Capital del caosWatson acompañó a Xiang sin detenerse a dudarlo. Tras despedirse de su compañero salieron de la torre y se encontraron en una situación de desesperación: la ciudad se había bañado de fuego en algunas de las casas y algunas paredes y puertas habían sufrido violentos ataques. Nada quedaba de la tranquilidad y la alegría del espíritu festivo que apenas unas horas antes se respiraba en la ciudad.
Un pelotón de soldados apareció al final de la calle por un momento con sus armas en alto. Todos vestían la misma armadura reglamentaria de color verde oscuro, pero poco más tenían en común: uno era bajito, otro alargado como un fideo y el tercero gordo como una mole. Les dirigía un cuarto de colores rojos y vivos, que con su espada en alto apuntaba hacia un enemigo y daba instrucciones en voz alta sobre qué hacer. Xiang hizo un además de lanzarse a ayudarles, pero Watson le retuvo con una pregunta.
—
Recemos porque no sea demasiado tarde. ¿Dónde vamos primero? ¿Ayudamos un poco antes de tu cita con Gilgamesh?—
Dudo que espere allí con lo que está sucediendo. —El pelotón desapareció tras las calles. Xiang chasqueó la lengua y sacó su espada—
. Te ayudaré a buscarlo, pero primero centrémonos en el ahora. ¡Cuidado!Xiang empujó a Watson a un lado y atacó a su espalda. Dos criaturas oscuras estaban preparadas para atacar al aprendiz: dos Sincorazón con los brazos levantados y un trozo de papel que cubría parte de su cara. Acabó con uno tras dos cortes de su arma, pero el otro golpeó su espalda aprovechando que defendía a Watson: era hora de que el aprendiz le intentara ayudar, o que salieran corriendo del combate en dirección hacia donde habían desaparecido los soldados.
Una vez solucionada la situación Xiang se tomaría un momento para recuperar sus heridas. Observó el final de la calle por donde les habían atacado y vio tres más de aquellas criaturas que avanzaban en dirección contraria a ellos, flotando por la calle despreocupado del caos y avanzando hasta una gran muralla gigantesca.
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Hay más de los que esperaba. Algo no encaja…Algo interrumpió al guerrero. Un enorme y ensordecedor grito que hizo que los oídos de ambos casi explotaran del dolor: aquello no había sido humano. Sonaba como el llanto de un monstruo que clamaba venganza al cielo, preparado para lo peor. Y casi así era: una gigantesca sombra pasó al instante por encima de sus cabezas, surcando el cielo libre como un pájaro.
La criatura había pasado muy cerca de ellos, en dirección a los soldados que acababan de ver. Los Sincorazón al final de la calle reaccionaron a la bestia bailando un momento a su son, y tras su paso, retomaron su camino en dirección a la muralla. Xiang dejó de taparse los oídos y clavó sus ojos en Watson.
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Tenemos que ayudar a la gente.Si, pero había dos formas de ayudar. Podían avanzar por el mismo camino que los soldados de antes, esperando encontrarse con el ejército y dar su apoyo eliminando el número máximo posible de Sincorazón, con el riesgo de encontrarse con el nuevo gobernador de los cielos; o podían seguir a los noctámbulos que parecían huir del combate y dirigirse a la muralla. Ambas opciones, desde luego, parecían horribles.
* * *
Amistades extrañasFuera lo que fuese aquello no iba a dejar dormir en paz a Ragun. Algo pudo descansar y su cuerpo, que se recuperaba rápido, lo agradeció: pero aquel grito tuvo que poner todos sus sistemas alerta. Algo se había agitado en el ambiente, y podía escuchar desde la torre a algo surcar los cielos con violencia, furioso.
Fue capaz de ver a la criatura por un segundo por la ventana, o más bien su sombra. El terreno tembló y cayó algo de polvo del techo: supo entonces que el monstruo se había posado encima de él. Durante unos segundos la calma parecía haber regresado. Después la pared se vino abajo.
La cabeza de la gigantesca criatura había atravesado la ventana a la fuerza, derrumbando parte de la torre con él. Era gigantesca, casi el doble que él, y eso que no se trataba de su cuerpo completo. Con la oscuridad no era capaz de verla con total claridad, pero sí sus enormes ojos amarillos, brillantes como dos faros. Escuchó el sonido de los dientes chocando a unos centímetros de él repetidamente y notó algo de saliva manchándole el cuerpo. El caballo de Xiang comenzó a relinchar y saltar tras Ragun, intentando escapar del cruel destino que les esperaba.
La torre era demasiado pequeña para él. Frustrado con no poder devorar a su presa, el monstruo expulsó su grito a escasos centímetros del aprendiz y se retiró del edificio. En principio no sucedió nada: después, la torre comenzó a temblar. Pudo ver la sombra del monstruo volando no muy lejos y, de golpe, lanzándose contra el edificio.
El piso se inclinó hacia un lado. La torre estaba a poco de derrumbarse; o era cuestión de tiempo o de más golpes de la bestia. El caballo quería su libertad, y Ragun podía dársela si lo veía necesario, pero era imposible bajar a tiempo.
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Cuando la tormenta acecha y el tiempo apremia…Una sombra saltó desde el suelo hasta la pared derrumbada y se mostró frente a Ragun. Un hombre de casi tres metros de alto, cubierto por ropajes rojos carmesíes y armado con un sinfín de espadas y lanzas. Su voz bonachona y burlona era inconfundible su silueta inequivocable: era el viejo conocido y eneamigo de muchos aprendices de la Orden, él incluido. Se trataba de…
—
¡Tatatachán! ¡Soy yo, Super mata dragones heroico ultra guay!El hombre corrió junto a Ragun y le ofreció su mano para ayudar a levantarse. Aceptase su generosidad o no, le subiría a lomos del caballo negro de Xiang y se colocó tras él, abrazándole con dos brazos para que no se cayera mientras tomaba las riendas con otros dos. El misterioso héroe echó una carcajada en alto.
—
¡Qué generoso! ¡Qué héroe más grande! ¿Quién será el misterioso salvador del pobre e indefenso niño? ¿Quién podría ser tan bueno, tan guay, como para…?La torre tembló ante otro golpe de la criatura voladora. El guerrero ahogó un grito y ordenó cabalgar al caballo a toda prisa; el piso cada vez se inclinaba más, cediendo ante el gran poder de la gravedad.
—
¡Mierda mierda mierda…! Por pocos segundos saltaron por la pared. Por unos segundos parecieron volar: después cayeron sobre un montón de heno convenientemente colocado bajo ellos. El edificio sse derrumbó y una gran nube de polvo se levantó a su alrededor, cegando a los dos humanos y el animal por un minuto aproximadamente.
Cuando el aprendiz pudo volver a ver se encontró con el misteriosísimo personaje tumbado a su lado de costado, con el puño colocado bajo su cabeza. Se había quitado la capucha y, en su lugar, una máscara cubría su rostro: una de sí mismo, clavada en su aspecto.
—
Bueno, bueno… Creo que alguien me debe un gracias… Ragun ha reposado un poco y ha recuperado un 5% de su vitalidad máxima. Deja de tomar pociones que no vas a recuperar más por ellas, drogadicto.
* * *
Peligro inmediatoLos muchachuelos de Tierra de Partida no tuvieron el mínimo problema con meter a Kefka en prisión. Desde luego, en la Federación no rechazaron al prisionero, que se entregó casi orgulloso. Había sido demasiado fácil: enmudecido, golpeado e intimidado, ¿cómo no iba a serlo? Y al contrario que Mateus era alguien con una carrera criminal innegable. Este no se libraría de la cárcel, no en un largo tiempo. Y antes de irse sacó la lengua a Hiro, burlón, como si no hubiese perdido del todo. Es más, parecía sonreír mientras le llevaban a la sala de interrogatorios… Y es que había recibido una clarísima paliza física por parte de Fátima. No parecía preocupado, por extraño que fuera.
Oh, qué más daba. ¡Un payaso más en la cárcel!
<spoilers menores de Final Fantasy VI a continuación>
¡Enhorabuena! ¡Habéis metido a Kefka en la prisión de la Federación!
1/16 Villanos Finales encarcelados.
</spoilers>
*Con la misión cumplida sólo faltaban dos cosas: recuperar el arma y tratar el tema de Shiva. Aquel no era su mundo, por lo que debían encargarse de su cuestión lo antes posible. Pero cuando atravesaron el portal de vuelta a Tierra de Dragones se dieron cuenta de que igual los planes se habían ido un tanto al traste.
Se reunieron todos en el hall principal. Saxor ya estaba allí, y Shiva y Exuy se unieron de inmediato tras el grito y la aceptación del segundo a la misión que le había encargado la semidiosa. Feng, por su parte, había subido a las habitaciones un momento, como podría explicar Saxor: lo que no podría entender sería el grito que acababan de escuchar del exterior.
—
¡Dragones! —teorizó Shiva en voz alta.
Debía estar cerca de la verdad. La mujer se apresuró a bajar las escaleras y lanzarse a la puerta; si nadie la había abierto con anterioridad ella sería la primera en hacerlo. Al otro lado no encontraron la misma ciudad que habían visitado pocas horas antes.
Parecía que una guerra hubiese arrasado el territorio: algunos edificios habían sido asaltados, la decoración festiva ardía con llamas intensamente rojas y en la lejanía podía escucharse los gritos de horror de algunos ciudadanos. Pudieron apreciar cómo una torre, la que se encontraba junto al palacio del emperador, se derrumbaba en la lejanía.
Y no sólo eso. Un pequeño ejército de Sincorazón surgió de varias nubes de oscuridad en los jardines de la casa: serían seis o siete, la mitad de ellos lunas voladoras y la otra mitad centauros poco amistosos y armados con lanzas. Shiva, en vez de recurrir al combate, extendió su brazo hacia la entrada e invocó una pared de hielo que les bloqueó el paso a la casa.
La situación estuvo lejos de mejorar cuando escucharon una explosión en el piso de arriba. Feng surgió apresurado, armado con su arco y flechas, y bajó las escaleras corriendo. Parecía desesperado.
—
¡Rei no está aquí! —advirtió en voz alta entre jadeos—
. ¡Han atacado la casa mientras no estábamos, y ahora la invaden esas cosas de oscuridad! ¡Los he retenido, pero vienen más!Se encontraban en un serio problema. En el piso de arriba, más Sincorazón; por el jardín, también Sincorazón; y puede que no hubiese abajo en el sótano, pero se quedarían atrapados sin salida aunque podrían ganar tiempo. Y lo peor de todo es que no entenderían por qué estaba sucediendo todo aquello.
Fecha límite: domingo, 28 de febrero.