por Soul Artist » Mié Jun 03, 2015 12:47 pm
—Estuviste con él todo ese tiempo. Le ayudaste y le cuidaste. Sabía que estabas ahí para él. Es más, has traído lo que queda de Ivan Kit hasta aquí. No creo que necesitara una despedida con palabras
La guardiana colocó la mano sobre el hombro de Victoria. Su reacción fue tensa, pese a que el contacto era agradable; estaba haciendo todo lo posible por no derrumbarse. Sentía que su corazón había abierto una pequeña grieta por la que los sentimientos podían desbordarse en cuaqluier momento, pero lo que ella deseaba era ser fuerte y aguantar.
Tenía razón: había estado con él todo aquel tiempo e, incluso después de su marcha, había seguido sirviendo para cumplir su último deseo. Pero notaba que no era suficiente, que había fallado al joven que una vez tanto le dio. No era capaz de quitarse esa sensación.
—Pero todavía puedes dársela con algo más. Por eso lo has traído aquí, donde los Caballeros deben descansar. Está bien llorar. Está bien exteriorizar el dolor. Es una forma más de mostrar respeto o cariño por la persona que has perdido.
Intentó aguantar, no caer a la tentación de derrumbarse. Quería ser fuerte, aunque fuera con un muro que no dejara traspasar ninguna emoción relativa a todo aquello. Pero el contacto físico, la amable voz, la suave mirada y el apoyo emocional de la mujer eran demasiado para Victoria. Y finalmente... Se derrumbó, y lloró.
Cayó de rodillas al suelo y se tapó el rostro con ambas manos, incapaz de detener la cascada de lágrimas. Recordó los meses con Ivan, la situación en la que le conoció, las historias que le contaba sobre sus tiempos como Caballero; las visitas de sus amigos, el tiempo que dedicaba cada día a mirar el sol de Villa Crepúsculo descender hasta ocultarse tras las montañas. Recordó sus diarios, sus aventuras, la alegría con la que se expresaba y su orgullo por todo lo que había hecho. Recordó el contacto con su mano... Y su mecedora vacía en la oscuridad.
Ivan Kit había fallecido, y nadie podría devolvérselo. Es lo que él quería, pero no lo que ella deseaba. Había sido una de las personas más importantes para él en los últimos años, y no podía evitar pensar que, en cierta manera, le había abandonado. Habría merecido tener una vida más plena, más satisfactoria y memorable: convertirse en un gran investigador, uno de los Maestros de la Orden de la Llave Espada, un mago negro imparable. Tenía un gran futuro por delante.
Le costó detener sus lágrimas. Lo hizo cuando casi no quedaba más de ella; se abrazó a sí misma y dirigió la mirada, sentada en el suelo, a la guardiana. No se había apartado de Victoria en ningún momento y le había dado su apoyo, en silencio, mientras vigilaba la caída del sol.
—Esperaremos a que se haga de noche. Entonces será el momento apropiado. Y deja que la criatura salga de la mochila, muchacha, o se va a ahogar.
La muchacha contestó con una ligera sonrisa y se levantó del suelo, algo avergonzada de la escena que acababa de dar. Inclinó la mochila hasta un costado y la abrió para dejar salir la cabeza del gran ratón amarillo, que observó a Nanashi con cierta curiosidad. Parecía reconocerla, pero como si hubiesen pasado muchos años desde la última vez que se habían visto.
—Me... Llamo Victoria —destacó la joven mientras tomaba a la mascota de Kit entre sus brazos, apegándola a su pecho. Caminó junto a la mujer, de nuevo en dirección al templo, y bajó la cabeza hacia la pequeña—. Y esta es Pikachu.
—¿Habéis comido? —No. Le dio algo de vergüenza contestar que ya hacía más de veinticuatro horas que ninguno de los dos probaba bocado, pero tampoco era algo en lo que pensaran. Sin embargo, ella sí lo hizo por ellos; llevó la mano a un zurrón que traía consigo y sacó algo de pan y queso que entregó a Victoria, con tono imperativo y sin aceptar ninguna réplica—. Comed. Necesitáis fuerzas para despediros con propiedad y os arrepentiréis de no haberlo hecho bien en su momento.
Sabía que tenía razón, aunque no le entrara nada en el estómago. Cuando llegaron a la escalinata del templo partió el queso por algo más de la mitad para Pikachu y se esforzó por vigilar que la ratoncita se lo comía; ella hizo lo mismo con el pan y el resto del queso que quedaba, aunque vigiló no tomárselo todo por si la mascota se quedaba con hambre. Notaba que sería más importante que ella aguantara el tipo, pues no es que comiese pan.
Mientras comía observó, de vez en cuando, a la alta mujer. Se encontraba a su lado, y aunque le había ayudado y notaba una mayor cercanía a ella, no podía evitar sentirse inferior mientras su mirada se concentraba en el horizonte. Parecía alguien tan fuerte, independiente y femenina... Y sabia. Superaba con mucho los pocos conocimientos de Victoria de la vida en general. Y por ello se preguntó:
—Señora guardiana... ¿Adónde va el alma —La joven agitó la cabeza con aquellas palabras mal escogidas para aquel momento—, el corazón de un Caballero al fallecer? ¿Por qué no queda rastro de él tras su partida?
Se abrazó a sí misma habiendo terminado de comer. Aunque lo había hecho un poco a desgana era cierto que ahora se sentía mejor, con el estómago un poco más lleno. Pikachu también, que se había hecho una bola para cerrar los ojos aunque fuese unos minutos, mientras anochecía. Victoria también necesitaba dormir, pero sabía que no lo haría en paz hasta despedirse.
—Y no quiero atosigarla, pero... N-no me ha dicho quién es usted. —A ciencia cierta, no sabía si era de verdad la guardiana de aquel mundo, o si existía siquiera aquel título. El hecho de que hubiese conocido a Ivan en vida y reconociera su Llave Espada le hacía dudar— ¿Conoció a Ivan Kit?