#8 Amor artificial
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Se consideraba feliz. La verdad era que no sabía muy bien cómo definir la felicidad, aquel concepto del que todo el mundo hablaba y ansiaba obtener; aun así pensaba que él era uno de aquellos privilegiados que sin darse cuenta ya habían llegado a su meta. Nada más lejos de la realidad, pues aunque no tenía razones para ser infeliz tampoco las había para lo contrario.
Había nacido con una malformación en el brazo, algo que le quedaría de por vida si no fuese por los maravillosos avances tecnológicos. Le habían utilizado como conejillo de indias, año tras año la iglesia le renovaba su brazo mecánico; y él, con una sonrisa de oreja a oreja debía agradecerlo.
Aunque esto ya lejos quedaba, pues había sido una de las principales campañas publicitarias de Progredis, y ahora Jaden a sus veinticinco años era de todo menos una estrella mediática. Al igual que toda la colonia, él había sido abandonado como un desecho que se necesita eliminar. La gente rara vez pensaba ya en el fracaso de Progredis, habían conseguido que toda la humanidad se olvidara de ella.
Y su familia, una de las tantas muertas y “eliminadas” por un software de implante cerebral que prometía mayores capacidades intelectuales. Tampoco le tenía mucho aprecio a sus parientes, ya que consideraba que habían hecho algo completamente inmoral al ponerle aquel núcleo de hierro para ganar algo de dinero. El armatoste no resultaba muy elegante, no se preocupaba por ocultar su cuerpo metálico y además sonaba un leve pero molesto chirrido al moverlo. Jaden siempre intentaba ocultarlo, tener aquello le hacía sentir menos humano.
Él resultaba un tipo de complexión delgada, se le marcaban todos sus huesos y mantenía su corto cabello moreno peinado hacia atrás. Tenía un aspecto muy fatigado, parecía que aquel demonio de le ingeniería le estaba absorbiendo el alma. Se vistió con una camiseta blanca, una chaqueta con distintas tonalidades de marrón, sus pantalones tejanos y deportivas negras. Salió de su pequeño piso. El mundo se abrió.
Y no le gustaba como era. No le gustaba porque allá donde mirase le recordaba a lo que tenía pegado a su cuerpo. Por esto hacia todo lo posible por no salir de casa, la iglesia le había dado una pensión vitalicia por su “defecto”, así que se pasaba la mayoría de sus días encerrado en un entorno gris. Porque consideraba que fuera todo era muchísimo más gris.
Iba a comprar algo para pasar la semana cuando vio un objeto caer del cielo, a unas dos manzanas de distancia. Parecía ser algo negro de composición acuosa, a primera vista pensó que era una pequeña pelota, pero había algo extraño en ella. No parecía haberlo visto nunca, y Jaden había visto muchas cosas en su vida, la mayoría de ellas muy extrañas.
Cuando se dirigió hacia allí por extrema curiosidad fue la primera vez que escuchó su voz. Aquella voz perfectamente modulada. Tan vacía, y a su vez tan llena.
—Perdón, ¿sabes dónde estamos?
Jaden se giró y pudo contemplar su inexpresivo rostro. No lo parecía en absoluto, pero lo supo desde el primer momento: era un androide. Aquello no tenía reacciones, y su voz era tan perfecta y estable que obviamente no podía ser humana. Aun así, Jaden pudo observar que al instante algo en su interior despertaba. La mayoría de esto era repulsión. Aquello le recordaba a todo lo que no podía aceptar de sí mismo, la máquina que era ella en su totalidad le hacía ver la máquina en la que él se había convertido. Aunque dentro de todo este sentimiento, al fondo muy al fondo, existía una extraña sensación.
Una sensación que decía que todo saldría bien. Una sensación que le impulsaba a destruir aquel engendro y, por otro lado a amarlo. Aunque claro está era demasiado pronto para amar, siempre era demasiado pronto para Jaden. Él, que ni siquiera se amaba a sí mismo, no era capaz de amar a una persona. Y mucho menos, a esto. Entonces, ¿qué es lo que le estaba pasando? Porque aquello sólo le había preguntado el lugar, y sin embargo él ahora estaba pensando en que no era capaz de amar. Había algo que inevitablemente se le escapaba de las manos. ¿Quizás era porque le recordaba tanto a él? No. No, se repitió. Borró al instante aquel pensamiento de su cabeza, aquello no era posible. Aquel ser era el mismo que había destrozado su vida, el mismo que había matado a sus padres. Eran iguales. Máquinas. Todas iguales.
Aquello se le quedó mirando. Esperando a que Jaden contestara a su respuesta. Parece que al menos tenía paciencia. Por supuesto que tenía paciencia, aquello no podía medir el tiempo. Sí, tenía un reloj, y podía decirte exactamente cuanto había pasado, con mucha más precisión que tú. Pero esa cosa no podía vivir, porque no estaba viva. Jaden no sabía qué decir, ante todo lo que estaba sucediendo en su interior, no sabía qué pensar. Así que, se hizo una pregunta.
—¿Qué es lo que quieres?
Y sonó tan frío. Tan frío que incluso ahora el androide parecía más humano que él. Pero claro, obviamente el androide no se ofendería, pues no sabía que era eso de molestarse. Y entonces se quedó pensando, aquel ser estaría buscando una respuesta en su extensa base de datos. Lo que era seguro que no le habrían enseñado a tratar con alguien como Jaden.
—Quiero volver a casa.
Bueno, aquello era justo, había contestado exactamente a lo que Jaden había preguntado. Él agradecía cuando una persona era tan directa y se dejaba de tonterías, ¿pero aquello no era una persona, cierto? Pero espera un momento, ¿los máquinas tienen un hogar? Jaden supuso que seguramente se estaba refieriendo al hogar de su amo, o algo por el estilo. Por otra parte, ¿qué clase de androide era este? Tenía la apariencia completa de un ser humano, y no parecía ser muy util. ¿Quizás un robot de limpieza para algún viejo verde? Porque en realidad no estaba nada mal. Exceptuando que no era humana.
—¿De quién eres?
Aquello tardó un instante en responder. Pero sin duda Jaden pensó que sabía la respuesta, pues cosas como estas quedaban grabadas en la memoría por una casual perdida.
—No lo sé. ¿Y tú de quién eres?
El dato se le habría borrado por error. Aunque era una pregunta curiosa.
—Yo no soy de nadie.
—Entonces yo tampoco —dijo rápidamente asintiendo.
Ciertamente Jaden no sabía qué debía hacer ahora, miró a su al rededor y vio que no había nadie. Eran poco más de las doce de la mañana, y no había ni una alma por allí. Sin duda Progredis no era una colonia muy acogedora. La dejaría allí. Sí, es eso lo que haría. Al fin y al cabo no era más que un objeto, no era más que una chatarra que sortearía en su camino. Sin duda, es esto lo que pensaba, pero no lo que sentía. Porque no quería dejarla allí, sola. Al menos de momento la llevaría a su casa, sabía que no le molestaría mucho. Al fin y al cabo era como otro mueble más.
—Está bien. Sígueme.
Jaden fue a comprar lo que había planeado. Pensó en comprarle algo de comer, pero se dio cuenta de que esas cosas no comían. Durante todo el camino aquello no dijo nada, al fin y al cabo Jaden pensó que los robots no le daban mucha importancia a la conversa, pues no eran humanos. Cuando la hizo pasar a su casa, debajo de su ropa en el omoplato derecho pudo ver que tenía un tatuaje. Tres letras que decían su nombre: EVA. Sin duda alguna, en conmemoración a la primera mujer. Jaden no podía pensar quién demonios habría creado esto, ¿crear un androide el cual su único objetivo era vivir? O al menos eso parecía. Porque por mucho que mirase, no encontraba donde hacía las fotocopias o calentaba la comida. Quizás era para alguien que quisiese una hija, pues no parecía tener más de quince años.
Eva se sentó en una esquina del salón, y así pasaron varios días hasta que al fin uno de los dos habló. En todo este tiempo, nadie dijo ni una sola palabra, Jaden se limitaba a hacer su vida con algo que simplemente le comía un par de metros cuadrados, a veces dudaba si no estaba apagada. Aunque Jaden observó que al segundo día empezó a parpadear de vez en cuando, ¿lo utilizarían también para refrescarse sus artificiales globos oculares? Jaden no tenía ni idea de esto.
—Me gusta mi casa —proclamó la androide.
Era extraño, era muy extraño que una máquina fuera quien creara una conversación por sí sola. Debía de ser una inteligencia artificial muy avanzada. Y encima se pensaba que este era su hogar, aunque la culpa la tenía Jaden. Ella le había dicho que quería ir hacia allí, y él le había llevado aquí, por lo que debió asociar este lugar con lo que estaba buscando. En cierto modo era absolutamente lógico. Jaden se decidió entonces a sacar alguna información sobre el producto que tenía en su hogar. Se sentó en el suelo, en frente de ella y la miró a sus ojos.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Jaden.
—No lo sé.
—Te llamas Eva. Lo pone en tu espalda —aclaró Jaden.
—Déjame mirar tu espalda —le pidió la androide.
—No. Verás, tú y yo no... No somos iguales.
—Lo sé.
Es decir que, al parecer Eva tenía plena consciencia de que no era humana, al menos esto era un paso. Era algo que no había que aclarar.
—¿Lo sabes?
—Sí. He notado lo de tu brazo.
Equivocación. Jaden se echó su mano izquierda a la cara. Su mano robotica. Se la enseñó a Eva, había hecho todo lo posible por ocultarla.
—¿Cómo lo has notado?
—Noto como tu brazo cruje a veces. También noto como yo crujo por todo el cuerpo. Así que no te preocupes, ¿no somos tan distintos, verdad? —le preguntó sonriendo.
Era la primera vez que su cara había expresado una emoción en todo este tiempo. ¿Y Jaden? ¿Jaden había expresado alguna emoción? Pues la verdad es que no. Después de esto, hablaban todos los días y cada vez más a menudo. Eva le preguntaba a Jaden multitud de cuestiones, cuestiones que eran triviales y algunas que no lo eran tanto. Le preguntó cómo fue creada. Le preguntó después como le crearon a él. Y se dio cuenta de que no había tanta diferencia. Sólo que Eva había tenido un único padre allá donde estuviese, y Jaden dos. Dos padres que por otra parte, nunca habían actuado como tal.
Jaden pudo notar como a lo largo del tiempo ambos se iban haciendo más humanos. Porque ahora él reía, lloraba, odiaba y amaba y todo esto lo expresaba. A su lado, todo era distinto. No tenía que preocuparse por aparentar nada —pronto ya no le importó mostrar su brazo mecánico—, ni por lo que decía, Jaden podía ser tal como era en realidad y se dio cuenta de que este objeto le completaba. Le completaba y le hacía feliz. La amaba. Porque era justamente cuando estaba con ella que era feliz. Sin embargo, ¿qué pasaba con Eva? No estaba seguro de que se sintiera correspondido, pues ella era un androide y ella... ella no podía amar.
Jaden un día le preguntó si pensaba que era feliz, en esa casa, allí con él. Primero Eva le preguntó qué era la felicidad.
—La felicidad... —reflexionó Jaden—. La felicidad es cuando te sientes extremadamente bien, cuando crees que puedes ser y hacer lo que quieras, cuando no tienes miedo de nada, cuando te sientes tan especial que quieres que ese momento dure para siempre, como congelado por el tiempo.
—Ya lo entiendo. Entonces podemos parar el reloj ahora si quieres —propuso sonriendo.
Su sonrisa. Eso era. Eso era justamente la felicidad.
Habían pasado ya unos largos y gustosos seis meses desde la primera vez que escuchó su voz. Ahora ambos solían salir a pasear cada día, y podían sentirse especiales todo el tiempo. Fue aquella luz. Aquella luz roja que de un momento a otro se encendió en el lateral derecho de su frente. Indicando que algo estaba viniendo. Jaden no tenía ni idea de robótica, y además Eva seguía diciendo que no notaba nada raro, que se sentía igual de bien que siempre.
Pero aquella luz le preocupaba muchísimo a Jaden, no podía conciliar el sueño por las noches, y se encontraba extremadamente nervioso. Aquello no era normal, era una advertencia y tenía que estar preparado para lo que fuese, porque se temía lo peor: tener que perderla. Jaden fue con ella al tipo que usualmente le revisaba su brazo mecánico. Le dijo que el piloto rojo indicaba una falta de energía, pero que con una nueva carga bastaría.
Sin embargo, al abrir su cuerpo se encontró que nada cuadraba. La energía de la que disponía Eva no parecía estar en un sitio concreto, no parecía haber una batería que se pudiera quitar y cambiar. Era un modelo de androide que aquel experto no había visto jamás. Por supuesto que habían otros llamados como este, EVA, pero ninguno se parecía lo más mínimo. Se preguntaba de dónde había salido.
Pasaron diez minutos, y cuando iban por un callejón su luz empezó a parpadear. Eva cayó al suelo, diciendo que se notaba cansada, que ella nunca lo había estado pero que ahora se notaba cansada. La luz empezó a parpadear más rápido, sus ojos se iban apagando progresivamente. Aquella era la persona que le había hecho feliz. Porque sí, sí era una persona. Él había estado muchísimo más frío e inexpresivo que ella y sin embargo era humano, ambos habían aprendido a amar. ¿Y si lo de Eva no era verdad? ¿Y si era artificial, si sólo era una simulación y no un sentimiento? ¡Da lo mismo! Eso es, ahí esta la clave de todo. Da igual que sea una simulación, da igual que haya estado creada en unos laboratorios en vez de en un vientre, si actuaba igual y se sentía igual entonces el resto era indiferente. Si ambos eran felices, si ambos lo eran da lo mismo que ella no sea humana. ¿Quién decide cómo amar? ¿Quién decide si un androide puede sentir lo mismo que un humano o no? Lo importante es que ambos habían sido felices todo este tiempo, y se habían sentido especiales el uno con el otro. No había apenas diferencia entre aquello y un amor humano. No la hay.
Eva ya no podía hablar, sólo sollozaba y miraba a Jaden todo lo que podía. Él había vivido con un trozo de máquina enganchado al cuerpo, ¿entonces por qué ella no podía vivir con un pedazo humano? Jaden se abrió el pecho tan rápido como pudo. Abrió también el de Eva y sonrió. Ambos sonrieron. Jaden se puso a su lado y se extrajo el corazón, y alzando su mano para dárselo después de unos pocos segundos se desmayó, muriendo ambos a los pocos minutos. Jaden sabía que iba a morir, pero no le importaba porque estaba con ella, sin ella su vida sería peor que la muerte. Los ojos de Eva se apagaron. Ambos siguieron manteniendo la sonrisa en reflejo de una felicidad que sería eterna.
Había nacido con una malformación en el brazo, algo que le quedaría de por vida si no fuese por los maravillosos avances tecnológicos. Le habían utilizado como conejillo de indias, año tras año la iglesia le renovaba su brazo mecánico; y él, con una sonrisa de oreja a oreja debía agradecerlo.
Aunque esto ya lejos quedaba, pues había sido una de las principales campañas publicitarias de Progredis, y ahora Jaden a sus veinticinco años era de todo menos una estrella mediática. Al igual que toda la colonia, él había sido abandonado como un desecho que se necesita eliminar. La gente rara vez pensaba ya en el fracaso de Progredis, habían conseguido que toda la humanidad se olvidara de ella.
Y su familia, una de las tantas muertas y “eliminadas” por un software de implante cerebral que prometía mayores capacidades intelectuales. Tampoco le tenía mucho aprecio a sus parientes, ya que consideraba que habían hecho algo completamente inmoral al ponerle aquel núcleo de hierro para ganar algo de dinero. El armatoste no resultaba muy elegante, no se preocupaba por ocultar su cuerpo metálico y además sonaba un leve pero molesto chirrido al moverlo. Jaden siempre intentaba ocultarlo, tener aquello le hacía sentir menos humano.
Él resultaba un tipo de complexión delgada, se le marcaban todos sus huesos y mantenía su corto cabello moreno peinado hacia atrás. Tenía un aspecto muy fatigado, parecía que aquel demonio de le ingeniería le estaba absorbiendo el alma. Se vistió con una camiseta blanca, una chaqueta con distintas tonalidades de marrón, sus pantalones tejanos y deportivas negras. Salió de su pequeño piso. El mundo se abrió.
Y no le gustaba como era. No le gustaba porque allá donde mirase le recordaba a lo que tenía pegado a su cuerpo. Por esto hacia todo lo posible por no salir de casa, la iglesia le había dado una pensión vitalicia por su “defecto”, así que se pasaba la mayoría de sus días encerrado en un entorno gris. Porque consideraba que fuera todo era muchísimo más gris.
Iba a comprar algo para pasar la semana cuando vio un objeto caer del cielo, a unas dos manzanas de distancia. Parecía ser algo negro de composición acuosa, a primera vista pensó que era una pequeña pelota, pero había algo extraño en ella. No parecía haberlo visto nunca, y Jaden había visto muchas cosas en su vida, la mayoría de ellas muy extrañas.
Cuando se dirigió hacia allí por extrema curiosidad fue la primera vez que escuchó su voz. Aquella voz perfectamente modulada. Tan vacía, y a su vez tan llena.
—Perdón, ¿sabes dónde estamos?
Jaden se giró y pudo contemplar su inexpresivo rostro. No lo parecía en absoluto, pero lo supo desde el primer momento: era un androide. Aquello no tenía reacciones, y su voz era tan perfecta y estable que obviamente no podía ser humana. Aun así, Jaden pudo observar que al instante algo en su interior despertaba. La mayoría de esto era repulsión. Aquello le recordaba a todo lo que no podía aceptar de sí mismo, la máquina que era ella en su totalidad le hacía ver la máquina en la que él se había convertido. Aunque dentro de todo este sentimiento, al fondo muy al fondo, existía una extraña sensación.
Una sensación que decía que todo saldría bien. Una sensación que le impulsaba a destruir aquel engendro y, por otro lado a amarlo. Aunque claro está era demasiado pronto para amar, siempre era demasiado pronto para Jaden. Él, que ni siquiera se amaba a sí mismo, no era capaz de amar a una persona. Y mucho menos, a esto. Entonces, ¿qué es lo que le estaba pasando? Porque aquello sólo le había preguntado el lugar, y sin embargo él ahora estaba pensando en que no era capaz de amar. Había algo que inevitablemente se le escapaba de las manos. ¿Quizás era porque le recordaba tanto a él? No. No, se repitió. Borró al instante aquel pensamiento de su cabeza, aquello no era posible. Aquel ser era el mismo que había destrozado su vida, el mismo que había matado a sus padres. Eran iguales. Máquinas. Todas iguales.
Aquello se le quedó mirando. Esperando a que Jaden contestara a su respuesta. Parece que al menos tenía paciencia. Por supuesto que tenía paciencia, aquello no podía medir el tiempo. Sí, tenía un reloj, y podía decirte exactamente cuanto había pasado, con mucha más precisión que tú. Pero esa cosa no podía vivir, porque no estaba viva. Jaden no sabía qué decir, ante todo lo que estaba sucediendo en su interior, no sabía qué pensar. Así que, se hizo una pregunta.
—¿Qué es lo que quieres?
Y sonó tan frío. Tan frío que incluso ahora el androide parecía más humano que él. Pero claro, obviamente el androide no se ofendería, pues no sabía que era eso de molestarse. Y entonces se quedó pensando, aquel ser estaría buscando una respuesta en su extensa base de datos. Lo que era seguro que no le habrían enseñado a tratar con alguien como Jaden.
—Quiero volver a casa.
Bueno, aquello era justo, había contestado exactamente a lo que Jaden había preguntado. Él agradecía cuando una persona era tan directa y se dejaba de tonterías, ¿pero aquello no era una persona, cierto? Pero espera un momento, ¿los máquinas tienen un hogar? Jaden supuso que seguramente se estaba refieriendo al hogar de su amo, o algo por el estilo. Por otra parte, ¿qué clase de androide era este? Tenía la apariencia completa de un ser humano, y no parecía ser muy util. ¿Quizás un robot de limpieza para algún viejo verde? Porque en realidad no estaba nada mal. Exceptuando que no era humana.
—¿De quién eres?
Aquello tardó un instante en responder. Pero sin duda Jaden pensó que sabía la respuesta, pues cosas como estas quedaban grabadas en la memoría por una casual perdida.
—No lo sé. ¿Y tú de quién eres?
El dato se le habría borrado por error. Aunque era una pregunta curiosa.
—Yo no soy de nadie.
—Entonces yo tampoco —dijo rápidamente asintiendo.
Ciertamente Jaden no sabía qué debía hacer ahora, miró a su al rededor y vio que no había nadie. Eran poco más de las doce de la mañana, y no había ni una alma por allí. Sin duda Progredis no era una colonia muy acogedora. La dejaría allí. Sí, es eso lo que haría. Al fin y al cabo no era más que un objeto, no era más que una chatarra que sortearía en su camino. Sin duda, es esto lo que pensaba, pero no lo que sentía. Porque no quería dejarla allí, sola. Al menos de momento la llevaría a su casa, sabía que no le molestaría mucho. Al fin y al cabo era como otro mueble más.
—Está bien. Sígueme.
Jaden fue a comprar lo que había planeado. Pensó en comprarle algo de comer, pero se dio cuenta de que esas cosas no comían. Durante todo el camino aquello no dijo nada, al fin y al cabo Jaden pensó que los robots no le daban mucha importancia a la conversa, pues no eran humanos. Cuando la hizo pasar a su casa, debajo de su ropa en el omoplato derecho pudo ver que tenía un tatuaje. Tres letras que decían su nombre: EVA. Sin duda alguna, en conmemoración a la primera mujer. Jaden no podía pensar quién demonios habría creado esto, ¿crear un androide el cual su único objetivo era vivir? O al menos eso parecía. Porque por mucho que mirase, no encontraba donde hacía las fotocopias o calentaba la comida. Quizás era para alguien que quisiese una hija, pues no parecía tener más de quince años.
Eva se sentó en una esquina del salón, y así pasaron varios días hasta que al fin uno de los dos habló. En todo este tiempo, nadie dijo ni una sola palabra, Jaden se limitaba a hacer su vida con algo que simplemente le comía un par de metros cuadrados, a veces dudaba si no estaba apagada. Aunque Jaden observó que al segundo día empezó a parpadear de vez en cuando, ¿lo utilizarían también para refrescarse sus artificiales globos oculares? Jaden no tenía ni idea de esto.
—Me gusta mi casa —proclamó la androide.
Era extraño, era muy extraño que una máquina fuera quien creara una conversación por sí sola. Debía de ser una inteligencia artificial muy avanzada. Y encima se pensaba que este era su hogar, aunque la culpa la tenía Jaden. Ella le había dicho que quería ir hacia allí, y él le había llevado aquí, por lo que debió asociar este lugar con lo que estaba buscando. En cierto modo era absolutamente lógico. Jaden se decidió entonces a sacar alguna información sobre el producto que tenía en su hogar. Se sentó en el suelo, en frente de ella y la miró a sus ojos.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Jaden.
—No lo sé.
—Te llamas Eva. Lo pone en tu espalda —aclaró Jaden.
—Déjame mirar tu espalda —le pidió la androide.
—No. Verás, tú y yo no... No somos iguales.
—Lo sé.
Es decir que, al parecer Eva tenía plena consciencia de que no era humana, al menos esto era un paso. Era algo que no había que aclarar.
—¿Lo sabes?
—Sí. He notado lo de tu brazo.
Equivocación. Jaden se echó su mano izquierda a la cara. Su mano robotica. Se la enseñó a Eva, había hecho todo lo posible por ocultarla.
—¿Cómo lo has notado?
—Noto como tu brazo cruje a veces. También noto como yo crujo por todo el cuerpo. Así que no te preocupes, ¿no somos tan distintos, verdad? —le preguntó sonriendo.
Era la primera vez que su cara había expresado una emoción en todo este tiempo. ¿Y Jaden? ¿Jaden había expresado alguna emoción? Pues la verdad es que no. Después de esto, hablaban todos los días y cada vez más a menudo. Eva le preguntaba a Jaden multitud de cuestiones, cuestiones que eran triviales y algunas que no lo eran tanto. Le preguntó cómo fue creada. Le preguntó después como le crearon a él. Y se dio cuenta de que no había tanta diferencia. Sólo que Eva había tenido un único padre allá donde estuviese, y Jaden dos. Dos padres que por otra parte, nunca habían actuado como tal.
Jaden pudo notar como a lo largo del tiempo ambos se iban haciendo más humanos. Porque ahora él reía, lloraba, odiaba y amaba y todo esto lo expresaba. A su lado, todo era distinto. No tenía que preocuparse por aparentar nada —pronto ya no le importó mostrar su brazo mecánico—, ni por lo que decía, Jaden podía ser tal como era en realidad y se dio cuenta de que este objeto le completaba. Le completaba y le hacía feliz. La amaba. Porque era justamente cuando estaba con ella que era feliz. Sin embargo, ¿qué pasaba con Eva? No estaba seguro de que se sintiera correspondido, pues ella era un androide y ella... ella no podía amar.
Jaden un día le preguntó si pensaba que era feliz, en esa casa, allí con él. Primero Eva le preguntó qué era la felicidad.
—La felicidad... —reflexionó Jaden—. La felicidad es cuando te sientes extremadamente bien, cuando crees que puedes ser y hacer lo que quieras, cuando no tienes miedo de nada, cuando te sientes tan especial que quieres que ese momento dure para siempre, como congelado por el tiempo.
—Ya lo entiendo. Entonces podemos parar el reloj ahora si quieres —propuso sonriendo.
Su sonrisa. Eso era. Eso era justamente la felicidad.
Habían pasado ya unos largos y gustosos seis meses desde la primera vez que escuchó su voz. Ahora ambos solían salir a pasear cada día, y podían sentirse especiales todo el tiempo. Fue aquella luz. Aquella luz roja que de un momento a otro se encendió en el lateral derecho de su frente. Indicando que algo estaba viniendo. Jaden no tenía ni idea de robótica, y además Eva seguía diciendo que no notaba nada raro, que se sentía igual de bien que siempre.
Pero aquella luz le preocupaba muchísimo a Jaden, no podía conciliar el sueño por las noches, y se encontraba extremadamente nervioso. Aquello no era normal, era una advertencia y tenía que estar preparado para lo que fuese, porque se temía lo peor: tener que perderla. Jaden fue con ella al tipo que usualmente le revisaba su brazo mecánico. Le dijo que el piloto rojo indicaba una falta de energía, pero que con una nueva carga bastaría.
Sin embargo, al abrir su cuerpo se encontró que nada cuadraba. La energía de la que disponía Eva no parecía estar en un sitio concreto, no parecía haber una batería que se pudiera quitar y cambiar. Era un modelo de androide que aquel experto no había visto jamás. Por supuesto que habían otros llamados como este, EVA, pero ninguno se parecía lo más mínimo. Se preguntaba de dónde había salido.
Pasaron diez minutos, y cuando iban por un callejón su luz empezó a parpadear. Eva cayó al suelo, diciendo que se notaba cansada, que ella nunca lo había estado pero que ahora se notaba cansada. La luz empezó a parpadear más rápido, sus ojos se iban apagando progresivamente. Aquella era la persona que le había hecho feliz. Porque sí, sí era una persona. Él había estado muchísimo más frío e inexpresivo que ella y sin embargo era humano, ambos habían aprendido a amar. ¿Y si lo de Eva no era verdad? ¿Y si era artificial, si sólo era una simulación y no un sentimiento? ¡Da lo mismo! Eso es, ahí esta la clave de todo. Da igual que sea una simulación, da igual que haya estado creada en unos laboratorios en vez de en un vientre, si actuaba igual y se sentía igual entonces el resto era indiferente. Si ambos eran felices, si ambos lo eran da lo mismo que ella no sea humana. ¿Quién decide cómo amar? ¿Quién decide si un androide puede sentir lo mismo que un humano o no? Lo importante es que ambos habían sido felices todo este tiempo, y se habían sentido especiales el uno con el otro. No había apenas diferencia entre aquello y un amor humano. No la hay.
Eva ya no podía hablar, sólo sollozaba y miraba a Jaden todo lo que podía. Él había vivido con un trozo de máquina enganchado al cuerpo, ¿entonces por qué ella no podía vivir con un pedazo humano? Jaden se abrió el pecho tan rápido como pudo. Abrió también el de Eva y sonrió. Ambos sonrieron. Jaden se puso a su lado y se extrajo el corazón, y alzando su mano para dárselo después de unos pocos segundos se desmayó, muriendo ambos a los pocos minutos. Jaden sabía que iba a morir, pero no le importaba porque estaba con ella, sin ella su vida sería peor que la muerte. Los ojos de Eva se apagaron. Ambos siguieron manteniendo la sonrisa en reflejo de una felicidad que sería eterna.
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Muchas gracias a mis lectores.
Sometron: Gracias por leerme, lo valoro de veras. Y bueno, todavía no me has dicho a quien te recuerda pero ok xDDDDD
GuinComme: Guau, te agradezco muchísimo que te lo hayas leído todo así del tirón. Me gusta que te haya gustado y que estés enganchado y tal, bueno concuerdo en que quizás doy demasiadas pistas pero no creo que descubráis lo que va a pasar la verdad xDDD Es bastante inesperado. Muchísimas gracias y un capítulo salido del horno.
Comentario: Bueno, este es un relato que ya tenía pensado hace mucho tiempo, casi desde el primero de Cárcel. Puede parecer que no aporta mucho pero me ha encantado escribirlo, y además creedme que sí que aporta y lo veréis luego. Vale sí, es muy cursi pero es lo que hay xDDD Como dato curioso, es el más largo que he escrito hasta ahora.
Saludos, espero que os haya gustado.
Sometron: Gracias por leerme, lo valoro de veras. Y bueno, todavía no me has dicho a quien te recuerda pero ok xDDDDD
GuinComme: Guau, te agradezco muchísimo que te lo hayas leído todo así del tirón. Me gusta que te haya gustado y que estés enganchado y tal, bueno concuerdo en que quizás doy demasiadas pistas pero no creo que descubráis lo que va a pasar la verdad xDDD Es bastante inesperado. Muchísimas gracias y un capítulo salido del horno.
Comentario: Bueno, este es un relato que ya tenía pensado hace mucho tiempo, casi desde el primero de Cárcel. Puede parecer que no aporta mucho pero me ha encantado escribirlo, y además creedme que sí que aporta y lo veréis luego. Vale sí, es muy cursi pero es lo que hay xDDD Como dato curioso, es el más largo que he escrito hasta ahora.
Saludos, espero que os haya gustado.