[center][JUSTIFY]
Mystic Dark: Gracias por tu comentario, Mystic Dark, me gusta saber qué piensan mis lectores, ya que sin ellos yo no sería nada.
Me alegra que te haya gustado el dibujo, ya me dirás que te van pareciendo el resto ^-^ Y tan mini, es tamaño portátil xDDD (pobrecico... Si lee esto Roxas-XIII xDD... es que a veces le digo eso y... xD) En fin, Pues aquí tienes el segundo capítulo, que tampoco tiene desperdicio^^
Que lo disfrutéis!
[/JUSTIFY]
Capítulo II[/center]
[center]“Almas Gemelas”[/center]
Mientras tanto, no lejos de allí, en la cascada más cercana, un séquito dorado cruzaba el valle, trayendo consigo la buenaventura del verano que daba su comienzo.
-¡Será posible nuestro hijo lo irresponsable que puede llegar a ser…! – Larxene, la reina de las hadas parecía realmente disgustada.
-¿Qué ocurre, querida? – El bondadoso rey Marluxia, estaba junto a ella en su carroza alada, conducida por enormes mariposas de colores.
-¡Otra vez se ha vuelto a saltar el protocolo y a campar por ahí a sus anchas, con lo importante que es el evento del cambio de estación para la corte y el reino entero!
-Bueno, ya sabes como son los jóvenes, cariño. Aún recuerdo cuando yo… -Dijo sonrojándose.
-Querido, no te salgas del tema…- Se sonrojó también. Era evidente que habían recordado algo mutuo.
-Ya le conoces, nuestro hijo siempre ha sido muy independiente y aventurero, nunca le han gustado demasiado las… frívolas formalidades.
-¡Es el heredero a la corona, y ha de mantener su estatus y su imagen, por el amor de Dios! ¡No pienso tolerar más que se recorra todo el país montado en esa cosa horrible!
-Ya cálmate, lo buscaremos más tarde, amor. Disfruta mientras de la velada. –Le respondió ofreciéndole una pequeñísima rosa del mismo color que los ojos de ella, de un azul muy luminoso, que él mismo había cultivado.
-No está mal para comenzar, esposo mío. –Le contestó asombrándose gratamente. – Veremos si el final es igualmente prometedor.
-Puedes contar con ello. –Le aseguró, pasándole su mano por detrás de su cintura.
Ala par de entonces, un destello del más vivo color del fuego, surcaba el ancho mar estrellado, cruzándolo de punta a punta, para luego caer en picado casi rozando el agua cristalina, para después juguetear en el bosque, surcando los árboles en zigzag. Lo que parecía un joven del tamaño de un pétalo de flor, subido en un abejorro, cruzaba en estos instantes el frondoso valle.
-¡Prueba superada, Zumby, lo hemos vuelto a hacer! ¡A fin libres!
Como única respuesta, el abejorro zumbó y dio una leve sacudida.
-La verdad, no me gustan nada esos desfiles. A veces, realmente, me habría gustado no ser príncipe, para poder ir dónde quisiera, vivir mi propia vida… mis propias reglas… Ah… la libertad. Esa gran deseada…
Nuestro príncipe nunca había tenido otro deseo. Únicamente deseaba ser algo que no era, y tener algo que no podía ser. Como nuestro protagonista. Pero para ambos, sus vidas estaban a punto de dar un giro de ciento ochenta grados, un giro radical. La respuesta que tanto habían anhelado la tenían al alcance de la mano, ahora más que nunca.
Y allí estaba nuestro joven protagonista. Deseando que sus cantos y súplicas fuesen escuchados por alguien, preguntándose si algún día vería que él a pesar de ser pequeño, era muy especial y diferente, valioso y con una luz única.
-No quiero vivir solo… no quiero ser así… quiero ser libre…
Muy cerca de aquí…
-¿Has sentido eso?- El hada se detuvo en seco por un instante.
El abejorro zumbó con una ligera duda que pronto se confirmaría.
-Sí, ya sabes… he sentido como si algo me llamara y brillara, allí en el horizonte. ¡Vamos, deprisa, algo me dice en mi interior que debo averiguar de qué se trata! –Continuó espoleando un poco más a Zumby, animando a que continuase.
El abejorro se adentró en el valle, recorriéndolo a fondo y a punto estuvo de pasar de largo una encantadora casita con cuadras, corrales y jardines, típicamente campesina, sino hubiera sido porque el joven le ordenó detenerse en el punto más álgido de la casa, la ventana de la alcoba situada en la buhardilla. La llamada parecía proceder del interior. Y esta llamada se hizo más real todavía si cabe cuando contempló a través del cristal aun joven de más o menos su misma edad entonando una triste pero bellísima canción. Se quedó muy impresionado ante tal espectáculo. Nunca había visto ni oído nada igual. Era como si todo su ser lo embriagara una luz muy cálida, dorada y aún hiciera más cándida a su persona. Parecía tratarse de un hada, pero carecía de alas. No había en este mundo que se le pareciera, pero su belleza y su mirada lo cautivaron a primera vista, por no hablar de su melodiosa voz. Quiso asegurarse de que no se trataba ni de un sueño ni una ilusión producto de su imaginación, así que valiente, se adentró dentro de la estancia.
Tiny aún no se había percatado de la presencia de un extraño. Seguía tarareando y entonando sin sospechar que alguien lo vigilaba muy de cerca, entre las sombras. Cuando por fin pareció bajar de la ensoñación en la cual se había dejado transportar sin apenas inmutarse y volvió a tocar pies en la realidad, triste volvió a tomar asiento.
-Pero qué cosas digo… Los milagros no existen, aunque clames por ellos… ni yo seré más grande, ni existen las hadas, ni seré libre…
Una voz resonó tras el enorme libro. –Cuidado con lo que pides, o puede volverse realidad.
Tiny retrocedió unos pasos desconfiado y algo temeroso, en alerta. -¿Qui… quién anda ahí?
De repente, algo brilló y rápido como un relámpago se situó tras de sí,cerca del alféizar de la ventana. Tiny giró muy rápido sobre sus pasos,y si eso no hubiera bastado para hacerle perder el equilibrio, lo siguiente terminó por hacerlo.
Un joven de su misma edad, quizás un poquito más mayor, lo miraba admirándole. De por sí esto ya era muy extraño, ya que se tomaba por el único ser humano del planeta con esa estatura, pero más extraño era que el muchacho que le devolvía la mirada… ¡Tenía alas! Sin poder evitarlo, cayó hacia atrás, quedando en una pose muy poco elegante.
-Así que… -Dedujo el misterioso joven de cabellos rojos como el fuego y de unos ojos de un verde vivo hipnotizante, bajo los que lucía unas marcas violáceas muy peculiares. - ¿Eras tú el dueño de esa preciosa voz?¡Cantas como los ángeles! – Tras ello, le hizo una reverencia hincando su rodilla en el suelo, maravillado. Tiny, que aún seguía mirándole desde abajo con los ojos muy abiertos, con la misma cara de impresión que se le había quedado al caer, apenas podía articular palabra. Sólo acertó a decir:
-Tú… tú… ¿¡ERES UN HADA!? Pero… pero… -Poco a poco fue recuperando la compostura y la entereza. - ¡Yo no hablo con extraños! ¡Te aviso, sé defensa personal! – Dicho esto, alzó sus puños en posición de defensa.
El hada lo volvió a mirar, incrédulo, con los ojos muy abiertos. Luego sonrió afablemente y fue junto a él, cosa que puso más nervioso a Tiny, pero no sabía por qué, no podía apenas moverse del lugar. El hada bajó sus puños con sus manos suavemente y le susurró para que se tranquilizase.
-No temas, no vengo a hacerte ningún daño… - Tiny se enrabió.
-¡YO NO LE TEMO A NADA NI NADIE! ¡YO SOY MUY VALIENTE! ¡YO… yo… te… TENGO MUCHA FUERZA Y SÉ UTILIZARLA!
-No lo dudo… -Sonrió con circunstancia el joven. – Pero tienes razón, he sido un maleducado el venir hasta aquí sin presentarme. Haré los honores, si me lo permites, así dejaré de ser un extraño para ti y podremos hacer las paces, ¿qué te parece?
Tiny aún no parecía fiarse del todo y lo miraba de reojo, aún así, decidió darle una oportunidad y aceptó, asintiendo en silencio.
-Mi nombre es Axel – Sonrió el joven mientras le hacía una nueva reverencia llena de respeto. – Encantado de conocerte.
-Yo… yo me llamo… - Su cara se ensombreció repentinamente. –…Tiny.
-¡Es un nombre muy bonito!
-Nah, no suena tan bien como el tuyo… A decir verdad el mío no me gusta, pero eso no tiene importancia ahora… -Tiny no podía dejar de mirar al recién llegado. Podría decirse que brillaba con luz propia, y así era, no sólo por las chispas y destellos que dejaba al pasar provinente de sus alas rojas y amarillas que parecían llamear como dos grandes antorchas, sino su sola presencia ya bastaba para causar tal efecto.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras de esa manera? ¿Tengo algo pegado o algo así?-Axel se giró sobre si mismo buscando la causa de tanta expectación.
-¡Si que lo eres! ¡Eres un hada! Menos mal… -Suspiró aliviado.
-Sí, creo que aún lo sigo siendo… -Bromeó Axel. -¿Y ese suspiro de alivio? ¿Acaso querías conocer alguna y no te creías eso de que son cuentos chinos?
Por primera vez en la noche, Tiny rió. Estaba realmente feliz. – Hasta esta noche me he sentido muy solo… Por que creía que erala única persona diminuta de todo el mundo… Y pensaba que las hadas no existían, nunca he creído ni en los sueños que se hacen realidad, ni en los milagros, aunque mi madre me diga todo el tiempo que yo soy uno…
Axel murmuró para sí mientras lo contemplaba de soslayo: Y no se equivocaba…
-¡Pero tengo ante mí uno de ellos! Quizás no esté tan lejos en que un día también pueda cumplir mi deseo de viajar y vivir aventuras, muy lejos.
-Tú… tienes muchos deseos para no creer en ellos… -Axel se aproximó un poco más a Tiny, sin que éste apenas lo percibiera.
-Soñar no cuesta nada, o eso dicen. – Le devolvió la mirada el rubio, que ahora le costaba cada vez menos sonreír.
-¡Pues ante ti, tienes un hada de los deseos! ¡Pídeme lo que quieras y lo volveré realidad para ti! No pierdas la oportunidad, no se sabe cuándo puede volver a repetirse…
-Eres muy amable, pero no creo que puedas…
-¡Prueba!- Le retó Axel.
-Está bien… ¡Quisiera ser más grande! O, en su defecto, conseguir cualquier hazaña, ¡por difícil que esta parezca! O… poder volar… ¡salir de aquí y vivir aventuras! Pero no te creo capaz de hacer tantas proezas… Es cierto que eres un hada… Pero para seres tan pequeños como nosotros…
-Ahí te equivocas, Tiny. –Le corrigió Axel. – Mira, te lo demostraré con un par de frases. Primero, eres una persona muy, muy grande. He visto en tu interior y tu corazón es tan grande que no te cabe dentro, vales muchísimo, y eres alguien muy excepcional, con ello eres más grande que cualquier gigante que puedas toparte. Por lo tanto, puedes hacer cualquier cosa que desees, puedes hacer grandes hazañas, si es tu deseo. ¡Nada debería impedírtelo! Y volar… bueno, eso puedo concedértelo yo esta noche como un pequeño regalo de bienvenida y de nuevos amigos, ¿te gustaría?
-¿Cómo puedes decirme eso? Yo no tengo alas… no soy como tú… ojalá…
-Bueno, yo creo que algún día las tendrás. Sólo debes tener fe y confiar. Pero mientras, puedo llevarte lejos, si quieres, y volando. ¡Hasta podemos vivir aventuras! ¡No hay nada que no podamos hacer! Sino me crees, ¡sígueme! – Axel instó a que Tiny lo siguiera al exterior de la ventana. Allí le aguardaba impaciente Zumby, deseando volar una vez más.
Tiny al contemplarlo ante sí no daba crédito a sus ojos. -¡Es… Increíble!
-Sí, yo también lo creo… es decir, me alegra de que te guste, ¡y creo que tú también le gustas!
-Anda, no te rías de mí…
-No lo hago. -Axel se aproximó a Tiny y lo tomó de la cintura. Ambos se sonrojaron al instante y Tiny se quedó paralizado, sin saber que decir ni hacer. Axel reaccionó y le pidió permiso. - ¿Te ayudo a subir?
-S…Sí, claro. –Axel lo alzó con sumo cuidado y lo posó sobre el lomo del insecto, a lo que luego él subió de un brinco. Roxas pensó que le gustaría ser igual de ágil, pero debería entrenarse todos los días para alcanzar a su nuevo amigo.
El abejorro emprendió el vuelo raudo y veloz.
-¡Agárrate fuerte, Tiny, allá vamos!
-¡Sí! – Al instante, se aseguró bien a la cintura del hada para no dejarse ir, pasara lo que pasara.
Cada vez todo se veía más y más pequeño. Tiny lo contemplaba todo muy impresionado. Axel al ver su expresión, rió nuevamente.
-¿Ves? ¿A que desde aquí arriba no se ve todo tan grande?
-Es cierto – Sonrió el rubio. – ¡Todo parece al alcance de mi mano! –Exclamó mientras con una mano extendida podía llegar a tapar toda su casita entera.
Volaron y volaron hasta casi tocar la luna, para después descender como una estrella fugaz hacia el río que surcaba tranquilo en la negra noche.
-Te enseñaré a volar, Tiny. – Se ofreció el hada mientras sin pensárselo dos veces lo tomaba en sus brazos, a lo que Tiny al principio se sintió avergonzado, pero luego pensó que no se estaba tan mal después de todo.
Corretearon juntos el río, dejándose llevar por el momento, reflejando sus caras felices en el agua cristalina, únicamente iluminados por la luz que envolvía a Axel. Entre risas y miradas cómplices, volaron, incluso bailaron casi sin darse cuenta, por todo el bello páramo, entonando canciones muy hermosas juntos, divirtiéndose como nunca antes lo hubieran hecho. Aquél momento fue único en toda su amplitud. Se sentían más unidos que nunca el uno con el otro, como verdaderas almas gemelas.
-Lo hago fatal, en serio. – Se avergonzaba Tiny.
-Para nada, eres un gran bailarín y piloto, cualquiera diría que has nacido para volar.
-¿Tu crees? –Tiny se sonrojó de veras, tanto que podía competir con la larga cabellera del pelirrojo.
-No sólo lo creo, estoy totalmente seguro de ello. –Dijo mientras lo llevaba de la cintura por entre los juncos de un hermoso lugar apantanado. –No hay más que verte. –Ahora el sonrojado era él.
Y así, entre risas y dulces palabras, el tiempo también voló, y pronto estuvieron nuevamente de regreso a la casita de Tiny. Axel bajó con cuidado a Tiny de la montura, pero tuvo un traspié y ambos quedaron muy, muy juntos y abrazados, rozando nariz con nariz, a lo cual se ruborizaron de veras y Tiny no pudo evitar un ataque de vergüenza y separarse por impulso del joven.
-Lo siento. – Se disculparon a la vez, aunque realmente en el fondo, los dos sabían que no había nada que disculpar, ya que ese momento lo habían esperado toda la noche.
-Tiny- dijo de nuevo Axel, aproximándose al muchacho rubio.- ¿Podré volver a venir a visitarte mañana? Me gustaría seguir conociéndote, si tú quieres.
-Claro. –Sonrió éste. –Puedes venir siempre que quieras.
-¡Entonces está hecho! Volveré lo antes posible, ¿vale?
-¡Te esperaré aquí, no me moveré! –Lo despidió Tiny.
-Duerme bien, dulces sueños. –Dijo por último Axel, que comenzaba a remontar el vuelo, pero llegó a punto de darle un beso en la mejilla a Tiny, cosa que lo dejó nuevamente paralizado, como sólo el hada sabía hacerlo. Yahí se quedó, inmóvil, viéndole marchar en la infinidad de las estrellas, dejando tras de sí un rastro llameante que tanto le fascinaba.
Tiny no podía aguardar a que fuera mañana y no paraba de dar vueltas frente a su lecho. ¡Nunca había estado tan nervioso y excitado! Lo que le había ocurrido esa noche había sido simplemente increíble, le costaba gran esfuerzo pensar que había sucedido de verdad. Temía que al dormirse, todo volviera a ser irreal, un sueño más. Rezó como nunca antes lo había hecho y entre un murmullo entonando las canciones que habían bailado juntos, terminó por dormirse con unagran sonrisa que jamás se había reflejado en su rostro. Nuestro protagonista aún no era consciente del todo, pero lo cierto era que una chispa se había prendido en lo más hondo de su corazón y comenzaba a tomar una forma cada vez más nítida.
Poco a poco fue amaneciendo… y los tenues rayos dorados del sol acariciaron suavemente su rostro, pero para su sorpresa, algo los tapó.
-Buenos días… - Sonó una voz dulcemente. Alguien lo contemplaba desde arriba.
Tiny entreabrió los ojos. –Buenos… ¿días? -Los abrió de golpe y casi estuvo a punto de darse de cabeza. Ante sí tenía nuevamente a Axel. Se pellizcó en una mejilla para asegurarse que no era un sueño. -¡ERES REAL!
-Pues claro que lo soy. – Sonrió con circunstancia el joven. – Ya te lo dije anoche, ¿o todavía no me crees?
-No, no es eso… Pensaba que lo había soñado… Pero ya no tiene importancia, ¡has vuelto!
-Te lo prometí anoche, ¿recuerdas? Nunca falto a mis promesas. – Le contestó en una pose graciosa alzando su mano abierta a la altura de su rostro. -¿Qué tal has dormido?
-Como nunca… -Bostezó el pequeño, a lo que recapacitó sobre lo dicho y ruborizado corrigió. – Es decir… bien, gracias.
-Yo apenas he podido dormir esta noche, estuve pensando en lo de ayer. Realmente nunca me había pasado, suelo dormir bastante. – Rió divertido el hada. –Pero no te preocupes, ¡estoy repleto de energías! ¡Así que prepárate, hoy nos espera un día lleno de aventuras!
-No pensé que fueras a cumplir todos mis deseos a raja tabla. – Bromeó Tiny.
-Ya te lo expliqué, soy el hada de tus deseos, y los pienso hacer realidad.–Lo tomó de la mano para ayudarle a salir del lecho. -¿Quieres saber más acerca de las hadas? Si quieres te llevo a desayunar un desayuno típico de hadas.
-Sería un placer. Espérame aquí, iré a hablarlo con mi madre para que no se preocupe. –Tiny se deslizó por entre unas cortinas y de un brinco se dejó caer al suelo, fue correteando toda la estancia y bajó las escaleras deslizándose por la barandilla. Minutos más tarde retornaba al cuarto (no sin el esfuerzo que ello conllevaba) radiante.
-Me ha dado permiso, siempre que no vuelva demasiado tarde.
-¡Estupendo! ¡Vamos!- Exclamó Axel tomándole nuevamente de la mano y llevándole consigo una vez más al exterior, por entre lejanos jardines inimaginables para la vista. El sol bañaba nuevamente el hermoso valle con sus rayos anaranjados y dorados, todo brillaba con total esplendor. Tiny no podía creerse que toda felicidad fuera real… Jamás se habías entido tan afortunado. Mientras se aferraba a la cintura de Axel para no caerse y recostaba su cabeza en su cálida espalda, jugueteó con sus dedos tocando sus hermosísimas alas, pues causaban en él una atracción casi enfermiza. Y para su sorpresa, descubrió que no se quemaba, tan sólo sentía suaves caricias cálidas de sus chisporroteantes ascuas.
-¿Sorprendido?–Axel se había percatado de la presencia de su mano en sus alas, ya que formaba parte de su cuerpo, una especialmente sensible.
-Pensaba que al ser de fuego, iba a quemarme… Pero sólo calientan mis manos suavemente.
-Es normal. Sólo chamuscan si deseo atacar utilizando mi poder o en posición de defensa. Si no presiento ninguna amenaza, están como ves. Pero no te preocupes por ti, a ti nunca te haría daño con ellas, más bien al contrario. – Al decir esto, las alas del muchacho acariciaron ambas mejillas de Tiny, provocando cosquillas que le arrancaron una carcajada.
-No me hagas cosquillas, no seas travieso…
-Es que adoro escuchar el sonido de tu risa. –Mientras, Tiny se había vuelto a recostar cómodamente entre sus alas.
Continuaron volando hasta un cercano riachuelo y se posaron en un bello jardín, en una hermosa rosa de color fuego. Axel ayudó a bajar a Tiny y éste se quedó maravillado.
-Nunca había visto una rosa semejante. – Se maravilló.
-En una como ésta nací yo. Hay muy pocas y sólo se encuentran en estos parajes y en el Valle de las Hadas, de donde yo procedo. Se las conoce como las Rosas de Fuego, o Rosas Ígneas, por su particular color y por contener propiedades del dicho elemento, que sólo nosotros sabemos utilizar. –Le explicaba mientras atusaba uno de sus pétalos.
-Pues es muy bonita. – Tiny ya se había acomodado en un buen montón de pétalos, mientras admiraba sus colores.
-¿Tienes hambre? – Axel se agachó frente a Tiny y fue sacando de su improvisada bolsa de viaje varios botecitos cristalinos de formas muy curiosas y paquetitos envueltos con hojas del color más verde. – Te explicaré. –Dijo mientras iba señalando cada cosa y explicándole en qué consistía.– Esto es miel de la mejor que puedas hallar en todo nuestro Valle, hecha con las flores más grandes y bellas. Esta de aquí es mermelada de fresas del tiempo y ésta otra de albaricoque. Esto es pan de duende. Lo hacemos nosotros mismos con el trigo que recogemos. Tiene un toque dulce, porque lo doramos con néctar. Y luego tenemos bollitos de nube, con azúcar nevado. No es nube, pero le ponemos ese nombre porque realmente es como si tomaras una nube de algodón glaseado. Y por último, zumo multifrutas, de las mejores del reino.
Tiny hacía varias horas que no había probado bocado, y no sabía por dónde empezar. ¡Todo le parecía apetitoso y se moría de ganas de probar todo aquello tan nuevo para él! Tomó un poco de mermelada de fresa y un bollito de nube y se dispuso a comer. Tenía un sabor difícilmente comparable, pues no había probado nada jamás que se le pareciera y le parecía delicioso. Continuó comiendo con un hambre voraz, a lo que Axel le acompañó, sonriéndole. Le hacía muy feliz ver a Tiny tan emocionado. Había logrado conseguir el efecto esperado.
Tiny siguió comiendo. ¡Era fabuloso! ¡A cada mordisco sentía un aroma y un sabor distinto! Se regocijaba y entre bocado y bocado le devolvía la sonrisa a Axel que lo miraba complacido. Cuando por fin no pudo tomar un bocado ni un sorbo más y se había saciado, suspiró aliviado. Cuando vio todo lo que había comido, se ruborizó y se disculpó.
-No tienes por qué, Tiny. Tenías hambre y debías calmarla. Traje todo esto para ti y mi deseo era que lo probaras. Me alegra de veras que te haya gustado tanto.
-Sí, nunca había tomado nada tan delicioso. ¡Muchas gracias por acordarte de mí y traerme todo esto!
-No hay de qué. ¡Y ahora ya estamos listos de nuevo para emprender una nueva aventura!
Tinya sintió feliz. Axel lo ayudó a incorporarse y salieron al aire libre. El sol brillaba muy alto en el cielo y sus rayos calentaban a nuestros protagonistas. Decidieron que lo que más le apetecía por ahora era ir arefrescarse al riachuelo. Bajaron hasta él y corrieron juntos a la orilla, salpicándose el uno al otro, entre risas y juegos. En un despiste Axel cogió a Tiny y lo alzó por los aires y se zambulleron a la vez.
El rubio se percató de un pequeño detalle. – Axel, puedes nadar… ¿siendo tus alas de fuego?
-Claro que puedo. Todas las hadas están en armonía con todos los elementos de la naturaleza y todos necesitamos de todos para vivir. Por supuesto mis poderes se limitan en ella, pero no por ello me quitan vida ni nada parecido.
-Es genial ser un hada… -Suspiro Tiny, mientras se sujetaba a su mano fuertemente. – Yo ni siquiera sé nadar… apenas flotar…
-Ya aprenderás, poco a poco, muchacho, no quieras aprenderlo todo en un solo día. – Respondió el pelirrojo mientras alborotaba su melena rubia.
Mientras Axel lo sostenía y Tiny probaba de mantener el equilibrio para flotar, le surgieron nuevas preguntas sobre su nuevo e inseparable amigo. – Axel… ¿Cómo es el Valle de las Hadas? ¿Cómo se vive allí?
-Pues, es un sitio muy bello, como un gran jardín donde cada uno vive en casitas hechas en las propias flores. El palacio es algo más grande y espacioso, constado de las flores más esbeltas.
-Qué genial… -Imaginaba Tiny mientras contemplaba boca arriba el ancho cielo azul desde el agua. – ¡Oye! – Se le ocurrió de repente. – Si tenéis palacio… ¡Entonces es cierto!
-¿El qué? – Lo miró inclinado Axel, extrañado.
-Bueno, más bien lógico, si se trata de un reino… ¡Existen el Rey y la Reina de las hadas! ¿¡Verdad?! –Le devolvió la mirada, nervioso y excitado.
-Pues… sí, claro…
-¡Guau! ¡Y seguro que tienen hijos! ¡Y son los príncipes del Valle! – Continuó Tiny cada vez más emocionado.
-En verdad… tienen un hijo. – Le aseguró Axel, con una mirada muy enigmática.
-Seguro que es muy valiente y fuerte y es capaz de grandes hazañas… ¡Seguro que es algo así como…Un héroe! Me gustaría ser así también…
-Bueno sí, es así. Pero yo creo que tú lo superas incluso.
-No me tomes el pelo… -Le reprochó.
-No te tomo el pelo. – Le devolvió una sonrisa misteriosa a juego con su mirada.
-¿Me lo presentarás algún día? – Tiny continuaba haciéndose sus propias ilusiones.
-Si quieres… Será un placer. –Y de sorpresa, lo envolvió en sus brazos y lo atrajo para sí, quedando muy juntos ambos cuerpos. –Aunque puede que me ponga… algo celoso. –Bromeó guiñándole un ojo pícaramente y besándole nuevamente la mejilla.
Tiny no supo qué contestar a eso, sólo pudo bajar su mirada de puro rubor y se apoyó en el pecho del hada, tratando de poner en orden sus sentimientos, totalmente revueltos y descolocados dentro de su corazón, a punto de desbordarse. ¿Cómo era posible? ¿Por qué se sentía así? Pero apenas le importaba, se sentía mejor que nunca, y no quería que terminase jamás.
Un poco más tarde, Axel le ayudó a salir, se secaron y caminaron largo rato por el jardín. Hablaron largo rato del Valle de las Hadas, en lo que Tiny lo escuchaba con gran admiración y Axel le contaba hasta el más mínimo detalle, impresionado de recibir tanta atención.
Hasta que llegó una pregunta que fue difícil de responder para Axel.
-Axel… ¿Qué función tienes en tu hogar?
-Pues… - Se rascó la cabeza, nervioso. – Digamos que… me preocupo por sus habitantes y de ayudarles a suplir sus necesidades.
Tiny lo miraba con ojos muy abiertos. – Entonces te deben de admirar mucho donde vives. Yo nunca he hecho nada demasiado importante.
-Yo no lo veo de ese modo. Seguro que en tu casa tu madre te tiene en mucha estima y tú a ella, y la ayudas en todo lo que puedes, ¿me equivoco? –Tiny negó con la cabeza. – ¿Lo ves? No somos tan diferentes, después de todo.
-No. –Tiny le dedicó una nueva sonrisa de las que tanto le gustaban al hada. Le tomó de la mano y corrió feliz por el campo. Nunca antes se había sentido tan capaz e importante desde su nacimiento. Comenzaba a darse cuenta de lo vital que era su sola presencia en el mundo, fuera grande o diminuto. Y gracias a Axel, lo estaba descubriendo poco a poco. Se sentía verdaderamente afortunado, como nunca.
Más días se sucedieron, y en otra ocasión, una bella mañana como cualquier otra de aquél verano tan bienhechor, la madre de Tiny lo dejó por primera vez a cargo de la casa y el corral, ya que tenía salir al pueblo a comprar enseres, pues debía cambiar por antiguos. Así que esa fue la única mañana en la que ganó a Axel por primera vez. Antes de despuntar el alba, el muchacho trabajador y que quería sentirse más útil y capaz que nunca, se había levantado, aseado y ya esperaba la llegada del hada mientras contemplaba el hermosísimo espectáculo del romper del amanecer. Cuando con el primer rayo de sol tocó sus azulados ojos, vio aparecer algo parecido a una pequeña estrella fugaz envuelta en llamas y centellas, supo que se acercaba. Se reincorporó y losaludó con una mano extendida. Axel se sorprendió, pero aterrizó frente a él y corrió a su encuentro.
-¡Buenos días, Tiny! ¿Acaso me he dormido? – Axel estaba tan perplejo que apenas sabía ni qué hora era, mientras trataba de disculparse llevándose una mano a su larga cabellera rojo fuego.
-No, claro que no. –Sonrió el muchacho. – Hoy es un gran día para mí y no quería dormirme.
Axel le miró con asombro y duda. - ¿Una gran día?
-Mi madre me ha dejado al mando de la casa. Fue al pueblo a primera hora y no volverá hasta caída la tarde. Ella nunca antes me había visto capaz de tanto… y yo tampoco.
-¡Eso es fantástico! ¡Me alegro mucho por ti, Tiny!
-Bueno, gracias… Pero eso también significa que no podré ir a pasear hoy contigo… ¡Me espera una dura jornada de trabajo!
-¡Ningún problema! ¡Yo te ayudaré, siempre he sentido curiosidad por la vida de los humanos! Pero como comprenderás somos bastante reticentes a aproximarnos demasiado…
-Lo entiendo, no creo que sea fácil para vosotros mostraros y romper vuestro secreto. Hay gente de todas clases…
-Así es, por suerte no todos son así. –Y Axel una vez más le miró sinceramente. Tiny para evitar de nuevo una situación comprometida, dirigió su rostro al horizonte, y Axel con él. Se quedó largo rato contemplando los destellos del sol sobre la imagen de Tiny, sus cabellos, sus ojos, su tez… Y se le vino a la mente la siguiente frase:
-¿Alguna vez te he explicado por qué el sol del amanecer es rojo?
Tiny le devolvió la mirada, intrigado.
-Porque, de todos los colores, el rojo es el que marca el camino más lejano. –Dio por terminado el misterio, enigmáticamente. A lo que Tiny, al ser un muchacho realista y de campo, le contestó con una frase igualmente ingeniosa que descuadraron todas las perspectivas del pelirrojo:
-Axel, ¿no puedes dejar de hablar de ti mismo?
Axel no pudo hacer más sino que reírse. Tiny se rio también. Se tomaron de la mano y se adentraron adentro. Les quedaba un largo día por delante. El hada quiso llevarlo volando, pero Tiny lo detuvo.
-He vivido mis quince años de vida sin alas, ¿Qué te crees, que soy un pobre indefenso? No por nada quería ser un héroe. –Tiny le hizo un gesto de importancia y una mirada decidida y valiente. Con una agilidad de lo que Axel era por primera vez testigo, Tiny se deslizó nuevamente por entre las cortinas, y brincando se dejaba caer al suelo. Axel no quiso ser menos y trató de seguirle, pero acostumbrado a sus cómodas alas, no lo hacía a la misma velocidad del rubio. Tiny se adelantó hacia la escalera, corriendo velozmente. Puesto que todo le había quedado tan y tan lejos, había desarrollado una velocidad y una fuerza en las piernas increíble. Axel lo igualaba, pero no sin un buen esfuerzo por su parte, del que Tiny apenas se inmutaba, porque para él, aquél esfuerzo era algo natural, prácticamente como el respirar. Esperó a Axel al inicio de la escalera, lo hizo sentar tras de sí y ambos se deslizaron escaleras abajo, entre risas. Tiny le explicó que aquella empinada bajada constituía una de sus mayores diversiones todos los días desde su nacimiento, ya que él nunca había montado en abejorro, ni sabía que estuviera permitido o fuera posible. Después, pasando por delante de la chimenea en la que sólo quedaban las ascuas de la noche y en la que Axel se quedó maravillado, simplemente diciendo: “¡Asombroso, sencillamente asombroso!”, llegaron a las cuadras. Tiny despertó con cuidado a todos los animalitos que allí dormían, desde el pequeño y tierno pollito hasta Thunder, el gran caballo de carreras que en su juventud había ganado bastantes de éstas y ahora reposaba su merecido descanso de jubilación en su modesto corral. Axel no dejaba de asombrarse ante cada nuevo descubrimiento que se alzaba ante sus ojos. Tiny lo llevó a dar de comer a todos los animales, y hablaron largamente con ellos. Todos se alegraban de ver tan feliz a Tiny, y comentaban que desde su nacimiento no lo habían visto tan radiante. Se miraban unos a otros y a su nuevo amigo, diciéndole que era lo mejor que le podía haber pasado era haberle encontrado a él. El hada reía divertida cuando Tiny ponía cara de circunstancia. Pasaron un día de lo más ajetreado sin quitarle su chispa de diversión y emoción. Corrieron por entre los jardines, compitiendo contra las gallinas, patos y gansos, en las que casi siempre Tiny era de los primeros en coronarse campeón ante los ojos estupefactos del hada, que había prometido correr con él en igualdad de condiciones, al retarle Tiny diciéndole que si se sentía igualmente capaz de superarle con los dos pies en la tierra y sin usar sus alas. Fueron a ver los jóvenes polluelos que ya comenzaban a salir del cascarón y ambos entre las pajas, se emocionaron al verlos nacer. Más tarde, se persiguieron y escondieron por el pajar, entre un pequeño montoncito de paja, mientras se la echaban el uno al otro entre bromas que casi siempre terminaban en una pequeña pelea amistosa y un gran revolcón. Axel incluso se atrevió con la esgrima, ya que el hada nunca salía de su hogar sin su inseparable espada, que por cierto era de los mejores en su reino por lo que le había contado a Tiny (también era bueno lanzando objetos a distancia, una prueba era que siempre llevaba dos pequeños discos puntiagudos al cinto, pero que el joven nunca los había visto utilizar, quizás algún día llegase el momento…) y para su sorpresa descubrió que pese a que el arma inocente de Tiny era un simple bastón, con esfuerzo era capaz de dejarlo en jaque. Pero igualmente fueron momentos inolvidables llenos de alegría. Rieron, corrieron, saltaron, brincaron hasta la saciedad. Axel hacía las cosas de humanos como un humano más, ¡y para su propia sorpresa, cada vez le gustaba más! ¡Era una vida de lo más sencilla y apacible, pero era genial hacerlo todo con las manos, sudar, reír con los compañeros bajo el sol…! La vida de Tiny le parecía estupenda y sólo pensaba en el próximo día que podrían volver a repetirlo. Y pensaba cuánto bien se habían hecho mutuamente al enseñarse cosas de sus mundos, los hacía más completos y unidos.
A media mañana, Tiny le condujo a donde descansaban su buey y su vaca y le dijo si se atrevía a ordeñar. El hada no daba crédito a sus oídos. Nunca antes lo había hecho, ya que nunca se había sentido con la necesidad de beber leche. Tiny le dijo que era muy divertido y lo instó a que lo imitase. Cuando después de muchas subidas y bajadas y de unas cuantas caídas de Axel por resbalones torpes, y los intentos de socorro de Tiny después, consiguieron un bol lleno del cual se sirvieron dos vasitos a su medida (la madre de Tiny se había encargado de hacerle una vajilla a su tamaño), tostó un poco de pan en la chimenea, ya que Tiny conocía muy bien su mecanismo y muchas noches rogaba a su madre que le dejara prenderla a él ( y lo cierto es que no se le daba nada mal), se sentaron en el escalón de la entrada del patio a comer. Pero el joven hada no parecía convencido del todo, miraba la comida sin decidirse a probar. Tiny le aseguró que, aunque fuese un hada y no tomara casi nada proveniente de vida animal, el hecho de tomar leche no le haría perderlas hadas ni nada parecido y que le sentaría muy bien, entonces se envalentonó y probó. Al principio fue extraño, pero progresivamente se fue acostumbrando a su sabor y le pareció algo magnífico, equiparable a su comida diaria.
Y la tarde comenzaba a declinar. Tiny lo llevó a conocer a Thunder, un caballo maduro, con una gran sabiduría y no obstante, conservaba su buena forma como en los viejos tiempos. El noble corredor tras charlar un buen rato con el pelirrojo sobre bellas leyendas del pasado y tantas otras cosas, se ofreció a darles una vuelta por los campos de los alrededores y probara lo que era sentir la velocidad aran de suelo. Tiny abrió el pestillo de la caballeriza y trepó por entre las crines de la cabeza inclinada de Thunder. Su amigo lo siguió jadeante y se situaron junto a las orejas del animal. A Axel le ofreció esta vez aferrarse a su espalda, debido a que Tiny era más experto que él como jinete en lo que respecta a un equino.
Y el hada se quedó boquiabierto aquél día en lo que al muchacho se refería. Era capaz de cosas que él nunca se le habían pasado siquiera por la mente, no podía entender a veces su deseo de “hacer cosas imposibles”… Si casi hacía lo que cualquier persona con su tamaño real… Sólo que no siempre lo hacía ante los ojos de su madre, en vistas de no preocuparla innecesariamente.
Así pues, cabalgaron toda la tarde, muy raudos y veloces por entre los páramos y estepas, sintiendo la suave hierba fresca crujir dos metros bajo sus pies. Era una experiencia nueva para ambos, pero sobretodo para el pelirrojo. Vivir aquellos momentos junto al rubio le parecía obra de un sueño. –Esta era antes mi única forma de volar y sentirme libre… o lo más parecido que tenía antes de conocerte a ti – Le explicó, mientras se ponía de pie y con un equilibrio y una precisión envidiables, abrió los brazos mientras gritaba al viento que azotaba su cara. Axel lo imitó, extendiendo sus brazos y cerrando los ojos, viviendo ese momento como si fuese el último.
Pero los últimos rayos de sol avisaban ya a Tiny del fin de la tarde. Le pidió a Thunder que regresaran a casa. Para cuando su madre había vuelto, Tiny y Axel estaban ya sobre el alféizar de la ventana, como cada noche de verano.
Aquella noche y muchas otras, la dedicaron nuevamente a las prácticas de vuelo y baile. Tiny cada vez se movía con mucha más soltura y ritmo, aprendía verdaderamente rápido, en opinión de Axel. Reían y jugueteaban juntos, Axel lo tomaba con sus manos y emprendían el vuelo.
-Axel, bailas genial. –Tiny cada día más admiraba al que se había convertido en su mejor amigo y a veces en su único consuelo.
-Pues tengo un duro competidor y una gran pareja. –Le comentaba mientras lo alzaba en el aire, sujetando su cintura con sus dos manos. Tiny se ruborizó tanto que a punto estuvo de perder el equilibrio. Axel lo acababa de decir: pareja. Una pareja. Tiny nunca antes lo había pensado. Quizás una de las cosas que más ansiaba y nunca había podido darle ni forma ni nombre era precisamente eso, el por qué de esa soledad que tanto lo ensombrecía. Comenzaba a comprender… Esa pequeña llama en su corazón cada vez más se hacía más clara, grande y luminosa. ¿Y si… y si estaba comenzando a enamorarse? Miró a los ojos a Axel, muy sonrojado y con lágrimas en los ojos se lanzó a sus brazos inexplicablemente. Axel, enternecido lo abrazó también. Axel entonó una suave y dulce melodía a sus oídos y bailó lentamente con él, besándole en la frente al terminar y haciéndole una grácil reverencia al terminar.
-A este paso, volarás mejor que cualquier hada. –Le dijo el pelirrojo gentilmente.- Por no hablar de lo bien que bailas.
-Sí, y sin alas… -Lo miró tierno Tiny.
-Yo te prestaré mis alas siempre que lo desees, ya lo sabes. Y quién sabe… quizás algún día… puede ser que podamos volar juntos, con tus propias alas.
-¡Será maravilloso…! ¡Seremos más libres que nunca!
-¡Así es! –Afirmó tomándole de nuevo en brazos y conduciéndole nuevamente al alféizar de la ventana. La madre de Tiny había dejado prendido su candelabro favorito. Axel entró con él, acompañándole, y se quedó largo rato contemplando la llama de éste.
-Nunca te lo he preguntado… pero, ¿por qué siempre duermes con una vela encendida?
Tiny se giró hacia él y con ambas manos tras su espalda, le devolvió la mirada, sonriéndole enigmáticamente. – Eso es porque desde que nací, siempre he adorado el fuego y el repicar de sus llamas. Me pasaba todos los inviernos sobre un cojín largas horas contemplando su vaivén sin parar… ¡Me encanta! ¡Su luz, su baile, su candor, su calor… es como ver el sol! ¡El sol es lo que más quiero! ¡Junto con el fuego! –Dijo abrazándose a sí mismo, tanto se había animado y emocionado que no recordaba que Axel seguía ahí con él, contemplando cada uno de sus movimientos y oyendo cada una de sus frases. Tiny se sonrojó como nunca. Se calló de repente. Sentía como si hubiera hablado de más. Axel estaba igualmente ruborizado, y le devolvía la mirada como hipnotizado.–Así que es por eso… por eso contemplabas tanto mis alas…
-Tiny miró hacia un lado, asintiendo en silencio, tímidamente. – Sí, así es… Me parecen fascinantes, preciosas… Al principio, creí que era por eso por lo que me atraías tanto, y tu condición como hada, o tu tamaño similar al mío… pero poco a poco, me he dado cuenta lo que realmente me atrajo de ti la primera vez que te vi. No fue nada de eso. Fue tu luz, tu propia luz. Sólo tú. Y gracias a ti, poco a poco he podido ir viendo la vida con un color distinto. He sido capaz de tantas cosas junto a ti que nunca lo habría creído. Has logrado que crea en los deseos imposibles… Y lo que es más importante, has dado respuesta a lo que siempre me he preguntado, esta misma noche. Siempre me he sentido tan solo porque aún no te había encontrado. Estaba buscándote a ti. Porque eres la luz que a mí me falta, mi alma gemela, mi pareja. A quien realmente quiero. Tú eres mi único y verdadero deseo. Sólo tú… Te amo, Axel… -Le confesó, entre lágrimas.
Axel apenas pudo articular palabra. Sólo corrió a unirse con Tiny y lo abrazó fuertemente entre sus brazos. Y durante un largo rato que se les hizo eterno, no lo soltó, lo sostuvo fuertemente contra sí. Tiny no podía contener sus lágrimas y lloraba de alivio, porque al final había podido liberar todo aquello que aún lo aprisionaba. Luego cuando consiguió serenarse un poco, Axel le enjuagó delicadamente las lágrimas y le besó románticamente en los labios, en un beso que aún duró mucho más, en el que ambos cerraron los ojos y por primera vez más que nunca, se sintieron uno solo. Instantes después, Axel condujo a Tiny al alféizar de la ventana y lo sentó junto a él, pasándole su brazo por la espalda.
-Gracias Tiny, por ponerle también palabras a mis sentimientos por ti. Tampoco yo lo comprendí del todo la primera vez que te conocí, pero ahora lo veo más claro que tus luminosos ojos bajo esta Luna Llena. Te amo, te amo mucho y quiero que estés siempre junto a mí, sólo si tú también lo deseas…
Esta vez fue Tiny quien se adelantó y lo besó de sorpresa. Tras otro instante que les pareció de ensueño, Tiny se separó lentamente de su amado y le volvió a mirar radiante como el sol para responderle. – Esta vez seré yo el hada de tus deseos. Y haré realidad tu sueño. Siempre es poco tiempo comparada con la eternidad que nos aguarda juntos.
Axel le sonrió también y volvieron a abrazarse y a besarte, esta vez más apasionadamente, tanto que en un descuido de los dos, Tiny cayó sobre él, quedando encima. Ambos rieron juntos, pero este pequeño percance no les detuvo, se besaron dos, tres y cuatro veces más, entre miradas cómplices, sonrisas, caricias y palabras más que tiernas.
Ahora más que nunca a Tiny le costaba separarse de su amor. Pero se hacía tarde y mañana les aguardaba un nuevo día lleno de aventuras y ambos debían descansar.
Tiny se fue tarareando su canción, la canción de amor de los dos y feliz tras cuatro pasos de baile, se acostó en su lecho y quedó profundamente dormido.
A la mañana siguiente, Axel nuevamente picaba a su ventanal, y entraba con un pequeño paquetito de los colores del atardecer. Se acercó cuidadosamente y en silencio hasta la nuez que servía de cama a Tiny y, asegurándose que aún dormía, lo besó en los labios, a lo que sin abrir los ojos, Tiny le devolvió y murmuró entre bostezos:
-Buenos días, Axel… - Entreabrió los ojos y se desperezó. Por mucho que intentara madrugar, el joven hada casi siempre lograba llegar antes y despertarle.
-Buenos días, dormilón. – Se sentó en el borde y acarició sus delicados cabellos dorados de su frente. –Despiértate bien, hoy he venido con una nueva sorpresa para ti.
-¿Otra? Me mimas demasiado… -Se fregó sus ojitos azules.
-Como si no te gustara… -Respondió el hada, abrazándole y sentándole sobre sus piernas. – Vamos, ábrelo a ver si te gusta.
Tiny se dio mucha prisa en abrirlo y descubrió un bonito foulard de los colores del atardecer. - ¡Es precioso!
-¿Te gusta? Lo he hecho yo mismo con la tela de la mejor calidad del Valle. Pensé en hacerlo en estos colores porque cada vez que te miro, me haces recordar el más bello de los atardeceres. –Tiny se sonrojó mucho y se lo ató al cuello a modo de bufanda ligera. Siempre se preguntaba cómo podía conseguir cosas tan únicas, pero pensó que su cargo podía permitírselo, así que no creyó necesario preguntar más. – ¡Muchísimas gracias, me encanta! ¡Nunca me lo quitaré, te lo prometo!
En ese momento, Tiny comenzó a cavilar en el mejor regalo para Axel y de repente, observando sus centelleantes alas, se le ocurrió. Sería un duro trabajo, pero merecería la pena, pensó.
Y así trabajó duramente todo el verano, en las horas libres que le quedaban cuando no estaba con su amor. Su madre, que había oído hablar en muchas ocasiones que entablaba conversaciones con su hijo acerca del hada que lo visitaba, lo llevaba a pasear y que tan feliz hacía a su hijo, lo ayudaba en todo lo que podía, feliz pero a la vez nostálgica, a lo quede vez en cuando se la oía suspirar y murmurar: “Qué rápido crecen…”
Y al fin… Llegó el último día del verano.
Y Tiny esa misma madrugada acababa de dar por finalizado el duro trabajo y pensó en la gran sorpresa que le aguardaba a Axel contemplando el excelente resultado, y sonrió radiante para sí. Se moría de ganas de entregárselo y ver su cara al abrir el paquete y descubrir el producto de su esfuerzo. Lo guardó cuidadosamente bajo su almohada y se durmió plácidamente, junto a su querida vela que tanto le recordaba al hada de sus sueños.
Y al fin, el día se abrió paso entre las montañas y el hermoso campo. Al despuntar el alba, lo que parecía una estrella fugaz fue a parar una vez más a la vidriera de Tiny. Axel lo despertó románticamente a Tiny con una hermosísima rosa del fuego en miniatura. El muchacho rubio saltó feliz a sus brazos.
-¡Qué ganas tenía de que vinieras!
-¿Cómo cada día? –Le abrazó también.
-¡Más aún! Tengo algo para ti, pero te lo daré esta tarde. –Le acarició juguetonamente la nariz con un dedo. Se sentía enormemente satisfecho de sí mismo, más que nunca.
-Yo también. ¡Tengo grandes noticias para ti, mi rosa dorada! –Le llevó rápidamente al exterior entre risas y fueron a dar la última vuelta del verano.
Jugaron, chapotearon en el riachuelo, (y la verdad es que Tiny se defendía bastante mejor, había mejorado muchísimo en todos los aspectos en estos tres últimos meses), compitieron en carreras a nado, pasearon por el campo, fueron a visitar lugares nuevos y, al atardecer, fueron a contemplarlo en el alféizar de la ventana.
-¿Sabes, Tiny? Para nosotros las hadas, el último atardecer del verano que decrece tiene mucha importancia, así como el primero que empieza a crecer, ya que los días son para nosotros fuente de vida. El sol es de vital importancia para nosotros, nos llena de vitalidad, así como los influjos de la Luna. Como ya te dije, la Naturaleza y sus elementos influyen notablemente en nosotros y vivimos en armonía con ellos.
-No tenía ni idea… - Se maravilló Tiny, dispuesto a seguir escuchando, puesto que todo lo que le contaba siempre Axel sobre su mundo le parecía muy interesante.
-Sí, y no sólo eso, siempre lo celebramos. Celebramos todos los cambios de estación. De hecho, las hadas son las responsables de los cambios estacionales. Con nuestra magia, mantenemos el equilibrio de las cosas.
-¿Y no asistes a la celebración? –Se asombró Tiny, que lo miraba perplejo. – Si tan importante es para vosotros…
-Para mí, tú eres lo más importante. – Lo arrastró y lo pegó contra su cuerpo románticamente. – Además, no creo que noten mucho mi ausencia.–Respondió con un cierto tono circunstancial, mientras con la mano libre se secaba el sudor de la nuca. Entonces sacó de su bolsa de viaje dos objetos que parecían ser azulados. Se trataban de dos helados del gusto más extraño y delicioso que Tiny hubiera probado nunca. Se los comieron deprisa sin darles tiempo a deshacerse, sonriéndose el uno al otro.
-Me encanta hacer recuerdos contigo, ¿sabes Tiny? De donde procedo, los recuerdos tienen un gran valor.
-No te lo niego, para mí también, aunque sea un simple muchacho humano, bajito para mi edad. – Ambos rieron por el juego de palabras. Entonces ambos se quedaron contemplando el bello espectáculo que acontecía ante sus expectantes ojos.
-Me apasionan los atardeceres, ¿a ti no? –Le comentó Tiny románticamente, apretándose contra él. Axel le sonrió ampliamente. Y entonces pareció recordar algo.
-Escucha, Tiny. El día que nos conocimos y nos presentamos, no parecías estar muy contento… ¿Por qué?
Tiny recapacitó tratando de recordar a qué se debía. Entonces, lo que durante tres meses parecía haber sucumbido entre tanta felicidad, volvió a recobrar su forma con fuerzas renovadas.
-Es… mi nombre… mi condición…
-¿Tu nombre? A mi no me parece tan horrible, es muy bonito y tierno. -Axel jugueteaba con su cabello suavemente, pasando sus dedos por entre sus mechones.
-Pero continuamente me hace recordar lo que menos me gusta de mí mismo… Ya sabes, Tiny… “Diminuto”, “Pequeño”, “Chiquitín”…-Axel le fue a replicar, pero Tiny continuó hablando, haciendo señas para que esperara. – Sí, sé lo que piensas y me has enseñado… Hasta nosotros somos capaces de grandes milagros… Pero supongo que a uno no le gustaría que le recordasen noche y día que es… ya sabes, bajito. Sólo lo respeto por mi madre que fue quién me lo dio y porque la quiero de verdad… pero a veces me gustaría haber tenido otro nombre…
-Pero eso no es problema, Tiny. –Lo beso en la frente. – Déjamelo a mí, encontraré un nombre adecuado para ti. Déjame pensar… -Axel contempló el bello rostro de su amor a la luz del sol del atardecer, y perdiéndose en sus hermosos y luminosos ojos que tanto le fascinaban, le vino hasta su corazón el nombre perfecto, que lentamente recobró eco dentro de sí hasta su garganta. - ¡Eso es! Tiny, ¿sabes como se dice el atardecer, o luz del atardecer, el cielo atardeciendo…? Todo eso recibe en nuestra lengua un solo nombre, ¿quieres oírlo?
Tiny asintió, intrigado.
-Roxas. Ese es el nombre, y así llamamos a las rosas del atardecer, que también las hay. Pero sólo crecen en el Valle de las Hadas. Cuando te lleve allí, te las mostraré, son del color y material con el que hice tu pañuelo.
-¿De verdad? –Se asombró Tiny, observando y acariciando su sedoso y acogedor foulard.
-Pero si no te gusta, no hace falta que adoptes ese nombre…
-¿¡Pero qué dices!? ¡¡ME ENCANTA!! ¡Es precioso, es perfecto! Roxas… -Pronunció por vez primera Tiny. -Cuanto más lo oigo, mas me gusta como suena, además, ¿dices que te recuerdan a mí los atardeceres? – Se puso colorado al decirlo él mismo. Axel se ruborizó también, asintiendo.
-¡Pues ya está decidido, llámame Roxas! ¡Será mi nombre que compartiré contigo y me hará especial, porque tú me lo diste! –Axel feliz lo besó románticamente en los labios y ambos se fundieron al unísono con el solque los reflejaba ya con sus últimos rayos.
Esa noche fue la más especial que compartieron juntos. Bailaron y volaron con más ganas que nunca. Se besaron y se dedicaron las baladas más hermosas. Ambos deseaban que esa noche no terminase jamás.
(((NdA: Como no sé su podré incluiros el audio, os dejo los versos de la canción de la que siempre hablo adaptándola a Axel y Roxas, “su canción”, como la llaman ellos. No tiene desperdicio ^^Es que merece la pena y si no la ponía, me moría xD Si habéis sido lo suficientemente observadores, veréis que cada verso y frase tiene que ver con un trocito de su pequeña historia narrada aquí. Ojala os guste, pocas cosas más románticas se han escrito. También recomiendo su versión inglesa, es sublime.)))
[center]
“Yo te haré volar”
Axel: Yo te haré volar,
Yo seré tu gran amor,
Juntos llegaremos hasta el sol…
Yo te haré soñar,
Volaremos sin temor,
Todos nuestros sueños van a ser verdad…
Todo lo que más desees,
Te lo voy a dar,
Volarás conmigo siempre,
No te dejaré de amar…
Yo te haré volar,
Ven conmigo a descubrir,
Otro nuevo mundo de color…
Somos el cielo azul, bailando sobre el mar,
Cree en mí y yo te haré volar…
[(Mariquita hija): Va a casarse con el Príncipe de las Hadas, ¿verdad mamá?
(Mamá Mariquita): Bueno, quizá…]
Axel: Todo lo que más desees,
Te lo voy a dar…
Roxas: Me lo vas a dar…
Axel: Volarás conmigo siempre,
¡No te dejaré de amar…!
Roxas: Tú me harás volar…
Axel: Yo te haré volar…
Roxas: Tú serás mi gran amor…
Axel: Iremos hacia un nuevo mundo de color…
Roxas: Viviremos maravillas…
Los dos: Somos el cielo azul,
Bailando sobre el mar…
Axel: Eres cuanto quiero…
Roxas: Eres cuanto siento…
Los dos: ¡Cree en mí y yo te haré volar…![/center]
Un poco más tarde descansaron ambos en un nenúfar cercano, contemplando las estrellas reflejándose en el lecho del río. Y Axel le tomó de ambas manos a Tiny, ahora Roxas para él.
-Roxas, verás. Poco queda por enseñarte que ya no te haya enseñado. Ya has alcanzado mi nivel, y en un tiempo récord, me atrevería a decir. Pero eso no es lo más importante para mí. Esta noche quisiera que fuera la más especial de todas. Verás, mañana quisiera que me acompañaras al Valle de las Hadas.
-¿Yo? Pero, ¿Por qué?
-Quisiera pedirte… - Se inclinó ante Roxas, que lo miraba estupefacto. –Roxas, he vivido junto a ti el mejor verano de mi vida y quisiera vivir todos del resto de nuestras vidas. Por eso quisiera pedirte algo: ¿Quisieras ser mi pareja? –Roxas se llevó ambas manos a la boca para ahogar una exclamación. – No, no hace falta que me respondas ahora… Puedes pensártelo si quieres… -Ahora Axel miraba hacia un lado, al río. Roxas se arrodilló junto a él, poniéndose a su altura y lo abrazó muy fuerte y le susurró al oído: Me encantaría. Si eso significa que te quieres prometer conmigo.
Axel le devolvió la mirada, mezcla de incredulidad y felicidad inmensa. Inmediatamente después, lo tomó entre sus brazos y comenzó a dar vueltas sobre sí mismos, muy feliz. A lo que Roxas no dejó de reírse junto a él, dejándose llevar, sintiéndose liviano como una pluma.
Pero lo que no sospechaban ninguno de los dos enamorados es que durante toda la noche, unos seres de tez verdosa los observaba de entre los nenúfares, mientras ellos cantaban, reían y bailaban sin sospechar siquiera la amenaza que se cernía ante ellos, y sobre Roxas, especialmente.
A media noche, Axel llevó a su prometido entre bromas, risas y carantoñas a su hogar. Aquella noche era especialmente clara y luminosa, idéntica a la que la que se conocieron. Y entonces, Roxas muy feliz entró sin demora por la ventana y corrió hasta su lecho, haciendo esperar fuera a Axel. Rebuscó algo entre las sábanas y volvió raudo y radiante junto a su amado. Se puso frente a él y le mostró un paquete envuelto con tonos rojizos. –Es para ti, me he pasado todo el verano haciéndolo para ti. Mi madre también ha colaborado ayudándome, ambos esperamos que sea de tu total agrado.
-¿Para mi? Claro que me gustará si lo habéis hecho vosotros, en especial tú. –Acarició su rostro y acto seguido lo desenvolvió a toda prisa. Ante él descubrió lo que parecía un enorme retal. Roxas le explicó de qué se trataba.
-Es una capa para el invierno. Me volví loco para encontrar una tela ignífuga mágica que no se prendiera con tus poderes, si es que los tenías que utilizar. Y pensé que… como eres un hada ígnea, no te gustaría demasiado el frío… Y como ya comienza a acercarse el invierno, pensé que esta capa te sería útil en los días de nieve y ventisca. La hice con tus colores: Rojo, amarillo, naranja y dorado.
-¡Me encanta! ¡Es perfecta! ¡Hasta te acordaste de ponerle capucha y todo! –Se la colocó rápidamente. -¿Qué tal me queda?
-¡Perfecta! Mañana le diré a mi madre que te va bien y que te encanta.
-No me la quitaré tampoco. –Le guiñó un ojo. –Este invierno será el más calido de todos con diferencia.
Roxas rió de puro contento. ¡Le había gustado! ¡Y le había dicho que no se la quitaría! ¡Todo era fantástico! ¡Nada podía ir mejor!
-Lo que me recuerda… -Continuó Axel. – Que no te he hecho un regalo como tu nuevo prometido… - Roxas se tocó su foulard, pero Axel negó. – No, eso fue porque quise, nada tiene que ver. Para ello, debe ser algo mucho más especial. Y creo haber encontrado algo digno de ti. –Se llevó la mano derecha a la izquierda y tomó en ella un pequeño anillo que siempre llevaba consigo y se lo colocó a Roxas en su dedo anular. –Es un anillo mágico. Lo forjaron el mismo día de mi nacimiento. Dentro de su gema rubí contiene una pequeña llama extraída de mis alas y contiene igualmente su poder. Si alguna vez sientes mucho frío y yo no puedo estar cerca para darte todo mi calor, abrázate a él y será prácticamente como si yo estuviera allí contigo, calentándote a ti y a tu corazón. Y si además, deseas verme, bésalo, pronuncia mi nombre y estaré lo más pronto posible junto a ti. Además de ser la prueba de nuestra unión como prometidos. Mis padres me dijeron que cuando encontrara a la persona adecuada, le diera lo más valioso de mí, y yo te he dado todo cuánto soy y cuanto poseo… o al menos casi todo. Te prometí darte unas alas… y si tú me lo permites, cumpliré el último de tus deseos.
-Pero… es demasiado, Axel, yo… no merezco todo esto, yo…- Axel puso un dedo sobre sus labios y negó, y luego lo besó apasionadamente. Roxas más emocionado que nunca, se entregó a su amor, deseando que el tiempo se detuviera, mientras sentía las caricias de su amado, y sus besos que recorrían ahora su cuello dulcemente. Podía sentir como poco a poco perdía la cabeza, pero no le importaba, esa noche era única y nada ni nadie lo separarían de él… o eso creía. Axel había deslizado ya delicadamente la camisa de Roxas hasta la cintura, cuando de pronto, unos gritos en la lejanía distrajeron su atención.
-¿Axel…?
-Ahora no madre, estoy ocupado… -Contestó Axel a desgana y fastidiado. De repente recapacitó y se detuvo en seco. Prestó atención nuevamente.
-¡¿Axel?! ¡Ven inmeditamente!
-¿Ma… madre? ¿Tu madré está aquí? – Se alarmó Roxas, tratando de ponerse su camisa nuevamente en su sitio a todo correr.
-¡AXEL! –Ahora era una voz masculina quien lo reclamaba.
-¡Vamos adentro, deprisa! – Axel tomó a Roxas de la mano y lo ocultó tras la hoja de la ventana.
-Creía que me habías dicho que nadie te iba a echar de menos esta noche…
-Eso creía yo también, pero ya ves… -Rió nervioso.
-Pero no creo que tu sola presencia sea tan importante en la ceremonia… ¿o sí?
-Verás… hay un pequeño detalle… que no te he contado. –Le confesó Axel.
Roxas lo miró extrañado. -¿Detalle?...
-Bueno… más que detalle… - Se excusó el hada.
-Desembucha…- Roxas lo miraba con cierto aire de desconfianza.
-¡Axel! –Las voces cada vez se oían más cercanas.
-Verás es que… no te lo quise decir antes porque… temía que al hacerlo, nuestra relación cambiase. Pero la verdad es que… mis padres son el Rey Marluxia y la Reina Larxene de las hadas.
-Entonces tú… tú… ¡¿TÚ ERES…!?
-El príncipe, sí…
-¿Por qué no me lo dijiste antes? – Se entristeció Roxas. – Yo… ¿Qué pensarán tus padres de mí cuando me presente mañana ante ellos? ¡No soy un hada! ¡Sólo soy un campesino, un plebeyo, y para colmo, un muchacho! ¡Ellos esperarán una princesita hermosa, con un par de alas y todo eso, no alguien como yo…! ¡Esto es algo… imposible!
-Por eso precisamente no quería contártelo, por que me temía una respuesta así. Si te soy sincero, suelo fugarme por ahí porque no es que me apasione serlo, como tú añoro la libertad de salir allí afuera y hacer lo que realmente quiera, y no lo que deba por norma… Eso fue una de las cosas que me unieron a ti desde el primer momento, que compartíamos hasta los mismos sueños… Pero eso no es lo relevante ahora: Mira Roxas, yo te quiero por quien eres y NO por lo que eres. Y no temas a mis padres, te aceptarán porque yo te acepto y te quiero así. Por favor, no digas que lo nuestro es imposible, nunca he estado más seguro de algo como ahora…Yo te amo a ti, y eso nada ni nadie lo podrá cambiar jamás. ¿Confías en mí?- Axel tomó en sus manos las dos manos de Roxas. – Por favor… Si me quieres igual que yo a ti, confía en mí.
-Está bien. –Sonrió Roxas una vez más. -Confío en ti. Al fin y al cabo soy tu prometido, ¿no?
Axel lo levantó en el aire con sus brazos, satisfecho con su respuesta. –¡Muy cierto! –Lo posó con delicadeza nuevamente junto a él.
-Sólo… no me olvides, Axel… - Le pidió Roxas, apoyándose como tantas otras veces en el pecho de su amado.
-Eso jamás pasará. Nunca te olvidaré.
-Nunca… -Y se besaron por última vez aquella noche.
-¡¡AXEL!!- Los reyes ya se aproximaban a las afueras del patio de Roxas y su madre.
-¡Tengo que irme ahora! Pero, te vendré a recoger mañana por la mañana, como todos los días, ¿de acuerdo? Y conocerás a mis padres…
-El príncipe, ¡Ay Dios…! -Roxas se llevó una mano a la frente. Aún le costaba digerir tan importante noticia. Eso cambiaría radicalmente su vida, de un plumazo. Aunque no le importaba eso en sí, sólo poder seguir junto aAxel el resto de los días de su vida. –¡Iré! –Se alzó, firmemente decidido. Por vez primera en su vida, había tomado su primera decisión importante. – ¡Y yo te presentaré a mi madre, le he hablado tanto de ti que se muere de ganas de conocerte!
-¡Estupendo! ¡Así se hará! –Celebró el príncipe.
-¡Y entonces seremos por siempre felices! ¡Los dos, juntos!
-Siempre es muy poco tiempo comparado con la eternidad que nos aguarda juntos…-Se fueron a besar por última vez, pero ese beso no llegó. Axel debía marcharse ya, o sería descubierto demasiado pronto. Aún no había hablado de Roxas a sus padres, y estos aún no sabían la causa de sus continuas escapadas de todos los días durante los últimos tres meses, y ya comenzaban a alarmarse, y era mejor que se los comentase antes de que lo conocieran. Así pues, salió corriendo acompañado de Roxas al exterior del alféizar y montó sobre Zumby.
-Espérame aquí, como siempre, Roxas, mi rosa dorada. –Roxas se ruborizó de veras y sonrió, asintiendo. – ¡No te olvides de volver!
-¡Es una promesa! – Le guiñó un ojo y le lanzó un beso con una mano y le saludó, mientras se perdía con sus destellos llameantes en la infinidad de los cielos. Roxas se tapó con el pañuelo que él le había regalado, cobijándose de la fría noche, mientras no dejaba de mirar al horizonte, mientras suspiraba y pronunciaba para sí el nombre que había traído consigo su eterna felicidad.
Momentos después se adentró en la alcoba, y más feliz como nunca lo había estado y sin dejar de mirar su anillo a la luz de su tan querido candelabro, mientras veía reflejado en ellos los destellos de las alas de su amor, se quedó profundamente dormido, mientras murmuraba su nombre en sueños. Mañana, pensaba, iba a ser un día agotador, y demasiadas emociones necesitaban un previo y prolongado reposo. Así pues, a pesar de sus incontenibles nervios, hizo un esfuerzo sobrehumano por dormirse y al fin cayó sumido en el más profundo y delicioso de los sueños, en los que su prometido y él bailaban su canción en la estrellada noche, felices el uno con el otro.
Pero lo que no sospechaba ninguno de nuestros dos protagonistas, es que esa mañana nunca llegaría… Alguien había trazado para Roxas un destino muy, muy diferente, y no estaba dispuesto a ceder ante nada ni nadie, ni siquiera ante el mismísimo príncipe de las hadas si era necesario.
Continuará...
Fin del capítulo II