por Soul Artist » Lun Ene 13, 2014 8:30 pm
—¡Eres gilipollas!
La situación iba a estallar. Siendo consciente de ello me levanté del suelo con cuidado mientras la gente también se apartaba de Ragun, identificándole como otro brujo al igual que yo. El insulto del muchacho no me afectó en lo más mínimo: me limpié el polvo acumulado de la caída y me acerqué a Ragun encogiéndome de hombros y alzando las manos.
—Bueno, perdooona, princesa —nada mejor que una pequeña burla para intentar calmar la situación. No quería enfadarle, pero la realidad era que fastidiarle podía resultar un poco divertido—. Mira, yo mismo voy a arreglar esto, ¿vale?
Me dirigí hacia la multitud y me llevé las manos a la cintura. Estaban aterrorizados con mi presencia, y probablemente afirmarles que yo era un mago no fue la mejor decisión que podía tomar aquel día. Pero, igual que mi encanto había desencadenado aquella situación, yo mismo lo arreglaría. ¿Cómo? Con inteligencia, por supuesto.
—¡La magia es buena! —aseguré sonriente, afirmando con la cabeza con confianza en mis palabras—. Creedme, aprender un par de hechizos no es tan malo. Puedes invocar fuego, volar... ¡E incluso algunos llaman a criaturas oscuras, como los amigos de mi compañero aquí presente!