—¡Llegáis puntuales, así me gusta! ¿Ha ido bien el viaje, maestro Light? —Ariasu hizo una teatral reverencia, muy exagerada—. Por aquí, caballeros, señorita y... cosa divertida.
Lo último iba por Dos, a quien la maestra se quedó mirando un rato antes de girar sobre sus tobillos, hacerles a todos una seña con la mano, y echar a andar a ritmo ligero hacia el piso inferior de Bastión Hueco.
¿Qué hacían allí tres aprendices y un maestro de Tierra de Partida? Un mensaje de Ariasu, enviado aquella mañana, les había informado de que La Red, un mundo digital con el que la mayoría ya estaban familiarizados, solicitaba ayuda urgente para tratar con una oleada descontrolada de sincorazón; y les proponía que ambos bandos colaborasen en aquella ocasión para solucionarlo.
Tanto Iwashi como Ronin recibieron el aviso, pero dado que Light tenía experiencia en ese mundo y que necesitaba ir cogiendo práctica como maestro, ambos decidieron que fuera él quien se encargase de la tarea. Eso sí, Ronin le obligó a llevarse tanto a Hiro como a Maya como apoyo, y Light pudo incluir también a su propia aprendiza, Dos. Con el grupo de cuatro formado, estuvieron listos para marchar a Bastión Hueco.
Guiados por Ariasu, descendieron a lo más profundo del castillo por unas escaleras, donde llegaron hasta una enorme y peculiar sala desde la que se controlaba el gigantesco ordenador de Bastión Hueco.
Allí les estaban esperando los que serían sus compañeros de misión: el recién nombrado maestro Alexander Fürst von Wiedererinnerung (Ragun, de toda la vida), junto con Freya. A ambos les habían llamado aquella mañana para que se preparasen para una misión en el mundo digital, y que bajasen a la sala del ordenador en cuanto estuvieran listos. Ragun, como maestro, estaría al cargo.
Cerrando el grupo de Bastión Hueco estaba Alexis, quien apoyada con aspecto aburrido en el ordenador charlaba con una Shinju que trasteaba con el teclado del ordenador mientras preparaba los sistemas.
—¡Ya estamos aquíiii! Bien, si alguno tiene que presentarse que lo haga rápido, porque tenemos prisa.
Dejó un momento para que lo hicieran, antes de ir directa al grano.
»Vale, el problema es el siguiente: La Red nos ha mandado un mensaje de ayuda para que eliminemos una oleada de sincorazón que ha infestado una de sus zonas. No tenemos todos los detalles, tendréis que conseguirlos de ellos cuando lleguéis, pero parece que tiene algo que ver con una rejilla de juegos o algo así.
—En resumen, que solo sabemos que nos piden ayuda para que os carguéis a unos sincorazón que se les han ido de las manos. Huele un poco mal, pero estaría feo lo de no acudir y tal después de firmar una alianza y todo eso —añadió Shinju, quien mal sentada en la silla seguía tecleando con cuidado. Aunque iba ligera, se notaba que lo hacía con cautela para no fastidiarla.
—La alianza, es verdad. Aquí nuestro más reciente maestro, —Señaló a Ragun—. consiguió hace tiempo una alianza, así que en esta ocasión estaréis bien equipados y no tendréis que lidiar con esos programadas tan estirados. Pero he de advertidos que actuéis con cautela, no son nada de fiar. Sobre todo lo de Tierra de Partida. —Fijó su mirada en Light—. Los programas no tienen ninguna alianza con vosotros, acudís como invitados nuestros y como apoyo, así que si causáis algún incidente... Nos pondríais en una situación muy delicada. ¡Maldita burocracia!
—Ariasu, todo listo —Shinju apretó una tecla con fuerza y después giró la silla hacía el grupo, orgullosa de su hazaña informática—. Aunque no prometo que alguno acabe con una oreja de más. Era el gitano el que entendía de esto, yo no.
Ariasu le lanzó una mirada de reproche, provocando que la jovencita girase a toda prisa su silla para volver a mirar a la pantalla.
—Venga, marchémonos de una vez —protestó Alexis, incorporándose mientras se estiraba.
—Estas niñas me van a volver más loca de lo que ya estoy —refunfuñó Ariasu, dando zancadas hasta el centro de la sala—. Colocaros en el círculo del centro y preparaos para el viaje. Si tenéis alguna duda, ahora o nunca.
Alexis, haciendo girar su paraguas en su mano, fue la primera en colocarse. Entre Shinju y Ariasu responderían a las posibles dudas que el grupo tuviera, y en cuanto todos se colocaran en el centro, comenzó la cuenta atrás. El aparato de la pared, que rodeaba un gran círculo rojo, empezó a vibrar y a iluminarse.
—¡Buena suerte, pezqueñines! Cuidamelos bien, Raguncito.
—Y recordad: si morís en La Red, también moriréis en la vida real —añadió Shinju. Tanto ella como Ariasu y Alexis soltaron unas carcajadas muy poco disimuladas.
Llegó el momento. Del círculo surgieron diversos rayos de luz que fueron impactando en los siete, transformando uno a uno sus cuerpos en cubos de datos que acabaron siendo arrastrados hacia el sistema.
Siguiente parada: La Red.
Fecha límite: sábado 3 de diciembre.