Fátima y SaitoLa bestia emitió un gruñido de advertencia cuando Saito quiso sentarse a su lado, pero el filo de la guadaña le recordó su posición y optó por seguir quieto en el suelo.
—
¿Qué te hace pensar que sabes cómo me siento? —dijo, pero, en voz baja.
Tenía los músculos en tensión y ahora les miraba recelosa a ambos. Escuchó las palabras del chico con expresión mortificada.
—
¿Quieres redimirte por lo que has hecho? Todavía no es demasiado tarde. Si nos cuentas todo sobre las brujas, sobre cómo acabaste así. Sobre lo que pasa en ese castillo y en la aldea… quizá podamos ayudarte a volver. —
No le mientas. No te vamos a prometer mentiras. No sabemos qué te pasa, ni siquiera si mereces que te ayudemos. Vinimos aquí a investigar qué pasaba con la Bestia y a eso nos limitaremos. La criatura negó la cabeza.
—
Sólo la bruja que me hechizó podría levantar la maldición. Y no lo hará. Llevo mucho tiempo vagando por este bosque... más del que podáis imaginar —añadió, clavándole una gélida mirada a Saito—
. Lo que ocurra en esa aldea o en el castillo no es cosa mía. —
Dime, ¿has invocado tú a los demonios negros? ¿La bruja te enseñó cómo hacerlo o la has visto manejarlos? ¿Cómo pretendía que una bestia, que no pasa nada desapercibida, fuera a hacerse con nada?—
Yo los... mataba. Me atacaban e intentaban dirigirse al pueblo. —Un tanto incómoda, la bestia se revolvió. Movió casi sin darse cuenta una de sus patas, revelando distintas cicatrices blancas. Otras marcas todavía eran recientes. Costaba verlas entre todo el pelaje y las manchas de sangre—
. Cuando Ultimecia me encontró, la mayoría desapareció, pero... no creo que los controlara. No lo sé. Tampoco me contó sus planes, y yo no pregunté. Luego apoyó la cabeza sobre el suelo, esperando su veredicto. No parecía dispuesto a luchar por su vida. Quizás no esperaba que Fátima fuera a matarle de verdad. Quizás no tenía fuerzas, a pesar de haber comido dos bombones. Puede que no le importara.
Apenas reaccionó cuando la guadaña dejó de amenazarle la cabeza. Exhaló el aire que había estado conteniendo, muy despacio, y estiró un poco el cuello.
—
Dime, ¿por qué no puedes volver al castillo? —El cambio de tema le alertó—
. Nadie sabe que haya uno por aquí, ¿es porque está encantado? —
Por la maldición —contestó, evasiva.
—
Vamos a ir hacia allá en busca de cierta gente. Luego nos marcharemos de la aldea. Si es cierto que has traicionado a una bruja, estás solo, porque en breve vendrá una partida de caza a por ti. Pero si vienes con nosotros y no intentas… nada extraño, te protegeremos hasta aclarar lo que ha ocurrido. No te prometo nada más, ni solventar tu… transformación ni ayudarte a regresar. Solo protegerte mientras estés bajo mi custodia. ¿Entendido? La bestia pareció considerar la oferta mientras Fátima hablaba.
—
Esos cazadores vienen al bosque a menudo. No me encontrarán si yo no quiero ser encontrado.—
Si no tienes nada que ver con esos demonios, entonces no te haremos nada. —La Maestra hizo una pausa, y la pregunta que formuló a continuación terminó de descolocar por completo a la criatura:—
. ¿Cómo te llamas? Tardó unos segundos en responder.
—
Arluin. Mi nombre... era Arluin. * * *Arluin no pareció muy sorprendido cuando Fátima extrajo la pistola y le apuntó con ella. Se levantó —no del todo, pues seguía demasiado herido— y les miró a los dos con una extraña tranquilidad.
—
Os acompañaré si insistís, pero no os equivoquéis. La maldición no me permitirá acercarme ni siquiera a las puertas del castillo. No se quejaría si, aún así, querían que fuera con ellos. Después de todo, no tenía nada que perder. Se encaminaría hacia el castillo siguiendo los pasos de Nikolai y Bella, y de Alaric antes que ellos, con la pesadumbre de alguien que ha repetido la misma ruta muchas veces.
AlaricDin-Don empezó a protestar una vez Alaric colgó el teléfono, negándose por completo a llevarle a ninguna parte, pero las quejas duraron poco.
Atraída por todo aquel escándalo, una sombra aterrizó de un gran salto delante de ellos, cortándole el paso al aprendiz hacia el ala este.
Una bestia.
—
¡¿QUIÉN ERES?! —bramó la bestia encarando al humano. Dominado por la rabia, recortó las distancias entre los dos. Se irguió cuan alto era, extendiendo las garras—
. ¡¿QUÉ HACES AQUÍ?!Aunque su furia no iba dirigida contra él, Din-Don soltó un gritito y retrocedió con disimulo detrás de Alaric. Con todo, asomó la cabeza para decir con voz aguda:
—
A-amo... Quisiera aprovechar p-p-para decir que... ¡Que yo no estaba nada de acuerdo con todo esto! ¡Pero Lumière no quiso escucharme! ¡A-así que acompañaba al viajero hasta la salida y..!Un gran rugido terminó de acallar a Din-Don, que volvió a esconderse temblando. Si la bestia del bosque ya le había parecido grande y horrorosa, esta no tenía nada que envidiarle. Y era... ¿el amo del castillo?
El monstruo apenas esperó a que Alaric se excusara. Lo alzó en vilo por la capa hasta tenerle a la altura de los ojos. Era todavía más fuerte de lo que cabía esperar.
—
Así que un viajero —gruñó, repitiendo las palabras de Din-Don—
. Tu viaje termina aquí.Y con los gritos y las súplicas de Din-Don tras él, Alaric fue arrastrado por los pasadizos del castillo a manos de la bestia. Todo se volvió negro.
Nikolai—
Es una pregunta complicada; cada uno de nosotros tiene sus circunstancias, como la situación en el lugar del que vienen, o si tienen allí algo o alguien que les ate, y eso hace que tengas que sacrificar más o menos si quieres unirte a la Orden. Yo, por ejemplo, no te sería el mejor ejemplo para comparar. Ni a ti ni a casi la mayoría de mis compañeros. Bella asintió y dijo con cuidado:
—
Pero dejaste atrás a tus seres queridos.No quería acusarle de nada, eso era evidente tanto en su tono como en su expresión. De hecho, parecía incluso esperanzada, como si pudiese aprender de él. Emitió un leve «hmm» mientras escuchaba el resto, y sonrió con ensoñación cuando Nikolai mencionó a sus conocidos.
—
No serás la primera ni la última que piense de ellos así —explicó el aprendiz—
. Entiendo a lo que te refieres, y esto no lo digo por defenderlos, pero hacen lo que hacen porque no les queda más remedio y necesitan más manos. Nuestras armas son las únicas que pueden destruir a los Sincorazón y evitar que vuelvan.—
Hay sitios peores que esta aldea —asumió ella—
. Con más Sincorazón y... esos otros problemas. —
Mira… Fátima hace poco que se convirtió en Maestra, por eso siente tanta empatía por tí e insiste en que lo medites. Se que cuesta después de que te hayan puesto la miel en los labios, pero tiene razón al decirte que es una elección que te cambiaría la vida.
»Por mi parte, el único consejo que te puedo dar es que te hagas esta pregunta antes de decidir nada: ¿qué es realmente lo más importante para ti?Pensativa, Bella volvió a hacer que sí.
—
Lo más importante... —repitió con un susurro.
Le agradeció el consejo con una sonrisa sincera y volvió a apretar el paso.
* * *Otra sonrisa asomaba en los labios de Ultimecia, una mucho más frívola y arrogante.
—
Simple autodefensa —contestó a la pregunta de Nikolai respecto a Enéas y la bestia—
. No es tan distinto a lo que hacéis vosotros, Caballeros. Aseguraros de que nadie descubre lo que tramáis. Inquieta, Bella se quedó aparte y sin apartar los ojos de la bruja.
—
Está bien. Si de verdad te consideras nuestra aliada, no te importará contestarme a unas preguntas. La Bestia. ¿De dónde ha salido y qué tenéis que ver vosotras —tú, y la otra bruja rubia con trenzas— con ella?—
Por supuesto. Es sencillo: tras el embrujo, un sencillo hechizo de tiempo, la bestia se volvió loca. Asesinó a sus padres y sometió al resto de habitantes del castillo —explicó, resuelta—
. Arcana —a la que veo que ya conocéis—, fue la que hechizó el palacio para que nadie se acercara por error. Se estará haciendo vieja. Va a tocar renovarlo. —
El castillo. ¿Qué se supone que es esa magia que lo hace tan importante y la maldición de los que lo habitan? ¿Son peligrosos?Ultimecia resopló.
—
Tengo entendido que no. No lo sé, no estaba el día en que pasó. Y, de todas formas, no me extrañaría que la bestia los hubiera devorado a todos, a estas alturas. Han pasado... ¿Cuánto, doscientos años? —
Doscientos... ¡Ésa es la época de la reina Marianne! —exclamó Bella con un deje de sorpresa—
. ¿Entonces..?La ira cruzó la expresión de la bruja, que alzó una mano amenazadora y convocó un torbellino de penumbras. Bella ahogó un grito y retrocedió pero, tan pronto como había aparecido, la magia se desvaneció. Ultimecia, con rabia contenida, le clavó una mirada asesina.
—
Un consejo desinteresado —siseó—
: no mencionéis nunca, jamás, ese nombre en presencia de una hechicera. Se acabaron las preguntas. Arcana no sería tan compasiva, pero yo —añadió, recuperando la sonrisa de antes—
soy vuestra aliada. Hasta la próxima vez que nos encontremos.
»Que va a ser muy pronto. Mateus os envía recuerdos. Extendió el brazo y un agujero oscuro apareció a sus espaldas. Un Portal.
—
Ya podéis dejar de esconderos. Suerte, Portadores...Sin que ninguno pudiera hacer nada, el cuerpo de Ultimecia y su magia desaparecieron, revelando delante de Nikolai y de Bella al grupo de Fátima y Saito, que habían llegado justo a tiempo de oír la última parte de la conversación.
El castillo esperaba.
AlaricLa celda era fría, húmeda y exageradamente pequeña.
Alaric terminó de recuperar la consciencia en pocos segundos. Tenía la espalda y las piernas doloridas por el paseo, y un hilillo de sangre le goteaba en la parte trasera de la cabeza, pero ningún daño era demasiado grave. Ya tendría bastante de qué preocuparse para intentar escapar del castillo.
Una débil lucecita alumbraba el pasillo de las mazmorras. No había centinelas, ni siquiera la bestia. Se había limitado a encerrarle y a marcharse, dejándole solo. Más o menos.
Inconsciente pero vivo, Jean estaba tirado en la celda contigua. Más allá de su estado, no parecía herido —no más que el propio Alaric— aunque, por mucho que intentara llamarle, no despertaría. Aquella era la única prisión ocupada, aparte de la suya. Pero, a juzgar por la reacción de la bestia al encontrarle, podía suponer que muy pronto habría un tercer prisionero con ellos.
Los barrotes eran inamovibles, pero la Llave Espada podría abrirle la puerta. El problema recaía en tener que cargar con Jean, esquivar a la bestia, encontrar a Maurice y escapar. Sus compañeros estaban en camino, sí, pero ¿cómo le encontrarían? ¿Cómo podía advertirles sobre la bestia? Había perdido la ballesta y el teléfono...
—
¡Ey! ¿Estás bien? ¡Estás sangrando! La vocecita de Chip le llegó desde el suelo.
—
El amo da mucho miedo, pero mamá asegura que es una buena persona —dijo, no muy convencido—
. O al menos lo era. Pero sería hace mucho tiempo.
»¿Vas a ayudar al señor Maurice? No quiero que le haga daño. Las mazmorras terminaban en unas escaleras de caracol que ascendían hasta la cúspide. Chip, pero, le indicó que bajara.
—
El comedor está en el piso de abajo. Si quieres... puedo acompañarte. ¡Te llevaré por un lugar seguro! —Brincó, esperando las órdenes de Alaric. A pesar de la gravedad de la situación, disfrutaba como sólo un niño pequeño podía hacerlo.
Tanto si Alaric aceptaba como si no, la tacita lo guiaría hasta las escaleras y le señalaría los tres caminos que se presentaban ante él.
—
El de la derecha lleva otra vez al vestibulo —informó Chip—
. El central, siguiendo las escaleras hacia abajo, lleva a los jardines del amo. Queríais una rosa, ¿verdad? Ahí hay muchas. Y el camino de la izquierda lleva directamente al ala oeste, donde estaba el comedor. El señor Maurice debería seguir ahí. Tres opciones. Ir al vestíbulo le permitiría poner a salvo a Jean cuanto antes, pero quizás aquello condenara a Maurice y la bestia diera con él. Pero si cargaba con el cazador, aparte de moverse mucho más lento, se arriesgaba a ser capturado de nuevo. Y luego estaba la opción de ir a por la rosa... ¿O era arriesgarse demasiado? ¿Todavía valía la pena quedarse más tiempo para una simple flor?
Fuera cual fuera, la decisión estaba en sus manos.
Elegir el camino que lleva al vestíbulo hará que Alaric se encuentre con los demás justo después de lo que aparece escrito.
Din Don paseaba por el vestíbulo, histérico, murmurando por lo bajo. El amo se había llevado al forastero bajo su vigilancia, y una corazonada le decía que la cosa no terminaría ahí. No sabía qué sería peor, si la inminente sarta de rabietas de Lumière o un posible castigo del amo.
¡Como si hubiera algún protocolo para esos casos!
El reloj resopló, consciente de que tanta tensión luego pasaría factura a sus engranajes. Tenía que calmarse. Armarse de valor, recurrir a Lumière y a la señora Potts —ella haría algo más que chincharle— y sacar a los involuntarios huéspedes de ahí.
Sí. Podía hacerlo. ¡Claro que podía hacerlo!
Tan ocupado estaba infundiéndose seguridad que no se dio cuenta de que las puertas de entrada se abrían una vez más. Petrificado, recorrió con los ojos al grupo de humanos que acababa de entrar.
Si todavía fuera de carne y hueso, se habría desmayado. Pero, como no lo era, optó por gritar y huir hacia el comedor en busca de refuerzos.
Me remito a lo que pone arriba. La bestia-Arluin puede acompañaros y resolveros unas últimas dudas durante el camino, pero la maldición hará que desaparezca en cuanto se acerque sólo un poquito al castillo.
En cuanto a Din-Don, tened en cuenta que es un reloj y que podéis cerrarle el paso y, bueno, retenerlo cual rehén(?).
Por lo demás, ¡estamos muy cerca de terminar! Ánimo que ya estamos <3.
Fecha límite: 23 de marzo