Uno de sus compañeros decidió atacarlos, comprobando en el acto que se regeneraban al momento gracias a la nieve de su alrededor. Nicoxa se mordió un labio, aunque no se daría por vencida con un truco tan simple. Tendrían que ocuparse de todo trabajando en equipo.
—Tenemos que ir de uno en uno y evitar que se regeneren. Yo podría evitar por poco tiempo que lo hicieran, pero vosotros tendríais que encargaros de rematar la faena.
—Si tuviesemos un afín a fuego podríamos derretir la nieve para evitar que se regenerasen —puntualizó Ragun—. Confío en tus poderes, Saito.
—Yo no conozco ningún hechizo de fuego chicos, ¡sorry! —se excusó la bellísima joven, que se giró hacia Saito a continuación—. Así que me concentraré en atacar junto a Ragun mientras tú te ocupas de la nieve, guapetón.
Con la llave en mano fue directa hacia ellos coordinándose con el maestro, volviendo a hacer uso de su habilidad Pincho molecular las veces que hiciera falta.
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