[LEFT]Capítulo 13: Encontronazo[/LEFT]
[spoiler]Riku caminaba por las calles de Vergel Radiante. Estaba indeciso después de los acontecimientos de los últimos días. La Organización había sido un problema, pero Sora se había ocupado de ella poco a poco. Y ahora no era tan solo el que no estuviera, sino que parecía haber perdido la memoria.
Al llegar a un callejón, el mismo en el que Sora había peleado contra aquel extraño chico. Si no hubiera sido por la increible aparición de Cloud por allí, seguramente habría muerto.
-Sora…
Apretó el puño con fuerza. Golpeó a la pared con tal fuerza que se rompió. Una mujer le gritó desde el interior de la casa, pero no le hizo caso.
-Voy a buscarte, Sora.
Y así comenzó de nuevo su viaje. Solo faltaba una persona que le acompañase en esta cruzada. Un viejo amigo.
En busca de un transporte, Riku llegó junto a León y Cid. Les explicó sus planes por encima, asegurándoles que no haría daño alguno a la nave. Pero sus miradas no parecían ser comprensivas.
-De ninguna manera.-Respondió Cid, con su normal tono de voz.
-No podemos dejar que te vayas. Kairi se encuentra en un estado problemático y ahora mismo debes cuidarla.-Dijo León sin inmutarse.
-¡Pero Sora está ahí fuera!-Gritó Riku. Su enfado podía verse perfectamente reflejado en su cara.
-Riku, si tú no la proteges, ¿quién lo hará? Ahora necesita compañía de alguien cercano.-Argumentó León.
Riku apartó la cabeza ante el comentario de León. Cierto era que en el pasado habían sido enemigos, pero no tenía por qué comportarse de aquella manera tan desagrdable. Riku decidió no seguir conversando y salió de la pequeña casa.
<<Pues si no me ayudan, lo haré yo mismo.>>
La noche había caído ya hacía rato en Vergel Radiante. El almacén donde guardaban las Naves Gummi estaba vigilado por tan solo dos guardias. Riku se acercó silenciosamente por uno de los lados del almacén, planeando su entrada. El almacén tan solo tenía una ventana y estaba demasiado alta como para llegar saltando, así que planeó una nueva forma de entrar.
No era su estilo tampoco. Él prefería entrar desapercibido por allí, sin tener que dañar a ningún humano. Pero no había posibilidad de ello.
<<Si aún conservase la oscuridad…>>, pensó.
Bajó la mirada durante unos instantes, respirando profundamente. Debía golpearles lo justo para dejarlos inconscientes, sin llegar a matarlos. Contó mentalmente hasta tres y de un saltó se quedó parado en frente de los guardias, mirándolos con tristeza.
-¿Quién es?-Preguntó uno de ellos.
-Lo siento. Lo hago por un amigo.
En su mano apareció su Keyblade, Camino al Alba. Su forma representaba su poder, que era de luz y oscuridad. Un poder que no le permitía usar el máximo potencial de cualquiera de ellas, pero sí usar ambas.
El primero de los soldados agarró con fuerza su lanza y atacó a ciegas por culpa de la noche cerrada. Riku reaccionó con destreza y habilidad, esquivando la punta de la lanza con un giro sobre sí mismo. El soldado cayó al suelo, habiendo sido golpeado en la nuca por la Keyblade.
Al oír un ruido fuerte, el segundo guardia desenfundó la espada que tenía guardada y se puso en guardia. Riku avanzó hacia él con superioridad, sin mostrar ningún tipo de nervio. Estaba seguro de su victoria ante unos simples guardias.
Dicho guardia lanzó una estocada descendente hacia la figura de Riku, aunque éste la bloqueó sin esfuerzo alguno. Con su brazo izquierdo le golpeó con el codo en el estómago, haciendo que cayera al suelo.
-¿Tan solo eso?
Durante un momento, Riku se sintió levemente decepcionado. No tan solo porque los guardias eran realmente débiles, sino por el hecho de que León no hubiera anticipado sus movimientos. Sin prestar mayor atención a eso, se dirigió a la puerta del almacén. Dicho edificio no estaba la última vez que había visitado Bastión Hueco. Sora le había contado que, gracias a la ayuda del Comité de Restauración habían podido reconstruir gran parte del mundo, aunque los continuos ataques de sincorazones les habían forzado a crear un sistema de defensa para ayudarles a proteger los edificios que construían.
La puerta parecía estar cerrada por algún tipo de candado. En la pared había un pequeño dispositivo que debía de controlar la puerta.
-La Keyblade puede abrir todo tipo de cerraduras, ¿no?
Se alejó un par de metros del dispositivo y apuntó con su llave. Un rayo de luz salió de la punta y se oyó un “clac”, mientras la puerta se abría lentamente.
Riku la atravesó en cuanto tuvo la más mínima oportunidad, observando varias naves gummi aparcadas en perfectas filas. Pero la que estaba buscando no se encontraba junto a esas, sino que estaba en el fondo del aparcamiento.
Aquella majestuosa enbarcación, de nombre Eclipse. La misma que el Consejo les había otorgado hacía unos pocos días. Pero esos días parecían haberse convertido en una eternidad como nunca había sentido.
Desvió sus pensamientos, intentando mantener la poca objetividad que le quedaba. Subió a la nave después de haber descubierto la manera de abrirla, ya que al igual que la puerta, estaba cerrada con otro mecanismo electrónico. Una vez dentro, deseó con todas sus fuerzas tener algún copiloto, ya que llevar esa nave una sola persona era muy complicado.
Y dicho deseo se cumplió mientras encendía el motor. Una nube de humo se extendió por todo el almacén. Y, de entre los pasillos de la nave, apareció el que sería su acompañante en aquel terrible viaje.
-¡Tú!-Gritó al ver a dicha persona.
Eva se despertó al instante. El sueño que había tenido había sido tan desagradable como recordaba. Un sueño que le había perturbado durante mucho tiempo, y que empezó al llegar a dicho mundo desolado. Sentía su cuerpo demasiado pesado para poder siquiera caminar. Recordó entonces que era culpa del hechizo de protección. Por eso, su propia fuerza y aura eran reducidas a un nivel tan ínfimo que solo rastreadores expertos podrían localizarla.
Se dejó caer de nevo sobre la cama, acurrucándose entre las mantas. Nunca había dormido en un lugar tan extrañamente blando y cómodo, por lo que no quería separarse tampoco de dicha comodidad. Pero el recuerdo del día anterior le quitó dicha sensación de golpe.
Maldiciendo para sus adentros, se levantó y vistió algo adecuado para poder visitarle. Su única vestimenta, en realidad. Un vestido que estaba algo roído por los continuos correteos de un lado a otro. Pero, aunque fuese el único que tenía, le tenía un cariño especial. Le recordaba a su madre, ya que era un regalo suyo.
-Mamá…
Acarició la tela del vestido con dulzura y cuidado. Así se quedó durante algunos minutos, hasta que decidió salir a la habitación de al lado. En aquella habitación se aposentaba Kyo, que se había desmayado y no se había levantado desde el día anterior.
Cuando Eva entró, se acercó a su cama y se colocó de rodillas, observándole con preocupación. Se extrañço de dicho sentimiento, pero no pudo evitar extender la mano hacia su rostro. Tocó su mejilla y eso le puso nerviosa. Acarició entonces el mechón de pelo de color blanquecino que se hayaba en su cabello. De nuevo, aquel sentimiento la invadió, pero extrañamente no quería retirar la mano. Colocó la mano en su mejila y la acarició lentamente. Se incorporó, tan solo para acostarse a su lado.
-Estaré contigo, Kyo. Lo prometo.-Susurró.
Se acercó a su rostro lentamente. No podía apartar la vista de sus labios. Una necesidad de tocarlos y besarlos le invadió. Y, aunque intentó controlarse, dejó su cabeza a escasos centímetros de la de Kyo. Descendió levemente, rozando sus labios con los suyos. Fue simplemente eso, un roce, pero para ella significó un gran paso. Hizo lo mismo otra vez, saboreando el sabor de su labios, queriendo cada vez probarlo más.
<<No debo>>, pensó.
Con mucho esfuerzo consiguió separarse y coger la mano de Kyo. Eso le bastaba por ahora. Se giró, quedando en frente de Kyo, sin soltar en ningún momento su mano.
<<Cuando despierte, estaré aquí. Siempre.>>
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Espero que lo disfruteis y que veais la mejora de la narración, que es muy visible. Me impresiono ahora al leer los primeros capítulos...
Atte.
Yagami Kyo