Después de la charla con Zack, había llegado el momento de marcharse de su mundo. Mientras se encaminaba al exterior, Stelios no pudo evitar pensar en la gente de la aldea que le había criado, y especialmente en la anciana que se había convertido en su madre y le había dado el impulso para perseguir su sueño. Era una lástima no poder visitar su tumba una última vez antes de marcharse, pero Lyn no lo aceptaría. No, debía irse de allí.
Varias personas estaban esperándoles fuera, entre ellos aquel niño que les guiara hacia el león. Parecía mucho más recuperado, lo cual era bastante sorprendente, dada su escasa edad y las dos profundas heridas que había sufrido en el pecho. Al ver que aparecía, se acercó a él.
—
¡Hola! ¡Zack me dijo que hoy podría venir a verte! Quería daros las gracias por todo. Hércules mató al león, pero si vosotros no lo hubierais detenidos, habría muerto mucha más gente, como mi mamá…—el recuerdo de su madre pareció afectarle—.
Papá dice que todo va a estar bien. Que gracias por salvarme.—
Fue un placer, aunque todos los demás intervinieron.El niño no esperó mayor contestación y salió corriendo. Stelios observó como se alejaba, preocupado. Aunque estaba mejor, no podía haberse recuperado del todo. ¿Era inteligente dejarle irse así, sin más?
Mientras miraba la figura del pequeño, Hércules le palmeó en el hombro con confianza. El héroe no acabó de controlar su fuerza y Stelios no pudo evitar cerrar los ojos un momento. Había perdido la sensibilidad en la zona golpeada.
—
Zack me contó lo que hicisteis. Fue un gran trabajo. Lyn no quiere dejar que te quedes a tomar algo, pero que sepas que puedes pasarte cuando quieras por mi casa. ¡Espero verte pronto por aquí! —
Muchas gracias. ¡Ha sido todo un honor conocerte!. Seguro que pronto volveremos a vernos.Y estrechó la mano de aquella leyenda con todas sus ganas. Que Hércules le tratara con tanta familiaridad era una recompensa en sí misma. Stelios no podía sentirse más honrado.
Mientras Filoctetes acababa de hablar con Lyn, una criada le trajo a Stelios sus cosas. Todo parecía en buen estado. Se tomó un momento aparte para ponerse su ropa habitual de entrenamiento, librándose de aquella túnica. Colocó la espada a su espalda, como tenía por costumbre, y recogió el resto de sus objetos de valor, en su mayoría útiles para el combate. No tenía demasiados objetos personales. Ya se sentía listo para partir.
Una vez estuvo preparado, Lyn echó a caminar hacia el exterior, seguida por su nuevo aprendiz. Allí comenzaba su aventura, y no podía esperar a ver que había más allá de su propio mundo.
—
¡Hasta pronto! —se despidió Zack, sacudiendo un brazo.
—
¡Adiós a todos! ¡Volveremos a vernos! —gritó Stelios en respuesta. Pronto se habrían alejado —.
¡Lo prometo!****Habían salido de la ciudad y llegado a un pequeño bosque cuando Lyn dejó de caminar. Estaban en lo que parecía un claro. Stelios se preguntó que hacían allí. ¿No deberían seguir caminando? Su maestra le ofreció lo que parecía un brazalete metálico, aunque la sensación que transmitía no era normal. Seguramente sería otra sorpresa, como su Llave-Espada.
—
Póntelo donde quieras, muñeca, brazo, hombro… Y púlsalo. Obediente, Stelios se lo colocó en la muñeca. Se había ajustado perfectamente. Curioso, apretó el dispositivo y descubrió como se generaba por todo su cuerpo una armadura completa. Era algo realmente maravilloso. La armadura era completamente plateada, con algunas marcas más oscuras. Las piezas que cubrían todo su cuerpo eran muy elaboradas, empezando por unas nada desdeñables hombreras, de forma redondeada. El yelmo le cubría completamente la cabeza, y tenía una forma parecida a los yelmos corintios, coronado con lo que debía ser una especie de penacho metálico. Todo el conjunto parecía transmitir la esencia de su hogar. Sin embargo, pese a la corpulencia de la armadura, era realmente ligera y no provocaba problemas en las articulaciones.
—
Ahora, haz como yo —dijo Lyn, una vez había completado su armadura. Lanzó la Llave-Espada al cielo, donde se transformó en un extraño vehículo volador, al cual se subió. Stelios no daba crédito a todo lo que veía.
—
¿Yo también? —invocó su propia Llave-Espada y, con curiosidad, la arrojó al cielo, como había hecho su maestra. El arma se transformó en otro vehículo, muy diferente al de Lyn. Se trataba de un carro de guerra, como el que montaba el dios Helios para marcar las horas de luz. Era metálico, como su nueva armadura, con tonos entre el plata y el negro. Conectadas al vehículo, flotaban dos esferas de algo menos de un metro de diámetro. Parecían esperar a que su nuevo dueño diera la orden.
Stelios no podía creerlo.
—
¡¿Esto es para mi?!—
Esto se llama glider. Lo utilizarás para viajar entre los mundos. Practica un poco y sígueme. Que no se te ocurra quitarte la armadura o la oscuridad del Intersticio te afectará. Recuerda, es tu protección y siempre que salgas de un mundo debes llevarla puesta.Stelios subió al carro y cogió las riendas, compuestas por algo parecido a un grueso cable, suave al tacto. Transmitía bastante seguridad, y él ya había montado antes en carro, por lo que no debería haber mucho problema. Al agitar las riendas, las esferas avanzaron hacia el frente, tensando el cable y moviendo el vehículo.
¡Estaba volando! ¡Igual que con Pegaso! Pero ese carro era únicamente suyo, y podía utilizarlo cuando le apeteciera. Se sentía como el dios del sol, vestido para la guerra con semejante armadura, representando a la luz en el cielo.
Rápidamente, se acostumbró al manejo del glider. Las esferas avanzaban según los pensamientos del conductor, y no resultaban tan erráticas como podían ser los caballos a veces. Una vez Lyn estuvo satisfecha con sus progresos, comenzaron a ascender, directos hacia las estrellas.
Mientras subía, Stelios miró hacia atrás. Allí estaba Tebas, encogiéndose cada vez más. En ese lugar había aprendido todo lo que sabía, y había conocido a mucha gente. Sintió un breve sentimiento de nostalgia. Iba a echar de menos aquella desastrosa ciudad.
Extendió la mano, intentando cubrir la metrópolis con ella. Se sentía su protector, y pronto volvería para protegerla como no había podido antes.
Y quizá barriera un poco el suelo con Zack. Aún le debía una buena paliza.
Sonriendo, Stelios agitó las riendas y surcó los aires, rumbo hacia su nuevo destino.
«
¡Allá voy, abuela! ¡Mírame!»