La patada la dejó sin respiración. Pero se la había visto venir. Por eso pudo reaccionar a tiempo. O habría sido capaz de hacerlo si el chico no hubiera aprovechado para lanzarle algo que la lanzó por los aires. Otra vez. Fátima cayó pesadamente de espaldas y emitió un resoplido, con la impresión de que se le había aplastado el pecho y que no podía aspirar ni una bocanada de aire.
Con los ojos lagrimeando, se puso de lado y trató de disparar un
Piro. Oswald, sin embargo, se desvaneció ante sus ojos. Y Fátima perdió un precioso instante en comprender que aquello era magia y que la vista no le había engañado. Fátima emitió un grito de rabia, que le salió bastante débil porque apenas sí podía respirar, y se obligó a ponerse en pie, forzando sus piernas, para arrojarse contra el árbol.
Pero Oswald ya no estaba allí.
****John abrió los ojos con lentitud y su mirada se quedó desenfocada un rato, hasta que, por fin, reconoció a Fátima, que aferraba su mano con ansiedad.
—
John, ¿está usted bien?El hombre frunció el ceño. Luego movió los pies, los dedos de las manos, se llevó una mano al pecho y sonrió, tembloroso.
—
Parece que lo importante sigue en su sitio, pero tengo la impresión de que me han sacudido bastante.
Fátima no contestó. Se limitó a apretar su mano y a reprimir las ganas de llorar. Le explicó que estaban en el hospital. De repente se había mareado al ir bajando las escaleras del Big Ben y con la ayuda de un hombre, lo habían llevado a toda velocidad al hospital más cercano. Oswald se había marchado poco después porque lo esperaban en casa, añadió con hosquedad y paladeando su furia.
John le restó importancia con un gesto y se acomodó sobre los almohadones.
—
Lamento haberte causado tantas molestias. Y no haber podido despedirme del chico. Es una pena. Tanto talento…Fátima respiró hondo y se mordió la lengua con tanta intensidad que por un momento creyó que se haría sangre. Se obligó a sonreír y le pidió la dirección para poder avisar a su familia y que vinieran a buscarle. La anotó en un papelito y cuando iba a incorporarse, John la cogió de la mano.
—
Estoy segura de que mi esposa te obligará a venir a comer un día de estos como agradecimiento. Y a mí me encantaría volver a verte. Y quizás tocar un poco—añadió, guiñándole un ojo.
John logró que olvidara que, si no fuera porque había reaccionado rápido, ahora mismo estaría muerto y se encontró sonriendo. No entendía cómo nadie podía querer hacer daño a una persona tan amable. Dio un suave apretón a la nudosa mano del anciano y asintió con solemnidad.
—
Me encantará, John. Pero ahora debería darme prisa. Es de noche y tu esposa debe estar a punto de sufrir un infarto.—
¿Es de noche?—preguntó, alarmado. Se pasó una mano por la barbita y rió, nervioso, por lo bajo—.
Me parece que debería fingir estar un poco más débil. Quizás así le dé pena y no amenace demasiado con estrangularme.
—
¡Entonces mejor me doy prisa!Se despidió con un gesto y echó a andar a buen paso por el pasillo. Cuando dejó atrás el hospital, se le hundieron los hombros. Empezaba a notar un desagradable zumbido que prometía desembocar en una migraña y estaba exhausta, tanto que no podía erguir los hombros y que los pies le protestaban a gritos, reclamando un descanso después de tanto ir para arriba y abajo.
Pero lo que más necesitaba era echar una cabezada. Después de perder a Oswald había vuelto a la carrera a por John, que todavía no se había despertado y estaba rodeado de guardias. La gente estaba como loca, hablando de un ataque contra la monarquía y exageraciones varias, pero gracias a la ayuda de un par de criados, consiguió sacar al pobre John de allí: nadie estaba dispuesto a creer que un anciano frágil podía haber tenido nada que ver con aquello. Cuando nadie miraba, le aplicó un breve
Cura. Después tuvo que mentir, afirmando que era su nieta, y le tocó esperar en el hospital durante horas interminables a que John despertara.
Por lo menos, había tenido tiempo para pensar. Para controlar la frustración y las ganas de arremeter contra todo lo que se moviera por su propia ineptitud. ¡Todo, todo le estaba saliendo mal! ¡Y cómo había podido dejarlo escapar después de haber roto una de las reglas más básicas! Es más, ¡cómo había podido dudar…!
Al final, cuando llegó al paroxismo de la rabia contra sí misma, consiguió reconocer que había cometido errores, y que ya no podía hacer nada por enmendarlos. Su primera idea fue desaparecer una vez comprobar que John estaba bien. Pero luego pensó en Oswald. Y se preguntó si no sería capaz de volver a por él. Se dio cuenta de que no podría dormir tranquila si no mantenía un ojo sobre el anciano y el agradecimiento sincero se mezcló con la satisfacción cuando John le ofreció visitar su casa.
Ahora, por la calle, Fátima se apresuraba, esquivando a los hombres que regresaban del trabajo, mientras sus pensamientos derivaban hacia Oswald. Era de Bastión Hueco. Sin duda, volvería a encontrárselo.
Pero, ¿qué iba a hacer entonces? ¿Machacarlo? ¿Y de qué serviría? Y si lo llevaba a Tierra de Partida…
Como en la otra ocasión, no logró encontrar una respuesta y el dolor de cabeza se agravó tanto que decidió dejarlo para más tarde. Tenía que hablarlo con alguien. Con Malik. Sí, él podría aconsejarle qué hacer.
Lo único que tenía claro era que no quería ser responsable de una muerte. De ninguna. Le entraban ganas de vomitar de sólo pensarlo.
Cuando alcanzó la dirección que le había indicado John, recordó lo que le había dicho nada más levantarse.
«
Es una pena. Tanto talento…»
Fátima torció la boca, pero, en el fondo, no pudo más que darle la razón. Un Incorpóreo, ¿eh? Se preguntó cómo habría acabado así. Qué habría sucedido. Y si había sido su culpa… ¡No! Sacudió la cabeza. Daba igual cómo. Lo importante era lo que había hecho.
Y que no pensaba perdonárselo.
Respiró hondo y subió por las escaleritas que llevaban a la entrada de una bonita casa de dos pisos. Tenía una noticia que dar.
Y fin por mi parte. Me ha encantado rolear con Ban (lástima que ya no vaya a poder más ;w;). Gracias de antemano a quien puntúe~