"El club Lorraine"

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Notapor Yari is watching you » Dom Abr 26, 2009 6:25 pm

Es un gran logro narrar en primera persona ^^
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Notapor Pax » Dom Abr 26, 2009 8:18 pm

Está perfecto, es precioso.
Nada más se puede decir >.<
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Notapor Zabimaru » Dom Abr 26, 2009 11:28 pm

Para ser cortito, me ha gustado bastante. Como decía una user antes, se prevee algo interesante y gordo, además de que está tocando su fin ¿no? :3

Espero el siguiente
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Notapor Asumi » Sab May 02, 2009 11:29 pm

Sí, parece que ahora vaya a haber el "gran acontecimiento" antes del final xD

Lo siento, no pude pasarme antes ^^'

En fin =) xD Está to bien, como siempre xD
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Notapor ita » Dom May 03, 2009 2:54 pm

Me lo he leido todo del tirón.
¿Qué decir que no te hayan dicho ya?

Me gusta mucho como narras, puedes sentir el ambiente y las sensaciones perfectamente, tus palabras las transmiten tan bien que las puedes llegar a vivir. Tienes unas frases muy bellas, realmente poéticas (no sólo las que sacas de los versos, claro).

Me gusta mucho, mucho y espero que lo sigas pronto. Aunque en mi opinión, lo hubiese dejado en el capítulo anterior... Pero claro, es una opinión personal xD

Mucha suerte y escribes genial!
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Notapor Arte » Dom May 03, 2009 10:04 pm

Antes que nada decir que me alegra que os haya gustado, a pesar de ser más corto y con no demasiada acción xDD

También comentar que gracias por las nuevas incorporaciones xD (es raro que alguien comience a leer cuando un fic ya está empezado ._.)

Y bueno, dicho esto, os dejo con el siguiente.
Éste es más largo, pero también está cargado con alguna que otra novedad.

Como ya habéis dicho alguno, la historia va llegando poquito a poco a su fin xD


Espero que os guste ^^






Capítulo 6

Y así se sucedieron uno tras otro los días, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Vacíos; tan llenos de nada que producían un vértigo fatigoso, escalofriante y molesto. Cada noche temía quedarme dormido por saber que, al despertar, llegaría un nuevo día, y el miedo me inundaba cuando el sol atravesaba mis párpados, cegándome y devolviéndome la realidad de la que me escabullía en el sueño. Y era miedo lo que me producía el colocar mis pies sobre el suelo, levantarme y verme obligado a continuar. Era puro pavor el que nadaba con mi sangre cuando caminaba, trabajaba, comía, bebía. Era el terror de saber lo inevitable que sería comprobar cómo todo seguía exactamente igual al día interior, idéntico al día siguiente. Pero el tiempo nunca concede prórrogas, y continuó, al margen de cualquier súplica que yo lanzara al viento.

Ya mis esperanzas, perdidas hace tiempo, ni siquiera hacían ademán de regresar. Aunque lo cierto es que yo tampoco las buscaba. Me conformé con, simplemente, hacer lo mínimo que se me exigía por los que me rodeaban. De cuando en cuando, soltaba una sonrisa simulada para no parecer un alma en pena, un don nadie sin rumbo y con el norte trastocado. Trabajaba la mayor parte de las horas para que la labor me arrancara de cuajo los recuerdos y las manillas del reloj se aceleraran. Pero todo siempre conducía a mi cama, demasiado vacía, demasiado fría y, seguramente, demasiado grande.


Pero, qué remedio, decía a veces. Se me pasaría, o eso pensaba yo creer, siendo ese el recurso más optimista del que podía hacer uso. Pasadas las semanas, incluso los meses, y continuar viéndome sumergido en esa oscuridad honda y asfixiante, me hizo tomar una medida que apaciguara el sufrimiento de mis heridas.


Nunca recaudé tanto dinero como en aquel período. Harto de trabajar aquí y allá, donde fuese: en el bar de Cristian, como camarero en otros establecimientos, como mecánico, a veces, sobre todo para arreglar las chapuzas antes realizadas por algunos de mis amigos. Y yo, que no gastaba por haber abandonado las ganas de todo, vi como se iba amontonando mi pequeña riqueza, sin verle ninguna utilidad. Qué poco me importaba por aquel entonces mi capital. Qué insignificancia tiene el patrimonio material cuando has perdido el del corazón. Si me hubieran devuelto todos los pedazos en el que éste se había desquebrajado, gustoso habría entregado yo toda mi hacienda; sin duda.


Y así me encontraba, perdido por algún lugar del desamparo del que pocos podrían haberme rescatado, cuando mi vida, habituada a los cambios por la experiencia, volvió a dar un vuelco.

Eran uno de esos trabajos que no duran más de un día. En esa ocasión, servía las bebidas tras una lustrosa y alargada mesa a hombres estirados y con los billetes rebosando de sus bolsillos de trajes de etiqueta. Su creída superioridad y egocentrismo me producían nauseas.

El local era amplio. Un salón de alto techo y fogosas luces disparadas de lámparas de araña inundaba cada rincón de vivacidad y alegría.

En el centro, una mesa de roble tras otra, formando entre ellas un rectángulo perfecto abrigado con manteles bordados, cubiertos de plata y tenedores, cuchillos y cucharas para todos los tipo de comida. Al fondo, como era costumbre en lugares como aquellos, una enorme pista de baile, acompañada de un escenario no más modesto en el que se encontraban unos músicos excelentes, entonando diversas melodías. Todo muy lujoso, desde luego.

Para fiestas como las de ‘Fin de año’, los ricos no parecían escatimar en gastos.

En ese momento, un hombre mayor, viejecito y de sonrisa amigable se acercó hasta allí, y ojeó con un movimiento de cabeza todas las bebidas disponibles.

-Vaya. Tantas finuras y falta lo realmente bueno. ¿Sabe, joven? a viejos como yo aún nos gusta el vino ese que te quema la garganta.

-Pues me parece que aquí no hay nada que sea más joven que yo, señor –me sonrió con algo parecido al cariño. Se acercó un poco más, con su bigote largo y blanco y sus cejas pobladas, y se me presentó, preguntando después por mi nombre. Es curioso, porque la gente que más parece influir en tu vida es aquella que, por una razón u otra, acabas por olvidar. Nunca logré retener su identificación entre los estantes de mi mente.

Y allí se quedó, hablando un poco conmigo y diciéndome lo aburrido que le parecía aquel corral de empresarios y personalidades de la alta burguesía, y que poco interesantes eran sus conversaciones disfrazadas de una importancia inexistente. Yo le reía las gracias y le seguía el hilo para que se entretuviera y así, de paso, tener algo de compañía.


Entre una palabra y otra, llegó un señor a la barra cuyo rostro me resultó muy familiar. Me pidió dos copas y de ese modo se las serví, analizando sus facciones sin obtener respuesta.


Estaba seguro de que lo conocía.

-Perdone, señor, ¿conoce a ese hombre? –pregunté a mi anciano amigo.

-A ese… a ese lo conocen todos y nadie al mismo tiempo. Un rufián, ¡eso es lo que es!, ¡un rufián! –alcé una ceja con cierto aire cómico, sin comprender. El ancianito no pareció captar la indirecta y no esclareció mis dudas -. Creo recordar que responde al nombre de Charles Miller. A pesar de sus fechorías, es un hombre muy apuesto y refinado, de buenos modales. ¡Ya ve usted, joven! ¡Cómo engañan las apariencias!

Yo seguí a aquel tal Charles con la mirada, intentando captarlo entre mi campo de visión para ver si mi memoria no me la jugaba, ya que por su nombre no era capaz de reconocerlo.

Los ojos, de pronto, se me abrieron de par en par, el corazón se me encogió y mis músculos se tensaron de una manera tan repentina que llegué a romper una copa de cristal que reposaba entre una de mis manos.

-¿Se encuentra bien, joven? –se interesó el anciano.

-Nada, nada –contesté mientras abandonaba mi puesto y caminaba con decisión en una dirección fija. Me detuve cuando los observé, dejando las copas en la bandeja de un camarero, saliendo entonces a la pista de baile. Ambos, elegantes, comenzaron a danzar al ritmo de un vals en grupo. Ella, maldita sea, infernalmente hermosa; dañinamente perfecta, como siempre. Tras ocho tiempos, cambió de pareja, y así hizo sucesivamente, mientras yo la estudiaba desde la distancia, admirando sus curvas que incitaban a la lujuria, sus labios carnosos, sus ojos hechizantes… Sentía como todo lo superado me iba invadiendo de nuevo, como el alcohol que cae sobre la carne abierta, prometiendo no dejar desaparecer el dolor nunca más.

Pero entonces, casi de manera inesperada, una furia irrevocable escaló por mis piernas hasta rodearme por completo. Quise retroceder, no ceder al instinto, pero fui incapaz. Me abalancé hacia ella, tomándola justo cuando iba a comenzar a bailar con un nuevo hombre. Aparté a éste y la tomé a ella por la cintura. Cuando me miró a los ojos se quedó tan sorprendida que pude incluso oír el corte de su respiración.

-¿Qué haces aquí? –logró pronunciar tras su mutismo. Yo seguí bailando con ella, arrítmicamente, interesándome bien poco los tiempos utilizados para ceder la pareja y obtener una nueva.

-¿Acaso importa eso ahora? ¿Quién es él? –siguió con las pupilas encogidas, sin enunciar palabra -. ¡Responde! ¿Qué? ¿No te atreves a decir que es otro estúpido del que aprovecharte?

-Allen, deberías irte de aquí –hizo por escabullirse de mis brazos, pero no se lo permití.

-¡Responde! Es lo mínimo que me debes ¿¡Quién es él!? –mi ira hacía juego con la música, que golpeaba cada vez con más fuerza, con una intensidad atronadora, de esas que te colman el pecho y te cortan el aliento.

-¡Y qué te importa! Nada que me ocurra es de tu incumbencia ahora. ¡Largo!, ¡no quiero que él me vea contigo! –comenzó a otear a sus lados, nerviosa. Detuvo la vista en un punto. Seguí la dirección de su cabeza y, mágicamente, se destaparon todas mis incertidumbres. ¡Claro que lo conocía!, ¡Claro que lo había visto antes! Aquel día, el mismo en el que Arte me abandonó para siempre, cuando dormí junto al club como un mendigo sin techo.

-¿¡Qué!? ¿Temes por tu nueva víctima? ¿Qué te abandone antes que tú a él? No he sido más que un idiota porque hasta hoy no me había dado cuenta de lo que realmente eres: una p.uta. ¡Felicidades! Recibirías sin duda un sobresaliente en tu profesión –un ruido sordo hizo que todo el mundo clavara sus miradas curiosas en nosotros. Pude sentir cada ojo clavado en mi nuca como si de un puñal se tratara. Ya la luz no se sentía tan viva, ya la música se marchó.

Me llevé la mano a la mejilla, justo donde ella me había golpeado con la palma. La observé, y vi que numerosas lágrimas recorrían su semblante. Yo, al contemplarla, no pude contener las mías.

-¿Me quisiste? ¿Me quisiste alguna vez? –susurré, tan bajo que incluso dudé de que lo escuchara ella. Abrió la boca, queriendo decir algo, pero finalmente las palabras expiraron en sus labios -. No… ¡Claro que no! –grité de pronto, enardecido -. ¡Cuando el amor es para el mejor postor no se puede confiar! Y sin confianza… ¡No hay amor! –la acerqué, sujetándola por el brazo. Todos nos miraban -. Por tu culpa, por los celos… ¡Me he vuelto loco! –la solté con desprecio y me fui mientras cada una de las personas allí presenten presenciaban atónitos mi marcha.

El puesto de trabajo me producía una indiferencia absoluta, deseando sólo evaporarme de aquel lugar, desaparecer y que no se volviera a saber de mí.

Mi paso era firme e inseguro a la vez; mi tristeza se unió a la desesperación; la paz mutó en angustia y mis entrañas se revolvieron. Qué extraño me sentía. Justo cuando empezaba a conseguir evadir su recuerdo, los momentos con ella, apareció como un castigo divino ante mí, torturándome con su aparente apatía.

No lo medité ni pensé en ir hasta ahí pero, para cuando me di cuenta, ya estaba dentro de una taberna de mala muerte que hedía a humedad y desamparo. Por suerte, mi sorpresa fue grata cuando encontré allí, junto a la barra y sobre un taburete, al anciano con el que había dialogado unos minutos antes.

-¿Qué hace aquí, señor? –le inquirí tras sus espaldas, sobresaltándolo.

-¡Usted por aquí! ¿No trabajaba? –tomé un asiento cercano y me coloqué en él.

-No creo que deseen volver a verme por allí. ¿Cuándo se fue usted?

-Justo cuando se marchó de la mesita de las bebidas. ¿Sabe? Estaba cansado de estar solo, fingiendo que me interesaba charlar con aquellos caballeros engreídos. En este lugar, al menos, no te sientes obligado a nada. Y hay vino del que a mí me gusta.

-Mejor, ha evitado una escena bastante bochornosa –rió por lo bajo, a sabiendas que algo debí haber hecho –Y, dígame, ¿no iba su mujer con usted?

-Oh, no, chico. Yo ya no tengo de eso. Por desgracia, Dios quiso que hace cuatro años me quedara viudo.

-Cuánto lo siento.

-No lo sienta, no lo sienta. Fuimos muy felices, ¿sabe? Y ella era muy guapa. Era de esas mujeres que sólo se encuentran una vez y de las que te ves encadenado para siempre. Nos queríamos mucho. Pero, aunque nos pese, nada dura eternamente –qué iba a decirme a mí sobre eso -. Pero bueno, anda, dejemos las penurias y tómese una copita –buscó al tabernero tras sus lentes y, al localizarlo -: oiga, póngame otra copa para este joven, a mi cuenta.


-Gracias –dije en medio de una sonrisa desganada.

-Tómelo como pago de una buena compañía –buscó con una de sus manos arrugadas algo entre sus bolsillos, sacando finalmente una cajita metálica -. ¿Fuma?


-A veces.

-Pues coja uno de estos. Los mejores cigarros puros que existen. Hacen olvidar a uno todas las miserias.

-Ya deben de ser buenos, entonces –comenté mientras tomaba un cigarro y lo colgaba de mi boca, encendiéndolo después -. El problema…. –comencé a enunciar tras un periodo sordo -… es que esperaba que mi alrededor se detuviera. Que mi dolor congelara la acción del mundo entero. Que no habría más gente feliz, porque yo no lo era. Qué error tan estúpido, ¿no? –obtuve como respuesta un rostro comprensivo y una palmada en la espalda que me reconfortó más que cualquier palabra de apoyo. Qué poco sabía aquel hombre sobre mí y cuánto pareció comprenderme.

Y fumando me di cuenta de que era cierto, que por un tiempo me evadí de la realidad, entre aquel silencio lleno de rumores, hablando a veces de temas triviales con mi nuevo amigo, callando otras.

Las horas pasaron y, al clarear el cielo, ambos abandonamos el lugar y tomamos nuestros respectivos caminos. Me despedí de él con tono amable y me dirigí de vuelta a casa.

No volví a verlo nunca más.
Última edición por Arte el Lun May 11, 2009 4:40 pm, editado 2 veces en total
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¡¡¡Gracias!!!
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Notapor Zee » Dom May 03, 2009 10:16 pm

:bravo: Increíble, como siempre. Siento que el ancianito es su ángel de la guardia o algo así xD
Bueno, pues ya sabes, está perfecto.
No puedo esperar para el siguiente :nervous:

Cya!
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Notapor ita » Dom May 03, 2009 10:31 pm

Me ha gustado mucho...

En serio tus descripciones emocionales son geniales! Me encantan!!
Sigue así ^^!

Nos vemos!!*
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Notapor Pax » Lun May 04, 2009 6:37 pm

Genial, creo que es el capítulo que más me ha gustado de todos, en especial los primeros párrafos...qué forma de describir, tienes un auténtico talento para emocionar ^^

Bueno, sólo señalo un par de cosillas que a mí me han sonado raras:

Arte escribió:Se me pasaría, o eso pensaba yo creer


Mmm..en realidad está bien, pero no sé, suena confuso xD

Arte escribió:comenté mientras tomé un cigarro y lo colgué de mi boca


Y ahí creo que sería "comenté mientras tomaba un cigarro y lo colgaba de mi boca", ¿no?

En fin, ¡espero el siguiente capi! no sé si me da pena que se acabe o quiero que se acabe para leer el final xD
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Notapor babasss » Mar May 05, 2009 1:17 am

coincido con Pax en lo de pensaba yo creer aunq eso para gustos,
por el resto perfecto, como siempre ^^

está interesante la cosa, espero impaciente el final XD
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Notapor Sophonax » Vie May 08, 2009 12:15 am

El problema…. –comencé a enunciar tras un periodo sordo -… es que esperaba que mi alrededor se detuviera. Que mi dolor congelara la acción del mundo entero. Que no habría más gente feliz, porque yo no lo era.

Me quito el sombrero ante tí, Arte xD me he sentido muy identificado con eso, aunque muchas veces me autocastigo pensando que es muy egoista pensar así.

Me gusta el nuevo fichaje xD
[center] Una obra de arte de Risoka
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Gracias Kiba
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Notapor Dark Heart » Vie May 08, 2009 12:32 am

Dios hacia tiempo que no veia textos asi increible emociona mucho de verdad me que de pillado a estos textos xD bueno gracias por ponerlos y tomarte la molestia.
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Fan Saix O.o.

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Cuando el pasado ya no ilumina el futuro el espiritu camina entre tinieblas.
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Notapor Danketsu » Lun May 11, 2009 12:14 pm

Hey, me encantó. Escribes bastante bien, sobretodo porque, merced a los apenas existentes fallos de expresión (yo al menos no noté ninguno) el contenido es muy bueno, y se nota que lo escribes con el corazón (es lo más importante en el mundo de la escritura)

Yo te diría, de escritor a escritor, que un buen relato no es aquel que tiene menos fallos, sino que sale por sí solo.

Aunque para ello, haya que dedicarle muchísimo tiempo, como dice el protagonista de El Juego del Ángel: la inspiración no llama siempre a tu puerta; a veces, es necesario ir a buscarla

Muy interesante, y eso que me pasé por aquí tras ver tu firma xD
Danketsu
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Notapor Arte » Mar May 12, 2009 6:42 pm

[JUSTIFY]Pues tras una semana y poco, aquí os traigo un nuevo capítulo =)

Es un poco más largo, y no es de mis preferidos >.< , pero aún así espero que es guste =)

Respecto a los errores que algunos me habéis señalados: Pax, gracias por decirme lo de "comente mientras tomé un cigarro...." sonaba realmente mal xD, ya lo corregí ^^

Lo referente a "eso pensaba yo creer", lo hice a drede, porque me pareció más artístico xD

Dicho esto, os dejo con el capítulo 7 =)



Capítulo 7

A pesar de ser invierno, había una extraña concentración de calor aquella noche. Un bochorno húmedo e incómodo que no desaparecía. Estaba semiinconsciente, sumergido en esa línea de vigilia situada entre la realidad y el sueño. Comencé a revolverme entre las sábanas, con un malestar cuyo centro de emisión no llegué a localizar con exactitud. Tomé una gran bocanada de aire y, justo después, alcé el torso y me quedé sentado en la cama de un impulso. Me eché el pelo hacia atrás, completamente atosigado. Sonaron unos golpes y, tras escucharlos, vislumbré cómo la puerta se abría, poco a poco, entrando a través de ella una sombra estilizada que se acercó hasta mí.
-Vaya, me encantas así –la única luz existente era la emitida por la luna, por lo que me costó un par de segundos enfocar la mirada. De todas formas, aquella voz era inconfundible, no era necesario ver para reconocerla. Noté cómo se acercaba danzante, deslizándose hasta colocarse de rodillas sobre mi lecho. Me acarició el rostro con su mano. Su aliento rozaba mis mejillas con una dulzura deliciosa.
Justo cuando iba a pronunciar unas palabras, ella me acalló ahogando el aire entre ambos hasta que su boca llegó a mis labios, besándome de manera apasionada y fogosa, enredando entre su lengua la mía. Empecé a sentir cómo su cuerpo reposaba encima de mí, extendiéndome de nuevo, cuan largo era yo, sobre el colchón. Podía apreciar su piel a la perfección, únicamente cubierta por la ropa interior, suave, tersa y ardiente. Me volvía loco.
Empecé a perder el control sobre mis acciones. Algo me decía que no, que no debía, que estaba cayendo en la trampa. Pero no era yo quien decidía; ella lo hacía por mí. Comenzó a tocarme por debajo de la camiseta, subiéndola y quitándomela; arrancándome casi los pantalones.
Yo, idiota, cedí como un estúpido, incapaz de evadir su tacto de fuego y seda, entregándome por completo a toda ella.
Pero, de repente, un sonido fuerte me sacó del embrujo en el que me había visto envuelto.
Por poco caí de la cama.
Al abrir los ojos estaba totalmente desconcertado. Miré a los lados; no había nadie.

Un sueño.
Me levanté para ir al baño a refrescarme cuando volví a escuchar un nuevo golpe, procedente de la entrada. Me alarmé y, algo asustado, me dirigí hacia allí.
Todo estaba oscuro, pero las siluetas aún se intuían. No había nada inusual. No obstante, tras el silencio que lo cubría todo se distinguía un suspiro intermitente y quejoso, de esos que se enroscan por tu pecho y te oprimen hasta dejarte sin respiración, consternándote. Sin saber por qué, sentí miedo. Un miedo extraño del que jamás había hecho uso.
Aquel suspiro continuó, vago e incesante, pareciendo siempre expirar para, después, sorprenderme con uno nuevo.
Pude haber ido rápido, pero no lo hice. Por el contrario, me acerqué muy lentamente hacia el portón, oprimiendo el pomo con fuerza y con cuidado al tiempo.
Tomé aire un par de veces y, entonces, abrí.
Mi corazón dio un vuelco y comenzó a bombear con estrépito. Me abalancé y la tomé entre mis brazos.
-¡Arte! ¿Qué te ha pasado? –tal vez por la impresión del momento, por la angustia acumulada o por la sensación de impotencia, comencé a llorar.
Ella estaba tirada, sobre el suelo y con el rostro bocabajo. El pelo ondulado le caía en cascada por los hombros. Sin demora, la alcé y la llevé hasta un asiento. Estaba completamente aturdida.
-Por favor, Arte, respóndeme. ¿Qué te ha pasado? –hablaba con inquietud contenida, tratando de mantener la calma, endulzando mis palabras con el cariño que, seguramente, ella necesitaba en aquel instante.
No respondía. Sus ojos entreabiertos se perdían entre algún lugar lejano y su cuerpo no presentaba atisbo alguno de conciencia. Comencé a asustarme a una velocidad insospechada.
Cuando la estudié con más detenimiento pude apreciar varias heridas sobre su tez perfecta: arañazos, moratones y alguna que otra más profunda cuya hemorragia parecía haber cesado.
Al comprobar que no respondía de ninguna de las maneras, volví a levantarla y a llevarla hasta el baño, donde la coloqué en un amplio barreño de madera. Cogí una jarra y la empapé de agua. Pareció reaccionar.
-¿Qué…? ¿Dónde…? –su vocecilla hablaba con esfuerzo. Sus grandes ojos verdes, cansados, se fijaron en mí -. Allen… -alzó su mano con costoso trabajo, queriendo encontrar las mías. Yo se las ofrecí -. Lo siento. Lo siento tanto…
-Ey, no pasa nada. Tranquila –me acerqué para que me sintiera a su lado, y le sonreí.

No puedo explicar cuál fue la sensación que me recorrió de arriba abajo. Demasiados sentimientos encontrados, tal vez, para poder clasificarlos con claridad. Desconcierto, tristeza, rabia, angustia, pena. Entre todo aquello: felicidad. Felicidad por volver a verla.

Arte, mojada y sobre el barreño, estaba ida. Parecía no hablar con demasiada coherencia, o con demasiado conocimiento. De pronto, comenzó a llorar.
Y entonces pude apreciar la gravedad del mundo concentrándose en mi vientre, sintiendo el peso de todo cuanto me rodeaba. Porque por un segundo pude verla como nunca antes; cómo realmente era. Un cadáver que de cuando en cuando hacía sitio a otra mujer dentro de su cuerpo; un ente sin vida y sinsentido obligado a permanecer en una sociedad que no era la suya; una diosa condenada a moverse por una ‘normalidad’ que no comprendía. Pero no, no iba a aceptar que por ser ella la frágil, la tierna, [/JUSTIFY]
[center]tuviera que ser la muerta.[/center]




Busqué una toalla y luego envolví a Arte con ella, tomándola y llevándola hasta mi cama. Allí la tumbé y la sequé un poco.
Me senté a su lado.
-¿Ha sido él, verdad? –asintió, sin necesidad de palabras -. ¿Por qué?
-Porque no le quiero, y odia eso –no dije nada; esperé a que continuara -. No pude hacer otra cosa, Allen. Tuve que dejarte, echarte a un lado, aunque no fuera ese mi deseo. Pero he sufrido por cada ‘te quiero’ que no he sido capaz de darte. Y en fin de año, en el baile… -cesó, con la voz quebrada y los ojos húmedos.
-Maldita sea, Arte, no te entiendo. ¿Por qué no podías decirle que no? ¿Por qué tenías que mentirme? Y, es más, ¿por qué tenías que volver? –me arrepentí de mis últimas palabras, cargadas de reproches, discerniendo que tras todas aquellos interrogantes a los que no les encontraba el sentido habían respuestas coherentes.
-Es alguien importante. Más de lo que piensas. Nadie, absolutamente nadie, puede negarle nada –hizo una pausa, tomó aire y continuó -. Hace tiempo que está obsesionado conmigo, antes incluso de que te conociera. Es el gánster más importante de toda la ciudad, con unas cuantas empresas que utiliza para sus negocios. Todos lo saben y, sin embargo… -soltó una media sonrisa de angustia, de decepción hacia el mundo -. Perdóname –y sonó tan rotundo que lo sentí como mil agujas clavadas a mi cuerpo.
-En ese caso, si eso es cierto, no hay nada que deba perdonarte –me miró como si yo no comprendiera lo que quería decir.
-No, no es por eso por lo que me disculpo. Es por haber dejado que todo llegara hasta este punto. Sabía que él me dejaba seguir con mi trabajo, pero no enamorarme. No debí haberte inmiscuido en el asunto. Juro que no quise que llegara a más –comenzó a llorar con fuerza mientras que mi consternación no dejaba que me moviera un ápice -. Al principio me pareció un juego. Eras un chico guapo, atractivo, y me hacías pasar buenos ratos. Pero contaba con que se te pasaría, a ti y a mí, y con que, un buen día, no volvieras a aparecer por el club. Pero no fue así, y fui demasiado idiota como para mantener los pies en la tierra.
-Arte…
-Espera, déjame continuar –seguía llorando -. Cuando me propusiste quedar juntos, fuera de aquel prostíbulo de mala muerte, me choqué de frente contra la realidad. Una demasiado fría y que odiaba, pero la realidad, la única existente. Hice el mayor de mis esfuerzos para que Lorraine te trajera excusas todas las noches, para no verte. Pero te quedaste allí el tiempo que hizo falta, en la puerta, esperándome… -con cuidado se incorporó, lentamente, hasta sentarse junto a mí. Yo no sabía qué decir, no encontraba las palabras.
Me abrazó, enroscándome por el cuello con fuerza.
-Fui una egoísta. Predominó en mí la necesidad de estar contigo al conocimiento de que te estaba poniendo en peligro. Lo siento, lo siento muchísimo –sus lágrimas me abrasaban la piel. No soportaba verla así.
-¿Pero qué va ha hacerme ese hombre, tontorrona? –le acaricié el pelo con afecto.
-No lo sé. Y eso es lo que me asusta –intenté parecer sereno pero, para ser sinceros, tenía miedo. Si realmente aquel tipo era todo lo que ella me había dicho, podría borrarme del mapa sin problema alguno.
Tras estar un par de minutos así, callados y abrazados en medio de la oscuridad de mi cuarto, una idea llegó hasta mi cabeza.
-Arte –la aparté unos centímetros para mirarla cara a cara -. ¿Lo dejarías todo por mí?
-¿Todo? No tengo nada que no seas tú –sonreí, satisfecho con la respuesta.
-Vayámonos, lejos, muy lejos –me incorporé, llevado por una repentina emoción -. Juntos y donde nadie nos encuentre. Al norte, al sur, a una isla en medio del mar. Donde sea.

-Pero eso… es muy arriesgado. Tú trabajo, tus amigos… -me arrodillé frente a ella y tomé sus manos.
-Sólo busco un lugar donde no estar contigo por horas, donde seas sólo mía y donde nada más importe. Lo único que quiero oír de tus labios es un ‘sí’, sin peros, ni excusas.
El sonido de su leve risa inundó la estancia.
-Sí. Vayámonos de aquí -la alegría cundió cada parte de mí.
-Perfecto entonces. Nos iremos cuanto antes, esta noche mismo.
-¿Esta noche? –todo parecía venirle muy de sorpresa. Pero su asombro no era de disgusto, sino de ilusión.
-Sí, esta noche. Puedo ir ahora mismo al club y coger tus cosas. Estaré aquí en menos de veinte minutos y entonces marcharemos hacia la estación. Cogeremos el primer tren que salga, sin importar cuál sea el destino –se echó a mis brazos con demasiadas ganas, porque de su garganta emergió un pequeño grito de dolor. Aún debían de dolerle las heridas -. Tranquila, todavía estás en proceso de cura –sonrió.
Le di un beso en la frente y me dirigí a salir.
-Quédate aquí y descansa. Te avisaré en cuanto llegué –cuando cerré la puerta de mi habitación, del susto casi me da un infarto.
-Lo he escuchado todo.
-Joder, Cristian. Si estás ahí, al menos haz un poco de ruido.

-¿Estás loco, o qué? –inquirió entre susurros -. No puedes irte así como así.
-Puedo y, de hecho, voy a hacerlo –tomé un abrigo, queriendo marcharme sin enzarzarme en ninguna discusión absurda.
-Eres un p.uto títere. Un estúpido y no te das ni cuenta – me agarró del cuello del abrigo.
-¡Tú qué vas a saber! ¿Quién eres tú para decirme nada?

-Volverá a dejarte, imbécil. Y tendré que soportar como vuelves arrastrándote, como un cadáver.
-¡Que me sueltes, joder! –lo empujé con furia, cayendo al suelo. Arte salió del cuarto, sorprendiéndonos a ambos.

Se acercó a Cristian y le tendió la mano. Éste escupió un insulto por lo bajo e, ignorando el gesto, se puso en pie por él mismo. Se colocó frente a ella y la miró a los ojos.
-Tú no lo has visto un día tras otro, muriéndose porque tú no estabas. No lo has visto caer hasta lo más bajo. ¿Pero sabes qué? Comenzaba a levantarse, y entonces tenías que aparecer tú de nuevo, para joderle un poco más.
Se hizo un silencio sepulcral.
-Lo sé –contestó ella, pasados unos segundos. Yo no me atreví a intervenir. Todo lo que mi amigo había dicho me pilló totalmente desprevenido.
-¿Entonces? –no dijo nada. Yo me acerqué para terminar con aquello.
-Ella no es cómo tú piensas – ni siquiera hizo ademán de mover los labios -. Cristián, no puedes entenderlo porque tu vida, por suerte, ha sido relativamente fácil. Ella nació en un lugar donde Dios sólo duerme –el mutismo no cesó -. Por favor, necesito tu aprobación en esto.
-Lo siento, porque no puedo aprobarlo. Lo más que puedo hacer es apoyarte –me conformé con eso. Le dediqué una sonrisa cálida y afectuosa.
-Gracias –fui hasta el portón, y los miré a ambos -. No tardaré en volver.
Salí y cerré la puerta tras de mí, dispuesto a visitar, por última vez, el Club Lorraine.
Última edición por Arte el Mié May 13, 2009 8:45 pm, editado 6 veces en total
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¡¡¡Gracias!!!
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Notapor Zabimaru » Mié May 13, 2009 4:35 pm

Me he leído los dos capitulos seguidos y chica, qué decirte... Que eres fantástica y con el capítulo 6 has logrado emocionarme. Tienes una habilidad especial para transportar al lector a la historia.

¿Es Cristian o Cristián? xD

Por último... No sé si en el mundo de los escritores está bien hacer comparaciones o cosas parecidas pero... Tu calidad de escritura me recuerda a la de Carlos Ruiz Zafón, es decir, eres increíble.
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