dirigían todas las criaturas, a una especie de castillo bajo el mar. Lo miré asombrado. No tenía ni idea de a quién podía pertenecer, pero seguramente fuera de alguien muy importante.
A la puerta del castillo, las criaturas se apelotonaban, intentando entrar los primeros al recinto, y nadie intentaba evitarlo. Quizás el mandamás fuera a hacer una fiesta para todos ellos, y parecía que iba a tener mucho éxito.
Nos metimos entre la multitud y entre empujones y golpetazos conseguimos entrar al recinto interior. Una sala enorme donde se amontonaba la gente, esperando que saliera algo de un escenario al que todos miraban, si no estaban charlando animadamente.
—Está claro que tienen un diminuto cerebro de pez, ¿eh? ¿Qué rey bobo dejaría pasar a su castillo a la chusma?
— ¿Qu…quizás un rey justo? No p…puedes decirles eso p...porque s…sí.
Ya en un punto de la sala más vacío, paramos un momento.
—Muy bien, organicémonos —habló Ivan Kit—. Tengo contactos en palacio, por lo que podría intentar investigar un poco por mi cuenta acerca de esa Perla que buscamos. En cuanto a vosotros... Bueno, si vuestro nivel intelectual os lo permite, podríais meteros entre el público e intentar averiguar cuanto podáis. Sin armar escándalo. Si no os veis capacitados, os ordeno dar media vuelta y volver por donde habéis venido.
—Si le parece bien así, Su Majestad— me dirigí a Ivan Kit. No parecía llegar a tragarle, ni él tampoco se ofrecía, así que una relación hostil sería lo mejor—, nos separaremos para recoger información para usted, estoy seguro de que mi memoria RAM podrá con semejante proceso.
Hice aparecer mi emulador de WhiteBerry. Parecía funcionar en aquel mundo, así que miré la hora antes de hacerlo desaparecer otra vez.