por Arte » Mar May 12, 2009 6:42 pm
[JUSTIFY]Pues tras una semana y poco, aquí os traigo un nuevo capítulo =)
Es un poco más largo, y no es de mis preferidos >.< , pero aún así espero que es guste =)
Respecto a los errores que algunos me habéis señalados: Pax, gracias por decirme lo de "comente mientras tomé un cigarro...." sonaba realmente mal xD, ya lo corregí ^^
Lo referente a "eso pensaba yo creer", lo hice a drede, porque me pareció más artístico xD
Dicho esto, os dejo con el capítulo 7 =)
Capítulo 7
A pesar de ser invierno, había una extraña concentración de calor aquella noche. Un bochorno húmedo e incómodo que no desaparecía. Estaba semiinconsciente, sumergido en esa línea de vigilia situada entre la realidad y el sueño. Comencé a revolverme entre las sábanas, con un malestar cuyo centro de emisión no llegué a localizar con exactitud. Tomé una gran bocanada de aire y, justo después, alcé el torso y me quedé sentado en la cama de un impulso. Me eché el pelo hacia atrás, completamente atosigado. Sonaron unos golpes y, tras escucharlos, vislumbré cómo la puerta se abría, poco a poco, entrando a través de ella una sombra estilizada que se acercó hasta mí.
-Vaya, me encantas así –la única luz existente era la emitida por la luna, por lo que me costó un par de segundos enfocar la mirada. De todas formas, aquella voz era inconfundible, no era necesario ver para reconocerla. Noté cómo se acercaba danzante, deslizándose hasta colocarse de rodillas sobre mi lecho. Me acarició el rostro con su mano. Su aliento rozaba mis mejillas con una dulzura deliciosa.
Justo cuando iba a pronunciar unas palabras, ella me acalló ahogando el aire entre ambos hasta que su boca llegó a mis labios, besándome de manera apasionada y fogosa, enredando entre su lengua la mía. Empecé a sentir cómo su cuerpo reposaba encima de mí, extendiéndome de nuevo, cuan largo era yo, sobre el colchón. Podía apreciar su piel a la perfección, únicamente cubierta por la ropa interior, suave, tersa y ardiente. Me volvía loco.
Empecé a perder el control sobre mis acciones. Algo me decía que no, que no debía, que estaba cayendo en la trampa. Pero no era yo quien decidía; ella lo hacía por mí. Comenzó a tocarme por debajo de la camiseta, subiéndola y quitándomela; arrancándome casi los pantalones.
Yo, idiota, cedí como un estúpido, incapaz de evadir su tacto de fuego y seda, entregándome por completo a toda ella.
Pero, de repente, un sonido fuerte me sacó del embrujo en el que me había visto envuelto.
Por poco caí de la cama.
Al abrir los ojos estaba totalmente desconcertado. Miré a los lados; no había nadie.
Un sueño.
Me levanté para ir al baño a refrescarme cuando volví a escuchar un nuevo golpe, procedente de la entrada. Me alarmé y, algo asustado, me dirigí hacia allí.
Todo estaba oscuro, pero las siluetas aún se intuían. No había nada inusual. No obstante, tras el silencio que lo cubría todo se distinguía un suspiro intermitente y quejoso, de esos que se enroscan por tu pecho y te oprimen hasta dejarte sin respiración, consternándote. Sin saber por qué, sentí miedo. Un miedo extraño del que jamás había hecho uso.
Aquel suspiro continuó, vago e incesante, pareciendo siempre expirar para, después, sorprenderme con uno nuevo.
Pude haber ido rápido, pero no lo hice. Por el contrario, me acerqué muy lentamente hacia el portón, oprimiendo el pomo con fuerza y con cuidado al tiempo.
Tomé aire un par de veces y, entonces, abrí.
Mi corazón dio un vuelco y comenzó a bombear con estrépito. Me abalancé y la tomé entre mis brazos.
-¡Arte! ¿Qué te ha pasado? –tal vez por la impresión del momento, por la angustia acumulada o por la sensación de impotencia, comencé a llorar.
Ella estaba tirada, sobre el suelo y con el rostro bocabajo. El pelo ondulado le caía en cascada por los hombros. Sin demora, la alcé y la llevé hasta un asiento. Estaba completamente aturdida.
-Por favor, Arte, respóndeme. ¿Qué te ha pasado? –hablaba con inquietud contenida, tratando de mantener la calma, endulzando mis palabras con el cariño que, seguramente, ella necesitaba en aquel instante.
No respondía. Sus ojos entreabiertos se perdían entre algún lugar lejano y su cuerpo no presentaba atisbo alguno de conciencia. Comencé a asustarme a una velocidad insospechada.
Cuando la estudié con más detenimiento pude apreciar varias heridas sobre su tez perfecta: arañazos, moratones y alguna que otra más profunda cuya hemorragia parecía haber cesado.
Al comprobar que no respondía de ninguna de las maneras, volví a levantarla y a llevarla hasta el baño, donde la coloqué en un amplio barreño de madera. Cogí una jarra y la empapé de agua. Pareció reaccionar.
-¿Qué…? ¿Dónde…? –su vocecilla hablaba con esfuerzo. Sus grandes ojos verdes, cansados, se fijaron en mí -. Allen… -alzó su mano con costoso trabajo, queriendo encontrar las mías. Yo se las ofrecí -. Lo siento. Lo siento tanto…
-Ey, no pasa nada. Tranquila –me acerqué para que me sintiera a su lado, y le sonreí.
No puedo explicar cuál fue la sensación que me recorrió de arriba abajo. Demasiados sentimientos encontrados, tal vez, para poder clasificarlos con claridad. Desconcierto, tristeza, rabia, angustia, pena. Entre todo aquello: felicidad. Felicidad por volver a verla.
Arte, mojada y sobre el barreño, estaba ida. Parecía no hablar con demasiada coherencia, o con demasiado conocimiento. De pronto, comenzó a llorar.
Y entonces pude apreciar la gravedad del mundo concentrándose en mi vientre, sintiendo el peso de todo cuanto me rodeaba. Porque por un segundo pude verla como nunca antes; cómo realmente era. Un cadáver que de cuando en cuando hacía sitio a otra mujer dentro de su cuerpo; un ente sin vida y sinsentido obligado a permanecer en una sociedad que no era la suya; una diosa condenada a moverse por una ‘normalidad’ que no comprendía. Pero no, no iba a aceptar que por ser ella la frágil, la tierna, [/JUSTIFY]
[center]tuviera que ser la muerta.[/center]
Busqué una toalla y luego envolví a Arte con ella, tomándola y llevándola hasta mi cama. Allí la tumbé y la sequé un poco.
Me senté a su lado.
-¿Ha sido él, verdad? –asintió, sin necesidad de palabras -. ¿Por qué?
-Porque no le quiero, y odia eso –no dije nada; esperé a que continuara -. No pude hacer otra cosa, Allen. Tuve que dejarte, echarte a un lado, aunque no fuera ese mi deseo. Pero he sufrido por cada ‘te quiero’ que no he sido capaz de darte. Y en fin de año, en el baile… -cesó, con la voz quebrada y los ojos húmedos.
-Maldita sea, Arte, no te entiendo. ¿Por qué no podías decirle que no? ¿Por qué tenías que mentirme? Y, es más, ¿por qué tenías que volver? –me arrepentí de mis últimas palabras, cargadas de reproches, discerniendo que tras todas aquellos interrogantes a los que no les encontraba el sentido habían respuestas coherentes.
-Es alguien importante. Más de lo que piensas. Nadie, absolutamente nadie, puede negarle nada –hizo una pausa, tomó aire y continuó -. Hace tiempo que está obsesionado conmigo, antes incluso de que te conociera. Es el gánster más importante de toda la ciudad, con unas cuantas empresas que utiliza para sus negocios. Todos lo saben y, sin embargo… -soltó una media sonrisa de angustia, de decepción hacia el mundo -. Perdóname –y sonó tan rotundo que lo sentí como mil agujas clavadas a mi cuerpo.
-En ese caso, si eso es cierto, no hay nada que deba perdonarte –me miró como si yo no comprendiera lo que quería decir.
-No, no es por eso por lo que me disculpo. Es por haber dejado que todo llegara hasta este punto. Sabía que él me dejaba seguir con mi trabajo, pero no enamorarme. No debí haberte inmiscuido en el asunto. Juro que no quise que llegara a más –comenzó a llorar con fuerza mientras que mi consternación no dejaba que me moviera un ápice -. Al principio me pareció un juego. Eras un chico guapo, atractivo, y me hacías pasar buenos ratos. Pero contaba con que se te pasaría, a ti y a mí, y con que, un buen día, no volvieras a aparecer por el club. Pero no fue así, y fui demasiado idiota como para mantener los pies en la tierra.
-Arte…
-Espera, déjame continuar –seguía llorando -. Cuando me propusiste quedar juntos, fuera de aquel prostíbulo de mala muerte, me choqué de frente contra la realidad. Una demasiado fría y que odiaba, pero la realidad, la única existente. Hice el mayor de mis esfuerzos para que Lorraine te trajera excusas todas las noches, para no verte. Pero te quedaste allí el tiempo que hizo falta, en la puerta, esperándome… -con cuidado se incorporó, lentamente, hasta sentarse junto a mí. Yo no sabía qué decir, no encontraba las palabras.
Me abrazó, enroscándome por el cuello con fuerza.
-Fui una egoísta. Predominó en mí la necesidad de estar contigo al conocimiento de que te estaba poniendo en peligro. Lo siento, lo siento muchísimo –sus lágrimas me abrasaban la piel. No soportaba verla así.
-¿Pero qué va ha hacerme ese hombre, tontorrona? –le acaricié el pelo con afecto.
-No lo sé. Y eso es lo que me asusta –intenté parecer sereno pero, para ser sinceros, tenía miedo. Si realmente aquel tipo era todo lo que ella me había dicho, podría borrarme del mapa sin problema alguno.
Tras estar un par de minutos así, callados y abrazados en medio de la oscuridad de mi cuarto, una idea llegó hasta mi cabeza.
-Arte –la aparté unos centímetros para mirarla cara a cara -. ¿Lo dejarías todo por mí?
-¿Todo? No tengo nada que no seas tú –sonreí, satisfecho con la respuesta.
-Vayámonos, lejos, muy lejos –me incorporé, llevado por una repentina emoción -. Juntos y donde nadie nos encuentre. Al norte, al sur, a una isla en medio del mar. Donde sea.
-Pero eso… es muy arriesgado. Tú trabajo, tus amigos… -me arrodillé frente a ella y tomé sus manos.
-Sólo busco un lugar donde no estar contigo por horas, donde seas sólo mía y donde nada más importe. Lo único que quiero oír de tus labios es un ‘sí’, sin peros, ni excusas.
El sonido de su leve risa inundó la estancia.
-Sí. Vayámonos de aquí -la alegría cundió cada parte de mí.
-Perfecto entonces. Nos iremos cuanto antes, esta noche mismo.
-¿Esta noche? –todo parecía venirle muy de sorpresa. Pero su asombro no era de disgusto, sino de ilusión.
-Sí, esta noche. Puedo ir ahora mismo al club y coger tus cosas. Estaré aquí en menos de veinte minutos y entonces marcharemos hacia la estación. Cogeremos el primer tren que salga, sin importar cuál sea el destino –se echó a mis brazos con demasiadas ganas, porque de su garganta emergió un pequeño grito de dolor. Aún debían de dolerle las heridas -. Tranquila, todavía estás en proceso de cura –sonrió.
Le di un beso en la frente y me dirigí a salir.
-Quédate aquí y descansa. Te avisaré en cuanto llegué –cuando cerré la puerta de mi habitación, del susto casi me da un infarto.
-Lo he escuchado todo.
-Joder, Cristian. Si estás ahí, al menos haz un poco de ruido.
-¿Estás loco, o qué? –inquirió entre susurros -. No puedes irte así como así.
-Puedo y, de hecho, voy a hacerlo –tomé un abrigo, queriendo marcharme sin enzarzarme en ninguna discusión absurda.
-Eres un p.uto títere. Un estúpido y no te das ni cuenta – me agarró del cuello del abrigo.
-¡Tú qué vas a saber! ¿Quién eres tú para decirme nada?
-Volverá a dejarte, imbécil. Y tendré que soportar como vuelves arrastrándote, como un cadáver.
-¡Que me sueltes, joder! –lo empujé con furia, cayendo al suelo. Arte salió del cuarto, sorprendiéndonos a ambos.
Se acercó a Cristian y le tendió la mano. Éste escupió un insulto por lo bajo e, ignorando el gesto, se puso en pie por él mismo. Se colocó frente a ella y la miró a los ojos.
-Tú no lo has visto un día tras otro, muriéndose porque tú no estabas. No lo has visto caer hasta lo más bajo. ¿Pero sabes qué? Comenzaba a levantarse, y entonces tenías que aparecer tú de nuevo, para joderle un poco más.
Se hizo un silencio sepulcral.
-Lo sé –contestó ella, pasados unos segundos. Yo no me atreví a intervenir. Todo lo que mi amigo había dicho me pilló totalmente desprevenido.
-¿Entonces? –no dijo nada. Yo me acerqué para terminar con aquello.
-Ella no es cómo tú piensas – ni siquiera hizo ademán de mover los labios -. Cristián, no puedes entenderlo porque tu vida, por suerte, ha sido relativamente fácil. Ella nació en un lugar donde Dios sólo duerme –el mutismo no cesó -. Por favor, necesito tu aprobación en esto.
-Lo siento, porque no puedo aprobarlo. Lo más que puedo hacer es apoyarte –me conformé con eso. Le dediqué una sonrisa cálida y afectuosa.
-Gracias –fui hasta el portón, y los miré a ambos -. No tardaré en volver.
Salí y cerré la puerta tras de mí, dispuesto a visitar, por última vez, el Club Lorraine.
Última edición por
Arte el Mié May 13, 2009 8:45 pm, editado 6 veces en total