por Axelpower » Vie May 21, 2010 9:30 pm
004 abrió los ojos lentamente, aún aturdido y confundido. Notaba que la cabeza le dolía, sobretodo la parte posterior. ¿Qué había pasado? Vagos recuerdos paseaban por su mente, pero no lograba encadenarlos atacado por el fuerte dolor que le invadía. Debía hacer un esfuerzo, intentar atar todas las partes hasta poder formar un "todo". Recordaba una llamada… Una misteriosa voz de mujer que requería verle… Y que le llevó hasta… ¿A dónde le llevó? Las imágenes seguían rondando, hasta que una en particular reactivó su recuerdo: el Coliseo. Había ido hasta Roma.
Roma… Italia… Sí, había ido hasta allí, y se había quedado en un hotel. Pero ahora no estaba allí… ¿Qué lugar era aquel? Una pequeña sala que no superaría los tres metros cuadrados de superficie. Las grises paredes daban un lúgubre sentimiento a la habitación, adornada tan sólo con una mesa cuyo oscuro color metálico reforzaba el triste sentir, y con tres sillas cuyo color conjuntaba con ella, dos situadas a un lado y una última enfrente de estas, y sobre la cual 004 se encontraba atado aún sin saber por qué. La única fuente de luz era una pequeña lámpara que, pendida por un hilo, colgaba del techo, y que parecía lo suficientemente débil como para caerse en cualquier momento al sufrir el más mínimo golpe de viento. De todos modos, eso parecía imposible; no había ni una sola ventana en toda la sala, que tenía como único medio de salida una puerta que se encontraba en una esquina de la pared que 004 tenía enfrente, y a cuyo lado derecho se alzaba un enorme espejo que ocupaba todo el ancho del muro y, como mínimo, la mitad de su alto.
Las imágenes encajaban cada vez mejor… Por fin consiguió recordar cómo llegó hasta allí: un grupo de extraños le atacó, dejándolo inconsciente. Eran… ¿Dos chicos y una chica? No, al revés… Había dos chicas, y únicamente un chico. Sí, el camarero. Se coló en su habitación intentando darle algo, pero no lograba recordar el qué. ¿Sería algo importante? Bueno, ahora mismo no. Lo único que importaba ahora era recordar. Recordar por qué aquellas dos chicas le habían atacado, y por qué lo habían llevado allí, a una sala de interrogatorios. 004 observó fijamente el espejo. ¿Cómo no se le habría ocurrido antes? Una habitación así, con un cristal tan grande… Sabía que no era uno corriente, y que llevaban tiempo observándole.
-¿Por qué no entráis de una vez y os dejáis de jueguecitos? –dijo fuertemente sin separar su vista de éste.
Tras unos instantes de silencio, la puerta se abrió y dos hombres entraron por ella. Iban vestidos con dos elegantes trajes negros, dignos del más importante político, bajo los cuales asomaban unas idénticas camisas blancas sobre las cuales resaltaban coloridas corbatas rojas como la más espesa sangre. Cubrían sus ojos con sendos pares de gafas de sol, en cuyo costado se podía apreciar grabada una gran "G" de color dorado. Observaron a su recluso unos instantes desde la puerta mientras susurraban entre ellos, hasta que finalmente se decidieron a entrar y sentarse en las sillas que aguardaban vacías frente a 004. Ahora que se encontraban bajo el pequeño haz de luz que la lámpara desprendía, este pudo observar que, a pesar de vestir de la misma forma, aquellos dos hombres tenían un aspecto físico bastante distinto el uno del otro: el que se sentó en la silla de la derecha tenía el pelo rubio, y un cuerpo muy corpulento (que aun así no podía igualar al de 004) y de mediana estatura. Por otra parte, el de la izquierda no tenía una complexión tan atlética, pero una descomunal altura que superaría sin problemas los dos metros le hacía parecer tan intimidante como su compañero. Además, una enorme y profunda cicatriz que cruzaba de arriba abajo el lado derecho de su cara le daba un aspecto que al del más peligroso mafioso nada tenía que envidiar.
-Bueno, bueno… Así que tú eres 004, ¿no? –dijo el interrogador de la derecha.- Nuestros cazadores deben haber hecho un duro trabajo para capturarte. No pareces presa fácil…
-Pues no, no lo soy. Y si fueras tan amable de soltarme podría demostrártelo. –le respondió esbozando en su rostro una sonrisa de picardía.
-Buen intento, pero supongo que sabrás que si fuéramos a caer tan fácilmente no estaríamos aquí contigo.
-Pues sí, lo sabía. Pero no perdía nada por probar.
-Oh, ¿ahora te haces el graciosillo? –dijo el más alto de los dos, con una ronca voz que lograba intimidar incluso más de lo que lo hacía su físico y en la que se apreciaba un cierto acento alemán.- Aquí no hemos venido a perder el tiempo. Simplemente queremos que nos digas, por tu propio bien, qué hacías en Roma y a quién buscabas.
004 soltó una leve risita, como si el tema de la conversación no fuera con él.
-¿Se puede saber de que te ríes ahora? –siguió el interrogador al mismo tiempo que, furioso, golpeaba fuertemente su puño contra la mesa.
A pesar de que se encontraba atado y a merced de dos corpulentos desconocidos que, en las condiciones en que se encontraban, podían destrozarle sin apenas sudar, el prisionero no perdió su sentido del humor.
-Parece ser que las películas y las novelas tienen razón. Siempre hay un poli bueno –murmuró mientras observaba al interrogador de la derecha.- y otro malo –dijo cambiando su mirada hacia el de la izquierda.
El de la derecha se levantó de un saltó y, tras dirigirse velozmente hacia donde él se encontraba, lo levantó sin esfuerzo por el cuello de la camisa, llevándose por detrás la silla y golpeándole contra la mesa.
-Así que te gustan las películas, ¿no? –dijo con un leve tono de voz y una sonrisa intimidante en el rostro.- Pues que sepas que si no colaboras te podrás presentar a actor. Seguro que en Hollywood agradecerían mucho que donásemos un cadáver real para que dejaran de utilizar maniquíes y maquillaje.
-Vaya, ahora sois los dos polis malos. –respondió desafiante sin borrar la sonrisa que reinaba en su rostro.
El interrogador ya alzaba su puño en dirección hacia él cuando una voz que sonó por un altavoz situado sobre el cristal de la pared lo interrumpió, haciendo que se frenara en seco.
-Puedes estar tranquilo, soñador. –dijo con amable y suave tono.- Aunque ahora hagan los dos de polis malos, acabarán siendo los dos buenos.
El interrogador rubio se acercó hacia el cristal hasta colocarse frente a su mismo centro. Una vez allí, echó su puño hacia atrás y lo golpeó con tremenda fuerza, logrando que éste temblara enormemente. Entonces gritó iracundo, sin despegar la vista del reflejo que el espejo producía:
-¡¡CAZADOR SNEIJDER!! ¡¡DÉJESE DE TONTERÍAS Y ALÉJESE DE ESTA SALA!! ¡Espere en el área de descanso junto a sus compañeros!
*********
Un joven de pelo oscuro observaba a través del cristal todo lo que sucedía durante el interrogatorio. Su flequillo, algo alborotado, se dejaba caer por su frente de piel clara, bajo la cual dos ojos color marrón relucían pletóricos. Frente a él, al otro lado del vidrio, un gigantesco hombre rubio con gafas de sol apoyaba su puño contra el cristal, que aún temblaba debido al fuerte impacto. El joven pulsó un botón del panel de mandos que había frente a él y dijo, con tranquilizadora voz:
-Está bien, está bien. Pero no os lo toméis tan mal, sabéis que digo la verdad
El hombre rubio golpeó de nuevo el cristal, aunque con menos fuerza que antes. El chico, ignorando el golpe, dio media vuelta y se dirigió hacia el ascensor que había unos metros frente a él. Pulsó el botón de llamada y esperó unos instantes hasta que por fin las puertas se abrieron. El joven subió y, tras echar un rápido vistazo a los pisos que había disponibles, pulsó el botón que tenía grabada una "D" en su superficie. Las puertas se cerraron al mismo tiempo que se encendía el hilo musical del ascensor. Nada más empezar la canción esbozó una sonrisa, reconociendo en esas notas el solo de guitarra inicial de Gates en Almost Easy. Cuando la voz de Shadows empezó a sonar, el joven empezó a cantar a la par que el californiano, mientras esperaba sin mucha impaciencia que el ascensor llegara a su destino.
Tras un corto viaje, las puertas del ascensor se abrieron mostrando ante el joven un espectacular paisaje: una sala al aire libre, en medio de una naturaleza de la que muchas personas disfrutaban. Mientras unos cuantos se relajaban tomando el sol sobre la fresca hierba, otros disfrutaban de una entretenida charla en una de las múltiples cafeterías de las que aquel paraíso gozaba. El chico recorrió incansablemente con la mirada su alrededor buscando a alguien en particular, pero tras una búsqueda sin resultados y una mueca de desaprobación se dispuso a dar una vuelta por aquel maravilloso paraje. Tras reprender su marcha se acercó a la más cercana cafetería dispuesto a tomar algo para reponer energías.
***********
-¡Camarero! –gritó el joven, apoyado sobre la barra.
-¿No se supone que eras tú quien hacía de camarero, pedazo de vago? –exclamó una exaltada voz femenina a su espalda antes de soltar una inocente risita. El chico se giró, buscando la fuente de aquella acusación. Frente a él encontró a una chica rubia, vestida con un negro atuendo y que cubría sus ojos con un par de gafas de sol, y a una joven morena a su lado. Su negro pelo ondulado le caía hasta la mitad de la espalda, mientras en sus ojos verdes una expresión de seriedad contrastaba con el precioso tatuaje con una estilizada "d" que realzaba el lado derecho de su cuello. Con ellas dos se encontraban otros dos jóvenes de similar aspecto: pelo castaño (aunque uno corto y el otro caído por el hombro) y una expresión relajada que confundía en conjunto con las batas blancas que vestían. Nada más verlos sonrió ampliamente, y se dirigió a ellos con paso firme dispuesto a saludarlos.
-¡Ya era hora de que aparecierais! –dijo el chico. Tras ello se giró hacia la chica rubia y, tras darle dos besos en señal de saludo, le susurró al oído, antes de mordisqueárselo lentamente:- Por cierto, Romanhi, yo también te quiero.- La chica lo miró por encima de las gafas unos instantes con atónita expresión, tras los cuales soltó una leve risita. El chico rió pícaramente y siguió con su conversación.- Bueno, sigamos. ¡Llevo un buen rato buscándoos! ¿Dónde os habíais metido?
-¿Que dónde nos habíamos metido nosotros? –respondió poniendo un especial énfasis a esa última palabra la chica de pelo oscuro.- La pregunta es que dónde te habías metido tú. Se supone que teníamos que venir aquí a informar de la misión nada más acabar de ducharnos y cambiarnos.
-No te pongas así, Athena. Me entretuve un rato con el prisionero al que capturamos. Mikael y Massimo estaban interrogándolo, así que me asomé al cristal a ver qué hacían con él.
-Eso, Athena, déjalo. –exclamó la chica rubia.- El pobre Marco sólo quería aprovechar el día.
-No, Romanhi, "déjalo" no. –dijo enfurecida.- Me da la impresión de que aquí la única que se toma las cosas en serio soy yo. Thunder exigió que le informáramos justo al acabar la misión, y aún conseguisteis que os dejara algo de tiempo para arreglaros. –comentó antes de lanzar una asesina mirada al chico de pelo oscuro.
-Porque no puedes resistirte a mis encantos. –dijo este mientras, con una sensual mirada, la cogía de la cintura y acercaba su cara lentamente a la suya, hasta que cuando se encontraba lo suficientemente cerca le besó suavemente el lado derecho del cuello.
-Marco, déjalo ya. –murmuró, aunque sin hacer nada por quitárselo de encima. El chico siguió un poco más antes de soltarla y, tras acariciarle la mano izquierda, en la que llevaba un guantelete, se giró hacia los dos tipos que vestían batas blancas.
-Por cierto, ¿quiénes sois vosotros?
-Oh, sentimos no habernos presentado. –dijo el que tenía el pelo más corto de los dos, con un puro acento italiano.- Mi nombre es Fabio Baressi, y mi compañero es Luca Buffon. Estamos destinados en esta base, y ayudábamos a Romanhi y Athena a buscarte.
-Vaya, muchas gracias. Mi nombre es Marco Sneijder. Encantado de conoceros. –murmuró mientras les tendía la mano.
-Bueno, nosotros ahora nos tenemos que ir. –dijo Luca tras estrechar la mano de Marco.- Deberíamos estar trabajando. ¡Adiós!
Marco siguió con la mirada a los dos científicos, que se alejaban charlando hacia el ascensor. Cuando se encontraron a una distancia prudente, se giró hacia Athena, que también se encontraba mirando perdida en la misma dirección, y le comentó con serio semblante:
-Deberíamos llamar ya a Thunder. O nos recordará el porqué de ese apodo.
Athena asintió con la cabeza y, con un veloz movimiento de mano, sacó rápidamente su teléfono móvil y pulsó las teclas con velocidad. Tras unos instantes con el auricular en su oído, dejó el aparato sobre la mesa y pulsó uno de los botones, activando el manos libres y permitiendo a Romanhi y Marco participar en la conversación.
"Beeeeeeeep", exclamaba el teléfono, que esperaba a que alguien contestara la llamada.
"Beeeeeeeep", repetía ansioso intentando captar la atención del compañero al que se dirigía.
De repente el pitido cesó, dando paso a una grave y fuerte voz cuya mera existencia infundía un inconmensurable respeto.
-¿Athena? –preguntó nada más descolgar el auricular.
-Estoy aquí, señor. –respondió la chica.- Le llamábamos para informarle de los resultados de la misión.
Un incómodo silencio se produjo al otro lado del auricular. Tras el repentino apagar de la voz de Thunder, incluso el vuelo de la más ligera mosca creaba un tenso miedo entre los tres jóvenes, que se auguraban un oscuro futuro y un sonoro presente.
-¿Señor? –insistió Athena, con temblorosa voz repleta de pánico y terror.
-¿Y… -respondió con un tono apenas audible la grave voz de Thunder.- si habéis acabado la misión hace tanto tiempo, por qué habéis esperado hasta ahora para llamarme?
Athena tragó saliva, dudosa ante la pregunta. Tenía que elegir entre la verdad, que les llevaría directos a una sesión de potentes y ensordecedores gritos, o la mentira, que acabaría dándoles el mismo resultado, aunque proporcionándoles más tiempo para pensar una excusa. De repente levantó la cabeza y se giró hacia Marco, buscando que fuera suya la respuesta que el jefe tuviera que escuchar. Su compañero la observó con una ceja arqueada, y tras una silenciosa y pícara carcajada, movió de un lado a otro su cabeza, negando sutilmente la propuesta. La chica buscó entonces otra salida que la pudiera salvar: giró su mirada completamente, esperando que Franco y Luca les salvaran. Pero al encontrar frente a ella a Romanhi, con una viciosa expresión que denotaba más ganas de diversión que otra cosa, recordó que los dos científicos volvieron al trabajo instantes antes de que realizaran la llamada. Entonces se giró velozmente hacia el teléfono, más asustada, si cabe, que antes. Pero, cuando intentó articular una palabra, fuera cual fuera su significado, una mano femenina le tapó la boca, mientras notaba otra apretándole fuertemente un pecho.
-¡Estábamos de fiesta, jefe! –exclamó Romanhi extasiada, mientras Athena intentaba zafarse inútilmente de las dos manos que la aprisionaban.- ¡Después de cumplir una misión tan difícil como esa no nos va a negar que lo merecíamos!
Se provocó un nuevo silencio al otro lado del auricular. Athena seguía intentando librarse de su aprisionamiento, al mismo tiempo que pensaba qué iba a decir cuando Thunder reaccionara y decidiera explicarles el modo correcto de oír las cosas. Pero antes de que pudiera conseguirlo, Romanhi abrió la boca de nuevo, hundiéndoles aún más en un lío del que les costaría salir.
-¡Venga, no te enfades, que seguro que tú harías lo mismo si pudieras!
El silencio se vio roto por un ensordecedor estruendo, que parecía provocado por un multitudinario accidente de tráfico. Al oírlo, Romanhi rebajó la presión que sujetaba a su compañera, que había quedado poseída por el terror.
-¿Verdad que eso ha sido…? –preguntó Athena con suave voz, olvidándose de todo lo que había a su alrededor.
-Sí –le respondió su rubia amiga, con una morbosa sonrisa en el rostro y un jocoso tono en su voz.- El golpe que siempre da antes de ponerse a gritar. –Al acabar la frase, levantó una de sus manos hasta colocarla al lado de su cabeza y, tras alzar tres dedos, empezó la cuenta atrás. –Y tres, dos, uno…
-¡¿¡CÓMO DEMONIOS SE OS OCURRE IROS DE FIESTA TRAS LA MISIÓN!?! –Empezó a gritar, tan puntual como un reloj.- ¡¡CONOCÉIS DEMASIADO BIEN LAS NORMAS!! ¡¡DEBÉIS INFORMAR NADA MÁS ACABAR, ATAJO DE IDIOTAS!!
-Yo les avisé, capitán, pero no me quisieron hacer caso. –se excusaba Athena con responsabilidad.- Les dije que…
-¡¡NO ME VALEN EXCUSAS!! ¡¡CONOCÉIS LAS NORMAS DEMASIADO BIEN!! ¡¡Y ENCIMA VÁIS CON CACHONDEO Y GILIPOLLECES!! ¿¡ACASO NO TENÉIS MÁS DECENCIA!?
-La única que no se lo tomo en serio era Romanhi, señor. Marco puede demostrarle que yo sí estuve responsable en todo momento. ¿Verdad?
Athena se giró hacia su izquierda, donde minutos atrás se encontraba Marco. Pero ahora no había ni el más mínimo rastro de su presencia. La morena joven observó inquieta a su alrededor, esperando encontrar una pista que le revelara el paradero de su compañero. Pero nada parecía indicar siquiera que Marco había pasado por allí.
-¿Dónde demonios se habrá metido…? –se preguntó en voz baja, haciendo caso omiso a los gritos que Thunder seguía soltando
***********
Marco apoyaba su mano derecha contra el cristal, mientras observaba detenidamente el panel de mandos que había frente a él. Tras colocarse los auriculares, pulsó un botón y se dispuso a escuchar una vez más la conversación que tenía lugar dentro de la sala de interrogatorios.
-…rqué te despidió? –preguntó el interrogador alto. Se encontraba sentado en la misma silla en la que había empezado el interrogatorio, con los codos apoyados sobre la mesa y las manos cruzadas frente a su rostro.
-Lord no me despidió. –respondió 004 tajante. Aún reposaba sobre el mismo asiento que la anterior vez, aunque ahora parecía que ya no había cuerdas oprimiéndole.- Fui yo quien decidió abandonar mi trabajo de guardaespaldas tras la gran explosión.
El otro interrogador, que se encontraba de pie junto a su silla, arqueó una ceja sin levantar la vista de él.
-¿A qué gran explosión te refieres, Death? –preguntó.
-A la Explosión Blanca, por supuesto. ¿Podría referirme a alguna otra? –preguntó éste retóricamente.
Los dos interrogadores intercambiaron miradas unos segundos. Justo al instante, el más corpulento de los dos se giró hacia 004, mientras el otro hacia ademán de levantarse de su silla.
-Está bien, Death. Ya hemos acabado con esto. Al menos por hoy. Ahora puedes irte.
Los dos interrogadores se fueron directos hacia la puerta. Tras salir, se quedaron mirando a Marco, que seguía observando a 004 a través del cristal aún sin quitarse los auriculares.
-Puedes entrar a hablar con él –le dijo el interrogador que tenía acento alemán.- Es todo tuyo.
-Gracias, Mikael. –respondió Marco, mientras se dirigía hacia la puerta. Al entrar fijó su mirada en 004 que frotaba la parte de las muñecas en las que horas antes las cuerdas apretaban su cuerpo contra la silla. Entonces se levantó, y tras hacer ademán de abandonar la sala, observó al joven moreno con incredulidad. Tras unos instantes con la vista fija en él, esbozó una leve sonrisa y murmuró:
-Vaya, vaya… Tú eres el camarero.
Marco soltó una débil e irónica carcajada antes de continuar con la conversación.
-En efecto. Parece ser que el golpe no te ha dejado ninguna secuela. –Marco se acercó a 0004 y le dijo, mientras le tendía la mano.- Mi nombre es Marco Sneijder. Y, por lo que he oído decir a Mikael y a Massimo, tú eres Death, ¿no?
004 se le quedó unos instantes mirando con incredulidad, hasta que por fin le devolvió el apretón.
-No es mi auténtico nombre. Es simplemente un pseudónimo que uso para mi trabajo.
-Vaya, ya veo. Bueno, ¿qué te han parecido mis dos compañeros?
-Lo único que puedo hacer es darte la razón. Los dos han acabado haciendo de polis buenos.
-Lo sabía. –comentó Marco tras una carcajada.- Si es que en el fondo son dos trozos de pan. Por otra parte… ¿Te han explicado algo de este sitio, o de la organización?
-La verdad es que no. Soy el único que ha respondido a alguna pregunta durante todo el interrogatorio.
-En ese caso, voy a tener que encargarme yo de ello. –continuó Marco, mientras se sentaba sobre la mesa y apoyaba sus pies en una de las sillas.- Verás, ahora mismo te encuentras en la principal sede de Guardianes en Roma. En este edificio tienen lugar tanto investigaciones como centros de control sobre todo aquello que nos incumbe y que pasa en los alrededores.
-¿Guardianes? –preguntó Death.
-Sí. Somos una organización dedicada a hacer, al mismo tiempo, de investigadores y guardaespaldas. Nuestro objetivo principal es el desarrollo de nuevas armas y la obtención de nuevas medicinas y curas para diversas enfermedades. Aunque bueno, supongo que ya sabrás esto. Según he oído, trabajaste para el mismísimo Lord, ¿no?
-Tenía una mínima idea. Pero lo que realmente me gustaría saber es por qué estás contándome toda esta información a mí.
-Verás… -dijo Marco.- La verdad es que necesitamos tu ayuda para un trabajito. Después simplemente, podrás irte y seguir con tu vida.
-¿Un trabajito? –Death se quedó un rato mirando hacia arriba, en pensativa pose. Después observó sus brazos, y tras apretar un poco sus definidos músculos volvió a mirar a Marco y respondió:- Sinceramente, no me vendría nada mal. Necesito recuperar mi forma.
Marco río en voz baja, dibujando en su rostro una feliz expresión.
-¿Sabes qué pienso? Que, sinceramente, serías un Guardián estupendo. –comentó, antes de tenderle su mano una vez más.
+ Personaje Marco Sneijder
+ Personaje Angélica Romanhi
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