Light:
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Ragun:
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Si podía definir con una palabra el sabor de la derrota la respuesta era muy simple: A tierra.
Había saboreado la derrota en muchas ocasiones, pero jamás de una manera tan brutal como aquella. Aquella persona estaba a un nivel completamente diferente de nosotros.
Me pitaban los oídos tras aquella explosión de luz y me sentía tan debilitado que parecía que Nanashi me hubiese mandado dar mil vueltas alrededor de Bastión Hueco mientras lanzaba Flamas Tenebrosas sin parar. Bueno, era una exageración, pero era una descripción bastante acertada.
Me levanté a duras penas usando mi llave espada como bastón mientras veía como los sincorazón que había convocado con el abismo sincorazón desaparecían sin dejar rastro. Mi cuerpo adquirió su tono de piel habitual y ayudé a Light a ponerse en pie, que no estaba mucho mejor que yo.
Nos encontrábamos en los Jardines de Tierra de Partida. Light y yo habíamos decidido entrenar juntos de vez en cuando para hacernos más fuertes y poder hacerle frente a Aaron juntos… Y derrotarlo, obviamente. La última semana habíamos entrenado juntos casi todos los días después de trabajar en la reconstrucción del castillo, pero por muy cansados que estuviésemos siempre acababamos allí.
Algunas personas habían ido hasta los jardines a ver el combate, y no era para menos. Estábamos dando un buen espectáculo entre los hechizos que salían en todas direcciones y los choques de espada que provocaban chispas y alguna que otra onda expansiva que dejaba el suelo alrededor hecho trizas.
Jadee aún sosteniendo a Light por el hombro y cogí de mi bolsillo una omnipoción que compartí con el aprendiz, que portaba su Alma Inquebrantable (la llave espada más grande que había visto en mi vida, sin duda).
Desafié con la mirada a nuestro rival, que al contrario que nosotros no tenía ni un solo rasguño, ni siquiera una mancha de tierra. ¡Era tan frustrante!
Nithael permanecía inmóvil, observándonos a ambos con cautela con sus penetrantes ojos esmeralda. Vestía una túnica larga blanca con brazaletes dorados y una tiara en su liso e impecable cabello rubio, que bailaba con el viento. Sus alas se extendían grandiosas e imponentes con unas plumas perfectas.
El ángel de Tierra de Partida había accedido a entrenar con los dos a la vez y desde el primer momento había dejado claro que a pesar de ser un entrenamiento no le importaba ponernos al límite. No podía negar que agradecía aquello, de lo contrario ninguno de los dos mejoraría.
—Light, ¿preparado para el siguiente asalto? —Quise asegurarme de que el aprendiz resistiese un combate más.
Esperé su respuesta y asentí en silencio una vez hubo contestado.
—¡Estamos listos! —grité para que nuestro entrenador nos escuchase alto y claro.
Agarré con fuerza mi llave espada y activé una vez más mi Estilo Darkside. Mi pequeño ejército de sincorazón sombra surgió a mi alrededor, sobre el pozo de penumbras que acababa de abrir una vez más.
—¡A por él! —animé a los sincorazón, que se lanzaron en manada contra el ángel sin miramientos.
Me uní a mis hermanos sincorazón con la llave espada en ristre e hice aparecer mis Alas del Ocaso alzando el vuelo para que el ángel no pudiese estar pendiente de Light, de mis sincorazón y de mí mismo a la vez. Me levanté varios metros más en el aire e hice desaparecer las alas repentinamente tratando de caer en picado sobre Nithael, si esquivaba mi ataque tenía claro que respondería introduciéndome en el suelo con una Evasión Sombría para evitar los daños de la caída, pero obviamente no iba a quedarme allí dentro. Traté de acercarme al ángel para lanzar una Explosión Sombría mientras abandonaba la seguridad de la evasión sombría.