Fátima no estaba con ánimos para entrenar cuando se dirigió hacia el lago. En realidad, llevaba varios días sin fuerzas para obligarse a estudiar, practicar o hacer cualquier cosa. No podía dejar de pensar una y otra vez en John. Su cara se le aparecía en sueños y cada vez que cerraba los ojos. Cuando menos se lo esperaba, allí estaba, sonriendo mientras le explicaba la importancia que tenía el sentimiento en la música.
Y luego…
Cerró los párpados y aspiró aire entre los dientes. Se sentía tan exhausta emocionalmente que ni siquiera el estar en la cama le proporcionaba ningún alivio. En el fondo, daba igual lo que hiciera. Sus pensamientos volvían sin remedio a Londres.
Sin embargo, tenía la esperanza de que, al entrenar, pudiera olvidarse aunque sólo fuera por un rato de su ineptitud, de su fracaso… De John. Y de Ban.
Observó de reojo a Hana. Era una de las aprendices antiguas, más o menos de su época, y aunque a veces se había cruzado con ella, nunca habían llegado a intercambiar ninguna frase. Aun así, había algo en su mirada que la cohibió y no encontró ánimos para acercarse a ella y tratar de entablar una conversación.
De modo que, silenciosas, las dos llegaron al punto donde Lyn había establecido que se daría el combate. Se suponía que, al tener ambas afinidad con el agua, debían enseñarse mutuamente durante el enfrentamiento nuevas técnicas y formas de adaptarse a alguien que dominara igual o mejor que ellas el agua.
Lyn había sido muy clara: nada de juegos. Estaban en guerra. Había que tomarse los entrenamientos en serio.
«Me viene perfecto», pensó Fátima, poniéndose en posición frente a Hana. Palpó el tessen que llevaba en el cinto, pero decidió dejarlo para más tarde. Todavía no lo dominaba bien y prefería practicar su magia.
Al fin y al cabo, el mundo no esperaba por nadie.
Y para evitar algo como lo de John, como lo de China…
Tenía que volverse más fuerte.
—¡Voy! —advirtió.
Hana era una buena contrincante, tanto que casi estaba acorralada contra la orilla del lago. Era, quizás, la primera vez que se enfrentaba directamente a alguien que, como ella, se especializaba en el control del agua. Se suponía que Lyn las había juntado para que practicaran y aprendieran la una de la otra, pero Fátima no estaba segura de que pudiera intentar aprender las técnicas de nadie cuando estaba más ocupada en impedir que los géiseres de Hana la mandaran volando por los aires.
Con todo, contaba con una clara ventaja: y era que tenía más magia que ella. Debía aprovecharla para intentar derrotarla.
Retrocedió un poco e invocó un Hielo que arrojó con potencia contra la chica. Sin embargo, antes de que el hechizo hubiera recorrido ni la mitad de su camino, realizó otro. Uno bastante reciente y que todavía le costaba manejar. Pero bueno. ¡Para eso estaban los entrenamientos!
Una ola de agua surgió bajo sus pies y la levantó rápidamente. Fátima, haciendo equilibrio para no caerse, movió bruscamente los brazos y precipitó la ola hacia delante, en pos de Hana, para tratar de derribarla.