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Capítulo 3[/center]
Mick abrió los ojos, pero la luz de una bombilla lo obligó a cerrarlos de nuevo. Se colocó bocabajo y los volvió a abrir, para acostumbrar la vista poco a poco. Cuando lo logró, observó el lugar en donde estaba. Se encontraba en un cuarto de unos cuatro por cuatro metros. Las paredes estaban construidas con las láminas de un metal, reflejando la luz de la bombilla. Solamente había tres muebles: un armario, un buró y el catre donde Mick había dormido. El pequeño cuartucho tenía dos puertas, también de metal, pero no tenía ninguna ventana.
Se puso de pie y abrió una de las puertas, que llevaba a un baño. La otra puerta no tenía ni perilla, ni bisagras, ni ninguna manera de abrirse. Al parecer, solamente podía entrarse al cuarto desde afuera. Según parecía, era un prisionero.
¡Gwen! Ella y yo estábamos en aquél local abandonado, el dragón destrozó la puerta y… y… ¡Ese tipo con traje de astronauta!, recordó Mick.
Se lanzó hacia la puerta y empezó a golpearla con los puños: —¡Sáquenme de aquí! ¡Necesito salir! ¡Ver a Gwen!
La puerta se deslizó hacia un lado, metiéndose en un delgado compartimiento. Un hombre con casco entró a la habitación. Levantó la muñeca y un láser salió de ella, lo movió alrededor de toda la habitación y, principalmente, alrededor de Mick.
—Bien, muchacho, según este espectrofotómetro láser, no estás infectado.
—Quiero salir —. Dijo Mick, intentando esquivar al hombre.
—Uh-uh. Aún no —. El individuo se quitó el casco, revelando el rostro de alguien que rondaba los treinta años. Su cabello negro, perfectamente cortado, mostraba una gran disciplina. Tenía ojos verdes y una pequeña cicatriz en una ceja—. No puedes andar por la nave feliz de la vida. Necesito que llenes un formulario.
—Miguel Espinoza. 16 años terrestres, masculino. San Diego, California, Estados Unidos de América, La Tierra — dijo Mick, a las prisas, intentando salir por la puerta abierta.
—Oye, oye, oye. Esto requiere tiempo. Siéntate y empezaré a preguntar. Nombre: Miguel… Davidson. Edad: 16… años… de la… Tierra. Procedencia: San Diego… EUA… La Tierra. ¿Sexo?
—¿Tú que crees?
—Sí. ¿Tipo de sangre?
—Bombay.
—¿Bombay? Interesante. Según he oído, es un fenotipo sanguíneo extremadamente raro.
Y las preguntas continuaron durante un buen tiempo. El hombre resultó llamarse Ed y también era de San Diego. Poco a poco, él y Mick empezaron a llevarse bien y a hablar de otras cosas.
—Y…¿Dónde estoy? —preguntó Mick.
—Hace una semana terrestre que pasamos Urano. Estás bordo de la nave “KKCKDBB”.
—¿Caca seca de bebé? —inquirió Mick, intentando aguantar la risa.
—¡No! K-K-C-K-D-B-B —deletreó lentamente Ed—. De sobrenombre “Atenea”. Como decía, acabamos de pasar Urano, donde dejamos a algunos refugiados que no están infectados.
—¿Infectados? ¿De qué?
—El virus Z3H18. Creado por los Mitológicos y recién liberado en tu ciudad. De los pocos que sobrevivieron al ataque, la mayoría estaba infectada. Ahora creo que la Tierra está perdida. Por suerte te encontramos. Tuve que dormirte para que el virus, si lo hubieras contraído, entrara en un estado de coma.
—¡Fuiste tú! Entonces conoces a Gwen. La chica que estaba conmigo: Rubia, ojos verdes, como de 1.65 y llevaba un vestido de noche, negro.
—Ah… Tu amiga está… Ella… Mira, Mick. Hay un momento en el que el jefe de allá arriba nos necesita en un lugar mejor.
—No tengo cinco años. Dime que pasó con ella. —exigió Mick, con un nudo en la garganta. Ojalá que no fuera lo que estaba sospechando.
—Tu amiga… Falleció. Al parecer tenía problemas de corazón y aquél ataque fue demasiado para la pobre chica.
—Gwen… No éramos tan amigos, pero… —susurró Mick, intentando contener las lágrimas.
—Sé lo que se siente, Mick. Un día le ves y al siguiente… Anda, llora. Es mejor que lo dejes salir ahora, volveré por ti cuando quieras salir.
Cuando Ed salió, Mick se tiró sobre el catre y dejó que la tristeza lo embargara.
Mick no supo cuánto tiempo estuvo en su habitación, pero calculó una semana terrestre. Solamente pensaba en Gwen, Matt y en mucha gente que había dejado atrás. Ed le había dicho que Gwen había sido sepultada en la colonia principal de Marte, junto con muchos muertos más, como una muestra de respeto. Aún así, a Mick le hubiera gustado despedirse, por lo menos.
—¡Mick! ¡Hay alguien que quiere verte! — era Ed, seguramente intentando animarlo. Según las veces que le daban de comer y el plazo que se hacía de Urano a Plutón, faltarían por lo menos dos semanas para llegar a una colonia. Mick simplemente esperaría.
—No saldré. Ya nada importa. Ah, y bajaré en Plutón— dijo—. Ya no quiero pasar más tiempo en esta nave —. Las últimas palabras fueron ahogadas por la almohada, la cual Mick presionó contra su rostro. Poco a poco, volvió a dejar que Morfeo se lo llevara.[center]
Mick estaba sentado en la hierba, con la espalda apoyada en un árbol, que a su vez le cobijaba con su fresca sombra. Sentía el peso de un arco en su espalda y sobre el suelo, de su lado derecho, veía de reojo la funda de una espada.
Poco a poco una figura apareció en el horizonte. Llevaba una espada colgada a la cintura y una larga capa que ondeaba con cada soplo de brisa. Pasó casi media hora antes de que aquél individuo llegara hacia donde estaba Mick. El hombre se puso frente a éste y le tendió la mano, ofreciéndole un apoyo para ponerse de pie. Mick le tomó y se levantó, no sin antes recoger su espada y colgársela en la cintura.
—Has crecido, hijo mío —. dijo el hombre, colocándole una mano a Mick en el hombro—. No eres el mismo niño al que solía cargar en mis hombros.
—Padre. Ahora me siento perdido, y ante mí se encuentran dos caminos— Mick se sorprendió al darse cuenta de que su voz sonaba más grave y más segura—. Aconséjame. No sé que rumbo tomar.
—Toma el camino que tu corazón te indique. Lucha por lo que quieres. Dime, hijo. ¿Qué es lo que deseas?
—Yo…
Poco a poco el lugar se oscureció y los sonidos se hicieron lejanos.
—Yo quiero…
El hombre había desaparecido, junto con toda la luz y ruidos. Solamente una interminable brisa, que hacía eco en las interminables paredes.
—Venganza…[/center]
Mick se despertó con un respingo. Una palabra escapó de entre sus labios:
—Mitológicos…
Finalmente Mick se aventuró a salir, después de que Ed le hiciera una revisión de último minuto. El tan nombrado virus no le había afectado y era libre de andar por la nave, con algunas áreas restringidas, claro. Al igual que la habitación de Mick, la nave estaba hecha de láminas de algún extrañamente brillante. Le encantaba visitar la habitación de anti-gravedad, la cual Ed se encargaba de abrir, siempre gustoso. Mick no tardó mucho en conocer la nave y en acostumbrarse a las turbulencias. De vez en cuando veía a más tripulantes con trajes como el que llevaba Ed el día de la invasión y una vez estuvo seguro de haber visto la melena de una chica entrar a la habitación del capitán.
—¡Mick! Ese “alguien” quiere verte de nuevo. ¡De nuevo! —gritó Ed, una mañana, desde el otro lado de la puerta.
—Que pase.
Tras la puerta se encontraba a quien Mick creyó no volver a ver nunca: Matt. El muchacho tenía una gran sonrisa en su rostro, que también parecía brillar de alegría. Se lanzó sobre Mick, tirándolo al catre, mientras gritaba una y otra vez:
—¡Enanoooooo! Enanooooooo! ¡Enanooooooo!
—¡Matt! ¡Tranquilo! ¡Alguien va a terminar por enfadarse!
Con un poco de esfuerzo físico, Mick logró que Matt se callara. Éste último le dio el pésame a Mick, con el mayor tacto posible, aunque Mick hizo lo posible por evitar el tema. Hablaron sobre los acontecimientos de los últimos días, como el virus, el extraño nombre de la nave y el interés de Ed por los huevos crudos con jamón.
—Y entonces apoyé el pie en el catre y me impulsé al techo, si vieras que allí la gravedad artificial…
Matt se vio interrumpido por un fuerte temblor en la nave. De inmediato las luces se tiñeron de rojo y empezó a sonar una sirena.
—No, no, no, no. No de nuevo. Por qué, por qué, por qué, por qué, por qué.
Varios temblores más agitaron la nave, antes de que Ed llegara a la puerta, con su traje puesto y el casco en la mano. Explicó que una extraña criatura con tentáculos había aprisionado a la nave. El trío corrió por entre los pasillos, metiéndose entre puertas pequeñas y cruzando largas habitaciones, tratando de evitar los pasillos principales. Cansados y jadeando, llegaron a una puerta en la que podía leerse “Sala de Control”. Ed introdujo una contraseña en un delgado teclado que estaba unido a la pared.
Cinco… Tres… Ocho… Uno… , memorizó Mick, inconscientemente.
La puerta se deslizó hacia un lado, mientras el trío se deslizaba rápidamente al interior. Ed se apresuró a cerrar la puerta desde adentro, utilizando de nuevo la contraseña. Mick se sorprendió al darse cuenta de que la sala estaba a rebosar de gente. Seguramente la mayoría de la tripulación se resguardaba allí. En la habitación había aproximadamente cinco asientos de piel, todos enfrente de tableros, repletos de botones y palancas. Una enorme ventana de cristal se encontraba en el frente, mostrando el espacio exterior en todo su esplendor. Mick se asustó al ver un enorme tentáculo blanco pasar por enfrente de la ventana.
Los gritos no se hicieron esperar, la mayoría de las mujeres refugiadas eran las que estaban perdiendo el control, mientras los hombres de la nave se mantenían serenos. Un hombre robusto carraspeó y, por alguna razón, todos guardaron silencio.
—Como pueden notar —dijo—, estamos siendo atacados por una forma de vida capaz de sobrevivir en el espacio. Sin embargo, no debemos perder la compostura y, en lugar de eso, hay que prepararnos para la batalla. Ahora, además de los hombres de mi tripulación, ¿Quién de ustedes sabe luchar?
Mick no pudo resistir el impulso de levantar la mano. En cuanto lo hizo, Matt le imitó, como buen amigo. El hombre, que según Mick pudo deducir, era el capitán, invito a pasar a todos los refugiados que habían levantado la mano y les preguntó la razón por la cual deseaban luchar. Cuando le llegó el turno a Matt, éste sólo pudo decir <Me da la jodi…gana…>, aun así, Matt fue uno de los seleccionados. Mick fue el último de la fila, y cuando le preguntaron, dijo con toda seguridad:
—Haré lo que sea para vengar la muerte de una persona que quiero y también porque se me da la jodida gana.
—Siento que tienes agallas, chico—. dijo el capitán, luego se dirigió a un hombre del fondo de la habitación—. ¡Martin! ¿Hay algún R-500 por allí?
—Pero señor. Sólo Mika es capaz…
—Ahora también lo hará… Em…
—Miguel—. completó el chico.
—Ahora Miguel también usará un R-500, los demás usarán los viejos y confiables R-450. Ahora, Edward, guía a Miguel al armario de trajes y ayúdale a ponerse un R-500.
Ed señaló una puerta que se encontraba cerca del lado izquierdo de la habitación. Mick caminó, esquivando a la gente, y se metió por ella, junto con Ed. El lugar estaba repleto de trajes como el que llevaba Ed, llamado R-450; armas de fuego y armas blancas, pero lo que más resaltaba era un traje blanco con detalles en rojo, más delgado que el 450 pero con muchos más accesorios.
—Mick. Admira el traje experimental de la nave Atenea: El R-500. Solamente ha sido usado por una persona, Mika, la única mujer de la tripulación. Y ahora, dime, ¿estás dispuesto?
Y la palabra que había rondado por la cabeza de Mick durante todo ese tiempo finalmente encontró salida:
—Venganza…[center]————[/center]
Wii, nuevo capi. Y sé que es raro que Mick se llame Miguel y tenga nombre gringo, pero bueno xDDD Es San Diego... Y lo dije: Gwen no aparecerá. Y ahora mismo me he dado cuenta de una cosa estúpida: Mick~Mika xDDD Y sí, Mika será importante, la conoceremos en el próximo capi.
Gracias a todos los que comentan, espero que lo hayan disfrutado.
Zero says: Cya!
Edito: Ahora hice pedo-userbars, para quien quiera promocionar este fic en su firma ^^
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Publicado: Jue May 07, 2009 4:14 pm
una forma estupenda de comenzar el capítulo.