—¡Gracias, Light!— agradeció la chica, rascándole detrás de la oreja al perrito.
Desde el sitio donde perdieron el rastro al desagradable moguri, llegaron en primer lugar a la lavandería, pero ya habían estado alli de modo que ese no era el sitio ni mucho menos.
Siguieron el rastro hasta llegar finalmente a una vieja puerta de madera que parecía poder romperse con tan solo mirarla.
—Es aquí— afirmó Light.
—Muy bien, vamos a ello— se preparó la aprendiza, tragando saliva preparada para lo peor...
O lo peor de lo peor.
Cuando bajaron por unas escaleras que estaban tras la puerta (y para poder abrir la misma tuvieron que usar la fuerza) finalmente llegaron a lo que parecían ser los sótanos.
—¿Pero qué coj...?— fue lo primero que dijo Keiko al entrar en una de las habitaciones. Había fotos, muchas fotos pegadas a lo largo y ancho de la pared. Y en todas se mostraba a la misma persona: que no era ni más ni menos que la propia Keiko, y en algunas de ellas salía con poca ropa. Su ira comenzó a aumentar.
—Ostia pedrín. Nos han pillado— exclamó un aprendiz gordo y apestoso.
—¡A mí no me miréis, kupó! ¡No soy un moguri pervertido, kupó! Admito que en parte cometí el crimen, kupó, me las arreglé para abrir la habitación de esta chica. ¡Pero solo estaba trabajando para él, kupó! Él me contrató. Las bragas las quería realmente este enfermo, yo solo le ayudé a cambio de platines, kupó. ¡Y los habría cobrado de no ser por vosotros, kupopó! ¡No me llevéis a los Maestros, por favor kupó, no soy un pervertido kupó! ¡Necesitaba el dinero, kupó!— lloró el moguri, implorando clemencia, pero la ira de Keiko no hacía más que aumentar.
—¿A quién estás llamando enfermo, tontaco? ¡Admite que tú también estabas deseando olerlas como yo! Y olvídate de los platines, cacho tonto. Ay, lo siento Keiko-chan, yo no quería causarte problemas... por favor perdónanos. Soy tu fan y no pude evitarlo jejeje— rió estúpidamente el maldito gordo.
—Estáis jodidos. Los dos— afirmó Light haciendo crujir sus nudillos, parecía que iba a darles una lección, además de decir por ella lo que estaba pensando..
—¡Oh, no! ¡Tenemos que escapar! ¡Tengo una estrategia, voy a tirar una bomba de humo, aprovecha para correr!— avisó de manera estúpida el gordo aprendiz al desagradable moguri.
Cuando la bomba de humo explotó y el humo que impedía ver desapareció, los dos ladrones no habían logrado huir. La puerta se había cerrado ante ellos en algún momento, y les impidió escapar. Sabiendo cual era su destino, ambos se abrazaron mientras temblaban de miedo.
—Malditos idiotas asquerosos pervertidos...— Keiko empezó a cargar energía mágica alrededor de su cuerpo— ¡NO PIENSO PERDONAROS JAMÁS!— el aura dorada de Keiko se hacía cada vez más grande, finalmente, acabó explotando y toda la habitación quedó hecha polvo y los ladrones, Derhe Yeno y Mogufat acabaron desamayados en el suelo.— Ups, creo que me he pasado un poquito, ¿no?
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