Sorkas pasó por al lado de Aeris y se alejó del resto del grupo, alegando que no había acudido a la ciudad a conocer gente. La mujer no le detuvo, ni tampoco dijo nada; sencillamente, se dirigió a sus dos infantiles amigos con una sonrisa.
—Fuimos con Cid, nuestro piloto, y volvimos aquí —explicó Aeris a Fyk, contestándole a su pregunta—. Hemos recapacitado mucho sobre la Llave Espada, acerca de si hay gente que la usa para el mal y si hay más como vosotros. León se ha mantenido muy escéptico hasta, bueno... Algo que sucedió hace unos días.
—¿Sabes algo sobre el famoso ataque de los sincorazón del cual se acusa a Tierra de Partida? —preguntó Maya en cuanto la mujer hizo referencia al hecho. Aeris cerró los ojos y negó con la cabeza lentamente.
—Esperaba que vosotros me contaseis algo al respecto. León recibió una carta de alguien que iba a venir a hablar con él hoy, pero a vosotros no os esperábamos. Iba al edificio de Correos, si me acompañáis...
Aeris echó a caminar rampa arriba, seguida de su fiel gato blaquinegro. Tras subirla pasó bajo un enorme arco a veinte metros por encima de ella, donde se aseguró de que los dos aprendices la estuviesen siguiendo. Quizás aquel callejón apartado de la ciudad no tuviese la misma intensidad y energía que el resto de distritos, pero las paredes hablaban con vida propia: las decenas de graffitis con palabras como Twister o Reaper llegaban a sus ojos en un festival de color.
El cielo sobre sus cabezas comenzaba a enrojecerse, señalando el atardecer. No podían distinguirlo bien debido a los altos edificios que les rodeaban, pero sabían que la noche pronto les alcanzarían. Y aquello significaba Sincorazón de un momento a otro.
Finalmente llegaron hasta lo que parecía ser un túnel que conectaba distintas fuentes de agua por la ciudad. Su propósito no era claro, pero su exposición de cara a los ciudadanos podía dejarles claro que no se trataba de un alcantarillado. Sin embargo, Aeris tornó hacia su derecha, dirigiéndose hacia el portal de un edificio.
—Atajaremos por aquí: la ciudad no es segura a estas horas. Rápido, deberíamos llegar antes de que anochezca del todo.
La joven sacó unas llaves de su bolsillo y abrió la puerta, dando acceso al interior del edificio. Dejó pasar a los chicos, invitándoles a entrar a su interior. Cait no tuvo problema alguno; antes de que ninguno de ambos lo hiciera, entró elegantemente con algo de prisa.
—A todo esto, ¿qué sucedió con vosotros en Bastión Hueco? Desaparecisteis sin más en aquellos portales y no volvisteis a entrar en contacto con nosotros. ¿Os encontrasteis con él?
Sorkas
No había tiempo que perder, y aquello era algo que Sorkas sabía bien.
Se separó tajantemente de sus dos compañeros, avanzando por la ciudad con el objetivo de pronto alcanzar la Plaza de la Fuente. Tras pasar por el arco de piedra, llegó hasta su única vía para avanzar: un túnel con agua iluminado con luces de algunas bombillas en sus paredes. Si conocía bien la ciudad, sabría que las alcantarillas se encontraban bajo la ciudad, que era donde los moguris ocultaban sus tesoros. El único problema de ese camino sería mojarse los pies.
Dicho y hecho. No había más remedio que continuar, por lo que, tras mojarse los pies con el agua llegándole hasta los talones, caminó hacia el interior del túnel. Aquel día tendría que cambiarse los calcetines al llegar a casa.
Tras avanzar por el estrecho pasillo de los túneles de agua, llegó finalmente a una bifurcación. Dos caminos se abrían ante él: uno ascendente, hacia su izquierda, y otro descendente, a mano derecha. Mientras que el primero parecía contar con menos luces que el segundo, bien iluminado con lámparas en el techo, el de la derecha no tenía más agua: unas escaleras daban acceso a través de aquel pasillo, interrumpiendo el curso del agua.
Quién sabía adónde le podían llevar ambos caminos.
Light
Enseñarle la Llave Espada no tuvo efecto alguno en el joven rubio. Cloud desvió la mirada ante el prepotente comportamiento del joven, cruzado de brazos y resoplando ante las palabras del chico. Su enorme espada no sorprendía en absoluto al hombre, cuya espada era más grande, gruesa y dura; además de ello, su precisión a la hora de atacar probablemente fuese superior, y su filo permitía penetrar la piel de sus enemigos de forma más eficaz que una simple llave.
—Posok —contestó sencillamente el joven.
—Voy a ir de todas maneras. Gracias por la advertencia, pero es simplemente algo que tengo que hacer.
El rubio suspiró y se apartó del muro, observando directamente a los ojos a Light. Colocó su mano derecha, con un guante parecido a una garra de uñas doradas, y evitó que abriese la puerta. Sus ojos estaban llenos de seriedad, clavados en el chico que acababa de mostrarle su imponente y preciosa Llave Espada que todo lo abría.
—Mira, hablo en serio. No es mi asunto si te matan otro día, pero hoy me has pillado aquí y nadie puede salir de este sector. Mira al cielo —el joven señaló hacia el rojo atardecer que estaba bañando toda la ciudad—; el toque de queda ya está dado. Así que vuelve a tu casa y deja de curiosear, ¿quieres?
El hombre se apoyó en la puerta, impidiendo poder ser abierta por Light. Sin embargo, si este le insistía más acerca de acceder al sector, el joven finalmente le contestaría:
—Mira, allá tú. Te ofrezco un trato: te dejaré entrar durante una hora, una y no más, con la condición de ser tu guardaespaldas. Mis honorarios son de 1000 platines. ¿Hay trato?
Sólo si le pagaba el joven le dejaría pasar, y siempre bajo su estrecha vigilancia. Claro que también podía buscar otros modos de acceder, como entrar en combate directamente con él.