No quería ir.
Pero ya no le quedaba más remedio que tragarse el orgullo y bajar las escaleras del castillo. Nadhia todavía no se sentía preparada para enfrentarse a Light. Desde que habían vuelto de aquellos días de naufragio su relación se había enfriado lo suficiente como para ni siquiera mandarse un Tuipper para quedar en el comedor y cenar juntos.
La aprendiz estaba segura de que Light era idéntico a su hermano Dan. Los dos tenían la misma energía, la misma sonrisa despreocupada y los mismos prontos. No era de extrañar que su riña le recordara a las peleas que tuvo centenares de veces durante la infancia con su hermano cuando no estaban de acuerdo y llegaban al punto de tirarse de los pelos y pegarse con los bates de Struggle antes de que su padre los separara y su madre los castigara.
Pero ya no era una niña. Tampoco tenía a alguien que le dijera que hiciera las paces con Light. Le costaba demasiado pedir disculpas al saber que Light había cometido una estupidez tan gorda que quizás había perdido para siempre la oportunidad de recuperar su amistad con Ragun y la poca simpatía de Saeko que conservaba y había intentado salir a flote durante esos días de supervivencia.
«
Idiota», pensó, atravesando uno de los corredores del castillo.
Ya había pensado en frío lo suficiente la noche que llegó hecha puré y Fátima la socorrió. Pero reconocía que no se le había pasado el enfado con Light. Quizás por no haberlo hablado pacíficamente con él, pero tampoco se había atrevido a quedar con él para charlar y arreglarlo.
No conocía el mundo de Port Royal, pero por lo poco que sabía, estaba a rebosar de piratas, aquellos personajes valientes, intrépidos aventureros que se lanzaban al mar a saquear otros barcos y esconder sus tesoros en islas desiertas. Había leído mucho sobre ellos y le encantaba la idea de ver con sus propios ojos cómo era... aunque la misión estaba ligada a vigilar una fiesta de la alta sociedad. El cumpleaños de la hija del gobernador.
Lo cual era aburrido, pero ameno. No tendría que preocuparse demasiado por lo que llegara a suceder durante su guardia, y centrarse en arreglar las cosas con su amigo. Además, tenía que preguntarle algo importante, y puede que él fuera la única persona que supiera de su paradero... aunque tampoco tenía muchas esperanzas.
Cuando Nadhia salió a los jardines, Light ya la estaba esperando en los escalones de la entrada. Cerró tras de sí los portones y se acercó a él, viendo cómo éste se volteaba hacia ella... y recordó, entonces, que él no la había visto desde el naufragio. Y que estaba algo...
—
Estás… muy cambiada —la expresión de su rostro provocó en Nadhia una sonrisa. Por muy enfadada que estuviera recordando las cosas que pasaron en el naufragio, seguía teniéndole un cariño muy especial—.
¿Crees que es necesario el disfraz?—
No he estado nunca en Port Royal, pero al parecer si vamos a servir a gente importante hay que estar presentable —Nadhia le pasó las ropas que le había concedido su pequeña amiga Mogara antes de partir—.
Estas ropas son las más adecuadas para que no sospechen de nosotros. Yo intentaré pasar inadvertida. No sé si en este mundo hay mujeres que se dediquen a la lucha de espadas.Nadhia siguió el ritmo de Light e invocó la armadura y su Glider, subiéndose a la misma y agarrándose para despegar en cuanto su compañero estuviera listo.
—
Ha pasado mucho tiempo desde que no nos vemos. Espero que nos salga bien esta misión —Nadhia se giró a él, escuchando su inocente comentario y el resoplido—.
En la última casi no lo contamos, demonios. —
Oh, claro...Se sintió completamente imbécil. Podría haberle restado importancia al asunto, haberse reído del comentario y en aquel momento, haberse bajado del Glider para conversar un rato con él antes de partir. Aclarar todo lo que ocurrió, hacer las paces. Y habrían despegado con tranquilidad y entre bromas, como antes.
Le daba vergüenza admitir que le echaba mucho de menos.
—
Vámonos —dijo el muchacho, y Nadhia le siguió sin decir una palabra.
*****—
Muy bien, caballeros, presten atención.La mansión era gigantesca y esplendorosa. Nadhia ya no tenía duda alguna de que iban a proteger una fiesta bastante importante y bastante jugosa para ladrones, piratas o individuos de mala muerte. Junto con un grupo de voluntarios que vestían más o menos como ellos, un hombre de vestimenta más arreglada y militar se acercó a ellos. Aquel debía ser James Norrington, la persona que había solicitado la ayuda para proteger a la hija del gobernador durante la celebración de su veinte cumpleaños.
Norrington comenzó a designar posiciones y repartirlos. Junto a ella y Light los demás voluntarios comenzaron a marchar sin rechistar las órdenes del comandante.
—
Tú —le señaló y se irguió—,
a la parte de atrás. Tú —y seguidamente a Light—.
Conmigo en el interior. Nadhia no sabía si sentirse aliviada o decepcionada. Por una parte no quería quedarse a solas a Light por lo que le aterraba iniciar una conversación, pero por otro lado... sabía que después de aquella misión quizás no volviera a reunirse con Light en un buen tiempo. Era la oportunidad perfecta para hablar con él, pero si lo habían designado a él dentro de la mansión y a ella fuera en la parte de atrás...
«
Qué le vamos a hacer», se dijo a sí misma, dejando escapar un suspiro.
Pero entonces, antes de que Light entrara al interior de la mansión, Nadhia se adelantó para tirar de su ropa. Agarrada a una de las mangas de su nuevo uniforme, la aprendiz le dijo en voz baja:
—
Al alba, ¿podemos hablar? —le preguntó, ¡como si tuviera que pedir permiso! Se sentía tan estúpida...—
Sobre lo que sucedió. Quiero... quiero entenderte. Quería entender qué se le pasó por la cabeza a Light aquellos días, sí. Quizás así comprendiera su postura por cometer aquellas insensateces durante el naufragio. Nadhia ya había cambiado su postura sobre la guerra, ya se lo había dicho a Tandy aquel día en la Torre del Reloj, que haría lo posible porque la riña acabara cuanto antes.
Pero no iba a permitir que por el camino perdiera una amistad tan importante como la de Light, sabiendo que la de Saeko y Ragun serían difíciles de recuperar algún día.
—
Nos vemos —tuviera una respuesta o no, le dejaría ir—.
Ten cuidado.Y marchó a la parte de atrás de la mansión, esperando tener una noche tranquila hasta que amaneciera.