Nada funcionó. Mi última esperanza para salvarme se fue. ¿Por qué Ello no estaba allí? Se suponía que él podría vencer a Gárland, ¿no? O tal vez... ¿Ni siquiera él podría derrotarle? ¿Era por eso que no había hecho lo de siempre? Doblegar mi voluntad, era lo que siempre hacía, ¿verdad?
No... ¡No quiero morir!Estaba al borde de la desesperación. Dolía, dolía tanto... Ya no tenía casi fuerzas.
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Mira que eres molesto.El tiempo pareció ralentizarse los segundos siguientes. El hacha de Gárland se alzó unos instantes y empezó a caer. Su velocidad fue abrumadora y pude escuchar perfectamente como cortaba el aire.
Justo después sentí frío, como si me hubiesen colocado un montón de hielo en el hombro. Aún alzado por la cabeza logré ver lo que había pasado al mirar de reojo. Allí donde había estado mi brazo tan solo había un hombro del que la sangre caía a borbotones.
No supe que hacer, que pensar. Simplemente estaba en un estado de shock. Mis ojos estaban abiertos como platos. Con toda la sangre que estaba perdiendo no había forma de sobrevivir. Incluso si me dejaban allí a mi suerte.
Caí al suelo. Mi llave espada desapareció en ese instante. Traté de decir algo, pero de mi boca solo salían arcadas. Torcí mi cabeza viendo lo que había sido parte de mi cuerpo, una parte muy importante de mi cuerpo. Cuando traté de arrastrarme hacia él, con la esperanza de conservarlo y unirlo de alguna forma a su sitio original, pero entonces... Un gran metal se interpuso entre mi brazo y yo haciendo que lo perdiese de vista.
Gárland colocó su pie sobre mi pecho haciendo que me fuese difícil respirar.
Alguien... Ayuda...Pero, ¿quién iba a ayudarme? Tan solo estaban esos "Villanos Finales".
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Soy un dios. Tú una hormiga —nos comparó mientras ponía más peso sobre su pie impidiendo que pudiese tomar aire—
. Te han abandonado, Guerrero de la Luz. Te han dejado atrás como el inútil ser que eres. Lo único que puedo hacer es sacarte yo de ese ciclo eterno de sufrimiento.No... Era mi culpa. Hasta aquel día nunca había sido derrotado por nadie de aquella forma, me creía invencible y aquello había sido mi perdición. Todo lo que me estaba pasando era algo que me merecía.
Nunca había tenido miedo de la oscuridad. Nunca... Hasta ahora. Era la primera vez que sentía como si me engullese, como si yo no fuese nada, era una opresión que podría hacer enloquecer a cualquiera.
Nadie me esperaba tras la muerte, nadie me recordaría en vida. ¿Había algún final mejor para alguien como yo? Una muerte discreta de la que nadie tendría nunca noticia.
Posiblemente era el portador de la Llave Espada Oscura más débil de la historia, que risa. ¿De dónde narices había sacado aquellos aires de grandeza?
No soy nadie.El filo del arma del Dios Caído rozó mi cuello, de un corte rompió mis ropas dejando mi pecho al descubierto y como no, aquella misteriosa cicatriz que había llevado desde el momento en el que había despertado en el Mundo Inexistente quedó expuesta.
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Bienvenido al Infierno, chico.Y aún tenía tantas cosas que hacer... Me habría gustado al menos disculparme con aquellos a los que había traicionado, había roto las esperanzas que habían puesto en mí. Ivan, Fyk, Nadhia, Kazuki, Nanashi, Ronin, Ariasu, Zack y cómo no, Diana... Les había fallado a todos ellos. Nunca podrían perdonarme, y yo tampoco podría hacerlo. Jamás me perdonaría.
¿Y Nyx? Allí seguía, completamente aterrado, clavado en el suelo sin poder moverse. Los animales eran muy sensibles con los enemigos que sentían que eran más poderosos que los seres humanos. ¿Cuán aterrador se veía Gárland para el lobo? Quería gritarle que huyese, y probablemente eso le decía su instinto animal, pero el lado que lo conectaba a mí, nuestra unión le mantenía allí, firme. Era como si simplemente estuviese esperando su propia muerte, como si quisiese ver la forma en la que su amo iba a perecer.
Vive, Nyx. ¡¡¡Huye de aquí!!!El hacha empezó a clavarse en mi cuello, iba a ser decapitado. Cerré los ojos tratando de contener el llanto, los gritos. No quería suplicarle, pero a la vez me estaba viendo muy tentado a hacerlo. ¿Aceptaría mi rendición? ¿Me permitiría vivir? No, no lo haría. ¿Que clase de idiota dejaría vivir a sus enemigos? Yo mismo lo había dicho. Dejar prisioneros es un riesgo, pero dejarlos libres es aún peor. Siempre pueden volver y vengarse, Gárland no era tonto, sabía aquello mejor que nadie.
En toda aquella oscuridad que me rodeaba, sentí que algo me agarraba. A punto estuve de vomitar cuando una sensación de vértigo me envolvió, estaba muy vulnerable a cualquier movimiento. Al abrir los ojos vi un cabello castaño que me llevaba a rastras.
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Xefil... ¿Por qué? —le susurré con mis últimas fuerzas. ¿Que acababa de pasar? ¿Cómo me había sacado de allí? ¿Era una de aquellas visiones que atormentaban a aquellos que se perdían en los desiertos?
Mientras me formulaba esas preguntas busqué a mi compañero de cuatro patas. Estaba muy cerca de mí, en todo momento pegándose a mi cuerpo. Me di cuenta en aquel momento que nos encontrábamos en los aposentos de Hades.
Lo peor de todo aquello era que no había perdido la consciencia, por lo que estaba sufriendo. Las quemaduras de mi cara apenas me dejaban ver. La piel de mi frente estaba calcinada, probablemente incluso en algunas partes estaría cayendo dejando ver hasta el hueso y apenas podía ver ya que mi cara estaba hinchada por los golpes que me había llevado.
Gárland me había hecho ver lo pequeño que era, lo mucho que me quedaba por delante. Pero no iba a retractarme de mis palabras. Derrotaría a ese Dios algún día. No podía permitir a tal monstruo libre por el universo.
Quiero poder.En ese momento un terremoto sacudió todo el lugar. Fue tan potente que me obligué a caer de rodillas donde solté todo lo que llevaba en el estómago. El mal sabor de boca no desapareció ya que con el siguiente temblor tuve que continuar vomitando.
Empecé a toser atragantado y me llevé mi brazo derecho a donde debería estar el otro empapándome en sangre. Me coloqué en posición fetal mientras las rocas caían del techo rompiendo la silla que había hecho de trono para el Dios del Inframundo.
No pude ver como Xefil era golpeado por una roca y apenas me di cuenta de que Nyx se había colocado sobre mí para cubrirme. Solo agonizaba en el suelo esperando una lenta y dolorosa muerte.
Con suerte, lo mejor que podría pasarme sería que una roca me aplastase en aquel momento y pusiese fin a todo.
Pero no fue así.
Como si una fuerza superior quisiese que siguiese viviendo, o tal vez como si el destino pretendiese de alguna manera burlarse de mí y darme esperanzas antes de dejarme morir realmente algo ocurrió.
Una luz iluminó todo el lugar y rápidamente me levantó colocándome en sus hombros. Por desgracia, no pude reconocer a aquella persona, apenas podía mantener los ojos abiertos ya y lo que veía era demasiado borroso.
Cuando atravesé el portal de luz sobre los hombros de aquella persona, por primera vez calidez en aquel sofocante, cegador y claustrofóbico túnel entre los mundos.
Sonreí ante aquella ironía de la vida. ¿Se me estaba dando una segunda oportunidad?
Y así fue como acabó la pesadilla.
* * *—
¡Os vamos a echar mucho de menos! —se despedía Shinju mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo. ¿Realmente alguien podría tragarse tal engaño?
Alexis, Shinju y de alguna manera yo nos encontrábamos en la salida del castillo de Bastión Hueco bajo las órdenes del Maestro Ryota. Acompañar a Xefil y Hiro para que abandonasen el mundo. Simple.
Sinceramente, no tenía energía como para que me apeteciese obedecer, pero la insistencia del maestro hizo que acabase cediendo. No quería discutir con nadie.
Total... ¿Para qué hacía falta? En aquel momento Shinju y Alexis podían bastarse solas si surgía algún problema, cosa que dudaba. De todas formas... Sin mi brazo probablemente jamás pudiese volverme un Maestro, ni podría ganar poder y como no, nunca estaría a la altura de Gárland, no podría vencerle. Mi fuerza estaba solo en un brazo, algo que me daría gran desventaja durante los combates el resto de mi vida.
Dos días habían pasado desde aquella fatídica incursión en El Inframundo. Dos días en los que había tenido tiempo a pensar todas las acciones que había realizado a lo largo de los últimos meses. Reconsiderar demasiadas cosas que había dicho y hecho.
Tener la muerte tan cerca te hace cambiar, aquello era un hecho.
Aquellos dos días habían sido extraños. Ver a Xefil y al chico híbrido en aquel mundo era extraño, era como si desentonaran con el resto del mundo. Pero había sido necesario permitirles vivir allí para recuperarse.
Mis heridas habían sanado, no habían quedado marcas de haber tenido la cara calcinada y mi brazo, mejor dicho, mi no-brazo era un muñón perfectamente cicatrizado. La magia curativa podía sanar heridas, pero no regenerar miembros perdidos. Aquello era algo que había aprendido y que tendría que asumir.
Mi brazo izquierdo no volvería.
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Anda, perdeos, bichejos de la luz —ordenó la chica zombie llevándose las manos a la nuca sonriéndoles con cierta chulería que habría tenido yo también si hubiésemos impedido el regreso de aquel vil monstruo.
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¡Es muy triste, Alexis! ¡No te metas con ellos! —le replicaba la joven de cabello negro con tirabuzones que caían majestuosos por sus hombros.
Pero Alexis tenía razón, ellos tenían que irse y a no ser que ellos pretendiesen cambiar de bando no deberían estar allí por más tiempo. Además, ¿no les echarían de menos allí?
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No me preguntéis por Nanashi porque no tengo ni idea —pareció intuir lo que los dos aprendices iban a preguntar—
. Ella sólo tenía órdenes de recoger al emo este y la chica floral. No me ha querido dar ninguna explicación más —explicó rápidamente.
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Entonces así acaba todo... —bajé la mirada al suelo agotado de toda aquella mierda que había acontecido. Habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo.
¿Y ahora que? No tenía heridas, mi vida no peligraba. Tenía que volver a entrenar, como de costumbre. Pero todavía no podía acostumbrarme, no aún. Mi cabeza me engañaba y en ocasiones era como si sintiese un dolor fantasma, como si mi brazo siguiese ahí, pero cuando miraba... No había nada.
Era un efecto común cuando algo así acontecía, al parecer. Notar el miembro como si realmente existiese. No sabía cuánto podría durar, pero esperaba que no fuese mucho tiempo. Era molesto y me recordaba la desgracia con la que tendría que convivir. Lo peor es que mi única opción era convivir con ello, convivir con mi error, mi gran error. Aquel que casi me había costado la vida.
Levanté la cabeza y clavé mis ojos en los ojos de Xefil, mi salvador. Sentía ganas de darle un puñetazo en la cara, pero no era odio lo que había en mí, era frustración. La frustración nacida de la vergüenza. Apreté mi puño conteniéndome.
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Marchaos —dije con un tono de voz sombrío y falto de ánimo—.
Y no volváis.Había un culpable en todo aquello. Por fin lo había comprendido, era su culpa que hubiese acabado de aquella forma. El culpable tenía nombre, aquel que había ayudado indirectamente a la resurrección de Gárland. Su nombre era Tierra de Partida.
Un enemigo que había que eliminar tarde o temprano. Pero no eran los aprendices lo que quería.
Ronin. El Maestro de Maestros lo pagaría muy caro algún día, pero primero tenía que eliminar a Gárland. Aquel era mi deber. Quizás era una mera venganza, algo infantil... Sí, lo era, pero era algo que debía hacer. Lyn lo había dicho, habían planeado utilizar la armadura de aquel ser como Invocación y destruirnos. Si matábamos al Dios Caído nos libraríamos de un peligro enorme. Tenía que informar a Ryota sobre aquellos planes que tenían en Tierra de Partida para prepararnos en caso de que consiguiesen otro tipo de arma que pudiesen utilizar en nuestra contra.
Necesitaba más poder y había comprendido que era algo que en aquel momento me faltaba. Aún me quedaba demasiado para alcanzar mis metas y mi vida como aprendiz apenas había empezado. Mi meta principal seguía siendo la misma; recuperar mi memoria. Pero ahora había otras cosas más que requerían mi atención y que en cierto sentido eran igual de importantes.
FIN
DIOS, vale ok. Me ha encantado rolear con todos, se me hizo corta la trama, la verdad. Pero bueno, pronto estará Villain´s Vale, que le tengo muuuuchas ganas y hype. ¡Un saludo a todos los participantes por hacer la trama posible, y a Narra por llevarla!