Así que aquella era la habitación de Nadhia... Hacía tanto tiempo que no pasaba por Tierra de Partida que casi olvidaba como eran aquellos cuartos. No eran muy grandes, no tanto como los de Bastión Hueco, claro. Ni tan lujosos.
Pero no era algo que me quitase el sueño, no es que me hubiese ido de allí para tener una mejor habitación ni mucho menos ni tampoco estaba en Tierra de Partida solo para criticar habitaciones ajenas.
Era una habitación normal, contenía un armario grande, una cama, un escritorio, una estantería, una mesita de noche... ¿Y otra cama? ¿Una más pequeña?
—Será de una muñeca —quité importancia al asunto recordando que al fin y al cabo Nadhia era una adolescente normal.
Bueno, era la Segunda vez que me infiltraba en Tierra de Partida desde que me había ido, la primera no había sido tan arriesgada, aunque había tenido mis problemas con aquella aprendiza...
¿Cómo era su nombre? Bueno, no era algo que importase mucho, el caso era que aquella vez había muchísimo más peligro de que me pillasen pues no era de madrugada. Era la hora de la cena.
Había esperado en el exterior, escondido entre los jardines. Lejos de cualquier zona habilitada para entrenamiento.
Y todo para cumplir mi misión. Una misión que me hacía volver a Tierra de Partida.
“Armonía y Caos” aquella era mi misión, conseguir un libro con el susodicho título. Ryota me lo había encomendado específicamente a mí, que buscase ese tomo, al parecer muy valioso. Que localizase un ejemplar cualquiera y se lo llevase.
Sin duda no se esperaba que en aquel momento le hubiese respondido al instante con un “Sé donde puedo encontrarlo” y saliese de Bastión Hueco hacia Tierra de Partida.
Pues más que saber donde estaba el libro conocía a su dueña; Nadhia.
Entrar a Tierra de Partida no era difícil. Deslizarme bajo la rendija de la puerta con mi poder Evasión Sombría para subir las escaleras evadiendo cualquier posible Maestro para llegar a la zona de habitaciones y allí buscar el dormitorio de Nadhia.
No había sido complicado dar con la habitación puesto que todas las puertas tenían una plaquita con el nombre del dueño de esta.
Y allí me encontraba, rebuscando en los cajones de su mesita de noche y su armario lleno de ropa. Leyendo el título de cada libro que tenía en su estantería...
Todo a contrarreloj. Ella podía volver en cualquier momento y tenía una mala sensación que hacía que sintiese un dolor en el pecho, nervios.
—Te encontré —susurré absorto leyendo el título del tomo. Alcé la mano para cogerlo...