·Taro

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·Taro

Notapor Little Sho » Dom Jun 13, 2010 7:09 pm

En fin, me dispongo a escribir un Fic, medianamente largo. Acontece los hechos que ocurren en una ciudad bastante corrompida. Me he basado, no en su mayoría, pero sí notablemente, en DRRR! (Durarara!). A ver qué tal está >_>

Prólogo:
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-Capítulo 1- Voz Primaria –
(Narrador Desconocido hasta el momento)

Aquel tipo corría de una manera desenfrenada, sus pies se movían rápidamente y de manera aleatoria por las calles de la ciudad, evadiendo gente, chochando contra ella. Se notaba mucho que huía de alguien, lo que no es lo mismo, se le notó desde que giró en la esquina de aquella larga calle. Era delgaducho, según recuerdo, y su cara predicaba su enorme estrés y angustia. Iba completamente de negro y con un maletín en mano. Un hombre de negocios. Al pasar a mi lado, me dio un pequeño empujón, notable; simplemente le seguí con la mirada. Se le veía con miedo. Yo, con la curiosidad en mi dominio, me aventuré a descubrir qué ocurría con aquél ser.

No conté los segundos, pero no a más de diez, una banda de… quizá jóvenes sin nada más que hacer que molestar, apareció de entre la multitud, armados con palos y quizá pequeños barrotes de hierro.

¿Por qué les seguí? Quizá por idiotez. Estuve detrás de ellos durante poco tiempo, aquél tipo no era ningún corredor profesional. El hombre se paró en seco, el cansado, decidió cruzar al callejón que había a su lado. Los matones le siguieron, le encontraron, ya todo estaba predicho. Había policía en los alrededores, se les podía ver con una sonrisa en la cara, y seguramente con un fajo de billetes en el bolsillo. Y de repente, ¡por fin alguien dijo algo!

-¿Sabes qué tío? Siempre te acordarás del día en que decidiste meterte dónde no te llamaba.- La boca por la cual salieron éstas palabras, se transformó en una enorme sonrisa. El hombre, estaba pedido.

Abandoné aquél sucio lugar de muerte. Si fuera creyente, hubiera rezado por aquél pobre hombre. No era más que alguien con ansía de justicia. Alguien con ganas de cambiar aquél hostil entorno en el que vivía. No es imposible cambiar el mundo, pero sí difícil. ¿Por qué siempre digo esta frase?

Explicaré, el por qué de lo sucedido. Ése hombre era un simple funcionario, llegaba del trabajo con una sonrisa en la cara, había sido un día duro, pero aguantable al fin y al cabo. Para él, lo importante era la cena en familia que le esperaba en
casa. Alzó la vista, varias patrullas de policía rodeaban su casa, estaba prohibido el paso a la dicha.

Aquél hombre, cambió su cara totalmente. En una pelea de bandas callejeras, un fugitivo se escondió en su casa, buscando refugio. Su mujer e hijos, asustados, y después de intentar echarle, llamaron a la policía. Antes de que la madre terminase de hablar, ya había muerto. Lo de siempre, lo que se ve en el ambiente. Disparos, sangre y muertos, una corrompida policía, un alcalde lleno de riquezas, y muchas bandas extorsionando gente.

Sí, el hombre estuvo destrozado tras varias semanas, puso una denuncia, e incluso hubo un juicio. Después de unas horas largas, aguantando cómo podía, el asesino de su familia, fue declarado inocente. Tras ver que la justicia estaba corrompida, intentó hacerse oír por sus propios medios. Se volvió loco, perdió la razón de ser, al perder su razón de vivir. Busco un arma ineficiente, se armo con lo poco que tenía, y se adentró en territorios hostiles.

Busco a aquél al que llaman líder, y se dispuso a retarle, a hacerle frente. ¿Cómo salió de aquella pelea? Gracias a una no corrupta patrulla cercana, con las piernas rotas y el corazón dañado.

Volvamos al presente, el hombre, estaba rodeado, y sin nada que pudiese hacer. Estaba a punto de ser atacado, y su vida enterrada. Hasta que apareció ese chico… De la nada, corriendo al compás que lo haría un gato por las terrazas de los edificios cercanos. Miró a todos los presentes y bajó de un enorme salto a sus pies, poniéndose en frente de nuestro perseguido. Alzó la cara. Tenía la piel algo morena y el pelo negro y medio largo, liso; y los ojos negros. Sonreía ampliamente. Era de una estatura media y llevaba una chaqueta larga, que le ondeaba a modo de capa. Lo primero que pensé nada más verle fue fugaz “¿Qué mierda de técnica kamikaze pretende hacer ese friki?”. Lo más gracioso, fue que iba armado con una jodida pistolita de mentiras. Empezó a hacer cómo que disparaba a todos aquellos que seguramente se convertirían en sus futuros asesinos. Todos tenían una cara de precio millonario, yo no me salvo.

-¡Quítate del medio, jodido imbécil!- Dijo un hombre de color, fuerte, con semejanza a un armario.

Cuando vislumbre a éste último, en todo su esplendor, imaginé que podría servir cómo un montacargas. Aquél gigantesco personaje, levanto su enorme brazo. ¡Detengamos la imagen! Aquí fue cuando ya pensé que todo aquello, estaba sacado de algún absurdo cómic infantil. Antes de que ese pastilla-man pudiese tocar al suicida, éste sacó de la nada, una katana. Ésta, ya no era de mentira. Sin embargo, estaba guardada en su funda. Y… al patético grito de “¡Kyaah!”, el suicida paró aquél brazo descomunal.

Y con una abrumante agilidad, saltó por encima de su atacante. Este contestó con su otro brazo, que también paro, todo esto, en el aire. Antes de que el suicida tocase el suelo, su enemigo había recibido cerca de severas patadas.
Todos, se echaron contra él, cómo una enorme masa, encerrándolo sin escapatoria. Usó su katana con la maestría en la que se usaba en el periodo Edo, y con tal certeza, que dejaba K.O. a sus contrincantes. Al percatarse de que su protegido había huido, mediante saltos, subió nuevamente a la azotea del edificio. Miró al suelo, los llamados vándalos, estaban cansados y la mayoría inconscientes en el suelo. Se dio la vuelta y guardó su katana. Antes de irse, dijo con un aparente tono serio:

-Mi nombre, es Kaede Niimura.- Aquí se me encogió el corazón, estaba mirándome, sabía que me encontraba allí y que estuve espiando escondido, lo que se acontecía en ese callejón.
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Re: ·Taro

Notapor Little Sho » Dom Jun 20, 2010 8:28 pm

Siento millones el doble post. Pero debo colgar el -Súpermierda y asquerosísismo- capítulo de hoy >O
Si hace falta avisarme o lo que sea, lo acepto xDD
Pero quiero postear T_T

En fin, Ojala os aproveche en algo esta pudridez T_T
No me ha dado tiempo a perfeccionarlo, mil perdones.

-Capítulo 1- Voz Molesta –
Ruido, ¡ruido! Cada vez más ruido. Esto es desorbitante, y lo peor de todo es que me ponen los pelos de punta. Era un día tranquilo, que es lo peor. Siempre lo mismo, el odioso día a día, sin ningún tipo de cambio, por estúpido que sea. Todo cómo siempre, iba camino del colegio, y me encontré con Taro, cómo casi todos los días.

-¡Eh! ¡Chigatta! ¿Qué tal?-

Paremos en ese instante… Chigatta, remarquémoslo. Ése, es mi apodo. Me llaman así por cómo soy, es decir, mi personalidad, mi verdadero nombre es Kazuo Mori.

-¿Te acompaño?- Taro sonaba con suficiente más amabilidad cómo para que me hiciese dudar. Después de analizarle en escasos segundos, acerté.

-¿Por qué tanta alegría?- Fui directo, estaba algo mosqueado.

-Otra vez cómo siempre, ¿no?- Taro río, con su fantástica sonrisa que le hace característico. ¿Cómo es capaz de ser tan feliz viviendo en el mundo en el que vive? Es todo un iluso. –No te lo vas a creer… ¡Ayer Takeshi vio cómo un chaval salvaba a un tipo de un pequeño grupo que pertenecía a una banda callejera!

Me lo suponía, es demasiado predecible. Otro friki que se cree alguien, no conseguirá nada, no logrará nada con ese estúpido comportamiento. Estamos en el mundo real, con personas reales, hechos reales y situaciones reales. Esto no es ningún manga o anime dónde hay héroes. Son todos meros ilusos. Mola mucho más estar sólo.

-Eh… Sí, algo leí sobre eso. Creo que… Takeshi lo colgó en el chat… o en el foro, no me acuerdo ya.- Dije ignorando completamente la felicidad de Taro por aquél estúpido incidente pasado. Empezamos a andar, salimos de los barrios para meternos en un entorno más salvaje, con una peor jerarquía. Entramos en la parte de ciudad.

Taro siguió hablando sólo, paseábamos los dos juntos por una calle repleta de gente, por un cruce para ser más exactos. Había un porrón de coches, un porrón de personas, un porrón de pensamientos, todos muy diferentes, con gustos distintos, emociones distintas… Escaparates llenos, gente sintiendo la calle. Todo tipo de gente.

El mundo es un perplejo y característico océano de pensamientos. Y siempre hay algún tarado que quiere cambiarlo. Yo lo que haría sería cargarme a algunos cuantos. Y cómo no, todo eso siempre me pasa por hablar sólo. Sin darme cuenta, me choqué con el tipo equivocado.

-¡Y entonces encontré el gundam ese del cual te he hablado! Estuve ahorrando mucho tiempo por él. Eh… ¿Chigatta? ¿Estás aquí? Eh, te vas a…- Taro no pudo terminar su frase.- …Chocar.-

De repente, me encontré con un jodido armario empotrado al doblar la esquina. Llevaba piercings y ropa algo escandalosa, de lo que más me acuerdo son de sus botas de púas. Intenté levantarme, del porrazo que me dí.

-Ten cuidado por dónde vas, estúpido crío.- Dijo mientras me hacía caer otra vez. ¿Os he dicho que llevo gafas? En ese momento, ya no las llevaba.

-Púdrete.- Solté. Menuda mi grandiosa bocaza la mía.

-¿Qué has dicho, desecho social?- Un coro de carcajadas por parte de sus compañeros me profundizó la herida que ya me habían hecho. Este día, fue muy recordad. Quizá Porque, por primera vez, fue diferente. Me levanté cómo pude, miré a aquél tipo y… después de descubrir que eran miembros de una banda callejera, grité:

-¡Qué ojala te pudras, maldito bastardo! ¡No eres nadie para creerte quién eres!- Y eché a correr, cómo si la vida dependiese de aquello, cosa que no se alejaba mucho de la realidad. Taro se quedó perplejo y sin saber qué hacer, sus piernas no se movían.

Después de perderme entre la multitud, éstos, fueron a por él, persiguiéndole hasta un solitario parque vacío. Después de correr hasta no saber dónde, mejor dicho, hasta casi perder el aliento, me incorporé y medité lo sucedido y claro… Me vino a la cabeza Taro. Le llamé al móvil pero nadie contestó, fue cuando me temí lo peor. Al lado mía, pasó un grupo de jóvenes de los Kurai, de lo poco que oí entre lo que dijeron, casi me caigo de espaldas. Empecé a correr de nuevo, esquivando a la gente, pensando en lo idiota que fui, mi conciencia taladraba mi cabeza.

Cuando paré, me detuve en frente de un parque, y me oculté detrás de un arbusto. Pude destacar un pequeño entorno de arena, un tobogán, un columpio y un castillo. Los alrededores estaban cubiertos de edificios formando un patio cuadrado y todo, lleno de grafitis. En el medio de todo, y atado a un poste, estaba Taro. Lleno de magulladuras y golpes, no muy graves, pero casi pude sentirlos en mi propia piel. Cuando me vio esbozó una sonrisa, pero no pude percibir ningún tipo de sentimiento suyo. Un grupo de matones le tenía rodeado, y le golpeaban a método de diversión. Para ellos siempre es bueno demostrar quién manda. El móvil, dinero y otros objetos de valor de Taro, estaban tirados en el suelo, ahora le preguntaban por su casa, seguramente para robar en ella. Entonces, destacó un tipo con un bate, que se puso enfrente de Taro. Me temí lo peor, pero no podía salir de mi escondrijo improvisado, mis piernas no me hacían caso, por no hablar de que estaba prácticamente llorando.

Y de repente, a lo loco, cómo un relámpago improvisado y con una sonrisa en la cara… Apareció alguien a quién creí un idiota. Un tipejo con extrañas vestimentas y una chaqueta larga, ondeando, a modo de capa, salió corriendo de entre quién demonios sabe. Se plantó en frente de aquellos tipejos y sacó una katana, metida en su funda. Era larga y elegante, con adornos dorados… Al menos eso fue lo poco que pude ver de su funda.

Kaede Niimura soltó una carcajada. Dos miembros de los Kuroi se le abalanzaron y los esquivo con movimientos imperceptibles. Niimura alzó su particular arma, y con un golpe seco les dejó K.O. y tragando polvo. Fue derrotando a todos, uno a uno. Taro y yo le mirábamos perplejos, parecía salido de un cómic, o quizá de alguna película de acción.

Cogió a Taro y lo puso a salvo, que no es lo mismo, se dirigió hacia mí. Increíblemente, sabía dónde me escondía. Miré a Taro, estaba alegre y mantenía una clara sonrisa, le miré y le hablé con mucha timidez.

-Lo siento mucho… Taro… Fui un imbécil, nunca debí dejarte solo… Yo…- Taro me cortó antes de que pudiese seguir disculpándome con todo lo que me viniese a la mente

-Muchas gracias, por darme la oportunidad de conocer a un héroe.-

Me sentí el peor tipo que piso nunca la faz de la tierra. Me voltee, para ver a Niimura, pero él, hace tiempo que ya se había marchado.
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Re: ·Taro

Notapor Miké » Sab Jun 26, 2010 2:20 pm

No sé por qué dices que es una estupidez de capítulo. A mi no me desagrada mucho. D:
Me gusta tu forma de escribir en primera persona. Como, a veces, se te olvidan detalles que escribir (supongo que sería aposta).
Yo que tú, lo continuaba.
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Re: ·Taro

Notapor ~Keydark~ » Dom Jun 27, 2010 5:44 pm

Con algún error pequeño que otro, pero el prólogo está bastante bien.
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Re: ·Taro

Notapor Little Sho » Dom Jul 04, 2010 11:44 pm

A ver qué tal ~~

__________________________________


-Capítulo 2- Voz Escuchada –
Una ciudad radiante de vivacidad. O eso aparenta, allá dónde veas un bonito decorado, algo bien colocado, una casual e impune belleza, un parque lleno de pureza… Puedes encontrar también corrupción, vandalismo, extorsión, muerte, armas y droga.

Podrías pasear por un bonito parque, con árboles autóctonos, o de otros lugares, con todo perfectamente colocado, buen turismo y una grandiosa variedad de gente, con el corazón abierto.

Pasear por esta ciudad, es cómo deleitar un buen dulce; te deja un buen sabor de boca, es agradable, suave, incitante a probar más. Y así es, se termina antes de lo que pensabas, y por supuesto, probarías otro más.

Estaría bien que os contase algo sobre esta extraña ciudad de la que os hablo, en la que habito. Conozco sus secretos y a sus paisanos. Sus calles cómo las palmas de mis manos. ¿Os gustaría un pequeño Tour por ella?

Un alcalde da la cara por la ciudad, con una preciosa sonrisa en la cara, ahora es él, quién supuestamente manda. Prometía muchas cosas, de las cuales cumplió quizá la mitad, la mitad de lo que él mismo tenía pensado cumplir, es decir, pequeñas cosas para dejar apaciguarse a la gente, que se confiaran. Todavía me acuerdo de la primera cosa que prometió ese viejo iluso.

-Si me votáis…- Cómo no, siempre empezando por esa frase. – Prometo, erradicar todo signo de ilegalidad civil, extorsión y robos, crímenes y atracos, peleas y … - Atención a lo que dijo nuestro particular alcalde. – Sobretodo, eliminaré a las bandas callejeras. Podréis vivir en paz, conciudadanos.-

Hace ya dos años de aquella pequeña historia que muchos se creyeron, de aquél pequeño cuento en el que creer, de aquella mentira con el sobrenombre de verdad.

Tres días después de tenerle cómo representante de la ciudad, y con las arcas y ayuntamiento en mano, ocurrió la desgracia de la que hoy hablaré, cortando nuestra pequeña trama de la historia. Nos remontamos a tres meses antes, de que empezase nuestra historia.

***


Era un caluroso día veraniego, el imponente sol cegaba a las nubes y dejaba caer sobre, el algo sucio, suelo de ésta nuestra ciudad. Hacía calor, lo suficiente como para pensarse varias veces en salir de casa.
Un alegre joven, de quince años, paseaba por la calle, en busca de alguna diversión, él odiaba permanecer en un sitio preciso, sin hacer nada; un alma alegre.

La calle estaba prácticamente desierta, aquel chico paseaba por los alrededores de la periferia del centro urbano, vagueando por los diferentes distritos de la ciudad.

Para mí, tres meses son suficientes para cumplir una promesa, para nuestro pequeño y confiado encargado de nuestra ciudad, era un tiempo escaso, necesitaba más. ¿Cómo iba él a saberlo? El chico llegó a una pequeña explanada, la construcción había llegado hasta allí, y un gigantesco amasijo de hierros, se elevaba desde allí, era la construcción de un gran edificio. No era gigante, pero sí lo suficiente. Claramente sobresaldría de las pequeñas y hogareñas casas familiares de aquél vecindario. Poco a poco, nuestra ciudad se llenaría de pisos. Todavía no, pero pronto se llenaría de vallas y verjas, indicando precaución y prohibición, pues en el entorno vallado, se trabajaba.

Eso son cosas de economía que no me interesan en absoluto, centrémonos en nuestro amigo, y en dónde se encontraba.

En aquella explanada, había varios materiales de construcción, dos o tres pequeños arbolillos, con marcas exactas del lugar en el que tallarlos, varias verjas, tuberías, agujeros y tres pequeños gatitos, metidos en una caja tentando su suerte.

Nuestro pequeño amigo, de nombre Taro, encariñado por la situación, se adentra en la explanada en busca de nuestros pequeños gatitos.

Lo que no sabía, es que allí, estaban citadas varias personas, en una lucha a muerte, o en zanjar un buen trato, quizá es que sólo estaban reñidos, de poco logré enterarme.

Lo que sé, es que cuando Taro estaba preocupándose por los gatos, mirándolos y encariñándose de manera dulce con ellos, un tipo trajeado de negro y pistola en mano, apareció por allí. En un principió no se percató de que Taro se encontraba allí. Era el encargado de que todos estuviesen ahí, pues ya que estaban citados. Dio el saludo de bienvenida:

-Aquí llega Chikara, representante de los Men Black Side.- Antes de terminar su frase, dio tres disparos al aire, tres disparos, que Taro escuchó perfectamente.

El joven corrió a esconderse detrás de un arbusto, junto con sus tres nuevos amigos. Mientras lo hacía, en la explanada, apareció un grupo de hombres trajeados, todos armados con varios tipos de armas blancas y de fuego, liderados por otro, vestido de un traje totalmente blanco. Ninguno, se percató de la huída y después ocultación de Taro.

Y ahora, es cuando voy a explicarlo todo:

Esa explanada, era la frontera del territorio de dos grupos rebeldes, o bandas callejeras, muchos nombres, lo importante es que sepas a lo que me refiero. Estos grupos, habían decidido quedar allí, noblemente, para “debatir” los reales límites de cada territorio. En el caso en el que no se llegase a un acuerdo, se acudía a la violencia. Primero, aparecían unos representantes que anunciaban la llegada de cada líder de un grupo, y sus apóstoles.

Los primeros en llegar, fueron los Men Black Side, liderados por Chikara. Taro sabía bien quiénes eran, y qué hacían. La verdad, es que su decisión de ocultarse, primeramente me pareció bastante buena, pues ya que siendo quién es, nunca podría él sólo contra dos bandas callejeras. Taro se entretenía pensando en qué podría hacer para escapar de ese embrollo. Quizá aquella pelea no terminaría jamás, hasta que cayese desangrado el último guerrero.

Algo enturbió los pensamientos de Taro. De repente, apareció un hombre, también armado y con una radio en la mano. Tenía todas las pintas de un rapero. Un pañuelo negro, estampado, atado a su cabeza, de manera semejante a la de un pirata. Una camisa de una marca conocida y muchos anillos y collares. Pantalones sueltos, que diesen movilidad, y unas zapatillas de grandes muelles. El tío tenía una pequeña navaja en la mano, pero sus bastante ejercitados músculos y su figura impotente, decían que esa navaja, no era su principal arma.

Dejó el Casete en el suelo, y lo encendió. Una música entonada y pegadiza, llena de rimas empezó a sonar. Todos callaron.

-Tíos, aquí esta Noisidy Noise, de los Kuroi. Vicepresi- Sus fracciones ni se inmutaron, pero se vio un claro recalco, al nombrar el apodo de su superior.

De repente, otra canción, de mucho más volumen y palabras, con rimas desordenadas y aleatorias, Irrumpió la aparente calma que había en aquel lugar.

Un grupo de personas, siguiendo a iguales pasos a una última, apareció en la explanada, con un paso aletargado, pero lleno de “estilo”. Para Taro todo le parecía absurdo, desconocía las normas y leyes de las bandas, completamente. Pero le parecía absurdo todo aquello, las noticias siempre hablaban de grandes peleas, sangre y muertos.

Los grupos estaban exactamente uno enfrente de otro, con sus respectivos representantes al frente, seguidos por sus líderes.

Empezaron a discutir y dialogar, hablaban de varias cosas que Taro no quería escuchar. Le parecía atroz y absurdo. Simplemente deseaba no estar allí. Pero la situación, empezó a empeorar. Los gatitos se mosquearon, empezaron a moverse mucho, haciendo un fuerte ruido, lo que llamó la atención de los aparentes soldados modernos y urbanos. Un miembro de los Men Black Side apuntó al arbusto del cual provenía el ruido. Todos esperaban a algo, hasta que uno de los gatitos, dio un fuerte maullido, lo que hizo que los grupos se relajasen, y siguiesen discutiendo. Taro dio un gran suspiro. Siguió buscando maneras de salir de allí.

Se oyeron tres disparos, Taro percibió cómo cayeron al suelo los cuerpos de tres miembros de los Kuroi. Se impacientó. El representante de los Kuroi, levantó a dos miembros del equipo contrario cómo si fuesen pañuelos, y los hizo chocar varias veces contra ellos mismos. Luego los tiró al suelo, y a uno le rompió el cuello.

-¿Trato zanjado?- Respondió el representante de los Men Black Side.

-Nada de eso.- Contestó el otro representante, frunciendo el ceño.- Vosotros os cargasteis a dos de los nuestros tronco, en plena época de supuesta amistad, tío. A nosotros eso no nos gusta.

-¡Venga ya tío! Mataron a una mujer que era blanco nuestro, junto con un chaval pequeño.-

-Los blancos no son de nadie, además, estaban en nuestro territorio.-
-¡Esa zorra nos delató!-

- Y gracias a ella varios polis nos cerraron unos cuantos garitos, y detuvieron a unos cuantos de los nuestros.-

-No es lo mismo, hay varias diferencias… Cómo…- El representante de los Kuroi le frenó.

-¡Cállate perra! Ya te lo dije antes, estaba en nuestro territorio, y encima era un blanco demasiado fácil. Os hicimos un favor.-

-Nadie os lo pidió.-

-Matar a esa tía fue facilísimo, y del chaval, lo mismo. Lo mejor fue que antes la violaron, enfrente del chaval, estuvo chupado.-

-Danos a uno de los vuestros.-

-Nunca.-

-Además, queda un miembro de esa familia vivo. Quedaos con él, es tan sólo un crío.-

Taro, no aguantó más, su instinto le pudo. Se levantó del arbusto, y le lanzó una piedra enorme al representante de los Kuroi.

Todos le apuntaron, y unos cuantos dispararon, una bala le llegó al brazo.

-¡Parad, hijos de puta! A este enano me lo cargo.-

-¡Mierda, Taro, contrólate!- Todo el mundo se giró hacia el agujero de los cimientos ya empezados, de él, salió una figura de un varón. Aquél varón tendría unos dieciséis años. Pelo largo, lacio y castaño claro, y ojos de igual color.

Camisa negra y pantalón semejante. Llevaba una pulsera en el brazo y un pendiente en la oreja izquierda. Aquél tipo, era yo. Takashi Erizawa.

¿Qué hacía yo allí? Es algo que os costará averiguar. Sólo decir que cogí a Taro y esquivando balas salí por patas de aquél infierno. No hubiese sido tan difícil, si no nos hubiesen perseguido. Acabamos en pleno centro, después de tanta huída. Fue normal, ellos iban con motos y coches. Hice lo imposible por salvar a Taro.

Nos acercábamos a la población, a sitios muy transitados, era una táctica muy difícil, lo peor, es que no pude ser el héroe que creí ser, por mucho que Taro me lo contradijese.

Acabamos llegando a una calle principal, fue una misión kamikaze. Tuve que robar una moto para poder escapar de aquella locura. Sin embargo, algo terrible ocurrió. Una bala, acabó con la vida de una joven, que iba de camino a su casa, paseando tranquilamente. Transitaba el paso de peatones, cuando de repente una moto a toda velocidad apareció peligrosamente por su lado, asustándola. Se dio la vuelta y miró hacia la moto, seguidamente, miró hacia el lado contrario. Vio cómo una estampida de coches, motos y transeúntes armados, se acercaban a una extrema velocidad, huyó hacia la otra punta de la acera, alarmada, con miedo, preocupada.

De repente, sintió un fuerte dolor en su cabeza, la cual notó muy húmeda de repente, y antes de que cayese al suelo, un coche a gran velocidad, la golpeó por el costado, enviándola varios metros por los aires. Antes de estrellarse contra el suelo, su corazón dejó de latir.

Me quedé abrumado, insólito, perplejo, mirando aquello que se había encadenado. Taro lloraba y acariciaba a sus gatos, que no entendían nada de lo que ocurría, por no contar, con que poco a poco, se desangraba por su herida.

Reaccioné justo a tiempo, ya me pisaban los talones, y casi me dan algunas balas, intenté olvidarme y despejar mi mente. Conducía a velocidades de vértigo, hasta llegar a una comisaría de policía, dónde mis perseguidores huyeron jurándome la muerte, tanto a mí cómo a mi acompañante.

***


La ciudad entera entró en un bullicio enorme, el alcalde sólo recibía críticas, la familia de la víctima lloraba, Taro lloraba, yo lloraba. La calma volvió a la ciudad al cabo de tres meses, la bala fue retirada de Taro y su herida sanó. Todo volvió a una aparente ciudad turística y de dulce hermosura. Durante estos tres meses, Taro no salió de su casa sin escolta, pues ya que tanto los Kuroi cómo los Men Black Side, estuvieron buscándole durante un gran tiempo.

Y bueno, ya no me dejan contaros más. Hasta la próxima vez que sea yo, el encargado de relatar de nuevo esta historia.

Takeshi Erizawa
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