[Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Encuentro de Fátima, Nadhia y Malik

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[Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Tanis » Mié Feb 04, 2015 7:44 pm

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Cronología:

• Fátima: [Encuentro] La Horda » A la caza del dragón rojo » [Encuentro] Journey.

• Malik: [Trama] Un lugar especial en el Infierno > A la caza del dragón rojo > [Trama] Sombra de Luna

• Nadhia: [Encuentro] Una prueba de valor > A la caza del dragón rojo > [Encuentro] Invítame a un helado


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Aquel sería el primer viaje que hiciera fuera de Tierra de Partida. Bueno, no exactamente el primero. El recuerdo del infructuoso periplo por La Red todavía le asaltaba de vez en cuando, como un error que no debía cometer más. A decir verdad, no se sentía demasiado culpable, porque el que hubieran acabado allí no había sido por su culpa. Pero aún así…

Había estado a punto de morir, y aunque no había sido la primera vez en su vida que le pasaba, eso marcaba a cualquiera, otra vez.

Al menos esa misión requería un grupo más nutrido. No es que tuviera miedo, pero era todavía un aprendiz sin demasiada experiencia y, aunque fuese adulto, de vez en cuando sentía dudas o se descubría preso de la inseguridad. Era fuerte, pero todavía no manejaba la llave-espada como le gustaría. Y de la magia no quería hablar. Cualquier aprendiz era mejor que él en eso, incluso los que habían llegado después. Quizá era demasiado mayor, no estaba seguro de eso. Un día tenía que preguntarle a su maestra, aun a riesgo de recibir una paliza por inútil.

Malik escuchó atentamente las disposiciones de la misión junto con sus futuros compañeros. Parecía sencillo: debían ir al mundo Tierra de Dragones y averiguar la causa del aumento de sincorazón. Ni siquiera tendrían que realizar una purga. Bien, eso estaba bien. No le disgustaba pelear contra aquellos monstruos, pero pensaba que para realizar eso, se necesitaría un número mayor de caballeros.

Cuando vio que los demás se retiraban para hacer los planes pertinentes y organizarse, los siguió en silencio. Eran dos aprendizas mucho más veteranas que él. Las conocía de vista, de haber oído hablar de ellas de vez en cuando en boca de algún maestro o aprendiz en el comedor. Pero no tenía idea de nada más. Imaginó que ellas se sentirían igual con respecto a su persona. Era un elemento nuevo en aquel sitio. Y si además prefería quedarse solo…

Eran infinitamente más jóvenes que él, pero no importaba. Aunque fueran jóvenes, eran más poderosas, y si algo sabía de la vida es que los poderosos lideraban, porque por algo habían sobrevivido. Malik quería confiar en que sabrían qué hacer si las cosas se ponían feas.

Un ligero carraspeo llamó entonces su atención y desvió la vista hacia una de las chicas, que le tendía la mano como gesto de saludo. Esbozó una muy tenue sonrisa y se la estrechó, observándola. Parecía muy delicada, como una flor de los oasis. A lo mejor también era igual de fuerte que esas flores, acostumbradas a sobrevivir en condiciones extremas. Tampoco parecía muy mayor, quizá quince, dieciséis años, puede que diecisiete. La gran mayoría de los aprendices eran jovencitos que no habían terminado de crecer, niños en una… guerra.

Hola. Es un placer, me llamo Fátima…

Malik alzó levemente una ceja, divertido, al notar su sonrojo y apretó suavemente su mano antes de soltarla. El pelo negro y liso, esos ojos… Preciosa…

El placer es mío —dijo, cortés—. Soy Malik.

Aprovechó para presentarse ante la otra chica antes de empezar a idear la entrada al Mundo de la misión.

¿Cómo nos vamos a organizar? El Maestro ha dicho que tenemos que investigar una zona montañosa, donde la gente seguramente estará muy cerrada a los extranjeros… Sin olvidar que están en guerra. Pero tenemos que buscar alguna forma de poder hablar con ellos sin que nos rechacen. ¿Alguna idea? —Fátima presentó el problema inicial.

Malik había estado leyendo anteriormente sobre ese mundo, y sabía —porque era de sentido común— que en muchos no era recomendable dar a entender que eras… extranjero en el sentido amplio de la palabra. Tendrían que inventarse alguna historia para camuflarse entre la población sin levantar sospechas y sin que les provocase hostilidad alguna, mientras investigaban. Pensativo, se llevó una mano al mentón.

Los habitantes de China mantienen rutas con otros territorios, quizá si nos hacemos pasar por comerciantes...

No creía que fuese mala idea, además, era moverse en terreno que conocía, él había sido comerciante en sus anterior vida en Agrabah. Podía ser útil en ese ámbito.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 04, 2015 7:47 pm

El Maestro Ronin les había encargado una misión; viajar a China y hacer un examen rutinario sobre los sincorazón, cuyo número no hacía más que aumentar en las últimas semanas.

Fátima sentía un cosquilleo de emoción al pensar que podría regresar a aquel mundo después de meses y quizá incluso podría encontrarse con Mulan. Estaba muy preocupada por ella, le angustiaba pensar que sus compañeros descubrieran que era una mujer… Y lo que podría ocurrir después. Se suponía que una mentira como aquella estaba castigada con la pena de muerte…

Sacudió la cabeza para no pensar más en ello y se obligó a ser optimista. Los cuatro Aprendices que participarían en la misión se habían reunido en el comedor para discutir cómo organizarse y qué llevar consigo, ya que, por una vez, no iban a acudir a una acompañados por un Maestro.

Por estúpido que pudiera resultar, Fátima se sentía un poco más adulta al pensar que iba a hacer algo sin un adulto, aunque se tratara de una tarea rutinaria.

«Aunque, claro, no es que vayamos sin adultos… La única menor de edad soy yo».

Miró en derredor a sus compañeros. Por una parte estaba Nadhia, que aunque parecía muy jovencita, en realidad tenía más de veinte años. Su amiga. Le dirigió una sonrisa, contenta de poder ir con ella. Luego estaba el nuevo, uno de los hombres más maduros que había visto por Tierra de Partida. Juraría que superaba en edad a gran parte de los Maestros…
Era un hombre alto, que rondaría los treinta años, con un tipo atlético. Y, sonrió estúpidamente, muy guapo. Se había fijado durante esa semana en él, siempre de reojo, demasiado vergonzosa como para acercarse a preguntarle de dónde venía para iniciar una conversación. Y parecía un hombre tranquilo. Sin mucha idea de pelear, pero bueno, casi todos los que llegaban a Tierra de Partida tampoco habían cogido un arma en toda su vida. Aprovechando que no la estaba mirando, le dio un repaso de arriba abajo. Y su sonrisa se amplió, tanto que se sintió infinitamente subnormal. Pero en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo se obligó a adoptar una expresión normal y se dijo que tenían que presentarse. Así que carraspeó tímidamente para llamar su atención:

Hola. —Le tendió una mano—.Es un placer, me llamo Fátima… —Se ruborizó un poco y maldijo para sus adentros. Cuando Nadhia también se hubo presentado, preguntó—. ¿Cómo nos vamos a organizar? El Maestro ha dicho que tenemos que investigar una zona montañosa, donde la gente seguramente estará muy cerrada a los extranjeros… Sin olvidar que están en guerra. Pero tenemos que buscar alguna forma de poder hablar con ellos sin que nos rechacen. ¿Alguna idea?
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor EspeYuna » Mié Feb 04, 2015 7:49 pm

Desde hacía unas semanas Kousen y yo nos habíamos quedado tras la hora de la cena para fregar el suelo del comedor y ayudar a Higashizawa con las escalofriantes filas de platos que transportaban los pequeños moguris. De vez en cuando el Maestro de Maestros se pasaba por allí para ver si estábamos cumpliendo con nuestra tarea. En cierto modo, nos sentíamos algo mal porque el mentor no confiara en nosotros, pero qué le íbamos a hacer… La habíamos liado bien parda en La Cité de Cloches y no le culpaba por querer tenernos vigilados.

Por eso, cuando Ronin me convocó para una misión de tal calibre, pensé que sería una buena oportunidad para volver a ganarme su confianza.

Me encontré con la sonrisa de Fátima, a quien correspondí con el mismo gesto. Y me fijé entonces en la cara nueva de Tierra de Partida: un hombre de tez morena, que, para mi sorpresa, aparentaba poco menos de los treinta años. Era curioso encontrarse con un aprendiz tan mayor, pero si me paraba a pensarlo, tampoco era tan raro: más lo era ser pateada todas las mañanas por un niño de diez años al que debía besar los pies. Suspiré, recordando el palizón del último entrenamiento.

Había acudido a la reunión en el comedor a la hora acordada sin mi guardián. Tandy no se encontraba muy bien aquellos días, pero era algo a lo que ambos estábamos acostumbrados: yo no era Salim, por lo que algunas veces el pequeño moguri caía con unas décimas de fiebre. No muy grave, pero sí recomendable que se quedara descansando. Quiso venir, pero estaría más tranquila si se quedaba bajo el cuidado de Mogara.

Además, él ya había estado conmigo en aquel mundo: Tierra de Dragones. Había conocido un poco las montañas de aquel mundo, y algunas sendas, pero no estaba segura de que supiera moverme con total libertad por allí.

Escuché a Fátima acercarse al nuevo, y éste apretó su mano correspondiendo educadamente. Malik, ¿eh? Pensé que era bastante apuesto, a la par que planeaba como volver a ganarme la confianza de Ronin.

¿Cómo nos vamos a organizar? El Maestro ha dicho que tenemos que investigar una zona montañosa, donde la gente seguramente estará muy cerrada a los extranjeros… Sin olvidar que están en guerra. Pero tenemos que buscar alguna forma de poder hablar con ellos sin que nos rechacen. ¿Alguna idea?

Los habitantes de China mantienen rutas con otros territorios, quizá si nos hacemos pasar por comerciantes… —intervino Malik, dispuesto a participar desde un primer momento.

Yo he estado hace poco tiempo en la zona montañosa, aunque no puedo deciros si pasaríamos por la misma ruta. Conocí un pequeño pueblo, pero tengo entendido que hay muchos más y están bastante separados unos de otros, por lo que debo suponer que ese territorio es bastante extenso —comencé a decir, llevándome una mano a la barbilla—. Como ha dicho Fátima, ahora mismo están en guerra y no sería buena idea meternos en medio. Además, Ronin nos lo recordó —me acordé de Kousen, quien debía estar cumpliendo con mi parte del castigo también—. Malik, no se nos tiene permitido meternos en los asuntos de otros mundos, sólo en lo referente a los sincorazón. Sé que puede ser complicado no ayudar si hay una masacre en nuestras narices, pero tendrás que acostumbrarte… Como lo intentamos hacer nosotros.

Intenté empatizar con él desde un primer momento, sobre todo en lo referente a nuestra misión como portadores. Eran normas con lógica, pero quizás en un principio Malik no lograra entenderlo. Mejor era ser precavida y recordárselo.

Sobre lo de hacernos pasar por comerciantes me parece buena idea —felicité a Malik. Sin embargo—, pero hay una pega para nosotros dos. Fátima podría pasar perfectamente por comerciante, pero en lo referente a nuestro aspecto, llamaríamos demasiado la atención. Tú por el color de tu piel, y yo por el de mi pelo y mis ojos.

» Lo único que se me ha ocurrido es que nos hagamos pasar por… mercancía. No me hace mucha gracia porque nos limita bastante, pero es lo único que se me ocurre. Caracterizar nuestro aspecto como el de esclavos o sirvientes provenientes de tierras lejanas. Al menos, así podríamos adentrarnos sin problemas en los pueblos y recoger información.

Escuché a Fátima, y no pude evitar reírme para mis adentros cuando la vi observando a Malik de arriba abajo, diciendo que ella tendría el control sobre ambos. Desde que habíamos entrado en la sala, no paraba de mirarlo.

Se te cae la baba —le susurré, aprovechando que estaba cerca mía.

Luego me aparté lo suficiente para que no cayera su tormento sobre mí, porque sabía que Fátima tenía carácter. Esperé la opinión de Malik y me giré de nuevo a Fátima, con una vivaracha —y en parte, traviesa— sonrisa.

Aunque espero que no nos abandones a nuestra suerte y nos vendas.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Tanis » Mié Feb 04, 2015 7:52 pm

Malik asintió despacio, mirando a Nadhia. Una de las primeras cosas que le habían enseñado, o metido a presión en la cabeza más bien, era que jamás, nunca, bajo ninguna circunstancia se podía interferir en los asuntos de los Mundos. Que cada Mundo llevaba a cuestas su propia historia, y los caballeros de la llave-espada no debían inmiscuirse. Al principio le había resultado frustrante tener que hacerse a esa idea, pero tenía que aceptarlo.

No habrá problema con eso —aseguró, tranquilo.

Sobre lo de hacernos pasar por comerciantes me parece buena idea —Malik esbozó una sonrisa agradecida. Nadhia parecía simpática. Recordaba haberse fijado en ella alguna vez, en los jardínes, el comedor… Casi notando esa aura de aprendiz curtido que para él tenían casi todos los aprendices, porque todos llevaban allí más tiempo—, pero hay una pega para nosotros dos. Fátima podría pasar perfectamente por comerciante, pero en lo referente a nuestro aspecto, llamaríamos demasiado la atención. Tú por el color de tu piel, y yo por el de mi pelo y mis ojos.

Cierto… —ese detalle no se le había ocurrido.

Fátima no era exactamente como la raza que se describía en los libros sobre Tierra de Dragones. Era la que más aire se daba, pero no llegaba al nivel de un nativo. Y ya no hablaba de él mismo o de Nadhia. Su plan tenía fallas, y llamar la atención era un error muy grave. Y catastrófico. Si querían reunir información, tenían que ser cautos, era de sentido común.

Lo único que se me ha ocurrido es que nos hagamos pasar por… mercancía. No me hace mucha gracia, pero es lo único que se me ocurre. Caracterizar nuestro aspecto como el de esclavos o sirvientes provenientes de tierras lejanas. Al menos, así podríamos adentrarnos sin problemas en los pueblos y recoger información.

Soltó un suspiro, pensativo. Sí, no era mala idea. Tampoco le hacía gracia. En su vida anterior había sido un señorito acomodado, había tenido sirvientes a su cargo y sabía cómo trabajaban y se comportaban, pero… el que ha sido un señor, o un noble, no acepta muy bien que le diesen órdenes. Esperaba que no le costase mucho.

Esclavos —repitió Fátima, divertida—.color=#BF00BF] ¿Eso significará que yo mandaré de cara al público?[/color]

Aunque espero que no nos abandones a nuestra suerte y nos vendas.

Tranquila que no… Aunque si se me acerca alguien y ofrece un buen precio por ti, Nadhia, me lo pensaré. Bien, entonces… lo último sería ir vestidos de forma acorde al lugar y quizás llevar algo que nos ayude a llevarnos bien con la gente. ¿Tal vez algo de comida, para paliar el hambre? Pan sería lo mínimo, imagino, pero a partir de ahí no sé qué más estarían dispuestos a conseguir.

Se mantuvo atento a las demás disposiciones. El atuendo, por supuesto. Tenían que encajar en todos y cada uno de los aspectos de ese mundo. Y completar el disfraz con un soporte, algún artículo además de ellos. No tenía que ser muy complejo. Chasqueó la lengua, pensando en ello. Sabía que había leído algo sobre el comercio en China, por su interés personal en esas cosas, pero no lograba recordarlo todo. Desvió la vista hacia Fátima cuando ella le miró también, quizá animándole en silencio a que aportara alguna idea sobre eso. No quería equivocarse, y tampoco tendrían muchos recursos. Era difícil.

Bueno… —aventuró—. Más que pan, deberíamos llevar arroz, es el componente básico de su alimentación. Estando en guerra… —Inevitablemente recordó una de las peores épocas para los comerciantes de Agrabah, cuando uno de los Sha enemigos del sultán atacó y se declaró una guerra que duró tres años—… el enemigo habrá destruido los cultivos, y posiblemente se haya declarado hambruna —asintió para sí—. Sí, creo que con llevemos todos los sacos que podamos, será suficiente.

Después de haber acordado qué llevarían, desfilaron hacia los almacenes para ultimar los detalles y el disfraz. Era la primera vez que él estaba ahí y tardó un poco de más en estar listo del todo, porque un esclavo no podía ir vestido como un señor. Rebuscó y rebuscó entre las prendas asignadas a ese mundo hasta que por fin encontró algo adecuado, y de su talla, claro. Los sirvientes no siempre iban con harapos, podían vestir bien, siempre y cuando…

Nadhia —llamó, alzando un poco la voz—, asegúrate de que tu ropa no es mejor que la de Fátima, ¿de acuerdo?

Su atuendo era senillo. Una túnica raída por los bordes, pantalones, botas viejas. Todo de un apagado gris ceniciento y anodino. El único toque de color era una pequeña cinta de color rojo, atada a la cintura. Aquella túnica no tenía mangas, y si ya allí sentía el fresco de la mañana, en las montañas el frío le mordería peor que una hiena hambrienta. Pero era fuerte, tendría que soportarlo.

El sol le dio de lleno cuando salieron al jardín, y le hizo parpadear. Después de haber estado vagabundeando por la penumbra del almacén, la luz natural le hacía daño. Tomó aire antes de lanzar su llave-espada al cielo para que se transformara en aquella elegante montura inter-dimensional. El glider con forma de caballo apareció como la primera vez que lo convocó, refulgente y brillante. Subió tras activar la armadura y se elevó un par de metros, observando cómo sus compañeras de misión montaban.

Llevaban a partes iguales la carga, aunque al llegar allí tendrían que dividirse el trabajo entre Nadhia y él. Esperó a que se realizaran las comprobaciones pertinentes de coordenadas y localización, y a que los otros dos gliders se alzaran aún más hacia el cielo. Entonces él los siguió, acelerando como una centella tras la estela de un cometa.
Ah, había echado de menos aquello. Volar seguía siendo tan mágico como lo recordaba.

* * *


Como había previsto, el gélido viento se le hincó en los entrañas hasta los huesos en cuanto desactivó la armadura. El aliento se congelaba con cada exhalación y la piel se le puso de gallina casi al instante. El viento arreciaba de cuando en cuando. Nunca en su vida había conocido un frío tan penetrante, ni siquiera el de las noches del desierto. Si no se moría allí, poco le faltaría. Se llevó las manos a la boca para expirar aire caliente y calentárselas, aunque fue inútil. Era muy poco.

Vale. Soy una comerciantes del oeste y necesito dinero para continuar con nuestro viaje, por eso ponemos precios relativamente baratos. Pero… Como una mujer no debería ir sola… Pues estoy buscando a mi hermano, que se ha extraviado.

Malik avanzó unos pasos por delante, apartándose el pelo de los ojos, que por culpa del aire no le dejaba ver más allá. La silueta distante de un pequeño pueblo se perfilaba en la lejanía. Ese sería su primer punto, su primera prueba.

¿Y cómo hacemos lo de…? Bueno, lo de los esclavos. ¿Os tocaría llevar todo lo pesado? .

Permíteme —dijo antes de alzar sobre uno de los hombros, el saco que había cargado su glider. Cuando lo tuvo bien asegurado, alzó un segundo, el de Fátima, sujetándolo bajo el brazo. Luego se apartó un poco y le hizo una leve reverencia con la cabeza—. Después de ti, mi ama.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 04, 2015 7:54 pm

Fátima escuchaba las opiniones mientras miraba a Malik de reojo, intentando que no se notara, sintiendo todavía el tacto de su mano, grande y fuerte. Debía ser que, después de meses en Tierra de Partida, le aliviaba ver a un adulto mínimamente sereno... Además de muy guapo.

«Dios, ¿esto significa que me gustan los mayores?» pensó, apartando la vista, pero sus ojos se desplazaron de nuevo hacia Malik. «Maldita sea, céntrate en la misión. En la misión», se reprochó a sí misma.

Ser mercader… La idea era buena. Tendrían una excusa para aparecer por ahí aun asiendo extranjeros. Sin embargo, Nadhia señaló en seguida que ella misma y Malik despertarían sospechas por su piel y sus cabellos.

Lo único que se me ha ocurrido es que nos hagamos pasar por… mercancía. No me hace mucha gracia porque nos limita bastante, pero es lo único que se me ocurre. Caracterizar nuestro aspecto como el de esclavos o sirvientes provenientes de tierras lejanas. Al menos, así podríamos adentrarnos sin problemas en los pueblos y recoger información.

Esclavos —repitió Fátima, divertida—. ¿Eso significará que yo mandaré de cara al público?

Lo lógico sería que el mayor del grupo hiciera el papel de mercader —además, la idea había sido suya—, pero la verdad era que resultaría tan exótico como Nadhia…

En ese momento escuchó decir a Nadhia entre susurros:

Se te cae la baba .

¡N-no es verdad! —siseó, enrojeciendo hasta la raíz del cabello.

Nadhia rió por lo bajo y Fátima reprimió un gemido de vergüenza.

«¡Ay, tierra, trágame!»

Fátima contuvo las ganas de cubrirse la cara con las manos y miró de reojo a Malik por si habían escuchado algo. Lo mejor que podía hacer era fingir que no había pasado nada, así que respiró disimuladamente y trató de poner buena cara. Pero no podía dejar de preguntarse si resultaba tan evidente.

Aunque espero que no nos abandones a nuestra suerte y nos vendas.

Tranquila que no… Aunque si se me acerca alguien y ofrece un buen precio por ti, Nadhia, me lo pensaré.—Y le dirigió una sonrisa maliciosa a su amiga—. Bien, entonces… lo último sería ir vestidos de forma acorde al lugar y quizás llevar algo que nos ayude a llevarnos bien con la gente. ¿Tal vez algo de comida, para paliar el hambre? Pan sería lo mínimo, imagino, pero a partir de ahí no sé qué más estarían dispuestos a conseguir .—Se encogió de hombros y miró en derredor, buscando opiniones. Sus ojos acabaron de nuevo sobre Malik. Seguramente tuviera más experiencia que ellos…

Cuando decidieron todo lo que debían llevar, marcharon a buscar ropa y la «mercancía». En los almacenes del palacio había trajes de numerosos mundos y, aunque tuvieron que escarbar aquí y allá, al cabo de una hora consiguieron ropa de China. A Fátima se le fueron los ojos con un precioso vestido rojo, pero se recordó que el lugar al que iban era humilde, en algunas zonas nevado y que estaban en guerra así que, con todo el dolor de su alma, se obligó a ser práctica. Cogió unas gruesas botas, unos pantalones oscuros, una especie de túnica de mangas largas que se ató a la cintura con un lazo, un gorro y una capa. No era lo más elegante del mundo, pero pensó que podría dar el pego y que, al menos, no moriría de congelación.

Cargando en diferentes sacas con la comida, salieron al jardín del palacio. Allí lanzaron sus Llave Espadas al aire para convertirlos en glider. Observó con curiosidad los de sus compañeros; un caballo, una tabla de surf y una moto. Curiosa combinación.
Se subió al suyo de mala gana: ya se había acostumbrado a volar, pero seguía sin gustarle. Siempre tenía la impresión de que se iba a matar. Después de comprobar que tenían todos las coordenadas correctas, Fátima respiró hondo y despegó.

«Allá vamos».

Se lanzaron a toda velocidad hacia lo alto.

****


El radiante y frío cielo de un día de invierno los recibió tras un largo trayecto a través del espacio entre dimensiones. Una helada ráfaga de viento golpeó a Fátima, que se estremeció de pies a cabeza. No muy lejos de ellos se advertía la forma de una aldea. Descendieron rápidamente, pues nadie debía verlos volar en sus glider, y una vez desmaterializados los mismos, Fátima dijo entre saltitos para entrar en calor:

Vale. Soy una comerciantes del oeste y necesito dinero para continuar con nuestro viaje, por eso ponemos precios relativamente baratos. Pero… Como una mujer no debería ir sola… Pues estoy buscando a mi hermano, que se ha extraviado. —Esperaba que empezaran a moverse pronto. Hacía bastante frío—. ¿Y cómo hacemos lo de…? Bueno, lo de los esclavos .—Sonrió, nerviosa—. ¿Os tocaría llevar todo lo pesado? —Y dirigió una mirada burlona a Nadhia.

Permíteme.—Malik se adelantó y cogió el saco que traía consigo Fátima, para después hacer una reverencia—.Después de ti, mi ama.
Fátima dio gracias internamente por el frío, que a esas alturas ya debía de haberle dejado rojas la nariz y las mejillas, porque sintió un brusco calor y empezó a farfullar:

N-no, s-si sólo era una broma, en serio…—Pero como Nadhia también estaba recogiendo sus cosas, Fátima se caló el gorro y musitó un «lo siento, gracias». Luego miró con preocupación a Nadhia y a Malik—. ¿No vais a pasar frío, con esas ropas…?

Claro que lo iban a pasar. Pero ya habían viajado hasta allí y no era cuestión de hacerles sufrir a la intemperie, ¿no? Así que Fátima, sintiéndose culpable, echó a caminar hacia la aldea todo lo rápido que pudo.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor EspeYuna » Mié Feb 04, 2015 7:56 pm

Había cavado mi propia tumba con aquella pequeña broma. Ahora no estaba completamente segura de que Fátima cuidara bien de mí en Tierra de Dragones.

Sólo esperaba que no le divirtiera la idea de abandonarme a mi suerte con algún interesado.

Tranquila que no… Aunque si se me acerca alguien y ofrece un buen precio por ti, Nadhia, me lo pensaré.

¡Fátima…!

La última vez que fui a Tierra de Dragones no tuve que comerme tanto el coco con el atuendo. Es más, con Mei no tuve problema en llamar demasiado la atención, pues ya ella destacaba con sus ropas y su larga cabellera. Suspiré, buscando en los almacenes algo que pudiera servirme para hacerme pasar por una sirvienta.

Pensé en lo mal que lo debían estar pasando la gente de aquel mundo, en medio de una guerra y sin apenas recursos. La idea de ir a ayudar, aun sin ser nuestro principal objetivo, me llamaba. Saber que podía haber familias muriéndose de hambre, de niños desnutridos sin llevarse un pedazo de pan a la boca...

Nadhia —distraída, Malik me llamó la atención y consiguió sacarme de mis pensamientos—, asegúrate de que tu ropa no es mejor que la de Fátima, ¿de acuerdo?

¡Sí!

Tenía que concentrarme en la misión. Aunque tuviéramos que pasar por las aldeas escondidas en las montañas nevadas, nuestro objetivo era buscar el origen del aumento considerable de sincorazón en la zona. Tenía que conseguir de nuevo la confianza de Ronin.

*****


La nieve ya no era una sorpresa para mí, habiendo visitado aquel mundo anteriormente. Y, por supuesto, ya había conocido aquel mágico fenómeno en la Ciudad de la Navidad, junto con el Maestro Akio. Lo que sí me sorprendió fue el frío, pues, llevando un kimono menos abrigado que la última vez que estuve allí, se notaba la diferencia. Aunque me había provisto de ropa para calentar el interior de mi cuerpo por debajo del atuendo más común de aquellas tierras, el gélido viento conseguía encontrar alguna vía de entrada para ponerme la carne de gallina. Entonces me fijé en la expresión de Malik y no pude evitar sonreír: él debía estar pasándolo peor, pues por sus rasgos podía proceder de un mundo árido y cálido.

Vale. Soy una comerciantes del oeste y necesito dinero para continuar con nuestro viaje, por eso ponemos precios relativamente baratos. Pero… Como una mujer no debería ir sola… Pues estoy buscando a mi hermano, que se ha extraviado.

Asentí. Me parecía buena idea.

¿Y cómo hacemos lo de…? Bueno, lo de los esclavos. ¿Os tocaría llevar todo lo pesado?

En cuanto dijo aquello, el bueno de Malik cargó con sus fuertes brazos tanto el saco de Fátima como el suyo, metiéndose en el papel de sirviente al instante.

Miré mi parte de la mercancía y suspiré, resignada. Tampoco es que me importara tener el papel de esclava, pero no era precisamente alguien fuerte que pudiera cargar con peso. Me daba vergüenza admitir que tenía unos brazos demasiado delgados y poco trabajados, salvo para tensar el arco.

Los seguí a ambos, poniendo todo mi esfuerzo en cargar con la mercancía sin que se me notara en apuros en solo unos minutos.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Tanis » Mié Feb 04, 2015 8:00 pm

Caminar en la nieve no era muy distinto de hacerlo en la arena. Sólo que estaba fría y algo más compacta. Era una sensación familiar y salvo por el tacto gélido, podría haber pensado que estaba en casa otra vez. Bueno, por eso y por el paisaje en general. Cargar con aquellos sacos tampoco era nada si recordaba las alfombras enrolladas que pesaban más que un bebé de elefante.

N-no, s-si sólo era una broma, en serio…

Pero miró a la chica como si dijera: Es lo que tengo que hacer, no pasa nada. La jovencita parecía azorada con el hecho de que llevase su cargamento. Suponía que aunque pensasen en el trabajo de un esclavo, no asimilarían realmente su rol. Era difícil pensar en ello, era comprensible. Incluso a él le costaba, aunque siendo ellos, no era tan importante.

¿No vais a pasar frío, con esas ropas…?

Estaremos bien —aseguró él, echando a andar lentamente.

* * *


La aldea china se parecía a muchas de las que había visto en los libros, en grabados o dibujos propios de los volúmenes, e incluso fotografías hechas a escondidas. Era un pueblo pobre, protegido por una pequeña muralla de piedra, que no alcanzaba ni los tres metros. Las casas eran todas de madera y estaban apiñadas en torno al camino principal y los alrededores. Como era invierno no se veían los campos, pero seguramente muchos de los habitantes serían agricultores. Debían de estar pasando una estación muy dura por culpa del conflicto.

Malik mantuvo una expresión seria. Si los hunos atacaban ese lugar, los aldeanos no tendrían demasiadas posibilidades.

Sentir los ojos de todo el mundo encima le incomodó ligeramente. Lo comprendía. Eran extranjeros demasiado peculiares. Su aura de gravedad asustó a una muchacha que de casualidad cruzó con él una mirada. Y a la mujer que había detrás, y a los niños que estaban a su lado. No había hombres, al menos no jóvenes. Los únicos eran ancianos que no tendrían fuerzas para levantar la espada. Malik sintió lástima por todas aquellas familias que quedarían rotas, y deseó poder hacer algo más.

Aunque sabía que no podía.

Se mantuvo a la espalda de Fátima, cumpliendo con su papel de esclavo servicial y protector, sin decir absolutamente ninguna palabra. Frenó a la vez que Fátima antes de que arrollara a dos niños que corrieron delante de su trayectoria. Los transeúntes no dejaban de mirarlos con recelo y suspicacia, y poco a poco se habían ido adentrando por las calles y en sus casas.

¡Niños! —una voz rasposa y ajada, de un hombre muy mayor, y el pelo más blanco que la nieve de la montaña se acercó a ellos, y les miró de forma hostil, examinándolos— ¿Sois… extranjeros?

Malik apretó ligeramente los labios, colocándose mejor junto a Fátima, no detrás, pero si ligeramente a su lado.

Así es. Venimos del oeste para comerciar. Sin embargo, en las montañas perdí a mi hermano mayor y ahora mismo estoy buscándolo. ¿No lo habréis visto, buen señor?

¿Un hermano? Ya decía yo que era raro que una mujer viajara sola. Oh, bueno, con ese esclavo podréis defenderos, aunque no le veo ninguna arma… ¿Pero a quién en su sano juicio se le ocurre viajar con los hunos rondando por ahí? ¿No sabes lo que puede pasar?

Malik reprimió un bufido y se le escapó una media sonrisa. Si los hunos les cogían… ya podían ellos correr bien rápido. Incluso él, que tenía menos experiencia que los demás, podría perfectamente acabar con tres o cuatro sin esfuerzo.

Señor. Discúlpeme, pero estoy muy cansada y si no habéis visto a mi hermano… ¿Sabe de algún sitio donde podamos dormir? Antes de volver a buscarlo

Claro, claro. En la posada de la esquina. También podéis dejar vuestros caballos…

Maldición, pensó. Vio como lentamente el anciano barruntaba en su cabeza sobre sus monturas. Se les había pasado. Joder. No era muy coherente que hubiesen hecho el viaje entero andando. Ni siquiera parecían tan cansados, ni sucios de un viaje así. Se adelantó un poquito, realizando una pequeña reverencia con la cabeza, hacia el hombre. Tenía que improvisar antes de que se asustara y se le ocurriese pensar que eran espías, o algo peor.

Disculpad a mi ama, está turbada. Hace dos días nos atacaron unas sombras extrañas durante la noche y conseguimos huir sacrificando sus monturas.

De acuerdo, a lo mejor se había pasado con aquello, pero así daba pie a iniciar la investigación sobre los sincorazón. Quizá aquellos aldeanos supieran cosas. Sin embargo, sus palabras afectaron demasiado al anciano, que se echó para atrás.

¿Sombras…? No habléis de eso. ¡Es de mal agüero!

«Lo sabía… Este hombre ha visto sincorazón».

Fátima intentó apaciguarlo, dando por finalizado ese hilo de conversación. No convenía que los viesen poco turbados ante el ataque de esos monstruos.

Gracias por su amabilidad, señor. Que pase un buen día.

Siguió a Fátima en silencio, sabiendo que el anciano se retiraba con el susurro de los demonios en la boca. Casi estaban solos en la calle ya, y el sonido de sus pasos aplastando la nieve sucia resonaba como el crujido de las hojas secas.

Parece muy asustado. No creo que vayamos a poder sacarle nada… ¿Qué os parece si intentamos hacer algo de trueque?

Malik sopesó la idea y no le encontró inconveniente. Así podrían recabar mejor la información que juntos. En grupo llamarían demasiado la atención. Podrían decir que estaban interesados en la cultura del país, además del comercio.

Apoyo la idea —dijo, únicamente.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 04, 2015 8:08 pm

Era un lugar pintoresco; protegido por una muralla baja de piedra, estaba formado por numerosas casas de madera con ese estilo tan particular del país. Las calles estaban cubiertas de nieve sucia, llenas de pisadas de distintos tamaños, tanto humanas como de animales, y alguna que otra boñiga o zona amarilla que Fátima se esforzó por evitar.

Las miradas se clavaron de inmediato en ellos, con una mezcla de hostilidad y curiosidad. Fátima lamentó haber interactuado sólo con hombres la vez que viajó a China, porque no tenía mucha idea de cómo debía comportarse una mujer. Pero recordó que si se suponía que habían hecho un largo camino debía estar cansada y decidió no sonreír, ni tampoco mostrarse excesivamente nerviosa. Más bien aliviada por haber llegado a un lugar seguro sin que los alcanzaran los hunos.

En seguida se dio cuenta de que había algo extraño, pero tardó en entender qué.

Sólo había mujeres, niños, y ancianos.

«Claro… Los hombres deben estar en la guerra».

No era de extrañar que los recibieran mal.

Dos niños que estaban jugando a las espadas se interpusieron en su camino y Fátima frenó para evitar que se la llevaran por delante.

—¡Niños! —exclamó una voz cascada.

Rápidamente se acercó un hombre mayor, con un moño blanco como la nieve, los ojos rasgados y la nariz achatada. Les examinó de arriba abajo y dijo:

—¿Sois… extranjeros?

Fátima habría permanecido callada, porque se suponía que en China las mujeres no hablaban. Pero como no había nadie más y no iba a hacer que los «esclavos» tomaran su lugar, se adelantó y dijo:

Así es. Venimos del oeste para comerciar. Sin embargo, en las montañas perdí a mi hermano mayor y ahora mismo estoy buscándolo. ¿No lo habréis visto, buen señor?—dijo con la voz temblorosa, en parte por el frío y, ante todo, por el nerviosismo. ¿Sería creíble?

El hombre se rascó la barbita.

—¿Un hermano? Ya decía yo que era raro que una mujer viajara sola. Oh, bueno, con ese esclavo podréis defenderos, aunque no le veo ninguna arma… ¿Pero a quién en su sano juicio se le ocurre viajar con los hunos rondando por ahí? ¿No sabes lo que puede pasar? —la regañó suavemente.

Fátima reprimió una sonrisa. Si los hunos los atacaban, se llevarían una buena sorpresa. En su lugar hundió los hombros y dijo con suavidad:

Señor. Discúlpeme, pero estoy muy cansada y si no habéis visto a mi hermano… ¿Sabe de algún sitio donde podamos dormir? Antes de volver a buscarlo—se apresuró a añadir, intentando demostrar preocupación y angustia.

—Claro, claro. En la posada de la esquina. También podéis dejar vuestros caballos… —Entonces los ojos del hombre se entrecerraron hasta convertirse en dos rendijas.

Fátima se agitó, comprendiendo que debía resultar extraño que hubieran hecho todo el camino a pie, y se volvió nerviosamente hacia los demás.

¿Qué se suponía que debían decir?

Disculpad a mi ama, está turbada. Hace dos días nos atacaron unas sombras extrañas durante la noche y conseguimos huir sacrificando las monturas de mis señores.

Fátima disimuló su alivio y asintió para corroborar las palabras de Malik, aunque frunció el ceño al escuchar la palabra «turbada». El anciano de repente parecía muy angustiado.

—¿Sombras…? —masculló algo para sus adentros y retrocedió un poco—. No habléis de eso. ¡Es de mal agüero!

«Así que sabe de qué estamos hablando…».

Si alguno de sus compañeros trató de adelantarse a interrogar al hombre, Fátima se apresuró a decir:

Gracias por su amabilidad, señor. Que pase un buen día. ¿Vamos, hermano?—Y se encaminó hacia la posada. Cuando se alejaron lo suficiente del hombre, que se retiraba apresuradamente a su casa, comentó—. Parece muy asustado. No creo que vayamos a poder sacarle nada… ¿Qué os parece si dejamos todo en la posada y luego nos separamos para preguntar mientras intentamos hacer algo de trueque?

Cuando Malik dio su consentimiento, Fátima sonrió y se volvió hacia Nadhia, que le dijo:

¿Vamos, mi señora?

Claro, esclava mía —respondió, risueña.

Después de dejar sus bultos en la posada, excepto lo que necesitarían para intercambiar arroz, salieron a recorrer la pequeña aldea. A pesar del sombrío ambiente, Fátima no podía evitar cierta ilusión por volver a pisar China. Se puso a cuchichear con Nadhia, hablándole de la Ciudad Imperial, mientras miraba a su alrededor intentando seleccionar una víctima.

…he leído que es inmensa, preciosa, con un palacio impresionante. No sabes cómo me gustaría visitarla y…

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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor EspeYuna » Mié Feb 04, 2015 8:11 pm

Llegando a la aldea, las mujeres llamaban a sus hijos a nuestro paso. Me hubiese incomodado bastante la idea de ser observada, si no fuera porque, interpretando mi papel, mantenía casi todo el momento la cabeza gacha, cerca de Fátima. De vez en cuando echaba un vistazo, y sólo encontraba la imagen de la auténtica pobreza y penuria.

Cuando de pronto, estuve a punto de chocar con Fátima al frenar ella ante la presencia de un par de niños que habían decidido luchar con sus espadas de madera en medio de nuestro camino. Aquello me recordó a mis paseos por la plaza de la Villa, esquivando a los pequeños que se preparaban para el Campeonato de Struggle. Pero al escuchar a un anciano acercarse, hice todo esfuerzo para hacer desaparecer la sonrisa que se había dibujado en mi rostro.

—¿Sois… extranjeros?

Así es. Venimos del oeste para comerciar. Sin embargo, en las montañas perdí a mi hermano mayor y ahora mismo estoy buscándolo. ¿No lo habréis visto, buen señor?

—¿Un hermano? Ya decía yo que era raro que una mujer viajara sola. Oh, bueno, con ese esclavo podréis defenderos, aunque no le veo ninguna arma… ¿Pero a quién en su sano juicio se le ocurre viajar con los hunos rondando por ahí? ¿No sabes lo que puede pasar?

Por el rabillo del ojo noté la mirada divertida de Malik. Ese pobre anciano no sabía de qué estaban hechas las aprendizas de Tierra de Partida.

Señor. Discúlpeme, pero estoy muy cansada y si no habéis visto a mi hermano… ¿Sabe de algún sitio donde podamos dormir? Antes de volver a buscarlo

—Claro, claro. En la posada de la esquina. También podéis dejar vuestros caballos…

«¡Mierda!»

Nos habíamos olvidado de algo muy importante. ¿Cómo se me había podido escapar el detalle de la montura? Sonrojé, algo avergonzada. Me había centrado tanto en mi aspecto y en el de Malik que lo había pasado por alto.

Disculpad a mi ama, está turbada. Hace dos días nos atacaron unas sombras extrañas durante la noche y conseguimos huir sacrificando las monturas de mis señores.

Suspiré, aliviada. Malik nos había salvado con su brillante improvisación.

Y no sólo eso.

—¿Sombras…? No habléis de eso. ¡Es de mal agüero!

Nos había confirmado que los Sincorazón se habían visto aparecer cerca de allí.

En cuanto el anciano se despidió de nosotros y pudimos respirar tranquilos por no haber levantado sospechas, decidimos cuál sería nuestro siguiente paso.

Parece muy asustado. No creo que vayamos a poder sacarle nada… ¿Qué os parece si intentamos hacer algo de trueque?

Apoyo la idea —dijo Malik.

Sí, el trueque será la mejor baza para sonsacar algo…

De pronto, dos ancianos pasaron por nuestro lado y yo agaché la cabeza, temiendo que me hubiesen escuchado o que sospecharan de mi actitud frente a Fátima. Acto seguido, me incliné un poco más ante ella:

¿Vamos, mi señora?

Claro, esclava mía —me respondió Fátima.

Parecía disfrutar del rol ama/sirvienta, y yo en el fondo también. De momento.

Después de dejar toda la carga en la posada dimos una vuelta por la aldea, que tan pequeña era que nos tomamos nuestro tiempo para observar cualquier pequeño detalle. Con ojos avizor, nuestro principal objetivo era buscar pistas sobre el incremento de las hordas de sincorazón en China. Siempre quería ayudar a erradicar el peligro en los mundos, pero aquella vez tenía otra meta, y era volver a ganarme la confianza de Ronin. Tan sólo pensar en las tonterías que hicimos, a Kousen y a mí se nos caía la cara de vergüenza al encontrarnos a Ronin por los pasillos. Decepcionar al maestro de maestros nos había tocado hondo, y no podíamos permitir que nos siguiera mirando como un par de críos. Llevava mucho tiempo en Tierra de Partida y conocía las normas. Había sido muy estúpida.

Escuché atentamente todo lo que Fátima me contaba. A pesar de que hubiera visitado una vez Tierra de Dragones, no fue precisamente un viaje de rosas: tuve que lidiar con los problemas de la pequeña Mei y resolver un par de asuntos bastante delicados con respecto a ella. Fátima me hablaba de la Ciudad Imperial, un lugar al parecer increíble. Yo tan sólo había visto pequeñas aldeas entre la espesa nieve, pero, ¿cómo sería el hogar del Emperador de China? ¿Llegaríamos algún día a conocerle? Siendo portadores, quien sabe.

…he leído que es inmensa, preciosa, con un palacio impresionante. No sabes cómo me gustaría visitarla y…

—¿Ooooh? ¡Una dulce flor en medio de la montaña! ¡Vos no podéis ser de aquí!

Me paré en cuanto Fátima lo hizo, al igual que Malik. Un hombre se interpuso entre nosotros y nuestro camino, con una sonrisa que me hizo dar un paso atrás, inconscientemente. Regresé detrás de mi ama, mostrando de nuevo mi rol de sirvienta y esclava. Parecía cargar con una gran cantidad de material. Frotarse las manos mientras nos miraba dejó claro que era un comerciante. Menos mal que agachando la cabeza, respetando a mi ama y su conversación con aquel posible negociante, podía evadir la mirada. Algo en él me puso los pelos de punta.

—Llevo viajando todo el invierno, comprando y vendiendo mercancías con la esperanza de encontrar objetos inimitables, pero desde que llegó la nieve me no he podido salir de este sucio pueblo. ¡Es una maravilla encontrar a una dama como vos en medio de la nada!
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Tanis » Mié Feb 04, 2015 8:31 pm

Malik caminaba detrás de Fátima en completo silencio. Habían acordado intercambiar pequeñas cantidades de arroz por algunos otros objetos con unos cuantos aldeanos, pero ninguno de ellos había estado muy dispuesto a hablar mucho sobre las sombras que de vez en cuando atacaban a las personas. No estaban teniendo mucho éxito, pero debían seguir «insistiendo».

Aunque sentía curiosidad sobre algunas cosas que quería preguntarle a la chica, sabía que podían oírles y sería sospechoso, de modo que Malik se contentó con escuchar las historias de Fátima sobre la Ciudad Imperial, bastante curioso y ávido de conocimiento.

…he leído que es inmensa, preciosa, con un palacio impresionante. No sabes cómo me gustaría visitarla y…

Sin embargo, antes de que pudiera oír más, oyó una voz… desagradable.

—¿Ooooh? ¡Una dulce flor en medio de la montaña! ¡Vos no podéis ser de aquí!

Malik se detuvo de forma automática, y colocó su mejor cara intimidatoria. Quien se les acercaba era un hombre que por el aspecto y sus bártulos, aunque un tanto andrajoso, parecía ser otro comerciante. No se relajó aún así, menos cuando él le lanzó una mirada de desprecio, que de no haber sido por la máscara, habría correspondido con una de total desafío. Tuvo que tragarse el orgullo y bajar la cabeza, servicial, esperando que Fátima llevara el peso de la conversación.

—Llevo viajando todo el invierno, comprendo y vendiendo mercancías con la esperanza de encontrar objetos inimitables, pero desde que llegó la nieve me no he podido salir de este sucio pueblo. ¡Es una maravilla encontrar a una dama como vos en medio de la nada!

Malik frunció los labios imperceptiblemente. Por alguna razón le molestaba el tono zalamero de ese tipo. Estar en el lado de los esclavos no estaba resultando ser lo más agradable del mundo al final, más por el hecho de que a ojos ajenos uno era de más baja posición que un caballo. Nunca habría pensando en verdad que fuese tan… sacrificado. Se preguntó si alguna vez un esclavo suyo pensó en la posibilidad de escaparse de su yugo. En sus días no había sido un amo demasiado severo, pero...

¿Os interesa mi esclava, señor?

—Oh —el hombre no apartó la mirada—. Lo siento, señora, pero es tan… exótica.

Claro que lo es, viene del lejano oeste y me salió muy cara. Seguramente valga más que todo lo que lleváis en esa bolsa. Con ella hemos traído muchos objetos del oeste que quizás puedan interesar a alguien de gusto tan refinado.

—¿Decíais, querida señora?

Malik tuvo que reprimir también las ganas de poner los ojos en blanco, puesto que si lo descubrían, ese mero gesto podría considerarse un agravio hacia su señora. Bueno, el hombre ni siquiera le estaba mirando, así que se permitió el levantar un poco la vista, y mirar en derredor. Varios campesinos caminaban de aquí a allá con fardos de leña paupérrima, otros pocos miraban en nuestra dirección, quizá aguardando turno.

Hablaban en murmullos, asustados. Malik suspiró. Tenía que ser horrible tener que vivir así, a la espera de morir a manos de los hunos, o peor, a manos del invierno. En su acomodada vida del desierto no había probado el verdadero significado de ser pobre, aun si sus andadas por los barrios bajos le habían permitido un vistazo.

—Todo es por culpa de los hunos, o eso se afirma por aquí. Porque cazan dragones.

¿Dragones? —repitió Fátima, y Malik ladeó la cabeza.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 04, 2015 8:36 pm

Fátima se detuvo en seco cuando un hombre se interpuso en su camino. Era achaparrado, con la cara plana como un plato y tenía una sonrisa que le puso los pelos de punta. Por los bultos que cargaba a la espalda parecía que estuviera transportando la mitad de los enseres de una casa consigo. Eso y la forma de frotarse las manos, de forma ansiosa, y de abordarla, le hizo recordar a los vendedores que se encontraba por las calles de su mundo. Y las palabras que pronunció a continuación le confirmaron sus sospechas:

—Llevo viajando todo el invierno, comprendo y vendiendo mercancías con la esperanza de encontrar objetos inimitables, pero desde que llegó la nieve me no he podido salir de este sucio pueblo. ¡Es una maravilla encontrar a una dama como vos en medio de la nada!

Fátima sonrió disimuladamente, divertida, mientras miraba de reojo sus vestimentas, que tampoco eran demasiado ricas, y pensó:

«Dama, ya. Si tú supieras...»

Su tono le molestaba, tan pegajoso y zalamero, pero pensó que no podían haber topado con mejor chismoso.

¡Pobre buen señor! —respondió, intentando no exagerar demasiado y no sonreír por lo ridícula que se sentía—. Mi hermano también es comerciante y hemos pasado por lo mismo. Pero no podíamos esperar más y hemos empezado a viajar…

Fátima se dio cuenta de que los ojos del comerciante no dejaban de desviarse una y otra vez hacia Nadhia, con algo más que interés, y notó la incomodidad de su amiga.

¿Os interesa mi esclava, señor?

—Oh —el otro sonrió, apurado, pero no apartó los ojos de Nadhia—. Lo siento, señora, pero es tan… exótica.

Claro que lo es, viene del lejano oeste y me salió muy cara. Seguramente valga más que todo lo que lleváis en esa bolsa. Con ella hemos traído muchos objetos del oeste que quizás puedan interesar a alguien de gusto tan refinado.

El hombre sacudió de la cabeza y por fin dejó de prestar, por el momento, atención a Nadhia para volver a mirar a Fátima.

—¿Decíais, querida señora?

Fátima sonrió.

Gracias a la larga lengua de aquel hombre, y de sobornarle a cambio de medio saco de arroz —ni siquiera sabía cuánta era esa cantidad— y prometerle que habría más al día siguiente, consiguió sonsacar bastantes datos suculentos: parecía que desde que comenzó la guerra con los hunos habían comenzado a aparecer numerosos «espíritus» que rondaban los campos de batalla y, de vez en cuando, se colaban en las aldeas y ciudades.

—Todo es por culpa de los hunos, o eso se afirma por aquí —dijo el hombrecillo—. Porque cazan dragones.

¿Dragones? —repitió Fátima, con los ojos muy abiertos.

—Sí, sí, entiendo vuestra sorpresa. ¿Quién podría atreverse a cazar dragones, arriesgándose a ser castigado por los dioses? ¡Es de locos!

No consiguió sacarle mucho más, ni quiso arriesgarse a continuar, por si acaso metía la pata. Se separaron prometiendo que esa noche podría pasarse por la posada a charlar y Fátima caminó con Nadhia y Malik hasta llegar cerca del muro que rodeaba el pueblo.

Lo de los dragones… ¿Qué os parece? —preguntó, con el ceño fruncido, hundiendo la punta del zapato en la nieve—. Había leído que… Que existen pero creía que hacía mucho que nadie los veía… Se supone que son los guardianes de China… ¿Crees que de verdad puede tener algo que ver con la aparición de los Sincorazón?
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor EspeYuna » Mié Feb 04, 2015 8:38 pm

¡Pobre buen señor! —respondió Fátima, metida en su papel—. Mi hermano también es comerciante y hemos pasado por lo mismo. Pero no podíamos esperar más y hemos empezado a viajar…

Seguí con la mirada perdida, buscando no encontrarme con la del comerciante. Más que otra cosa por no faltar al respeto y meter en líos a Fátima. O que la consideraran débil emocionalmente por si me fuera a defender en algún momento.

¿Os interesa mi esclava, señor?

Alcé la mirada, incrédula a lo que había preguntado Fátima. En cuanto me crucé con los ojos del comerciante, no pude apartarlos más por miedo a meter la pata que el mismo deseo de salir corriendo. No tenía ni idea a qué venía ese comentario por parte de mi supuesta ama.

—Oh —el hombre no apartó la mirada—. Lo siento, señora, pero es tan… exótica.

«¿Exótica? ¿¡Exótica!?»

Maldita mi blanca piel, y bendita la nieve y el frío que supo coartar el rubor de mis mejillas con la rojez que ya padecía en las mismas y en la nariz.

Claro que lo es, viene del lejano oeste y me salió muy cara. Seguramente valga más que todo lo que lleváis en esa bolsa. Con ella hemos traído muchos objetos del oeste que quizás puedan interesar a alguien de gusto tan refinado.

Algo halagada me sentí cuando Fátima puso mi precio por las nubes. Por otra parte, zarandeé la cabeza. Eso había sido una jugada muy peligrosa. ¿Y si daba la casualidad que tenía más dinero del que aparentaba bajo el brazo, o mejor dicho, a la espalda?

—¿Decíais, querida señora?

Pero quizás mi presencia le resultara curiosa y consiguiéramos sacar algo en claro sobre los sincorazón si tenía una lengua muy larga y era un auténtico comerciante. El medio saco de arroz con el que le sobornó Fátima fue la guinda para hacerle cantar. Desde que había comenzado la guerra contra los hunos, una especie de espíritus aparecían en batalla o asaltaban las aldeas sin previo aviso.

—Todo es por culpa de los hunos, o eso se afirma por aquí. Porque cazan dragones.

¿Dragones? —repitió Fátima, y yo alcé de nuevo la mirada.

¿Dragones había dicho? ¿Como los de los cuentos que guardaba el viejo Sendh en la parte trasera de su casa? ¿Aquellos que siempre había considerado ficticios? Una sonrisa invadió mi rostro, emocionada.

—Sí, sí, entiendo vuestra sorpresa. ¿Quién podría atreverse a cazar dragones, arriesgándose a ser castigado por los dioses? ¡Es de locos!

«Entonces existen de verdad», pensé, mirando a Malik por el rabillo del ojo.

Los últimos minutos con el hombre se me hicieron eternos. Al separarnos, lo primero que hizo Fátima fue dirigirse a un sitio donde los tres pudiéramos hablar con normalidad. Notó que me estaba aguantando las ganas para sacar mis conclusiones de todo aquello. La idea me entusiasmaba.

Cerca del muro que rodeaba la aldea, Fátima y Malik dejaron de comportarse como ama y esclavo:

Lo de los dragones… ¿Qué os parece? —nos preguntó mientras jugaba con la nieve—. Había leído que… Que existen pero creía que hacía mucho que nadie los veía… Se supone que son los guardianes de China… ¿Crees que de verdad puede tener algo que ver con la aparición de los Sincorazón?

Asentí y me agaché frente a ella. Cogiendo una rama, empecé a dibujar garabatos sin sentido mientras pensaba en lo que habíamos descubierto. Algo en las nubes, debo admitirlo.

Los dragones siempre me habían fascinado, al menos en las historias que había leído sobre ellos. Saber que existían era una noticia muy importante, y más que podríamos verlos si llegara la oportunidad. Por otra parte, descarté la idea de inmediato. La mayoría de esos grandes lagartos solían ser los malos del cuento. Si nos encontrábamos una de aquellas hermosas criaturas, más nos valía echar a correr.

Las creencias son la clave —les dije, dibujando un círculo en la nieve—. He estado en mundos donde los dioses, existan o no, están fuertemente vinculados a los milagros, a la magia, a las “criaturas malignas” —dibujé otro círculo debajo del anterior y, entre ellos, un sincorazón—. Estuve con otro aprendiz en un mundo donde los sincorazón eran los demonios. Los habitantes rezaban en una catedral para que su dios los salvara de la maldad que cernía su ciudad. Luego está el Coliseo del Olimpo, donde los dioses también son muy importantes para los ciudadanos de Tebas. ¿Veis? —entrelacé los dos círculos con el sincorazón— Divinidad, sincorazón y nativos. Al menos en algunos mundos, el sistema es el mismo. Y si los dragones son criaturas bendecidas por los dioses, guardianes de familia —sonreí pícaramente a ambos—, son nuestra mejor baza para descubrir qué está pasando últimamente como para que los sincorazón aumenten de forma tan considerable.

Me levanté del suelo, sacudiendo la nieve y dando un par de patadas al suelo para borrar los dos o tres garabatos que había hecho.

Además, ¡dragones! —exclamé, emocionada— ¡No me digáis que no os morís por saber si están escondidos ahí fuera en las montañas!

» ¡Tenemos que ir a ver…!

De repente, un ruido silbante cruzó mi oído. Y algo penetró en la gruesa nieve justo a mi lado. Cuando mis ojos se encontraron con lo que había caído, retrocedí unos pasos, y crucé la mirada con Fátima.

Una flecha.

¡Fátima, Malik!

No podíamos tener tan mala suerte, ¿verdad?
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Tanis » Mié Feb 04, 2015 8:40 pm

Dragones… Había leído que en China creían en multitud de espíritus protectores y que ofenderlos podía provocar desgracias. Se preguntó si esos supuestos dragones existían de verdad o sólo eran cuentos de los habitantes, creencias culturales. Lo dudaba, había visto tantas cosas en tan poco tiempo que…

—Sí, sí, entiendo vuestra sorpresa. ¿Quién podría atreverse a cazar dragones, arriesgándose a ser castigado por los dioses? ¡Es de locos!

Captó la mirada de Nadhia y torció el gesto, preocupado. Si eran de verdad… entonces, cambiaban las cosas. Agradeció que el hombre se fuera, le permitió respirar un poco más tranquilo. Y dejarse de la pantomima del esclavo por unos segundos.

Lo de los dragones… ¿Qué os parece? Había leído que… Que existen pero creía que hacía mucho que nadie los veía… Se supone que son los guardianes de China… ¿Crees que de verdad puede tener algo que ver con la aparición de los Sincorazón?

Es posible… —musitó él.

En Agrabah se creía en genios, djinns… y en la magia en general, y no eran cosas precisamente buenas. Le asustaba pensar que existían criaturas como esas allí también.

Las creencias son la clave —explicó Nadhia—. He estado en mundos donde los dioses, existan o no, están fuertemente vinculados a los milagros, a la magia, a las “criaturas malignas”. Estuve con otro aprendiz en un mundo donde los sincorazón eran los demonios. Los habitantes rezaban en una catedral para que su dios los salvara de la maldad que cernía su ciudad. Luego está el Coliseo del Olimpo, donde los dioses también son muy importantes para los ciudadanos de Tebas. ¿Veis? Divinidad, sincorazón y nativos. Al menos en algunos mundos, el sistema es el mismo. Y si los dragones son criaturas bendecidas por los dioses, guardianes de familia —Su sonrisa pícara le desconcertó un poco, inmerso en aquellos datos—, son nuestra mejor baza para descubrir qué está pasando últimamente como para que los sincorazón aumenten de forma tan considerable.

Malik se cruzó de brazos, pensativo. Tenía razón, era la única pista que tenían al final.

Además, ¡dragones! ¡No me digáis que no os morís por saber si están escondidos ahí fuera en las montañas!

>> ¡Tenemos que ir a ver…!


Asentía a punto de concordar con la idea cuando, de repente, un silbido le hizo daño en los oídos. No le hizo falta mirar más de dos veces la flecha para darse cuenta de que estaban en problemas.

¡Fátima, Malik!

Entonces un ruido sordo crujió sobre sus cabezas. Malik levantó la mirada y vio una flecha clavada entre el cubretechos del muro. Alguien gritó y otra flecha se clavó en el cuello de una mujer, cerca de la casa adyacente, que intentó chillar antes de caer y retorcerse en la nieve, intentando quitarse el asta de la garganta.

Malik sintió en la boca un sabor pastoso que reconoció enseguida.

Miedo.

Pero aún así logró actuar lo suficientemente rápido como para empujar a Fátima contra la pared antes de sentir un dolor agudo en el brazo izquierdo. Otra flecha le había atravesado a él. Sobre sus cabezas y más allá, en el cielo, empezaron a llover saetas mientras tronaba el sonido de los cascos de decenas de caballos.
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 04, 2015 8:50 pm

Fátima asintió cuando Nadhia terminó de dibujar en la nieve y sonrió cuando la muchacha exclamó:

Además, ¡dragones! ¡No me digas que tú no te mueres por saber si están escondidos ahí fuera en las montañas!

¡Pues claro! Aunque eso de que los estén cazando… Quizá, si es que los conseguimos encontrar, sean mucho más peligrosos de lo normal por estar a la defensiva.

Por un momento no pudo evitar pensar en Mushu y sonreír, irónica, pues unas criaturas así no podían ser terroríficas. Pero luego recordó los hermosos dibujos que había visto en algunos libros; bestias inmensas, elegantes. Prácticamente dioses. La idea de poder ver uno, aunque fuera de lejos, era maravillosa.

En ese momento algo silbó y una sombra negra pasó entre Fátima y Nadhia, clavándose en la nieve. Las dos miraron a la vez aquel objeto y a Fátima se le heló la sangre al descubrir que se trataba de una flecha.

«¿Pero qué…?»

¡Fátima, Malik!

La muchacha sacudió la cabeza, reaccionado demasiado lento. Entonces Malik la estampó contra el muro, dejándola aturdida. Desde lejos le llegaron las primeras voces de alarma y el caos estallaba en la aldea.

Una lluvia de flechas oscureció por un instante el cielo y cayeron desde todas las direcciones. Paralizada, vio que a Malik se le había clavado una en el hombro se llevó las manos a la boca. ¿Había sido al apartarla?

La mente de Fátima funcionaba a toda velocidad. ¡Les atacaban! Sin duda, los hunos. ¡Maldita sea, estaban en guerra, debería haber esperado que pasaría algo así! ¿Qué debían hacer? ¡No quería morir ahí!

Pero entonces vio cómo las madres levantaban en vilo a sus hijos y se le encogió el estómago al pensar que nadie en aquel lugar tendría fuerzas para enfrentarse a los hunos. Los únicos hombres que quedaban en el pueblo eran demasiado jóvenes o demasiado viejos para presentar resistencia, y las mujeres… Sufrió un estremecimiento.

«¡No te dejes llevar! ¡No hay tiempo!» gritó para sus adentros, sintiendo una arcada de puro miedo.

Las flechas habían dejado de sesgar el aire; ahora, en cambio, se escuchaba el tronar de una carga de caballería que se le antojó atronadora. Haciendo un acopio de valor, se forzó a sí misma a levantarse y asomó la nariz por encima del parapeto. Un grupo de jinetes bajaba a toda velocidad hacia el pueblo. Le dio tiempo a contar una fila de al menos diez hombres antes de que bordearan el pueblo y los perdiera de vista. Comprendió que se dirigían a la puerta.

¡Tenemos que salir de aquí! —exclamó entonces, tendiendo la mano a Malik para ayudarle a levantarse. No podría con él y tampoco podían permitirse perder tiempo usando un Cura, así que tendría que correr. Después se ocuparía de él.

Hizo un gesto y echó a correr por la calle, hundiendo los pies en la sucia nieve. El corazón le martilleaba el pecho y escuchaba su propia respiración tan alta que era casi incapaz de escuchar los gritos y los llantos que la rodeaban. Vio a un par de mujeres coger azadas y plantarse al frente de sus casas, dispuestas a defender sus hogares, y a ancianos y a jóvenes armarse con palos o rastrillos. Todo lo que hubiera a mano.

Los Caballeros de la Llave Espada no debían intervenir en los asuntos de los diferentes mundos. Bien lo sabía. Pero…

En ese momento hubo un estruendo y en cuestión de unos segundos varios jinetes doblaron por una de las calles. Montaban bajos pero gruesos caballos y los hunos iban cubiertos de arriba abajo por pieles. Enarbolaban largas espadas que pusieron los pelos de punta a Fátima. Uno hizo un violento gesto y un hombre cayó de espaldas, sangrando por la garganta. Varias mujeres consiguieron apartarse de su camino.

Fátima saltó a un lado cuando los jinetes estuvieron a punto de arrollarlas y los siguió con la mirada. Uno de ellos, que se había quedado rezagado, cogió a una muchacha que protegía su casa y la tiró al medio de la calle.

La sangre se le subió a la cabeza y estalló en su interior con rabia. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo se abalanzaba al frente. Se situó delante de la muchacha, estirando los brazos en una actitud protectora y preparada para invocar la Llave Espada en cuanto fuera necesario. Pero no lo hizo, a pesar de que sus instintos se lo exigía.

No debían atacar o, entonces, la tomarían contra los aldeanos. Quizás si nadie se resistía, no mataran a nadie.

El huno la miró a través de la línea que había entre su sombrero y la bufanda que le envolvía el rostro. A pesar de que sólo podía percibir sus ojos, se dio cuenta de que sonreía, burlón y Fátima apretó los dientes. Un sudor frío le perlaba el cuerpo bajo la abrigada ropa y todos y cada uno de sus músculos estaban en tensión, preparados para permitirle esquivar un golpe y contraatacar.

Se sostuvieron la mirada unos instantes y entonces le oyó soltar una carcajada y les hizo un gesto con la espada:

—Levantaos y venid. No os haremos daño si no atacáis.

Fátima contuvo un suspiro de alivio, pero no dejó de mirar con suspicacia a aquel hombre. Sólo entonces fue consciente de la fuerza con la que le latía el corazón y que estaba temblando. Se esforzó por controlarse, respirando hondo y ayudó a la muchacha a incorporarse.

—Mi hijo… Está dentro —susurró.

—Entra y tráelo contigo —ordenó el huno—. ¡Y tú! —gritó a Nadhia—. ¡Ven aquí!

Fátima hizo un gesto a su amiga para que obedeciera sin causar problemas. Entonces pegó un pequeño respingo y recorrió la calle con la vista. No veía a Malik por ningún lado. Se estremeció de miedo y se le encogió el estómago. ¿Cuándo se habían separado? ¡Si estaban corriendo juntos hasta hacía nada!

Cuando estuvieron juntas y la joven se les unió con un sollozante bebé en brazos, Fátima susurró:

Será mejor que no hagamos nada o a lo mejor castigarán a esta gente por nuestra culpa. Y… —de repente se le ocurrió una idea—. Veamos qué piensan hacer. Quizás averigüemos algo sobre los dragones…

—¡A callar!

Y Fátima cerró la boca. Mientras caminaban, seguidas por el caballo y el huno, consiguió calmarse un poco a pesar de que todavía sentía que iba a echar todo el desayuno por la boca. Y el no saber dónde estaba Malik no hacía más que empeorar las circunstancias.

Había sido muy distinto que enfrentarse a un Sincorazón. No había habido unos ojos de pesadilla que la observaran sin piedad, dispuestos a destrozarla sin más, ni tampoco un poder sobrenatural del que tuviera que protegerse con magia.

Pero sí había encontrado malicia, crueldad… Y un adversario que sí quería hacer daño. Era una sensación a la que tendría que acostumbrarse. Y no estaba segura de qué era peor, si encarar a un Sincorazón o a un humano.

****


A lo largo de la media hora siguiente, los hunos se dedicaron a llevar a las mujeres al almacén de grano del pueblo. Las metieron a todas dentro, varias acompañadas de sus hijos más pequeños. Parecía que querían apropiarse del grano de aquellas gentes y mantener tranquilos a los hombres mientras mantenían a las mujeres bajo control.

Cuando estuvieron a resguardo, sentadas sobre paja húmeda en un rincón del almacén, Fátima susurró:

¿Estás bien? Y… ¿crees que Malik habrá conseguido escapar?
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Re: [Tierra de Dragones] A la caza del dragón rojo

Notapor EspeYuna » Mié Feb 04, 2015 8:52 pm

Me quedé en shock al comprobar que Malik se había interpuesto entre una de las flechas y Fátima. Pero no había tiempo para paralizarse y dejar que el pánico me paralizara.

Corrí junto a Fátima y Malik, viendo como las mujeres cogían a sus hijos y corrían sin un lugar concreto al cual esconderse. Y al ver como sacaban de sus hogares cualquier cachivache para usarlo como arma con la cual defenderse, se me encogió el corazón. Pero no. No podíamos ayudarles. Ojalá, rezaba porque aquellas flechas no fueran de los hunos, que fueran armas de los sincorazón. Un deseo incapaz de cumplirse.

Y me lo repetía, que no debía dejarme llevar por las emociones. Si empezaba así, en situaciones mucho peores perdería la compostura y no llegaría a ser una Maestra. Sacudí la cabeza, evadiendo la mirada a una posible ruta de escape. Pero en cualquier lugar que posara mis ojos, encontraría a las familias indefensas y a las primeras víctimas siendo atravesadas por las flechas.

«Podría salvar a tantos… Asustando a los hunos con un Electro. O con un simple hechizo curativo, yo…»

Pero lo más importante en aquel momento para mí eran Fátima y Malik. Me concentré en ellos, intentando olvidar lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, mintiéndome en que las únicas víctimas éramos nosotros.

Pero no soportaba ver a las madres cogiendo utensilios domésticos para defender a sus hijos. Acabarían muertas. Si tan sólo…

Estuve a punto de tirar de Fátima y Malik cuando escuché un estruendo y seguidamente observé a varios jinetes doblar una esquina de las calles. Los hunos. Jamás había visto su aspecto, pero no pude evitar sentir un escalofrío al conocerlos por primera vez.

Cuando uno de ellos le rebanó la garganta a un hombre, tuve el impulso de invocar a Ángel Forjado. Me contuve, aunque no sabía si por mantener la compostura o que el propio terror de la imagen me había paralizado al instante.

¿¡Fátima!?

Mi compañera se abalanzaba para defender a una de las muchachas que defendía su hogar. Se me cortó la respiración, pero Fátima no invocó la Llave-Espada.

«Tonta, ¿qué haces?»

Quizás no tanto. Podría haber sido yo la que hubiese perdido los papeles si hubieran pasado unos minutos más contemplando la masacre.

El huno observó a Fátima, y empecé a dudar. Si osaba con alzar su espada contra ella, no me lo pensaría dos veces e invocaría mi arma.

Maldita sea, si tuviera mi arco —mascullé entre dientes, decidiendo si intervenir o no.

La carcajada del huno me erizó la piel:

—Levantaos y venid. No os haremos daño si no atacáis.

Vi como Fátima ayudaba a la muchacha a incorporarse. ¿Qué debía hacer? ¿Quedarme allí, correr y pedir ayuda a Mal…?

Un momento, ¿dónde se había metido Malik? Recorrí mi alrededor con la mirada, asustada. No, no estaba. ¡No estaba allí!

—¡Y tú! ¡Ven aquí!

Fátima me hizo un gesto, y comprendí que sería peor huir. No podía usar el Glider, ni Alas del Solsticio, habilidad con la que seguro que provocaba un buen escándalo, aunque podría escapar de los hunos sin problemas. Suspiré y me acerqué hasta donde estaba Fátima, mirando al bebé que la muchacha traía entre sus brazos.

«Si se atreven a ponerle un dedo encima al bebé, juro que les cortaré los dedos con tu filo, Ángel»

Será mejor que no hagamos nada o a lo mejor castigarán a esta gente por nuestra culpa. Y…

¿Y…?

Veamos qué piensan hacer. Quizás averigüemos algo sobre los dragones…

Oh.

—¡A callar!

Ambas obedecimos. Seguidas del huno que nos mantenía cautivas, caminábamos por las calles de la aldea. Por cualquiera que pasábamos, buscaba con la mirada a Malik, pero desistí, más cuando tenía que soportar ver a los aldeanos llorar por sus seres queridos. Como un niño sollozando sobre el cuerpo de su padre, en un charco de sangre, antes de que un huno lo arrastrara con él. Giré el rostro enseguida y mantuve la mirada fija en la nieve que pisaba hasta que hubiéramos salido de allí.

****
Pudo pasar una hora y yo no me hubiera dado cuenta. No paraba de darle vueltas al deber de los portadores con respecto a situaciones como aquella. Nos encontrábamos en un almacén de grano, o algo así había escuchado a las mujeres con las que nos habían reunido.

Estábamos sentadas sobre húmeda paja cuando Fátima me susurró al oído y desperté de mis pensamientos:

¿Estás bien? Y… ¿crees que Malik habrá conseguido escapar?

Le dediqué una sonrisa.

Estoy bien.

» No lo sé, pero espero que haya conseguido salir de allí o esconderse.

Me estremecí. Había estado muy cerca, cierto.

En realidad, no. No me encuentro bien. Ha sido ver a toda esta gente pasar por esto y… ¿en serio los maestros no habrán pensado en romper las normas alguna vez?

Entrelacé los dedos mientras esperaba la respuesta de Fátima y observaba a una mujer abrazada a sus dos hijas. Me sentía muy culpable.
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