"El club Lorraine"

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Notapor Arte » Mié May 13, 2009 5:10 pm

Zabimaru escribió:Me he leído los dos capitulos seguidos y chica, qué decirte... Que eres fantástica y con el capítulo 6 has logrado emocionarme. Tienes una habilidad especial para transportar al lector a la historia.

¿Es Cristian o Cristián? xD

Por último... No sé si en el mundo de los escritores está bien hacer comparaciones o cosas parecidas pero... Tu calidad de escritura me recuerda a la de Carlos Ruiz Zafón, es decir, eres increíble.



Cristian, Cristian, sin tilde, lo que pasa es que creo que alguna vez se me ha colado xDD


me alegra que te hayan gustado ^^

Nunca he leído nada de Carlos Ruíz Zafón (no, la sombra del viento tampoco xDDD, está pendiente en mi lista de lecturas, pero aún no he podido xD) pero me han dicho que escribe muy bien, así que me lo tomo como un gran cumplido xD
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Notapor Little Sho » Mié May 13, 2009 6:33 pm

Simplemente, alcanza la perfección, al menos para mí, es un relato maravilloso lleno de sentimientos. Me encanta leer este pequeño relato, vamos, podría hacerlo muchas veces que no me aburriría jamás. Y por cierto, creo, que se te coló una ''a'' aquí.

Arte escribió:
Justo cuando iba a pronunciar unas palabras, ella me acalló ahogando el aire entre ambos hasta que su boca llegó a mis labios,
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Notapor ita » Mié May 13, 2009 8:24 pm

Está perfecto. Me encanta.
Eres increíble a la hora de describir sentimientos y emociones... Y de enlazar las frases poéticas con el texto.
De verdad, me encanta esta historia.

Sigue así ^^ Espero poder leer el siguiente capítulo pronto!!*
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Notapor Pax » Mié May 13, 2009 8:26 pm

Arte escribió:Y entonces pude apreciar la gravedad del mundo concentrándose en mi vientre, sintiendo el peso de todo cuanto me rodeaba. Porque por un segundo pude verla como nunca antes; cómo realmente era. Un cadáver que de cuando en cuando hacía sitio a otra mujer dentro de su cuerpo; un ente sin vida y sinsentido obligado a permanecer en una sociedad que no era la suya; una diosa condenada a moverse por una ‘normalidad’ que no comprendía. Pero no, no iba a aceptar que por ser ella la frágil, la tierna, tuviera que ser la muerta.


Ese párrafo me ha emocionado ^^ Realmente no es el capítulo que más me gusta, sobre todo por la parte en la que hablan Allen y Arte, que tiene algo que me parece un poco forzado, o demasiado rápido >.< pero eso es sólo en comparación con otros, porque gustarme me gusta igual, todo hay que decirlo xD

Me cae bien Cristian, es un buen amigo xD Parece que queda menos para el gran final...¡estaré esperando! =)

P.D.: Kiba26, me temo que el "acalló" está bien ^^

P.D.2: Ya de paso Arte, aprovecho para recomendarte yo también a Carlos Ruíz Zafón xD La Sombra del Viento es un poco tocho si no tienes mucho tiempo para leer, así que como alternativa te recomiendo El Príncipe de la Niebla, que es muy cortito (unas 200 págs. a buen tamaño de letra) y en cierto modo a mí hasta me gustó más ^^
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Notapor Arte » Mié May 13, 2009 8:50 pm

Pax escribió:
Arte escribió:Y entonces pude apreciar la gravedad del mundo concentrándose en mi vientre, sintiendo el peso de todo cuanto me rodeaba. Porque por un segundo pude verla como nunca antes; cómo realmente era. Un cadáver que de cuando en cuando hacía sitio a otra mujer dentro de su cuerpo; un ente sin vida y sinsentido obligado a permanecer en una sociedad que no era la suya; una diosa condenada a moverse por una ‘normalidad’ que no comprendía. Pero no, no iba a aceptar que por ser ella la frágil, la tierna, tuviera que ser la muerta.


Ese párrafo me ha emocionado ^^ Realmente no es el capítulo que más me gusta, sobre todo por la parte en la que hablan Allen y Arte, que tiene algo que me parece un poco forzado, o demasiado rápido >.< pero eso es sólo en comparación con otros, porque gustarme me gusta igual, todo hay que decirlo xD

Me cae bien Cristian, es un buen amigo xD Parece que queda menos para el gran final...¡estaré esperando! =)

P.D.: Kiba26, me temo que el "acalló" está bien ^^

P.D.2: Ya de paso Arte, aprovecho para recomendarte yo también a Carlos Ruíz Zafón xD La Sombra del Viento es un poco tocho si no tienes mucho tiempo para leer, así que como alternativa te recomiendo El Príncipe de la Niebla, que es muy cortito (unas 200 págs. a buen tamaño de letra) y en cierto modo a mí hasta me gustó más ^^


Sí, sé que no es de los mejores capítulos. Seguramente, cuando tenga un poco de tiempo libre cambiaré algunas cosas xD

De todos modos, me alegra que te siga gustando =)

Y respecto a C. R. Zafón, tomo nota del libro que me has dicho xD Es que es una especie de crónica rara, pero siempre me decanto por libros que me parecen 'interesantes' y no son tan conocidos. Me lo tomo algo así como mi 'pequeño gran descubirmiento' xDD (mis cosas de loca ._.), pero tomo nota =) , que este verano ya tendré tiempo libre xD
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Notapor Sophonax » Sab May 16, 2009 5:06 pm

A mi me ha gustado bastante, és coherente dentro de la historia y la conversación me ha parecido decente.

Me gusta la idea del sueño, no se siente fuera de lugar como si pasa muchas veces en muchos fics :D

Tengo la sensación de que es el preclímax (eso es lo que viene antes del clímax ¿no? :| ), me encanta esa sensación xD

PD: Saldrá Christian en más capítulos? Me gusta este personaje, me recuerda a Pepito Grillo xD
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Notapor Sombra » Sab May 16, 2009 5:09 pm

me a encantado...conti please
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Notapor Arte » Dom May 17, 2009 3:43 pm

Bueno, aunque el anterior lo publiqué hace cinco días, como cogí la costumbre de publicarlo el domingo y la otro vez me retrasé, retomo lo del domingo xD.

Aunque formaban parte de un mismo capítulo en un principio, finalmente decidí dividirlo en dos (por lo que éste no sería el último, sino el penúltimo) ya que consideré que así quedaría mejor.

Y nada, después de esto, sólo decir que espero que os guste xD




Capítulo 8


Sentí aquella noche el suelo más confortable al caminar, distinta iluminación en las calles, diferente percepción de las cosas. El mundo, en sí, me pareció un poco más generoso. Y, aunque no todo lo que experimenté fue alegría, gran parte de mis sentimientos se componían de ella.

Por otro lado: rabia, furia e impotencia ante la situación. Aquel tipo adinerado y de gran talante me desafiaba entre indirectas. Él me miraba desde la cúspide de la jerarquía de los poderosos, desde el punto más alto de los intocables. Yo, con los pies en el subsuelo, debía quedarme inerte ante la situación, no pudiendo hacerle pagar por todo el daño que había causado a la mujer que yo amaba, a mi tesoro más preciado.

Escupí una maldición entre los rumores que se apreciaban por las calles.

Pero intenté no pensarlo. No, no era el momento.

Mi vida estaba a punto de cambiar. Un cambio para bien, por supuesto. Emprendería un nuevo camino hacia ninguna parte, comenzaría desde cero, y me esforzaría por llegar al mejor de los finales posibles. Y pensar que todo aquello sería junto a la persona que más me importaba, mejoraba mucho las cosas, desde luego.

Percibí al instante que el club estaba cerca. Iba reconociendo el alrededor que conducía hasta allí, y el olor… aquel olor, se hacía a cada paso más intenso. Ese aroma lujurioso penetraba por mi nariz, corroyéndome los pulmones con vicio y lascivia.

Torné la esquina que daba la bienvenida al callejón y, al fondo, aquel cartel: “El Club Lorraine”.

Tomé aire, como temeroso de entrar en el local. Tal vez fuera la sensación de recuerdos concentrados, unidos al conocimiento de que sería la última vez que estaría en aquel sitio.

Finalmente, me envalentoné y pasé la puerta. Tras la cortina de seda color carmín escuché una conversación entre susurros. Uno de los participantes era Lorriene, estaba prácticamente seguro. Primero, porque quienes quieran que fuesen estaban en la recepción y, segundo, porque se trataba de una voz femenina gastada, con un deje ronco. No muy convencido, eché a un lado, sólo un poco, el tapiz rojo para comprobar quiénes eran.

En otras circunstancias, seguramente, habría entrado tranquilo y sin problemas, pero las tensiones a las que me había visto sometido aquella noche me obligaban a ser prudente. Y cómo agradecí haberlo sido.

Sentí el corazón en la garganta y mis ojos se abrieron de par en par. Él… ¡era él!

¡Cuánto lamenté no haberme echado encima! Haber llegado hasta su cuello con mis manos y percibir con éstas cómo su pulso iba abandonándolo, cómo su cuerpo convulsionaba para volverse calmo poco después. Pero debía mantenerme sosegado, debía pensar en aquello que nos convenía más a Arte y a mí. Seguro que aquel tipo había ido a buscarla, señal de que debíamos abandonar la ciudad lo antes posible.

Con sumo cuidado giré sobre mis talones, dispuesto a marcharme tal y como había llegado. ¡Y maldita sea! Que cuando iba yéndome de aquel lugar pude apreciar que él también abandonaba la estancia.

No supe hacer otra cosa. Tal vez, en medio de la noche, no me habría reconocido. Empecé a andar con estrépito.

A mis espaldas se escucharon unas pisadas que caminaban elegantes y tranquilas pero, poco después, pararon. No me detuve.
A los pocos segundos percibí cómo esos pies recuperaban la marcha y, para mi mala suerte, me di cuenta de que no se trataba sólo de una persona, sino de al menos dos. Ya las pisadas no se sentían tan firmes, sino toscas y arrítmicas.

Un escalofrío nervioso me recorrió la columna vertebral.


Yo seguía, intentando hacer como si nada, con las manos en los bolsillos y la mirada al frente.

-Ey, tú –dijo uno a mis espaldas. Aquellas palabras penetraron en mi cuerpo como cuchillas. No hice ademán de detenerme, ni de contestar -. ¡Eh! ¡Tú, para! –giré el rostro instintivamente. Pude cerciorarme, era él y una masa compacta de tendones y músculos de dos metros. Volví a mirar hacia delante e hice lo único que se me ocurrió: correr.

Ellos me siguieron. Yo, por mi parte, aceleraba cada vez más y más.
-¡Para ahora mismo! –hice oídos sordos.

Pero, de pronto, algo me detuvo en seco.

Sonó de una manera estruendosa y casi desagradable. Una milésima de segundos después, caí al suelo, con tal impacto que pensé que todos y cada uno de mis huesos se habían hecho añicos.

Me llevé la mano al muslo y, al tacto, aprecié un líquido espeso y caliente que no me hizo falta mirar para saber qué era.

Lo último que habría hecho falta para tenerlo todo en mi contra era precisamente eso: que ellos tuvieran una maldita pistola.

Me levanté como pude y, aunque cojeando, continué, con el instinto de supervivencia aflorando por cada parte de mí. No quedaba mucho para llegar a la casa, no más de unos treinta metros; podía verla prácticamente.

-Capullo, párate de una jodida vez – sentí una pierna impactar contra mi estómago como si de un bloque de metal se tratase. Volví a caer, tosiendo y sin respiración. La vista se me tornó negra por un instante -. ¿¡Dónde está ella!? – una nueva patada.

-Vaya, jefe, parece que no tiene demasiadas ganas de colaborar – la mole de roca me agarró del pelo y me hizo colocarme de rodillas -. ¿Dime, vas a responder o no?

Fatigado, logré balbucear unas palabras:

-No… no lo sé –sin esperarlo, el matón imprimió la culata de la pistola en mi cráneo. Sentí un dolor terrible y por mi rostro se deslizaba la sangre como si emanara de una fuente.

Él, el tal Charles, se remangó sus pantalones de pinzas y se agachó para mirarme más de cerca.

-Es sencillo, pequeño desecho de la humanidad. Tienes dos opciones: una –alzó uno de los dedos de su mano -, me dices dónde está, te dejamos tranquilo y todos felices o, dos –entonces alzó un nuevo dedo -, desobedeces, te matamos y luego, cuando terminemos encontrándola, la matamos a ella –no era muy consciente de aquello que pasaba a mi alrededor, pero sí lo suficiente como para no volverme imbécil.

-No sé con quién crees que estás hablando –enuncié con desgana -, pero no soy idiota. Si quisieras matarla, decirte lo que fuera sólo aligeraría el proceso. Si no quieres hacerlo, mátame entonces, porque al menos así le dará tiempo a escapar de ti, maldito hijo de p.uta.


Sonrió, y aquel gesto me produjo un verdadero escalofrío.

-Como quieras –se incorporó y, después, arrinconó mi cabeza entre la acera y su pie. El dolor aumentó considerablemente. Se apartó y no pude comprobarlo, pero estaba seguro de que me observaba desde su posición superior -. Mátalo.

Aquella palabra, tan fría, tan sentenciadora, tan… terrorífica, me congeló la poca sangre que aún recorría mis venas.

Cerré los ojos, queriendo creer al menos que Cristian sabría cómo proteger a Arte y llevarla a un lugar seguro, lejos de ese salvaje.

No sé cuánto tiempo pasó. Intuyo que no fue más de un segundo, pero se me hizo eterno hasta que la escuché. Un grito, un ‘No’ desgarrado y carcomido por el dolor llegó hasta mi corazón y lo prensó hasta cesar su pulso.

Me di la vuelta como buenamente pude, quedando bocarriba sobre el suelo y alzando un poco el rostro. Indudablemente, era ella. Un poco más atrás: Cristian. Ambos corrían.


Entonces todo me pareció muy curioso, porque aquello no hizo más que demostrarme que el ruido de la disputa debía estar llegando a los oídos de los vecinos que nos rodeaban, serenos en sus casas, incapaces de hacer nada. Nadie velaba por nadie. Todos estaban podridos.

Por otra parte, lamenté verlos allí, en el ojo del huracán, arrastrados por una vorágine que los conducía a un peligro sin retorno.

Un nuevo disparo se escuchó, y sentí miedo por mirar, pero no pude evitar hacerlo. Le habían dado, a él, a mi amigo, ahora tirado. Las ansias por llorar eran a cada tiempo más palpables. Pero, tras un momento eterno, pude ver que al menos se movía. La bala había llegado hasta su pierna.

Arte, por su lado, continuaba corriendo hacia mí.

-¡Largo!, ¡vete de aquí! –grité con las fuerzas que aún retenía conmigo.

-Vaya, qué sorpresa –escuché a mis espaldas -. Parece que hoy la suerte está de mi lado –lamenté no ser capaz de levantarme y golpearle con saña y rabia, hasta matarlo.


-¡No!, para, por favor. No le hagas esto –ella se abalanzó sobre mí y tomó mi rostro entre sus manos -. Allen, mi vida, perdóname. Todo saldrá bien –las lágrimas desalojaban masivamente sus ojos.

-Furcia barata, la culpa de esto es tuya, ¿me oyes? –agarró con violencia su cabellera y la hizo levantar -. ¿¡Me oyes!? –Arte emitió unos pequeños gemidos de dolor.


La ira pudo más que el abatimiento. Lentamente comencé a ponerme en pie.

-¡Suéltala! – rió de nuevo, con esa malicia recreándose por su hilera de dientes blancos. Lanzó a Arte a su compañero y se acercó hasta mí.

-Sujétala –ordenó a su súbdito. Sacó una pistola del cinto y me apuntó al pecho -. ¿Lo ves? ¿Ves lo que me obligas a hacer? –le preguntaba a ella -. Esto no habría pasado si te hubieras mantenido quietecita, si hubieras hecho las cosas tal y como te las decía y no me hubieras desobedecido –la miró, aún con el cañón de la pistola en dirección a mi torso -. ¿A caso no te he dado todo lo que una mujer puede querer? ¿Y él? ¿Qué puede darte un don nadie? –el llanto de Arte hundió a la noche, entristeció a la luna y apagó cualquier atisbo de alegría que pudiera existir en derredor.

-Por favor, haré lo que sea… -el sonido de su voz era amargo y afligido. Sufría.

-Es demasiado tarde –sentí como ella trataba de desasirse, sin éxito aparente. Él giró la vista hacia mis ojos y yo se la retuve, no dispuesto a abandonar todos los principios que emergían a través de mi mirada. No dispuesto a aparentar miedo. No dispuesto a satisfacerle un poco más.

Y lo único que realmente sentí no fue estar en aquella situación, no era tener que morir injustamente; era abandonarla a ella, dejarla a su suerte. Me odie por no haber sido capaz de estar a su lado, y cuidarla, y protegerla, como sé que ella siempre esperó de mí de una forma u otra.

Y el sonido de un disparo cortó el aire.
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Notapor Pax » Dom May 17, 2009 4:09 pm

Para matarte xDD

¿Cómo nos dejas así? ¿Una semana??? Qué tensión por Dios, y qué cruel eres xD Estas cosas no se hacen u.u

Ahora en serio, ¡capitulazo! Estoy que no sé ni lo que me digo xD Casi me pongo a llorar en la última parte xD Iba a comentarte una cosa que me ha sonado rara del principio pero me da hasta vergüenza xDD Bueno, yo te la digo:

Arte escribió:Finalmente, me envalentoné y pasé la puerta. Tras la cortina de seda color carmín escuché una conversación entre susurros. Uno de los participantes era Lorriene, estaba prácticamente seguro. Primero, porque quienes quieran que fuesen estaban en la recepción y, segundo, porque se trataba de una voz femenina gastada, con un deje ronco. No muy seguro, eché a un lado, sólo un poco, el tapiz rojo para comprobar quiénes eran.


Sólo eso, que me ha sonado raro que primero diga que está prácticamente seguro e inmediatamente después que no lo está...además las dos palabras suenan muy juntas xD

Nada más, por lo demás para mí está perfecto, así que esperaré como pueda el próximo (y al parecer, último) capítulo.

Ahora, si me disculpas, voy a darme de cabezazos contra la pared, a ver si se me quita el shock xD
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Notapor Arte » Mar May 19, 2009 4:07 pm

Pax escribió:Para matarte xDD

¿Cómo nos dejas así? ¿Una semana??? Qué tensión por Dios, y qué cruel eres xD Estas cosas no se hacen u.u

Ahora en serio, ¡capitulazo! Estoy que no sé ni lo que me digo xD Casi me pongo a llorar en la última parte xD Iba a comentarte una cosa que me ha sonado rara del principio pero me da hasta vergüenza xDD Bueno, yo te la digo:

Arte escribió:Finalmente, me envalentoné y pasé la puerta. Tras la cortina de seda color carmín escuché una conversación entre susurros. Uno de los participantes era Lorriene, estaba prácticamente seguro. Primero, porque quienes quieran que fuesen estaban en la recepción y, segundo, porque se trataba de una voz femenina gastada, con un deje ronco. No muy seguro, eché a un lado, sólo un poco, el tapiz rojo para comprobar quiénes eran.


Sólo eso, que me ha sonado raro que primero diga que está prácticamente seguro e inmediatamente después que no lo está...además las dos palabras suenan muy juntas xD

Nada más, por lo demás para mí está perfecto, así que esperaré como pueda el próximo (y al parecer, último) capítulo.

Ahora, si me disculpas, voy a darme de cabezazos contra la pared, a ver si se me quita el shock xD


Bueno, está y no está seguro por cosa distintas xD

De todos modos, es cierto, estaban muy cerca y quedaba mal >.< , ya lo cambié =) -gracias por el aviso xD-

nos vemos! ^^
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Notapor Zabimaru » Mar May 19, 2009 10:10 pm

No lo dejes ahí, maldita !

Juro por mi madre, que creía que era yo la que tenía la bala en la pierna.

Fantástica como siempre
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Notapor Zee » Mar May 19, 2009 11:17 pm

Diox, Diox... El final tan cerca... Sí que haces alusión a tu nick, de veras.
Juro por mi madre, que creía que era yo la que tenía la bala en la pierna.
¿Y qué si Allen muere? xDDD
Eh, bueno, ¡pues quiero el final ya! O te disparo 8D

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Notapor Sophonax » Jue May 21, 2009 11:49 pm

Oh my world! cuando parecía que esto no podía ir aún mejor vienes tu y escribes este pedazo de capítulo. He sentido adrenalina incluso xD

Hacia el final se pone increíblemente triste :cry: . Es el momento en el que más he logrado meterme en el fic xD
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Notapor babasss » Vie May 22, 2009 1:46 am

jouuun no puedes dejarnos así... vale, sí q puedes y lo has hecho :cry:
como siempre genial
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Notapor Arte » Dom May 24, 2009 4:37 pm

Bueno, pues traigo ya el último capítulo más el epílogo.

No sé si será a gusto de todos xD, aún así espero que os guste y que no os decepcione.

Y bueno, nada, creo que es la primera vez que termino un fic aquí xD, así que me hace hasta un poquillo de ilusión xD

Y sólo eso xD

Nos vemos! ^^



Capítulo 9

Perdí el equilibrio durante un segundo y pude apreciar cómo mi cuerpo se tambaleaba. Estaba mareado.

Intenté ordenar mis ideas, con la consciencia ya un tanto lejos de mí. Me dediqué a pensar en dónde se encontraría la herida, buscando un punto de dolor en mi pecho. Nada.


Un instante después, mis dudas se esclarecieron y la coherencia chocó contra mi mente con una fuerza inmensa.


La sentí. Ida y sin vitalidad, la sentí sobre mis brazos, agarrada a mis hombros y con el rostro hundido en mi pecho. La sentí y habría ansiado no sentirla.

Caí sobre la acera junto a ella, ambos de rodillas, aunque su cuerpo no tardó en deslizarse hasta acabar tumbada sobre mis piernas malheridas.

Alcé la vista, aún trastocado e inconsciente de lo ocurrido. Al frente estaba el gánster, Charles, petrificado y con las pupilas empequeñecidas, aún con la pistola alzada. Dio dos pasos hacia atrás, con un pavor en su mirada como jamás antes había visto en ningún otro ser humano.

Entonces me di cuenta de que, en parte, la quería a su manera. Y cobró cierto sentido el pensar que hay amores que realmente matan.

Por un lado desee levantarme, tomar el arma que hacía apenas un minuto él había utilizado y acribillarlo hasta que mi odio menguara. Pero no, el deseo de estar con ella prevalecía por encima de todas las cosas.

No dijo nada, simplemente dio media vuelta y se marchó junto al otro hombre de dos metros, demasiado impactado, al parecer. Yo no sabía qué hacer, no sabía cómo reaccionar.

-Arte… -sujeté su cabeza con uno de mis brazos y, con el otro, acerqué un poco más su cuerpo al mío.

-Allen –en parte, me alivió escuchar su voz.

-¿Por qué? Maldita sea, ¿por qué lo has hecho?

-Cuando vi que te estaba apuntando, que iba a matarte… Creo que ni aquel hombretón se lo esperaba porque no me sujetó casi –comentó, casi de manera cómica.
Comencé a llorar.

-Tranquila. Escúchame, iremos a un hospital, todo saldrá bien –hice por incorporarme, pero ella me tiró del abrigo con una de sus manos.

-No. Quiero quedarme aquí, contigo.

-Bueno, yo… joder. ¡Socorro!, ¡Que alguien avise a un médico! –grité, eufórico de pronto, impotente ante lo que me estaba pasando. Ella sonrió.

-Desengáñate de una vez –la miré con un cúmulo de sentimientos en los ojos y vacío en el alma -. Sólo quiero que te quedes conmigo.

-Arte, mi vida… -le acaricié las mejillas, sin color a penas.

-Tengo frío. Abrázame fuerte, ¿vale? –y así lo hice.

-Tranquila, no tengas miedo de nada. Yo estoy aquí –susurraba mientras la acunaba con dulzura -. Te quiero, lo sabes, ¿verdad? –asintió levemente, pero aún con la sonrisa dibujada en los labios, oteando el firmamento con una evidente tristeza.

-¿Por qué será? –preguntó de pronto, con ese hilillo de voz aún tan suave, tan lleno de paz -. Que el cielo está allí, tan lejos, mientras el infierno yace bajo nosotros, bajo nuestros pies.

-Es mucho más fácil tumbarse que echar a volar –y me observó como si hubiera dicho una verdad absoluta, irrefutable, arqueando sus cejas en una mueca de abatimiento -. Pero no tienes que preocuparte –se me ocurrió decir tras unos segundos -: yo seré tus alas –sonrió, con esa sonrisa tan suya y tan especial.

-Allen, no sé qué habría hecho sin ti durante todo este tiempo –empezó a hablar de una manera que no me gustaba, de una forma desagradable; como si pretendiera despedirse -. Te he querido desde que te conocí, aunque no me permitiera saberlo realmente. Siempre pensaba en mi trabajo, tomaba decisiones movida por el miedo. Pero me he dado cuenta que gracias a ti, a lo que he aprendido de ti… cada decisión que he tomado ha sido diferente y mi vida ha cambiado por completo. He aprendido que si lo haces así vives al máximo, no importa si te quedan cinco minutos o cincuenta años –se detuvo por un momento, mirándome con todo el cariño del mundo, con una ternura infinita -. Allen, de no ser por ti, por todo este tiempo, jamás sabría lo que es el amor. Gracias por ser la persona que me ha enseñado a querer y ser querida.


-Arte, por favor, no lo hagas. No hables así porque no puedo soportarlo –y me acerqué hasta ella, y posé mi boca sobre la suya, hablando con sus labios pegados y sintiendo su leve respiración sobre mi rostro.

-Idiota, lo único que yo quiero es que seas feliz; tanto como me has hecho serlo a mí.

-No, cállate… vuelves a hacerlo –las lágrimas desalojaban mis ojos cada vez más rápido -. Ambos, los dos, seremos felices, ¿me oyes? No sé por qué, pero siempre te imaginé viviendo en una casa a orillas de la playa –la sentí reír -. ¿Te imaginas? Levantarnos cada día juntos, sin despegarme de ti ni un solo instante; y al llegar la noche te arrastraré hasta la cama y haremos el amor de ciento y una posturas, pero incluso así encontraré aún más para dormir abrazado a ti. Y con el tiempo nos casaremos, y tú estarás preciosa –pude apreciar cómo lloraba y me sentí muy incapaz de poder remediarlo -. Y tendremos tres hijos, dos serán niñas, claro. Seguro que debes ser de esas madres obsesionadas por los vestidos, y los peinados. Y los tres serán las cosas más bonitas que hayamos visto en nuestras vidas. Y así sucederán los días, a cada cual más feliz al anterior hasta que llegue un momento en el que no podamos desear haber sido más dichosos, sentados sobre nuestra magnífica terraza, viendo una puesta de sol, o el amanecer, o una lluvia de estrellas, y echar un ojo a nuestro pasado con la sensación de que lo hemos hecho lo mejor posible, y tú serás una ancianita adorable… Y ambos, juntos, moriremos de la mano mientras te susurro al oído cuánto te quiero. Porque ese es el único futuro que soy capaz de imaginarme, y esa es la única muerte que puedo desear, ¿me oyes? –nadie contestó -. Arte… ¿me oyes? –un dolor inmenso me aplastó y arrinconó contra una verdad dañina e inhumana. Todo atisbo de esperanza, de alegría o felicidad se reportó y el sentido de las cosas emigró hacia ninguna parte.


Lloré, lloré desconsolado hasta que las lágrimas me abrasaron como el fuego y, aún sabiendo que no conseguiría nada, comencé a moverla, ansiando obtener de ella un rastro de vida.

-¡Arte! No me hagas esto –la moví aún con más fuerza, pero no dio resultado -. No, no te vayas. No te vayas de mi lado –hundí mi rostro en su pecho mientras la tomaba con fuerza. De pronto desapareció el dolor físico, el cansancio del cuerpo, dando lugar a uno mayor.

Si sientes una herida en el cuerpo, la ves. Si la ves, puedes curarla, o intentarlo al menos. Existe la posibilidad de que el daño desaparezca, la posibilidad de sanarlo porque sabes de dónde radica el problema. ¿Pero qué haces contra un dolor interno? ¿Contra algo que te desgarra y te desquebraja las entrañas o contra las punzadas del corazón? ¿Qué puede hacerse contra un dolor invisible?

Os lo diré: nada. Y esa era la mayor de mis angustias.

Abandoné mi causa y, con cuidado, la tumbé al completo sobre el suelo. Yo me coloqué junto a ella.


La miré durante largo rato, imaginando que estaba dormida y que despertaría en cualquier momento, aún sabiendo que no sería así.

Empecé a sentir todo el abatimiento que se había disipado instantes antes, el cansancio y el sueño. Debí haber perdido mucha sangre.

-Ahora que lo pienso –hablé, esperando que aún ella pudiera escucharme; casi seguro de que aún se encontraba allí, conmigo -. Nunca te he dicho algo que siempre quise decirte, aquello que sentí con más fuerza desde que te conozco. Nunca he llegado a pronunciarlo, no de esa manera, y ahora creo que me arrepiento. Pero deseo que aún puedas oírme, y que lo sepas, porque será lo más cierto que diré en toda mi vida.

De fondo se iba apreciando un jaleo molesto. Algunas personas debían estar acercándose hasta allí, pero aún estaban lejos.

La abracé, ambos en horizontal sobre la acera, y acerqué mi boca hasta su oído para susurrarlo:

-Te amo.





Epílogo

Podría intentar explicarlo; expresarlo de alguna manera con palabras, pero la percepción nunca llegaría a ser igual al sentimiento mismo, al que se vive y el que sólo se conoce por aquel que lo guarda entre sí.

¿Cómo se expresa la muerte en vida? Sinceramente, no lo sé.


Desde aquel fatídico suceso aprendí a valorar lo importante y a olvidarme de ese tipo de cosas que a veces parecen primordiales, pero que realmente no lo son.

Aquella noche quedé inconsciente, pero llegaron a tiempo para salvarme. Aún querría que aquellos minutos que se invirtieron en mí hubieran sido para ella. Pero el destino no entiende de suplicas, ni de favores. El destino es cruelmente sordo y no acepta ruegos.

Con el paso de las semanas, de los meses, me recuperé. Cristian y yo lo hicimos, aunque yo abría deseado quedarme atascado en medio del camino y no poder continuar, que mi salud me lo impidiera. Pero es curioso, porque la muerte no llega hasta quien la exige pero se presenta ante quien la evita.

Mi vida, a partir de entonces, ha quedado tan vacía y tan llena de significado en otros aspectos que la mezcla se me antoja extraña.

Día tras día he ido apreciando cada vez con más cuidados todo lo que extraje de ella, todo lo que me enseñó sin que pudiera captarlo en primera instancia.

Aprendí que el amar, el querer, son algo más que simples quimeras, algo más que aquello que lees en un libro o escuchas, o ves por las calles personificado en parejas. Es el dolor más extremo y la felicidad más maravillosa unidos en un abrazo eterno, como dos lenguas de fuego que se aproximan, y se besan, y forman una llama única; como dos olas que vienen juntas para expirar a orillas de la misma playa.

Es la sensación que más paz y desamparo te causa, es un soñado bien y un mal presente, una soledad entre la gente. Un descanso muy cansado.


Arte fue, sin lugar a dudas, la mayor de mis inspiraciones; la musa que todos ansían y que, sin embargo, sólo había llegado hasta mí. Y pienso que ya no la tengo, siento que la he perdido y cada segundo se hace inmenso, lleno de una nada que me arranca la piel a tiras, y poco a poco. Constantemente mi mirada la busca, mi corazón la busca, pero ella no está conmigo. Y el dolor es a cada paso más inhumano e insufrible.


Pero, ¿qué decir? Pienso que he aprendido a sobrellevarlo; a saber compensar, a darme cuenta de que el castigo por haber disfrutado de su presencia era la posibilidad de perderla. Y lo mejor de todo eso es que, aún así, sigue mereciendo la pena.

Porque gracias a ella sé que un beso, a veces, puede ser más que un beso; que una mirada puede ser más que una mirada, dependiendo de quién provenga. Que un te quiero puede darte la vida al escucharlo o arrancártela si no aparece.


Gracias a ella lo absurdo cobró cierta razón de ser y, por ello, no me arrepiento de nada. Gracias a ella pude conocer las maravillas del mundo, de la vida, por un instante.

Y desde el silencio del olvido, aún puedo intuirla, sentirla a mi lado.
Desde el misterio del silencio, aún su voz llega hasta mí.
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¡¡¡Gracias!!!
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