Odiaba admitirlo, pero yo no era una rival capaz de derrotar al insolente de Light, así que tendría que confiar en Ragun, el aprendiz prodigio de Bastión Hueco. No obstante, sí podía mientras encargarme de otra cosa…
Pero al contemplar nuevamente la cubierta del barco algo me dejó paralizada en el sitio, obligándome a esbozar una mueca de asco: se trataba de un cadáver colgado, rodeado de lo que parecían insectos de toda clase y en avanzado estado de descomposición. Me revolví entera en el lugar, sin poder quitar la mirada de aquel cuerpo sin vida; era la primera vez que veía uno en ese estado, a diferencia de los asesinados por Yafar en el Palacio de Agrabah, que terminaron abrasados.
Consternada por mis pensamientos, observé con desesperación cómo Nadhia había conseguido burlar a Ragun con las cadenas de Luz: aquella habilidad ya me la conocía, por supuesto, pues la había visto en el Museo de La Red, a mí no me iba a pillar con ella, ¡más le gustaría! Me lancé a por Nadhia sin dudarlo, dejando de lado los absurdos sentimientos de mi copia virtual y teniendo en cuenta la situación en la que estábamos; era recuperar el libro o terminar atrapada en el estómago de una ballena gigante.
No obstante, era la primera vez que me enfrentaba en persona a dicha habilidad y su rapidez me sorprendió, repitiéndose conmigo lo sucedido con Ragun. Caí al suelo de bruces, haciéndome daño en las rodillas y en mis pechos por culpa de la madera. Gruñí por lo bajo y miré con rabia a los aprendices del bando enemigo. ¡Teníamos que recuperar el libro, maldita sea!
―¡Me tenéis harta!
—¿¡Perdona!?
Abrí los ojos como platos ante su supuesto enfado, ¿¡que estaba harta!? ¿¡De mí!? ¡No sabía si reír o llorar, cuando fue por su culpa que mi copia virtual se volvió retrasada y yo actualmente tenía que cargar con sus memorias! Y eso no fue todo, claro que no, ¡sino que osó amenazarme con su espada! ¿¡Nadhia harta de mí!? ¡No había escuchado un chiste mejor en toda mi vida! ¡Ella sí que me tenía harta!
―¿Es que no os dais cuenta? ¡Estamos atrapados dentro de… de lo que quiera que sea esto! —¡por supuesto que me había dado cuenta! Y por lo que estaba viendo, a los aprendices de Tierra de Partida les encantaba decir obviedades
Y eso no fue todo, sino que Nadhia, cegada por la locura, cogió el libro y apuntó con su Llave Espada al objeto. ¡Me quedé de piedra!
Nerviosa y aterrada, intenté convencerla en el último segundo:
—E-espera, Nadhia, n-no tienes que…
Pero fue demasiado tarde, pues las llamas ardieron ante mis ojos, quemando el propio libro. No supe cómo reaccionar, sino que me quedé en el sitio con la boca abierta; rota en mil pedazos deseando con todas mis fuerzas que aquello fuese una pesadilla.
Nadhia, en cambio, parecía orgullosa de lo que había hecho, y su excusa fue que ya no teníamos razones para luchar y que teníamos que cooperar para salir con vida. ¿Me estaba vacilando? ¿Cooperar con Tierra de Partida, la culpable del actual estado del maestro Ryota? ¿Con ella?
Nadhia, por supuesto, seguía siendo una ingenua, pues retiró sus cadenas y para colmo, se acercó a Ragun, tendiéndole la mano en señal de alianza.
Por mi parte, estaba libre, y los restos del libro, las cenizas que ahora contemplaba mi desolador rostro, no hacían más que enervarme. La furia se apoderó de mí; furia por haber fracasado por culpa de aquella payasa; furia por ver cómo los de Tierra de Partida se apiadaban de nosotros; furia por estar atrapada en el estómago de un Monstruo. Lo siguiente sucedió demasiado rápido, puede que incluso para mí, pues me dejé llevar. Me levanté rápidamente antes de que alguien hubiese hecho nada y alcé la mano contra el rostro de Nadhia, golpeándola con todas mis fuerzas.
—¡ZORRA! ¿¡Pero qué te crees que has hecho!? —apreté ambos puños, cabreada como nunca lo había estado
Sabía de sobra que no tenía posibilidades contra ambos, y que el entrometido de Light volvería a defenderla, por lo que antes de lanzarme nuevamente hacia ella, me giré con elegancia y salté del barco, cayendo sobre la carne. Ahora que el libro estaba perdido, mis prioridades habían cambiado: debía encontrar a mi pequeño y largarme de aquel lugar cuanto antes. Analicé una última vez la boca por si me había dejado alguna zona por mirar, pero definitivamente, allí no se encontraba.
Avancé por el único agujero que tenía ante mí con furia y me adentré en la oscuridad, no obstante, en el último momento recapacité y retrocedí un paso para alertar a Ragun de mis intenciones:
—¡Ragun, voy a buscar a Gengar!
Y sin esperar una respuesta, me alejé lo más rápido que pude de aquella panda de idiotas, adentrándome en el estómago de aquel ser; el olor no podía ser peor, y tenía la sensación de que el maquillaje se me iba a estropear por completo. ¡Alguien me había echado un mal de ojo, estaba segura!