Narrador escribió: Arte escribió:Es tan corto el amor, y tan largo el olvido.
Esta frase me ha maravillado. ¿Es tuya o la has sacado de algún sitio?
Bueno, sólo tengo una cosa que señalar, y es que usas los guiones de narración en las conversaciones para narrar cosas distintas. Me parece mejor pasar a otro párrafo...
Y bueno, si quieres, te puedo ir señalando cosas poco a poco, una crítica constructiva. Pero eso sí, tú casi no necesitas nada comparando con otros usuarios, se nota que tienes un tu tiempo de escritora.
Continúalo, necesito más.
Por desgracia no la escribí yo xD: Neruda.
Y bueno, lo de los guiones prefiero hacerlo así, aunque cambien de tema, mientras se trate del mismo personaje.
Y claro, las críticas siempre son bien aceptadas =) es de lo poco que te hace mejorar ^^
Y bueno, como ya hace unos días desde que puse esa especie de introducción, cuelgo el primer capítulo, también cortito =)
Espero que os guste ^^
(PD: y gracias a todos los que me leyeron xD)
-------------------------------------------------------------------------------
Capítulo 1
Recuerdo perfectamente aquella noche de verano.
El cielo estaba despejado y las estrellas intentaban competir con los farolillos que inundaban la carpa. El ambiente estaba cargado. Tierra, polvo y calor; un calor que adhería mi camiseta a la piel y que se me colaba por cada uno de los poros.
A diferencia de a la mayoría a mí me encantaba esa sensación de bochorno, de ardor en el aire y humedad condensada.
La gente bailaba, cantaba, reía, bailaba y se divertía como pocas veces solía hacerlo. Y en el fondo de todo aquel tumulto de carne y hueso: un amplio escenario lleno, al parecer, pero vacío para mí hasta que ella posó sus pies sobre la superficie y comenzó a caminar con decisión.
El viento cesó. Las motas de arena fueron posándose poco a poco sobre el suelo, inmóviles. La multitud ya no cantaba, ni reía, ni bailaba. Y sentí con más fuerza el mundo entero bajo mis pies y todo cuanto me rodeaba. Fui acercándome más rápido por segundos, llevado por un impulso que no era capaz de evitar, sin mirar a nada más que a sus ojos verdes. Esos mismos ojos verdes que, por un instante, creí ver cómo me regalaban una mirada pasajera. Cuando se percató de mi acoso a la distancia, mientras danzaba con ritmo propio, la observación fue mutua: yo, sin poder apartarla por un embrujo que electrizaba cada tramo de mí; ella, tal vez, por el extrañeza del repentino asedio.
-¿Qué haces? ¿Por qué te vas sin avisar? – y el mundo volvió a entrar en funcionamiento. La música volvió a sonar y los gritos de la gente sobresalían por todos lados. Era Cristián, un amigo con el que había venido a las ferias.
-Lo siento. No me he dado cuenta. ¿Has visto esa chica? –pregunté sin tiempo a que asumiera mi disculpa -. Es preciosa, ¿verdad? – él miró en la dirección que señalé con la cabeza.
-Vaya, sí. Es guapa. ¿Quién es? –suspiré.
-Aún no lo sé. Pero voy a saberlo ahora mismo – y decidí dirigirme hacia los improvisados camerinos donde los artistas (al menos lo eran por esa noche) se cambiaban y arreglaban para pasar de la fiesta al escenario y viceversa -. Dame un cigarrillo – Cristián me lo dio sin rechistar, riéndose tal vez por lo bajo, alzando la vista mientras me marchaba para intentar contemplar mi humillación premeditada.
Encendí el cigarro, intentando no darle muchas caladas. En realidad lo odiaba, pero daba aires de tipo duro y, al parecer, eso a las chicas le gustaba.
La encontré a lo lejos sin demasiados problemas, y fui hasta ella sin pensarlo, i
ntuyendo mi piel, desde la distancia, un amor que se acercaba. Caminaba, y la detuve sujetando una de sus manos. Se dio la vuelta tras un pequeño susto.
Me sorprendió, porque me miró de esa manera que uno no espera. Me miró como si hubiera esperado verme, como si supiera que iría a buscarla. Pero me sorprendieron aún más sus confianzas y mi aparente suerte.
Se acercó hasta ahogar el aire entre ambos, expulsando sensualidad a borbotones. Puso una mano en mi cuello y otra en mi entrepierna.
Se me cayó el cigarrillo.
- Todo el mundo tiene un precio. Dame el que yo valgo y seré tuya por una noche – por unas milésimas de segundo experimenté una batalla campal en mi fuero interno, entre mi mente y mi instinto. Lo segundo no tardó en ganar a lo primero, contestando a su ofrecimiento con un beso duradero y apasionado.
A partir de ese momento todo lo recuerdo como si fuera un sueño que jamás existió y que, sin embargo, sabes que está ahí. Cristián me importó bien poco. Mi cerebro sólo se centró en ella, en la noche. Pero sólo duró eso: una noche.
Cuando por la mañana quise acercarme, ella, reacia, me evitó. Yo, insistente, no iba a perder la oportunidad de verla de nuevo. Pero por lo visto su actuación sólo había sido por un día, y al siguiente no iba a volver.
-Entonces, ¿dónde puedo encontrarte? –comencé a ponerme nervioso cuando terminó de recoger sus cosas y estaba dispuesta a marcharse por la puerta. No respondió -.Espera. Dímelo, por favor – y se volvió con media sonrisa pintada en su boca.
-Pregunta por Madame Lorraine.
-Pero, ¿a quién pregunto por ella? –no contestó. Cuando quise darme cuenta, ya se había marchado.
Aún así no importaba. Si existía una forma de volver a verla, yo la hallaría. Porque ya había probado su droga, y me hubo convertido en adicto. Porque, a partir de entonces comenzó mi obsesión por su rostro, por su pelo, por sus ojos.
Por ella.