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De un derrotero

NotaPublicado: Dom Ago 12, 2012 4:58 pm
por Deja
'De un derrotero' es una novela romántica creada totalmente, o parcialmente, por fantasía mutua con otra persona.
Prólogo:

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—Capullo —soltó una voz desconocida—, despierta ¡ya!

El grito me despertó bruscamente e hizo que diera un cabezazo contra la pared. Estaba sentado, con la espalda apoyada contra la pared, observando el suelo marchito bajo mis pies. En vez de girarme hacia el hombre, como él mismo esperaba, observé desde mi posición el sol a través del ventanuco. Aquel era mi Dios, mi omnipresente Dios.
Intenté buscar referencias por el resto de la sala. Era muy pequeña, calcularía que diez pasos de largo y ocho de ancho, o menos, incluso. Me encontré muy confuso los primeros momentos, como si estuviera en un estado amnésico durante unas horas. Y así era, no recordaba absolutamente nada. Abrí la boca para responder pero ni la voz salió de ella, ni el hombre estaba allí ya. Moví la mano como gesto de indiferencia y analicé el habitáculo.

Poca cosa, el suelo estaba en un estado pésimo, casi podría equipararlo a mis cultivos tras ver a todos aquellos jinetes cruzando sin desmedida por encima. En una esquina, la superior derecha, justo a mi lado, había una pila de paja esparcida y en un desorden particularmente ordenado, similar a la que escondía en mi pequeña caseta para utilizarla como cama.

Pero nada... ¿cómo había llegado a aquel lugar desierto? ¿Quién era aquel señor? Podría ser que aquel hombretón con malas pulgas me llevara a rastras. Pero qué tontería.

Me encontré tan hambriento que podría matar un corzo de aquellos tan bien alimentados que cuidábamos en la aldea como si fueran de nuestra propia familia. Tragué la poca saliva que me quedaba antes de secar la garganta, estaba sediento, juraría que en aquel momento no me quejaría si me hubieran mandado ir a por el agua a la fuente como todos los días.

Miré alrededor, las paredes estaban pintadas con símbolos extraños. Muchos se me escapaban, pero pude distinguir un ave, el ave de la libertad en concreto, y, ¿una espada? El resto eran formas sinsentido, como aquellas que formaban las estrellas todas las noches desde el monte Martre.

El hambre y la sed me iban a matar. Concluí, por mis propios medios, que lo mejor sería dormir hasta la siguiente salida de Dios, así podría sobrevivir más tiempo, hasta que alguien se preocupara por mí, o que ocurriera algo. De todas formas, el sol siempre estaría ahí, nunca me dejaría. Nunca.

De pronto escuché unos pasos que provenían del mismo lugar por el que se había ido anteriormente el hombre, un pasillo alargado y oscuro que al parecer conectaba mi prisión con el resto de... ¿casetas del pueblo? Aquello no era un pueblo, sin duda.

El caso es que al ver aquella figura golpeé con todas mis fuerzas el suelo y tragué saliva, dándome por vencido.
Mientras la escrutaba los recuerdos afloraban mi memoria. Aquella mujer era extraña, sin duda. Primero por las formas: nunca antes había visto a los hombres redimirse así ante una mujer, como estaban aquellos dos, casi a la altura de sus rodillas. Parecían sus dos perros sabuesos sedientos de sangre, siendo conocedores de que nunca llegarían a algo más con ella.

Sus ojos me confundían de sobremanera. Cuando estaban al sol, imitaban las aguas marinas y me abstraían con aquel azul tan soñador. Me gustaría perderme entre ellos, quedarme horas y horas observándolos. Podría no bajar la vista y esperar ahí, en sus ojos, al movimiento de estos recorriendo mi cuerpo. Pero no, no fui capaz, no en aquellas condiciones.

Era delgada, toda una figura para un hombre que estaba acostumbrado a ver a las féminas encintas o cuidando a sus bebés. Tenía un pecho muy prominente, si no fuera por su esbelta barriga, me atrevería a decir que sería pudiente para amamantar bebés. Incluso que era madre.

Demasiado joven, pensé aliviado.

Sus piernas eran perfectas. También, pensé. Pude oler el dulce aroma que desprendían sus desnudos tobillos, era precioso. Los pies, menudos, como los de cualquier otra. ¿Cómo nombrarla? Ene.

Giré la cara a la ventana y la claridad me obligó a entornar los párpados, pero media sonrisa satisfecha se me coló en el rostro: por fin los recuerdos volvían a mí. La prisión y Dios habían actuado de desbloqueadores. Con el transcurrir de las horas en la prisión, me había hecho una idea del lío en el que estaba metido y de cómo había comenzado todo. Pero para ello, debería remontarme a una semana atrás: al día en que Ene se presentó en la aldea.

Re: De un derrotero

NotaPublicado: Dom Ago 12, 2012 5:38 pm
por EspeYuna
¿¡Otro!? ¿De dónde sacas tanta imaginación? :P

Éste me ha resultado mucho más interesante que el de los piratas, puede que sea porque esta historia no me recuerda a ninguna referencia cercana.

Sigue publicando por aquí, pues yo apareceré para valorar tus trabajos :)