[Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Trama de Malik, Alanna, Xefil, Ragun y Nicoxa

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Denna » Sab Oct 07, 2017 1:04 am

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14 de abril de 1018


¡Aprisa, chocobitos! ¡Por aquí!

El portal les dejó en el linde del bosque. Delante de ellos, la pequeña ciudad, a medio consumir por el paso de los sincorazón y los estragos que había causado la oscuridad en ella, era lo único que los separaba del reluciente palacio real, tan blanco que parecía estar hecho de estrellas.

Pensativa, Iwashi le dedicó una larga mirada. Luego sacudió la cabeza e hizo una señal al grupo para que se acercaran a ella.

El castillo está protegido por barreras. Dudo que nada nos impida atravesarlas, son obra de Karel y la invitación es suya, sin duda. Será para que no entremos por la fuerza —comentó, arrugando la nariz—. Nada de Llaves Espada ni magia a menos que sea necesario, ¿entendido? Evitaremos llamar su atención todo lo que podamos.

Lejos de ponerse en marcha, Iwashi se dirigió a Yami:

¿Qué sabemos de tu contacto? ¿Va a venir?

Estoy aquí, Maestra.

Una figura baja y encapuchada salió de entre las sombras de los árboles. Los Caballeros notaron que Iwashi se ponía en tensión —era posible que ellos mismos tuvieran la misma reacción, si no reconocían la voz—, pero Yami abandonó toda precaución y corrió a abrazar a la desconocida.

¡Es ella, Iwashi! —exclamó—. Tranquilos, bonitos, si fuese una trampa ya estaríamos muertas —añadió en tono confidencial.

Una carcajada amarga se sumó a las palabras de Yami. Despacio, en cuanto ella se hubo apartado, la mujer descubrió su cara.

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Lamento que nos conozcamos en esta situación, Caballeros. Soy el Hada Madrina de Su Majestad —se presentó la mujer. Tenía aspecto cansado, y las arrugas alrededor de sus ojos proyectaban largas sombras oscuras sobre su cara—. O lo era hasta que ese demonio disfrazado de niño hechizó a mi ahijada y la volvió en mi contra.

Karel —murmuró Iwashi con aprensión.

El hada asintió.

¿Qué ocurrió, querida? Cuéntanos, hemos venido a ayudar

Ya sabréis que Cenicienta desapareció hace unos meses. Bien, pues fue secuestrada, ahora estoy segura. Por esa criatura o por los monstruos con los que juega. —El Hada Madrina apretó los labios. Los ojos se le llenaron de lágrimas de rabia—. Cuando ella... volvió... estaba cambiada. Había algo extraño en ella. Algo oscuro. No recordaba nada de lo ocurrido, ni siquiera era consciente de que había desaparecido, y cometí el error de pensar que era a causa del trauma. Que sólo necesitaba descansar y recuperarse. Que, con el tiempo, quizás volvería a ser ella misma.

Saltaba a la vista que no había sido así.

Cenicienta me arrebató la varita en cuanto tuvo la oportunidad y se la dio a él. Me vi obligada a huir del palacio; sin ella no puedo usar mi magia, y me temo que no os seré de mucha ayuda a menos que la recuperéis... pero no os pido eso —dijo antes de que cualquiera pudiera interrumpirla—. Lo único que quiero es salvar a mi ahijada. Puedo renunciar a mis poderes y pagar por mi negligencia.

Ofendida, Yami hizo una pedorreta con la boca y le cogió las manos, muy decidida. Pero fue a los Caballeros a quienes les dirigió una intensa mirada. El objetivo era claro —rescatar a Cenicienta—, pero quedaba en sus manos arriesgarse en ayudar o no a su Hada Madrina.

La mujer se sobresaltó entonces como si acabara de recordar algo. Extrajo de los pliegues de su capa un frasco de cristal que contenía un líquido azul claro.

Iwashi enarcó las cejas.

¡Eso es...!

Una sonrisa cómplice asomó en el hada.

Esta poción cambiará vuestros aspectos para que podáis infiltraros en el baile. Un amigo y compañero de oficio, Miki, me ha ayudado en secreto con la parte mágica, ya que técnicamente he sido desterrada de la comunidad de las hadas por no haber protegido a Cenicienta —explicó con amargura—. Pero a esta vieja todavía le quedan algunos trucos. Tomad. Hay suficiente para cuatro personas, pero tened cuidado, puesto que los efectos sólo durarán hasta medianoche. Tras la última campanada se revelará vuestro auténtico aspecto.

El hechizo, les explicó, era muy sencillo: en cuanto bebieran la pócima, debían concentrarse e imaginar el aspecto bajo el que querían esconderse, vestidos de baile incluidos. A partir de entonces, y sólo hasta que dieran las doce, nadie podría ver más allá del disfraz, ni siquiera ellos mismos ni sus compañeros.

Nadie excepto un hada —puntualizó la hechicera.

No hay problema. Mal que le pese, Karel sólo es humano.

Ninguna de las Maestras mencionó a Xihn, pero sí que intercambiaron una mirada preocupada. Si aparecía de repente, ¿funcionaría contra ella?

El momento de duda fue tan breve que casi pareció no existir. Yami, con entusiasmo renovado, cogió la poción.

¡Vale, pequeños, vamos a dividirnos en dos grupos! —exclamó, levantando dos dedos—. Tres chocobitos vendréis con nosotras al baile y nos infiltraremos entre la gente. Nuestra misión es encontrar a Ceni y sacarla del palacio, a poder ser, sin que los malos se den cuenta. Peeeero me temo que Karel estará muy pendiente, así que si tenéis la oportunidad, no vaciléis y ¡destrozadle!

Cerró el puño con fuerza.

Oh, pero recordad tener cuidado con los demás bailarines, no les vayáis a hacer daño. ¡Y con Ceni! La pobre chocobita va a tener un bebé dentro de poco, y recordad que ella no tiene un caparazón mágico que la proteja.

El Hada Madrina se estremeció, pero no dijo nada. Iwashi, que se había dado cuenta, tomó la palabra:

El resto iremos a la corte de las hadas. Si Su Majestad de verdad ha sido corrompida por la oscuridad, llevarla a un mundo como Tierra de Partida podría ser catastrófico. Una Princesa del Corazón... ¡Qué despreciable! —Miró a su madrina de reojo y susurró, avergonzada:—. Lo siento. No pretendía...

No pasa nada.

Necesitaremos toda la ayuda posible para elaborarle un remedio, aunque sea temporal, hasta que Nithael pueda atenderla como es debido —prosiguió Iwashi con seriedad—. Pero para eso necesitamos a Xihn y a sus generales bien lejos de aquí. Escoged los grupos ahora, y recordad que, aunque tengamos una alianza con las hadas, ellas no nos ayudarán si nos ven flaquear o si su seguridad se ve comprometida. Los que vengáis conmigo, portaos bien y nada de tonterías. Son una raza orgullosa.

Yami asintió fervientemente. Las tres mujeres esperaron a posibles preguntas por parte del grupo y luego, la morena extrajo de su kimono cuatro máscaras para el baile, muy elegantes y adornadas con piedras preciosas. Cada una representaba un animal: ratón, gato, pájaro y serpiente. Les dio a escoger, quedándose ella con la que no quisieran, y luego les tendió la poción: un trago cada uno.

¡Hora de la magia! Sólo tenían una oportunidad para que funcionara, y distraerse podría acarrear graves problemas...

* * *


Fecha límite: miércoles 11 de octubre


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¡Bienvenidos a Larga vida a la reina! ¡La primera y puede que última trama de Castillo de los Sueños que llevaré! *tira confeti porque viva la indecisión*

Recordad estar atentos a las tramas de China y París, porque suceden de forma simultánea y —en serio— es posible que tengáis que viajar de un mundo a otro al estar conectadas. Pensad en ello como un Global, y pretendamos que todos os leéis las rutas ajenas. Tened a mano vuestros comunicadores para que los personajes puedan ponerse en contacto con otros de las demás tramas y procurad tener a un Maestro de confianza a mano.

La trama durará ocho rondas, máximo nueve. ¡Aprovechadlas todas! Y recordad que las decisiones que toméis en este post afectarán toda la historia, incluso las que parezcan más absurdas.

¡Pasadlo bien!
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#1 - Regla 1 de infiltración: Planificación cuidadosa

Notapor Zee » Sab Oct 07, 2017 9:18 am

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~Aqua - Birth by Sleep~



¡Aprisa, chocobitos! ¡Por aquí!

Había pasado un muy largo tiempo desde que habíamos cruzado un portal. Nuestras travesías en soledad, sin más compañía que el otro, nos habían acostumbrado al extenso Intersticio, vacío e inocuo, al abrazo reconfortante de una armadura, al infinito firmamento. Ahora, después de cuatro años, éramos incapaces de aclimatarnos a la sensación opresiva de un túnel de luz radiante o una gruta de lúgubre oscuridad, sin nada más que las paredes del portal cerniéndose sobre nosotros.

Pero después de que el Intersticio se redujera a sólo un puñado de islotes de espacio flotando en un mar de corrupción y caos, Jessamine y yo habíamos comprendido que no podíamos permanecer en aquella zona de confort, saltando de mundo en mundo, sin preocuparnos por nada más que nuestro bienestar y únicamente nuestros propósitos. Cuando las estrellas que recién acabábamos de pisar comenzaron a fundirse, una a una, nos percatamos que no podíamos huir nunca más.

La orden nos necesitaba más que nunca. No a nosotros en particular, quiero decir. Sino a cualquiera que pudiera ir y ayudar.

Tras una serie de eventos que me temo no es tiempo de describir aún, me vi de regreso en la orden de Caballeros de la Llave-Espada, la cual se había visto mermada de manera considerable. Y no obstante, estaban más unidos que nunca. No hubo ningún inconveniente en aceptar un par de manos experimentadas —por mínima que fuese dicha experiencia. Después de unas semanas de ponernos al corriente, Jessamine y yo nos encontramos acompañando a la Maestra Yami y a la Maestra Iwashi a un mundo que no había visitado en ya un buen rato: Castillo de los Sueños. Un mundo que, para bien o para mal, albergaba recuerdos bastante queridos para mí.

Nos acompañaban Ragun, quien había cambiado en gran manera y ya era casi un Maestro experto; Malik, con quien sólo coincidimos en pocas ocasiones; Nicoxa, que quién sabe cómo es que la conocía a estas alturas; y una Aprendiza pelirroja que me pareció bastante atractiva, pero que desafortunadamente parecía tener una fea dermatosis en sus brazos.

Arribamos en las afueras de un bosque oscuro y tupido, con el castillo real, construido con el blanco más puro que vi jamás, visible en la lejanía, detrás de una villa en estado deplorable. Las Maestras evaluaron el escenario que teníamos al frente, Iwashi con mayor atención que Yami, antes de dirigirnos a nuestro grupo. Brevemente se nos explicó cómo Karel, uno de los siervos/ayudantes/compañeros de Xihn, mantenía fuertes barreras mágicas erigidas alrededor del castillo; y cómo, al haber sido invitados a lo que bien podría ser una trampa, tendríamos que mantener la guardia alta en todo momento.

Luego de esto, esperamos con paciencia al contacto de la Maestra Yami, un habitante del mundo que tendría información y consejos para que pudiésemos llevar la misión de la mejor forma posible. Por suerte, no tuvimos que aguardar por mucho, pues pronto apareció una mujer anciana, de facciones amables y dulces, ataviada en una capucha; pronto se presentó no sólo como el individuo que Yami había mencionado, sino como el Hada Madrina de la princesa Cenicienta. Jessamine tuvo la amabilidad de explicarme en susurros lo que aquello significaba: un ente mágico sobrenatural que actuaba como mentor o tutor para una persona, en muchas ocasiones utilizando sus habilidades para beneficio de su ahijado.

Por lo visto, el Hada Madrina había perdido la lealtad de su ahijada, al verse ésta manipulada por Karel —quien ya era para mí, sin conocerle, un ser repudiable. La princesa Cenicienta había sido secuestrada por nuestros enemigos hacía unos meses, mucho antes de mi reingreso a la orden. Para sorpresa de muchos, la mujer regresó al cabo de un tiempo; en palabras del Hada, no obstante, había vuelto como otra persona. No sólo se presentaba amnésica, sino que exudaba un aura oscura y sospechosa.

Luego de un tiempo, la propia princesa le robó la varita al Hada, la fuente de todo su poder mágico. Con ello, Karel había acabado en un veloz movimiento con cualquier resistencia que la mujer pudiese presentar.

Nuestro objetivo, pues, estaba claro: rescatar a la princesa y devolverle de alguna forma sus poderes al Hada Madrina.

***


El líquido celeste brillaba con una luz tenue que evocaba magia.

Esta poción cambiará vuestros aspectos para que podáis infiltraros en el baile —explicó la mujer. Aquello me hizo enarcar una ceja. ¿Verdaderamente? ¿Un brebaje para cambiar el aspecto de uno? ¡Si tan sólo hubiésemos conseguido un poco de eso antes! Nos habría sacado de muchos apuros, sin duda alguna—. Tomad. Hay suficiente para cuatro personas, pero tened cuidado, puesto que los efectos sólo durarán hasta medianoche. Tras la última campanada se revelará vuestro auténtico aspecto.

Posee un color magnífico. Seguramente es de la más alta calidad —comentó Jessamine en mi, nuestra, mente—. Me pregunto a qué sabrá.

Supongo que lo descubriremos pronto —respondí, a la par que seguía el frasco con la mirada mientras pasaba del Hada Madrina a la Maestra Yami. Ya había decidido cuál sería mi papel en aquella misión. ¿Infiltrarse? ¡Ja! No había palacio que pudiese resistirse al Monarca de la Locura y a su Bruja, con tantos ases bajo la manga.

Sólo teníamos que concentrarnos en qué aspecto queríamos tener una vez hubiéramos bebido la poción. Complexión, rostro, peinado, ropas, voz; todo. Debíamos formar una nueva imagen al instante, con tal de no ser descubiertos. Si lo lográbamos de forma satisfactoria, el disfraz sería infalible. No habría nadie que pudiese reconocernos.

Nadie excepto un hada —puntualizó la hechicera.

No hay problema. Mal que le pese, Karel sólo es humano.

Aquello sonó a mal presagio. Estaba casi dispuesto a apostar una bolsita de platines a que alguien no-humano se nos aparecería pronto. Después de todo, ¿no eran altas las posibilidades, si aquel castillo se encontraba bajo el dominio de Karel y Xihn? Aquello significaba sólo una cosa: con nuestro disfraz perfecto y todo, no podíamos confiarnos. Como dije antes, la guardia en alto, siempre.

¡Vale, pequeños, vamos a dividirnos en dos grupos! —clamó la Maestra Yami. Casi al instante, me acerqué a ella con una zancada—. Tres chocobitos vendréis con nosotras al baile y nos infiltraremos entre la gente. Nuestra misión es encontrar a Ceni y sacarla del palacio, a poder ser, sin que los malos se den cuenta. Peeeero me temo que Karel estará muy pendiente, así que si tenéis la oportunidad, no vaciléis y ¡destrozadle!

Cerró el puño con fuerza. Aquello hizo mi corazón estremecerse.

Oh, pero recordad tener cuidado con los demás bailarines, no les vayáis a hacer daño. ¡Y con Ceni! La pobre chocobita va a tener un bebé dentro de poco, y recordad que ella no tiene un caparazón mágico que la proteja.

¿La princesa estaba embarazada? Entonces era obvio que tendríamos que tomar precauciones de más. Si era posible, evitar luchar. A toda costa. La misión de búsqueda y rescate tendría que acontecer furtivamente.

Iwashi explicó lo que el otro grupo haría: ir en busca de las hadas para elaborar una cura para cenicienta, algo que pudiese eliminar las fuerzas oscuras que albergaba en su corazón, para así poderla llevar a Tierra de Partida sin correr ningún riesgo. Aquello le llamó la atención a Jessamine más de lo que el baile me había llamado la atención a mí. No obstante, la decisión ya estaba tomada: yo estaba a cargo en aquella aventura.

Iremos- eh, quiero decir. Yo iré al baile —expresé, levantando un poco la mano para que las Maestras me escucharan—. Pero tengo unas preguntas antes. Primero... ¿qué nos recomiendan hacer si nos topamos con Karel o peor, con alguien que pueda ver a través de nuestro disfraz? ¿Intentar mantener la charada o escapar apenas podamos? A todo esto, ¿cuál es el plan de salida?

Escuché con atención la respuesta de las Maestras, aceptando su consejo y sabiduría con humildad. Ellas sabrían qué hacer mucho mejor que yo.

Y señora, um, ¿lady, madame Hada? No es mi intención ofender, pero... ¿De verdad no podéis- puede hacer magia sin su varita? ¿Y cómo es que las otras hadas le han dado la espalda? ¡Qué injusto! —exclamé con enfado—. Yo ayudaría a uno de los míos sin dudarlo si se hallara en un aprieto como éste.

Tal vez me estaba exasperando demasiado. Me disculpé con cualquiera que hiciera un comentario al respecto, exhibiendo mi vergüenza.

Cuando terminamos con las respuestas de todos, Yami nos mostró un conjunto de cuatro máscaras para... mascarada, pues. Todas adornadas de piedras preciosas y representando un animal. No dudé ni un instante en cuál tomar: la serpiente, meticulosa y letal. Después de eso, fui el primero en tomar el frasco con la pócima. Lo levanté y lo miré contra la luz de la luna, observando su brillo azulado. Era sólo un líquido, sí, pero de alguna forma se veía... elegante. Sin perder mucho tiempo admirándolo, prontamente le quité su tapón y me lo acerqué a la nariz. ¿A qué olía...?

Le di un largo trago. Suficiente para asegurarme de que hiciera efecto, pero tampoco tanto como para vaciar el recipiente sin dejarle a los demás. ¿A qué sabía...?

Por suerte, no tuve que pensar por mucho tiempo en el aspecto que quería tener. Ya había tenido aquella imagen en mi mente durante años, y tenía a alguien dispuesto a ayudarme a reconstruirla. Mujer, primero que nada. Piel pálida como de porcelana, figura esbelta y pequeña, como la de una muñeca. Cabello rubio, brillante como el oro blanco, ondulado hasta los hombros y recogido en una coleta de lado, adornado con una bella flor carmesí. Ojos grandes, rojos, con largas pestañas. Una voz armoniosa y hechizante, con un tinte seductor. Acicalada en un ceñido vestido negro a la altura del muslo, de espalda abierta, con guantes de seda y sujeto al cuello con un listón y una piedra brillante.

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Lucía justo como Jessamine. Y como pocas personas la habían visto a la cara, era imposible que alguien pudiese reconocernos.

¿Significa eso que estoy a cargo? —murmuró la Bruja, sonriente y expectante.

Lo siento, Jess. Sólo una de cada diez. Y no es tu turno todavía.

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¿Vamos a dejar pasar la oportunidad de un evento de crossdressing? Ohjojojonoooo, sign me up
Última edición por Zee el Vie Oct 27, 2017 6:20 am, editado 1 vez en total
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Drazham » Sab Oct 07, 2017 4:11 pm

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Entonces… ¿te han destinado a otro mundo?

¡Aprisa, chocobitos! ¡Por aquí!

Sí, necesitaban a más gente en uno de los grupos con urgencia. Lo siento.

Una lástima. Según iban pasando las semanas, el trabajo en la Orden no hacía más que multiplicarse, como las liendres que se asentaban e invadían el pelaje de un perro, y cada vez era más complicado que Nikolai y ella coincidiesen en las misiones. No podía llover a gusto de todos, eso estaba claro, pero a veces no podía evitar sentirse egoísta y querer tener cerca su presencia en aquellos momentos en los que se jugaba el cuello. ¿Sería esto por lo que pasaría Fátima día sí, día también, cuando ella y su esposo debían tomar caminos diferentes?

… y la invitación es suya, sin duda. Será para que no entremos por la fuerza.

Ten mucho cuidado, por favor.

Que tuviese cuidado. Valiente comentario el suyo cuando la aprendiza era ella.

… a menos que sea necesario, ¿entendido? Evitaremos llamar su atención todo lo que podamos.

Lo tendré, y tú también. Recuerda que tienes a Ragun y a Malik para lo que necesites.

No le tendría a él, pero los otros compañeros con los que contaba la ayudaban a sentirse un pelín más segura consigo misma. A Malik ya lo tenía más que conocido después de tantos años visitando a su esposa e hijos. Estaba hecho todo un padrazo, y no le extrañaba que muchas le tuviesen envidia a Fátima. Ragun era… Ragun; el chico “demonio” no necesitaba más presentaciones, aparte del título de maestro y las premisas que le dio su novio cuando le conoció: muchas veces pecaba de actuar antes de pensar, pero era de esas personas que se dejaba la piel por cualquier causa.

¿Qué sabemos de tu contacto? ¿Va a venir?

Ya trabajó con Nicoxa, esa chica tan extravagante, en otras ocasiones. El único que le resultaba desconocido era aquel muchacho que, valgan las dichosas causalidades, contaba con ciertos rasgos que le recordaban a Nikolai, como su complexión y rostro fino. Sus ojos marrones distaban bastante de los dos zafiros del primero aunque… ¿Serían imaginaciones suyas? ¿O que la influencia del dragón volvía a hacer de las suyas? Porque cada vez que se fijaba en sus iris, notaba una sensación extraña y que la incomodaba.

Estoy aquí, Maestra.

Alanna meneó la cabeza. Desvaríos sin sentido, seguro. Entonces, sus sentidos regresaron al mundo de los vivos para centrarse en la figura bajita y encapuchada a la que Yami recibió con su casual efusividad. Una mujer de cabellos canosos con aspecto de haber pasado por centenares de penurias.

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Lamento que nos conozcamos en esta situación, Caballeros. Soy el Hada Madrina de Su Majestad. —¿Un hada? Alanna frunció el ceño. ¿Es que esas criaturas la iban a perseguir incluso fuera de su mundo?—. O lo era hasta que ese demonio disfrazado de niño hechizó a mi ahijada y la volvió en mi contra.

El gesto facial de Alanna se crispó en una mueca de rencor. Un demonio disfrazado de niño; la pobre mujer no pudo haber estado más acertada.

Escúchame, Alanna. Por mucho que te provoque, por mucho que ese grandísimo bastardo trate de hacerte daño como pueda…

Karel.

No permitas que Karel saque lo peor de ti si os lo encontráis. Prométemelo.

«Está bien, Nikolai», cerró los ojos con amargor, apretando el puño para contener ese rescoldo de rabia que le trepaba por el pecho. «Te lo prometo».

El hada Madrina procedió a explicarles la nefasta situación de lo que acababa de acontecer. Resultaba que Cenicienta, reina del lugar y una de las “princesas del Corazón” que tan en boca estaban de los líderes de la Orden, desapareció en extrañas circunstancias. Ellos ya estaban al corriente de este suceso, pero lo que no sabían es que Cenicienta volvió con una especie de fuerza extraña, algo ajeno a ella, y que fue el desencadenante de todo. El Hada Madrina perdió su varita en el altercado y ahora estaba en poder de Karel, al igual que la chica.

Lo único que quiero es salvar a mi ahijada. Puedo renunciar a mis poderes y pagar por mi negligencia.

Le dolió en el alma escuchar las palabras afligidas de la mujer, casi al borde del llanto. Por un momento, los recuerdos de su difunta abuela afloraron y pudo casarlas más o menos con la imagen del hada. Emmeryn dio todo y mucho más para que ella creciese sana y fuerte, en un entorno seguro para una niña como ella. Cuando la escuchó a ella estar dispuesta a sacrificar tanto por la seguridad de su ahijada, no pudo sino dejarse vencer por la compasión.

Quería devolvérsela sana y salva. Ya no solo por ser su principal objetivo.

Entonces, la mujer se sacó de la túnica un frasquito que resplandecía por su cerúleo contenido. Aquel brillo era hipnótico, emanaba magia pura. Les explicó que la pócima tenía la propiedad de cambiar el aspecto por completo de aquel que la bebiese. Figura, voz, e incluso vestimenta. Un engaño sutil y que ninguno sería capaz de discernir a simple vista.

Nadie excepto un hada.

Salvo aquellos que estaban por encima de las capacidades mágicas del brebaje. Por fortuna, ese detalle no sería impedimento para engañar a Karel, o eso quería creer. El auténtico problema lo tendrían en el hipotético caso de que alguien superior a él hiciese acto de presencia y viese a través de la mentira. Alguien como Xihn.

Mal rayo les partiese que se diese esa posibilidad. Quizás pudiesen contra un monstruo, pero no contra uno que contaba por cien juntos.

¡Vale, pequeños, vamos a dividirnos en dos grupos! —puntualizó la maestra Yami, mostrándoles dos dedos—. Tres chocobitos vendréis con nosotras al baile y nos infiltraremos entre la gente. Nuestra misión es encontrar a Ceni y sacarla del palacio, a poder ser, sin que los malos se den cuenta. Peeeero me temo que Karel estará muy pendiente, así que si tenéis la oportunidad, no vaciléis y ¡destrozadle!

Oh, no sabía cuánto deseaba tener al alcance ese privilegio. De tenerlo en frente de sus narices y…

Oh, pero recordad tener cuidado con los demás bailarines, no les vayáis a hacer daño. ¡Y con Ceni! La pobre chocobita va a tener un bebé dentro de poco, y recordad que ella no tiene un caparazón mágico que la proteja.

…¿Embarazada? «Oh, cielos», el rostro se le tornó blanco como una sábana. Entonces, ¿qué pasaría si la oscuridad que anidaba dentro de ella afectaba al bebé? ¡Tenían que darse prisa! Su preocupación se estaba acrecentando por momentos. Del mismo modo que sus terribles ganas de destrozar a ese malnacido por tener la osadía de infectar a una mujer encinta.

Iremos- eh, quiero decir. Yo iré al baile. —El primero en pronunciarse fue el muchacho de cabellos castaños, alzando una tímida mano—. Pero tengo unas preguntas antes. Primero... ¿qué nos recomiendan hacer si nos topamos con Karel o peor, con alguien que pueda ver a través de nuestro disfraz? —Los ojos de Alanna, que ya de por sí estaba encendida por pensar en Karel, fulguraron en cuanto se le hizo mención—. ¿Intentar mantener la charada o escapar apenas podamos? A todo esto, ¿cuál es el plan de salida?

Arrancarle de sus pútridas zarpas ese dichoso cuaderno —escupió con desprecio, sin dirigirle la mirada a nadie en particular—. Karel es un cobarde. No hará más que usar su cuaderno encantado para invocar a sus criaturas de tinta y que luchen por él. Ya me gustaría verle la cara si le quitásemos la fuente de su magia a ese grandísimo… —Al momento en que su voz alcanzó un tono demasiado alto, calló. No, no, no. Se lo había prometido a Nikolai. Tenía que controlarse y centrarse en salvar a Cenicienta, eso era lo importante. Miró uno por uno a todos los presentes con aprensión—. D-disculpadme, por favor. Sé que no es momento de perder los estribos. Yo también iré al baile.

Pero es que la ponía mala solo el pensarlo. Ojalá poder echarle el guante al endemoniado grimorio y reducirlo a cenizas ella misma.

¿Y cómo es que las otras hadas le han dado la espalda? ¡Qué injusto! Yo ayudaría a uno de los míos sin dudarlo si se hallara en un aprieto como éste.

Oh, pero lo que no sabía es que las hadas eran criaturas caprichosas. Muy, muy caprichosas. Por mencionar a una en particular: Eir. En su mundo, el príncipe Felipe se devanaba los sesos para encontrar esos “tesoros”, todo para que la guardiana de las Ciénagas se dignase a mover un dedo en ayudarles. Ni siquiera tenía intención de ayudar a las suyas, las pocas hadas que asistían al príncipe como podían. Para que luego dijese que Maléfica era la única hada que no se asemejaba a las de los cuentos.

Milady, ¿podéis contarnos algo más de la naturaleza de esa… oscuridad que se ha apoderado de vuestra ahijada? —le preguntó al Hada Madrina, guardando el respecto en todo momento—. ¿Notasteis algo más aparte de su extraño comportamiento? ¿Cualquier otra perturbación que debamos tener en cuenta?

Ya respondida, eligió del surtido de máscaras que ofreció Yami la del pájaro. Y una vez el chico castaño le dio el primer trago al frasco, Alanna se lo pidió e imitó, acercándoselo a la nariz. ¿Pero acaso era tiempo para remilgos? Encogiéndose de hombros, se lo llevó a los labios y dio un escueto sorbo al líquido.

Quedaba, pues, cerrar los ojos y visualizar en su mente el retrato de la efigie a la que quería robarle la apariencia.

El tiempo para Edmund se detuvo en el mismo instante que sus ojos se perdieron en los delicados trazos de la figura que, lentamente, se aproximaba a su mesa con un andar elegante. Cortos mechones áureos caían en cascada sobre sus blancos y delgados hombros. A cada paso que daba, su fino rostro de porcelana era más notorio, encandilando al inexperto hidalgo con aquellas dos preciosas esmeraldas que servían de ojos a la doncella.


Para cuando Alanna abrió los ojos, lo sintió en el primer instante. Sus orbes descendieron y dieron con unas delicadas manos de piel blanquecina. Sin escamas, ni prominentes uñas. Lo siguiente fue la tela que la cubría desde los pies hasta el cuello, del mismo color que el cielo nocturno. Todavía desconcertada por el efecto de la magia, tardó en echarle mano al cacharro para comunicarse con otras personas y entretenerse en buscar la función con la que actuaba como un espejo.

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La mandíbula se le cayó con lo que le mostró la pantallita del aparato. Acababa de convertirse en la viva imagen de uno de sus preciados personajes literarios con los que pasaba el tiempo de pequeña. Acababa de convertirse en Anisse, la valiente heroína de Los Cantares de Edmund.

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Otra trama más, otra vez al lío. Solo decir que espero que entre todos los participantes saquemos lo mejor de esta trama y nos divirtamos en el proceso. Y también desearle suerte a Zee con su regreso, que es la primera vez que roleo con él desde el punto de vista del jugador.

EDIT: vale, soy zopenco xD No es la primera vez que roleo con Xefil... Aunque sí usando a Alanna (?)
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26. Umbrío
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Sombra » Dom Oct 08, 2017 2:58 pm

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14 de abril de 1017


¡Aprisa, chocobitos! ¡Por aquí!

La Maestra Yami instó a que nos diésemos prisa para atravesar el portal, éramos un grupo no demasiado grande... Pero en total éramos tres Maestros, por lo que tenía confianza en que pudiésemos lidiar con la situación. No podía evitar preocuparme por la Maestra Iwashi, que lo había pasado realmente mal con la muerte de su hijo Daichi... Parecía recuperada, pero era evidente que una muerte así no se superaba.

Aunque tanto Iwashi como Wix habían sido mujeres fuertes siempre.

No solo estábamos nosotros tres, por supuesto. Conocía a Nicoxa desde hacía muchos años. De hecho, había estado en Bastión Hueco, también estaba Malik con quien tenía una buena relación y a quien le podía confiar mi vida si era necesario, también estaba Alanna, a quien no conocía demasiado pero sabía que tenía algo que ver con dragones y Xefil, que había vuelto recientemente a La Orden por algún motivo desconocido... Aunque tampoco nos importaban muchos sus razones para volver. Tenía una Llave Espada, podía colaborar pese haber desaparecido tanto tiempo. No pude evitar preguntarme lo que pensaría ahora de La Orden, ya no había guerra, ya no había Bastión Hueco. Ahora éramos una sola orden de caballeros unida y más fuerte que nunca incluso si habíamos mermado en número de miembros.



Terminamos de recorrer el Portal, que desembocó a las afueras de un bosque, frente a una ciudad pequeña donde eran palpables las señales de ataques de sincorazón.

No soy un héroe.—Murmuré de forma inaudible, me sentía mal al ver que mis "hermanos" sincorazón causasen tanto daño... Y sin embargo, tal vez algún día podría devolverles a su forma humana. No podía quitarme de la cabeza a aquella niña-Soldado que habíamos visto en aquellas ruinas donde yacía aquel maldito demonio; Chernabog.

¿Y si recordaban todo lo que habían hecho siendo sincorazón como yo? ¿Podían vivir con aquella culpa?

Al otro lado de aquella ciudad caída en la ruina contrastaba el majestuoso palacio que relucía casi con luz propia. Era injusto ver que a ellos les iba tan bien, ¿pero podía hablar yo de esa forma? ¿Era justo? Al fin y al cabo, yo también había crecido entre grandes lujos mientras el pueblo se mataba entre sí con tal de subir en el "Rango Social" para poder optar a tener una vida mejor.

Iwashi nos hizo un gesto para que nos aproximasemos a ella.

El castillo está protegido por barreras. Dudo que nada nos impida atravesarlas, son obra de Karel y la invitación es suya, sin duda. Será para que no entremos por la fuerza —explicó—. Nada de Llaves Espada ni magia a menos que sea necesario, ¿entendido? Evitaremos llamar su atención todo lo que podamos.

Todo el mundo parecía conforme.

»¿Qué sabemos de tu contacto? ¿Va a venir? —se dirigió a Yami.

Estoy aquí, Maestra.

La voz que las interrumpió se materializó de entre los árboles. Una figura bajita y que vestía con una capucha apareció, fue imposible no sentir como la Maestra Iwashi se ponía tensa, ¿tal vez durante los años en Bastión Hueco habían sido enemigas por ser aliada de Tierra de Partida o algo? Lo cierto era que aquella tensión provocó en mí una reacción en cadena que duró más bien poco gracias a la tranquilidad de Yami, que no dudó en ir a abrazarla.

¡Es ella, Iwashi! —indicó—. Tranquilos, bonitos, si fuese una trampa ya estaríamos muertas.

Tranquilizador —respondí sarcástico.

En ese momento, la mujer se retiró la capucha mostrando finalmente su rostro, una anciana que parecía de lo más agradable. Me relajé bastante tras aquello.

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Lamento que nos conozcamos en esta situación, Caballeros. Soy el Hada Madrina de Su Majestad —se presentó ante nosotros—. O lo era hasta que ese demonio disfrazado de niño hechizó a mi ahijada y la volvió en mi contra.

Karel —nombró Iwashi por lo bajo.

La Hada Madrina asintió con pesar.

¿Qué ocurrió, querida? Cuéntanos, hemos venido a ayudar

Ya sabréis que Cenicienta desapareció hace unos meses. Bien, pues fue secuestrada, ahora estoy segura. Por esa criatura o por los monstruos con los que juega. —La anciana parecía llorar de rabia—. Cuando ella... volvió... estaba cambiada. Había algo extraño en ella. Algo oscuro. No recordaba nada de lo ocurrido, ni siquiera era consciente de que había desaparecido, y cometí el error de pensar que era a causa del trauma. Que sólo necesitaba descansar y recuperarse. Que, con el tiempo, quizás volvería a ser ella misma.

Y se equivocó, por eso habíamos llegado a esta situación. No era su culpa, Karel era el responsable... Karel y por supuesto sus aliados.

Cenicienta me arrebató la varita en cuanto tuvo la oportunidad y se la dio a él. Me vi obligada a huir del palacio; sin ella no puedo usar mi magia, y me temo que no os seré de mucha ayuda a menos que la recuperéis... pero no os pido eso —aseguró—. Lo único que quiero es salvar a mi ahijada. Puedo renunciar a mis poderes y pagar por mi negligencia.

Tras unos momentos de incómodo silencio, en el cual Yami no dudó en mostrar su lado infantil que resultaba más tranquilizador la anciana sacó de entre sus ropajes un frasco con un líquido extraño.

¡Eso es...!

El hada sonrió.

Esta poción cambiará vuestros aspectos para que podáis infiltraros en el baile. Un amigo y compañero de oficio, Miki, me ha ayudado en secreto con la parte mágica, ya que técnicamente he sido desterrada de la comunidad de las hadas por no haber protegido a Cenicienta —relató—. Pero a esta vieja todavía le quedan algunos trucos. Tomad. Hay suficiente para cuatro personas, pero tened cuidado, puesto que los efectos sólo durarán hasta medianoche. Tras la última campanada se revelará vuestro auténtico aspecto.

No queda mucho para la media noche, habrá que darse prisa entonces —comenté.

Por lo que explicó, con concentrarnos un poco perderíamos nuestro aspecto y nos transformaríamos en quien quisiésemos transformarnos. Nadie se daría cuenta de que era un disfraz, ni siquiera entre nosotros.

Nadie excepto un hada —no tardó en añadir.

No hay problema. Mal que le pese, Karel sólo es humano.

Eso era un alivio, desde luego. ¿Pero qué pasaría con Xihn si estaba por ahí? Él tenía habilidades de sincorazón, ¿podía hacer como yo y detectar corazones especialmente brillantes al poseer una Llave Espada? Tendríamos que ser cautelosos.

¡Vale, pequeños, vamos a dividirnos en dos grupos! —exclamó—. Tres chocobitos vendréis con nosotras al baile y nos infiltraremos entre la gente. Nuestra misión es encontrar a Ceni y sacarla del palacio, a poder ser, sin que los malos se den cuenta. Peeeero me temo que Karel estará muy pendiente, así que si tenéis la oportunidad, no vaciléis y ¡destrozadle! Oh, pero recordad tener cuidado con los demás bailarines, no les vayáis a hacer daño. ¡Y con Ceni! La pobre chocobita va a tener un bebé dentro de poco, y recordad que ella no tiene un caparazón mágico que la proteja.

¿Un bebé? ¿Del príncipe? —Aquello acrecentaba más el peligro que había, no podíamos simplemente agarrarla... Podríamos matar al bebé en el proceso. Teníamos que tener muchísimo cuidado.

El resto iremos a la corte de las hadas. Si Su Majestad de verdad ha sido corrompida por la oscuridad, llevarla a un mundo como Tierra de Partida podría ser catastrófico. Una Princesa del Corazón... ¡Qué despreciable! —Entonces, se dio cuenta de que no había medido sus palabras—. Lo siento. No pretendía...

No pasa nada. —Respondió.

Necesitaremos toda la ayuda posible para elaborarle un remedio, aunque sea temporal, hasta que Nithael pueda atenderla como es debido —continuó hablando—. Pero para eso necesitamos a Xihn y a sus generales bien lejos de aquí. Escoged los grupos ahora, y recordad que, aunque tengamos una alianza con las hadas, ellas no nos ayudarán si nos ven flaquear o si su seguridad se ve comprometida. Los que vengáis conmigo, portaos bien y nada de tonterías. Son una raza orgullosa.

Iremos- eh, quiero decir. Yo iré al baile —ofreció Xefil—. Pero tengo unas preguntas antes. Primero... ¿qué nos recomiendan hacer si nos topamos con Karel o peor, con alguien que pueda ver a través de nuestro disfraz? ¿Intentar mantener la charada o escapar apenas podamos? A todo esto, ¿cuál es el plan de salida?

Arrancarle de sus pútridas zarpas ese dichoso cuaderno —replicó enfadada—. Karel es un cobarde. No hará más que usar su cuaderno encantado para invocar a sus criaturas de tinta y que luchen por él. Ya me gustaría verle la cara si le quitásemos la fuente de su magia a ese grandísimo… D-disculpadme, por favor. Sé que no es momento de perder los estribos. Yo también iré al baile. —terminó diciendo.

Supongo que si voy con vosotros podría abrir un Portal y transportarnos a este mismo lugar —medité tratando de contestar a Xefil—. Aunque si esas barreras de Karel impiden abrir portales, tendremos que improvisar... La Guardia Real podría suponer un problema si nos llevamos a Cenicienta sin más, habría que convencerla de que venga con nosotros voluntariamente y... Distraer a Karel. ¿Qué opina, Maestra?

Y señora, um, ¿lady, madame Hada? No es mi intención ofender, pero... ¿De verdad no podéis- puede hacer magia sin su varita? ¿Y cómo es que las otras hadas le han dado la espalda? ¡Qué injusto! —se dirigió al Hada Madrina—. Yo ayudaría a uno de los míos sin dudarlo si se hallara en un aprieto como éste.

Fruncí el ceño y puse los ojos en blanco en ese momento, no tenía derecho a decir eso tras abandonarnos durante todos estos años. Lo mismo opinaba de Nadhia, aunque ahora se llamase Daian al haberse convertido en incorpóreo, ¿pero y Xefil? ¿Por qué se había marchado? ¿Por qué había vuelto? ¿Y si estaba aliado con Xihn y pretendía destruirnos desde dentro?

Vi como Xefil tomaba un poco del frasco convirtiéndose en una bella mujer, en ese momento recordé nuestra pelea mucho tiempo atrás. Se había transformado en ella también... "La bruja", la había olvidado por completo. Sin embargo, sus ojos ya no me inquietaban como en el pasado. Al fin y al cabo, yo también era un monstruo.

Milady, ¿podéis contarnos algo más de la naturaleza de esa… oscuridad que se ha apoderado de vuestra ahijada? —preguntó la aprendiza draconiana al hada—. ¿Notasteis algo más aparte de su extraño comportamiento? ¿Cualquier otra perturbación que debamos tener en cuenta?

Tras escuchar su respuesta, también tomó otro poco del frasco. Se transformó en una mujer muy diferente a lo que ella era, no la conocía de nada. Me pregunté en quien estaba pensando.

Karel no solo tiene poderes para invocar guerreros de tinta, también está el tema de... Su magia. Tiene poderes de Espacio y Nada, al menos cuando me lo encontré en Ciudad de Paso junto a Xihn. Incluso sin el Cuaderno será peligroso —comenté—. Si la magia ilusoria se disuelve antes de que podamos sacar a Cenicienta... ¿Cómo debemos proceder?

Esperé que contestasen la pregunta y tras aquello cogí el frasco, le di un sorbo y traté de concentrarme en una imagen concreta... Pero algo salió mal cuando por un instante apareció en mi cabeza mi padre.

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Mierda, ¿en serio? —apreté la mandíbula no muy contento—. ¿Puedo cambiar de aspecto? No quiero ser mi padre.

»En fin, da igual. —Me resigné a permanecer con aquel aspecto. Era solo un disfraz, yo no era él.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Tanis » Dom Oct 08, 2017 10:25 pm

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14 de abril de 1018


¡Aprisa, chocobitos! ¡Por aquí!

Malik nunca había estado en aquel mundo. Contemplarlo a medio camino de la caída en la oscuridad le hizo paladear un sabor amargo y frío en la lengua. Todavía recordaba la negrura pegajosa y gélida del Reino de la Oscuridad, a Chernabog y los fantasmas, el pelo de Gabriel volviéndose cada vez más blanco… Tenía pesadillas con todo eso, con todo lo ue llevaba a cuestas, cosas que nunca le abandonarían. Si alguna vez pensó, cuando Lyn le hizo aprendiz, que terminaría combatiendo en una guerra así, nunca lo hizo con un cuadro tan oscuro y pesimista. Pero tenía que seguir adelante, tenía que continuar peleando hasta que Xihn cayera, los mundos fueran libres y sus hijos pudieran tener una vida de paz.

Contempló en silencio el reluciente y prístino castillo blanco, que se alzaba sobre la casi negrura de la ciudad que se interponía entre el grupo y el palacio. Estaba tranquilo, o al menos todo lo tranquilo que se podía estar cuando se tenía entre manos una misión. Ya no hacía distinciones entre ellas. Antaño podría haber dicho que rescatar a Cenicienta era peligroso, pero todas las misiones eran peligrosas en esos tiempos. No podía flaquear, ni vacilar, siquiera pararte a pensar.

Junto a él se encontraba el resto de la partida: Las maestras Yami e Iwashi, el maestro Ragun, Alanna, Nicoxa y… Xefil.

«No, la misión es más importante», pensó.

Cuando se enteró de que había vuelto y además estaba en su grupo de misión, no pudo evitar sentir enfado y rencor. De repente un montón de desaparecidos estaban regresando, u otros se habían ido y no le hacía mucha gracia. Miró de reojo a Ragun, que había sido mucho más cercano a Xefil que él y se preguntó qué estaría pensando.

El castillo está protegido por barreras. Dudo que nada nos impida atravesarlas, son obra de Karel y la invitación es suya, sin duda. Será para que no entremos por la fuerza. Nada de Llaves Espada ni magia a menos que sea necesario, ¿entendido? Evitaremos llamar su atención todo lo que podamos.

Malik giró la muñeca del brazo metálico y se tocó la ballesta que llevaba incorporada en él. Era su única arma no mágica con la que podía tacar sin utilizar ninguna habilidad especial. El escudo no serviría si no lo lanzaba con magia.

¿Qué sabemos de tu contacto? ¿Va a venir?

Estoy aquí, Maestra.

Al igual que Iwashi, Malik se tensó y casi preparó para disparar. Sin embargo, al ver que Yami corría hacia la figura encapuchada y la abrazaba, se tranquilizó un poco. Pero muy poco.

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Lamento que nos conozcamos en esta situación, Caballeros. Soy el Hada Madrina de Su Majestad —Era una mujer mayor, casi anciana. Parecía muy cansada, agotada, y no le extrañaba con la situación de Cenicienta—. O lo era hasta que ese demonio disfrazado de niño hechizó a mi ahijada y la volvió en mi contra.

Karel.

Malik chasqueó la lengua por lo bajo y volvió la vista hacia el castillo, sin dejar de escuchar. No se había encontrado con Karel en todo lo que llevaban de guerra, sus misiones siempre le habían llevado a interponerse en el camino de otros generales y de la propia Xihn. No tenía importancia, Fátima le había instruido acerca de él, no tenía miedo. Con cierto pesar pensó en lo que le había contado su esposa, acerca de lo ocurrido en el Santuario de la Reminiscencia. Pensó en Idris, ahora su hijo mayor, y en cómo tanto Malik como Fátima habían prometido salvarle del futuro que ella había visto en el Santuario.

Rescatar a Cenicienta y salvar su mundo de la oscuridad era un pequeño paso que se alejaba de ese futuro.

Lo único que quiero es salvar a mi ahijada. Puedo renunciar a mis poderes y pagar por mi negligencia.

Malik miró al Hada Madrina y sintió lástima. Si a él el sucediese algo parecido… No era padrino de nadie, pero era padre y pensar en cualquiera de sus hijos hechizados y corrompidos por la oscuridad le destrozaba el corazón. El hada Madrina extrajo entonces un frasco de sus vestiduras. Un líquido celeste brillaba en su interior.

¡Eso es...!

Esta poción cambiará vuestros aspectos para que podáis infiltraros en el baile. Un amigo y compañero de oficio, Miki, me ha ayudado en secreto con la parte mágica, ya que técnicamente he sido desterrada de la comunidad de las hadas por no haber protegido a Cenicienta. Pero a esta vieja todavía le quedan algunos trucos. Tomad. Hay suficiente para cuatro personas, pero tened cuidado, puesto que los efectos sólo durarán hasta medianoche. Tras la última campanada se revelará vuestro auténtico aspecto.

Era muy simple. Beberían el contenido, se transformarían en otra persona y así podrían infiltrarse en el castillo para acceder a Cenicienta y que Karel no los descubriera enseguida. Después de todo era humano y el disfraz sólo podían descubrirlo las hadas.

«O Xihn.»

¡Vale, pequeños, vamos a dividirnos en dos grupos! Tres chocobitos vendréis con nosotras al baile y nos infiltraremos entre la gente. Nuestra misión es encontrar a Ceni y sacarla del palacio, a poder ser, sin que los malos se den cuenta. Peeeero me temo que Karel estará muy pendiente, así que si tenéis la oportunidad, no vaciléis y ¡destrozadle!

Iremos- eh, quiero decir. Yo iré al baile. Pero tengo unas preguntas antes. Primero... ¿qué nos recomiendan hacer si nos topamos con Karel o peor, con alguien que pueda ver a través de nuestro disfraz? ¿Intentar mantener la charada o escapar apenas podamos? A todo esto, ¿cuál es el plan de salida?

Malik se mesaba la barba cuando Xefil levantó la mano y formulaba las preguntas. Entonces miró a Alanna, consciente de su ira y su enfado.

Arrancarle de sus pútridas zarpas ese dichoso cuaderno. Karel es un cobarde. No hará más que usar su cuaderno encantado para invocar a sus criaturas de tinta y que luchen por él. Ya me gustaría verle la cara si le quitásemos la fuente de su magia a ese grandísimo… D-disculpadme, por favor. Sé que no es momento de perder los estribos. Yo también iré al baile.

Despacio sonrió e hizo un gesto sutil de asentimiento. No necesitó saber de la decisión de sus compañeros para concluir él mismo qué iba a hacer. Mientras Ragun, Xefil y Alanna bebían del brebaje, Malik se acercó a Iwashi

El resto iremos a la corte de las hadas. Si Su Majestad de verdad ha sido corrompida por la oscuridad, llevarla a un mundo como Tierra de Partida podría ser catastrófico. Una Princesa del Corazón... ¡Qué despreciable! —Iwashi miró al hada y murmuró:—. Lo siento. No pretendía...

No pasa nada.

Necesitaremos toda la ayuda posible para elaborarle un remedio, aunque sea temporal, hasta que Nithael pueda atenderla como es debido. Pero para eso necesitamos a Xihn y a sus generales bien lejos de aquí. Escoged los grupos ahora, y recordad que, aunque tengamos una alianza con las hadas, ellas no nos ayudarán si nos ven flaquear o si su seguridad se ve comprometida. Los que vengáis conmigo, portaos bien y nada de tonterías. Son una raza orgullosa.

Yo iré con usted, maestra Iwashi —dijo con firmeza.

Nicoxa también iría con ellos, suponía. No estaba seguro de si la división de grupos era equilibrada, pero tres de sus compañeros ya se habían transformado y no había vuelta atrás. No le fue difícil saber quién era Ragun, puesto que por alguna razón había decidido convertirse en algún pariente suyo. La semblanza del rostro era notable.

Mierda, ¿en serio? ¿Puedo cambiar de aspecto? No quiero ser mi padre.

«Vaya por Dios.»

¿Las hadas tienen algún protocolo especial que debamos conocer? —preguntó cuando se calmó el alborozo de la poción.

No sería la primera vez que por un descuido tonto a la hora de hablar un aliado se tornase en un furibundo enemigo. Esas hadas quizá no eran como las de Reino Encantado, de las que Fátima y Alanna le habían hablado alguna vez, pero si existía una corte, existiría una forma de apretarle las tuercas a la reina o rey que gobernase al grupo.

Puso aún más a punto su ballesta y se colgó el escudo a la espalda. Como en aquella lejana primera misión en La Red, era un defensor, y si las hadas querían seguridad, entonces la tendrían.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Sito » Jue Oct 12, 2017 12:33 am

Parecía que los grupos ya estaban hechos. Nicoxa estuvo escuchando toda la conversación con atención y dejó que sus compañeros tomaran la decisión antes que ella. Se había levantado generosa esa mañana.

Alanna, Xefil y Ragun decidieron transformarse para acudir al baile. Al principio eso era lo que más le llamaba la atención a la bella aprendiza, pero tras meditarlo se dio cuenta de que tendría que hacerlo con un cuerpo que no es el suyo y por tanto no luciría ni sería tan bella como en la actualidad.

Optó por acompañar a Malik y a Iwashi aunque eso suponía que tenía menos margen para distracciones y hacer tonterías, puesto que por lo que les habían contado las hadas no eran muy dadas al humor. Y al suyo igual incluso menos.

Suspiró y se acercó al resto de aprendices.

Recordad chicos, el secreto de un buen baile está en no pisar a vuestro compañero. Así que mirad bien donde ponéis los pies.

Tras ese super consejo miró a Malik y se puso a su lado, preparada para acompañarles.

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madre mia siento el cutrisimo post xDDD pero es que me ha pillado el toro y tengo que estudiar un monton para mañana porque aunque sea puente tengo una especie de examen super temprano y (L)
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Larga vida a la reina - Ronda #2

Notapor Denna » Dom Oct 15, 2017 11:06 pm

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Iwashi asintió satisfecha cuando Malik y Nicoxa se pronunciaron para ir con ella, mientras que Yami parloteaba consigo misma sobre qué aspecto le convendría más adoptar. Quien la escuchara no entendería nada de entre la sarta de nombres y apelativos. Por eso fue la primera la que respondió a Xefil en cuanto Alanna terminó su exabrupto.

Básicamente es eso —dijo, enarcando una ceja en dirección a la chica—. El problema es que siempre se esconde tras alguna barrera. Cuando pasa a la ofensiva debilita a sus enemigos mermando sus fuerzas. Por suerte, vosotros tres y Yami formáis una buena composición. Tendrá que decantarse entre debilitar vuestra magia o vuestra fuerza física. Alanna, ¿estarás bien?

Iwashi le puso una mano en el hombro y le dio un suave apretón. Luego volvió a dirigirse al Caballero:

Mi consejo es que mantengáis las apariencias todo lo posible. Si este mundo sigue en pie, es porque a Xihn le interesa, sea por la razón que sea. No arriesgarán sus planes así como así.

Para escapar utilizaremos portales —apuntó Yami, atenta de repente—. Así que, no-Maestros, no nos perdáis de vista ni a Raguncito ni a nosotras. Si por cualquier razón eso no funcionara, escapad como podáis y por donde podáis. Por la fuerza. Pero con cuidado.

En cuanto al Hada Madrina, ella sonrió con dulzura cuando se dirigió a ella.

Con señora basta, cielo. Y no, las hadas dependemos mucho de nuestras varitas para lanzar hechizos, aunque es cierto que las más poderosas son capaces de usar ciertos tipos de magia sin ellas. De la misma manera, alguien que no sea una de nosotras no podría hacer nada con una.

Parecía muy orgullosa de eso último. Y con razón; Karel se habría llevado un buen chasco. Una pequeña, minúscula victoria de la que alegrarse... hasta que Xefil mencionó a sus hermanas.

En realidad no es tan injusto —expresó con cuidado, como si midiera sus palabras—. Es más bien... como el juramento que hacéis vosotros, los Caballeros, a cambio de vuestro poder. Creo que es algo parecido. Al convertirme en la madrina de Cenicienta, juré cuidar de ella y protegerla de todo mal durante toda su vida. Cuando se convirtió en princesa, me temo que di por cumplida mi misión y descuidé mis obligaciones. Si hubiera estado más atenta, quizás esto no habría pasado.

Xihn es muy, muy poderosa —terció Iwashi, sacudiendo la cabeza—. Ha asesinado a aprendices y Maestros en nuestras narices durante años y siempre ha salido impune. No te sientas responsable. Ya estamos nosotros para eso.

Yami asintió con energía detrás de ella. La respuesta de ambas le provocó una carcajada suave.

Aún así, podría haber ayudado. Espero poder hacerlo todavía. Toma, Caballero —llamó a Xefil y le tendió una piedra ovalada de color rosa claro—. Si consiguierais arrebatarle mi varita a Karel, utilizad esto para invocarme. Os prestaré mi magia si la situación se complica.

Xefil tenía la libertad de quedarse la piedra, dársela a Yami o a cualquiera de sus compañeros, si ellos la querían. El Hada Madrina no haría ningún otro comentario, ni tampoco las Maestras.

Mientras Alanna formulaba sus preguntas, Yami empezó a pasarles la poción, aplaudiendo todas y cada una de sus transformaciones.

Ay, me temo que no. Nunca había sentido la presencia de la oscuridad tan cerca hasta entonces y no quise pensar... —se lamentaba el hada—. Apareció a las afueras del reino sin un solo recuerdo de su desaparición, y se mostraba tan retraída que no quise forzarle respuestas que no tenía. Tuve que marcharme justo en cuanto recuperaba las fuerzas, de modo que no sé qué más ha podido pasar... a excepción de la coronación. Qué ha sido del anterior rey, el padre de Henry, sólo puedo imaginarlo.

Yami le quitó el frasco a Ragun de las manos y puso los brazos en jarras.

¡Nada de cambios! ¡No tenemos tanta poción! Tendrás que solucionar tus problemas paternales o cambiar de ruta —graznó.

Y como a Ragun se le olvidó elegir máscara, Yami le tendió la del ratón.

Nos mantendremos en contacto —garantizó Iwashi, haciendo una seña a Malik y a Nicoxa para que la acompañaran hacia el bosque—. Hada Madrina, ¿nos conducirías hasta la corte? No creo que tenga toda la información que nos hace falta para tratar con tu reina —añadió en referencia a la pregunta del Caballero.

Por supuesto. Buena suerte a todos.

Sus dispositivos de comunicación recibieron un mensaje entonces. Estaban ocupados poniéndose en marcha, de modo que quizás no se dieron cuenta (como Yami), pero tarde o temprano terminarían por verlos. Todos contenían lo mismo: una sola imagen.

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Si todavía tenían alguna duda, el mensaje se la disiparía. Les esperaban.

* * *


Xefil, Alanna y Ragun


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A medida que se acercaban al palacio, el mundo se veía más y más afectado por el Caos. Los Sincorazón rondaban libremente por las calles y se interponían en su camino nada más verles, pero eran débiles y no les dieron muchos problemas. Yami, zarandeando su máscara de gato, se había transformado ya. Tenía el aspecto de un hombre pálido y rubio, pero su forma de actuar era la misma de siempre. Les pidió que la llamaran River.

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Id preparando vuestra tapadera. Se supone que vamos a rendir pleitesía —se le escapó una risita ante la última palabra— a la nueva reina, así que necesitaremos nombres falsos y una pequeña historia. La clave está en lo que Ragun ha dicho antes, tenemos que convencer a Ceni de que abandone el palacio por voluntad propia, porque como le hagáis daño os vais a enterar. Los castigos de Lyn os parecerán un juego de niños.

Les señaló con el dedo.

Tenemos poco tiempo. Karel nos espera, pero nadie sabe qué hará una vez pase medianoche. Os sugiero haber sacado a Ceni por aquel entonces... o tendremos que retirarnos, pedir refuerzos y planear un segundo asalto. No estamos en condiciones de perder más veteranos.

La puerta del castillo estaba flanqueada por dos guardias armados con lanzas. Al igual que ellos, portaban máscaras, y los dejaron pasar en cuanto comprobaron su invitación. En ella no constaba nada de que eran Caballeros, de modo que no dijeron nada.

Dentro sonaba una agradable melodía de violines y percusión. Había mucha gente vestida con todo tipo de ropas, desde las más humildes hasta las más elegantes. Lo único que tenían en común eran las máscaras que portaban... y la tensión que parecían compartir. Los bailarines con vestidos más pobres formaban pequeños grupos y miraban aterrorizados a la gente a su alrededor. Recordarían que, tras la desaparición de Cenicienta, había estallado una guerra civil. Era posible que todavía no se sintieran seguros, a pesar de que, al menos, no había un solo sincorazón en el palacio. ¿O se trataba de algo más?

Al fondo de la sala, sentados en sus respectivos tronos, se encontraban Cenicienta y Henry. Un tercer trono permanecía vacío al lado de ella —¿el de Karel, quizás? No se le veía por ninguna parte—.

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El nuevo rey mostraba una sonrisa vacía a los invitados que se le acercaban, y no hacía más que saludar con la mano. Si se fijaban, verían que apenas cambiaba de expresión. Tenía una mirada estática, que realmente no veía, como si fuera un muñeco articulado. Cenicienta, por su parte, parecía querer estar en cualquier otro lugar. No se esforzaba en disimular su incomodidad, y aceptaba los regalos y bendiciones de sus súbditos con una extraña tristeza.

Qué raro —murmuró Yami—. No noto oscuridad en ella. Pero oh, el pobre Henry... A él si que le han hecho algo. ¿Karel lo habrá hechizado? ¿Cómo?

La Maestra los miró con lástima cuando dijo:

Lo siento, niños, pero tengo que averiguar algo por mi cuenta. Vosotros id a presentaros ante la reina. Tened cuidado y no os separéis mucho hasta que vuelva, ¿vale?

Esperó por si tenían alguna pregunta, pero se la veía con prisas, de modo que no se entretuvo más de la cuenta. Les lanzó un beso antes de mezclarse con la multitud.

En ese momento no había nadie hablando con los reyes. Si querían aprovechar para hablar con Cenicienta y Henry, aquel era un buen momento. Cuatro soldados ataviados con máscaras de lobo vigilaban sus tronos, pero no tenían nada que temer porque no habían reaccionado mal con nadie.

También podían esperar a Yami o dividirse. Había mucha gente a la que pedir información, gente que, al contrario que el Hada Madrina, no había tenido que salir de la ciudad. Podían elegir entre acercarse a un grupo de nobles o de gente más humilde, pero todo dependía de cómo quisieran actuar. Ambos grupos podían negarse a hablar con ellos de según qué cosas.

La única persona que destacaba era una niña pequeña, ataviada con un bonito vestido verde y una máscara de pájaro blanca. Estaba sola. Se había arrodillado junto a una pared y parecía estar ¿jugando? con algo que había en el suelo, ignorando al resto de invitados. Puede que no tuviera nada que ver con su situación, pero no dejaba de ser raro que le hablara... al suelo.

* * *


Malik y Nicoxa


Igual que la ciudad, el bosque también estaba deformado por la Corrupción. Iwashi les ordenó que se mantuvieran juntos todo el camino, pues tras los árboles se escondían toda clase de sincorazón. El suyo fue un camino más largo, puesto que los enemigos eran más fuertes y además tenían que proteger al Hada Madrina, pero estaban entrenados y consiguieron avanzar.

De mientras, las mujeres les iban informando:

Lo poco que sabemos de las hadas es que son, por naturaleza, excéntricas. A la mayoría no les gustan mucho los humanos, pero necesitan relacionarse con ellos, así que unas pocas son elegidas como madrinas para algunos niños.

Órdenes del rey... del antiguo rey —se corrigió el hada—. Asegura la paz y la convivencia entre ambas razas.

Exacto. Pero eso no quita que, en su corte, nos tengamos que acoger a sus normas como buenos invitados —señaló Iwashi.

El Hada Madrina asintió.

No tenéis de qué preocuparos. No realmente. Las hadas —sobre todo la reina Elyon— tenemos cierta sensibilidad ante la magia, en mayor o menor medida. Nos resulta fascinante, y más si la encontramos en humanos. Si mantenéis despierta su curiosidad, lo cual será fácil si les llamáis la atención, superaréis la reunión sin problemas.

¡Conque así consiguió Yami la alianza!

Iwashi miró divertida a Nicoxa.

A ti se te dará bien también. Malik y yo nos limitaremos a esperar que nuestra magia las sorprenda lo suficiente y te dejaremos hablar —bromeó.

Recordad no comer nada una vez estéis dentro —advirtió el Hada Madrina entonces—. Si lo hacéis, pasaréis a pertenecer a su mundo y podríais no volver jamás. De la misma manera, si están celebrando una fiesta, no os dejéis engatusar para bailar con nadie. Las consecuencias son... dolorosas.

Se negó a dar más detalles. Se notaba que a ella le gustaban los humanos y no terminaba de «simpatizar» con las políticas de su corte.

Habían pasado alrededor de veinte minutos cuando llegaron a un claro en mitad del bosque. Los sincorazón habían desaparecido por completo a medida que se acercaban. Un gran estanque de aguas oscuras se extendía ante ellos, iluminado por el reflejo de la luna llena.

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El Hada Madrina se acercó y tocó el agua con las yemas de los dedos. El silencio se rompió con el sonido de una gota atravesando la superficie, y la mujer se echó atrás de inmediato.

Del centro del estanque, surgió una mujer con una espada blanca en las manos.

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La joven permaneció impasible flotando sobre el lago, y apuntó con la espada al Hada Madrina.

No eres bienvenida aquí. No puedo dejarte pasar —dijo con una voz que carecía de emociones.

No se trata de ella, sino de nosotros —intervino Iwashi dando un paso al frente. El Hada Madrina se encogió detrás suyo— . Somos Caballeros. Sentimos presentarnos de esta manera, pero se trata de un asunto de máxima urgencia. Solicitamos una audiencia urgente con la reina Elyon.

La dama del lago bajó la espada.

¿Que la solicitáis? Sólo se puede acceder a la corte cuando hay luna llena. Habéis tenido mucha suerte... Caballeros. Pero ella no puede venir.

No es mi intención. Puedes estar tranquila, guardiana —contestó la mujer con frialdad. Luego se dirigió al grupo:—. Os estaré esperando aquí fuera, a menos que vuestros compañeros me invoquen. Recordad lo que hemos hablado y todo saldrá bien.

Un momento. Antes de pasar, tenéis que acceder a que bloquee vuestras habilidades.

¿Qué?

¿Y eso desde cuándo es necesario?

Órdenes de la reina. —El hada habló con sequedad—. Un nuevo protocolo. Se lo podéis preguntar a ella, si queréis, pero sin ese bloqueo no puedo dejaros pasar. Conservaréis vuestras armas, aunque no veo por qué ibais a necesitarlas...

El Hada Mardina parecía confundida. Iwashi, preocupada.

¿Nos permitís un momento para hablarlo? Gracias. —La Maestra le dio la espalda a la guardiana y miró a Nicoxa y a Malik—. A ver... Soy la primera a la que no le hace gracia quedarse sin habilidades, pero no parece que tengamos otra opción —susurró—. Me extraña porque no me consta nada de que a Yami se le pidiera algo parecido. Y hablo de antes de la alianza.

Yo tampoco sé nada de este nuevo protocolo. Puede que sea por Cenicienta y toda la oscuridad que la rodea. Temerán un ataque.

Es posible...

Iwashi comprobó la hora y frunció los labios.

¡Mataría por tener algo más de tiempo! Chicos, hay que elegir. Yo accederé a que me hechicen o lo que sea, pero si vosotros no queréis lo entenderé. Podéis esperar aquí con el Hada Madrina, o incluso negociar con la guardiana.

La dama del lago siempre ha sido muy estricta —dijo el hada apenada—. No será fácil, pero a vosotros os escuchará antes que a mí.

Iwashi había tomado su decisión. Ahora era el turno de ellos. Podían dejarla bajar sola y esperarla junto al Hada Madrina, acompañarla los dos o separarse. La única condición que les impuso la Maestra fue no merodear solos por el bosque, algo que era probable que aceptaran. La dama del lago mantenía su expresión vacía y serena, y no parecía tener ninguna prisa.

* * *


Fecha límite: jueves 19 de octubre


Rondas restantes para medianoche: 3
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Drazham » Mar Oct 17, 2017 2:35 am

Increíble…

No podía dejar de contemplar su reflejo en la pantalla. ¿O acaso no era el de otra persona? Desde luego que sí, pero es que ese reflejo solo había existido dentro de su imaginación, cada vez que la chica llamada Anisse hacía su intervención en la novela. Ahora, ella la encarnaba en su totalidad, con todo lujo de detalles.

Alanna paró de embelesarse con los efectos de la pócima al sentir la mirada de Iwashi posarse en ella por su arrebato con lo de Karel.

El problema es que siempre se esconde tras alguna barrera. Cuando pasa a la ofensiva debilita a sus enemigos mermando sus fuerzas. Por suerte, vosotros tres y Yami formáis una buena composición. Tendrá que decantarse entre debilitar vuestra magia o vuestra fuerza física. Alanna, ¿estarás bien?

Yo… —Dio un pequeño respingo en cuanto la maestra le dio un suave y reconfortante apretón en el hombro. Inspiró hondo y asintió con la cabeza—. Estaré bien. Gracias.

Tenía que estarlo, o de seguro que sus temores la harían cometer cualquier estupidez. Un día como aquel no podía permitírselos. También quería pensar que Iwashi estuviese en lo cierto y Karel no las tuviese todas con él.

Con señora basta, cielo. Y no, las hadas dependemos mucho de nuestras varitas para lanzar hechizos, aunque es cierto que las más poderosas son capaces de usar ciertos tipos de magia sin ellas. De la misma manera, alguien que no sea una de nosotras no podría hacer nada con una.

Desde luego que no las tenía. Alanna no pudo evitar curvar un pelín los labios en una sonrisa ladina al imaginarse la cara de ese cretino cuando descubriese que en sus manos tenía un palito inservible.

Es más bien... como el juramento que hacéis vosotros, los Caballeros, a cambio de vuestro poder. Creo que es algo parecido. Al convertirme en la madrina de Cenicienta, juré cuidar de ella y protegerla de todo mal durante toda su vida. Cuando se convirtió en princesa, me temo que di por cumplida mi misión y descuidé mis obligaciones. Si hubiera estado más atenta, quizás esto no habría pasado.

Hasta que la sonrisa se le torció y le dedicó una mirada compasiva al hada.

No os sigáis torturando por lo que ocurrió. Estoy segura de que hicisteis una gran labor velando por el bienestar de Cenicienta. Ni tampoco os sintáis culpable por querer darle alas para volar. Mi abuela siempre decía que llegaba un momento en el que los polluelos deben abandonar el nido, y ese es uno de los mayores regalos que una madre que ha cumplido con su labor puede recibir. —Una lástima que su abuela ya no estuviese para cuando ella decidió abandonar el nido—. Lo que le ha pasado a Cenicienta es algo que nos ha cogido por sorpresa a todos, por mucho que nos pese.

Asintió a lo que añadió Iwashi. Tantas pérdidas a manos de Xihn y los suyos convertían tragedias así en lo “normal” en la vida de un Caballero. Daba asco tener que admitirlo.

Después, el hada le hizo entrega al otro chico —ahora una muchacha rubia por la poción. Vaya, menuda imaginación se gastaba— de una piedra rosácea con la que afirmaba que se podía llamarla. Ay, ojalá que pudiesen devolverle su varita y que la mujer no se sintiese tan inválida. Además de que un poco de ayuda mágica extra…

Ay, me temo que no. Nunca había sentido la presencia de la oscuridad tan cerca hasta entonces y no quise pensar... —dijo apesadumbrada—. Apareció a las afueras del reino sin un solo recuerdo de su desaparición, y se mostraba tan retraída que no quise forzarle respuestas que no tenía. Tuve que marcharme justo en cuanto recuperaba las fuerzas, de modo que no sé qué más ha podido pasar... a excepción de la coronación. Qué ha sido del anterior rey, el padre de Henry, sólo puedo imaginarlo.

¿Al anterior rey? Alanna frunció el ceño. Todavía tenían muchos cabos sueltos que resolver en esa historia, como lo de la guerra civil que les mencionaron por encima los maestros, y ahora eso. Su principal sospecha fue que Karel debió de hacerle algo a la familia real si Cenicienta no resultó ser la única afectada en todo, y empezar a mover sus hilos a raíz de eso.

Le empezaba a dar miedo lo que pudiesen encontrarse en el palacio.

Así pues, ya tuvieron los grupos formados. Iwashi marcharía a la corte de las hadas junto a Malik y Nicoxa. Mientras que a ella le tocarían de acompañantes la exuberante Yami, un joven bajo el disfraz de una mujer, y un maestro que debería plantearse no pensar tanto en su padre. La noche prometía, desde luego.

Sin embargo, antes de marcharse, Alanna ahogó una exclamación cuando el cacharro para comunicarse casi se le cayó de las manos al ponerse a zumbar de improvisto. Le costó lo suyo manejarse con el aparatito hasta descubrir que le acababa de llegar un mensaje. ¿Dónde quedaron las palomas mensajeras y en qué momento el mundo se volvió esclavo de la dichosa tecnología?

Y una vez lo abrió…

¿Pero qué…?

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Parpadeó un par de veces, atónita, y les enseñó a los demás la imagen. Al parecer, ellos acababan de recibir lo mismo en sus artilugios. Probó a trastear un poco con el suyo y probar contactar con Nikolai, pero el maldito chisme no respondía. Estaba fastidiado, como bien decía la imagen.

¿En serio? Un grupo de monstruos peligrosísimos y les venían con cosas tan infantiles que…

Infantiles. Huraña, volvió a revisar la imagen: «¿de qué color son las serpientes?»

¡Será…! ¡Enano del demonio!

Alanna rugió con genuino cabreo y cerró el aparato, chasqueando la lengua. Para su desgracia, Karel no era el único de los esbirros de Xihn con el que la tenía cruzada.

* * *



Era increíble. El reino retorciéndose sobre si mismo y gimiendo de dolor por la influencia del Caos, y sus habitantes tenían la desfachatez de organizar y asistir a un baile como si estuviesen completamente ciegos. Lo repetiría todas las veces necesarias, pero los mundos estaban patas arriba. El único consuelo que le quedó fue desquitarse con los Sincorazón que les salieron al paso y liberar parte de la tensión acumulada. Gracias a los dioses, porque a ese ritmo no aguantaría en sus cabales hasta que llegasen al palacio.

Id preparando vuestra tapadera. Se supone que vamos a rendir pleitesía a la nueva reina, así que necesitaremos nombres falsos y una pequeña historia.

Yami, o en aquel caso, River, tenía razón. Hasta la medianoche no volvería a ser Alanna. Para ella fue tan sencillo como robarle a Anisse también su nombre, pero no su vida de camarera en la taberna de su familia. Oh, no. Necesitaba la de alguien con una mínima alcurnia si no quería desentonar en el baile, por lo que la víctima a su elección fue el propio protagonista de “Los Cantares de Edmund”. Si alguien preguntaba, solo tendría que decir que venía de parte de una familia poco conocida que se dedicaba a la cría de caballos. Un negocio pequeño, pero que aportaba sus ganancias.

De no ser porque se leyó el libro docenas de veces, ni ella hubiese sido capaz de crearse esa pequeña mentira. Ya mentalizada, selló el pacto con su nueva identidad al ponerse la máscara de pájaro.

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Hagamos uso de la imaginación y digamos que la máscara es de color azul oscuro.


Supongo que a mi podéis llamarme Anisse. Hasta que el reloj marque las doce, claro —comunicó al resto. Aprovechó también para dirigirse al que antes era el muchacho de ojos marrones y le dedicó una sonrisa vergonzosa—. Espero no haberte importunado antes por mi pequeño arrebato. Ahora ya sabes que Karel no es santo de mi devoción. Por cierto, para cuando acabemos con toda esta pantomima: me llamo Alanna. Es un placer.

Entrar al palacio fue incluso más sencillo que alcanzarlo. Los guardias enmascarados no hicieron preguntas al revisar las invitaciones y les dejaron pasar al interior. ¡Dioses, si parecía que estuviesen en un mundo distinto! En lugar de casas deformadas y demonios de ojos amarillos, tenían una música relajante y a un montón de comensales que lucían sus máscaras, además de algún que otro traje de gala por parte de quienes podían permitírselo.

Vale, tenían allí clases sociales de todos los tipos. A parte de ese hecho, también se apreciaba que las gentes menos acaudaladas se mostraban bastante recelosas con las de alta alcurnia. Por no decir que más bien, era como si las temiesen.

«Quizás me he apresurado en decir que aquí estamos seguros.»

Pero de momento, no había indicios de que las diferencias entre ambos grupos fuesen a desembocar en conflicto. Todo en el baile seguía su curso, incluidas las dos figuras que descansaban en el fondo y atendían a los invitados.

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Cenicienta, supuso. Y el que se hallaba a su lado sería su marido y vigente rey. Pero en cuanto se acercó a indagar, Alanna torció el gesto de la boca quiso volver a cambiar de parecer; definitivamente estaba pasando algo raro allí. El hombre le recordaba a un soldado de juguete, con la expresión estática y falto de viveza. Y nada más verle el rostro de suplicio que traía Cenicienta, por un momento pensó que convencerla para que saliese de palacio no sería tan complicado.

Qué raro. No noto oscuridad en ella. Pero oh, el pobre Henry... A él si que le han hecho algo. ¿Karel lo habrá hechizado? ¿Cómo?

Pero claro, estaba también ese tercer trono vacío que le dio un muy mal presentimiento; la presencia de Karel le preocupaba, pero todavía más si desconocían su paradero.

Como si Yami le estuviese leyendo el pensamiento, se pronunció otra vez:

Lo siento, niños, pero tengo que averiguar algo por mi cuenta. Vosotros id a presentaros ante la reina. Tened cuidado y no os separéis mucho hasta que vuelva, ¿vale?

Una vez se despidió con un escueto gesto de la mujer, todavía inmersa en sus pensamientos, miró en derredor para confirmar que no se le estaba escapando ningún detalle, y aunque no se trataba de Karel, sí que encontró algo que le llamó la atención: una niña pequeña, sola, y lejos de los adultos. Estaba encogida en un rincón y centrada en… ¿Eran imaginaciones suyas o le estaba hablando al suelo?

El comportamiento de los adultos ya le parecía raro, pero que llegase a afectar también a los niños…

Posó sus manos en los hombros de sus compañeros y les dijo:

Chicos, yo voy a indagar un poco por el salón, a ver si puedo averiguar por qué hay tanta tensión entre los invitados. Trataré de no alejarme mucho por si necesitáis ayuda con Cenicienta.

Una vez informados, se separó de Ragun y Xefil para aproximarse a la chiquilla arrodillada en frente de la pared. ¿Estarían sus padres cerca? Echó un último vistazo, asegurándose de que nadie le prestaba atención en esos momentos, y se presentó delante de la niña con una tierna sonrisa, apoyando las manos sobre sus rodillas y acuclillándose un poco.

¡Hola, pequeña! ¿Qué haces aquí tú solita? —canturreó con un tono alegre. Aprovechó también para ladear la cabeza y fijarse mejor en lo que la tenía tan entretenida—. ¿No tienes a nadie con quien jugar? Pobrecilla. Con tantos adultos por aquí te estarás aburriendo como una ostra. La verdad es que te entiendo. El baile está siendo un poco soso, y no es lo que me esperaba. —Se llevó un dedo a la máscara y le dio un par de toquecitos—. Por cierto, que máscara tan bonita llevas. ¡Vamos a juego y todo!
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#2 - Regla 9 de infiltración: Aprende a mezclarte

Notapor Zee » Mié Oct 18, 2017 8:11 am

Antes de comenzar nuestra misión, los Maestros tuvieron la gentileza, como siempre, de responder nuestras preguntas y tranquilizarnos un poco.

Primero... ¿qué nos recomiendan hacer si nos topamos con Karel? ¿Intentar mantener la charada o escapar apenas podamos?

Arrancarle de sus pútridas zarpas ese dichoso cuaderno —La chica pelirroja intervino en lugar de los Maestros para responder a mi pregunta, exudando rencor por todos los poros de su cuerpo pese a que intentaba contenerse. ¿Cuaderno? ¿Acaso los poderes de Karel también estaban prendidos de un objeto, como lo eran los del Hada Madrina con su varita?—. Karel es un cobarde. No hará más que usar su cuaderno encantado para invocar a sus criaturas de tinta y que luchen por él. Ya me gustaría verle la cara si le quitásemos la fuente de su magia a ese grandísimo…

¿Qué? —pregunté sin darme cuenta, alentando a la joven a continuar. No lo hizo. En lugar de ello, se disculpó con nosotros por haberse dejado llevar. Iwashi aprovechó la oportunidad para, entonces sí, darnos indicaciones sobre lo que debíamos hacer si llegábamos a toparnos con Karel.

Básicamente es eso —Oh.

>>Mi consejo es que mantengáis las apariencias todo lo posible —continuó la Maestra, una vez hubo explicado de forma fugaz la manera de luchar de nuestro oponente, a lo cual escuché de forma atenta y determinada—. Si este mundo sigue en pie, es porque a Xihn le interesa, sea por la razón que sea. No arriesgarán sus planes así como así.

Asentí con la cabeza. Para mí, aquello último tenía sentido. Sólo esperaba que todo se redujera a eso, a mantener nuestra distancia. De lo contrario...

Para escapar utilizaremos portales —señaló la otra Maestra, Yami. La idea de volver a meterme a un opresivo pasillo de oscuridad me hizo estremecer... ¿de verdad teníamos que escabullirnos por uno de aquellos?

Supongo que si voy con vosotros podría abrir un Portal y transportarnos a este mismo lugar —sugirió Ragun, recordándome sin darse cuenta que ya había pasado un largo rato desde que había conseguido su título de Maestro.

Bueno, si no había más opción, ése sería nuestro plan de salida... Tendríamos que mantenernos cerca de Yami o de Ragun en todo momento.

Y señora, um, ¿lady, madame Hada? —volví a pedir la palabra, acercándome en esta ocasión a la hechicera anciana con la cabeza gacha y un semblante afable—. No es mi intención ofender, pero... ¿De verdad no podéis- puede hacer magia sin su varita?

Antes de pronunciar su respuesta, me dedicó una sonrisa benévola y afectuosa:

Con señora basta, cielo. Y no, las hadas dependemos mucho de nuestras varitas para lanzar hechizos, aunque es cierto que las más poderosas son capaces de usar ciertos tipos de magia sin ellas. De la misma manera, alguien que no sea una de nosotras no podría hacer nada con una.

Mentiría si dijera que su pieza de información no me resultaba de lo más interesante. Lo cual significaba que ni Karel ni Xihn podían hacer mucho con su varita, ¿verdad? No podían utilizarla para nada más sino como un trofeo de victoria. Tal vez podíamos alegrarnos por ello. Sólo un poco, puesto que de todas formas no estábamos tratando con humanos normales: no necesitaban de un trozo de madera para hacer magia, de cualquier manera.

También, significaba, que si lográbamos obtener la vara, volverían los poderes del Hada Madrina.

¿Y cómo es que las otras hadas le han dado la espalda? ¡Qué injusto! —exclamé con algo
de resentimiento—. Yo ayudaría a uno de los míos sin dudarlo si se hallara en un aprieto como éste.

Noté cómo Ragun hacía un gesto de fastidio. Antes que enfadarme por aquella provocación, más que todo me dio curiosidad. ¿Por qué? ¿Después de todos estos años, seguía molestándose con mi existencia? Traté de ignorarle y clavé mi mirada en la del Hada Madrina, aunque no pude evitar que mis ojos de vez en cuando voltearan hacia donde estaba el otro Maestro. Qué incómodo...

En realidad no es tan injusto —musitó la hechicera, algo apenada—. Es más bien... como el juramento que hacéis vosotros, los Caballeros, a cambio de vuestro poder. Creo que es algo parecido. Al convertirme en la madrina de Cenicienta, juré cuidar de ella y protegerla de todo mal durante toda su vida. Cuando se convirtió en princesa, me temo que di por cumplida mi misión y descuidé mis obligaciones. Si hubiera estado más atenta, quizás esto no habría pasado.

De pronto, me di cuenta de por qué Ragun había hecho aquella mueca. Como el juramento de los Caballeros de la Llave-Espada, ¿no? Como el que yo había roto...

Menudo hipócrita estaba hecho...

Toma, Caballero

No soy un--

El Hada no me dejó terminar. Acercó su mano a la mía y dejó una pequeña piedra preciosa entre mis dedos. La sujeté con fuerza para asegurarme que no se cayera, notando incluso por debajo de mi guante que emanaba un ligero calor, como algo orgánico. La usaríamos, dijo ella, para invocarla si llegáramos a quitarle la varita a Karel.

Después de transformarnos, y de unas cuantas preguntas más, emprendimos la marcha.

* * *


Como una flor marchita...

Así luce un mundo que está a punto de morir...

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Las cosas parecían fuera de lugar. El cielo estaba más oscuro que nunca, con menos de una decena de estrellas iluminándolo. Lo único que brillaba con vida era el palacio real, que se acercaba más y más a nosotros conforme cruzábamos el pueblo. Sincorazón aparecían por aquí y por allá, haciendo del mundo su nuevo hogar. Tuvimos que luchar en más de una ocasión antes de llegar a nuestro destino; para nuestra fortuna, las bestias con las que nos encontrábamos no eran tan robustas.

A todos nos envolvía una atmósfera deprimente. Nosotros, Jessamine y yo, nos sentíamos como si hubiéramos perdido algo muy importante para ambos. Como si estuviésemos en duelo, llorando a alguien que se había ido. El mundo a nuestro alrededor se sentía vacío; era como una bella y placentera pintura cuyo centro había sido cubierto con gruesa, abrumadora y negra tinta. Un agujero en el lienzo.

Id preparando vuestra tapadera —sugirió la Maestra Yami, quien se había transformado en un apuesto hombre rubio de nombre River, que a saber si estaba basado en alguien real o no. Fue bastante raro escuchar la entonación tan característica de Yami en la gruesa voz de alguien más—. Se supone que vamos a rendir pleitesía a la nueva reina, así que necesitaremos nombres falsos y una pequeña historia. La clave está en lo que Ragun ha dicho antes, tenemos que convencer a Ceni de que abandone el palacio por voluntad propia, porque como le hagáis daño os vais a enterar. Los castigos de Lyn os parecerán un juego de niños.

Cuatro años habían vuelto a Yami mucho más seria que antes. Hubo algo aterrador en la forma en la que nos apuntó con el dedo y nos recalcó lo importante de nuestra misión, sobre cómo no podíamos permitirnos perder a nadie más. De pronto, me encontré extrañando que me llamaran "chocobito".

Supongo que a mi podéis llamarme Anisse. Hasta que el reloj marque las doce, claro —sentenció la chica pelirroja, dando comienzo a nuestra breve reunión previa a internarnos en el castillo. Después de eso, la aprendiza clavó sus ahora ojos verdes en los míos. En un acto de cortesía que aprecié bastante, me dedicó las siguientes palabras—: Espero no haberte importunado antes por mi pequeño arrebato. Ahora ya sabes que Karel no es santo de mi devoción. Por cierto, para cuando acabemos con toda esta pantomima: me llamo Alanna. Es un placer.

No te preocupes por ello, Alanna —la tranquilicé, sonriéndole con amabilidad—. A todos nos pasa de vez en cuando. Ah, y me llamo Xefil; el placer es todo mío.

Miré a Ragun, quien se había transformado en un caballero alto, de melena plateada, que seguía teniendo bastante similitud con él. Su padre, había dicho. Esperé a que nos dijera su tapadera y, una vez hubo terminado, concluí nuestra reunión al declarar mi propio alibí:

Seré Jeannette de Polignac, entonces —expresé, acomodándome en mi sitio y enderezando la espalda—. Crecí como hija de un pobre panadero, pero me las arreglé para seducir y desposar a un importante y muy, muy rico artista; así que ahora disfruto de fiestas y bailes y hermosos vestidos cuando yo lo quiero.

¡Bien! Y una vez terminado aquello...

Caminamos todos juntos hasta las puertas del castillo, las cuales estaban resguardadas por miembros de la guardia real, armados con lanzas y acicalados con máscaras como las que llevábamos nosotros. Parecía que todos los presentes en el castillo debían, de una u otra forma, ser parte de la mascarada. Nuestro guía, River, nos ayudó a ser recibidos como invitados gracias a la carta que había sido enviada anteriormente a Tierra de Partida.

Pasamos sin despertar sospecha alguna. Bien. Estábamos dentro, eso era un buen primer paso.

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~Masquerade~


Había una multitud dentro del castillo. Y para mi sorpresa, gente de todos los estratos sociales; no sólo nobles y aristócratas, como hubiera esperado uno. Todos, desde el más humilde hasta el más adinerado, compartían música y vino, y máscaras. Una utopía digna de admirar, sino fuera porque, al igual que en el exterior, podía percibirse una atmósfera extraña y tóxica. Oscuridad y penumbras. Miedo. Tensión.

Si uno prestaba suficiente atención, notaría algunas miradas nerviosas bailando alrededor de la amplia sala, dedos sujetando con fuerza la tela de los costados, muchedumbres arrimándose como si quisieran compartir calor en una ventisca, copas de licor temblando de forma casi imperceptible. ¿Qué rayos estaba sucediendo...? No había ni un solo Sincorazón en el lugar, y sin embargo. Sombras, sombras por aquí y por allá.

¿Era cosa de Karel? ¿De Cenicienta? ¿O había algo más?

Presté especial atención a toda la arquitectura de la sala. En cualquier tarea de infiltración, era vital establecer varias rutas de escape y escondites en caso de que la situación lo requiriera. Tendríamos que estar atentos a si había puertas, abiertas o cerradas, pasillos, balcones, ventanas, cualquier cosa que pudiese servirnos si las cosas llegaban a ponerse feas.

Miré al techo para ver qué tan alto era y a ver si había candelabros y linternas que pudiesen servir de cobertura. Podía escabullirme por las alturas utilizando mi magia. Pero esperaba no tener que hacerlo.

Tres tronos se encontraban en el fondo de la interminable sala, sólo dos de ellos ocupados. El rey y la reina. ¿Para quién era el tercero, el nuevo príncipe o princesa? Era algo pronto, ¿no? Apenas estábamos celebrando la coronación.

La nueva monarca lucía radiante, engalanada con un vestido azul y celeste cubierto por decenas y decenas de brillantes joyas; una corona de oro y zafiros sujetaba su brillante cabello rubio. La belleza y armonía de su atuendo, no obstante, se veían eclipsadas por la melancolía que destilaba su rostro. Sí, la oscuridad estaba presente en ella, pero no parecía algo innatural. De hecho, parecía algo bastante... humano.

Qué raro —expresó Yami por lo bajo—. No noto oscuridad en ella. Pero oh, el pobre Henry... A él si que le han hecho algo. ¿Karel lo habrá hechizado? ¿Cómo?

Miré, entonces, al rey. No iba tan adornado como su esposa, pero se notaba a leguas que su traje era digno de un monarca. Fina seda y oro en las costuras. Su rostro también exhibía un tinte de penumbras, diferente al de su mujer. A él parecía poseerlo una profunda apatía e indiferencia, en lugar del lánguido pesar de Cenicienta.

¿Era producto de la magia, como decía Yami? Era difícil saberlo. Tal vez ambos estaban hechizados. O tal vez ninguno. Difícil, sí.

Lo siento, niños, pero tengo que averiguar algo por mi cuenta. Vosotros id a presentaros ante la reina. Tened cuidado y no os separéis mucho hasta que vuelva, ¿vale?

Ve con cuidado, River —sugerí. La Maestra pronto desapareció entre la multitud, dejándonos a Alanna, Ragun y a mí solos. Podíamos hacer lo que quisiéramos...

La joven Anisse no tardó ni unos minutos en decidirse por ir por otro lado. Nos tomó a los dos de los hombros y, con un tinte de premura en su voz, anunció:

Chicos, yo voy a indagar un poco por el salón, a ver si puedo averiguar por qué hay tanta tensión entre los invitados. Trataré de no alejarme mucho por si necesitáis ayuda con Cenicienta.

De acuerdo. Ve con cuidado.

Sentí una oleada de melancolía abalanzarse sobre mí al contemplar su ondulado cabello dorado mecerse de un lado a otro mientras ella se alejaba de nosotros. Por un instante, bajo la luz de las lámparas, para mí, su melena destelló con un brillo familiar; uno que me trajo memorias agridulces a la mente:

Había estado con Nadhia allí, hacía mucho. Años y años. Nuestro primer y único baile juntos.

Cómo habían cambiado las cosas. Yo ya no era un niño. No era siquiera la misma persona. El universo como lo conocía era ahora uno muy diferente. Y Nadhia... Nadhia era sólo una parte de mi vida que se había ido ya. Como muchas, muchas otras.

Miré a Ragun, buscando cualquier expresión en su rostro, intentando ver cómo se sentía de estar al lado mío, después de tantos años. Ya ni siquiera podía recordar la última vez que nos habíamos parado en el mismo sitio. ¿Habíamos peleado juntos, o contra el otro? Sabría dios...

Intentando aligerar la atmósfera, empecé:

Ah —dejé escapar una sutil carcajada—. Ahora que recuerdo, hubo una ocasión... —me llevé una mano a la mejilla y sonreí con añoranza, recordando una antigua misión que había tenido con Fátima, Bavol, Albert y Stelios—. En la que una amiga tuya y otros trabajamos juntos en una nave; y aquella vez ella eligió un nombre falso. Apuesto a que no me creerías —volví a reír, ahora con algo de nervios y vergüenza— si te digo que la expuse gritando su nombre en un momento dado, en medio de todo el barco; menuda idiota —solté otra risa mientras miraba al techo, rememorando aquella vieja misión. Había pasado tanto tiempo ya. De eso y de muchas cosas.

Aquel techo... No era la primera vez que alzaba la vista y lo admiraba en todo su esplendor. Hacía mucho tiempo ya...

No la había visto en un buen rato y estaba preocupada por ella, pero aun así... Fue descuidado y tonto. Pero en retrospectiva, algo divertido. Tal vez ella te lo pueda contar mejor —giré mi cabeza hacia Ragun y sonreí un poco. Pero luego, de golpe, me di cuenta de lo mucho que estábamos poniendo en riesgo. No sólo nuestras vidas, sino las de muchos inocentes, las de mundos enteros. No era una exageración decir que el universo en su totalidad dependía de nuestras acciones aquella noche. Y entonces mis labios se curvaron hacia abajo. La chispa desapareció de mis ojos y, con arrepentimiento y melancolía, terminé:

Todo se ha ido, ¿no...? Personas, lugares, historias... No quedan más que nuestros recuerdos, ¿verdad?

>>Supongo que lo que intento decir es... Ten cuidado, ¿de acuerdo?
—le deseé con sinceridad, añadiendo su pseudónimo al final de la frase.

¿Por qué tuve que correr...?

Pero suficientes distracciones, me dije. Ya habría más momentos para arrepentirnos y reflexionar. El presente era el momento. Podíamos perder tiempo yendo de aquí a allá, indagando con los invitados de la gala... Pero en vista de que no quedaba tanto tiempo para la media noche, lo mejor que podíamos hacer era acercarnos a Cenicienta lo más pronto posible.

Podríamos presentarnos ante los reyes como pareja, si quieres —le sugerí a Ragun, extendiendo mi brazo hacia un lado para que pudiera tomarlo si así lo deseaba—. O separarnos, es decisión tuya. Pero si nos acercamos juntos, tal vez podamos pedirles un baile. Sí, eso atraería la mirada de todos, pero al menos los alejaría de los tronos.

De tal forma que me dirigí hacia los reyes Henry y Cenicienta, tanto si Ragun me acompañaba como si no, manteniendo mi mirada al frente en todo momento. Una parte de mí esperaba ver a Karel aparecer en cualquier instante, o que alguno de los miembros de la guardia mostraran un par de ojos amarillos; la otra, decidía confiar en el perfecto disfraz del Hada Madrina para acercarme con total confianza de que nada podía exponer nuestras identidades.

Cuando fue mi turno, me presenté con una femenina reverencia, como muchas veces había visto a la nobleza en mi antiguo, viejo mundo hacerlo. El movimiento salió a la perfección; incluso cuando jamás me había inclinado de aquella forma como varón, Jessamine ayudó un poco a que el gesto no se viese torpe o mecánico.

Si Ragun venía conmigo, esperé a que saludase a la realeza; pues como era tradición, el hombre debía hacerlo primero. Y una vez llegase mi turno:

Vuestras majestades. Mis más sinceras felicitaciones en vuestra unión eterna —pronuncié, sonriendo de la forma más encantadora que podía—. Es mi deseo que los dioses bendigan, protejan y guíen vuestras vidas y nuestro reino. Rezo para que poseáis existencias repletas de salud, paz, tranquilidad y felicidad. Y que vuestros hijos sean bellos, inteligentes, afectuosos... y muy obedientes —guiñé un ojo en dirección a la reina.

>>Estamos disfrutando enormemente de la fiesta, vuestras majestades. ¿Habéis tenido vuestro baile real ya? Si no, sería un inmenso honor que nos permitierais unirnos a vosotros. Después de la primera pieza, por supuesto.
Última edición por Zee el Vie Oct 27, 2017 6:22 am, editado 1 vez en total
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~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: Mascarada

Notapor Sombra » Mié Oct 18, 2017 3:43 pm

Escuché las respuestas que el Hada Madrina dio a todos los presentes con atención y suspiré algo apenado, no podía decir que la sociedad de las Hadas me pareciese la más justa de todas, cualquiera comete un error.

La Hada entregó a Xefil una piedra, un objeto de invocación por la explicación que dio.

Entonces en marcha, ¿no? —Le dije a Yami.

Y entonces, sentí como mi teléfono vibraba. Un mensaje entrante donde me recibía un archivo de imagen... Y fue entonces cuando al abrirlo que supe lo que iba a pasar. Las líneas de cobertura cayeron en picado tal como indicaba la imagen, no había lugar a error. Verdín tenía que ser el responsable de aquello. No me hizo falta maldecirle, Alanna lo hizo por todos nosotros.

Cogí la máscara de ratón que me entregaron y me la coloqué sin ritual alguno. Poco después nos despedimos del otro grupo, al cual deseé suerte y nos dirigimos al palacio.





* * *


No era la primera vez que veía un mundo afectado por el Caos, pero incluso después de tantos años seguía pareciéndome sobrecogedor. La atmósfera era densa y parecía oprimirnos a cada paso que dábamos, ¿los demás invitados habían tenido que pasar también por este lugar? Era... Extraño, ¿no querían simplemente alejarse? ¿No olían la oscuridad?

Todo estaba sumido en una siniestra calma, el cielo prácticamente ausente de estrellas nos recordaban todos los fracasos que habíamos sufrido a lo largo de todos aquellos años, y si no fuera por el capricho de Xihn de mantener ciertos mundos vivos (sin contar aquellos donde vivían las Princesas del Corazón) probablemente no quedaría ni uno solo. Tal vez pudiésemos mantener Tierra de Partida, pero nuestro mundo siempre había dependido de otros, nunca habíamos sido totalmente autosuficientes. ¿Qué iba a pasar si quedábamos solos? Estábamos destinados a encontrar unos bebés y gracias al Caos, que había deformado el Espacio y el Tiempo habían sido capaces de enviarnos una advertencia del futuro, debíamos protegerlos a toda costa o si no... Si matábamos a Xihn sin tener los bebés aquella advertencia no serviría para nada, se repetiría el ciclo sin fin de muerte.

Teníamos que proteger lo que quedaba del Reino de Oscuridad.

Mientras caminábamos por las ruinas deformadas nos vimos obligados a luchar, por fortuna todos éramos lo suficientemente fuertes como para encargarnos de grupos de sincorazón de baja clase, seguramente podríamos incluso con un par de jefes por nosotros mismos, aunque no era buen momento para pelear contra uno. Tal vez llamásemos la atención demasiado si utilizábamos nuestros poderes sin ton ni son.

Id preparando vuestra tapadera —dijo entonces Yami, que se había llamado a sí misma River—. Se supone que vamos a rendir pleitesía a la nueva reina, así que necesitaremos nombres falsos y una pequeña historia. La clave está en lo que Ragun ha dicho antes, tenemos que convencer a Ceni de que abandone el palacio por voluntad propia, porque como le hagáis daño os vais a enterar. Los castigos de Lyn os parecerán un juego de niños.

El problema es si Karel está con ella, si sabe que vamos a ir es probable que se espere incluso que vayamos disfrazados de otras personas y por tanto, se esperará que queramos llevárnosla a cualquier precio —comenté—. Habría que distraerle mientras nos llevamos a Cenicienta.

Supongo que a mi podéis llamarme Anisse. Hasta que el reloj marque las doce, claro —informó Alanna. No había trabajado nunca con ella, pero era evidente que como Maestro la conocía— Espero no haberte importunado antes por mi pequeño arrebato. Ahora ya sabes que Karel no es santo de mi devoción. Por cierto, para cuando acabemos con toda esta pantomima: me llamo Alanna. Es un placer.

No te preocupes por ello, Alanna —Le contestó Xefil—. A todos nos pasa de vez en cuando. Ah, y me llamo Xefil; el placer es todo mío.

Supongo que utilizaré su nombre entonces... Hasta las doce seré Adler Von Zar —nombré, iba a utilizar el nombre de mi padre. Podría utilizar el de Christopher, mi hermano pero no lo veía apropiado. No quería insultarle con aquel nombre y había sido mi culpa transformarme en él.

De todas formas, nadie lo iba a conocer. Aunque había sido Emperador de un mundo él nunca se había dignado a descender a los mundos para sus festejos, no era ese tipo de rey... Él prefería las guerras y juntarse con el resto del Culto que adoraban a los Dioses Exteriores y que buscaban la dichosa transcendencia y evolución a dioses. Chorradas, aunque reales. De no ser por Fátima, tal vez Azathoth habría muerto y tendríamos un nuevo dios, lo cual sería muy problemático.

Miré a Ragun, quien se había transformado en un caballero alto, de melena plateada, que seguía teniendo bastante similitud con él. Su padre, había dicho. Esperé a que nos dijera su tapadera y, una vez hubo terminado, concluí nuestra reunión al declarar mi propio alibí:

Seré Jeannette de Polignac, entonces —informó Xefil después de mí—. Crecí como hija de un pobre panadero, pero me las arreglé para seducir y desposar a un importante y muy, muy rico artista; así que ahora disfruto de fiestas y bailes y hermosos vestidos cuando yo lo quiero.

¿Una historia? Bien, pues... Soy el hijo mayor y heredero de un mercader muy importante y dueño de una gran flota naval que funciona por todo el continente y que transporta semillas de todo tipo. Voy en su lugar ya que mi padre está muy enfermo y vengo en su nombre.

La había inventado a prisas, así que tal vez sonase rara.

Nos dirigimos a las puertas del castillo, varios guardias custodiaban la entrada portanto máscaras de animales, al igual que nosotros. No entendí que sentido tenía que ellos llevaran máscaras, pero daba igual, no era importante.

Yami, o mejor dicho River mostró la carta con nuestras invitaciones, no tenían nada de especial escrito, así que no indicaba que fuésemos portadores o algo por el estilo, aún así... Todo parecía demasiado fácil, ¿qué interés tenía Karel en que fuésemos ahí? ¿Algún tipo de acto macabro? ¿Una muestra de poder? ¿Intimidación?



Dentro, había un gran número de personas. No tardé en percibir que no solo había nobles y gente de la alta clase, sino también gente pobre, extraño. Hacía poco había ocurrido una guerra civil en el mundo por culpa de todo lo que había estado aconteciendo. ¿Qué estaba planeando Karel juntándolos? ¿Pretendía que estallase una batalla ahí en medio? Aquellos con ropas más humildes se juntaban en pequeños grupos que miraban en todas direcciones, como animales acorralados por una jauría de leones.

Al fondo había tres tronos, de los cuales uno (probablemente de Karel) estaba vacío, mientras que en los otros estaban Cenicienta y Henry, que más que un ser vivo parecía un maniquí con aquella mirada tan... Vacía. Mantenía una expresión complaciente donde relucía una bella sonrisa... Pero nada más. Era extraño.

Qué raro —Se extrañó la Maestra—. No noto oscuridad en ella. Pero oh, el pobre Henry... A él si que le han hecho algo. ¿Karel lo habrá hechizado? ¿Cómo?

Tal vez hipnosis —teoricé—. O quizás ni siquiera sea Henry, podría ser una creación de tinta de Karel —desconocía el alcance de sus poderes con el cuaderno, no sabía si era posible que crease una copia del príncipe... Pero de ser así, ¿dónde estaba el real? ¿Qué le habían hecho? Esperaba que tan solo fuera hipnosis.

Lo siento, niños, pero tengo que averiguar algo por mi cuenta. Vosotros id a presentaros ante la reina. Tened cuidado y no os separéis mucho hasta que vuelva, ¿vale?

Ve con cuidado, River —se despidió la Maestra

Chicos, yo voy a indagar un poco por el salón, a ver si puedo averiguar por qué hay tanta tensión entre los invitados. Trataré de no alejarme mucho por si necesitáis ayuda con Cenicienta.

De acuerdo. Ve con cuidado.

No utilices la Llave Espada salvo que sea estrictamente necesario —Le recordé a Alanna antes de que se marchase.

Seguí con la mirada a la aprendiza y también al resto de invitados cercanos a ella esperando encontrar "algo", lo que fuera con tal de saber si alguien tenía sospechas de nosotros.

Ah —dijo entonces Xefil, o mejor dicho Jeannette—. Ahora que recuerdo, hubo una ocasión... —comenzó a relatar—. En la que una amiga tuya y otros trabajamos juntos en una nave; y aquella vez ella eligió un nombre falso. Apuesto a que no me creerías si te digo que la expuse gritando su nombre en un momento dado, en medio de todo el barco; menuda idiota —El aprendiz soltó una risotada.

No entendí a dónde quería llegar sacando aquel tema, pero no le interrumpí.

Entiendo —murmuré por lo bajo siguiendo su relato más por educación que por interés.

No era siquiera un buen momento para sacar un tema así, teníamos una misión. Era lo único que importaba.

No la había visto en un buen rato y estaba preocupada por ella, pero aun así... Fue descuidado y tonto. Pero en retrospectiva, algo divertido. Tal vez ella te lo pueda contar mejor.

¿Quién era "ella"? ¿Nadhia? Nadhia ya no... Ya no era ella, ahora era otra persona. Su incorpóreo.

Todo se ha ido, ¿no...? Personas, lugares, historias... No quedan más que nuestros recuerdos, ¿verdad?

>>Supongo que lo que intento decir es... Ten cuidado, ¿de acuerdo?


Lo que se ha ido no puede volver, pero es nuestra responsabilidad mantener lo que queda... Incluso a costa de nuestros sacrificios, o no quedará un futuro por el que crear nuevas historias ni gente por la que merezca la pena luchar. —No sabía bien que contestarle, pero tan solo se me ocurrió aquellas palabras.

Podríamos presentarnos ante los reyes como pareja, si quieres —sugirió Xefil teniéndome su brazo para actuar como su pareja de baile—. O separarnos, es decisión tuya. Pero si nos acercamos juntos, tal vez podamos pedirles un baile. Sí, eso atraería la mirada de todos, pero al menos los alejaría de los tronos.

Tenemos que hacer que Cenicienta venga voluntariamente, así que es lo mejor que podemos hacer por el momento. Seguramente "él" no sospeche que vayamos a acercarnos y atraer toda la atención.

Dicho aquello, agarré a Jeannette y nos dirigimos a la pareja que presidía el salón con confianza. Tanto Xefil como yo habíamos sido parte de la nobleza, así que no nos parecía tan intimidante como podría ser para cualquier otra persona acercarse allí, de hecho... Desde mi punto de vista, el reino de Cenicienta y Henry era diminuto en comparación a lo que El Imperio había llegado a ser antes de su total destrucción.

En cuanto llegamos frente a la pareja hice una reverencia y coloqué mi rodilla en el suelo por un instante en señal de respeto, no tardé en levantarme.

Sus majestades... —saludé.

Xefil fue quien inició la conversación, tenía mucho mejor temple para tratar a las personas que yo, desde luego y aunque era un noble, mi posición difería mucho de la suya, por lo que él sabía mucho mejor como tratar a unos gobernantes, yo estaba más acostumbrado a que fuese a mí a quien le hablasen con sumo respeto, yo no había necesitado hablarle así a nadie.

Vuestras majestades. Mis más sinceras felicitaciones en vuestra unión eterna —comenzó a hablar dirigiéndose a ambos—. Es mi deseo que los dioses bendigan, protejan y guíen vuestras vidas y nuestro reino. Rezo para que poseáis existencias repletas de salud, paz, tranquilidad y felicidad. Y que vuestros hijos sean bellos, inteligentes, afectuosos... y muy obedientes.

>>Estamos disfrutando enormemente de la fiesta, vuestras majestades. ¿Habéis tenido vuestro baile real ya? Si no, sería un inmenso honor que nos permitierais unirnos a vosotros. Después de la primera pieza, por supuesto.

Estamos deseando compartir con vos esta magnífica noche, pero disculpe por nuestra falta de modales, todavía no nos hemos presentado —continué—. Ella es Jeannette Di Polignac y yo soy Adler Von Zar, estamos a su entera disposición, altezas.

Sentí la tentación de utilizar mis poderes para ver los corazones de todos los presentes y así ver de primera mano el de Cenicienta, sin embargo temí que aquella barrera pudiese permitir detectar mi magia o algo y... Prefería no arriesgarme y echar todo a perder.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Tanis » Jue Oct 19, 2017 3:13 am

Para escapar utilizaremos portales. Así que, no-Maestros, no nos perdáis de vista ni a Raguncito ni a nosotras. Si por cualquier razón eso no funcionara, escapad como podáis y por donde podáis. Por la fuerza. Pero con cuidado.

Malik se tomó la orden en serio. Sabía que el Instersticio no estaba en condiciones para que lo atravesara con el glider, pero lo prefería a caer preso de Xihn. Si había logrado descubrir lo de Gabriel…

Se mantuvo junto a Iwashi mientras esperaba a marchar hacia la corte de las hadas. Si era sincero, le preocupaba un poco lo que pudiera pasar allí, lejos del resto de sus compañeros y rodeados de criaturas que les podían matar. Sólo por tranquilizarse le envió un mensaje a Fátima, que en esos momentos se encontraba en Tierra de Dragones.

«El mundo de nuestra primera misión juntos… »

Buena suerte y tened cuidado. Te quiero.
Malik.


Nos mantendremos en contacto —dijo Iwashi entonces, haciéndole una seña a Nicoxa y a él para que se pusieran en marcha—. Hada Madrina, ¿nos conducirías hasta la corte? No creo que tenga toda la información que nos hace falta para tratar con tu reina.

Por supuesto. Buena suerte a todos.

Se encaminó finalmente tras Iwashi, rumbo al bosque y la corte de las hadas. Entonces recibió un mensaje y pensando que era de Fátima, Malik miró el teléfono de forma apresurada. Sin embargo lo que se encontró no fue de su agrado:

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Malik gruñó entre dientes.

«Hijo de… »

* * *


Avanzar por el camino del bosque no fue fácil. La retorcida senda, rodeada de árboles corruptos y oscuros, e infestada de sincorazon les retrasó más de lo que debería. Malik no se quejó, y peleó contra todos y cada uno de los enemigos que intentaban atacar al Hada Madrina por la retaguardia. Finalmente, tras arduos combates, consiguieron poco a poco avanzar hacia su destino.

Malik, caminando tras la anciana, consultó la hora del teléfono, ajustada al mundo en el que se encontraba. No tenían mucho tiempo hasta las doce.

Lo poco que sabemos de las hadas es que son, por naturaleza, excéntricas. A la mayoría no les gustan mucho los humanos, pero necesitan relacionarse con ellos, así que unas pocas son elegidas como madrinas para algunos niños.

Órdenes del rey... del antiguo rey. Asegura la paz y la convivencia entre ambas razas.

Exacto. Pero eso no quita que, en su corte, nos tengamos que acoger a sus normas como buenos invitados —apuntó Iwashi.

Bueno, eso es sentido común —añadió Malik, tranquilo y alerta.

No tenéis de qué preocuparos. No realmente. Las hadas —sobre todo la reina Elyon— tenemos cierta sensibilidad ante la magia, en mayor o menor medida. Nos resulta fascinante, y más si la encontramos en humanos. Si mantenéis despierta su curiosidad, lo cual será fácil si les llamáis la atención, superaréis la reunión sin problemas.

¡Conque así consiguió Yami la alianza! A ti se te dará bien también. Malik y yo nos limitaremos a esperar que nuestra magia las sorprenda lo suficiente y te dejaremos hablar.

El caballero se sonrió y miró a Nicoxa cuando Iwashi se dirigió a ella. Hacía mucho tiempo habría sido inútil para una tarea como esa, pero ahora… Era un mago consumado, y bastante bueno, podría engatusar bastante bien a las hadas.

O eso quería creer.

«Fátima estará orgullosa de mí.»

Recordad no comer nada una vez estéis dentro —advirtió el Hada Madrina entonces—. Si lo hacéis, pasaréis a pertenecer a su mundo y podríais no volver jamás. De la misma manera, si están celebrando una fiesta, no os dejéis engatusar para bailar con nadie. Las consecuencias son... dolorosas.

Entendido.

Ser cortés, pero negarse a participar en nada que tuviera que ver con las hadas y sus cosas. Nada de comida, nada de bebida o bailes, nada de ropa.

Poco después llegaron a un claro abierto en el bosque. Malik dio cuenta de que a cada paso que daban en la dirección del claro, los sincorazón dejaban de aparecer, así que supuso que las hadas estaban cerca y su influencia y magia alejaban la oscuridad. No estaba de más saberlo. Cuando entraron al claro, silencioso y meditabundo, Malik vio el lago, con sus aguas resplandecientes bajo la luz de una luna llena. Continuó guardando las espaldas del Hada Madrina hasta que esta se adelantó y acercó hasta la orilla del agua, que tocó con la punta de los dedos.

El silencio se rompió como si una gota de agua hubiera caído en el lago y, de repente, una mujer joven, armada con una espada, apareció en el centro del lago. Apuntó con su arma al Hada Madrina y dijo con voz sin emociones:

No eres bienvenida aquí. No puedo dejarte pasar.

Malik apretó los labios, sin protestar porque enseguida Iwashi tomó la palabra. Si la Madrina no podía entrar entonces…

No se trata de ella, sino de nosotros. Somos Caballeros. Sentimos presentarnos de esta manera, pero se trata de un asunto de máxima urgencia. Solicitamos una audiencia urgente con la reina Elyon.

«Eso es, baja la espada.» El caballero no se tranquilizó, seguía con la alerta tensa encima.

¿Que la solicitáis? Sólo se puede acceder a la corte cuando hay luna llena. Habéis tenido mucha suerte... Caballeros. Pero ella no puede venir.

No es mi intención. Puedes estar tranquila, guardiana. Os estaré esperando aquí fuera, a menos que vuestros compañeros me invoquen. Recordad lo que hemos hablado y todo saldrá bien.

Malik asintió, pensando en que estaría mejor si ella pudiera entrar con ellos a la corte. La Dama Guardiana parecía severa, pero debía de ser una esencia, como las de Fátima, o un hada particularmente fría.

Un momento. Antes de pasar, tenéis que acceder a que bloquee vuestras habilidades.

¿Qué?

¿Qué?

¿Y eso desde cuándo es necesario?

Órdenes de la reina. —«Mierda.»—. Un nuevo protocolo. Se lo podéis preguntar a ella, si queréis, pero sin ese bloqueo no puedo dejaros pasar. Conservaréis vuestras armas, aunque no veo por qué ibais a necesitarlas...

«Pues quítanoslas también, ¿no? O mejor, quítanos las armas y no la magia.» pero más allá de su repentina ira, Malik se dio cuenta de que si eran nuevas órdenes a lo mejor algo había pasado en la corte. ¿Y si alguien había intentando asesinar a la reina con magia? ¿Karel tendría algo que ver con esa nueva orden?

¿Nos permitís un momento para hablarlo? Gracias. —Malik se acercó más a Iwashi y a Nicoxa para debatir—. A ver... Soy la primera a la que no le hace gracia quedarse sin habilidades, pero no parece que tengamos otra opción. Me extraña porque no me consta nada de que a Yami se le pidiera algo parecido. Y hablo de antes de la alianza.

Yo tampoco sé nada de este nuevo protocolo. Puede que sea por Cenicienta y toda la oscuridad que la rodea. Temerán un ataque.

«Quizá… Y si ya lo han teni- No, si lo hubieran tenido no nos dejarían pasar siquiera.»

Es posible...

Malik comprobó la hora casi al mismo tiempo que Iwashi. No tenían mucho tiempo, debían pasar, fuera como fuera.

¡Mataría por tener algo más de tiempo! Chicos, hay que elegir. Yo accederé a que me hechicen o lo que sea, pero si vosotros no queréis lo entenderé. Podéis esperar aquí con el Hada Madrina, o incluso negociar con la guardiana.

La dama del lago siempre ha sido muy estricta —dijo el hada entonces, con cierta tristeza—. No será fácil, pero a vosotros os escuchará antes que a mí.

Malik se lo pensó. Podían pasar sin más, sin magia, y que fuera lo que dios quisiera. Pero no le gustaba la idea, le olía muy mal, le olía a una… trampa. ¿O estaba comportándose como un paranoico? Por otra parte, el Hada Madrina se quedaría sola… Con decisión miró a la maestra y a Nicoxa y ofreció su idea:

Voy a intentar convencer a la Guardiana de que nos deje pasar con magia. Si no lo consigo, bueno… Creo que esperaré con el Hada Madrina, si no le importa —Hizo un gesto de asentimiento hacia la anciana—, por si acaso ocurre algo aquí fuera, o necesitáis refuerzos «frescos».

Nada más explicó lo que iba a hacer, se acercó con pasos tranquilos a la Guardiana, e hizo una leve reverencia con la cabeza. Si hubiera sabido que iba a hacer uso de su poca gracia con la diplomacia entonces habría llevado menos armas encima. Pero lo que estaba hecho…

Dama del Lago —dijo, con deferencia—. Sé que tienes órdenes y que son inviolables. Son tiempos difíciles y toda precaución y protección es poca —Mantenía una postura relajada, tranquila, y su tono de voz era serio, pero respetuoso, paciente, esperando que sus palabras obrasen algún efecto—. Sin embargo quisiera pedirle a tu reina que nos permita pasar con pleno uso de facultades. Ella bien sabe que nuestro enemigo común campa a sus anchas por estas tierras y que necesitaremos de todas nuestras habilidades para combatirlo. Hemos venido para proteger a todos, humanos y hadas. Sin magia no podremos hacerlo —Tragó saliva y pensó en hincar una rodilla en el suelo. Cosa que hizo, con la cabeza gacha—. No, no se lo pido, se lo suplico.

Si funcionaba, y la Dama del Lago consentía dejarles pasar con su magia por obra y gracia de la reina, entonces se levantaría con humildad y daría las gracias, para dejar paso a Iwashi y a Nicoxa, quedándose él igualmente junto al Hada Madrina como protección, a la espera que reunirse con la maestra.

Si sus palabras no surtían efecto, y la Dama del Lago no les dejaba pasar, entonces se levantaría y daría las gracias igualmente, y se quedaría con el Hada Madrina, dejando que Iwashi y Nicoxa entraran con la magia bloqueada.

Si Nicoxa se quedaba con el Hada Madrina, entonces él iría con Iwashi.
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Larga vida a la reina - Ronda #3

Notapor Denna » Dom Oct 22, 2017 11:11 pm

Xefil y Ragun


Había tanta gente en la sala del trono que les costó un poco ubicarse. A medida que se acercaban a los reyes, el espacio se vació y pudieron observar con más calma lo que les rodeaba. Aparte de la entrada principal, por la que habían llegado, había otras dos salidas que conducían al interior del castillo. Ambas estaban situadas detrás de los tronos, una a la derecha y otra a la izquierda. Un solo guardia vigilaba cada una, ataviado también con su máscara de lobo. Las puertas permanecían cerradas, de modo que era imposible saber a simple vista si habría más vigilancia tras ellas.

A mitad de la sala, también a los lados, unos amplios balcones daban paso a los jardines. De nuevo, había dos guardias apostillados en ellos, pero el paso no parecía prohibido. Sin embargo, eran pocas las parejas que se atrevían a salir, y ninguna se alejaba demasiado.

Una enorme lámpara de araña colgaba del techo sobre el centro de la habitación. En caso de necesidad, podían subir hasta dos personas de constitución y peso normales.

Henry fue el primero en reaccionar cuando la pareja se acercó. Cenicienta levantó la cabeza con brusquedad.

¡Ah, sed bienvenidos! ¿Lo estáis pasando bien?

Di Polignac y Von Zar... —repitió la reina, mirándolos con recelo—. Qué nombres tan... dispares. ¿De dónde venís?

Por suerte para ellos, Cenicienta le restó importancia con un gesto. Como si acabara a acordarse de repente, se llevó una mano al abultado vientre y desvió la mirada.

Me temo que no estoy en condiciones de bailar con nadie. Lo siento mucho. Pero sí que me apetecería tomar un poco de aire. ¿Me acompañaríais, Von Zar?

Contestara lo que contestara Ragun, Cenicienta se puso de pie y se dirigió con paso enérgico al balcón que tenía más cerca. Antes de marcharse, se volvió hacia Xefil y miró con cierto desdén su vestido.

Seguro que a Henry no le importa concederos un baile, Jeannette.

¡Ah, sed bienvenidos!

Sin mediar otra palabra, la reina se marchó. Ragun era libre de seguirla aunque, si lo hacía y ocurría cualquier cosa en su ausencia, Alanna y Xefil se arriesgaban a quedarse sin un portal por el que escapar. Por otra parte, fuera del palacio y lejos de los guardias, era posible que pudiese hablar con Cenicienta con total libertad. Puede que convencerla para que se escaparan, incluso.

De vuelta a la sala del trono, Henry se mostró encantado de bailar con Xefil. En cuanto los músicos empezaron una nueva canción, le pidió formalmente el baile.

Tanto si Xefil aceptaba como si no —el rey volvería a sentarse en su trono para seguir charlando—, el Caballero se llevaría una decepción. El hombre estaba ido. Del todo. Si estaba hipnotizado como había dicho Ragun, habían hecho un buen trabajo con él. Mantenía siempre el mismo tono alegre con el que les había saludado y se limitaba a decir frases simples y cortas:

Qué máscara tan bonita.

O bien:

Me encanta esta canción.

Xefil podía intentar sonsacarle algún tipo de información. Henry entendía las preguntas y sabía lo que ocurría a su alrededor, pero era su forma de expresarse lo que complicaría sus respuestas.

Entonces pudo verlo. Asomaba la cabeza sobre el hombro del rey y estaba enganchado a su espalda. Nadie más parecía haber notado su existencia.

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Un pequeño mago. Una criatura de tinta sobre la que Alanna e Iwashi le habían advertido ya.

¿Era eso lo que mantenía hechizado a Henry? Ahí, en mitad del salón de baile y delante de todo el pueblo, era un poco peligroso «ocuparse» de él. Además, ¿y si solamente era un espía de Karel, que mantenía al rey vigilado? Eliminarlo alertaría al general de Xihn, y entonces ya no habría disfraz que valiera ni para él ni para Ragun.

*


Alanna


La niña debía tener unos diez años, como mucho. Se sobresaltó al escuchar a Alanna y se llevó las manos al pecho. Ocultaba algo en ellas.

Ho-hola. El... el baile...Yo no... Sólo estaba...

Tímidamente bajó la mirada y la clavó en el suelo. Había un pequeño agujero en la pared justo delante de ella, y dos ratoncitos las observaban de vuelta. Parecían muy asustados, aunque no se alejaban de la niña ni intentaron huir y... Un momento, ¿iban vestidos?

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Antes de que Alanna pudiera decir nada al respecto, la pequeña se deshizo en ruegos:

¡Por favor, no se lo digas a mi madre! —exclamó (o lo habría hecho, de no estar susurrando)—. No estoy haciendo nada malo, de verdad, sólo les estaba ayudando. L-les estaba... Les quería hacer daño...

Poco a poco, le enseñó el contenido de sus manos.

Alanna lo reconocería, sin duda. Había estado a punto de destruir el Corazón de la Necrópolis de las Llaves Espada hacía apenas dos años: un mago en miniatura. La criaturita intentaba zafarse del agarre de la niña, desesperada.

Ella la miró con los ojos llenos de lágrimas.

Tienes que creerme. Estos ratoncitos viven en el palacio y dicen que tenemos que irnos todos cuanto antes. Que va a ocurrir algo terrible si no —advirtió—. La nueva hada madrina de la reina es... es malvada.

Los dos ratones asintieron con energía, pero no dijeron nada. Poco a poco dejaban de temblar; si Alanna les preguntaba ella misma, era muy probable que le contestaran, a menos que se mostrara recelosa o incrédula con la niña. Y el pequeño mago era otro problema. Era un espía de Karel. Eliminarlo era un riesgo muy grande, pero dejarlo escapar también. ¿Era posible que hubiese reconocido a Alanna? Era una criatura mágica, y la poción podía no extenderse a él.

* * *


Malik y Nicoxa


La Dama del Lago escuchó al Caballero con fría calma, pero algo en sus palabras hizo que ladeara la cabeza, pensativa. Y cuando Malik terminó de hablar, le arrancó una sonrisa seca.

Está bien. Podéis conservar una habilidad. Sólo una. Elegid bien.

Iwashi bufó. ¿Se estaba riendo de ellos?

Vale, de acuerdo. Mejor esto que nada —gruñó, aunque sí que le dirigió una mirada de gratitud a Malik—. En ese caso, guardiana, quisiera conservar mi Portal de Luz.

El hada asintió conforme y le hizo un gesto para que se adelantara. El agua parecía sólida bajo sus pies al acercarse al centro. La Dama del Lago volvió a alzar la espada y tocó a Iwashi en el pecho con la punta. El filo brilló peligrosamente a la luz de la luna.

Nicoxa decidió acompañarla y tuvo que repetir el mismo proceso. Eligiera la habilidad que eligiera, a la mujer le pareció bien. Al igual que la Maestra, pudo acercarse hasta el centro del lago sin siquiera mojarse los pies. En cuanto la espada la tocó, un frío peso se instaló en su corazón, un peso que la acompañaría hasta que el bloqueo desapareciera. Antes de que el hada las sumergiera a las dos bajo el agua, podría comprobar que, efectivamente, podía efectuar la habilidad.

En tierra, el Hada Madrina las miraba preocupada.

Tengo un presentimiento terrible —le confesó a Malik—. Sólo espero estar equivocada.

*


Nicoxa


Ruido. Eso fue lo primero que sintió en cuanto el hada las soltó: muchísimo ruido. Iwashi se apoyó en su hombro, un tanto mareada por el viaje. Había sido como atravesar una niebla helada. Eso, sumado a las estrambóticas luces de colores y el intenso olor a flores y a incienso, bastaba para que la cabeza les diera vueltas.

Perdona —musitó Iwashi—. ¿Te encuentras bien? Vamos allá.

La parte positiva era que, por lo menos, no se perderían de camino al castillo de Elyon.

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La Maestra le indicó que caminaran juntas. Era un tramo largo pero sencillo: la Dama del Lago las había dejado al pie de las escaleras. El único inconveniente eran las múltiples hadas que se les acercaban de vez en cuando entre risitas.

¿Sois humanas?

¡Qué pelo tan bonito tienes!

¡Venid a bailar con nosotras!

Iwashi las ignoraba a todas, y ellas se cansaban pronto si no les prestaban atención. Una de ellas, una chica joven de pelo verde y ojos amarillos, tocó el brazo de Nicoxa e hizo flotar ante ella tres objetos: un cristal verde, una corona de flores blancas y moradas y un colgante azul.

¡Regalos para nuestras invitadas humanas! —exclamó con voz cantarina—. ¡Adelante, adelante, coged uno!

Nicoxa podía limitarse a continuar, como hizo la Maestra, o bien aceptar uno de los regalos. Pero tenía que tener cuidado: las hadas eran engañosas. Quizás uno de ellos contenía una trampa. Iwashi la dejó tomar su decisión sin decir nada.

El resto del camino transcurrió con calma. Al llegar a la plataforma superior, una pareja de hadas las agarraron y las subieron volando al interior del castillo.

Dentro, sentada en un gran trono, se hallaba la reina Elyon.

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Era una mujer muy alta, incluso sentada, y desprendía una poderosa aura mágica que notarían nada más entrar en la sala. Elyon las miró con serenidad y, un poquito más tarde de la cuenta, Iwashi hincó una rodilla en el suelo.

M-majestad, muchas gracias por recibirnos. Nos encontramos en una situación crítica.

Se trata de la reina humana Cenicienta, ¿no es así? —preguntó con suavidad ella—. Estoy al tanto de su situación... mucho mejor de lo que creéis, me temo. Decidme, ¿cómo debo llamaros?

Hizo un gesto para que se levantaran. En cuanto le dieron sus nombres, Elyon asintió y se dirigió a la otra única hada de la sala:

Tráelo, y luego déjanos. —La mujer partió con presteza y la reina hizo una mueca de dolor—. Ah, lamento mostrarme tan misteriosa. Normalmente no es la intención. —Sonrió con dulzura. Todo rastro de sufrimiento ya había desaparecido—. ¡Pero me alegra informaros que tengo prisionero al responsable de las desgracias que han asolado este mundo!

¿Cómo decís?

He supuesto que era competencia vuestra encargaros de él. Esperaba vuestra llegada.

Iwashi cruzó una mirada extrañada con Nicoxa. Pero apenas hubo tiempo para preguntas: el hada regresó con una jaula cuadrada. La depositó en el centro de la sala antes de marcharse. Y dentro estaba...

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Ah, tú —escupió la Maestra con rabia.

Ah, yo —contestó Verdín, igual de contento—. Genial. Me esperaba a la loca. O incluso al ángel. Vaya rollo.

¿Es que esto es un juego para ti?

Elyon, que se había acercado a la jaula, los miraba a los dos fascinada.

Dice que puede fabricar una cura para Cenicienta, y que por eso merece conservar la vida. Supongo que eso ya es decisión vuestra —comentó.

Iwashi maldijo por lo bajo.

Dime, Nicoxa, ¿merece la pena que creamos a ese desgraciado mentiroso o debería atravesarle el corazón con la lanza? —preguntó, con un siniestro tono que dejaba muy claro qué prefería hacer.

Pero se lo había preguntado a ella. Quizás esperaba que le diera una buena razón para no matar a Verdín.

Iwashi empezó a caminar hacia la jaula, apretando la empuñadura de su lanza con fuerza, pero no la utilizaría. Todavía no. Nicoxa podía aprovechar para intentar sacarle algo de información al general de Xihn, o incluso a la reina de las hadas, ya que parecía tan receptiva. En cuanto esta última rodeó la jaula, Nicoxa pudo comprobar que su brazo derecho, que había permanecido oculto hasta entonces, estaba surcado por unas familiares grietas negras que se perdían bajo el vestido.

No las habría olvidado.

Corrupción.

Sólo tendría un segundo para reaccionar.

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Los tres objetos que le ofrece el hada a Nicoxa tienen propiedades mágicas. Sólo uno de ellos tiene consecuencias negativas.


*


Malik


La inquietud del Hada Madrina creció cuando la Dama del Lago volvió a salir a la superficie. Apenas habían transcurrido unos segundos, aunque ya había informado a Malik de que el tiempo en el mundo de las hadas transcurría a una velocidad distinta.

¿Qué ocurre? ¿Por qué has vuelto?

La guardiana no respondió. Permaneció de pie, con la mirada perdida.

Pudieron pensar que no quería dirigirse a ella, pero si Malik intentaba hablarle tampoco obtendría ninguna respuesta.

Sin apartar la mirada del hada, la otra mujer retrocedió hacia el bosque a tientas, pero chocó contra una barrera mágica. Era invisible, pero, tanteándola, parecía una cúpula. Y les acababa de encerrar en el claro.

Ya han llegado al palacio —dijo la guardiana, más para sí misma que para ellos—. Iwashi... y Nicoxa, ¿eh...?

Se arrodilló sobre el agua y sacó de ella la espada.

Ya no regresarán jamás. Y ahora vosotros debéis morir.

La espada brilló con un resplandor verde, y la Dama del Lago soltó un grito desgarrador. Fuera lo que fuera que le ocurría, dolía, dolía muchísimo. De su espalda surgió una suerte de serpiente verde, enorme y retorcida, que escupía Corrupción por su bífida lengua. Si Malik se había enfrentado a Verdín o a alguno de sus experimentos en alguna ocasión, reconocería su firma.

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Más o menos así. La serpiente sería esa especie de nube negra, solo que de color verde oscuro.


Les habían tendido una trampa.

La guardiana enarboló la espada en dirección al Hada Madrina y se arrojó contra ella a toda velocidad. No podía salir del lago, pero la serpiente era tan grande que estuvo cerca de cerrar los dientes sobre su cabeza.

La mujer cayó al suelo temblando, pero mantuvo la suficiente sangre fría como para gritarle a Malik:

¡La espada!

* * *


Fecha límite: jueves 26 de octubre


Rondas restantes para media noche: 2


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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Drazham » Jue Oct 26, 2017 1:21 pm

Alanna no pensó que su intento de cariñosa efusividad fuese a sorprender tanto a la chiquilla. Desde luego, no hasta el punto de que se espantase de esa forma y la mirase con esa carita de carnero degollado. Cielos, si parecía que la pobrecilla la mirase como si hubiese cometido un crimen.

Aunque algo escondía. Literalmente; pues esa forma de llevarse las manos al pecho, protectora con su pequeño secreto que guardaban…

Ho-hola. El... el baile...Yo no... Sólo estaba...

Por no decir que su capacidad para disimular no la estaba ayudando para nada. Alanna torció la boca en el instante que sintió la doliente punzada de culpabilidad. Mira que le encantaban los niños y pasar el tiempo con ellos, pero le sentaba como una patada cuando los incomodaba, por muy buenas intenciones que tuviese. Ya le pasó alguna que otra vez con los mellizos de Fátima y Malik, siendo estos unos bebes y echándose a llorar nada más cogerlos en brazos. Poco le faltó a ella para unirse a la llantina y pedir auxilio a su madre.

Hizo ademán de extender la mano y pedirle disculpas a la pequeña, pero la disuadió algo que vio en la pared. Algo que se movía. De un agujeró a nivel del suelo asomaban dos pequeñas figuras que las contemplaban expectantes. Achicó los ojos al reparar en la presencia de aquel par de ratones marrones, para luego forzarlos más, de incredulidad, tras distinguir colores más chillones en ellos.

Porque iban vestidos.

«Oh, dioses…»

Irónicamente, lo que más la sorprendió fue el hecho de que no le chocase lo que debería. ¡¿Tanta capacidad de asombrarse había perdido en estos años?! Vale, estaban en un mundo donde las hadas existían, por no decir que ella venía de uno en el que también las había, y otras muchas cosas más que Celeste y Nikolai decían que eran de fábula.

Aunque lo de los ratones con ropa era nuevo.

¡Por favor, no se lo digas a mi madre! —le rogó la niña al derrumbarse su encubrimiento. Ay, pobre criatura—. No estoy haciendo nada malo, de verdad, sólo les estaba ayudando.

Alanna compuso una expresión condescendiente y le hizo un gesto a la pequeña para que no se alterase.

No se lo diré a nadie, tranquila —le afirmó con un susurro—. Pero, ¿qué estabais haciendo tú y esos ratoncitos aquí? ¿Querías… ayudarles?

A que se uniesen al baile con el resto de invitados no, eso seguro.

L-les estaba... Les quería hacer daño...

Al final, le acabó revelando lo que ocultaba en sus manos y…

No quiso, pero Alanna no pudo evitar ponerse lívida, incapaz de contener un esbozo de mueca al mover los labios. Aquella alimaña que la niña tenía presa entre sus dedos desató en su cabeza una cadena de recuerdos aciagos que se remontaba hacía dos años, cuando visitó por primera vez el Santuario de la Reminiscencia. Se le ponían los pelos como escarpia cada vez que rememoraba lo poco que faltó para que ella y las demás fracasasen en su misión. De que Karel y una de sus pútridas criaturas miniaturizadas a punto estuvieron de mandar otro mundo más al olvido.

Tienes que creerme. Estos ratoncitos viven en el palacio y dicen que tenemos que irnos todos cuanto antes. Que va a ocurrir algo terrible si no —dijo la pequeña con temor—. La nueva hada madrina de la reina es... es malvada.

Alanna arrugó la frente. ¿La “nueva” hada madrina de Cenicienta?

El hada madrina, por cierto, es Karel.

Ah, claro. Eso. Pensaba que lo de hada madrina sería una mofa por su parte hacia ellos. Ni se imaginaba que el muy imbécil se autoproclamase así en el mundo.

Pero lo que importaba es que ese grandísimo cerdo estaba tramando algo, y a lo grande, si es que las vidas de los invitados también corrían peligro. Un remolino de nervios y apuro se le empezó a formar en el pecho, conteniendo las ganas de llevarse la mano a este; Karel llevaba demasiado tiempo en paradero desconocido.

Pero tuvo que apartarlo por unos momentos de su cabeza al ver a la pobre chiquilla con esos ojos vidriosos, suplicantes. Posó sus manos en los hombros de esta, reconfortantes, y le dedicó una tierna sonrisa.

No te preocupes, cielo. No va a pasaros nada a ti ni a nadie. Te lo prometo. —Ojalá no acabase siendo una promesa vacía. Luego, sus ojos rodaron hasta las manos de la menor—. Pero antes tenemos que poner a salvo a estos pequeños.

Sí, También estaba la criatura de tinta enana. Karel lo habría apostado como espía por si alguien actuaba de forma extraña en el baile. Y si ya no lo habían hecho ellas dos ante su presencia… Suerte de que el disfraz aun le diese una ventaja de partida para parecer una simple invitada que había visto más de la cuenta.

O no. Se suponía que la pócima funcionaba con los seres humanos. Pero, ¿y los seres que eran magia pura?

¡Cuernos, no tenía tiempo para ponerse paranoica! De entre sus pertenencias sacó un poco de cuerda que se trajo y unos protectores oculares, mostrándoselos a la niña con aire infantil. Le pidió entonces que le diese al mago, asegurándose de aferrarlo fuerte y apretar en caso de que intentase cualquier cosa.

«¿Qué demonios es lo que planea tu dueño, pequeña sabandija?»

La máscara ayudo a camuflar la mirada de asco que le dedicó. Le tentaba muchísimo pegar un buen apretón y aplastarlo en el acto, pero eso seguro que alertaría a Karel. Y tampoco podía hacerlo delante de la pequeña. Se limitó a ingeniárselas para atarlo de cuerpo entero con la cuerda y usando los protectores como refuerzo para inmovilizarlo del todo.

¿Cómo te llamas, cielo? —le preguntó a la niña. Asintió y le tendió al mago apresado—. Escucha, necesito que me hagas un favor muy, muy importante, ¿vale? Llévate a este granuja y mételo en un jarrón o en donde sea. Pero asegúrate de que no pueda escapar de ahí para que no haga más daño a nadie. —Amplió su sonrisa y le dio un suave apretón en el hombro—. Confío en ti.

Prefería no tener delante al mago escuchándola para lo siguiente, pero si la joven ponía pegas al respecto, no la forzaría; ya se encargaría ella más tarde de ponerlo a buen recaudo. Después, se acuclilló hacia los dos ratones que decían saber sobre el “hada madrina” —no quería pensar demasiado en ello o le entrarían más ganas de darle un puñetazo a Karel en la cara, que no eran pocas— y carraspeó.

Di-disculpad, ¿puedo hablar con vosotros un momento? —Que rara se sentía hablando con unos… ratones. Daba la sensación de que estaba dentro de un cuento infantil—. Habéis dicho que la nueva hada madrina está metida en algo que pondría en peligro el palacio, ¿no? ¿Sabéis donde se encuentra ahora mismo? ¿O qué pretende? —Una chispita se le encendió en la mente y formó una “o” con la boca—. ¡Oh, es verdad! La antigua hada madrina. He oído rumores de que alguien le quitó su varita. Vosotros por un casual no sabréis si está en el palacio…

Aprovecharía los espacios de silencio para echar miradas fugaces por encima del hombro, para comprobar que tal les estaba yendo a Ragun y a Xefil. O si tenían más espías de los que preocuparse.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Tanis » Jue Oct 26, 2017 3:18 pm

Está bien. Podéis conservar una habilidad. Sólo una. Elegid bien.

Malik no se sintió del todo aliviado con la concesión, pero era mejor que nada. Miró a la maestra y a Nicoxa y les dejó pasó, después de agradecerle a la Dama (y a la reina por extensión) que permitiera a ambas mujeres acceder al castillo de las hadas con al menos una habilidad. No quería pensar en trampas, pero al menos tendrían algo con lo que defenderse de Karel o sus esbirros si se les ocurría aparecer por allí. Aun con todo, el caballero no se sintió tranquilo.

Vale, de acuerdo. Mejor esto que nada —Malik asintió ante el gesto de gratitud de Iwashi y les deseó mentalmente que tuvieran cuidado—. En ese caso, guardiana, quisiera conservar mi Portal de Luz.

Mientras la maestra y Nicoxa realizaban el pequeño ritual para pasar a la cortes de hadas, Malik se retiró un poco de la orilla, para situarse junto al Hada Madrina. La sonrisa seca de la guardiana del lago no le había gustado se sintió aun más tenso por culpa de las posibilidades que tenían en esos momentos. Consultó disimuladamente su reloj, a pesar de que lo había hecho escasos minutos antes, y suspiró. Echaba de menos los tiempos en los que podía decir que la misión era sencilla, desde luego. Pensó en ese futuro alternativo en el que él estaba muerto, caído en una guerra en la que mucha gente había muerto ya por recuperar el equilibrio y la paz.

No podían permitirse perder.

Observó en silencio la entrada de Iwashi y Nicoxa por el lago y la desaparición de la guardiana. Cuando estuvieron todo lo solos que podían estar, Malik se permitió acercarse dos pasos a la orilla. La luz de la luna era brillante y plateada, e iluminaba todo el claro, pero sentía que había algo mal. La regla de la reina, sobre pasar con las habilidades bloqueadas, era una trampa, no podía ser otra cosa. Lo bueno era que si de verdad las cosas se ponían feas, Iwashi y Nicoxa podrían escapar con el Portal de Luz. Lo malo era que él no podría escapar de la misma manera.

Tengo un presentimiento terrible —Malik miró al Hada Madrina—. Sólo espero estar equivocada.

Él asintió, volviendo a clavar la vista en el agua.

Yo también espero equivocarme —murmuró.

«Yo también.»

Entonces la Dama del Lago emergió de las aguas de nuevo y Malik se tensó todavía más, sobre todo al sentir la inquietud del Hada Madrina. La miró de reojo, a sabiendas de que… ella no era útil para el combate ahora mismo. Habían pasado segundos desde que introdujo a sus compañeras en el reino de las hadas. Demasiado poco, demasiado rápido.

¿Qué ocurre? ¿Por qué has vuelto?

Cuando la guardiana no respondió Malik fue terriblemente consciente de la ballesta que llevaba en el brazo y deslizó despacio los dedos de la otra mano para prepararla del todo y poder disparar si lo necesitaba. Al tiempo que el hada Madrina retrocedía, él cubrió su vanguardia. Cuando ella chocó contra la barrera invisible, Malik maldijo entre dientes.

«Lo sabía, joder.»

Se dio cuenta de que era una cúpula que encerraba todo el claro. Fuera lo que fuera a hacer la guardiana, no les dejaría salir sin dejarla inconsciente. Malik inspiró hondo, colocándose en guardia para proteger al Hada Madrina. No tenía portales, no funcionaban los teléfonos, y no podía reunirse con Iwashi y Nicoxa. Tanto si las hadas les habían traicionado, como si era culpa de Karenl estaba solo. Solo contra un enemigo por primera vez en mucho tiempo. Y además con la tarea extra de proteger a un inocente que no podía defenderse solo.

Detrás de mí —ordenó.

Ya han llegado al palacio —dijo la guardiana entonces, ensimismada, ausente. No le dio buena espina—. Iwashi... y Nicoxa, ¿eh...?

Cuando sacó la espada, Malik convocó el escudo colgado en el brazo derecho, para así permitirse poder usar la ballesta. No sabía si la guardiana era capaz de salir del lago, pero si no pensaba atacar a distancia y por supuesto utilizar la magia.

Ya no regresarán jamás. Y ahora vosotros debéis morir.

No le sorprendieron sus palabras. Lo que sí lo hizo fue la enorme serpiente que surgió de la espada, enorme, verde, y que escupía Corrupción por la boca. Nunca se había enfrentado a él ni a sus creaciones, pero había leído sobre ello, se lo habían descrito… Y no tuvo dudas de quién estaba detrás del ataque.

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«Verdín.»

Tendría que haberlo sabido cuando vio los móviles intervenidos.

Malik se apartó instintivamente de la serpiente y chocó contra la barrera mágica. El grito de la guardiana restalló en sus oídos y levantó el escudo para defenderse de la Corrupción que pudiera salpicar. Junto a él el Hada Madrina había caído al suelo, temblando. La serpiente casi le había arrancado la cabeza.

¡La espada!

Malik se fijó en el arma de la guardiana, que había resplandecido de verde para atacar. No necesito más explicaciones. Si le quitaba la espada, Verdín no tendría poder sobre el hada del lago, o al menos dejaría de ser tan peligrosa. Por un instante pensó en la maestra Iwashi y en Nicoxa. Si Verdín había engañado a todos, seguramente dentro las cosas también estarían feas. No podía perder tiempo.

Estaba solo, pero no tenía miedo.

Antes de que la Serpiente pudiera atacarles otra vez, conjuró un Tempo con él y el Hada Madrina dentro del área del conjuro. Con la ventaja del tiempo de su parte conjuró también un Dragón de Tierra sobre el Hada Madrina para que tuviera un escudo y Malik pudiera atacar a la guardiana. No sabía si la corrupción lo desharía enseguida, pero al menos un golpe si podría parar y el Hada Madrina tendría una oportunidad más.

Entonces realizaría el movimiento final.

Conjuraría un Petra sobre la guardiana, esperando que se petrificara entera, espada y Corrupción junto a ella. Si eso pasaba correría hasta la guardiana y rompería la espada con la Llave. Si la Corrupción no se veía afectada, utilizaría los segundos que le quedaban de más para correr hacia la guardiana, pasar de largo de la serpiente y romper la espada del mismo modo, utilizando Impulso para llegar más rápido hasta ella sin que la Corrupción le alcanzase.

Si Petra no funcionaba, utilizaría los segundos de más para mojar los proyectiles de la ballesta con su Veneno Soporífero, apuntar hacia la guardiana y dormirla, si era posible. Si funcionaba y la Corrupción desaparecía, Malik correría hasta la guardiana y le quitaría la espada para llevarla a tierra y dejarla allí, lejos del alcance de la Dama. Si la Corrupción no desaparecía, utilizaría Impulso para llegar a la Guardiana y quitarle la espada.

Si nada de lo anterior funcionaba, correría igualmente hacia la Guardiana, con un Oleaje para embestirla. Dispararía contra ella con la ballesta antes de colocarse cuerpo a cuerpo, contra el brazo de la espada si podía. Con la Llave-Espada utilizaría un Aturdidor sobre la guardiana. Si no se aturdía, utilizaría un Esquirla+ para intentar derribarla al suelo y poder quitarle la espada.


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En todas las opciones

▪ Tempo (HM) [Nivel 25] [Requiere Poder Mágico: 27]. Acelera el tiempo para el usuario en un pequeño radio de unos 5 metros. Lo que para los personajes que se encuentren dentro es un segundo, para el personaje serán cinco. Sin embargo, no se verán afectados los que estén fuera del perímetro.

▪ Dragón de tierra (HM) [Nivel 22] [Requiere Afinidad a Tierra; Poder Mágico 35] [Personalizada] El usuario invoca un dragón de tierra de tres metros de longitud y uno de diámetro que gira y se enrosca alrededor del invocador para servirle de escudo contra ataques físicos y mágicos de igual o inferior nivel. El Dragón de Tierra puede ser destruído por habilidades de nivel superior. Se deshace en dos turnos.


Primera opción

▪ Petra (HM) [Nivel 18] [Afinidad a Tierra; Poder Mágico: 24] Petrifica al objetivo. El estado se cura automáticamente al cabo de un breve periodo de tiempo.

▪ Impulso (HC) [Nivel 5] [Requiere Velocidad 8, Elasticidad 8] Permite realizar una propulsión, tanto aérea como a nivel del suelo, para moverse más rápido por un pequeño trecho de espacio.


Segunda opción

Veneno soporífero a distancia

▪ Impulso (HC) [Nivel 5] [Requiere Velocidad 8, Elasticidad 8] Permite realizar una propulsión, tanto aérea como a nivel del suelo, para moverse más rápido por un pequeño trecho de espacio.


Tercera opción

▪ Oleaje (HC) [Nivel 15] [Requiere Poder Mágico: 15, Elasticidad: 15] El usuario crea una ola de agua que no sólo le permite desplazarse a gran velocidad alrededor de un enemigo, sino que embiste con la misma.

▪ Aturdidor (HC) [Nivel 8] (Fuerza: 12) Aturde a los enemigos cercanos con un solo golpe, impidiéndoles lanzar ataques físicos.

▪ Esquirla+ (HM) [Nivel 16] [Requiere Esquirla; Poder Mágico: 16] Invoca un gran montículo de tierra afilada que se lanza contra el enemigo, con ciertas probabilidades de derribar al objetivo al suelo.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Sito » Vie Oct 27, 2017 12:37 am

Tras unos segundos en los que la Dama del Lago estuvo meditando, finalmente respondió a la propuesta de Malik:

Está bien. Podéis conservar una habilidad. Sólo una. Elegid bien.

Era una media victoria, y ya es más de lo que Nicoxa pensaba que lograrían así que se mostró conforme aunque no cesó su preocupación. Le dio una palmadita en la espalda a su compañero por su logro a modo de agradecimiento y se posicionó al lado de la maestra.

Vale, de acuerdo. Mejor esto que nada —no parecía agradada del todo. Normal, era una situación bastante extraña—. En ese caso, guardiana, quisiera conservar mi Portal de Luz.

Iwashi había escogido una habilidad más defensiva y útil que ofensiva, así que Nicoxa optó por mantener la más potente de su repertorio.

Entonces yo conservaré mi Pincho Molecular, si no es molestia —«y si lo es también, tiquismiquis».

Y así, tras una especie de ritual que siguió la Dama del Lago para bloquear sus habilidades, caminaron hacia el centro del lago —Nicoxa soltó un "qué místico" en cuanto puso un pie en el mismo y no se hundía— y se adentraron en los dominios de las hadas.

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El viaje había sido más movido de lo que Nicoxa esperaba. Entre el ruido y la sensación de frío que habían experimentado se sentía un poco desorientada. Iwashi se apoyó en ella en un momento de necesidad, a lo que ella respondió pasando el brazo por detrás suya para acariciar su hombro y que se relajara.

Perdona —ella negó con la cabeza en respuesta, para que viera que no pasaba nada—. ¿Te encuentras bien? Vamos allá.

Sí, tranquila. El olor y los colores me recuerda un poco a... donde trabajaba hace tiempo. No me costará mucho acostumbrarme.

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Como el camino era tan sencillo no tenían que preocuparse de perderse. Un problema menos. Aunque con toda la cantidad de hadas que les salían al paso tampoco habría sido complicado preguntarles por la ubicación.

De hecho se acercaron muchas a donde se encontraban, muy curiosas todas.

¿Sois humanas?

Sí.

¡Qué pelo tan bonito tienes!

Oins gracias, lo sé —hizo un movimiento circular con su coleta para dejarlas fascinadas.

¡Venid a bailar con nosotras!

Más tarde cariño, ahora mismo tenemos un asunto que atender.

Su maestra las ignoraba, lo que podía entender por su forma de ser, pero a Nicoxa no le suponía ningún esfuerzo contestar a esas criaturas.

Una de las hadas, de hecho, le tocó el brazo a la aprendiza.

¡Regalos para nuestras invitadas humanas! —exclamó risueña—. ¡Adelante, adelante, coged uno!

¡Qué detalle! Muy amable, me quedaré con la corona de flores —respondió amigablemente al hada. Tras cogerla se la puso en la cabeza, ya que pensaba que le iba muy bien con su conjunto.


Al final lograron llegar a la sala del trono, donde se encontraba la reina Eylon.

M-majestad, muchas gracias por recibirnos. Nos encontramos en una situación crítica.

Iwashi hincó la rodilla como muestra de respeto y Nicoxa hizo lo mismo.

Se trata de la reina humana Cenicienta, ¿no es así? —Nicoxa asintió calmada. Parecía más amable de lo que se había esperado—. Estoy al tanto de su situación... mucho mejor de lo que creéis, me temo. Decidme, ¿cómo debo llamaros?

Contestaron a su pregunta y acto seguido Eylon dio una orden a la única otra hada que había en la sala.

Tráelo, y luego déjanos. —La súbdita se dio prisa en acatar su orden, mientras que la reina parecía dolorida—. Ah, lamento mostrarme tan misteriosa. Normalmente no es la intención. —Esbozó una sonrisa para tranquilizar a las chicas—. ¡Pero me alegra informaros que tengo prisionero al responsable de las desgracias que han asolado este mundo!

¿Cómo decís?

He supuesto que era competencia vuestra encargaros de él. Esperaba vuestra llegada.

Nicoxa había encarcado una ceja, confusa. Y al ver la expresión de Iwashi comprobó que se sentía igual. ¿A quién se referiría el hada?

Poco después llegó el hada de antes con una jaula, que dejó en el centro de la sala antes de irse. Apenas vieron quién se encontraba dentro la maestra saltó.

Ah, tú —soltó despectivamente.

Ah, yo —respondió Verdín, que también se encontraba molesto—. Genial. Me esperaba a la loca. O incluso al ángel. Vaya rollo.

¿Es que esto es un juego para ti?

Nicoxa contemplaba la escena en alerta, mientras que la reina de las hadas se acercó hacia ellas.

Dice que puede fabricar una cura para Cenicienta, y que por eso merece conservar la vida. Supongo que eso ya es decisión vuestra —comentó Eylon.

«Vaya...»

Dime, Nicoxa, ¿merece la pena que creamos a ese desgraciado mentiroso o debería atravesarle el corazón con la lanza? —le preguntó la maestra de una forma que no dejaba lugar a la duda que prefería acabar con él.

Nicoxa meditó durante unos instantes.

Vamos a ver qué es lo que nos tiene que decir y luego decidiremos, ¡no nos defraudes pequeñín! —le guiñó un ojo a Verdín y se acercó más a donde estaba—. Seguramente todo lo que ha pasado sea culpa tuya, pero ahora estás aquí, así que podemos hacer una cosa.

»Si es verdad lo que dices, dinos cómo hacer esa poción para que la probemos con la princesa, repetiremos los pasos que digas y se la llevaremos, pero tú te quedarás aquí hasta entonces. Si le pasa algo malo tras tomarla... bueno. Creo que es obvio lo que te pasará a ti también —inclinó la cabeza en dirección a Iwashi, que seguía apuntando con el arma hacia la jaula—, y si la poción funciona y la cura te sacaremos de ahí. ¿De acuerdo?

No dijo qué pasaría tras sacarle de ahí porque prefería dejar esa parte a su maestra, dado el momento. Por ahora tenía que acceder a su petición. Era él el que se encontraba en peores condiciones...

O eso creía. Nicoxa se fijó en el brazo de la reina, en el que rápidamente reconoció la corrupción.

Abrió mucho los ojos y dio un paso atrás para invocar su llave espada.

Oh no... ¡Maestra, mire su brazo! —se giró hacia Verdín— ¿Esto es cosa tuya también?

No atacó al hada ni la apuntó directamente, pero sí que adoptó una pose defensiva para protegerse de un posible ataque. ¿Qué podían hacer? Por el momento Nicoxa optó por intentar calmar al hada, pero si esta las atacaba no tendría otra que defenderse con su única habilidad disponible a no ser que la maestra realizara alguna maniobra de escape.
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v. Ficha de Nicoxa .v
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