Cronología:
No lo tenemos claro
* * *
—¿Estás segura de esto? —pregunté por probablemente milésima vez en el día, con la mano a unos centímetros de acariciar el botón de mi Armadura, hesitando. No podía evitarlo: mientras más pensaba en ello, más nervioso me ponía. Una cosa había sido ir a un mundo desconocido a una misión improvisada, matando el tiempo a la par que esperábamos a nuestro contacto, y otra muy distinta era ir directamente a meter las narices al mundo de Nadhia.
¡A Villa Crepúsculo, al mundo de Nadhia! ¿Y si me topaba con su madre o algo así? ¿Y si su hermano me hacía preguntas y preguntas y preguntas, buscando cualquier clase de fallo en mí? Claro que no estaba allí para ganarme la aprobación de nadie, pero inconscientemente barajaba situaciones en las que me veía obligado a demostrar mi valía y mis virtudes. Y aquellos pensamientos no hacían más que ponerme nervioso.
Cuando Nadhia volvió a insistir, aunque podía notar que no completamente determinada, ahogué un gemido nervioso. ¿Y si su padre decidía que yo no era suficientemente bueno y me arrojaba de la torre del reloj?
—¿"Bueno"? ¿Bueno para qué?
La risa de la Bruja, tan similar al tintineo de las cadenas, hizo que me recorriera un escalofrío. El temblor provocó que accidentalmente mis dedos rozaran mi brazalete, materializando mi Armadura en un destello de luz. Tomado por sorpresa, di un pequeño salto hacia atrás que debió haberse visto ridículo.
Carraspeé y corregí mi postura, acomodando con las manos las piezas de metal... las cuales, claro, no necesitaban ningún arreglo. Sólo necesitaba hacer algo con mis dedos para evitar que Nadhia notara lo mucho que temblaban.
—E-estoy... —logré decir apenas.